08 | Cometiendo una locura
Alanna
La primera vez que dije «te quiero» a un chico, creí que sería para siempre.
Luego la vida me demostró lo equivocada que estaba.
Supongo que en ese momento era ingenua y me tragaba, a capa y espada, todas esas tonterías de las comedias románticas donde los protagonistas tenían su final feliz a pesar de los miles de obstáculos que se les presentaban por el camino. Confieso que quise ser una de ellos, y lo fui.
No duró mucho tiempo.
A dos chicos en mi vida he dicho «te quiero». Y los dos me han roto el corazón.
―¿Vas a quedarte ahí todo el tiempo?
La pregunta de Charlotte me trae de vuelta al presente.
Mi mano derecha descansa sobre el telescopio, sin saber cuántos minutos llevo en esta posición sin moverme. Giro la cabeza y miro a mi amiga. Sostiene un vaso entre sus manos. El olor que desprende me hace considerar que se trata de café. Pero no un simple café, sino ese café con avellana que preparan tan rico en la cafetería del observatorio.
Se me acaba de antojar uno, solo con olerlo.
―Estaba pensando ―digo, alejándome unos centímetros del telescopio.
Anocheció hace un par de horas.
―Nada extraño en ti. ―Ríe, antes de dar un sorbo a su café―. Delicioso ―añade, relamiéndose los labios.
―¿Se puede saber en qué pensabas?
Se apoya en una de las paredes. Junto a las taquillas donde guardamos varios mapas astronómicos. Aunque tenemos toda la información digitalizada, mi jefe es de la vieja escuela y no quiere perder las viejas costumbres de conservar ciertas cosas en papel. A veces, cuando los consulta, dice que conecta mucho más con el universo.
―En el pasado. ―La imagen de Nicholas se cruza un segundo por mi mente―. ¿Te has enamorado alguna vez?
―Muchas. No me preguntes un número, porque he perdido la cuenta. ―En su cara se dibuja una sonrisa pícara―. Recuerdo a mi vecino repleto de tatuajes, al chico de la cafetería, mi compañera de yoga, también está esa chica que conocí en un viaje y nos recorrimos Mánchester juntas...
Charlotte es un caso cuando se trata del amor.
―Me refiero a enamorarte de verdad. ―Alza una ceja y me mira confusa―. No sé, de sentir que es esa persona.
En su momento pensé que Rowan lo era.
Después Nicholas se atrevió a bailar conmigo bajo la lluvia y cuando le miré a esos ojos cristalinos, descubrí el verdadero significado del amor.
Se termina el café y me mira.
―¿Hoy te has levantado sentimental?
Desearía ser sincera con mi amiga y contarle sobre Nicholas. Que no somos extraños y que guardamos una historia detrás. Luego me pregunto, ¿para qué? Ni siquiera sé cuánto tiempo va a quedarse Nils en Riverbridge. No merece la pena abrir el cajón de recuerdos con ella.
Es increíble lo aterrada que estoy de volver a sentir algo por él, si es que alguna vez dejé de hacerlo.
Agito las manos en el aire restándole importancia.
―Olvídalo. ―Vuelvo a posar la mirada en el telescopio. Aparto un instante los ojos para centrarme en Lottie―. Por cierto, ¿registraste los datos que obtuvimos sobre el nuevo cometa? El jefe quiere un informe detallado a final de semana.
―Todo en orden ―afirma.
―Entiendo eso como un sí, ¿verdad?
Algo me dice que no lo ha hecho.
―Más bien como un «Estoy en ello, pero como tengo mil cosas encima apenas me da la vida, sumando el hecho de que se ha mudado una tía buenísima cerca de mi casa y mi concentración anda más allá de Plutón».
Su monólogo improvisado provoca que me ría.
Luego comprendo que esto es importante, porque me toca a mí hacer el informe y odio ir siempre a las prisas. Adoro a mi amiga, de verdad, solo desearía que se pusiera un poco las pilas en el trabajo.
―Lottie... ―la advierto―. Necesito que te centres.
―Lo estoy ―contraataca―. Te prometo que mañana tendrás los datos.
Ruedo los ojos.
―¿Mañana? ―Hago memoria―. Mañana ya es miércoles, Charlotte. Me quedarán tan solo dos días para redactar el informe ―protesto.
Sabía que esto volvería a pasar.
―¿He dicho mañana? ―Se rasca el brazo. Siempre lo hace cuando miente, o cuando está nerviosa por algo―. Quería decir hoy. Es más, me pongo con ello ya.
No me da tiempo ni a despedirme porque sale a toda prisa de la sala del telescopio.
Aprovecho que estoy sola para contemplar un rato las estrellas sin que tenga nada que ver con el trabajo. Sin tomar datos. Sin preocuparme por futuros informes. Sin pensar. Solo con la finalidad de aclarar mi mente.
Descubrí mi pasión por el mundo de la Astronomía cuando tenía diez años.
No recuerdo el día, solo sé que era verano y me encontraba en la casa de mis abuelos. Había ido junto con mis padres a pasar el fin de semana. Hicimos una barbacoa y la abuela cocinó esas galletas rellenas de mermelada que tanto me gustan. A la noche salimos al jardín a contemplar las estrellas.
Mi madre me dijo que me quedé dos horas, sin apenas moverme, contemplando el cielo.
Ni siquiera me moví cuando me ofreció otra de esas galletas.
Yo seguía ahí. Asombrada por lo que se alzaba ante mis ojos.
Los años pasaron y cuando cumplí los doce, supe que iba a ser astrónoma. Daba igual que faltaran muchos años para ir a la universidad, yo lo tenía claro. Mis padres nunca intentaron echar abajo mis sueños, todo lo contrario, confiaron en mí y me apoyaron hasta el final.
Cuando el día de mi graduación vi a mi madre derramar varias lágrimas, entendí que estaba orgullosa de mí.
―Algo me decía que te encontrabas aquí.
Esa voz provoca que me dé un vuelco el corazón.
Giro la cabeza hacia atrás y me topo con Nicholas.
Aunque trabajamos en el mismo lugar, tampoco hemos hablado mucho durante los últimos días. Vamos a nuestro rollo. Por eso me sorprende verle aquí. Desde el día del mirador no hemos vuelto a estar solos.
―Estoy ocupada, Nicholas ―respondo, volviendo la atención al telescopio.
Supongo que mi momento de paz ha llegado a su fin.
―Solo venía a decirte que me voy.
No entiendo a qué vienen sus palabras.
―Genial. ―Sigo con los ojos puestos al frente―. No pilles tráfico.
Escucho su voz más cercana.
El corazón se me acelera y a pesar de que la sala es bastante grande, comienzo a agobiarme.
―Me voy ―insiste.
―Ya lo has dicho ―resoplo―. No estoy sorda.
―No me estás entendiendo. ―Aún no me atrevo a mirarle. Su cercanía me está revolucionando los sentidos―. Me voy a casa, Alanna. A Noruega.
La última frase causa que me voltee inmediatamente.
―Te vas a Noruega ―repito para mí misma―. A casa.
Pellizco mi brazo. Quizá estoy soñando. Sí, debe de ser un mal sueño, ¿verdad? No se puede estar repitiendo la misma historia de cuando tenía quince años. Seguro que, si cierro los ojos y los vuelvo a abrir, estaré en mi cama.
No estoy soñando.
Sigo en el observatorio, con Nicholas mirándome de brazos cruzados.
―¿Es lo único que vas a decir? ―pregunta, reduciendo la distancia entre nosotros.
Alza una ceja, esperando una respuesta por mi parte.
―Felicidades.
Niega con la cabeza.
¿Qué pretende que haga? ¿Dar saltos de alegría? Nicholas se está yendo por tercera vez en mi vida. Lo que me molesta es que ahora no somos nada y aun así me duele. Me mantengo firme, no quiero que se dé cuenta que su marcha me afecta.
―Alanna...
Doy un paso atrás.
Pero él da un paso adelante.
―¿Cuándo te vas? ―pregunto, ignorando su intención de explicarme. Está todo dicho y bastante claro―. ¿No tienes que preparar las maletas? Al final te vas a ir de este lugar.
Nicholas me agarra los hombros con suavidad, y aunque la tela de mi camiseta impide el contacto piel con piel, siento un escalofrío recorrerme el cuerpo. Él agacha la cabeza y nuestras frentes casi están a punto de rozarse. Cualquier movimiento rompería esa distancia.
No tengo valor de moverme.
―Puedes... ―murmuro, pero las palabras mueren en mi boca cuando le miro a los ojos.
―No me has dejado explicarme antes de sacar conclusiones erróneas ―dice, pero casi suena como un susurro―. No me voy para siempre, Alanna. Solo varios días. De vacaciones. Estar con la familia y desconectar de la rutina, ya sabes.
Intento procesar sus palabras.
Vacaciones.
Nicholas se va a Noruega de vacaciones y yo toda dramática.
―Creí que ibas a dejarme otra vez ―confieso, pero enseguida me arrepiento de lo que he dicho―. Ignóralo.
No quería decir eso en voz alta.
Ahora sí, Nils se mueve y nuestras frentes se chocan. El problema es que sus labios se hallan a tan solo unos centímetros de los míos. Trago saliva. Estoy encerrada, no físicamente, pero su mirada me tiene atrapada.
―Puede que esté cometiendo una locura ―murmura tan cerca de mis labios que siento su respiración. Parece que va a besarme―. Y que probablemente me arrepienta en un futuro, pero te quería invitar a Tønsberg. Un día me dijiste que querías conocer Noruega, así que...
Deja la frase en el aire, pero no se aparta.
Ahora mismo mi mente no funciona con claridad por varias razones:
1. Nicholas me acaba de invitar a su hogar.
2. Quiero enredar mis manos en su pelo.
3. Ah, y tengo este deseo intenso de querer besarle.
―¿Por qué? ―pregunto.
―No hay un porqué. ―Se encoje de hombros.
―Todo tiene un porqué, Nils.
Nicholas se aleja y me siento vacía. No era consciente de lo mucho que echaba de menos su cercanía
―¿Por qué siempre tienes que hacer tantas preguntas? ―resopla frustrado―. ¿No puedes simplemente aceptar y ya?
Ahora soy yo la que se acerca.
―Cuando me digas por qué tendrás una respuesta de mi parte.
Por un momento creo que se dará media vuelta y me quedaré sola de nuevo. Entonces habla:
―Lo necesito.
―Quieres que vaya contigo porque lo necesitas ―medito sus palabras―. ¿Qué necesitas exactamente?
―No sé.
Río por lo absurdo que suena todo.
―Dices que lo necesitas, pero no sabes el qué.
Nils me está volviendo loca.
Primero con su propuesta improvisada y ahora con el no ser claro conmigo. Porque a pesar de llevar tiempo distanciados, le conozco. Sé que hay algo detrás que no me quiere decir y eso me molesta. Porque si tiene la confianza para sugerirme que vaya con él a su casa, donde estaré rodeada de toda su familia en un lugar desconocido para mí, también debe tenerla para contarme la razón de su invitación.
Él permanece callado.
―Dime un solo motivo de peso por el que necesites que vaya contigo a Noruega y tal vez me lo pienso.
Sé que esto es una locura.
Una jodida y absoluta locura.
Prometí mantenerme alejada de Nicholas. Esta vez son vacaciones, pero llegará un día donde se irá de verdad.
No espero que responda.
Y todo se paraliza a mi alrededor cuando abre la boca.
―Porque te echo de menos, liten stjerne.
• • •
Gracias por leer ♥︎
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro