Capítulo 33
Al cruzar el umbral hacia la cocina, Darya sintió una especie de déjà vu. No pudo evitar cerrar sus ojos y disfrutar el olor que venía de la comida que había preparado Maia, algo dentro de ella le decía que aquel era un olor conocido, pero no sabía de donde.
Zack y Maia siguieron jugando al entrar a la cocina. Se notaba que eran muy cercanos, él la ayudó a organizar los platos en la mesa, y luego, iba pasándole vasos para llenarlos con algo que Darya pensó que era limonada. Se sentía como en casa, creyó que no iba a volver a sentirse como parte de un hogar nunca más. Sin embargo, a pesar de todo, aquello le dolía, porque no esperaba reemplazar a su familia, los extrañaba mucho y quería volver con ellos.
Todos se sentaron a comer, y hablaron un poco sobre las cosas que les gustaba hacer cuando eran parte de los limitados. Darya descubrió que Zack tenía un hermano que se llamaba Cole, y Maia volvió a mencionar que estaba casada, aunque no mencionó el nombre de su esposo.
Darya aún sentía curiosidad por ambos casos, quería saber cómo ambos estaban tan tranquilos sabiendo que habían dejado personas atrás. Luego, recordó que Zack le había mencionado que no quedaba nadie con quien pudieran chantajearlo, así que Darya supo que no debía tocar ese tema. Se veían muy felices recordando viejos tiempos, y ella no quería estropear aquel momento.
A pesar de todo, Maia lucía exhausta, y al observar su rostro, Darya tenía la sensación de que había algo en ella que le resultaba familiar. Era como si la hubiera conocido durante toda su vida y pudiera percibir si algo la estaba agobiando, aunque no sabía exactamente qué era. Tal vez se trataba de algo que afectaba a Maia, o quizás era algo relacionado con Darya misma.
Se había mostrado muy hospitalaria y le había enseñado cómo debía hacer su trabajo, la estaba protegiendo y quizás esa nueva responsabilidad le pesaba. Darya no podía estar segura de que su suposición fuese cierta, pero de todas maneras no había que ser un gran detective para notar su cansancio y como para confirmárselo, Maia terminó de comer y se levantó de la mesa.
—Iré a recostarme, necesito descansar —les informó. Ambos asintieron, dejándola ir, pero antes de marcharse incluyó—. Les encargo los trastes. Y Zack, muéstrale a Darya dónde dormirá, también debe estar cansada.
—Está bien —le respondió él, y luego tomó la jarra de jugo para servirse un poco más. Volteó a mirar a Darya, como preguntándole si también quería más, ella asintió.
—Gracias —le dijo Darya, pasándole el vaso.
—No es nada, aprovecha. No todo el tiempo Maia está de buen humor.
—¿De verdad? —le preguntó Darya, se preguntaba si actuaba de esa manera para amortiguar un poco el hecho de que Darya había perdido a su familia recientemente. No pensaba que esta no sería la forma en que Maia actuaría siempre, y temió un poco por descubrir verdadera su personalidad.
—Sí, no me malinterpretes, no es que sea mala, no lo es. Tampoco va a echarte de acá, no te preocupes. Desde que nos conocimos, ella ha estado conmigo en buenas y malas, ha sido una gran amiga aun con la diferencia de edad. Y aunque yo ya estaba acá cuando ella llegó, siento que fue ella quien me adoptó a mí...
Darya se impresionó al ver que Zack estaba dispuesto a contarle más sobre su vida, lo cual le parecía muy interesante, porque podría revelarle más detalles sobre la vida de los liberados. Así que continuó con la conversación, atando cabos con lo que le había contado Maia antes.
—Recuerdo que ella mencionó que se liberó hace quince años, entonces ¿hace cuánto estás acá? —le preguntó Darya.
—Cuando la conocí, yo ya llevaba más de veinte años liberado. Ha pasado mucho, pero aún lo recuerdo muy bien. Ella no era como tú, era una investigadora y el hecho de haber descubierto a los liberados le fascinaba, tenía muchas preguntas y ahí estuve yo para ayudarla con cada una. Aunque pienso que a veces eso mismo la llega a frustrar, ha descubierto mucho, pero ya no tiene a nadie con quien compartirlo. No es como si esos hechos les importen a los liberados.
—¿Ya llevabas veinte años acá cuando ella apareció? ¿Qué edad tienes entonces?
Zack se rio ante aquello, porque sabía que seguía viéndose joven. Era imposible envejecer en aquel plano, siempre se mantenía igual sin importar qué hiciera o qué tipo de vida llevara. Sabía que había pasado mucho tiempo... Y se sentía como si hubiese vivido mucho. Por eso, la respuesta a aquella pregunta le causaba gracia.
—Tengo dieciocho años —le respondió. Zack era consciente de que no había dicho lo anterior en voz alta, así que Darya no sabía que su apariencia no cambiaría aunque pasara años ahí. Sin embargo, aunque ella seguramente se lo imaginara, no pudo faltar su cara de sorpresa.
—Eso no tiene sentido, Zack. ¿Cómo vas a tener dieciocho años si llevas más de veinte años acá?
—Lo dices suponiendo que Maia acaba de ser liberada, pero yo ya había estado veintidos años acá cuando ella llegó. En realidad, tengo muchos años más de los que te imaginas. Pero no te preocupes, aunque debería tener cincuenta y cinco años ahora mismo, sigo siendo el mismo. Mi apariencia nunca cambió, y yo tampoco lo hice.
—No lo puedo creer —le soltó Darya, le parecía increíble aquello.
Se sintió sofocada, sabía que mientras su familia vivía, ella seguía atrapada en aquella burbuja. Pero ahora lo sentía más real, veía materializado en Zack uno de sus grandes miedos: pasar muchos años atrapada ahí, sin poder hacer más que ver el tiempo pasar para sus seres queridos.
—Tranquila, sé qué estás pensando, no ha sido tan malo. Yo, a diferencia de ti, no lo hice por error, ni tampoco por curiosidad como Maia. Era una situación de vida o muerte, y tuve que elegir. Aunque salió de esta manera, hice mi sacrificio y no escogería nada más.
—¿A qué te refieres? —le preguntó Darya, curiosa de saber cómo se había liberado.
Zack se veía dispuesto a contarle sobre su pasado, Darya supuso que le sería difícil, pero él hablaba con una sonrisa en la boca, podía notar que se sentía orgulloso de lo que había hecho y eso le causaba mucha más curiosidad.
—Te contaré cómo ocurrió todo, ¿recuerdas que dije que era un enfermero?
—Sí, pero ahora que lo pienso, eso no tiene mucho sentido, eres un Yellow. A menos que... —Darya se imaginaba algo, pero no se atrevía a decirlo, creía que sería como insinuarle que era realmente viejo. Así que se limitó a preguntar con asombro, esperando que él supiera de qué hablaba—. ¿En serio?
—Sé que debes creer que soy un vejestorio. Pero sí, aquello fue antes de la maldición, supongo que siempre he tenido suerte de ser acogido por alguna mujer. Al parecer, despierto ese sentido materno. La esposa de uno de mis pacientes murió durante la plaga que dio inicio a la maldición, la misma que mató a mi hermano Cole, creo que no te lo había mencionado.
—Lo siento mucho —se apresuró a decir Darya.
Ya se imaginaba que escuchar sobre su historia traería partes tristes y difíciles, pero no esperaba que fuese tan rápido. Pese a haber mencionado la muerte de su hermano, Zack continuó con su relato, sin detenerse en ese detalle. Más bien, se centró en hablar sobre la mujer que lo había ayudado.
—Aquella mujer se llamaba Lina, ella estuvo conmigo cuando me enteré de que mi hermano estaba muerto, y aunque ella había perdido a su esposo y se encontraba esperando un bebé, no lo dudó y me ofreció vivir con ellos.
—Quizás necesitaba alguien en quien apoyarse, y quien mejor que alguien que había pasado por lo mismo —mencionó Darya.
—Eso fue exactamente lo que pensé, y me alegra que haya sido así. Luego de que la maldición cayó, me fue difícil no usar mi don para sus cuidados durante el embarazo, ella era como una madre para mí.
Una madre. Pensó Darya, aquella era una palabra muy vacía para ella, no sabía qué podía significar para los demás. Nunca supo nada de su madre, su padre no la mencionaba nunca, y ni ella, ni Azami se atrevían a preguntar.
De todas maneras, le parecía muy tierno escuchar ese tipo de anécdotas de alguien más. Mientras reflexionaba sobre ese detalle, Darya recordó a alguien que consideraba que había cubierto ese vacío para ella y su hermana. Además, daba la casualidad de que compartían el mismo nombre, y se lo mencionó a Zack.
—Ella debió haber sido muy buena. Mi abuela también se llamaba Lina, y era un amor.
—Lo imagino —comentó Zack—. Cuando estaba con ella, yo sentía un poco de lástima por Cole. Mi hermano y yo éramos niños abandonados, nunca conocimos a nuestros padres, y no sabíamos lo que era una madre. Me hubiese gustado que pudiera sentirlo antes de morir.
Había tantas cosas en Zack que le recordaban a ella, y a su familia. De todas maneras, había muchas otras cosas que no podía comparar. Darya no podía creer que él había sido un niño abandonado. Sin duda, había tenido una infancia muy difícil, y ahora estaba condenado a vivir por siempre su adolescencia.
—Sé cómo te sientes —intentó apoyarlo Darya—. O al menos, lo imagino. Tengo una hermana también, su nombre es Azami, y siempre nos hemos cuidado la una a la otra. No puedo imaginar lo difícil que debió ser para ti contenerte de cuidar a Lina en su embarazo.
Finalmente, Darya había descubierto que los Yellow no lo tenían tan fácil como ella siempre había pensado. Zack le hacía ver lo díficil que había sido para él no usar su don cuando más lo necesitaba.
—Aunque no podía cuidarla, siempre le di indicaciones de cosas que ella misma podía hacer. Era nuestra manera de romper las reglas, en fin, yo no estaba haciendo nada, solo le decía qué debía hacer.
—Eso me suena muy conocido, mi hermana y yo hacemos exactamente lo mismo.
Zack se rio y curiosamente, agregó.
—Tenemos mucho en común.
Darya agradecía que aquella no fuera una charla tensa, era muy espontánea. Él se estaba abriendo a ella. Darya se preguntó si Zack no tenía oportunidad de hablar con alguien de su edad muy a menudo. Él era alguien muy agradable, y ella se preguntaba si todas las vivencias que había tenido durante los años tenían algo que ver.
—En fin, —él retomó su relato—. Lina y yo llevábamos una buena vida. Ella me ayudaba a realizar obras benéficas para los niños en el refugio, y yo había conseguido otro trabajo para ayudarla con las cosas del hogar, y asegurarme de que no tuviese que trabajar durante su embarazo.
—Qué tierno —le reconoció Darya.
—Gracias, de verdad ella significaba mucho para mí, estaba seguro de que yo podía hacer cualquier cosa por ella, y de eso no me quedó duda. Ambos estábamos muy emocionados por la llegada del bebé, y ya hasta habíamos pensado en algunos nombres.
A Darya le causaba mucha ternura ver ese lado sentimental de Zack, y lo escuchaba atentamente.
—A Lina le gustaba la idea de llamarlo Cole, era el nombre de mi hermano y también tenía parte del nombre del padre del bebé, Kile. Me parecía muy emotivo, aunque sabía que quizás se me haría raro llamar al niño por el nombre de mi hermano. Además, no estábamos seguros de que era niño, solo lo suponíamos. El día que me lo dijo, le conté que toda mi vida había soñado con tener una familia y nombrar a mi primer hijo Hugo.
Los ojos de Darya no se apartaban de su mirada. Escucharlo hablar de las personas que amaba lo transportaba años atrás, y ella sentía que era capaz de observar su historia a través de sus ojos en aquel momento. Y era muy nostálgico pensar en que quizás aquel era un sueño que jamás se podría lograr, se limitó a escuchar, estaba muy atrapada por su narración.
—Habíamos previsto que el bebé llegaría pronto. Era difícil ponerse en contacto con un doctor confiable en aquel entonces, ya que los Yellow nos vimos obligados a dejar el hospital. Así que no había nadie experimentado al que pudiéramos recurrir. Íbamos a dejar todo en manos de un señor que llevaba apenas unas semanas atendiendo la sala de partos, era el único que se atrevía a aquello, los demás también habían abandonado después de varios intentos, era todo un caos.
—No me digas que... —le dijo Darya, imaginando por donde iba la cosa.
—Era una noche lluviosa cuando el bebé decidió salir y llamamos al hospital, ya que, normalmente, en esos casos enviaban a alguien a la casa. Pero resultó que aquel señor que estaba a cargo de los partos era un Blue, y no podía salir del hospital. Estábamos demasiado lejos para llegar y no teníamos a nadie que nos llevara.
Darya se ponía la mano en la frente, por la gran impresión que estaba sintiendo con aquel relato.
—En aquel momento, tuve que tomar una decisión. No quería dejar a Lina sola con su bebé, ella me dijo que le diera indicaciones, como siempre, pero ella no era capaz de pensar con el dolor de las contracciones. No pude más, y la recosté, busqué todo lo que necesitaba en la casa, y la ayudé durante el parto. Ella estuvo todo el proceso llorando por mí, yo le decía que no pasaba nada, para que se calmara y se concentrara en tener al bebé.
—¿Y por qué la maldición no hacía nada durante el proceso?
Darya se preguntaba si la maldición se tomaba un tiempo en surtir efecto, e intentaba recordar cuánto tiempo había tomado para ver la luz surgir desde su piel.
—Supongo que es un vacío legal, así como cuando los Blue rozan el agua para limpiarse, la maldición solo se los lleva si se sumergen en ella. En realidad, en aquel momento, me sorprendía que aunque pasaba el tiempo, yo seguía ahí ayudándola. No moría, así que le aseguraba que todo estaba bien.
Aquello tenía mucho más sentido. Aunque Darya había observado a Zack contar la historia muy orgullosamente y feliz hasta ahora, pudo notar cómo se rompía su voz al decir aquello último y lo tomó de la mano sobre la mesa, dándole a entender que estaba bien si quería parar, pero él siguió.
—Tranquila, estoy bien. Créeme que no lo hubiese hecho si no hubiese sido necesario, pero valió la pena y no me arrepiento de nada. Sé que hubo un momento en que ella llegó a creerse que todo estaba bien y habíamos burlado la maldición. Cuando escuchamos el llanto del bebé, ella me dijo «¡Lo hicimos!». Y yo me apresuré a pasarle el bebé y cortar el cordón rápidamente, porque había empezado a sentir un hormigueo por todo el cuerpo.
La tristeza invadió a Darya mientras se imaginaba esa escena, con Lina llena de ilusiones, pensando que finalmente tendría a su bebé y a Zack juntos.
—Recuerdo verla con el bebé en los brazos, mientras yo observaba cómo mi cuerpo brillaba, ella me miraba sin poder asimilarlo. Y en ese momento, ambos supimos que era el fin. Yo estaba feliz viéndola con su bebé, y quise aprovechar el momento para despedirme, antes de que dejara de verme. Pero todo fue demasiado rápido, aunque ella alcanzó a decirme «me alegra que hayas podido conocer a Hugo». Y luego, desaparecí.
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