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Capítulo 22

— ¿No deberíamos estar allá?

Christian señala hacia la fogata frente a la cabaña, donde los amigos de Kate bailan alegres y brindan con botellas de Vodka o alguna cosa de esas.

— No, aquí estamos bien — Palmeo su brazo para que vuelva a mirarme — Entonces, se supone que yo tendría que exponer la escena completa, ¡Sola! ¿Cómo se supone que hiciera eso?

— No sabía que tu universidad tenía club de teatro.

— Ah, no. Estoy hablando de la secundaria, ¿Dije universidad? — Dudo por un instante porque estoy algo mareada por el alcohol — De todas formas no hice la escena, si eso era lo que te estabas preguntando.

Cruzo los brazos sobre mi pecho en un puchero, haciendo reír a Christian al instante. Antes de que él pueda tomar la botella de tequila, vuelvo a servir nuestros vasos con otro poco.

— Tómalo con calma — Me regaña — No querrás terminar como aquellas chicas.

Señala de nuevo hacia la fogata donde dos chicas bailan muy pegadas, acariciándose y lanzándose la bebida sobre los pechos mientras los chicos a los lados las miran embobados.

— No quiero terminar con el pecho pegajoso — Me quejo — ¡Pero si quiero bailar! ¡Venga Christian! ¡Un baile!

Levanto mis manos en el aire al tiempo que me levanto de la banca. La noche es fresca y perfecta para pasarla junto a cierto chico de ojos grises.

— ¿Quieres bailar aquí?

Señala de nuevo el lugar apartado en el que estamos, así que me recargo en su pecho para pasar mis brazos por su cuello.

— Este me parece el lugar perfecto — Le sonrío — Y no quiero compartirte con nadie.

— ¿Ah, no? — Se ríe — ¿Ya dije que me agrada mucho esta Ana ebria?

— ¡No estoy ebria, Señor Gray!

— Y dale con lo mismo... ¡Es Grey!

— ¡Eso dije!

— Bien, dejemos de discutir.

Sus manos se apoyan sobre mi cintura para guiar movimientos suaves y lentos. Ni siquiera nos movemos al ritmo de la canción que suena en el fondo, sino en nuestra propia melodía.

— ¿Has pensando realmente en mudarte a Seattle? — Susurra apoyando su barbilla en mi hombro.

— Si. Ya lo tengo planeado.

— ¿De verdad? Me alegro mucho. Y Mía estará muy contenta de saberlo.

— ¿Solo Mía?

Empujo su cabeza hacia mi para que se incline y poder besarlo. No sé si es el alcohol y los movimientos suaves de nuestro baile, pero siento que vuelo en sus brazos.

— ¿Quieres entrar a la cabaña?

— ¿Ya tienes sueño? — Vuelve a reír — Empiezo a creer que bebiste más de lo que podías manejar.

— ¡Que no estoy ebria, señor Gray!

— ¡Es Grey, nena! ¡Grey!

— ¡Eso dije!

— No, no lo hiciste y ahora creo que te estás ganando una ducha fría para bajarte todo ese alcohol.

— No seas aguafiestas, Christian. No tengo sueño, lo que quiero es ir adentro para que tengamos algo más de privacidad.

Sus cejas se arquean por la sorpresa y yo solo espero no parecer demasiado ansiosa en mis nuevos planes para está noche. Sé lo que dije en Seattle, lo recuerdo, pero es el momento indicado.

No luce muy convencido cuando tomo su mano para ir dentro, pero de igual forma se deja llevar hasta entrada sin protestar. Antes de que pueda cruzar el umbral de la puerta, Kate me detiene.

— ¡Banana! ¿A dónde vas?

— Adentro — Señalo con la cabeza.

— ¿Por qué? ¿Tienes frío? — Dice confundida.

— No... Yo solo quiero ir adentro... Con Christian — Insisto con una mueca.

— ¿Con Christ...? ¡Ana! ¿Ya?

— ¡Kate!

— ¿Qué? — Chilla — ¿Estás segura? ¿Sabes lo que va a pasar ahí dentro?

— ¡Basta! — Siento el calor subiendo a mis mejillas.

— ¿Lo pensaste bien? — Le lanza una mirada al chico y luego susurra — ¿Te está presionando?

— ¡No! ¡Yo quiero hacer esto! Deja de preocuparte.

Tiro de nuevo de la mano de Christian para ir hacia la cabaña y de verdad espero que esa vergonzosa conversación con Kate no haya llamado su atención.

— ¡Oh! Necesito mi mochila.

Giro para volver a la entrada pero él me hace una seña y sale. Espero al pie de la escalera para que vuelva con ambas mochilas y buscar una habitación libre. Por fortuna, este lugar cuenta con 6 de ellas.

— ¿Por qué estás tan nerviosa? — Dice cuando pongo mi mochila sobre la cama.

— No estoy nerviosa, estoy bien.

— ¿Ésta es la parte en la que me dices que todo fue un truco y realmente estoy aquí como recluta para alguna secta?

— Qué gracioso eres, Christian — Pongo los ojos en blanco — ¿Ahora además eres comediante?

— Es que no entiendo por qué estás tan nerviosa.

Mierda. ¿Ahora como se lo digo? Camina hasta sentarse en el borde de la cama y deshacerse de su saco.

— Yo cambié de opinión respecto a lo del... Sexo.

— ¿Cambiaste? ¿Cómo en...? — Balbucea.

— Ya no quiero esperar hasta el matrimonio.

Oh — Sus cejas vuelven a arquearse con sorpresa.

Buen trabajo Steele, el chico está en shock.

— Solo quería mencionarlo — Me apresuro a decir — No es que esté esperando que esta noche sea precisamente la noche... Si no quieres.

— ¿Querer? ¡Claro que quiero!

Se lanza sobre mi y ambos caemos en la cama por el impulso. Nuestros pequeños besos se vuelven intensos justo como aquella vez en Seattle en la que terminamos en mi habitación del Fairmont.

— ¿Estás segura de esto? — Pregunta entre el beso.

— Si.

— Porque de verdad no quiero aprovecharme, si quieres esperar, esperaremos.

— Estoy segura.

— Tal vez no al matrimonio — Sigue hablando sin despegarse de mi — Pero si a qué podamos estar más tiempo juntos y...

— ¡Christian! — Lo interrumpo para que se calle — Compré condones.

— Oh, mierda.

Termino de desabotonar su camisa blanca para poder tocar ese abdomen firme que se esconde debajo de la ropa. Mi vestido resbala primero de mis hombros, sigue su camino por mi pecho y se arremolina sobre mi cadera.

— Eres preciosa.

— Y tú muy guapo — Paso las manos por su cabello cobrizo rebelde.

Me aparto para deshacerme completamente del vestido y quedar solamente en sostén y bragas, pero la vergüenza me colorea las mejillas haciendo que me cubra con las manos.

— ¿Todo bien? — Se ríe — Aún puedes decir que no.

— Pero sigo diciendo que si, así que... ¿Ahora qué?

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