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Felicidad Superficial

A los 11 años conocí a un niño, siempre fue un buen amigo pero luego de más o menos un año de amistad perdimos contacto, un año después volvimos a contactarnos y lo invité a la iglesia a la que asisto actualmente.
Recuerdo que él no sabía cómo llegar a la iglesia, así que acordamos encontrarnos en un lugar cerca, al volver a verlo mis ojos se posaron directamente en los suyos, la luz del sol hacía verlos de un color café muy claro, mi corazón se aceleró a mil por hora y sin poder evitarlo un pequeño suspiro se me escapó.

Poco a poco volvimos a retomar nuestra amistad, comencé a notar que a pesar de que cierta persona le había confesado que estaba enamorada de él, este chico se dedicó a brindarle a ella una amistad y nada más. Era tan evidente que sus ojos estaban puesto en mí, pero para mí era muy imposible que la persona que me gustaba también estuviera interesado por mí. Como buena creyente oraba por él y le pedía a Dios que si él era para mí hiciera todo conforme a su voluntad.

El tiempo pasó y él me ayudó a sanar tantas heridas, a seguir adelante, a aprender de la vida. El día menos esperado me atreví a hacerle la gran pregunta: ¿Sientes algo por mi?
Su respuesta fue tan difícil para mí...
Lo que me dijo fue: –te responderé esa pregunta si tú también la respondes.
Fue una locura. Sin embargo acepté y aquel día terminamos confesando lo que ambos sentíamos, aunque decidimos no apresurarnos a las cosas.
De esta forma comenzamos a formar una amistad aún más fuerte, eramos unos niños de 13 y 14 años para aquel entonces, realmente no teníamos la edad suficiente para asumir un noviazgo serio. Así que esperamos el uno por el otro durante 3 años, 3 años en los que nos dedicamos a conocernos y terminamos convirtiéndonos en mejores amigos, mi confianza plena estaba puesta en él, mis secretos más profundos los llegó a conocer y los supo guardar, en mis momentos más frágiles estuvo me sostuvo para no caer, y en mis peores situaciones fue capaz de soportarme.

Aquel gusto comenzó a convertirse en un amor, de esos que van más allá de la liberación descontrolada de dopamina, serotonina y oxitocina, más que "atracción física" lo nuestro era un amor genuino, sin prejuicios, con comprensión, mucho respeto, honestidad, sinceridad, verdad, tolerancia...
De esos amores que ya no se ven, en los que no amas por las mariposas en el estómago, amas por la galaxia que puedes ver a través de los ojos del otro.

A los 15 años y de las forma menos planeada decidimos dar el siguiente paso y comenzar a tener una relación. Jamás podría olvidar aquel día, ocho de octubre del 2017, a tan solo dos días de mi cumpleaños número dieciséis, en la plaza del pueblo me pidió acompañarlo en todas sus locuras y una cuadra después le dije que sí. Recuerdo que luego de unos meses me mostró en la pantalla de su celular un visualizador de constelaciones y me dijo: "estás eran las estrellas y las constelaciones que estaba mirándonos el día en que me dijiste que sí una cuadra después".
Esto me hace recordar que siempre me decía "mira en el cielo la estrella que más brillaba porque esa estrella es tu reflejo en el cielo", "tú eres pequeña a simple vista, pero cuando comencé a acercarme a tí me di cuenta que en realidad eras muy grande, y cuando los científicos se acercan a una estrella notan que en realidad son muy grandes, cómo tú. Estrellita..."

Desde el primer día en que el volvió comenzó a ordenar mi mundo, me enseñó a ver la vida de una forma tan maravillosa y cambió por completo mi forma de ver el amor.

Él no fue mi primer "novio" pero creo que sí fue la primera vez que me enamoré.

Realmente me hizo feliz...
Pero todo tiene un siclo en esta vida y llegó el día en que luego de tantas luchas, sacrificios, sueños y proyectos, luego de planear una vida juntos, las promesas se volvieron mentiras y llegó el momento de decir adiós. Las cosas tendrían que acabarse y sencillamente así debía ser.

El día en que las cosas se acabaron no me sentí triste pero tampoco estaba feliz, simplemente no sentía nada. Creo que de alguna forma mis sentimientos se habían bloqueado, estaban en shock literalmente; llegó la hora de dormir y no lloré, por alguna razón no había un sentimiento evidente en mí.
Al siguiente, día antes de ir a la universidad sentí la necesidad de escribir algo así que tomé mi celular y publiqué lo siguiente:

"Por favor díganle que muchas gracias.
Gracias por enseñarme a amar, a sonreír, a ver la vida de otro color. Gracias por enseñarme a descubrir tantas partes de mí que no conocía y que jamás que creí conocer. Pero sobre todo gracias por hacerme mucho más fuerte.
No te niego que me enamoré de ti, y me enamoré más allá de lo que eres, más allá de tu mirada, tu sonrisa, tus gestos, tus manías... Yo me enamoré de tus sueños, tus pensamientos, tus chistes, tus miedos; pero me queda claro que este amor no es suficiente para tí.
Gracias por enseñarme a amar de esta forma, espero que lo que la vida tenga para tí sea algo mucho mejor que yo. Porque te mereces las mejores cosas de este mundo.
Por favor díganle que gracias, por todo. Y también díganle que espero que en algunos años, al preguntar por él, me digan que ha triunfado y ha logrado ser todo lo que soñó.
También díganle que no se preocupe por mi, que no me busque, que no me llame, que no me llore. Yo estaré bien."

Luego de una semana mi mundo por completo se desbordó. Comencé a caer en una depresión que no podía controlar, en el día mis emociones eran inestables, y en las noches solo pensaba en rendirme, mi vida ya no tenía sentido y en más de una ocasión llegó a mi mente la idea de acabar con mi vida para dejar de sufrir; en las mañanas al despertar sentía un vacío terrible en mi pecho. Aquella persona se había convertido en todo para mí y ahora que no estaba ya no habían razones para vivir.
Quería buscarlo y hablar con él, por cosas tontas habíamos echado todo a la basura pero ya no más, alguno de los dos debía hacer algo y sería yo.

Pasé por su casa en varias ocasiones pero no era capaz de llegar, hasta que un día dije "no más, este día iré y hablaré con él" las dudas y los pensamientos en contra invadian mi mente pero no iba a rendirme, el amor que sentía por él iba más allá de cualquier prejuicio o miedo. Así que lo hice, llegué a su casa y él no estaba, sus padres me recibieron de la mejor manera (para mí sorpresa), lo llamaron y a los 5 minutos él llegó, fueron los 5 minutos más largos y tensionantes de toda mi vida.
Él llegó y para resumir un poco las cosas quedamos en que hablaríamos, a los dos días mas o menos nos vimos en un parque y hablamos de nosotros, no pude evitar notar que aunque nos amábamos él había puesto muchas barreras entre nosotros.

Definitivamente no podíamos estar juntos, y eso solo agravó mi situación emocional. Pero luego de largas noches de rabia, frustración, tristeza y soledad tuve que aceptar que él fue una persona pasajera en mi vida, y por mucho que quisiera estar con él hasta viejitos como lo prometimos, era el momento de dejarlo ir.
Mi mejor amiga siempre me dijo: "Da lo mejor de ti hasta el final, y si las cosas no se dieron puedes estar tranquila, porque sabes que tú diste todo lo que podías por lo tanto, no es tu culpa"
Y cuanta razón tenía esa loca, di lo mejor de mi hasta el final y realmente he logrado sentirme tranquila.

No sé si la vida valla a juntarnos de nuevo, lo que sí sé es que tuve que aprender a vivir a sin él. Al inicio no fue fácil, mi felicidad estaba por el suelo, no era feliz, sencillamente no podía. Pero poco a poco tuve que descubrir que habían muchas cosas más allá de él, que a pesar de las noches de desvelo llenas de lágrimas y lamentos al amanecer llegaba un nuevo día y con el nuevas e infinitas oportunidades para ser feliz...

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