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Capítulo 3

— Así que, Christian, ¿Cuál es tu historia?

— ¿Solo así como así? — Se ríe — ¿Ni siquiera vas a intentar emborracharme?

— No.

— Tan linda — Se burla — Ya te dije que mi madre es pediatra y tengo una hermana. ¿Qué más necesitas saber para satisfacer tu curiosidad?

— ¿Es todo? ¿Y tu padre? ¿Están divorciados?

— No, papá murió hace años y hemos sido nosotros desde entonces.

— Oh, lo siento mucho.

— Es algo pasado. Por cierto ¿Qué vas a ordenar? Las papas fritas de aquí son muy buenas.

Sé que Christian intenta cambiar el tema de la conversación, pero una punzada de curiosidad me dice que hay más cosas en este chico que podrían ser interesantes y me obligo a mi misma a exponerme también.

— Mi padre nos abandonó cuando yo era un bebé.

Su expresión se vuelve sería y me mira fijamente, esperando a que continúe.

— Lo último que supimos es que vive en una ciudad aquí cerca, en Montes o algo así.

— Ahora estoy confundido, ¿Estás buscando a tu padre o a este chico Josh?

— A Josh. Papá decidió dejarnos, es su asunto. Pero creí que valdría la pena venir hasta acá y conocer a mi amigo.

— Bueno, y dime, ¿Hasta ahora ha valido la pena?

Arrugo la nariz en un gesto de fastidio, pero no puedo evitar sonreírle al chico frente a mi.

— Tu encantadora actitud ha sido el gran premio de hoy — Christian arquea una de sus perfectas cejas.

— ¿Eso quiere decir que vamos a subir a tu habitación?

— Claro que no, chico listo, pero podrías al menos invitarme tres citas antes de intentar tu movimiento.

— ¿Esto cuenta como la primera cita? — Pregunta con una sonrisa.

— No, porque esta noche yo pago la cena. Tu puedes pagar la siguiente.

— ¿Entonces quieres volver a verme? Vaya, y yo que pensé que me odiabas.

— Solo cuando eres mandón y me juzgas.

— Bueno, no lo haría si fueras un poco más consciente del peligro y dejaras de arriesgarte.

No otra vez.

— ¿Podemos cenar en paz? Mañana puedes continuar con tu discurso.

La mesera deja los platos frente a nosotros y se aleja de nuevo.

— Mierda, eres rápida, ¿Quieres verme mañana? Pensé que debería esperar un par de días para llamarte.

Cuando él lo dice es que me doy cuenta de la situación. De alguna forma suena a qué yo estoy coqueteando con él, en lugar de preocuparme por buscar a Josh.

— Si, has eso, lo que sea. Estoy cansada y quiero ir dormir.

— Bien — presiona sus labios para evitar reírse de mi.

El resto de la cena transcurre tranquila, Christian me habla sobre los lugares famosos en Seattle que debería visitar, pero tengo que recordarme a mi misma que no vengo como turista. Mi objetivo es conocer a Josh y descubrir si hay chispa entre nosotros más allá de la pantalla.

— ¿Cuál es tu plan para mañana?

— Volveré al campus, voy a caminar por ahí para ver si lo veo, en caso de que no conteste mis mensajes está noche.

— Sigo creyendo que te arriesgas mucho — mira el reloj en su muñeca y se levanta de un brinco — Mierda, voy tarde. Lo siento, tengo que irme pero llámame mañana si quieres que te lleve al campus.

— ¿A dónde vas? — Balbuceo, pero me doy cuenta que él tiene vida propia... Y una novia — Si, está bien, pero puedo tomar un taxi aquí afuera.

— No, está bien, llámame y vendré. Normalmente estoy despierto muy temprano.

— Okey, pero no tengo tu número.

Se apoya en la mesa y se inclina un poco para mirarme, una sonrisa traviesa dibujada en su rostro.

— ¿Esa es tu mejor estrategia para conseguir mi número? ¿Qué pasó con aquello de ser sutil?

— ¡Serás tonto! ¡Tú acabas de ofrecerte a llevarme! — Chillo avergonzada.

— Bueno, si, pero te estás lanzando a mis brazos y aun no tenemos esa cita.

Toma el móvil junto a mí y lo veo teclear algo en él. Saca su móvil de su bolsillo, vibrando con una llamada que no va a contestar.

— Listo, ahí está mi número. Llámame mañana en la mañana y vengo por ti.

— Bien.

Christian sonríe de nuevo y sale del restaurante del hotel a toda prisa. Cuando lo he perdido de vista, termino lo que queda en mi plato y me alisto para dormir.

Un baño con agua caliente, una suéter encima de la pijama y la calefacción de la habitación encendida para similar el calor infernal de Georgia. Aunque si lo pienso, la sensación del frío es nueva y reconfortante.

Voy a acostarme y mi móvil suena sobre el buró. ¡Un mensaje de Josh! ¡Por fin! Lo tomo con rapidez para revisarlo.

*¿Ya estás dormida? ¿Tu querido Josh respondió?*

*Aún no, supongo que está muy ocupado para revisar sus mensajes*

*O está en alguna fiesta, con una chica*

¿Cómo se atreve?

*¡Qué grosero eres! No tienes por qué decir eso, además, ¿Qué estás haciendo tú? ¿Qué era eso tan importante?*

*¿Ya me estás extrañando? 😏*

*No 🙄*

*¿Me estás celando? ¿Quieres saber que hago y con quién estoy?*

¿Si digo que si, cuenta como celos?

*Solo digo que debes estar en algún lugar aburrido para que estés mandándome mensajes*

*En eso tienes razón, nena, este lugar es aburrido de muerte... Aún puedo ir a tu habitación*

— ¡Idiota! — Gruño sientiendo el rubor en mi cara.

*Ve a dormir, Christian*

*Qué descanses, Ana*

¿Pero qué ocurre con los chicos de Seattle? ¿Por qué son tan... Coquetos? ¿Se lanzan contra todo lo que se mueve?

Trato de recordar mis conversaciones con Josh, y él era así al principio. Cuando fuimos conociéndonos y hablábamos de cosas triviales algo de esa chispa se perdió.

Luego viene a mi mente Christian, conduciendo su taxi y subiendo a chicas hermosas y universitarias lanzadas. ¿Será así con todas ellas? ¿Por qué debería sentirme especial?

Por el momento lo conozco menos de lo que conozco a Josh.

Seguro mañana, con un nuevo día y más actividades por realizar, él se olvidará de mi. Y tal vez sea lo mejor, así me concentro en lo que vine a hacer.

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