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tres

El silencio se hizo presente ni bien arrancó a conducir por las calles de Londres. Rosé estaba conduciendo bastante rápido, sumida en sus pensamientos.

¿Qué hacía Jennie ahí? ¿Por qué estaba en medio de la acera con ese infernal frío? ¿Cómo podía alguien hacerle eso a una persona? Aunque ella no fuese su alfa, en su interior sentía que era incluso su culpa. Un cóctel de emociones trabajaba en su interior, sin prestar atención a la frágil y pequeña omega a su lado.

Dentro del coche, el calor se concentraba gracias a la calefacción, pero Jennie no se había quitado el abrigo que le había dado la alfa, en cambio se aferraba con más fuerza y se hacía más chiquita sobre el asiento de cuero. Pensaba en qué sería de ella, y el por qué su omega se alegró al percibir a la alfa, y más por qué permitió que la llevase de ese lugar.

Giró a penas el rostro, para encontrar una expresión tensa en la mayor. Un par de ojos marrones, que rugían con fiereza. Un poco se sintió intimidada, e inconsciente se le escapó un gemido lastimero gracias al fuerte aroma que desprendía la alfa. Su omega interna se desesperaba por calmarla, era su puro instinto, por hacer algo, pero el miedo la estaba paralizado.

Inconsciente empezó a temblar, pero no de frío.

Rosé frunció el ceño, dándose cuenta del cambio que nació en el ambiente y del aroma que ella misma estaba desprendiendo, puras feromonas de enojo. Miró de reojo a la omega, la expresión de miedo la paralizó un poco. Y se odió a sí misma. Mordió la parte interna de sus cachetes con fuerza, hasta que sintió el sabor metálico invadir su cavidad bucal.

Tragó, tratando de respirar calmada.

Inspiró, y sintió el olor que omega desprendía. Tenía miedo. Le dolió generar eso en la joven, le dolió y no sabía a qué se debía.

Disminuyó la velocidad. Buscó un lugar para estacionar, y se ubicó ahí. Intentó tranquilizar a su alfa interior que quería calmar a la omega, había oído el sonido lastimero que había hecho y todo se había desatado en su interior. Quería tranquilizar a la pequeña omega, quería marcarla con su aroma para que se sintiera mejor, pero no se animó a hacerlo. Quería lamer su cuello, tan mal. Eran tantas las ganas que tenía de hacerla sentir bien. Pero ese no era su lugar, lastimosamente pensó.

Los alfas hacían eso con sus omegas. Lanzaban sus feromonas para que se tranquilicen, besaban su cuello justo donde se encontraba la glándula que producía las feromonas y dónde se intensifica su esencia, o besar justo la base donde iban las marcas del lazo.

Pero Rosé no era su alfa. Jennie no era su omega, y no podía estar teniendo esos deseos increíbles de hacerlo, porque no debía. Porque dejar salir su lado más animal iba a significar asustar a la chica más de lo que ya estaba y eso no se lo podía permitir.

El coche quedó en marcha y ellas en silencio, Lisa no sabía si buscar la mirada de Jennie. Un silencio que perduró hasta que, al fin, Rosé giró sobre sí misma, despacio y con cuidado de no alarmar a la omega. El cuero debajo de su ropa rechina con el movimiento. Se enfrentó a una hermosa joven, con un profundo café en sus ojos y los labios no tan pálidos como lo había visto hace tan solo unos minutos. Un suave rosa cherry lo enmarcaba.

ㅡNo te asustes, omega. Por favor ㅡpidió, con voz suave y calmada. Buscó la mirada de la menor, intensamente escudriñando su bello rostro y la encontró, sonriendo cálido. Jennie logró destensar sus hombros. Tan solo un poco.

ㅡTu olor. Estás enojada, alfa ㅡsusurró la chica, cohibida, estrujando sus propias manos, buscando algo que hacer con ellas. El aroma de la mayor la había mareado un poco.

ㅡPerdón por eso, omega ㅡsusurró la alfa. ㅡNo es contigo. Te lo aseguro, Jennie ㅡprometió. Jennie sonrió chiquito, y uno pequeños hoyuelos se dibujaron en los lados de su rostro, haciendo que sea más angelical y más niña de lo que ya era.

Rosé quería morir en ese momento por la ternura que le generaba.

ㅡNo quería molestarte. Si quieres, me quedo por aquí y-

ㅡ¡No, no! ㅡSe apresuró a decir la alfa, inconsciente tomando las prominentes manos de la omega. Jennie se paralizó. ㅡNo me encuentro así por ti, es que... es que me enojó que alguien descuide una dulce omega como tú ㅡse sinceró, acariciando la piel suave de la omega. ㅡNo lo mereces.

ㅡEstoy bien, no me pasa nada ㅡintentó que su voz saliera lo más clara posible, evitando que se notara el nudo que tenía en la garganta. ㅡEn s-serio...

ㅡEstá bien, está bien. Por favor, tranquila. No te va a suceder nada ㅡle dijo. Miró a sus ojos, intentando leer los cientos de secretos que se ocultaban detrás de esos hermosos cafés. ㅡPero, ¿me permites que te ayude?

ㅡ¿Por qué me quieres ayudar, Rosé? ㅡPreguntó, con cautela. A pesar de lo que exigía su omega, no podía confiar en aquella extraña ciegamente.

La alfa se sorprendía todavía de que se acordara de su nombre. Todavía seguía sosteniendo sus delicadas manos, tibias ahora.

ㅡ¿Debe haber un por qué? Digo, solamente quiero hacerlo Jennie, no te voy a hacer daño. Solo... déjame que te ayude, ¿sí? ㅡSentía esas ganas de ayudarla, tantas que le carcomía. Quería ver y velar por ella.

La omega asintió, despacio. Quitó la vista de los ojos de la alfa y miró delante, desprendiendo sus manos de las de la mayor. Acomodó el cabello detrás de su oreja. Suspiró.

¿Tenía otra opción?

···

Abrió sus ojos, grande. El edificio que estaba frente a su vista era realmente inmenso. Rosé entró a la cochera privada del lugar, y ambas bajaron. La alfa la guio hasta un ascensor a uno de los costados, y Jennie la seguía detrás suyo, admirando, sacando una tarjeta activó la puerta y ambas entraron.

Rosé la sostuvo a penas por la cintura cuando tropezó con sus propios pies. La alfa le sonrió suave, y el corazón de la omega bombeo con fuerza. Sentía la pesada mano ahí, como si la sostuviera a la tierra.

Observó. El lugar era todo dorado, con pisos blancos y espejos a su alrededor. Rosé le dedicó una mirada cálida que la tranquilizó, aún más.

Habían conducido por un tiempo, hasta que la alfa estacionó frente a una gran cafetería, y pidió que la omega la esperara mientras iba por algo que desayunar. Internamente se lo agradeció, tenía mucha hambre y bastante vergüenza para admitirlo en voz alta.

La alfa había vuelto con dos vasos grandes humeantes, uno que contenía café y otro de chocolate junto con una bolsa con donas y demás masas, su dulce aroma había hecho rugir el estómago de la menor. Rosé sonrió, parecía haber oído, Jennie quería desaparecer. La invitó a comer sin esperarla a ella, porque ya había desayunado más temprano y sólo necesitaba un café para combatir el frío.

Jennie comió prácticamente todo lo que había en la bolsa de papel, y un sentimiento de culpa y vergüenza le asaltó, pero Rosé solamente se dedicó a sonreírle. Satisfecha.

Cuando las puertas se abrieron, dio entrada a un penthouse. Lujo gritaba por doquier.

ㅡPasa, por favor ㅡsusurró la alfa, viendo que la castaña se quedaba estática en la entrada. Jennie dio pasos titubeantes y miró hacia todos lados. Había visto lugares así, pero no tan hermosos.

Calidez por dónde mirara. Colores pasteles, alfombras y ventas que daban a la gran ciudad. Brillo por todos lados, muebles y electrodomésticos.

ㅡEs hermoso aquí ㅡcomentó, mirando el juego de sillones frente al gran televisor. Se sorprendió por el gran ventanal hacia la ciudad.

Donde vivía en el lugar que Jung-su le daba, tenía lo justo y necesario. No pasaba frío ni hambre, pero esto era otro nivel. Absolutamente.

Un fuerte dolor le dio en pecho al pensar en todo lo que había sucedido en el último mes, e inclusive esa misma mañana. Empujó esos sentimientos detrás, al fondo de su mente. No quería recordar.

Ahora no tenía dónde ir, y le dolía tanto tener que admitir eso. Estaba ahí, aceptando caridad de una alfa que no conocía, de la que no sabía más que su nombre y de la que tampoco podía depender. Quería no hacerle caso a su omega.

Jennie debía buscar un lugar propio para ella y su cachorro. Nadie, ningún alfa decente la querría con una cría que no fuera suya, ni por más bueno que fuera. Era consciente de eso.

Pronto debería irse, se dijo a sí misma para no acostumbrarse a ese lugar al que no pertenecía.

ㅡGracias, omega ㅡrespondió la alfa, sonriente. ㅡNo lo uso tanto. Lo decore yo misma, y me gusta un poco ㅡadmitió, un tanto avergonzada. Sus palmas sudaban, nunca antes le había sucedido.

ㅡSe te da muy bien ㅡtragó sus pensamientos y dolores personales para después. Más tarde vería dónde pasar la noche. Intentó esbozar una sonrisa. ㅡ¿Por qué no lo usas? ㅡSe sorprendió. Si ella tuviera un lugar como ese, sin dudas no saldría de adentro.

ㅡLo uso para mis celos ㅡmurmuró. Rosé fue a la cocina a preparar un té y por inercia y para no estar sola, Jennie la siguió, despacito y como si estuviera invadiendo el lugar.

ㅡAh ㅡsusurró. Algo hizo peso en ella con esa declaración.

ㅡSí, así nadie escucha mi sufrimiento ㅡse encogió de hombros. Jennie frunció el ceño.

ㅡ¿Lo pasas sola? ㅡSe sorprendió.

ㅡSí, sola ㅡcontestó, calentando agua y buscando en los estantes algo para acompañar. ㅡUn beta siempre me acompaña, para no sufrir deshidratación, pero nada más. Alguna vez mi madre está aquí, pero pocas.

Esa revelación la sorprendió. ¿Cómo una alfa tan, aparentemente, poderosa pasaba sola sus celos? ¿Qué estaba pasando con el mundo?

ㅡ¿Eres decoradora de interiores o algo por el estilo? ㅡCambió de tema. No debía meterse en los asuntos privados de la alfa. Si elegía pasar sola, por algo debía ser.

Rosé abrió los ojos, dejando un paquete de galletitas junto a la pila de té en hebras.

ㅡ¿Yo? ㅡPreguntó, riendo entre dientes. ㅡNo, no, para nada de eso. Trabajo en la empresa de mi padre.

ㅡPerdón, no sabía ㅡse disculpó.

ㅡNo pasa nada, no tienes por qué ㅡaseguró, relajada. ㅡ¿Quieres sentarte en la mesa? Llevo el té y algo para comer. ¿Te gusta el té no? Perdón, ni siquiera te he preguntado ㅡdijo de repente, como si hubiera hecho algo malo.

Ahora era Jennie quien se reía.

ㅡMe gusta el té ㅡdijo, aunque no era del todo cierto. Prefería el chocolate, pero no sé sentía correcto pedirlo. Dirigió sus pasos hacía el living y con tanto cuidado, como si fuera a romper algo, corrió la silla y se sentó en ella.

Rosé apareció con una bandeja minutos después. Se había sacado su saco, y estaba solo en camisa. Jennie había hecho lo mismo. Dentro hacía calor, contrastando completamente con el crudo exterior.

ㅡ¿Estás bien, omega? ㅡPreguntó la alfa, sentándose frente suyo. Jennie asintió, algo avergonzada aún. Rosé se le quedó observado unos segundos.

Extendió el tapado que Rosé le había prestado.

ㅡGracias. Es muy calentito ㅡaseguró. Rosé murió de ternura.

ㅡEs tuyo, te lo regalo Jennie ㅡsonrió la alfa. La menor coloreó sus cachetes. Rosé pensó que se veía como una hermosa bebé.

ㅡNo. No hace falta, por favor ㅡvolvió a pasárselo. Rosé gruñó bajo.

ㅡPor favor, tú lo necesitas más que yo. Te lo regalo, hace mucho frío y de seguro te vendrá muy bien ㅡJennie asintió, y lo colocó detrás de la silla.

ㅡMuchas gracias, no hacía falta la molestia alfa ㅡmurmuró. La taza de té frente suyo estaba caliente y humeante. Cubrió con sus manos, y sintió la temperatura.

ㅡSé que no, y no es una molestia. Me gusta poder dártelo ㅡcomentó la alfa, dando un pequeño sorbo a su propia taza. ㅡCome, por favor.

Jennie lo hizo, aunque con un poco de vergüenza.

ㅡGracias... hmm por todo esto ㅡsusurró la menor. ㅡNo tengo como pagarlo ㅡse lamentó.

ㅡOh, por favor, Jennie, no te estoy cobrando. Me gusta ayudarte, en serio ㅡJennie se relajó. ㅡ¿Puedo preguntar qué edad tienes?

ㅡYa lo estás haciendo ㅡrio la menor.

ㅡCierto, cierto ㅡtambién rio la alfa.

ㅡCumplo 20 el 1 de febrero ㅡcomentó. Faltaba menos de una semana para eso. ㅡ¿Y tú, alfa?

ㅡCumplí 25 el día que nos conocimos ㅡdijo la mayor. La pequeña castaña pareció sorprendida.

ㅡ¿Ese día fue tu cumpleaños? ㅡPreguntó incrédula.

Rosé asintió.

ㅡAsí es omega. Ese día era mi cumpleaños.

Cuando Jennie iba a dar el siguiente sorbo, sintió algo revólver en su estómago y en con un acto reflejo se cubrió la boca. Empezó a tener ganas de vomitar.

Rosé la miró extrañada por un segundo, hasta que captó la situación. Rápidamente se levantó y ayudó a pararse a la omega, y la dirigió al baño, que estaba solo a unos pasos.

Jennie entró corriendo, con la mano cubriendo su boca y otra en su estómago. Ni bien llegó hasta el inodoro, vomitó todo lo que había comido y bebido. Rosé se asustó en demasía.

Corrió el cabello de la omega, mientras esta se recuperaba del espasmo. Estaba de rodillas, en el frío piso blanco, en un baño ajeno, vomitando mientras una alfa le acariciaba la espalda en modo de consuelo.

Sentía que no le quedaba más dignidad que perder.

Se repuso enseguida, esto le venía pasando hace un tiempo y ya no le sorprendía.

ㅡ¿Te sientes mejor? ㅡConsultó la mayor, una vez se había lavado los dientes con un cepillo nuevo que la alfa sacó de algún lugar. ㅡ¿Llamó a un médico Jennie? Dime, por favor.

ㅡNo, no ㅡse apresuró a decir. ㅡSeguro es algo que comí. Me cayó pesado, pero estoy bien en serio ㅡaseguró. No podía decirle la verdad de lo que le pasaba. ㅡMe tengo que ir, Rosé ㅡafirmó, buscando la salida.

Rosé se quedó estática un momento, antes de salir detrás de la omega.

ㅡ¡Espera, omega! ㅡGritó, saliendo al pasillo. ㅡEspera Jennie ㅡcasi rogó. Su alfa interna rugía por calmar a la omega. ㅡ¿Dónde irás? ㅡPreguntó, cuando la alcanzó cerca de la puerta, ni siquiera llevaba el abrigo que le regaló.

ㅡA cualquier lado, Rosé ㅡdesvió su mirada de la de la alfa.

ㅡ¿Tienes dónde pasar la noche? Jennie, mírame por favor ㅡtomó suavemente el rostro de la menor, y conecto sus miradas. Azul consumiendo la noche.

Jennie negó.

ㅡNo importa ㅡse encogió de hombros. ㅡIré a algún lugar.

ㅡQuédate ㅡel pedido salió sin permiso alguno. Jennie la estudió unos segundos. Rosé hizo lo mismo.

ㅡ¿Qué? ㅡPreguntó, como si no hubiera escuchado el pedido de la alfa.

Rosé se alejó un poco, mirándola fijamente. Intentó buscar las palabras en su mente, miró de un lado a otro. La esbelta figura de Jennie estaba frente suyo, cruzada de brazos justo en su vientre, su mirada sobre ella, su cabello cayendo con gracia y sus mejillas coloradas.

ㅡQue te quedes ㅡsu voz era suave, pero su mirada se había vuelto intensa. Su olor también. ㅡQuédate. Aquí nadie te va a molestar. Tengo una habitación desocupada, hay comida y calor. Y no. No te voy a pedir nada a cambio, absolutamente nada ㅡaseguró, antes de que la omega hiciera esa pregunta.

Un sentimiento de acogimiento embargo a la alfa. Necesitaba ayudarla, quería hacerlo, no podía verla marcharse con este frío, no teniendo dónde ir. Estando débil, y probablemente enferma, pensó.

No podía hacer eso. No podía dejar que se vaya así.

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