2.
Jimin observaba con ojos brillosos las calles de Seúl. No podía creer que por fin estaba allí. Las calles perfectamente cuidadas, los edificios tecnológicos y la sonrisa de las personas hacían que el mismo no pudiera parar de sonreír.
No tenía una gran cantidad de dinero ni contaba con la seguridad de conseguir un empleo enseguida, así que decidió buscar el hotel más barato que pudiera encontrar. Halló uno cerca del centro, dudaba que la calidad del mismo llegara a una estrella. Pero no podía ponerse quisquilloso, tenía una cama, un armario viejo, una diminuta mesa con su silla, una mesita de luz y un pequeño baño, los cuales eran suficientes para él.
Corrió las cortinas de la pequeña ventana que tenía el cuarto permitiendo que entré un poco de luz de la calle. Sacó el sobre donde había guardado todo el dinero que tenía, guardó un par de billetes en su gastada billetera y el resto lo guardó en una bolsa plástica que oculto dentro de la mochila del inodoro en el baño.
Terminó de acomodar su ropa y desenvolvió la foto con su madre. En ella se podía ver a un pequeño Jimin siendo abrazado por una hermosa mujer. Acarició el rostro de su madre con su dedo con una sonrisa en su rostro. A su padre no lo conocía, cuando su madre le dijo que estaba embarazada la abandonó, por lo que su ella lo era todo para él. Tal vez, nunca tuvieron lujos pero su infancia fue la más hermosa de todas gracias a ella. Buscó el mejor lugar donde colocar la imagen dejándola sobre la mesita de luz al costado de la cama y luego se permitió descansar un poco.
Recordó que había tomado una pequeña postal con la foto del hotel en la recepción que quería enviarle a Loretta, así que dibujó en ella una flecha sobre el piso siete señalando la ventana del cuarto donde se encontraba. Junto al dibujo escribió “aquí estoy yo”. Dio vuelta la postal para empezar a escribir pero recordó a su viejo jefe, sabía que si él llegará a enterarse donde estaba vendría a buscarlo, por lo que decidió romper la tarjeta y la desechó tirándola por la ventana.
Observó los pequeños pedazos que volaban lento gracias a la brisa que golpeaba su rostro. Miró por última vez la vista que le ofrecía su pequeña ventana de la maravillosa ciudad y decidió acostarse porque sabía que mañana mismo debería salir a buscar trabajo.
Temprano en la mañana luego de comprarse un café y un diario para ver los clasificados, empezó a recorrer las calles de Seúl. Uno a uno fue visitando los lugares que buscaban bailarines o cantantes, pero en ninguna de las entrevistas le fue bien. En algunos lugares buscaban sólo mujeres, en otros no daba con el perfil que buscaban o en otros lugares el mismo Jimin no se sentía cómodo con el puesto que ofrecían. Así pasó todo el día, de entrevista a entrevista.
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