prólogo
Era uno de los días más fríos del mes de diciembre. Londres se estaba sumergiendo en apenas una oscuridad teñida de blanco, y del cielo caían finos copos de nieve. La gente andaba con sacos que llegaban hasta cerca de los tobillos, mientras hacían las últimas compras para la Navidad.
Los caminos eran despejados con grandes máquinas, amontonando la nieve a los costados y librando el paso para los automóviles.
Los negocios cerraban pronto. Los supermercados anunciaban que debían hacerse las compras con anticipación porque cerrarían antes de las 6pm. Los shoppings estaban abarrotados de personas, lo olores se multiplican por miles. Ansiedad, estrés, felicidad, todo un cóctel que podría marear hasta el más fuerte alfa.
Las familias estaban reunidas en sus casas, las chimeneas dejaban salir humo y el fuego crepitaba dentro de ellas, calentando el interior de las casas iluminadas por luces de colores, decoraciones navideñas, altos árboles repletos de regalos.
Para Rosé, una alfa que cumplía años ese día, siempre fue una fecha de doble festejo, de algarabía y gozo. Las fiestas siempre eran dobles, y eso jamás le molestó. Un día con sus amigos y el otro con sus familiares. ¿Qué más podía pedir?
Pero, ese año era distinto. Cumplía 25, edad donde la mayoría de alfas estaban emparejados, o que al menos habían conocido a su alma gemela. Varios de sus amigos habían marcado a sus omegas y hasta estaban esperando cachorros. Pero ella, seguía siendo la tía solterona a la cuál las y los omegas casi no tomaban en cuenta.
¿Acaso no servía para proveer a una familia?
Desde que se presentó como alfa, a los 15 años, soñó con encontrar algún omega, hombre o mujer, con quién pasar el resto de su vida. Marcar a ese alguien, y esperar con ansias el momento en que sus cachorros estuvieran a la espera, pero los años pasaban, y ella cada vez estaba más solitaria.
Sus celos los habían pasado sola, asistido algún amigo o alguien enviado por su propia madre, Haneul Park.
Su padrastro, Doyun Park, era el alfa director de Park Enterprise. Una cadena multinacional de tecnologías que proveía a grandes empresas. Ella tenía un máster en robótica, y ocupaba el puesto del alfa cada vez que éste debía salir del país, las que eran bastantes.
La mansión de su familia estaba en un área residencial de Doncaster, y ahí vivía con sus padres y sus hermanos.
Iban a ser las 5pm, cuando el timbre su casa sonó. Cómo tenían pocos empleados, y todos estaban en sus hogares para celebrar las fiestas, fue ella quién corrió para recibir a las visitas. Ni bien llegar sintió el aroma de sus amigas. ¿Cómo no reconocerlos después de tantos años?
Cabe destacar que la familia se destacaba por ser austera, detestaban el alarde que personas de su círculo social hacían. Doyun, en una ocasión, despidió a su jefe de personal, cuando lo encontró maltratando a un pobre omega que hacía meses había empezado a trabajar en la empresa, alegando que jamás permitiría esa clase de situaciones en su empresa. Toda su familia era igual, desinhibidos y desapegado a lo material, Rosé se crio en ese mismo entorno, siendo consciente de la brecha entre Alfas y Omegas, y aborreciendo la sociedad por ello.
No le hacía falta abrir la puerta para saber que eran Lisa, una alfa pelinegra y con ojos miel, y Nayeon, una beta de ojos marrones, y de cabello castaño. Las tres son las amigas que todo el mundo dejó atrás cuando formaron sus familias y Rosé no podía estar más agradecida de tenerlas en su vida. Las tres estudiaron y se graduaron juntas.
Nayeon en artes y Lisa en periodismo.
ㅡ¡Park! ㅡsaludó la alfa. ㅡ¡Feliz cumpleaños, alfa testadura! ㅡRosé gruñó con el abrazo de su amiga.
ㅡA mí se me quita, pero lo bruta a ti, no ㅡmurmuró y recibió un golpe por parte de la alfa.
ㅡEstás lista para tu regalo ㅡManobal le preguntó. Estaban ya en el living de la casa.
ㅡSaben que no quiero regalos. Con que nos tomemos unas copas y hablemos toda la noche, me basta ㅡse encogió de hombros.
ㅡNo fue una pregunta, alfa tonta. Fue una afirmación ㅡaclaró la beta, mientras la luz brillaba en su cara y reía a carcajadas.
ㅡ¿Y qué tienen en mente? ㅡinquirió, con duda y recelo. Se removió incómoda.
Cuando Rosé cumplió 18, ellas organizaron una fiesta sorpresa con todos sus amigos. Despertó tres días después en un hospital con una contusión en la cabeza y sin acordarse nada de lo que había pasado ese día.
Lisa le tendió una tarjeta rosada, con letras de colores y un título grande.
Burdel
Petit Omega.
24hs open.
Rosé negó ferviente con la cabeza.
ㅡNo, no ㅡdijo convencida. ㅡ¡Ni loca iré!
Las dos amigas sonrieron con malicia.
···
Si, sí, sí. Malditamente habían ido.
En éste preciso momento odiaba con todo su ser a sus dos amigas. Odiaba estos lugares. El olor dulce, artificial, algo que le costaba dejarle respirar.
Después de discutir con ambas chicas, implacables en cuanto a la decisión, no le quedó otra que aceptar cuando fue cargada por Lisa, mientras Nayeon corría y abría las puertas, primero de la casa y después del auto.
Gruñó en desaprobación, pero la alfa ya estaba manejando camino al lugar, y otra vez no pudo negarse a sus amigas.
El lugar estaba casi escondido en el centro, sólo los que sabían su ubicación por algún tipo de invitación podían llegar a ella. Era un lugar específico para personas de mucho dinero y poder, en su mayoría alfas que buscaban la compañía de omegas para saciar sus celos y deseos más primitivos.
Entraron por un callejón prácticamente sin luz, hasta la puerta al final del lugar, al doblar en una esquina. La puerta quedaba a escondidas, y había que caminar bastante para llegar hasta ahí. Un inmenso alfa, con traje negro y mirada mordaz vigilaba la entrada.
Luces de neón parpadean en distintos colores, donde se veían distintas formas. Una de ellas era un pequeño omega, sentado en lo que parecía ser el regazo de un alfa mientras era mordido en el cuello por éste. Todo enmarcado por un gran corazón fucsia.
El ambiente se sentía pesado, el aroma a alfa excitado se percibía desde la entrada al callejón y Rosé consideró volverse a su casa, pero Lisa ya le estaba tendiendo la tarjeta al alfa de mala cara. Su olor gritaba peligro en cada respiración, y la pelirrosa no podía evitar el rumor que se formaba en su garganta.
Su alfa le decía que ese no era un buen lugar, y que nada bueno podía salir ahí. Y por lo general nunca se equivocaba.
Su instinto animal siempre estaba ahí, y Rosé muchas veces luchaba en contra de él, pero esta vez estaba de acuerdo. Miró a su alrededor y Nayeon ya no se veía tan emocionada como hacía unos minutos.
La puerta se abrió, con un asentimiento del alfa y el olor la mareo. Un cóctel dulce y a la vez agrio inundó sus sentidos. Alfas en celo siendo saciados por su parte animales con vaya uno saber omegas en qué condiciones.
Ni bien entraron al salón, este oscuro y con luces rojas y azules, las recibió un omega de piel clara, y pelo rubio. Su aroma parecía jengibre. A Rosé nunca le gustó el jengibre. Les ofreció una copa y ellas se negaron, yendo directo a la barra.
Varias puertas que accedían a privados, cubículos con vidrios refractarios donde seguramente un omega estaba encaramado con uno o varios alfas.
ㅡEl lugar tiene una sola regla ㅡhabló Lisa, sus ojos escudriñando a cuánta omega pasaba por su lado, con sus pupilas un poco dilatadas. ㅡY esa es no marcar a los omegas ㅡdijo, cuando se sentaron en bancos rojos. Más allá había shows donde los alfas miraban y elegían, como si fueran una mercadería, qué omegas saciarían su instintos más bajos.
ㅡ¿Y cómo se aseguran de eso? ㅡpreguntó la rubia, levantando la mano para que un beta les atendieran.
ㅡSimple, con dinero. Marcar a algún omega significa una suma de dinero tan grande, que nadie quiere derrochar tanto por omegas que ya fueron usados y a los cuáles se unirían por siempre ㅡse encogió de hombros. A Rosé no le gustó nada lo dicho por su amiga, entendía que los omegas en este lugar, muy pocos debían estar por decisión propia.
ㅡPero aquí hay mucha gente con dinero, ¿qué si quieren marcar y llevarse a los omegas? ㅡtenía el ceño fruncido, y su olor se iba haciendo más agrio. El enojo estaba brotando de ella.
ㅡPues los omegas pueden usar un collar de piel para no ser mordido, pero si el alfa insiste, pues lamentablemente lo harán igual y pagarán la suma necesaria.
Enseguida apareció un omega de piel oscura y ojos canela.
Se acercó, con una sonrisa coqueta y enseñando el cuello en forma de sumisión. Rosé se dio cuenta que estaban entrenados para calmar alfas enojados porque empezó a restregarse por ella, marcando a la alfa con su olor para aplacar su olor y molestia.
Rosé, con cuidado de no parecer brusca, se quitó al chico de encima y éste la miró asustado, como si hubiera hecho algo que no debía. Masculló unas disculpas y fue al baño, dejándola confundida.
Distintos olores la golpearon en dirección al lugar. Más allá vio dos alfas besando furtivamente a una omega morena, y sintió revuelto el estómago. Se preguntó cómo su amiga frecuentaba estos lugares y decidió preguntarle cuando volviera.
Estaba decidida, iba a irse de ese lugar, no lo soportaba.
Se mojó la cara con agua tibia, sintiendo arder su piel y vio cómo sus pupilas eran apenas consumidas por una línea negra alrededor de su iris. Su celo estaba cerca. Se había olvidado de eso y con tantos olores seguramente le incitó a adelantarse.
La música llegaba despacio y el olor no era tan fuerte. La luz era blanca, a diferencia del resto del lugar que era tenue.
Suspiró, alejando el enojo que salía por sus poros. Se miró al espejo y deseo nunca ser de esos alfas que se sientes superiores, deseó una sociedad igualitaria donde el omega no fuera considera un objeto por mucho y que las leyes los amparara más justamente.
Sacudió la cabeza, y decidió salir lo antes posible. Caminó hacia la puerta y en ese instante sonó su celular. En realidad, lo sintió vibrar y se detuvo para contestar. Miró el remitente y era su padre, si sabía que estaba en ese lugar muy poco le importaría algún tipo de explicación.
Dio un paso, mientras analizaba si contestar o no y, por no mirar su camino, chocó con alguien.
Su teléfono cayó al piso y un aroma embriagó su ser, le embargó de punta a punta. Era como a menta y vainilla. Inhaló con fuerza, para llenar sus pulmones del glorioso olor. Erizó todos sus vellos y levanto apenas la cabeza hacia el dueño de dicho olor, casi cae de espaldas.
Era la omega más hermosa que hubiera visto alguna vez. Era de baja estatura apenas y le pasaba del hombro, con la luz blanca pudo ver unos ojos cafés que la miraban fijo, y coqueta. Traía el pelo suelto, casi por el hombro y tenía varias ondas rizadas en su cabellera castaña. Sus labios eran color carmesí, grueso y muy besables. Su porte era magnífico, su piel era morena y seguro, pensó Rosé, suave como la misma seda.
Rosé sintió algo que apretaba en su entrepierna, y en su pecho su corazón latir desbocado. Su alfa aulló y rasguño por esa bella omega.
Dentro, muy dentro, descubrió que esa era la persona que siempre había esperado. No sabe cómo, pero su alfa la reconoció al instante como si dos partes de una misma cosa se reunieran. Encajaran. Respiró más rápido para llenarse de ella.
ㅡPerdón, alfa ㅡmurmuró, mirando ese par de ojos que tenía frente. La omega se relajó al sentir el aroma de la alfa. Rosé negó suave con la cabeza.
ㅡ¡Oh! ㅡContestó la alfa.
Murmurando unas disculpas, la omega siguió su camino. No sin antes dirigirle una mirada cargada con algo que la alfa no supo diferenciar.
Quizás pasaron 5 minutos, y Rosé seguía en el mismo lugar. De sus fosas nasales no se despegaba el aroma más exquisito que hubiera olido jamás. Sus piernas temblaban y su alfa rugía.
Rosé estaba segura. Esa hermosa omega de ojos cafés era su alma gemela, esa alma que completa la suya y la vuelve una sola.
Dentro del baño, Jennie se golpeaba la cabeza contra la puerta del cubículo, ¿por qué mierda su omega quería salir corriendo y encontrarse con esa alfa desconocida? ¿Por qué sintió su piel arder como nunca antes?
Rosé no se iba a perder a la omega de su vida, pero ¿sería eso tan sencillo?
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