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LO QUE SOY...

NARRA SEAN

No pude darme cuenta que la noche había caído. Aun no podía decidir mi destino. Era muy reciente todo y como había dicho Atis, no había tiempo para pensar, era decidirlo y ya. Pero como aceptar todo aquello que me habían contado?

Flashback

-Allí inició la historia...- dije en un suspiro.

-Así fue...-

-Déjame ir Marcus, tú amas a Medea y yo...-

-Tú que?-

-Amo a Atis con todas mis fuerzas y no hay nada que puedas hacer para evitarlo!-

-No!- ahogué un grito recordando que nada podía hacer y veía a Atis presionar sus puños consumido por la rabia. -Tú sabías que esto había pasado?... Atis-

Su mandíbula se tensaba al ver como Marcus presionaba con fuerza los brazos de Victoria, realmente la amaba, las lágrimas que rodaban en su rostro así lo confirmaban.

-Maldito seas Marcus...-

-Victoria... Sólo una cosa debes saber... eres mía por la eternidad. Grábalo en tu mente, me obedecerás y estarás a mi lado para siempre-

-Lo que quieras, pero mi amor será eternamente para Atis... solamente suya par...-

Un golpe seco se oyó y vi a Victoria yacer en el suelo sin sentido.

-Llévala a la habitación y déjala allí... Abiel... Atis...-

-Se hizo como ordenó Señor...-

-Fue él- susurró Atis.

-Atis?-

-El día anterior habían permitido a Victoria que fuera a verme... lo habían hecho como una trampa-

-Para tener una excusa para poder hacer lo que hizo recién con ella...-

-Correcto...-

Nos quedamos paralizados, yo intentando asimilar todo lo que había visto y Atis sopesando todo lo que había sufrido Victoria. A todo esto?

-Atis... Vict...-

-Sí Sean...-

-Cómo?-

-Necesitas más motivos que lo que acabas de ver?-

Aquello tenía un dejo de ira y tristeza. Cuánto habrá soportado antes de morir? Eso me recuerda...

-Gina...-

-Vamos Sean... debemos volver-

NARRA GINA

El hambre que sentía era atroz, la sed me estaba matando y el no haber bebido sangre y haber perdido tanta durante las torturas de Abiel realmente me dejaron muy debilitada. Dormir me ayudaba pero sólo un poco. No mejoraba mucho sin la ayuda de la sangre. Oí la puerta del calabozo abrirse, me esperaba una nueva sesión de tortura. Abiel realmente se estaba cobrando con creces la humillación por rechazarlo.

-Quién...- pregunté

-Confía en mí, siéntate, traje alimento- su voz me era conocida.

-Zion?-

-Calla... termina de comer y te limpiaré las heridas-

-Te matarán si te ven Zion-

-No me verán, ya todos están en sus habitaciones-

Con cuidado sentía su mano limpiar las heridas de mi espalda, Zion había compartido su niñez conmigo, era mi único amigo y compañero en el infierno. Era quien siempre curaba mis heridas y atendía en las sombras.

-Aún sigues creyendo que se lo debes?-

-No es eso...-

-Arriesgas mucho por mí...-

-No lo hago solo por ti, somos muchos los que sufrimos la tiranía de Marcus en carne propia día a día, tú y el príncipe son los únicos capaces de acabar con su locura-

-Zion... no me des tanta confianza... de seguir así...-

-Saldrás de aquí... eres fuerte, te vi escapar una vez y puedes volver a hacerlo, es...-

-Zion... que haces?-

Mientras hablaba y curaba mis heridas no caí en la cuenta de en qué momento se había colocado frente mío y comenzaba a limpiar mis heridas del rostro, su fría mano acariciaba mi mejilla hasta llegar a mis labios, tenía la mirada fija sobre ellos, él sabía la historia del hechizo que caía sobre mí, también me había visto transformarme la noche que huí de aquí por primera vez.

-Sé que no soy tu predestinado, sé que hay alguien más para ti allá fuera, esperando y luchando, pero qué puedo hacer, soy un tonto- dijo negando con la cabeza gacha.

-Zion... yo...- calló mis labios con su dedo.

-No digas nada, te cuidaré y protegeré sin pedir nada a cambio, sé mi lugar y como comportarme...-

-Zion... no debes hacerlo, ella ya no está, no debes seguir sintiendo ese...-

-QUE NO LO HAGO POR ELLA...- dijo exaltado pero en voz baja- siempre... te vi, te admiré y... amé, desde pequeños- culminó tomando mi rostro en sus manos acariciándolo suavemente.

Zion había sido todo para mí durante esos años pero, nunca lo vi de esa manera, creo que mi propio estado no me permitía siquiera darme motivos para pensar en amar o ser amado. Siempre creí que lo hacía como una deuda hacia mi madre que lo había salvado de Marcus cuando pequeño y ahora que lo dice... la imagen de Sean y el sabor de sus labios vuelven a mi memoria, por qué?

-Tengo frío- apenas susurré y Zion se dispuso a cubrirme con sus brazos.

-Demonios Gina, estás ardiendo en fiebre!- dijo sorprendido colocando un paño húmedo sobre mi nuca.

-No lo lograré Zion, he fallado, soy todo menos alguien fuerte y útil- 

-La fiebre te hace desvariar Gina, mira todo lo que has soportado y hasta dónde has llegado, no te rindas, mírame... abre los ojos por favor!- 

Sentía todo oscurecerse, mi cuerpo pesaba demasiado y no lo podía controlar, a lo lejos oía como Zion rogaba que abriera los ojos, que lo viera, me mantenía contra su pecho y su respiración agitada me decía que realmente estaba preocupado por mí, pero no podía hablar, quería luchar pero no podía... era...

-Sed... Zion...-

-Gina...-

Supo entender lo que necesitaba y lo que provocaba la fiebre que sentía, hacía ya una semana que me había alimentado de Sean aquella noche y lo necesitaba tanto que mi vida iba en ello.

-Lo siento Zion...-

-Hazlo, para mí...- calló al sentir mis colmillos clavándose lentamente en su cuello y comenzaba a saciar mi sed.

-Zion... yo-

-Es un placer Gina... toma todo lo que necesites, yo me recuperaré más rápido que tú- decía mientras llevaba mis labios a su cuello y el acariciaba mi cabello como si con ello pudiera borrar todo el dolor que me producía tratarlo de esa manera.

La fiebre poco a poco fue mermando al igual que mi ánimo, me cargó y llevó hasta recostarme contra el muro, caí en un sueño reparador pero aún así pude sentir sus labios besando mis ojos.

-Descansa mi princesa- susurró en mi oído antes de oír la puerta del calabozo cerrarse y finalmente rendirme al sueño. 

Siempre quise negarlo, jamás me agradó la idea de alimentarme de otras personas, menos aún humanos pero la necesidad para recuperar nuestro estado de salud física y mental nos obligaba al menos una vez a alimentarnos de un humano o de alguno de nuestros iguales. 

Marcus siempre me castigaba por ese motivo, me perdía de su vista para huir al bosque y alimentarme de los animales que simulaba cazar para la alacena del castillo, no pedí nada de lo que soy y para liberarme de ello debo luchar una vez más en contra de lo que soy. 



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