12 | Siempre lo ha sido
Alanna
Las palabras escapan de mi boca como si hubiera dejado de ser dueña de ellas.
Nicholas me estrecha entre sus brazos, pero yo sigo con la cabeza en lo que acabo de mencionar en voz alta, así que soy incapaz de reaccionar. Al menos los primeros segundos, porque después descubro que también he dejado de ser dueña de mi cuerpo cuando de un momento a otro le correspondo el abrazo.
Permanecemos abrazados más tiempo del que imagino. Él es el primero en romper el contacto. Tengo miedo de mirar a Nils a los ojos, porque temo saber qué piensa.
―Lo siento mucho, Alanna. ―Son sus primeras palabras tras el largo silencio.
Entonces viajo al pasado. A cuando recibí la llamada del hospital. A cuando contemplé por primera vez el cuerpo sin vida de mi madre. A la mirada de mi abuela repitiendo esas palabras que ahora detesto con toda mi alma. Y al maldito mensaje de Fleur. Tan solo desearía pulsar un botón y borrar todos esos recuerdos que no paran de atormentarme.
―No todo sale bien... ―murmuro.
Nils me estudia con atención. Veo cierta confusión en sus ojos, pero también comprensión. Su vida está hecha un desastre al igual que la mía. Supongo que no somos tan diferentes.
―La vida apesta, sí.
Sonrío levemente. Nicholas es caos, pero a la vez también es paz. Estar aquí con él, en Tønsberg, me hace preguntarme como se habrían dado las cosas si al terminar la universidad él no hubiera vuelto a Noruega ni yo a Riverbridge. Quizás ambos caminaríamos en la misma dirección y nuestros corazones no estarían tan rotos. Supongo que es algo que nunca sabré.
Miro por una última vez el lago. Tiene un encanto diferente al de Riverbridge. Y eso me gusta.
―¿Nos vamos a casa? ―pregunto―. Ya está anocheciendo y estoy bastante cansada de todo el viaje.
Suspira y asiente.
―Claro. Además, mañana nos espera un día movidito.
Le miro de reojo mientras vamos de camino al coche. No hemos aparcado lejos, así que la caminata no es muy larga.
―¿Y eso?
Me acuerdo del día del mirador cuando Nicholas me dijo que era una persona caótica y que me encantaba hacer locuras, pero él tampoco se queda atrás. Fue su culpa que nos pillaran cuando nos colamos en el cine. Tampoco olvidar su maravillosa idea de bailar bajo la lluvia en pleno diciembre. Por eso su idea de plan movidito no me genera ninguna tranquilidad.
―Quiero que conozcas a mi familia ―dice de pronto.
Yo me detengo. Él sigue caminando, aunque no tarda en darse cuenta de que ya no le sigo. Estoy sorprendida, pero a la vez no. ¿Qué esperaba al venir a Noruega? Estamos en su casa, así que es normal que quiera pasar tiempo con su familia. El problema es que yo no me veo dentro de esa ecuación. Siento que las cosas se complicarían más entre nosotros. Vale que hemos llegado a un punto de inflexión con este viaje y que nuestra relación ha mejorado un poco, o bueno, se acerca un poquito a lo que fue hace años, pero tengo esa maldita sensación de que todo retomará su rumbo cuando volvamos a Riverbridge.
Como si la visita al lago solo hubiera sido producto de mi imaginación.
Estoy muy confusa. No quiero complicarme la vida teniendo a Nils de vuelta en ella. Por otro lado, le echo un montón de menos.
―¿Todo bien, Alanna? ―pregunta cuando llevo callada más tiempo del que se esperaba.
―De maravilla. ―Deseo no haber sonado borde―. Entonces será mejor que descansemos bien para levantarnos mañana con las pilas cargadas.
―Siempre tienes la opción de quedarte en casa ―asegura mientras pone la llave en el contacto del coche―, aunque entonces te perderás la oportunidad de conocer al increíble Olaf ―añade guiñándome un ojo.
Le sonrío en respuesta. Ojalá este viaje no terminara nunca. Quedarme dentro de esta pequeña burbuja en la cual soy feliz y olvidarme de las preocupaciones que me esperan en Riverbridge, pero al igual que no hay botón de retorno, tampoco hay uno para detener el tiempo.
Nils me mira de lado, estudiándome con atención, antes de arrancar el coche.
―Mi abuela Ingrid estará encantada de conocerte ―confiesa, y por el tono de su voz siento que es una persona demasiado importante para él.
Tras esto nos encaminamos de vuelta a la casa, dejando a nuestras espaldas un lago que ha sido testigo de nuestras confesiones más profundas.
***
Me miro al espejo por tercera vez y niego con la cabeza. Llevo alrededor de media hora intentando decidir qué ponerme para la comida en casa de la abuela de Nicholas y aún no lo tengo claro. Nada me parece... ¿digno? Tampoco sé por qué me estoy preocupando tanto si es una simple comida. No es que vayamos a un restaurante lujoso. Ni al teatro. Una comida en una casa familiar. Supongo que estoy nerviosa.
Agarro unos vaqueros que llevan varios parches de cactus y un jersey en tono rosa pastel. Fue un regalo de mi madre cuando conseguí el trabajo del observatorio, así que lo conservo como si fuera uno de mis mejores tesoros. Observo mi reflejo en el espejo por cuarta vez y sonrío levemente.
Por un breve instante me reencuentro con la Alanna de hace varios meses. Una lágrima cae por mi mejilla. No era consciente de cuánto me echaba de menos. El sonido de la puerta me trae de vuelta a la realidad.
―¿Estás lista? ―pregunta Nicholas al otro lado.
―¡Dame unos segundos! ―le contesto mientras agarro un abrigo y guardo mi móvil en el bolso.
Cuando giro el picaporte Nils se haya recostado sobre la pared, tecleando algo en su teléfono, pero en cuanto aparezco en su campo de visión, alza la cabeza y me sonríe de lado. Tampoco era consciente de cuánto echaba de menos su risa. Creo que podría acostumbrarme a verla más a menudo. Luego comprendo que está burbuja se romperá en cuanto volvamos a Riverbridge y el corazón se me encoje un poco.
―Lista para conocer al increíble Olaf.
Y es verdad. Nicholas me ha hablado maravillas de su perro, por lo que la curiosidad me mata. Aunque siempre he sentido debilidad por los gatos, ahora más gracias a Ley-Ley, los perros me encantan. Así que estoy segura de que Olaf me hará derretirme de amor. Lo que me asusta un poco más es conocer a su familia. Solo conozco a sus padres y ellos no están en Noruega, con lo cual hoy seré una extraña en terreno desconocido.
―Mi familia no muerde, liten stjerne ―confiesa entre risas cuando salimos de casa.
―Gracias por el dato, idiota.
Puesto que la casa de su abuela se encuentra a tan solo diez minutos caminando, no tiene ningún sentido desaparcar el coche. Además, no sé cuándo será mi próxima vez en Tønsberg y quiero disfrutar cada momento, incluso pasear por sus pintorescas calles y empaparme de ese olor a mar que no tengo en Riverbridge.
Cuando me quiero dar cuenta estamos frente una pequeña casa con una fachada de color azul, que asumo pertenece a la abuela de Nicholas. Froto mis manos sobre el pantalón y trago saliva. Me siento igual de nerviosa que cuando me saqué el carnet de conducir. Nils saca las llaves de su bolsillo y abre la puerta.
La primera impresión que me invade al entrar es de absoluta tranquilidad. Mis ojos viajas a las paredes y me topo con unas pinturas similares a las que vi en la casa de Nicholas, así que entiendo que fueron hechas por la misma persona.
―Bestemor, jeg er hjemme ―dice en alto, aunque para mí es como si estuviera hablando en chino, porque no tengo idea de lo que acaba de decir.
La casa sigue en completo silencio y empiezo a sospechar que no haya nadie. Sigo a Nicholas cuando este se dirige a una de las salas. Su abuela se encuentra sentada frente a un caballete y sosteniendo un pincel lleno de pintura con su mano derecha. Aparte de estar concentrada pintando, lleva puesto unos auriculares, lo cual explica porque no nos escuchó al entrar.
Reacciona en cuanto Olaf comienza a ladrar al ver a Nils. El perro agita el rabo de un lado al otro como si fuera el día más feliz de su vida. No tarda ni dos segundos en echarse sobre él y lamerle la mano. Sonrío al ver la escena.
―¿Nicholas? ―pregunta la mujer con la sorpresa inundando su rostro.
Parpadea varias veces, creo que intentando creerse que la presencia de su nieto es real y no un producto de su imaginación. Cuando al fin parece asimilarlo, las lágrimas brotan de sus ojos. Enseguida mete el pincel en un bote y se levanta como alma que lleva el diablo para estrecharle entre sus brazos.
Miro la escena conmovida y con cierta envidia. Hace meses que no abrazo a mi abuela de esa manera y me siento un poco culpable porque la he mantenido alejada de mi vida durante los últimos meses. Bueno, a ella y a casi todo el mundo. Mi único lazo afectivo tras la muerte de mi madre ha sido Charlotte.
La mujer se aleja de su nieto y me estudia con atención. No pronuncia palabra alguna durante varios segundos. Tan solo permanece de pie, analizando cada uno de mis gestos y eso no ayuda a que mis nervios disminuyan.
―Supongo que tú eres Alanna, ¿verdad?
Ni siquiera pregunta, lo afirma. Parece tener muy claro quién soy. ¿Acaso Nicholas le hablado de mí? Y lo más importante: ¿por qué? Sonrío levemente mientras pienso algo coherente para decir y que no me haga quedar como una idiota.
―Supongo.
Vale. No ha funcionado.
Ella se echa a reír y su siguiente movimiento me deja helada. Me abraza. Mis brazos permanecen colgando a cada lado de mi cuerpo. Su reacción me ha pillado totalmente por sorpresa. Poco a poco libero la tensión y soy capaz de corresponder el abrazo. Nils nos mira desde la distancia. Las comisuras de sus labios se alzan en una sonrisa y por el brillo de sus ojos, noto que está contento con la escena que está presenciando.
―Eres más guapa de lo que mi nieto me contó ―susurra para que Nicholas no pueda escucharnos.
Fijo mi mirada en el chico de ojos azules por un segundo y vuelvo a sonreír. No sé cuántas veces lo he hecho ya desde que estoy en Tønsberg. He perdido la cuenta. Aquí puedo ser esa Alanna que no tiene preocupaciones.
Entonces se aparta un poco de mí, y sin dejar de mirarme, dice:
―Supongo que si estás aquí es porque debes de ser una persona importante para él.
Miro a Nils de reojo para saber su reacción. Sonríe. Y eso me descoloca por completo porque no sé qué pensar. En Riverbridge no paraba de repetirme que nada lo retenía allí, pero también me propuso venir a Tønsberg, donde está su familia y la mayor parte de sus recuerdos bonitos. Tengo la cabeza hecha un lío.
―Det har det alltid vært, bestemor.
Veo como se intercambian una mirada cómplice entre ellos y yo vuelvo a sonreír, sin entender absolutamente nada de lo que acaba de decir Nicholas, al menos esperando que sea algo bueno.
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Gracias por leer ♥︎
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