
INICIO DE LA MALDICION
NARRA GABRIEL
-GINA!- la sentí, en mis brazos, pude verla -MALDICION!-
-Gabriel? Oh no, hijo! Qué has hecho!- dijo Elena entrando en mi habitación con los ojos desorbitados.
-Elena... pude verla, lo siento, me ganó la desesperación y tuve que hacerlo- expliqué mientras ella tomaba mis manos y me miraba con compasión.
-Lo sé. Lo sé. Pero el hechizo de búsqueda es muy peligroso, pudiste perder mucha más sangre en el intento hijo, recuestate y espera, buscaré con que curarte y regreso-
Salió de la habitación y demonios que había estado en peligro me sentía tan débil que el solo hecho de abrir los ojos me producía un cansancio sin igual.
-Gabriel...- oí retumbar su voz lejana.
-Gina...- contesté incorporandome en la cama.
-Te esperaré hermano. Me encontrarás?- la oía como en un susurro.
-Así me lleve toda la vida. Espera por mí-
-Gabriel... yo...- su voz se fue apagando hasta que ya no me fue posible oírla.
-Gina... maldición!- abrí la puerta de la habitación y vi a Elena esperando para entrar.
-No es tu mejor opción hijo, ven, entra y te curaré, tendremos tiempo para hablar mientras lo hago- dijo tomando mis manos y entrando conmigo en la habitación.
-Es posible que la pueda seguir escuchando?- pregunté curioso.
-Es posible...- dijo tomando mis manos y colocando ungüento en las heridas -La sangre de tu padre que corre por tus venas es muy poderosa, de allí el temor que él siente de saberte cerca- suspiró y se puso en pie.
Se paró frente a la ventana y la noche aún se cernía sobre el bosque, Elena miraba a lo lejos como buscando las palabras para iniciar su relato.
-Sabes Gabriel...- dijo volviéndose hacia mí -Tu padre y yo estuvimos felices de tenerte a nuestro lado, intenté muchas veces ser una mujer completa para tu padre, pero, nunca pude darle la felicidad completa que él necesitaba-
-Elena... tú...- dije sorprendido.
-Sí Gabriel, es un regalo de una persona que creía que la venganza era lo que necesitaba para cerrar su círculo y morir...- la melancolía era notoria en su voz -Mi hermana amaba a Tadeo, pero él no podía corresponder su amor, siempre dijo estar enamorado de mí y nunca lo correspondí por amor a mi hermana, pero, una noche ella fue al encuentro de él y se confesó enamorada de él y Tadeo dijo que no podía amarla porque había alguien más en su corazón-
-Tú...- asintió levemente y bajó su mirada.
-Ciega por el rechazo y el amor que decía tener por Tadeo volvió a casa y subió hasta la habitación, la sentí sobre mi pecho, sus lágrimas, su respiración agitada, y lo vi...- dijo tocando su vientre -No pude gritar ni decir palabra, vi como Tadeo aparecía de golpe en la puerta y lo comprendí todo, "Te acercas y muere!" dijo mi hermana y la vi decididad. Tadeo intentó acercarse a ella y allí todo terminó, eramos hermanas gemelas y por nuestra naturaleza, al morir una moría la otra también, la daga se incrustó en su vientre lentamente y su llanto se oyó en toda la habitación y Tadeo la tomó en sus brazos y la colocó en su cama, él era hechicero y no quería que muriera, usó toda la magia que conocía y pudo evitar que muriera, casi todo en mí-
-Has quedado estéril...-
-Sí, luchamos e intentamos muchos conjuros para restaurar pero el lazo con mi hermana no permitía que tuviéramos descendencia, Tadeo dijo estar bien con eso, que no le molestaba el hecho de no ser padre mientras tuviera mi amor y vivimos así hasta que un día Duncan se presentó contigo en brazos en nuestra puerta- continuó relatando acariciando mi mejilla -Eras un niño de unos dos años, tu madre, Medea, era una guerrera, pero Marcus no podía permitir que alguien tan poderoso como tú permaneciera con vida, envió a Abiel, su fiel sabueso a perseguir a Medea y la halló...-
-Él mató a mi madre?!- la ira se apoderó de mí.
-Tu madre quería defenderte, protegerte y evitar que te mataran, sabía que algún día tú acabarías con la locura de tu padre, fue así como te adoptamos y cuidamos y protegimos tal y como se lo había pedido tu madre a Duncan, el te ama como si fueras su hijo, tanto como amaba a tu madre...-
-Y Gina...-
-La historia de Gina es aún más complicada...-
-Mi sueño... en mi sueño vi a Abiel, él era su verdugo, quien la castigaba y torturaba...-
-Abiel es el perro fiel de Marcus, hace todo lo que él ordene- continuó narrando Elena.
-Gina es hija de Victoria, la esposa de Marcus...- dijo suspirando.
-Aquella mujer que arrebató a Atis- mascullé con rabia.
-Ella...- dijo cabizbaja -Aquello fue el inicio de esta locura-
-Por qué?-
-Porque Marcus se encaprichó con ella, él solo quería poseerla para evitar que Atis lo haga, Medea, tu madre era quien alimentaba y daba todo por tu padre, ella lo amaba, tanto que tú eres el fruto del amor que ella le tenía...-
-Y mi padre?- pregunté con ira.
-Tu padre también la amó, pero el orgullo y el capricho se hicieron más fuertes en él y no pudo tomar la decisión correcta, dejó ir a Medea e hizo que Victoria le diera descendientes, pero no resultó como él esperaba, debía ser un niño y fue una niña en su lugar...-
-Gina...-
-Sí, aquello enfureció a Marcus, seguía insistiendo en hacer que Victoria volviera a quedar embarazada, pero, Victoria no podía, no quería, amaba a Atis y juró que sería solamente de él hasta el día de su muerte...-
-No! Victoria...- dije no queriendo oír la respuesta.
-Victoria no había sido convertida por Marcus, si lo hacía no podría darle los hijos que él quería, fue humana toda su vida, Marcus salió en busca de Medea al tiempo que Victoria dio a luz a Gina, Atis iba con él, se aseguró que no estuviera cerca de Victoria para que ella cambie de opinión y volviera a quedar embarazada, pero, todo tuvo un resultado contrario-
-Qué quieres decir?- pregunté aún más curioso por saber más de la vida de Gina.
-Durante la marcha de Marcus, Victoria subió a la torre donde él la mantenía presa todo ese tiempo en espera de una respuesta, esperó que salieran del castillo... Atis me contó que sintió la despedida de ella en el aire pero al volverse la imagen de los cabellos rojos de Victoria reflejando al sol en ellos fue lo último que vio antes de que se lanzara al vacío, trató de evitarlo o al menos amortiguar su caída pero todo intento fue inútil, al llegar al pie de la torre Victoria yacía envuelta en un charco de sangre-
-Maldito Marcus...- la ira me carcomía y se hacía con todo atisbo de dolor que tenía en mi ser -Elena y...-
-Gina...- asentí con temor de oír la respuesta -Ella pagó por todo lo sucedido en ese entonces, Atis trataba de protegerla cuanto podía, pero Marcus siempre lo mantenía lejos del castillo en misiones o controlando la frontera que dividía su reino, desde pequeña la sometieron a las mismas doctrinas que los guerreros, debía luchar y ser fuerte para soportar y defender a su padre cuando algún día tú volvieras...- calló sin más y eso me indicaba que lo que oiría no iba a ser nada bueno.
-Elena... Gina...- asintió y se puso de pie.
-Gina es la predestinada, ella es tu predestinada, pero...-
-Pero... Elena... dilo...- supliqué.
-Ella es la destinada a acabar contigo también- dijo evitando mi mirada.
-Qué!?- aquello era inesperado, de todo lo que esperaba oír eso era lo último que pensé.
Gina, matarme... Marcus... realmente estaba tan mal de la cabeza como para permitir que sus hijos se mataran entre sí.
-Algo debe de poder hacerse!- dije desesperado.
-Me temo que aún no hijo, eso debemos descubrir o buscar hasta que demos de nuevo con algún portal y recuperar a Gina- se acercó a mí y abrazó con fuerza -Todo tiene solución hijo... no desesperes, daremos con Gina y con la solución, estamos juntos en esto, todos queremos acabar con esta maldición y locura, lo haremos juntos- dijo besando mi cabeza.
No pude hacer más que abrazarla más fuerte, no podía dañar a Gina, no quería ni pensar en matarla o que ella me diera muerte.
-Debo irme, Tadeo ya se levantó, no pienses tanto, déjalo ser, el destino tiene siempre algo mejor para quien así lo desea, no lo olvides- dijo cerrando la puerta de la habitación.
-Hay algo que no entiendo, es mi hermana... pero...- me levanté y caminé hasta la ventana.
Mi corazón se inquietaba y dolía, debía encontrarla, pero utilizaría el hechizo más tarde, la sangre perdida era de notoria ausencia en mi ser, débil como estaba nada podía hacer para cuidarla, me recosté en la cama y dejé mi ser calmarse.
-Hermana...- suspiré profundo y me dejé vencer por el sueño, una vez más.
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