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Capítulo 6


Por alguna razón desconocida, se había cancelado el debate planificado entre los voluntarios y los Sabios. Al encontrarse con June, Lina recibió una explicación de que, durante su ausencia, se les había convocado a todos a reunirse en el auditorio.

A pesar de que se habían tardado más de lo que habían estipulado en dejarlos entrar al auditorio, al llegar ya se encontraba lleno de gente desde afuera, todos sedientos de respuestas. En este lugar se debatían normalmente las decisiones que tomaban los sabios para el pueblo, o también se usaba para dictar sentencias. La sala era espaciosa, hecha de piedra pulida, lo que generaba un amplio eco en el ambiente. A pesar de que normalmente no era necesario elevar mucho la voz para que resonara, en ese momento todo el mundo estaba hablando al mismo tiempo, lo que creaba un murmullo ensordecedor y dificultaba distinguir algo de lo que decían. Las personas seguían entrando hasta que pronto ya estaban todos reunidos esperando por lo que podría pasar. Cuando el alcalde hizo su aparición, el silencio se apoderó de la sala y todos le prestaron atención. Luego, el alcalde le cedió la palabra a uno de los sabios, de nombre Maximus, era un hombre bajito con una larga cabellera gris que le daba un aspecto casi de duendecillo. A medida que comenzó a hablar en voz alta, todos en la sala se mostraron atentos a lo que tenía que decir.

—Sean bienvenidos todos —saludó, para luego ir directo al grano—. Para comenzar, les agradezco a todos por haber sido tan ordenados en su investigación. Esta mañana acordamos que luego de las entrevistas entregaríamos nuestros apuntes a un buzón anónimo para ser estudiados por nuestro consejo y fue todo un éxito. Todo gracias a su organización, compromiso y también brevedad, muchas gracias.

En ese momento todos aplaudieron, y Lina sintió un gran peso caer a sus pies, no había recordado ese detalle y no había entregado su investigación, se sintió muy culpable y quiso esconderse al pensar que el tiempo que había pasado con Glory no había aportado nada a la investigación.

Maximus continuó hablando, les comentó con mucho entusiasmo que habían dado un paso muy grande en la investigación y que fue gracias a ellos, los investigadores de campo, que pudieron encontrar la más grande pista. Cada uno de los afectados había estado bajo los cuidados de la enfermería previamente al incidente, ya sea por una caída, un dolor de cabeza o un simple malestar.

Lina se sintió un poco más aliviada al saber que al menos esos detalles no se habían dejado pasar, esperaba que alguien hubiese nombrado el calmante del que le habló Glory. Al igual que todos, prestaba mucha atención a lo que anunciaba Maximus, además de su voz, solo había silencio en la sala, denotando la concentración de todos en ese momento.

—También queremos comentarles la razón por la que nos tardamos en comenzar la reunión. Los Sabios, en compañía de algunos voluntarios, continuaron la investigación hablando con las enfermeras, ya que este factor común se repitió tantas veces en sus notas que era algo que no podíamos dejar pasar.

»Algo que pudimos observar de inmediato fue que nadie había percibido nada inusual recientemente en la enfermería, y todas las personas parecían estar asustadas por haber estado en contacto con los pacientes enfermos.

»Les explicamos que la enfermedad no es contagiosa, pero varios de ellos nos comentaron que habían visto volver a los pacientes que habían atendido poco antes, por lo que pensaban que el virus se encontraba en la enfermería.

Lina ya entendía por qué no había nadie en la enfermería cuando había ido a buscar a Kile.

»Fue evidente que en la enfermería había un ambiente de desconfianza mutua, con todos dudando unos de otros. Fue una confesión anónima la que nos ayudó a saber justo donde debíamos buscar.

Todos en la sala estaban en total suspenso, podían sentir la tensión entre cada uno de ellos y Lina sentía que se iba a desmayar de los nervios.

»Recibimos un mensaje anónimo en nuestro buzón que decía: «Si desean obtener respuestas, es mejor que le pregunten al personal de la enfermería sobre su reciente desconfianza hacia Chiemi».

En ese momento, se escuchó un suspiro de asombro por toda la sala al escuchar el nombre de aquella curandera de confianza que tanto había entregado por su pueblo. Nadie se atrevía a decir en voz alta las sospechas que tenían por aquel cariño que había cosechado Chiemi en cada uno de ellos, y ese era un pensamiento común en todo el auditorio.

»Luego de hablar con ellos, lo confirmamos. Resultó que todos sospechaban de Chiemi, la encargada por años de la enfermería.

Desde la parte de atrás del auditorio se escuchaba un forcejeo. Todos estaban demasiado intrigados sobre lo que se les estaba contando que quizás algunos no lo notaron, antes de que aquel hombre continuara con los anuncios, hizo una seña a uno de sus colegas Sabios y desde la parte de atrás del auditorio salieron dos hombres que llevaban a Chiemi casi arrastrada. Todos quedaron perplejos con aquella escena.

Chiemi llevaba su característico pelo largo y rubio, totalmente despeinado. Estaba atada de manos a la espalda, por lo que se encontraba encorvada, muy lejos de su siempre perfecta postura. A pesar de que su boca estaba cubierta con un trozo de tela para evitar que hablara, lo más desgarrador era encontrarse con su mirada. En sus ojos rasgados, hinchados y enrojecidos se podía percibir claramente la tristeza abrumadora que emanaba. Era evidente que no había dejado de llorar.

Entre forcejeos, la llevaron al centro del auditorio. Maximus, que hace un momento estaba tan enérgico, no pudo contener la emoción que todos estaban sintiendo desde el público. Una inmensa tristeza inundaba el aire en ese momento. La chica que todos habían admirado por años estaba ahí arrodillada en el piso como un ladrón, y nadie podía explicarse qué estaba pasando realmente.

Pareció como si el tiempo se hubiese detenido, y lo único en movimiento era el cabello de Chiemi. Ella se encontraba agachada en el suelo, en el lugar donde la habían dejado, con la cabeza gacha. Su cuerpo temblaba y se sacudía, aunque no levantaba la mirada, no era difícil adivinar que se encontraba llorando y más de uno en el público comenzó a hacerlo también en silencio. Era una imagen desgarradora y el narrador se había dejado llevar por eso también, le costó un poco volver a hacer que le prestaran atención después de mostrarle al público aquella escena, pero continuó con la información.

»Sé que todos deben estar muy confundidos y les explicaré exactamente qué está pasando —dijo, mientras se sujetaba la cien con una mano, se notaba alterado.

»Luego de que aquel informante anónimo nos dejó la nota, reunimos a todo el personal de la enfermería acá. Les aseguramos que estábamos trabajando de una manera profesional e imparcial, y que todo lo que dijeran iba a ser protegido junto con su identidad. Luego de eso pudimos obtener los datos que necesitábamos para dictar este veredicto.

»Los enfermeros nos contaron que no actúan sin la autorización de la jefa de enfermería, la señorita Chiemi. Por lo tanto, todo proceso que se llevaba a cabo en la enfermería recae directamente en ella. Por años esto se ha manejado de esta manera y ninguno de ellos se atreve a actuar por su propia voluntad. Podríamos decir que se trata de un ejército de enfermeros, ¿no cree, señorita? —esta última frase se la había dedicado a Chiemi, pero ella seguía con la cabeza baja, había dejado de temblar y se notaba que respiraba con mucha fuerza.

»Sin duda era un plan maestro, no puedo negarlo. La señorita Chiemi controlaba a su ejército de enfermeros, haciéndolos atender a sus pacientes bajo sus órdenes, aun cuando todos son Yellow, capacitados por naturaleza para cumplir su labor.

»Hace aproximadamente un mes, en la enfermería llegó un cargamento de varios suministros, incluyendo un calmante que, según los enfermeros, nunca había sido recetado con anterioridad. Este medicamento se administró a cada paciente a partir del día en que fue entregado. Este calmante de origen desconocido no contaba con la aprobación de los Sabios, por lo que nadie sabe su procedencia. Toda la responsabilidad recae sobre nuestra jefa enfermera.

En ese momento, todas las piezas encajaron en la mente de Lina. Recordaba que Glory le había mencionado que le habían dado de ese calmante a su hijo y temió por un momento al recordar que fue el mismo que tomó Kile el día que tuvo el accidente con la taza. Quería salir corriendo, no podía creerlo, sabía que si era el mismo caso, Kile corría la misma suerte de que el hijo de Glory. No quería perderlo, se sentía ahogada, aunque sedienta de justicia. Se prometió que se quedaría, debía saber qué pasaría, y luego iría a ver a Kile.

»Por supuesto, no la acusamos de inmediato. Todos éramos conscientes de la gran confianza que ella había ganado a lo largo de los años. Simplemente, no era posible atribuirle la culpa sin fundamentos. Como Sabios, nos guiábamos por los hechos y la evidencia antes de tomar decisiones.

Chiemi levantó la cara, esta vez se notaba sorprendida. Al parecer no entendía qué podría pasar a partir de ahí, nadie adivinaba qué era lo que pasaba por su cabeza en ese momento, pero sin duda estaba confundida.

»Después de hablar con los enfermeros y dirigir nuestra atención hacia ella, nos dimos cuenta de la importancia de reunir los hechos antes de tomar cualquier decisión. No podíamos dejarnos llevar únicamente por las palabras o las sospechas infundadas. Sin embargo, había algo que nos resultaba difícil de comprender y que requería una investigación más profunda. ¿De dónde había salido ese cargamento? ¿Había sido administrado a todos, incluyendo enfermeros? Debíamos encontrar las respuestas y nos dirigimos al estudio de Chiemi.

En ese momento, Maximus se agachó y buscó algo en una bolsa que se encontraba a sus pies, de ella sacó algo que parecía un diario, era un grueso libro de cubiertas de cuero y con dos correas hacia los lados que lo mantenían cerrado.

»Este es el diario de nuestra bruja —los rasgados ojos de Chiemi se abrieron como platos, esa expresión la delató ante todo el público, al parecer sí tenía algo que esconder—. En él encontramos todo, desde la preparación del «calmante», hasta su plan para administrarlo a los pacientes que llegaran a la enfermería. Su estrategia era hacerlo ver como un virus silencioso para reducir la población y poder acabar con el congreso de Sabios.

Maximus se bajó del podio desde donde estaba hablando y caminó lentamente al centro del auditorio desde donde Chiemi lo observaba en silencio y con los ojos llenos de lágrimas.

—Sabemos que por años consideraste que los Yellow debían tomar nuestro puesto, —le dijo tomándola del mentón, el público se encontraba en total asombro además del ya adquirido suspenso. Aquello había dado un giro enorme, nunca se imaginaron algo como esto y menos de ella—. Estas no son maneras de conseguir lo que quieres, Chiemi. Por años le dimos a los tuyos todo lo que necesitaban, su lugar está en la enfermería, para eso nacieron y está en sus dones.

Al decirlo le quitó un mechón de su dorado pelo del rostro.

—No puedes escoger tus dones, y mucho menos cambiar el ritmo de las cosas. Sabemos que siempre te entregaste a nuestro pueblo y te lo agradecemos inmensamente... —la atmósfera se volvió un tanto conmovedora. Hablaba con claridad, pero su tono era extraño, como si se tratara de una reprimenda de un padre hacia su hija—. Por todo lo que has hecho por nosotros, estamos dispuestos a perdonarte.

En ese instante, su rostro se llenó de sorpresa. Sin lugar a dudas, era algo que no se esperaba, y tampoco el público presente. Todos se pusieron de pie en ese momento, preparados para expresar sus quejas y descontento sobre aquella decisión.

—Solo tienes que decirnos la única cosa que no se encontraba en tu diario, dinos el antídoto.

Le bajó la tela que cubría su boca, todos se encontraban expectantes y ella lo miraba fijamente sin decir nada, se mantuvo así unos segundos. Todos sintieron miedo de que tomaran medidas drásticas para lograr que ella hablara, ya que el antídoto era la solución que todos anhelaban. Por otro lado, la respuesta que dio tomó por sorpresa a todos en la sala.

—No lo sé.

—¡Vamos, Chiemi! No puedes negar nada de esto ya, todas las pruebas están en tu contra. Colabora, es tu única oportunidad para salvarte.

Chiemi escuchó aquella desgarradora voz y no pudo creerlo, Lina también se sorprendió al escuchar su voz, se trataba de Zack. Todos voltearon a verlo en ese momento, había sido el único de todo el auditorio que se había atrevido a hablar hasta ahora. Lina se fijó en su uniforme de enfermero, su camisa estaba empapada en la parte delantera y su rostro lleno de lágrimas.

A pesar de que Lina no conocía del todo a Zack. No consideraba que las lágrimas estuvieran relacionadas con Chiemi. Sentía que algo más estaba ocurriendo y se culpaba por haber invertido tanto tiempo en la investigación en lugar de tratar de ayudarlo. Recordó que Zack necesitaba tiempo para cuidar a su hermano y ese tiempo lo dedicaba a Kile siempre que Lina no estaba, un dolor muy grande se apoderó de su pecho, sabía exactamente qué significaban esas lágrimas en su rostro, Cole había muerto. Y para un chico abandonado como Zack, Chiemi debía ser la única familia que le quedaba.

—No puedo seguir con esta farsa —Chiemi hablaba con la voz entrecortada y como pudo se soltó del agarre de Maximus. Se encontraba de pie ahora y le dedicaba una mirada llena de odio cuando le dijo—. Sé muy bien que quieren apoderarse de la enfermería. Siempre han querido tomar posesión total sobre el pueblo, como si ya no la tuviesen. Sus decisiones nos afectan todos los días y vivimos la vida que ustedes nos hacen vivir, sé muy bien que estos dones de los que hablan solo son ataduras con las que vivimos... Y si quieren dejarme morir por sus pecados, adelante, no tendrán nada de mí.

—Se te brindó una oportunidad. Chiemi, has sido encontrada culpable de los delitos por los que has sido acusada, envenenar a numerosos ciudadanos de nuestra amada comunidad, causando la muerte de treinta personas hasta la fecha. Como consecuencia, has sido sentenciada a la pena máxima. Tu castigo consistirá en ser ahogada durante una ceremonia de destierro que tendrá lugar mañana al amanecer —dicho esto, se dirigió a los chicos que habían traído a Chiemi antes—. Jóvenes, lleven a la señorita al calabozo.

Justo después de que se dictó la condena, ese par de muchachos se apresuraron a llevarse a Chiemi del auditorio, cubriendo su rostro con una bolsa. Lina se apresuró a buscar a Zack, no se podía entender nada de lo que decían en el auditorio a partir de ahí. Todos hablaban y gritaban en un intento por hacerse oír entre ellos.

Todos los Sabios, incluyendo quien dictó la condena, ya habían abandonado el sitio. Al parecer, no querían quedarse a ver qué opinaba el pueblo sobre lo que había pasado. La situación era muy delicada, le habían ofrecido el perdón a una persona que había acabado con el veinte porciento de la población del pueblo y contando. Lina no recordaba la última vez que habían dictado una condena de destierro. En el pueblo existía la creencia de que quien moría en el pueblo nunca los abandonaba, y se imaginó que esa era la razón para llevarla lo más lejos posible.

Lina se concentró en buscar a Zack. Aunque aún no se le había sido confirmada la muerte de Zack, sabía que esa era la posible razón por la que Zack estaba destrozado, recordaba cómo su voz le rogaba a Chiemi que colaborara, se podía palpar el dolor en ella, y aun así no pudo convencerla.

Ahora Lina se sentía en la obligación de ayudarlo a enfrentar su pérdida por Cole, además de la traición de Chiemi. Aunque sabía que su prioridad nunca dejaría de ser Kile. Desde que lo conoció supo que eran el uno para el otro, nunca habían pasado tanto tiempo separados. Durante los últimos días sabía que lo había dejado de lado por la investigación, pero ahora, sabiendo lo que le había pasado a Cole, estaba decidida a no volver a apartarse de él. Quizás aún no había un antídoto, pero lo mantendría estable hasta que lo hubiese y necesitaba la ayuda de Zack para eso.

Entre tanta gente gritando y moviéndose de un lado a otro, le costó mucho encontrar a Zack. Como pudo, se dirigió al lugar desde donde él había hablado a Chiemi durante la condena, pero estando tan lejos, no lograba verlo. No fue hasta cuando se acercó más a ese punto que pudo verlo sentado en el piso en posición fetal, tenía la cabeza escondida entre las rodillas y su cuerpo se estremecía, lloraba desesperadamente.

Su uniforme estaba muy sucio, lleno de barro, como si se hubiese caído antes de llegar ahí. Inmediatamente, Lina sintió su lado maternal salir a la luz. Con ternura, se aproximó lentamente a él y acarició su cabello. Luego, tomó la decisión de sentarse en el suelo junto a él, mostrando así su apoyo mediante la cercanía. En ese momento, Zack se veía muy pequeño y aunque él no le había dedicado ni una mirada, aun así él sabía que se trataba de Lina, lo que le hacía sentir aún peor.

—Zack, cariño. Sé que las cosas se ven muy difíciles justo ahora, pero tenemos que irnos, no estarás solo, nosotros estaremos contigo.

Lina estaba decidida a no dejarlo solo, siempre había querido tener un hijo y aunque se encontraba esperando uno, una familia grande era lo que más quería.

—No tiene sentido —le respondió Zack entrecortadamente, sin dejar de apretar sus brazos, rodeando su rostro—. Él ya no está.

—Kile y yo estaremos contigo siempre.

En ese momento, Lina sintió cómo las palabras fluían desde lo más profundo de su corazón. Estaba decidida a brindarle todo su apoyo en aquel momento de pérdida.

—No entiendes —le dijo él.

Zack había reunido el coraje necesario para enfrentar su error. Mientras Lina no había estado en la enfermería, su trabajo siempre había sido cuidar a Kile. A pesar de eso, no quería abandonar a Cole durante su enfermedad y fue así como terminó perdiéndolos a ambos. Era consciente de que tarde o temprano debía decírselo, así que decidió no posponerlo.

—Lina, Kile ya no está.

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