Capítulo 12
Chillo divertida cuando Christian me carga sobre su hombro para volver a entrar a la casa. Sé que estamos siendo observados por su madre y hermana, pero no puedo dejar de reír por sus ocurrencias.
¿Cómo es que un chico tan lindo como él no tiene a alguien?
— ¡Ya bájame! — Reclamo cuando pasamos la puerta.
— Tranquila, te vas a caer si te sigues moviendo.
Palmea mi trasero antes de deslizarme sobre mis pies, en medio de la cocina y con la risita de su mamá escuchándose.
— ¿Cuál es el plan para hoy? — Pregunta Mía.
— ¿Plan? Consigue algo qué hacer, quiero llevar a Ana a pasear.
— ¡Yo quiero ir! ¡Hermanito! ¡Llévame!
— No.
— ¡Christian! — Chilla de nuevo — ¿Por qué eres malo conmigo?
— Porque eres muy metiche, ¿Cómo se supone que pase tiempo a solas con ella si no nos dejas en paz?
Mía Grey frunce el ceño y cruza los brazos sobre su pecho. Su pequeño berrinche solo hace que su madre mire del uno al otro sin saber qué decir.
— Mamá, Christian está siendo envidioso.
— Consigue tu propia novia — Se ríe — Bueno, novio, sabes a lo que me refiero.
— Chicos, con calma. ¿Ya le preguntaron a Ana qué desea hacer ella?
Los tres posan su visa en mi y yo no tengo ni idea de qué quiero. ¿Volver a Georgia ahora es una opción?
Qué cobarde, Ana.
— ¿Yo? Ah, si, bueno... No sé.
— ¡Lo ves! Ella no quiere ir contigo — Acusa Mía.
— ¡Tampoco contigo! — Replica su hermano.
Dios mío.
— ¡Ya sé! ¡Vayamos a un bar!
Grita con emoción, pero la expresión molesta de su hermano y su madre no se hace esperar.
— ¡Mía Grey! No tienes edad para beber, jovencita — Señala Grace — ¿De dónde sacaste esa idea?
— ¡De Christian! — Acusa a su hermano — Él siempre bebe de la licorera que guardas en tu estudio.
— Christian... — Su madre lo mira con el ceño fruncido y él solo arquea ambas cejas.
¿Podría ser esto más incómodo?
— No creo que debería beber, tengo un avión que tomar esta noche.
La mirada de los tres vuelve a mi, así que le hago una seña a Christian para que recuerde que mi visita ficticia terminó.
— ¡Pero Ana! ¿Tan pronto? — Mía se acerca a abrazarme — No te vayas.
— Lo siento, tengo que volver a clases.
— ¿Pero cuando vuelves? — Insiste — Christian, ¡haz algo!
Lo mismo le pido yo con la mirada, su hermana me tiene aprisionada aunque me parece muy dulce de su parte que me haya tomado tanto cariño en apenas dos días.
— Mía, ella tiene cosas qué hacer — Dice molesto.
— Oh, bien. Pero, ¿Volverás en verano?
— Supongo... — Balbuceo la respuesta — Podría venir un par de días si Christian está de acuerdo.
Cuando él se da la vuelta para alejarse, comprendo que algo de la conversación lo ha disgustado. ¿Le molesta que le prometa una visita a su hermana? No lo entiendo.
Y creí que el mal humor se le pasaría en un momento, pero no vuelve a dirigirme la palabra el resto de la tarde. Mía y yo vamos a la cocina a preparar cupcakes de vainilla, con su hermano mirandonos desde la barra en absoluto silencio.
— Es hora, trae tus cosas — Gruñe balanceando las llaves en su mano.
Le doy un abrazo rápido a Mía y voy por mi mochila a la habitación de invitados. Realmente no me voy de Seattle, pero tengo que hacerle creer que tengo un avión que tomar a esta hora.
— Me dió mucho gusto conocerte — La abrazo — Muchas gracias por todo.
Su madre también viene a abrazarme y se aleja para limpiar algunas lágrimas que amenazan con salir de sus ojos. Christian hace una seña con la cabeza para que lo siga hasta la entrada de la casa.
— ¿Qué rayos te pasa? — Azoto la puerta cuando subo al auto.
— No me pasa nada, no sé de qué hablas — Ruedo los ojos por sus palabras.
— ¡No me mientas! Fuiste muy grosero hace rato y creo que merezco una explicación y una disculpa.
— No voy a disculparme — Dice sin mirarme — Sobre todo cuando tienes prisa por irte.
— ¿Prisa por irme? ¡Quería pasar la tarde contigo y te portaste como un grandísimo idiota!
Mierda. El reclamo sale de mi boca sin que lo haya procesado mi cerebro correctamente. Acabo de decirle que...
— ¿Conmigo? ¿Ya dejaste de pensar en tu querido Josh? ¿O solo me estás usando para distraerte? — Pregunta, pero su tono suena a reclamo.
— ¿Ahora estás celoso de Josh? ¡Qué te pasa!
Estamos teniendo está estúpida discusión sin sentido porque ha decidido que todo lo que hago tiene que ver con Josh. Pues bien, ¡No voy a dejarme!
— De cualquier forma sabías que esto acabaría así, ¿O no? Fui clara al inicio, estoy aquí por Josh, ¿O es que ya lo olvidaste?
Cruzo los brazos sobre mi pecho, por el rabillo del ojo lo veo presionar el volante del auto con fuerza.
— Josh... Josh... Josh... ¡Es todo lo que sabes decir!
— ¡Pues si! ¿Y sabes qué creo? Que no tienes la mínima intención de ayudarme, todo este tiempo has estado riendote de mi y juzgando mis desiciones. ¿Pues saber qué? ¡Se acabó!
— ¿Y qué piensas hacer? — Se burla — ¿Buscarlo por tu cuenta?
— ¡Si! Ni siquiera sé por qué confíe en ti, debí hacerlo yo misma como tenia planeado.
— Dudo mucho que lo encuentres, es obvio que al tipo no le interesas.
Suficiente.
— ¡¿Y eso a ti qué te importa?! — Golpeo el tablero con mis puños — ¡Lo que yo haga con mi vida es asunto mío!
Abro la puerta del auto sin importarme que aún está en marcha en alguna calle de Seattle. Christian disminuye la velocidad y es entonces que me mira.
— ¿Qué haces? ¿Estás loca?
— ¡Detén el auto ahora! Quiero bajar en este instante.
Estiro la mano para tomar mi mochila y bajo del auto sin esperar a que se detenga completamente. ¿Tengo miedo? Si, pero no quiero ver a Christian.
— Déjate de boberías y sube al maldito auto.
— No.
— Ana...
— Lárgate.
Lo escucho golpear el volante del auto, pero no lo miro. Tomo los audífonos de mi teléfono para subir el volumen del reproductor de música.
Afortunadamente no estoy muy lejos del Fairmont Olympic y puedo andar las últimas calles hasta llegar. Christian conduce lentamente a mi lado hasta que entró al vestíbulo del hotel, y entonces desaparece.
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