— ¡Eres una llorona!

Kate se ríe mientras yo observo desde el ventanal del aeropuerto al avión con destino a Seattle despegar de la pista. Si, soy un mar de lágrimas sacado de alguna película de chicas.

— ¡No ayudas! — Chillo hacia mi amiga.

— ¡Dos semanas, Ana! En dos semanas estaremos en Seattle y podrás volver a ver al chico, ¡Por Dios! ¿Lo tiene de oro?

Pone los ojos en blanco y le lanzo una mirada amenazadora, o lo más parecido a una que puedo expresar con los ojos llorosos. ¿Lo extraño? Definitivamente, y no solo a la parte física.

— Es normal extrañar a tu novio, ¿No? Sobre todo nosotros que estamos comenzando.

— ¡Pero lloras como si el avión se fuera a caer! Solo tranquilízate y espera a que llegue a Seattle para llamarle, todo estará bien.

Hago un pequeño puchero y me alejo del ventanal porque el avión ya no se encuentra en la pista y mi pequeño drama comienza a llamar la atención de los otros pasajeros.

Los siguientes días son algo lentos, pero aún debo terminar de recoger papelería de la universidad y preparar los currículos que enviaré a las editoriales en Seattle. Lo único que puedo hacer ahora es conseguir un trabajo que me permita tener un ingreso estable.

Aún mantengo conversaciones diarias con Christian, pero estos días ha estado tan ocupado con lo de su nuevo proyecto que se queda dormido mientras hablamos por teléfono hasta la madrugada. Realmente suena exhausto.

— Ya me cansé de escucharte llorar por los rincones — Kate lanza una almohada sobre mi cabeza — Estaremos pronto allá, ¡Deja la tristeza!

— ¡Déjame! — Chillo contra la almohada — Puedo estar triste, comer helado y escuchar musica depresiva.

— No, no puedes. Venga, levántate ya y vamos a dar una vuelta.

— No estoy de humor.

— ¡Ahora, Steele!

Kate toma mi mano para tirar de ella y tratar de levantarme de la cama, pero como no me muevo, se pone de pie sobre el colchón.

— ¡Levántate! ¡Ahora! ¡Quiero salir!

— ¡Pues ve! ¡Llama a alguna de tus otras amigas!

— No, quiero que vayas tú y será mejor que muevas ese culo ahora o voy a arrastrarte hasta mi auto.

Me levanto refunfuñando aunque sé que Kate tiene razón y no debería estar pasando mis últimos días en Savannah encerrada en mi habitación. Mamá y Bob no dicen nada, pero sé que están preocupados.

— Voy a vestirme.

Ni siquiera quiero saber a dónde vamos, solo subo al auto de Kate y miro por la ventana hasta que estaciona afuera del club al que le gusta venir. Ésta vez solo somos ella y yo, debería ser una noche tranquila.

— ¡Cosmos! — Grita la rubia cuando el camarero aparece para tomar nuestro pedido.

— No quiero beber — Frunzo el ceño con molestia.

— Pff, amargada — Se ríe — Vamos a beber por los viejos tiempos y por los nuevos en Seattle.

No estaba segura de querer beber está noche, pero después de algunos tragos me siento más relajada. Incluso podría decir que estoy disfrutando la salida de chicas.

— ¿Te imaginas? ¡Podríamos organizar nuestras propias fiestas!

— ¿Y tus papás están de acuerdo con eso? — Le doy otro sorbo a mi trago — No creo que quieran perderte de vista tan pronto.

— Tendrán que hacerlo, ya soy una mujer adulta graduada y con empleo, ¡Puedo tomar mis propias decisiones!

— Bien, entonces hazlo.

— Lo haré — Me señala — Pero vienes conmigo, ¡Viviremos juntas!

— ¡Kate, shh! ¡Deja de gritar!

— ¡Yo no estoy gritando! ¡Tú estás gritando!

— Que no.

— ¡Que sí!

— ¡Baja la voz! — Miro a nuestro alrededor, un poco avergonzada — ¡Parecemos locas!

— ¡Yo no estoy loca, Steele! — Se señala — Estoy ebria igual que tú.

— No estoy ebria.

— Si, claro — Murmura distraída mientras le hace otra seña al camarero.

Antes de que pueda responderle, mi móvil suena con una notificación de llamada... Una canción de amor que seleccioné especialmente para éste contacto en particular.

— ¡Mierda! ¿Qué hora es?

— ¿Carla te está llamando?

— No, es Christian.

Me enderezo en la silla para salir del bar a tomar la llamada, porque la música no me deja escuchar la voz de mi chico.

— ¡Hola, mi amor! — Balbuceo lo primero que se viene a mi mente.

— Hola nena, hoy estás muy cariñosa — Se ríe.

— Si, un poco. Es que te extraño.

— Lo sé, tengo ese efecto en las personas.

El tonillo divertido en su voz no oculta completamente el cansancio, y me pregunto qué es eso tan importante que tiene qué hacer.

— Qué egocéntrico, señor Gray.

Rayos.

— ¿Cómo me llamaste?

— ¿Mi amor?

— No. ¿Me llamaste Señor Gray?

— ¡Por supuesto que no!

— Nena, ¿Estás bebiendo?

— ¿En este momento exacto? No.

— Ana...

— Solo un poco.

— ¿En donde estás?

— Mmm, en la calle — Giro sobre mis talones para observar a mi alrededor.

— ¿Estás bebiendo en la calle?

— No, en un bar, pero me salí para contestar tu llamada.

— Nena, es peligroso que estés por ahí sola y ebria. ¿Con quién estás?

— Con Kate.

— ¿Y ella también está ebria?

Miro a mi amiga a través del cristal de la ventana mientras ella apura su trago de Cosmos. Le hace una seña al camarero y aplaude con alegría cuando el chico deja otro par de copas sobre la mesa.

— Creo que si.

— Mierda... — Escucho que gruñe en voz baja.

— No te preocupes, Christian. Seguro Kate puede llamar a Ethan para que venga por nosotras.

— ¿Quién mierdas es Ethan?

— El hermano de Kate.

— ¿Y este tipo tiene la edad suficiente para conducir?

— ¡Claro que sí! Además es muy amable.

Doble rayos, eso no lo preguntó. Soy consciente ahora de que el alcohol no solo me hace más impulsiva, sino que me hace hablar de más.

— Pásame a Kate — Ordena.

— No.

— ¡Si! ¡Déjame hablar con Kate!

— ¡Soy una mujer adulta y graduada! ¡Puedo beber un poco, Christian Gray!

— ¡Es Grey! ¡Grey! Mierda, nena, no puedes hacer eso. Solo déjame hablar con tu amiga antes de que pierda la cabeza.

— Bien, pero que sepas que estoy furiosa porque no confías es mi.

Vuelvo dentro del bar con el teléfono en la mano y lo pongo delante de Kate. Ella arquea la ceja y mira la pantalla antes de tomarlo.

Rayos.