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20 | Sanar por completo

Alanna

Nunca he sido muy fan de los cumpleaños.

Las decenas de mensajes que te llegan de personas a las cuales no ves hace años y a las que seguramente les importes una mierda, y que solo te felicitan porque seguro les apareció el recordatorio en su perfil de Facebook, me resultan casi más molestos que agradables.

A todo esto, se suma el hecho de que Nicholas se marchó de mi vida hace una semana. Nuestro último encuentro fue... difícil. Muy difícil. Tras nuestra conversación en su casa, había empezado a asumir que se iba de verdad, pero cuando llegó el último día donde nuestros caminos se cruzaron, todos esos pensamientos se fueron a la basura.

―¿Ese es tu plan de cumpleaños, Alanna? ―pregunta Lottie, con los brazos cruzados, rompiendo el silencio que se había apoderado del ambiente.

Miro a Lottie, intentando encontrar las palabras adecuadas. La verdad es que, con todo lo que ha pasado, ni siquiera había pensado en cómo iba a pasar mi cumpleaños.

—Hmm... Puede —respondo finalmente, con un tono que revela mi incertidumbre―. Realmente no tengo muchas ganas de celebrarlo. Las cosas han estado un poco complicadas últimamente.

Lottie me observa con una mirada que mezcla comprensión y desaprobación. Sabe que he estado lidiando con mucho más de lo que puedo expresar con palabras.

—¡Vamos, Alanna! —dice Lottie con un tono de urgencia amistosa—. No puedes quedarte aquí todo el día. Un gatito morirá si te quedas encerrada en casa por el día de tu cumpleaños.

Ley-Ley se remueve a mi lado en el sofá, como si el comentario de Lottie no le hubiera gustado ni un pelo. La observo mientras mueve la cabeza y estira una pata, como si intentara decirme que no está del todo feliz con la situación. Estiro mi mano y la acaricio, sintiendo el suave pelaje bajo mis dedos. Su maullido en respuesta es suave y casi reconfortante.

—¿Qué propones? —pregunto girando la cabeza hacia mi amiga.

Lottie sonríe, satisfecha al ver que quizás estoy cambiando de opinión. En su rostro se dibuja una sonrisa traviesa y sé que sus siguientes palabras no me van a gustar.

―Patinaje sobre hielo ―habla, tapándose la boca con una mano para que no lo escuche con claridad.

—¿Patinaje sobre hielo? —repito, sintiendo una mezcla de incredulidad y temor.

Lottie asiente, su sonrisa traviesa ahora más amplia.

—Sí, patinaje sobre hielo. Algo diferente, divertido, y perfecto para sacarte de este estado de ánimo. ¿Qué dices?

Sus palabras resuenan en mi mente mientras intento recordar la última vez que estuve sobre patines. Mis habilidades en el patinaje son casi nulas, y sobre hielo aún más. A parte, la idea de caerme delante de todos no es precisamente alentadora. Creo que me estoy empezando a repentir de haber decido a su plan de salir de casa.

—Lottie, no sé si es una buena idea —digo, tratando de sonar razonable—. No soy muy buena patinando.

—Precisamente por eso será divertido. Y no estarás sola, estaré contigo todo el tiempo —me asegura, su tono firme pero amable—. Además, ya reservé, así que no te puedes echar atrás.

Ley-Ley me mira con sus grandes ojos felinos, como si entendiera cada gota de miedo que me corre por las venas. La acaricio de nuevo, tratando de encontrar una excusa convincente para quedarme en casa, pero las palabras de Lottie empiezan a resonar en mi mente. Quizás no sea tan mala idea salir un rato y despejarme, aunque solo sea por unas horas.

—Está bien —cedo finalmente.

Lottie aplaude emocionada y me da un abrazo.

—¡Así me gusta! —exclama entusiasmada—. Te espero aquí mientras te cambias de ropa.

La observo mientras se acomoda en el sofá y saca su móvil del bolso. Sus dedos empiezan a moverse rápidamente por la pantalla, probablemente navegando por Instagram o quizás jugando a ese juego de rompecabezas que siempre la mantiene enganchada.

―¿Ahora? —pregunto, todavía un poco dudosa.

Lottie levanta la vista del móvil y me mira con una sonrisa alentadora.

—Sí, ahora. No dejes para luego lo que puedes hacer ahora.

Río en respuesta.

—Así no es el refrán.

—Bueno, lo es ahora —dice Lottie, encogiéndose de hombros y riendo conmigo.

Su risa es contagiosa y, por un momento, su compañía y sus ideas alocadas logran levantarme el ánimo.

—Está bien, me cambio en un momento.

Ella asiente con la vista puesta en el móvil.

Camino hacia mi habitación, con Ley-Ley siguiéndome de cerca.

—Bueno, amiga, parece que vamos a salir —le digo mientras empiezo a buscar algo cómodo y abrigado para ponerme.

Opto por unos jeans, un suéter grueso y mi abrigo más cálido. Termino de vestirme y me miro en el espejo. Me pongo una bufanda gruesa y un gorro de lana, preparándome para el frío de la pista de hielo. Con un último vistazo a mi reflejo, tomo mi bolso y me dirijo a la puerta.

—Bueno, aquí vamos —murmuro para mí misma antes de salir de la habitación, con el fin de insuflarme ánimos.

Lottie me mira y sonríe ampliamente al verme.

—¡Perfecto! Estás lista para una gran aventura, Alanna —dice con entusiasmo.

—Si tú lo dices —respondo, intentando sonreír.

Antes de salir de casa, miro por última vez a Ley-Ley y le doy un suave beso en la cabeza. Ella me lame la mejilla en respuesta, lo que me hace sonreír. Observo cómo Lottie mira la escena con un poco de envidia. En el edificio donde ella vive no se permiten animales, así que se conforma con visitar a mi gata de vez en cuando.

—¿Tú conduces y yo elijo la música? —propone Lottie una vez nos encontramos en la calle.

La miro de lado alzando una ceja, no muy contenta con su plan.

―Salgo perdiendo de todas formas.

—Oh, vamos, será divertido —responde Lottie con una sonrisa—. Tengo una lista de reproducción para viajes que creo que te gustará.

Menos mal que la pista de patinaje se encuentra a tan solo diez minutos en coche, con lo que el trayecto no será muy largo. No es que las canciones de su playlist sean malas, es que tiene una obsesión muy fuerte por Taylor Swift y no para de escuchar su música. Mi temor se confirma cuando por los altavoces del coche empieza a sonar Shake Off.

Ella mueve la cabeza en el asiento del copiloto al son de la música mientras yo me ajusto el cinturón. Le echo una leve mirada antes de arrancar.

«No sé dónde me he metido» pienso para mí misma.

—¿Te está gustando la música? —pregunta Lottie, mirando a través del cristal mientras me detengo en otro semáforo.

—Sí, sí. —Le respondo con un tono que intenta ser entusiasta—. Solo que me parece que estamos en un episodio de Calle de Semáforos. A este paso la pista habrá cerrado cuando lleguemos.

Lottie se ríe y sigue moviéndose al ritmo de la música.

—¡Disfruta del momento, Alanna!

Tardamos un poco más en llegar de lo previsto. Al ser sábado por la mañana, hay un poco más de tráfico. Eso, y que también tengo la mala suerte de pillar todos los semáforos en rojo.

Al llegar a la pista de patinaje, el parking está bastante lleno y me cuesta encontrar un sitio para estacionar. Al final, como bendecida por los mismos dioses, me percato de que un coche ha dejado un hueco libre.

―¡Hora de la diversión! ―exclama entusiasmada mientras sale del coche.

No tenía a Lottie por una fanática del patinaje sobre hielo. Mis ojos viajan hasta el edificio que se extiende frente a nosotros, con su fachada cristalina y la gente que se agolpa en la entrada. Como estamos en época navideña, el lugar está decorado con luces brillantes y adornos festivos, creando un ambiente cálido y alegre.

Entramos al edificio y nos dirigimos hasta los mostradores para recoger los patines. La fila es corta y pronto estamos frente al encargado, que nos entrega los patines con una sonrisa que parece un poco forzada. O es su forma de ser o no está teniendo un buen día.

—Aquí tienen —dice, pasándonos los patines—. Pueden cambiarse en el área que está a la izquierda.

—Gracias —respondo, tomando los patines y mirando en dirección al área de cambio.

El área de cambio está bien equipada, con bancos largos y un montón de taquillas para dejar nuestras pertenencias. Nos sentamos en uno de los bancos y comenzamos a ponernos los patines, ajustándolos con cuidado.

—¿Lista para deslizarte sobre el hielo? —me pregunta Lottie, mientras se sienta y comienza a ajustar sus patines.

—No —respondo, empezando a atarme los cordones—. Aunque creo que es muy tarde para escapar, ¿verdad?

Lottie suelta una risa contagiosa mientras termina de atarse los cordones.

—¡Exactamente! —dice―. No hay nada lo que preocuparse, Alanna. Si te caes, pues te levantas y listo.

―Wow. Sabio consejo, Lottie ―respondo sarcástica, intentando no sonreír.

Se ríe y me da un ligero codazo amistoso.

—No te preocupes, te prometo que será divertido. Y si te caes, ¡al menos lo harás con estilo!

—Eso espero —digo, levantándome del banco e intentando mantener el equilibrio mientras me pongo de pie—. Vamos a ver si puedo mantenerme en pie más de dos minutos.

―Además... ―comienza a decir Lottie una vez entramos en la pista de patinaje―. Tengo una sorpresa para ti.

—¿Una sorpresa? —pregunto, mirándola con curiosidad.

Su respuesta es un leve encogimiento de hombros. Segundos después se aleja de mi lado y se mete en la pista de hielo. Lottie patina con soltura, y se nota que no es la primera vez que está aquí. Yo, en cambio, me siento como un pez fuera del agua. Solo espero no besar el hielo demasiadas veces.

Cuando me quiero dar cuenta, nuestra sesión de patinaje da por finalizada. La verdad es que ha ido mejor de lo que me esperaba. Me he caído unas cuantas veces, pero no ha estado mal. Creo que podría repetir. Al menos cuando los moratones de mis piernas sanen.

―¿Cuál es la sorpresa? ―pregunto impaciente en cuanto nos montamos de vuelta en el coche.

―Cuando lleguemos a tu casa te la doy. ―Es lo único que dice antes de volver a conectar su móvil vía bluetooth a mi coche.

El trayecto a casa parece más largo de lo habitual mientras intento adivinar qué podría ser la sorpresa. Lottie, sentada en el asiento del copiloto, se limita a sonreír y a bailar al ritmo de la música, mirando de vez en cuando por su ventanilla. La música de Taylor Swift empieza a sonar nuevamente, pero esta vez me resulta un poco más tolerable que en el viaje de ida. Tal vez porque venir a patinar ha logrado levantar mi estado de ánimo.

Finalmente, llegamos a mi casa. Aparco el coche en la entrada y apago el motor, volviendo a mirar a Lottie con una mezcla de impaciencia y anticipación.

—Bueno, ya estamos aquí. ¿Me vas a decir la sorpresa ahora?

Veo como rebusca algo en su mochila y lo saca con cuidado. Observo expectante cada uno de sus movimientos. En sus manos sostiene un pequeño sobre que extiende hacia a mí. Lo tomo extrañada sin saber de qué puede tratarse. Mi nombre aparece escrito en la parte delantera, con una caligrafía que me resulta un poco familiar.

―Yo solo soy la mensajera. ―Es lo único que dice, para después bajarse del coche―. Me alegra que te hayas animado a patinar. Sabía que te haría bien.

Miro a Lottie con cierta confusión.

―¿La mensajera de quién?

―Cuando abras el sobre lo descubrirás. ―Me guiña un ojo.

Asiento sin entender nada.

―¿Estás segura de que no quieres que te lleve a casa?

—Prefiero caminar un rato —responde, sonriendo—. Necesito despejarme un poco. Pero gracias, Alanna. Te veo el lunes en el trabajo.

La veo alejarse, y cuando desaparece de mi vista, bajo la mirada al sobre en mis manos. La curiosidad me consume, pero también el nerviosismo. Siento que lo que hay dentro podría cambiar algo importante.

Finalmente, me decido abrirlo. Dentro encuentro dos hojas bien dobladas. Me decanto por una, y cuando la desdoblo veo que se trata de una carta escrita a mano. La caligrafía es familiar, y mi corazón comienza a latir más rápido.

Es la letra de Nicholas.

Hola Alanna,

La verdad es que no sabía cómo empezar esta carta, así que allá voy.

Si estás leyendo esto significa que Charlotte te ha entregado el sobre que le di un día antes de volver a Noruega. Tal vez debí dártelo yo en persona, pero fui un poco cobarde, lo admito.

Cuando tomé la decisión de irme, sabía que tenía que decirte algo, pero no sabía cómo. Tras mi vuelta a Riverbridge para trabajar en el observatorio, el deseo de salir de allí era enorme, pero entonces te volviste a cruzar en mi camino y mi corazón quedó dividido. La situación con mi padre no ayudaba tampoco.

Te mentí cuando me preguntaste si algo me retenía en Riverbridge, y yo te contesté que solo estaba allí por trabajo. Al principio mis padres fueron el motivo, pero después fuiste tú. Me costó mucho tomar la decisión de irme, pero sabía que al igual que tu corazón, el mío también necesitaba sanar del todo. Que tomar distancias era lo mejor y que me ayudaría a verlo todo desde otra perspectiva.

Ahora que estoy en Tønsberg recuerdo nuestro viaje improvisado, y aunque suene un poco egoísta después de haberme ido, me gustaría tenerte aquí a mi lado. Me haces falta, más de lo que imaginé. Creo que nunca te he llegado a decir esto, Alanna, pero te quiero. Y sí, otra vez estoy volviendo a ser un cobarde porque te lo estoy escribiendo en un papel en vez de decírtelo a la cara.

Deseo con todas mis fuerzas que la vida vuelva a juntarnos.

PD: Junto a esta carta encontrarás un dibujo. Espero que te guste.

Con cariño,

Nicholas

Levanto la vista del papel, sintiendo una mezcla de emociones intensas. No sé en qué momento exacto he comenzado a llorar, pero me noto las mejillas mojadas por culpa de las lágrimas. El te quiero de Nicholas sigue resonando en mi cabeza. Cierro los ojos un momento, tratando de calmarme y procesar todo lo que acabo de leer.

Con cuidado, guardo la carta en el sobre y desdoblo el otro papel. Mis ojos se topan con un dibujo mío montando en canoa. Recuerdo perfectamente ese momento. El día que fui con Nicholas y su familia al lago. Aunque hay una pequeña variación, pues en el dibujo es de noche. Un manto de estrellas abraza la oscuridad dando un poco de luz al paisaje.

En el reverso del papel hay una frase escrita:

Cuando no sepas dónde encontrarme, búscame en las estrellas, liten stjerne. Ahí estaré esperando por ti.

No sé cuánto tiempo llevo metida en el coche sin moverme, y seguramente pareceré una loca si algún vecino pasa y me ve, pero las palabras de Nicholas van directas al corazón como una bala, dejándome sin reacción. Finalmente, después de un largo rato en silencio, me tomo un momento para secarme las lágrimas y respirar profundamente.

Mis ojos se desvían hacia el cielo. Aún es de día, así que no hay ni rastro de estrellas.

Sostengo el sobre con fuerza, recordando cada una de las palabras de Nils.

Entonces caigo en la cuenta de que tiene razón en una cosa: necesito que mi corazón sane por completo.

• • •

¡Hola!

Es la primera vez que escribo en esta historia una nota a final de capítulo, pero la ocasión lo merece.

La historia de Alanna y Nicholas ha llegado a su final. No sé cómo sentirme después de todo este tiempo escribiendo sus locuras, sus miedos... Ambos significan mucho para mí.

Aún queda el epílogo que publicaré mañana, así que no hay que preocuparse. O sí. He de decir que aún me estoy planteando qué final darle a la historia 😉

Dicho esto, mil gracias por leer ♥︎

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