Capítulo 7
Día 3 en Seattle.
Me levanto temprano, me alisto con ropa abrigadora y voy al restaurante por algo ligero. El móvil sigue apagado, así que lo lanzo dentro de la mochila antes de salir a la calle.
— ¡Ana!
Su irritante voz me grita desde algún lugar, pero sigo caminando por la acera hasta que pueda encontrar a un taxista menos entrometido.
— ¡Espera! ¡Ana! ¡Por favor!
Cuando se atraviesa en mi camino, puedo ver al mismo chico de ojos grises que conocí. Jeans desgastados, tenis y camiseta ligera.
— ¿Qué quieres?
— Dios, ¡Que humor! — Se burla — ¿Podrías al menos decirme por qué estás enojada? No lo entiendo.
— Solo déjame en paz, ve a ver qué haces hoy y yo haré lo mío.
— ¿Pero vas al campus?
— Puedo llegar sola.
— Ya estoy aquí, déjame llevarte.
— ¡No quiero!
Grito en medio de la calle para que se aleje pero él frunce el ceño y me señala.
— ¡Necia! ¡Terca! ¡Obstinada!
— ¡Idiota! ¡Entrometido! ¡Acosador!
— ¡Intento ayudarte!
— Ya te dije que no te necesito — Luego levanto la voz de nuevo — ¡Auxilio! ¡Intenta secuestrarme!
Una pareja que caminaba por la acera se detiene para mirarnos, algunas más solo observan desde el otro lado de la acera.
— ¿Estás bien, cariño? — Me dice la mujer.
— No — Respondo.
— Si — Gruñe Christian — No voy a secuestrarla, es solo una discusión de pareja.
Les dice a modo de explicación. ¿Pareja? ¿En qué maldito momento nos convertimos en pareja?
— ¡Christian! ¿Por qué dices eso? ¡Me haces parecer como una loca!
— En este momento lo eres, así que deja de gritar y sube al puto auto.
— ¡No quiero! ¡Auxilio! ¡Fuego!
— ¿Qué? — Se ríe — ¿Fuego por qué?
— Porque acabo de decir que ibas a secuestrarme y nadie vino a ayudarme, ¿Qué rayos le pasa a la gente de Seattle?
Rueda los ojos, luego me mira y sonríe.
— Sube al auto ya, te llevaré al campus y luego me iré a hacer unos encargos.
— No te necesito — Gruño de nuevo.
Hace una mueca de fastidio cuando se acerca a mí, y antes de que pueda detenerlo, se agacha para enganchar mis piernas en sus brazos llevando sobre su hombro.
— ¡Auxilio! ¡Si intenta secuestrarme! ¡Ayuda! ¡Policía!
— ¡Ana! ¡Deja de gritar! — Golpea mi trasero.
— ¡Eso es acoso sexual! ¡Auxilio!
Algunos automovilistas reducen la velocidad para mirarnos, pero nadie se detiene. Incluso el guardia del Fairmont Olympic sonríe cuando nos ve pasar por su lado.
— ¡Llame a la policia! — Le digo — Soy la huésped de la habitación 246.
— Dany — Saluda mi secuestrador.
— Christian — El hombre sonríe y levanta la mano para saludar al acosador que me lleva a la fuerza.
— Voy a presentar una queja — Me cruzo de brazos cuando me ha subido al auto — Haré que te quiten la licencia y el empleo.
— ¿Quieres cerrar la boca ahora? Voy a llevarte al campus para que busques a tu “querido Josh” — Dice lo último con voz chillona.
— Bien, pero no te lo pedí.
Abrazo la mochila que llevo sobre mis piernas y enciendo el móvil. La idea era evitar a Christian, pero obviamente no obtuve el resultado esperado.
Minutos después estaciona en la acera del campus, así que bajo del auto sin mirarlo y vuelvo a ponerme mi mochila.
— Vendré por ti más tarde.
— No te preocupes, no quiero que llegues tarde a tus clases — Digo molesta.
— Pero quiero hacerlo.
— Y yo no quiero que hagas esperar a tu amiga rubia, así que volveré al hotel por mi propio pie.
Doy la vuelta para alejarme, si sigo escuchándolo jamás me iré y lo único que conseguiría es que todos nos escuchen pelear.
Hago el mismo recorrido de ayer, camino por entre los estudiantes y doy un par de vueltas entre las canchas esperando ver al chico de los ojos verdes.
Empiezo a aburrirme cerca del mediodía y voy a una de las cafeterías a comer algo ligero que me ayude a mantenerme alerta. Rayos, la compañía de Christian era medio divertida después de todo.
Los últimos chicos terminan sus clases a las 4, pero de nuevo no hay nadie más y entonces recuerdo que en una ocasión Josh me enseñó una foto de él sobre un Jeep negro.
— ¡El estacionamiento!
Corro hacia él más cercano, pero solo hay autos compactos. Camino de prisa hasta el siguiente lugar de estacionamientos y alcanzo a distinguir una camioneta Suv con el color que busco.
— ¿Josh?
El chico con camiseta de deportes lanza un bolso enorme sobre el asiento, pero cuando estoy por hablarle se gira. Queda frente a mi, sin notar mi presencia. Tiene casi mi estatura, su piel es blanca pero sus ojos son marrones.
— No es él — Balbuceo decepcionada.
Sube a su camioneta y se aleja rápidamente por el enrejado de la puerta de acceso. Mi último día terminó y no tengo ni la más mínima idea de qué más hacer para encontrar a mi amigo.
— ¡A la mierda Josh! ¡Me largo!
Yo también salgo del campus, fastidiada de solo tres días sin respuestas. Afortunadamente es viernes y podría tomar un vuelo esta noche para descansar en casa.
— ¿Lo encontraste?
El chico odioso de ojos grises está recargado en su taxi cuando salgo de la universidad. No sonríe, pero hay un ligero tono de burla en su voz.
— ¿Qué quieres? — Cruzo los brazos sobre mi pecho para que sepa que estoy molesta.
— ¿Recuerdas que dije que me pagarías el favor?
— ¡No me voy a acostar contigo! — Chillo ofendida.
— Dale con lo mismo — Ahora si se ríe — Es otro tipo de favor.
— ¿Y qué es?
— Necesito que vengas conmigo y te hagas pasar por mi novia.
— ¿Por qué? — Pregunto curiosa.
— Mi madre no deja de presionarme con el asunto, y si ella cree que eres mi novia me dejará en paz.
— ¿Por qué no se lo pides a la rubia?
— Ya te dije que ella no es mi novia, y si le pido ese favor, mi mamá querrá verla seguido. En cambio, tú no vives aquí y dejará de preguntar cuando vuelvas a Georgia.
— ¿Y si digo que no?
— Me lo debes — me mira con los ojos entrecerrados.
— Bien — Bufo antes de subir a su auto.
Este será un fin de semana interesante.
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