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Capítulo 36


Zack y ella entraron a la casa de aquella familia, y lo primero que captó la atención de Darya fue aquel cuadro de la pared, donde solían aparecer aquel Green, su esposa y su hija. Pero que en ese momento, solo albergaba la imagen de la chica Purple junto a su madre, quien dejaría aquella imagen pronto.

Darya se acercó a la pintura, estando aún confundida por lo que acababa de pasar, Zack acababa de quemar la puerta y Darya no lo entendía. En aquel momento, si Maia estuviese ahí, ella debería empezar quemando cosas, como esa fotografía. Sin embargo, en lugar de Maia, estaba Zack, quien, de alguna manera, a pesar de ser un Yellow, podía usar poderes de un Red.

Ella volteó a mirarlo, y él pareció entender qué estaba pensando. Aunque Darya no sabía cómo preguntárselo, y antes de que ella pudiese hacerlo, fue él quien tomó la iniciativa y habló primero.

—No creerías que iba a dejarte todo el trabajo a ti, ¿no?

—Gracias —Darya no sabía ni qué estaba diciendo, pero apreciaba mucho su ayuda—. Lo que no entiendo es cómo pudiste hacer eso.

—Llevo mucho tiempo acá.

—Lo sé, pero eres un Yellow, se supone que tus poderes son para curar personas. ¿Cómo es que puedes usar el fuego?

—Siento que haber sido allegado a Chiemi en el pasado, me hizo buscar una manera de entenderla. Por mucho tiempo, mientras Lina estaba viva, me reprimí a no usar mis poderes para más que para los encargos que me pedía Chiemi. Pero luego descubrí algo que esconden nuestros dones, solo que no sé si esté ligado a la maldición o siempre ha estado ahí.

—¿Y qué es? —Darya tenía esa ramita curiosa de su padre.

—Podemos desarrollar más de un don. Lleva tiempo, pero no es imposible, siento que antes de la maldición las personas se limitaban mucho a su don de nacimiento y no veían más allá. Ahora, gracias a ella pueden desarrollar nuevas habilidades, como tú que sueles plantar, ¿no?

—Sí, pero nunca he utilizado mis poderes para eso. Siempre he hecho todo con mis propias manos.

Darya recordaba muy bien las veces que Azami tomaba su distancia, y le daba indicaciones para cultivar y cuidar sus plantas.

—Dices eso porque no lo has intentado.

Zack hablaba con un tono juguetón que la desafiaba, como haciéndola dudar de su propio don. Darya estaba asombrada por lo que él intentaba mostrarle, y él continuó hablando.

—Antes no sabías que podías implantar y borrar recuerdos. Quién sabe, quizás también puedes hacer florecer árboles o quemarlos, no lo has intentado. Pero bueno, comencemos a limpiar antes de que llegue la chica.

Dicho esto, comenzó a sacar fotos de un cajón y a quemar una parte de ellas, una tras otra, y como si fuera poco, a medida que iba agrupando un montoncito de fotos quemadas, iba restaurándolas con agua, haciendo quedar solo a aquella chica en ellas, sin rastro de ninguno de sus padres.

—Si también puedes usar el poder del agua para restaurar cosas, ¿qué hago yo aquí? —preguntó Darya.

—Se supone que es tu encargo —le respondió Zack—. Además, no me gusta estar solo —agregó.

Continuaron con el encargo, borrando cualquier indicio de que aquella mujer hubiese vivido en esa casa, o incluso existido. Un sentimiento de tristeza inundaba a Darya, no podía imaginar cómo podría sentirse aquella chica si supiera que acababa de perder a su madre, tan solo un día después de perder a su padre también. A partir de ese momento, no habría nadie más en esa casa, solo ella. En situaciones como esas, Darya se debatía entre la idea de si era mejor olvidar o vivir con esa carga.

Por un momento, Darya sintió como conectaban dos puntos en su mente, dándole una nueva perspectiva. Se dio cuenta de que era así como surgían tantos abandonados, no era del todo como pensaban, no todos los padres los abandonaban y seguían con su vida. La maldición había creado una barrera que los separaba, impidiendo que los hijos recordaran a sus padres, incluso si habían compartido años de vida juntos.

Un dolor punzante en el corazón la entristeció aún más, pues se dio cuenta de que estaba contribuyendo a esa causa cada día que seguía ahí. Sin lugar a dudas, Darya estaba decidida a hacer todo lo necesario para poner fin a esa situación. Debía completar rápidamente ese encargo y hablar con Maia para involucrarse en su investigación lo antes posible.

Cuando terminaron de limpiar cada rastro de la mujer en aquella casa, se sentaron en el mismo sillón en que la chica se había sentado a descansar cuando Darya tomó ventaja de su debilidad para arrancar los recuerdos de su padre. Todo le recordaba al día anterior, y se preguntó si así sería para siempre, si el peso de los recuerdos que arrancaría la perseguirían hasta el final...

Pero no, se negaba a aceptar que esa sería su vida. Se esforzaba en mantenerse enfocada en el hecho de que todo acabaría pronto. Recordando que en ese preciso momento, mientras ella cumplía su encargo junto a Zack, Maia estaba trabajando en un plan con los Grays para poner fin a la maldición.

La esperanza la impulsaba a seguir adelante, ya que creía firmemente que un futuro mejor estaba en camino. Sabía que no estaba sola en su sueño loco de escapar de ahí, y eso le daba confianza en que podrían lograrlo.

—Oye —lo escuchó decir, sacándola de su ensimismamiento.

Zack puso su mano sobre la suya.

—Deja de temblar, todo saldrá bien.

—Gracias.

Ambos escucharon un sonido similar a un suspiro de asombro, cuando la chica se asomó por el hueco que había dejado la puerta, que se reducía a cenizas en el piso. Darya y Zack se levantaron del sillón, sabiendo que era momento de acabar con aquello.

—¿Vas a hacerlo tú? —le preguntó Darya.

—No, no estoy seguro de qué es, pero algo me dice que esto debes hacerlo tú misma. Además, debes practicar.

—Está bien —aceptó ella.

Se acercó a la chica, examinando la zona con la mirada mientras caminaba hacia ella, no quería que se hiciera daño al caer. Darya no era una experta en el tema, pero no había que serlo para imaginarse que dos borradas de memoria en menos de dos días podría dejarla inconsciente durante un tiempo considerable.

Darya se fijó en que la chica se veía bastante feliz, había algo raro en ella, ¿qué podría haber pasado para que se viera así de feliz, sabiendo que su mamá acababa de desaparecer? ¿O es que ella no sabía qué había pasado?

Decidió no prestarle más atención a ese pensamiento y se concentró en lo que tenía que hacer Esperó a que la chica se adentrara un poco más a la casa, su mirada se posó en la fotografía de la pared, donde ahora solo posaba ella sonriente, aunque se veía bastante solitaria en aquel cuadro. Darya se entristeció al pensar en que así sería la vida de aquella chica a partir de ese día...

Con una señal de Zack, Darya comprendió que era momento de comenzar, dado que estaban cerca del sillón donde podría recostar a la chica después de completar el encargo. Así que Darya levantó sus brazos hacia su cabeza e imaginó cómo buscaba entre sus recuerdos, todos aquellos que pudiesen incluir a su madre.

Era extraño, no sabía si era porque no estaba Maia ahí para darle indicaciones, o si había empezado el proceso mal. Pero aunque imaginó cómo el agua borraba sus recuerdos, no encontraba nada que borrar. Por alguna razón, ella ya no tenía recuerdos de su madre, era como si alguien hubiese venido antes a completar el encargo.

—No hay nada —le informó a Zack con un hilito de voz.

Después, sintió cómo algo se deslizaba entre sus dedos y las ondas de agua que antes surgían de ella, ahora fluían en dirección contraria, desde la chica. Darya sintió como un recuerdo la invadía, nublándole la vista y transportando sus pensamientos a otro lado.

Pudo observar ese mismo lugar, estaba en el recibidor de la casa de aquella chica. Aunque parecía un recuerdo, Darya no sabía de quién era. En él, podía ver que la chica se encontraba sola en casa, dormida sobre la mesa, como si alguien acabara de borrar sus recuerdos.

En ese preciso momento, Darya escuchó cómo alguien tocaba la puerta y llamaba, no tenía ninguna duda de quién podía ser. Se quedó paralizada, y en ese momento, Darya supo exactamente qué había pasado.

De su propia figura surgió Chiemi, traspasándola como a un fantasma. Hasta ahora, ese había sido su recuerdo, y Darya había estado viendo todo desde los ojos de Chiemi. Sin embargo, ya que Darya se quedó ahí de pie, sin reaccionar, pudo ver a Chiemi caminar hacia la puerta y sonreír al adivinar quién era la persona que estaba tocando. Darya la vio poner sus manos en dirección a la puerta y una ráfaga de viento hizo que se abriera.

Darya había acertado, era él. Al ver a Eamon de pie junto a la puerta, contuvo las lágrimas por instinto. Llevaba su pelo verde alborotado, seguramente por correr, algo que también se notaba en lo rojo de sus mejillas. ¿Por qué venía con tanta prisa? Darya recordaba haber estado ahí el día anterior, hurgando entre los recuerdos de la chica Purple, y definitivamente Eamon no era uno de ellos.

Darya quiso gritar, sabía que él no podía verla, pero no estaba segura de si Chiemi tampoco podía verla al tratarse de un recuerdo. Se mantuvo quieta, sentía el peligro de mostrar debilidad ante él con Chiemi cerca, aunque no estuviera segura de si podía verla.

—Hola, ¿hay alguien en casa? —pronunció Eamon en voz alta.

Al ver que nadie contestaba, él siguió adelante. Su vista se enfocó también en la fotografía, que en ese momento albergaba a la chica junto a su madre. Él levantó un afiche que tenía en su mano, y lo observó mientras lo comparaba con el cuadro en la pared, aunque aquel señor ya no formaba parte del cuadro.

Darya pudo ver el afiche a lo lejos, se trataba del padre de aquella chica. No había sido necesario destruir todos los afiches porque aunque las demás personas supieran quién era él, si su familia lo negaba, no habría nada que hacer, y su familia no podría recordarlo aunque vieran su foto.

Eamon continuó avanzando por la casa y llegó a la cocina, donde la chica seguía dormida, apoyada en la mesa. Seguramente, él pensó que solo estaba descansando, así que fue directo al grano. 

—Hola... Escuché que alguien de su familia desapareció hace poco, estoy buscando a mi novia y quería saber si podía hacerte unas preguntas...

La chica, obviamente, no respondió. Pero escuchar aquellas palabras hizo brillar una luz de esperanza en el corazoncito de Darya. Era evidente que Eamon la estaba buscando, él sabía que ella estaba perdida, y había ido hasta ese lugar por ella. Darya no podía contener su felicidad al darse cuenta de eso.

Sin embargo, la felicidad de Darya se vio opacada, por lo que sucedió a continuación. Chiemi se acercó lentamente a la cocina, luego levantó sus manos hacia Eamon y Darya pudo ver cómo conectaba sus pensamientos a través del agua, que surgían de sus dedos. Imaginó a Chiemi arrancando todos sus recuerdos con juntos de su mente, y corrió hacia ella para intentar separarla de Eamon. Pero era imposible, sus manos los atravesaban, no podía alterar un recuerdo.

Darya rompió en llanto, obligada a observar cómo Chiemi borraba sus recuerdos con Eamon. Sabía que, a pesar de que la olvidara, debía buscarlo, tenía que ayudarlo a recordar. Darya era consciente de que podía implantar recuerdos, no sería tan difícil. Pero aquello, sin duda, los atrasaría en su búsqueda.

Chiemi dejó lentamente a Eamon en el piso y luego levantó su mirada hacia la chica, que ya estaba despertando.

—¡Amor! ¿Qué haces en el piso? —gritó ella, al despertar y verlo en el piso. Corrió hacia Eamon, tomando su cabeza entre sus brazos, él reaccionó, aunque se veía desorientado.

—Ámbar, cariño. ¿Qué pasó?

Darya sintió cómo su corazón se rompía, Se preguntó si Chiemi había implantado esos sentimientos en él o si existía la posibilidad de que él ya hubiese tenido a alguien más en su vida, incluso mientras estaba con ella. No podía creer que alguien más hubiera tomado su lugar en el corazón de Eamon. Se sintió destrozada.

El recuerdo acababa ahí, y poco a poco su vista fue regresando al plano real. Darya sintió cómo las lágrimas brotaban de sus ojos y su respiración se volvía agitada y descontrolada, haciendo que soltara a Ámbar, quien cayó en el sillón, inconsciente.

—Dary, ¿qué pasó?, ¿qué viste? —la interrogaba Zack, desesperado al verla en aquel estado. Se acercó a ella corriendo y la rodeó con sus brazos, esperando que se calmara y dejara de llorar. Sus sollozos eran cada vez más fuertes, lloraba desesperadamente.

Sentía que le habían arrebatado una parte de sí.

—Solo quiero salir de aquí —le respondió ella entre sollozos.

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