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03 | A la deriva

Nicholas

Estoy aterrado.

No sentía algo así desde que escapé de Riverbridge para irme a la universidad.

Estaba llegando a casa del trabajo cuando en mi móvil vi una llamada de mi madre. Algo me decía que no serían buenas noticias. Estaba en lo cierto. Papá había empeorado. Así que cuando se me presentó la oportunidad de tomar el trabajo en el observatorio, la acepté.

No pensé en el pasado.

No pensé en las consecuencias.

Ni mucho menos pensé en volver a ver a Alanna.

Solo pensé en mi padre.

―Estoy jodido ―murmuro mientras me recuesto en el sofá.

Tiro los zapatos a un lado y me quito la chaqueta. Agarro una Coca-Cola y doy un sorbo antes de cerrar los ojos por un instante. ¿Qué narices hago aquí de nuevo? Esta ciudad es como un imán que me atrae hacia él continuamente cuando yo solo quiero huir. Ni siquiera puedo llamar a Riverbridge hogar. No me siento tranquilo. Feliz.

Aquí solo hay caos.

Miedo.

Y dolor.

El móvil vibra en el bolsillo del pantalón.

¿Qué tal el primer día de trabajo?

Me gustaría responder que una mierda. Que no quiero estar aquí, pero no puedo hacerle eso a mi madre. No después de la situación que tiene en casa.

Bastante bien. Me alegra estar de vuelta.

Otra mentira más a la lista.

Cuando dejamos Noruega para venir aquí por el trabajo de mi padre confieso que al principio lo odié. Tønsberg era mi casa. Mi lugar seguro. Donde estaban todos mis amigos. Luego me terminé acostumbrando a Riverbridge. Seguía echando de menos mi tierra, pero empecé a estar a gusto. Todo eso cambió cuando mi padre comenzó a estar mal.

No quería salir de casa. Se pasaba gran parte del tiempo en la cama. Su ánimo decaía cada día un poco más. A veces lloraba sin motivo alguno. Hasta dejó de comer bien. Se estaba perdiendo lentamente. Mi madre no sabía qué hacer y yo también me sentía inútil. Había empezado a cogerle cierto cariño a esta ciudad y de un momento a otro, todo se estaba yendo a la mierda.

Me sentía como el Titanic.

Sabiendo mi destino final después de chocar contra el iceberg.

Entonces comencé a odiar Riverbridge.

Deseé con todas mis fuerzas no haber salido de Noruega.

Solo que todos esos pensamientos me los tenía que guardar para mí. No podía dejar que mi madre me viera así. Me necesitaba entero para sobrellevar la situación con mi padre. Supe que debía convertirme en su ancla. Mantenerme a su lado, dándole ese apoyo que requería. Hasta que no pude más.

Porque yo también me estaba consumiendo.

Quizá fui un cobarde cuando me largué a la universidad. Y un mal hijo por dejar a mi madre sola con todo. Pero odiaba la sensación de llegar a casa cada día del instituto y sentir como mi corazón se iba rompiendo. La angustia crecía más y más. Me estaba ahogando.

Son las dos de la mañana y sé que debo irme a dormir, pero si me meto en la cama ahora mismo me pondré a pensar.

No quiero pensar.

Agarro mi cuaderno de bocetos que dejé ayer sobre la mesa de café y comienzo a dibujar. Pierdo la noción del tiempo y un par de horas después me despierto sobresaltado. Nada fuera de lo normal. Me he vuelto a quedar dormido en el sofá. Sé que es momento de irme a la cama. Aunque no quiera, necesito estar cómodo y descansar bien.

***

Es sábado.

He deseado parar el tiempo mil veces y que este momento no llegara nunca, pero aquí estoy. Enfrente de la casa de mis padres y con las piernas temblándome como un flan. Apago el motor y permanezco varios minutos más dentro del coche. Cinco tal vez. Diez. Me asusta salir. Algo me dice que en el momento en el que cruce la puerta, voy a viajar al pasado.

A ese pasado del que escapé.

Suspiro y al final me armo de valor. Avanzo varios metros y llamo al timbre. Escucho pasos acercándose y siento un impulso repentino por huir. No me veo preparado. Creo que nunca lo estaré. Comienzo a darme la vuelta cuando la puerta se abre. Demasiado tarde.

―Nicholas ―dice mi madre.

Tira de mí y me estrecha entre sus brazos. Revuelve mi pelo como cuando era un niño y posa su mano en mi mejilla. Me sonríe, pero su sonrisa no llega a los ojos. Le cuesta romper el contacto y no la culpo. Supongo que me echa de menos y ahora soy su ancla. Su lugar seguro.

Entonces vuelvo a sentir miedo.

Me aterra ser ese punto de apoyo para mi madre, porque en el momento en que yo caiga, ella caerá conmigo. No quiero convertirme en un agujero negro que lo absorbe todo.

Hei, mor.

―Veo que no pierdes las costumbres ―contesta echándose a un lado para dejarme pasar.

Sonrío. O al menos lo intento. Trago saliva y doy un paso hacia delante. Froto mis manos sudorosas contra el pantalón cuando mi madre mira hacia el fondo del pasillo. No quiero que se dé cuenta de lo difícil que es este momento para mí. Observo las fotos que cuelgan sobre las paredes y siento una punzada de dolor en mi pecho. Éramos una familia feliz.

«Maldito Riverbridge.»

Venir aquí nos jodió la vida.

Odio profundamente este lugar.

―Tu padre está en la habitación... ―El tono de su voz va decayendo a medida que habla.

Asiento.

―Te dejo a solas con él ―declara cuando llegamos a la puerta de su dormitorio.

Después se pierde por el pasillo dejándome solo. Mi mano viaja hasta el picaporte y permanece ahí varios segundos. Inmóvil. Miles de pensamientos viajan por mi cabeza a la velocidad de la luz. He perdido la cuenta de las veces que he vivido esto. Sé lo que hay al otro lado. Hago de tripas corazón y giro el picaporte. Empujo la puerta y entro al cuarto.

Mi padre yace de lado sobre la cama. Alza la cabeza en cuanto me ve. Me parece notar una chispa de alegría en sus ojos, pero se esfuma tan rápido como vino.

―Nils...

Basta que pronuncie mi nombre con esa pesadumbre para que el corazón se me encoja.

«Venga, Nicholas. Puedes con esto. No es la primera vez.»

Me sale preguntar «¿Cómo estás?», pero al segundo me doy cuenta de que es una pregunta estúpida porque la realidad habla por sí sola. Así que hago lo único que sé hacer. Me siento en la cama y le tomo la mano. Su pelo está más canoso que la última vez que le vi. Además, sus ojeras son bastante notorias. También está más delgado.

Y me duele como un demonio porque la persona que se halla ante mí dista mucho del padre que iba conmigo a pescar al lago de Tønsberg. O que me contaba historias sobre los vikingos cada vez que íbamos de acampada. El padre que me preparaba cada semana el skolebrød para llevarme al colegio.

Ahora ya no es Kai, mi padre.

Es solo... vacío.

―Ojalá pudiera arreglarlo, far ―susurro sin dejar de observarle―. Ojalá pudiera salvarte.

Le doy un beso en la frente y me levanto de la cama. Le dedico una breve mirada antes de salir de la habitación y cerrar la puerta tras de mí. Camino en silencio hasta la cocina y veo a mi madre sentada, con los ojos fijos en la taza que tiene delante. Su mano se haya removiendo el contenido con una pequeña cuchara.

Me recuesto en el marco de la puerta y no digo nada. Tan solo observo. Incluso ella tampoco parece la misma. Aunque intenta mostrarse fuerte ante mí para que no me preocupe, se ve cansada.

―¿Eres feliz? ―pregunta de la nada.

Pego un leve respingo y centro mi mirada en ella.

La miro aturdido.

―¿Eres feliz aquí, hijo? ―repite la pregunta.

¿Qué se supone que debo responder a eso? Sí. No. No sé. Me jode porque tengo clara la respuesta, pero no puedo admitirlo. Así que vuelvo a mentir. Parece que se ha vuelto una costumbre en mi vida.

―Sí. ―Ella no se ve muy convencida―. No tienes que preocuparte. Jeg har det bra, mor.

No sé si me cree o por el contrario prefiere no insistir más.

―¿Quieres un café? ―Señala su taza.

―Vale.

Camino hasta la mesa y ocupo la silla de su lado. Golpeteo, nervioso, con los nudillos la madera. Siento el impulso de hablarle a mi madre sobre Alanna, pero luego me recuerdo a mí mismo que me he propuesto no meter a esa chica en mi vida. Además, no sé cuánto tiempo voy a quedarme en Riverbridge. No quiero atarme a nada.

Mucho menos a nadie.

Y menos aún a ella.

―¿Entonces el trabajo bien? ―inquiere mientras espera que hierva el agua de la kettle.

―Me estoy adaptando. Los compañeros son agradables si es lo que quieres saber.

Vierte el agua sobre una taza. Después añade una cucharada de café y un poco de leche. Me la entrega y se sienta junto mí. Rodea la suya con ambas manos y suspira.

―Algo me dice que no debí llamarte.

―Somos una familia, mor. Siempre debes contar conmigo cuando las cosas no funcionen.

Como ahora. Supongo que he dicho eso para animarla, pero ya ni siquiera somos una familia. Somos piezas de un puzle que van a la deriva intentando volver a encajar. El problema es que cuando algo se rompe, conseguir que encaje de nuevo es tarea imposible. Ella sonríe levemente y le da un sorbo a su café. Permanecemos en silencio durante varios minutos. Disfrutando de la compañía del otro. Fingiendo que todo está bien y que no nos estamos desmoronando.

«Fingir que todo está bien.»

Supongo que soy un experto en eso.

Una hora después me hallo de nuevo en mi coche. Conecto el bluetooth y busco en mi lista de Spotify una canción que me ayude a mantener la mente despejada. El trayecto a casa se me hace algo más liviano.

Media hora más tarde estoy en la terraza de mi habitación, con el pijama puesto, el libro de bocetos sobre mi regazo y el cielo estrellado de Riverbridge abrazándome desde lo alto. No pienso en nada durante la siguiente hora.

Solo observo las estrellas.

Dibujo.

Y vuelvo a observar.

Descubrí mi pasión por la Astronomía cuando la situación en mi casa comenzó a irse a la mierda. Miraba al cielo y me perdía en esa inmensidad llena de puntos brillantes. Podía pasarme horas observando sin cansarme. Me sentía yo mismo. El Nicholas que amaba Tønsberg y su lago.

Me sentía feliz.

Luego dejaba de observar y la realidad me golpeaba. Ya no era más ese Nicholas. Me había convertido en el Nicholas de Riverbridge. Entonces llegó el momento de ir a la universidad y supe lo que quería hacer. Estudiar Astronomía e irme lejos. Volver a reencontrarme conmigo mismo. Lo conseguí durante un tiempo. Hasta ahora.

Termino el boceto y cierro la libreta.

Doyuna última mirada al cielo y me voy a dormir. Cuando me dejo vencer por elsueño y me arrastro hacia la oscuridad, me doy cuenta de que ya no hayestrellas que me iluminen el camino.

• • •

Gracias por leer ♥︎

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