Capítulo 8
Día 4 en Seattle.
— ¿Y cuál es la historia? — Pregunto cuando me subo al auto.
— ¿Cuál historia?
— La de por qué tienes que inventarte una novia — Giro en el asiento para mirarlo — ¿Eres gay?
El balbucea algo que no alcanzo a comprender, pero suena a una mala palabra.
— ¡No soy gay! ¿Cómo puedes pensar eso?
— ¡Pues no sé! Tú explícame.
Se toma un momento para responderme, su vista sigue puesta en el tráfico frente a él mientras conduce a algún punto de Seattle.
— Entre el trabajo y la escuela, no tengo mucho tiempo para salir o para una relación formal. He salido, claro, pero no lo suficiente como para que alguien sea mi novia. Y mi madre piensa que me voy a quedar solo, así que me presenta a las hijas de sus amigas.
— ¿Tu mamá juega a la casamentera? ¡Qué divertido!
— Si, claro, Ja-ja — Se burla — Hace unas semanas intentó arreglarme una cita con una chica de su trabajo pero le dije que ya estaba viendo a alguien. La otra vez cuando te llamé para preguntar en dónde estabas, escuchó y asumió que estás tú.
— Oh, entonces me usas para despistar a tu mamá.
— Si.
— Eso es cruel, Christian.
— No desde mi punto de vista — sonríe — Sólo sigue la corriente, le dije que no vives aquí y que solo vienes un par de días de visita.
— Espera — atravieso mi mano en su línea de visión — ¿Y dónde se supone que voy a quedarme? ¿En tu casa?
— Tal vez si — Encoge los hombros — Solo será una noche, luego dices que tienes que volver a Georgia y asunto arreglado.
— ¿Pero y mis cosas? ¿Se quedarán en el hotel?
— Si, yo llamaré para renovar la reservación.
Me dejo caer de nuevo en el asiento del copiloto y observo el camino por la ventana. Claramente estamos saliendo del centro de Seattle, pero a medida que avanzamos, el tamaño de las casas va en aumento.
— Dijiste que tu madre era pediatra, ¿cierto?
— Si — Gira en una calle con muchos árboles.
— ¿Y dónde vive?
— Por aquí — Señala al frente.
Un enorme residencial aparece al frente, las casas más grandes que he visto y los jardines más verdes. Incluso un vigilante nos saluda en la entrada.
— ¿Eres rico? — Pregunto confundida.
— No, mi mamá tiene un buen trabajo, pero es su dinero.
— No lo entiendo, ¿Por qué conduces un taxi si vives en una zona tan exclusiva?
— Ya te lo dije, mi mamá tiene dinero, yo no. Yo necesito ahorrar para un proyecto y no puedo solo estirar la mano.
— ¿Seguro que no eres gay? Algo aquí no cuadra — Lo miro con los ojos entrecerrados.
— ¡No soy gay! ¿Quieres dejar de decir eso?
— Bien.
Estaciona en el exterior de una cochera y me hace una seña para que baje. Toma mi mochila de mis manos para ayudarme pero no quiero adelantarme sin él.
— ¿Mamá? — La llama cuando abre la puerta — Estamos aquí.
El sonido de pasos en el pasillo se hacen más fuertes a medida que la madre de Christian se acerca. Una hermosa mujer elegante nos saluda.
— ¿Christian? ¡Por Dios! ¡Tú debes ser Ana!
Estiro mi mano hacia ella, pero me estrecha en sus brazos antes de que pueda reaccionar. Su efusividad me resulta simpática.
— Soy Ana Steele, mucho gusto.
— Oh, cariño, yo soy Grace Travelyan Grey. Pero dime Grace... O mamá.
— Vaya — Balbuceo sorprendida — Gracias Grace.
— ¡Mia! ¡Hija! ¡Ven aquí!
La señora Grey mira hacia las escaleras, por dónde una chica de unos 18 o 19 años viene bajando. Primero se lanza hacia Christian y le besa la mejilla, luego gira hacia mi.
— ¿Tú eres la novia de mi hermano?
— N... Si — Sonrío.
— ¡Eres tan linda! ¡Dios mío! ¡Y tendrán bebés hermosos! — Grita hacia su madre — ¿Ya viste sus ojos?
La señora Grace asiente y no me imagino una situación más incomoda que ésta. Aunque por la expresión del chico a mi lado, esto le resulta más incómodo que a mí.
— Christian, lleva las cosas de Ana a la habitación de invitados mientras vamos al comedor, la cena está lista.
— A menos que vayan a compartir habitación — Agrega su hermana — ¿No es eso lo que hacen los novios de ahora?
— ¡Mía! — Grita avergonzada su madre.
— Habitación de invitados está bien, muchas gracias — Digo para cortar el tema.
Grace me toma del brazo para llevarme al comedor y puedo ver por el rabillo del ojo cómo Christian golpea el hombro de su hermana.
— Discúlpalos Ana, por favor.
— Está bien, señora Grey, debe ser divertido tener hermanos.
Sus cejas se arquean por la sorpresa y por un momento me pregunto si hice bien en decir eso. Olvidé preguntar que tanto de mi les ha contado Christian.
— ¿Y de dónde eres?
— De Savannah Georgia, vivo ahí con mi madre y su esposo.
— Cuánto me gustaría que nos hubieras visitado antes — Acaricia mi brazo — Christian ha estado muy ansioso estos días, no hace más que hablar de ti.
— ¿Si? — La pregunta se escapa antes de que pueda detenerla.
— Oh, si — Ella sonríe — No para de decir que no lo escuchas y que te pones en riesgo, aunque creo que él podría ser un poco controlador.
— ¿Un poco? — Me río — No sabía que él les había contado de mi.
— Si, estos días ha sido: Ana esto, Ana aquello... — Comienza a servir los platos — Por eso le dije que tenía que conocer a la chica que lo traía vuelto loco.
Cuando giro a mi derecha, Ojos grises está recargado en el marco de la puerta escuchando la conversación. Y puedo notar el ligero rubor en sus mejillas.
— Si tengo que ser honesta, él también me vuelve loca — Christian rueda los ojos.
— ¡Qué lindos! — Chilla su hermana.
— ¿Y cuando piensas mudarte a Seattle? — Pregunta Grace.
— ¿Perdón? — No puedo ocultar la sorpresa por la pregunta.
— Si, si vives en Georgia y Christian aquí, ¿Cómo harán para seguir juntos?
— ¡Mamá! — Gruñe el chico avergonzado.
— ¿Qué? ¿Van a continuar con la relación a distancia? — Luego voltea a verme y apoya su mano en mi hombro — Cariño, sabes puedes venir a vivir con nosotros.
¿Mudarme a Seattle?
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