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BIENVENIDA A CASA

NARRA GINA

Una leve llovizna caía sobre la ciudad, parecía estar el clima acorde a mi estado de ánimo, las imágenes de lo sucedido durante el día se repetían una y otra vez en mi mente, había vivido una mentira todos estos años, mi nombre, mi rostro, todo era una mentira, realmente era un monstruo encerrado en este cuerpo, una asesina de sangre fría. Pero, ¿Por qué? ¿Quién demonios era Marcus? ¿Por qué se me hacía conocido? Necesito recordar, debo recordar. 

Comencé a caminar sin rumbo seguro, no tenía nadie con quien hablar, estaban Mary y la familia de Steve, ellos se ofrecieron a quedarse conmigo en tanto que me recuperaba y volvía  a mi vida de siempre, pero, ¿cuál era esa vida? Lo necesitaba, algo o alguien a quien aferrarme, que me dijera que todo estaría bien, que solo era una pesadilla y pronto despertaría, pero no lo era, lo que estaba frente a mis ojos me decía que era más real que todo lo vivido anteriormente.

-Steve- susurré mientras sin darme cuenta había llegado nuevamente frente a su tumba -Te necesito tanto-

Caí de rodillas frente a su tumba, lo lloraba porque lo amaba y me lo quitaron, al igual que todo aquello que me tenía unida a este mundo. Estaba dividida en dos mundos, en dos seres, ambos éramos reales y existíamos dentro de mí, pero, ¿quién de las dos viviría al final del día? No sabía que hacer, realmente estaba perdida, a quién recurriría ahora si hasta la directora y la enfermera con las que compartía y creía eran personas comunes al igual que yo, ellas también eran monstruos, brujas ansiosas y sedientas de poder y vida eterna.

-¡QUE DEMONIOS ERA REAL!- grité golpeando la tierra húmeda bajo mis pies-

Marion y Peter, ellos tampoco eran reales, sabía bien que ellos me habían adoptado, que no eran mis verdaderos padres, entonces quién.

-Gina- oí llamar ese nombre nuevamente -Gina... mi niña... despierta-

Levanté la mirada y vi a la mujer que había visto hacía un tiempo atrás en el jardín del instituto. Aquellos rojos cabellos y mirada dulce eran imposible de olvidar. Se alejaba caminando lentamente hacia el lado opuesto del cementerio. Era una locura, pero necesitaba respuestas.

-Espera, ¿quién eres?- pregunté corriendo tras ella.

Se detuvo de pronto y se giró para verme, se acercó lenta y sonriente hasta mí, al estar frente mío sonrió y acercó una de sus manos, era fría, pálida, pero la sentía con tanta añoranza, un sentimiento tan triste recorrió cada palmo de mi cuerpo. 

-Mi niña... perdóname por dejarte sola durante tanto tiempo- susurró mientras me abrazaba.

-¿Quién eres?- me separé irritada de ella.

-Victoria... tu madre- dijo tomando mis manos entre las suyas.

-CON UN DEMONIO- me solté visiblemente molesta de su agarre -HOY ES EL DÍA DE FASTIDIAR LA VIDA DE HANA- gruñí volviéndome hacia ella.

Mi madre, mi verdadera madre, y qué se supone y hace ella aquí, por qué no vino antes por mí, por qué ahora.

-MALDICIÓN- rugí dejando que unas ondas energéticas abandonaran mi cuerpo.

-Gina por...

-HANA... CON UN DEMONIO QUE MI NOMBRE ES HANA- solté fastidiada.

-Eres Gina- volvió a decir acercándose más hacia mí.

-ES MENTIRA, YO SOY UNA MENTIRA, USTED ES UNA MENTIRA, MI VIDA ES UNA MENTIRA- solté dejándome caer sobre la grama del cementerio mientras la lluvia se escurría sobre nosotros.

-No eres una mentira, debía suceder de esta manera hija- intentó acercarse y detuve su movimiento con la mano.

-No me llame hija si no estuvo a mi lado todo este tiempo- le recriminé por haberme dejado.

-Gina...

-No me llame así...- grité saliendo a correr dejando a lo que sea que fuere que estaba conmigo en ese momento, pero de seguro no era mi madre.

Corrí por un tiempo, quería volver a un lugar donde sentirme segura, donde volver a empezar, lejos de toda esta locura que me rodeaba, estaba cansada, rota y devastada. Steve se había vuelto mi apoyo durante este último tiempo y sin él me sentía completamente perdida. 

-Déjame salir Hana- oí un susurro.

-¿Quién es?- me detuve asustada buscando quién me seguía.

-Déjame salir Hana, es la única manera de liberarte- volví a oír.

-¿Liberarme?- pregunté riendo irónicamente.

-No tenemos más tiempo Hana... por favor... si tú misma dices que tu vida de aquí es una mentira, déjame salir y que tu verdadero ser sea quien viva de ahora en más- suplicó la voz.

-¿Por qué debería de creerte?- murmuré volviendo a moverme luego del shock en el que estuve sumergida por un momento.

-Porque soy lo único real que existe en ti en este momento, no hay nada ni nadie en este lugar que espere por ti, lo que creías se ha ido, lo que viviste... se ha ido, lo que amabas también- seguía hablando en mi mente y estaba comenzando a volverme loca.

-DÉJAME EN PAZ- grité volviendo a correr sin dirección alguna.

Las lágrimas brotaban sin parar de mis ojos, intentaba apartarlas ya que apenas podía ver a causa de la lluvia, seguía mi loca carrera cuando...

-GINA... NO- oí su voz gritar mi nombre.

El rechinar de unas llantas es lo último que oigo antes de sentir mi cuerpo golpear contra algo sumamente duro y salir despedida para luego caer y perder la consciencia.

Tu imagen pasea por mi mente, siguiéndome dónde quiera que vaya, es imposible deshacerme de ella. 

-Gabriel...- llamé en medio de la oscuridad que me rodeaba. 

Vi una silueta acercarse lentamente y creí sería él pero poco a poco se fue convirtiendo en alguien más.

-Hola tú- dijo poniéndose en cuclillas frente mío.

-¿Gina?- sonrió y acarició mi mejilla.

-¿Quién más estaría junto a ti en un momento como este?- ironizó.

-¿Acaso estoy?- 

-Muerta...- contestó -Tu cuerpo lo está y tu mente pronto lo estará también

-¿Qué me hiciste?- intenté alejarme de ella.

-Te lo has hecho tú misma, por evitarme y huir como siempre lo has hecho- explicó colocando su mano en mi pecho.

-El coche... Gabriel...- recordé haber oído su voz antes del golpe.

-Es hora de dormir Hana- susurró en  mi oído al tiempo que sentía un dolor punzante en el lugar donde tenía apoyada su mano.

Mi mente se nublaba, me perdía más y más en la oscuridad, veía mi vida ir en retroceso frente a mí y nuevas imágenes ocupar aquellas que creía y eran mis recuerdos. La locura más grande que pude haber cometido, haber pasado por tu lado en el momento más oscuro de mi vida, ver en tus ojos un claro cielo de tranquilidad y no poder tenerlo.

-Gabriel...- llamé con un último hilo de voz. 

-Duerme ya Hana... se acaba el tiempo- susurraba Gina acariciando mis cabellos.

NARRA GABRIEL

La vi desplomarse sobre el mojado pavimento, inerte, con la respiración agitada y un hilo de sangre cayendo sobre su rostro. La gente comenzó a agolparse alrededor nuestro y decidí abrir mis alas y llevarla lejos de allí. Volé por sobre los edificios que llenaban los espacios de la ciudad y me dirigí con ella hacia el portal, debía llevarla con Elena. Supe por Atis que ella había estado usando la figura de Victoria para traer los recuerdos de Gina a la mente de Hana, pero ésta se negaba alejándose de ella vez tras vez.

Crucé el portal con Gina en mis brazos, respiraba dificultosamente y la oí llamarme un par de veces, debía llegar pronto con Elena, no podía perderla otra vez, no de nuevo, sea Gina o sea Hana quien despertara, sólo quería verla sana y salva.

-Gabriel- la oí llamarme con un hilo de voz apenas.

-Pronto llegaremos, aguanta un poco más y estarás bien, resiste por favor- decía presionándola aún más contra mi pecho.

A lo lejos divisé la cabaña de Elena y Tadeo y sentí un ligero alivio en mí. Llegué hasta ella lo más rápido que pude.

-Gabriel- vi a Atis abandonar la cabaña -Hija- dijo acercándose hasta mí.

-Elena, ella debe verla pronto- solté sin dejar que Atis la quitara de mis brazos.

-Está adentro, vamos- se adelantó a abrir la puerta.

-Gabriel, ¿qué?- Elena se sobresaltó al vernos y se acercó a nosotros indicándome que la recueste en el sillón que había en la sala.

-Fue luego que intentaras despertarla Elena, huyó del lugar asustada, creo que su mente está jugando con ella también, la vi hablar sola y huir despavorida y fue allí cuando el coche chocó contra ella y quedó inconsciente- expliqué mientras Elena se disponía a curarla.

-Es una dura batalla para ella, toda una vida borrada y antigua vida saliendo a flote para convertirse en su nueva vida, está sufriendo, es doloroso- hablaba Elena con sus ojos cerrados y sus manos apoyadas en la cabeza de Gina.

-Ayúdala Elena, no puede ser así, no debía ser así- gruñí dando vueltas por la sala cual bestia enjaulada.

Todo lo que quería evitar para Gina estaba cumpliéndose al pie de la letra, el sufrimiento, dolor y tristeza que quería evitar en ella se hicieron realidad y con creces. Oí el gemido de Elena y me giré a verla, estaba sentada sobre el pequeño cuerpo de Gina, éste convulsionaba y poco a poco una luz la fue consumiendo lentamente al tiempo que Elena se separaba de ella.

-Gina...- susurré intentando acercarme a ella pero Elena me detuvo.

-Espera Gabriel...- dijo presionando mi brazo.

Atis entraba en la sala acompañado de Duncan y Tadeo, todos observábamos sorprendidos lo que sucedía con Gina, sólo Elena se mantenía en calma ahora y con una pequeña sonrisa dibujada en los labios. Aquella refulgente luz se deshizo lentamente en el aire dejando a la vista el cuerpo dormido de Gina.

-Elena... ¿qué?- pregunté sorprendido.

-Ha vuelto Gabriel- dijo soltando mi brazo.

Su cuerpo, su esbelto cuerpo, era ella, había regresado, en cuerpo y mente, sin hechizos, sin ataduras, sin nada que le impida ser quien es realmente. Me acerqué lentamente y ubiqué a su lado tomando una de sus manos y acomodando su cabello detrás de su oreja. Estaba feliz, mi Gina había vuelto y no podía esperar por ver sus ojos carmesí abiertos puestos en mí.

-Despierta Princesa- susurré en su oído antes de apoyar mi cabeza en su pecho.

Los demás decidieron salir y dejarnos solos, estuve recostado a su lado el tiempo necesario para saber que estaba con vida, sólo restaba que despertara. No supe en que momento había caído profundamente dormido, creo que el saberla de regreso era todo lo que necesitaba para dejarme llevar y volver a ser quien era siempre. Sentí unas manos acariciar mi cabeza y su cuerpo moverse bajo el mío, aturdido levanté mi cabeza y la vi allí sonriendo, sus bellos ojos viéndome fijamente y sus manos ahora acunando mi rostro.

-¿Gina?- pregunté nervioso frunciendo el ceño.

-Regresé- sonrió y fue lo último que necesite oír para tomarla en mis brazos y aferrarme a ella.

Ella colocó sus brazos alrededor de mi cuello y continuó acurrucada contra mi cuerpo, sentía su cuerpo acomodarse más junto al mío y juraría que podía morir en este momento de la felicidad que sentía de saberla mía nuevamente, besé sus cabellos, su frente y su nariz haciendo que riera de manera tierna.

-Te extrañé princesa- dije con mi frente puesta en la suya.

-Y yo a ti mi príncipe- susurró ella.

Nuestros alientos se mezclaban debido a la cercanía de nuestros rostros, una sonrisa se dibujó en sus labios al tiempo que yo acunaba su rostro con mis manos y la hacía verme.

-Te amo Gina- solté sin más nada que decir.

-Te amo Gabriel- susurró ella antes de que cerrara sus labios con un beso.

Tomé su cuerpo entre mis brazos, aferrándome a él tan fuerte como pude, sentir sus labios sobre los míos luego de tanto tiempo era la medicina que necesitaba para curar todas las heridas que tenía guardadas en mi ser, la amaba como a nada en el mundo, y estaba seguro que quería que fuera feliz sin despertar pero que me condenen por la felicidad que tengo al sentirla junto a mí y entre mis brazos nuevamente.

-Bienvenida a casa- susurré sobre sus labios.

-Regresé- replicó ella con una sonrisa.

Lo que vendría no sería sencillo, pero saberla de nuestro lado y sin hechizos o ataduras que la inhiban era toda una ventaja, Anat, sólo un poco más e iremos por ti. Toda la locura de Marcus acabará pronto.







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