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Capítulo 35


Azami no podía creer que lo que estaba pasando. Salió apresuradamente del hospital, tratando de evitar a las enfermeras que le habían preguntado quién era Darya, como si esta hubiera dejado de existir. Internamente, se preguntaba cómo todo aquello era posible.

No podía creerlo.

Luego de salir del hospital, no pudo contener las lágrimas debido a la desesperación que la embargaba. Se sentía cada vez más perdida. Sabía que su padre estaba bien, para ella era más que claro que él estaba listo para volver a casa, pero esas enfermeras locas estaban convencidas de que había algo mal con él, y no iban a dejarlo salir.

En ese momento, solo podía contar con la ayuda de Eamon. Azami recordó que, esa misma mañana, él le había dicho que iría a buscar información sobre un caso de desaparición en el pueblo. Ella no estaba segura de si él ya estaría en casa, ya que era demasiado pronto. Sin embargo, de todas maneras decidió ir a esperarlo a su casa, porque no sabía qué más podía hacer.

Mientras se dirigía a la casa de Eamon, un recuerdo surgió en la mente de Azami: una de las enfermeras le había preguntado por otra persona antes de mencionar a Darya. ¿Quién era Maia? Se preguntaba quién era Maia y si realmente había sido alguien que su padre conoció durante su viaje. No recordaba haber escuchado ese nombre antes, no le resultaba familiar en absoluto. Azami planeaba preguntarle a Eamon si se trataba de alguien que trabajaba en algún departamento de los Sabios, al igual que su padre.

Mientras avanzaba, las lágrimas no dejaban de rodar por sus mejillas. Cada vez que recordaba haber visto a su padre en buen estado, algo que había anhelado durante semanas, la emoción se apoderaba de ella. Pero necesitaba su apoyo, necesitaba que él saliera de ahí, ¿si realmente estaba bien, por qué no se iba?, ¿por qué no pensaba en irse con sus hijas?, ¿a caso no podía sentir que faltaba una?

Esperaba tener que quedarse fuera de casa de Eamon un rato, mientras él regresaba de la investigación. Sin embargo, al llegar a su casa, notó que había alguien más con él. Azami pudo escuchar algunas risas desde afuera y se imaginó que tenía visitas, lo cual le pareció extraño, ya que no era común que Eamon tuviera visitas.

Azami era consciente de que la vida de Eamon se centraba principalmente en su familia y no en mucho más, pero al fin y al cabo, él era un comerciante que seguramente conocía a muchas personas en el pueblo. Por esta razón, decidió no darle demasiada importancia.

Limpió sus lágrimas y tocó la puerta, en respuesta, escuchó un sonido desde adentro, como si alguien se hubiera distraído y tropezado al escuchar el llamado. Después de unos segundos, Eamon asomó la cabeza por la puerta.

—¡Hola Zami! ¿Cómo está tu padre? —le preguntó él al verla, Azami no pudo evitar pensar en que había algo diferente en él, aunque no podía adivinar qué era.

—Está mejor, pero de eso quería hablarte. Tengo unas preguntas por hacerte. ¿Cómo te fue en...?

Mientras Azami hablaba, Eamon volteó hacia el interior de la casa y sonrió, lo que dejó claro que estaba en compañía de alguien más. Azami se preguntaba quién podría ser esa persona. Antes de que ella pudiera terminar de hablar, Eamon la interrumpió.

—Zami, ¿tiene que ser ahora? Estoy un poco ocupado, si quieres, más tarde puedo llamarte. —le dijo excusándose.

Aquello le hizo perder la poca paciencia que le quedaba, y sintió las lágrimas de vuelta en sus ojos, a punto de salir, pero esta vez por la rabia, ¿qué podía ser más importante?, ¿es que ahora tenía otra prioridad? Se esforzó por tomar aire para calmarse, y de esa manera intentar hacer que volviera en sí.

—Eamon, esto es importante, vengo del hospital. Las enfermeras no dejaron salir a mi padre porque dicen que está alucinando. Al parecer, él les habló de Darya, pero nadie allá la reconocía, me dijeron que no había registros de ella en el hospital. De todas maneras, creo que ella encontró una manera de contactarse con mi padre, si eso es verdad, sé que podremos rescatarla. Pero, ¿qué te dijeron los familiares del señor desaparecido? ¿Averiguaste algo?

Eamon la miraba con una expresión de extrañeza, como si no lograra comprender nada de lo que ella le estaba diciendo.

—Zami, ¿de qué estás hablando? —le preguntó.

—Me dijiste que ibas a ir a casa de una posible familia afectada, para ver si podíamos tener una pista.

Eamon se notaba confundido, pero a la misma vez ansioso por dejar la conversación y volver a lo que fuese que estuviese pasando ahí adentro. Su actitud enfadó aún más a Azami, no lograba comprender qué estaba ocurriendo ese día para que todos la trataran como si estuviera loca...

—¿Estás bien, Zami? Sé que tener a tu padre en el hospital debe ser difícil, pero ¿qué está pasando? No entiendo de qué me estás hablando, hablas de pistas, investigaciones ¿Para qué es todo eso?

—¡Para encontrar a Darya! No puedo creer que estés tan tranquilo, ¿no se supone que la amabas? ¿Dónde quedó todo eso?

—Disculpa, Azami. No sé de quién hablas.

En ese instante, Azami sintió cómo su esperanza se desmoronaba, junto con su corazón. Era difícil de creer, pero si aquello era realmente obra de la maldición, y estaba destruyendo los recuerdos de todos, temía que pronto también lo hiciera con los suyos. Necesitaba ayuda, y no sabía a quién más acudir que a Eamon. Debía hacerlo entrar en razón.

Antes de que pudiese hacer o decir cualquier cosa, observó a una chica de pelo púrpura asomarse junto a la puerta, detrás de él, susurrándole algo al oído que lo hizo sonreír. Azami sintió náuseas, no podía creer que él estuviese engañando a su hermana. No sabía qué decir, se había quedado totalmente muda, así que Eamon fue quien habló.

—Zami, espero que tu padre se mejore pronto. Te llamaré esta noche para ver que todo esté bien, si me disculpas.

Y cerró la puerta, dejándola ahí plantada. Mientras escuchaba risas y besos del otro lado, haciéndole sentir el estómago revuelto.

Azami estaba convencida de que todo esto era culpa de la maldición, no le quedaba ninguna duda al respecto. En ese momento, no le importaba saber de dónde había venido esa chica o si estaba en la vida de Eamon al mismo tiempo que su hermana. Lo que tenía claro eran las prioridades: necesitaba idear un plan antes de que la maldición acabara por arrebatarle también sus recuerdos. Esta vez se encontraba sola en esto, ya no quedaba nadie más a quien acudir. Era el momento de tomar acción por sí misma.

No quería escuchar más a Eamon y a aquella chica. Y decidió correr lejos de allí, intentando huir de algo que no sabía de qué forma vendría, consciente de que, tarde o temprano, la maldición la alcanzaría. No comprendía por qué había borrado los recuerdos de su padre y de Eamon primero, pero no quería saber qué pasaría si fuese la siguiente.

No sabía si debería regresar a su casa, ya que temía que estar en un lugar que solía frecuentar junto a su hermana la hiciera más susceptible a los efectos de la maldición. ¿Realmente había alguna manera de escapar?

Azami se dio cuenta de que, mirándolo desde cualquier ángulo, daba igual dónde estuviera. Tomando en cuenta de que su padre seguía en el hospital, y que Eamon no había estado en casa. No había un patrón claro que pudiera seguir, y sentía que no podía huir de algo que no sabía cómo podría alcanzarla.

O cuándo lo haría.

Azami dejó de correr por los senderos al sentir que sus pulmones se quedaban sin aire. Se encontraba mareada y exhausta. Era consciente de que si la maldición lograba alcanzarla, no habría vuelta atrás. Sería el final, ya no tendría la posibilidad de buscar a Darya, si no podía ni siquiera recordarla.

Con las manos en las rodillas, mientras tomaba un poco de aire y estabilizaba su respiración, sintió la brisa mover sus rizos y levantó la mirada. Se sorprendió al encontrar un hermoso campo lleno de flores. De todos los colores y tamaños, estas creaban un espectáculo cautivador. Aunque su mente estaba preocupada por la maldición y las dificultades que enfrentaba, la belleza del campo le brindó un breve respiro y un momento de paz en medio de la confusión y el temor que la rodeaban.

Al contemplar el campo de flores, un cálido sentimiento invadió el pecho de Azami. Siempre había amado las flores, y parte de esa conexión se debía a su linaje como una Rose. Pero también representaban algo más profundo: su relación con Darya. Ella misma le había enseñado a cultivarlas. Además, Darya solía decirle que ella le recordaba a una flor.

De inmediato lo supo, Azami no solía creer en las coincidencias, pero sabía que era una señal el haber encontrado aquel campo de flores en ese preciso momento, cuando sabía que sus recuerdos con Darya estaban en peligro. Sentía que todo estaba predestinado.

Encontraba irónico que aquello que más amaba en el mundo fuera a poner fin a su vida, pero sabía que aquel sería el final perfecto para ella. Estaba dispuesta a dar su vida por su hermana, y no estaba de más cumplir uno de sus más grandes sueños mientras lo hacía: Recostarse entre las flores mientras disfrutaba de la vista de las nubes al cruzar los cielos.

Se adentró entre aquel campo de flores, consciente de que iban a atraparla en el momento en que las tocara. Por eso, corrió entre ellas, sintiendo cómo algunas se adherían a su piel al rozarla. No necesitaba llegar muy lejos, solo asegurarse de que su cuerpo quedara rodeado por las flores, luego se recostó entre ellas, admirando el cielo azul sobre ella.

Pensó que el proceso sería doloroso, pero solo sintió como poco a poco las flores iban pegándose a su piel mientras la hacían brillar. Y se dedicó a disfrutar de la vista mientras ocurría, preguntándose cómo se había sentido Darya, y sintiéndose emocionada, imaginando volver a encontrarla.

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