Epílogo
Alanna
Han pasado cinco meses desde que Nicholas se fue de mi vida dejándome con el corazón roto.
Después de mi cumpleaños, volví a leer su carta un par de veces más. Supongo que con la intención de sentirlo un poco más cercano a mí. Al principio el recuerdo era amargo, pero con el tiempo, ese sentimiento comenzó a dar paso a la nostalgia.
Por otro lado, seguí su consejo de sanar mi corazón.
Visité a mamá más seguido, e incluso acepté ir a terapia. Al principio fui un poco reticente a ello, pero el apoyo de mi abuela me dio ese empujón que necesitaba. Además, la psicóloga es muy agradable y me está ayudando un montón. También he recuperado la relación con mi padre y suelo comer con él al menos una vez por semana para ponernos al día de nuestras cosas.
Supongo que poco a poco mi vida está volviendo a ser lo que era antes de la muerte de mi madre.
Estoy empezando a ver en el espejo a la Alanna que recordaba.
Y esa Alanna hacía locuras.
Miro hacia las maletas que sostengo a ambos lados y no puedo evitar sentir un poco de miedo por lo que estoy a punto de hacer. Hace meses, no me habría atrevido a tomar una decisión tan impulsiva, pero algo dentro de mí ha cambiado tras leer la carta de Nicholas. Si él se había arriesgado, de cierta manera, a confesarse, yo también quería hacerlo. Así que me embarqué en la aventura y me puse a buscar casa y trabajo en Noruega. A casi 1.700 kilómetros de Riverbridge. Una de las locuras más grandes que estaba cometiendo.
Respiro hondo y me dirijo al mostrador de la aerolínea, mi corazón latiendo con fuerza. La agente me sonríe mientras verifica mi pasaporte.
―¿Algún equipaje para facturar? ―pregunta, con una sonrisa profesional.
―Sí, una maleta ―respondo, levantando la maleta más grande y colocándola en la balanza.
Cruzo mentalmente los dedos esperando que no exceda el límite de peso permitido. Lo pasé un poco mal a la hora de hacer el equipaje, porque había tanta ropa que quería llevarme y para la cual no tenía espacio, que simplemente mucha de ella la metí a presión en la maleta y también haciendo uso de las bolsas de vacío. La agente observa la pantalla y luego me mira con una sonrisa tranquilizadora.
―Está dentro del límite. Todo en orden ―dice, pegando la etiqueta de facturación a la maleta y deslizándola por la cinta transportadora.
―Gracias ―respondo, aliviada.
Ella me entrega mi tarjeta de embarque, sonriendo.
―¡Buen viaje!
―Gracias ―respondo, tomando el billete y respirando profundamente.
Aún me quedan un par de horas para embarcar, así que decido pillarme un café en el Starbucks del aeropuerto y un donut para llenar un poco el estómago. Esta mañana cuando me he levantado no tenía mucha hambre y tampoco ganas de ponerme a desayunar. Era demasiado temprano. Me acerco al mostrador, pido un café con leche y caramelo, y lo acompaño de un donut de arándonos rojos. Después ocupo una de las mesas junto a la ventana, desde donde puedo ver los aviones despegando y aterrizando.
Mientras tomo el primer sorbo de café y doy el primer bocado al donut, reviso los mensajes de WhatsApp en mi teléfono. Entre los mensajes, me doy cuenta de que tengo uno sin leer proveniente de mi padre. Mi corazón da un pequeño salto mientras abro el mensaje.
Solo quería desearte un buen viaje y decirte que estoy muy orgulloso de ti. Al igual que tu madre también lo estaría. Si necesitas algo, no dudes en llamarme. Te quiero mucho, hija.
Las palabras de mi padre me hacen sonreír levemente, aunque con la mención de mi madre causa que una lágrima solitaria se escape de mis ojos. Desearía tanto poder compartir esta felicidad con ella.
Me termino el café y el donut, sin prisa, y me dirijo a la puerta de embarque. Con cada paso que doy, siento una mezcla de emoción y nerviosismo. Este no es solo un viaje a un nuevo país, es un viaje hacia una nueva vida, una nueva Alanna.
Mientras espero, reviso por última vez mi tarjeta de embarque y me aseguro que todo esté en orden. Los minutos pasan lentamente, pero finalmente, escucho el anuncio de que es hora de embarcar. Me levanto, estiro los hombros, y con una última mirada al aeropuerto, me encamino hacia la puerta de embarque. El proceso de abordar es rápido y fluido, y pronto me encuentro en el pasillo del avión, buscando mi asiento.
Me acomodo en mi lugar, y mientras el avión comienza a rodar por la pista, miro por la ventana, observando cómo el aeropuerto y Riverbridge se hacen cada vez más pequeños.
***
Lo primero que siento cuando mis pies tocan tierras noruegas es miedo. A pesar de que la emoción me ha acompañado durante todo el viaje, ahora que estoy aquí, enfrentándome a lo desconocido, el miedo se hace más palpable. Todo se ha vuelto real de repente.
El aeropuerto de Oslo es grande y moderno, pero parece un laberinto de terminales y pasillos. Miro alrededor, tratando de orientarme. Recuerdo que solo he estado aquí antes con Nils, y en esa ocasión todo estaba bajo control porque él estaba conmigo. Ahora estoy sola y debo encontrar el bus que me lleve hasta Tønsberg.
Con el pasaporte y el equipaje en la mano, sigo las señales que indican la salida y busco el área de transporte. Pregunto a un par de personas sobre la ubicación de la parada de autobuses, y me dirijo hacia la zona indicada.
El bus, afortunadamente, no tarda mucho en llegar. Antes de subirme, coloco mi equipaje en el compartimento inferior y busco un asiento en la fila. Miro el número de asiento en el billete, y al igual que mi viaje en avión, me ha tocado ventana.
—Hei —saluda una chica, algo más mayor que yo, ocupando el asiento a mi lado.
La miro de lado y asiento, notando que no está hablando en inglés, aunque algo me dice que tal vez ha dicho «Hola». Ella me observa y parece entender que no soy local.
—¿Eres nueva aquí? —pregunta en inglés con un acento ligeramente noruego.
—Sí, acabo de llegar —respondo, aliviada de que pueda hablar inglés.
—Soy Johanna. Asumo que vas a Tønsberg. Yo soy de allí, así que puedo recomendarte sitios para visitar o incluso para comer. —dice con una sonrisa.
Estoy bastante sorprendida por el recibimiento que he tenido al llegar a Noruega. Con las pocas personas con las que he hablado, me han tratado con una amabilidad que realmente valoro. Estaba un poco aterrada cuando tomé el vuelo en Riverbridge, porque no tenía idea de lo que me encontraría aquí, pero de momento solo puedo tener buenas palabras de los noruegos.
—Gracias, Johanna. Soy Alanna. Eres muy amable. —digo, sintiéndome más relajada al encontrar a alguien que parece dispuesto a ayudar.
Cuando el bus llega a la parada final, Johanna me da su número y se despide con un «Buena suerte con todo» antes de alejarse de mi vista. Yo, por el contrario, me quedo un momento en la parada, observando cómo se aleja, y pensando que ahora debo buscar un taxi que me lleve a la casa de Nicholas.
Quiero darle una sorpresa antes de dejar el equipaje en mi nuevo apartamento.
Después de hacer una rápida búsqueda en mi teléfono, encuentro una aplicación de taxis local y solicito uno. Durante el trayecto, mi mente va a mil por hora, imaginando cómo será el reencuentro. Desde que se fue de Riverbridge, hemos mantenido el contacto, hablando varias veces por semana, aunque no fue hasta los últimos meses que volví a sentirme lista para estas conversaciones. Los primeros dos meses solo pensaba en su carta. Después comencé a verlo todo con otra perspectiva y eso ayudó mucho.
El taxi avanza por las calles de Tønsberg mientras mis manos se mueven nerviosamente sobre mi regazo. A través de la ventana, el paisaje cambia lentamente, revelando las características encantadoras de la ciudad: calles adoquinadas, casas coloridas y pequeños cafés que parecen sacados de una postal.
Finalmente, el taxi llega a la dirección que tengo anotada. Mi corazón late con fuerza mientras me bajo y pago al conductor. Me tomo un momento para respirar hondo, antes de dirigirme hacia la puerta de la casa de Nicholas. Cada paso que doy causa que mi corazón lata aún más rápido.
Segundos después de pulsar el timbre, escucho pasos acercándose desde el interior de la casa, y la puerta se abre lentamente. Nicholas aparece, y sus ojos se abren de par en par al verme.
—Alanna... ¿Eres tú? —pregunta, con un tono de incredulidad en su rostro.
Sonrío ampliamente, tratando de mantener la calma a pesar de la emoción que me recorre el cuerpo.
—Leí tu carta, ¿sabes? ―confieso, mientras me acerco un poco más―. En ella me decías que te buscara en las estrellas. No me parecía suficiente, así que aquí estoy.
Nicholas se queda en silencio por un momento, y sus ojos reflejan una mezcla de sorpresa y emoción.
—¡Estás loca! ―exclama entre risas―. Jamás me habría imaginado que se te ocurriría venir hasta aquí solo para verme.
Río suavemente, sintiendo una mezcla de alivio y felicidad por su reacción.
—Quizás un poco loca. Aunque tú eso ya lo sabes —admito, sonriendo—. Cuando leí tu carta, supe que tenía que hacer algo más que buscarte en el cielo. Quería estar aquí contigo.
Nicholas se acerca y coloca una mano sobre mi mejilla, acariciándola con suavidad. Cierro los ojos levemente, disfrutando del cálido contacto. No era consciente de cuánto lo echaba de menos hasta ahora. Está un poco más cambiado. Se ha dejado crecer algo la barba y el pelo ya no lo lleva tan corto. Aunque para mí sigue estando igual de guapo que siempre.
—Te he echado tanto de menos —murmura Nicholas, con la voz algo ronca—. No sé cómo explicarlo, pero tenerte aquí ahora mismo es más de lo que podría haber esperado.
Abro los ojos lentamente y lo miro, viendo la sinceridad en sus ojos.
—Yo también te he echado de menos —respondo, mi voz apenas un susurro.
De pronto siento cómo pequeñas gotas de agua comienzan a caer sobre mi piel. Alzo la vista hacia el cielo, ahora cubierto de nubes grises. La lluvia, aunque ligera, empieza a intensificarse gradualmente.
—Vamos a entrar en casa antes de empaparnos —sugiere Nicholas, su tono lleno de preocupación mientras se acerca a mí.
Pero yo no me muevo del sitio. En lugar de eso, me quedo ahí, disfrutando del contacto refrescante de la lluvia. La sensación de las gotas en mi piel me trae un recuerdo a la mente.
―Un día bailaste conmigo bajo la lluvia, ¿lo recuerdas? ―pregunto, con una sonrisa mientras miro a Nicholas.
La preocupación en su rostro se suaviza al escuchar mi pregunta. Mantiene la mirada fija en mí, y sus ojos reflejan una profunda intensidad.
—Lo recuerdo a la perfección. Fue una noche inolvidable.
Nicholas se acerca un poco más, y, sin decir una palabra, extiende su mano hacia mí.
—Entonces, ¿bailamos otra vez bajo la lluvia? —pregunta, con una sonrisa amplia, dispuesto a unirse a mi locura.
Asiento, aceptando su invitación con una sonrisa de complicidad. Nos tomamos de las manos y comenzamos a girar lentamente, permitiendo que la lluvia nos empape mientras compartimos un nuevo baile improvisado. El tiempo parece detenerse mientras nos movemos, y el recuerdo de aquella noche se mezcla con el recuerdo que estamos creando ahora. Ni siquiera pienso en que probablemente acabaremos pillando un resfriado de nuevo.
Nicholas coloca su frente sobre la mía, y puedo sentir el calor de su piel contrastando con la frescura de la lluvia. Sus labios están a escasos centímetros de los míos, y puedo notar su respiración entrecortada, mezclada con el sonido de las gotas cayendo a nuestro alrededor.
Nuestros ojos se encuentran, y en ese instante, el mundo parece desvanecerse.
―Gracias por volver a mi vida, liten stjerne —murmura, aunque para mí suena casi como un susurro.
Le devuelvo la mirada con una sonrisa cálida, sin evitar sentir un leve escalofrío cuando pronuncia esas palabras.
―No podría estar en otro lugar, Nils ―digo con seguridad―. Y yo también te quiero ―añado sellando nuestros labios sin darle opción a responder.
Si hace años me hubieran preguntado si mi amor por las estrellas podría arreglar un corazón roto, mi respuesta habría sido no. Hoy, en cambio, teniendo a Nicholas entre mis brazos y viendo el amor tan puro que se refleja en su mirada, mi respuesta es totalmente lo contrario.
Hay heridas que solo necesitan tiempo, cuidado, pero sobre todo amor para sanar. Y fue ese amor por las estrellas lo que me empujo hasta él, y lo que me mantiene aquí, a su lado. A veces el camino hacia la sanación no es fácil, pero cuando encuentras el lugar y la persona que hacen que todo tenga sentido, descubres que el viaje valió la pena.
• • •
¡Hola!
Después de varios meses dándole vida a esta historia, puedo decir que hoy ha llegado a su final.
La historia de Alanna y Nicholas ha sido un soplo de aire fresco en mi camino como escritora, pues me ha devuelto, de alguna manera, esa inspiración que perdí hace tiempo.
Gracias por leer cada capítulo y acompañarme en esta historia.
¡Nos leemos pronto!
Un abrazo,
Grenade ♥︎
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