cuatro
Rosé había llamado a la oficina, después del almuerzo. Lejos ya había quedado el por qué y el cómo se había ido enojada con su padre esa mañana, su mente en algo mucho más importante. Wendy contestó enseguida, dejando ver un poco de emoción en su voz cuando supo que era la alfa, está suspiro sin decir nada sobre ello.
Estaba en la cocina hablando por teléfono, luego de avisar que ese día se tomaría libre y dejar las indicaciones necesarias para lo que restaba del día. Había algo en ella que hacía que no pudiera irse en ese momento, no podía dejar a la omega sola, sentía la necesidad pujante en su estómago. Necesidad de acompañarla.
Sintió el aroma a desolación que emanaba la menor, varias veces. Pero no dijo absolutamente nada. ¿Qué podría decir que no fuese invasivo?
Luego de que le propusiera quedarse, al menos por ese frío día a la omega, esta no dijo absolutamente nada y sólo agachó la mirada y aceptó apenada. Rosé la pudo sentir en el en ráfagas.
Su alfa interior pedía por calmar a la omega, por tranquilizarla, pero se contuvo, usando todas sus fuerzas se contuvo. Solamente se dedicó a darle espacio a la chica, y dejar que en el momento que el sienta que era el momento de hablar seguramente lo haría. Hasta ese entonces no iba a presionarla.
Jennie se sentía un poco incómoda y no porque la alfa hiciera o dijera algo para ella ponerse así, sino por sentirse usurpar una casa que no era suya. Eso le ponía nerviosa.
Pensar en su bebé y en ella en la calle la ponía aún más aún, saber que no tenía a dónde ir, también. Lo había perdido todo, lo poco que había conseguido en ese tiempo le fue arrebatado por Jung-su.
Lo poco que había ahorrado también, todo el esfuerzo de su cuerpo se fue a la basura. El alfa la había usado, y tirado como si no valiera absolutamente nada.
Y ella se sentía así por momentos.
Tampoco podía volver a trabajar al Burdel, la habían corrido tal como Jung-su le había dicho que sucedería si no empezaba a ganar más dinero. Los alfas ya no la elegían, y cada vez se hacía más difícil llegar a la cuota exigida por el alfa.
Jung-su no sabía que Jennie estaba embarazada. Ni siquiera se daba cuenta del por qué la omega cambió de olor, y ahora sus clientes elegían omegas más jóvenes, con aromas más dulces y templados que el suyo. El último mes le tocó solamente betas, y la tarifa era más baja y por lo general no dejaban propinas.
Lo que más temía sucedió. Había pasado a la fila de los omegas obsoletos por estar embarazada, pero a Jennie no le importaba.
De todos modos, tenía miedo de que Jung-su volviera a aparecer. El alfa actuaba impulsivo y por más que ese día le hubiera dicho tantas cosas horribles y dejado en medio de ese lugar, Jennie creía que volvería por ella.
Nunca se daba por vencido tan fácil y más si aún podía sacar alguna ganancia del cuerpo de la menor.
Jennie se había acostumbrado a eso, y al principio le dolió y le costó mucho aceptar que ese era su destino tan solo por haber sido omega.
¿Por qué el destino la odiaba tal como su padre lo hacía? Tan solo por haber presentado omega, su padre se deshizo de ella como un estorbo. No era más que eso para todos, y ahora para éste alfa.
No merecía nada, ni a nadie.
La voz de la alfa la saco de sus propios pensamientos. Se quedó mirando a la rubia, tenía una pequeña sonrisa en sus carnosos labios, y se sonrojó al percatarse de que se quedó mirando más de lo debido.
ㅡDisculpa, no te he escuchado alfa ㅡsusurró apenada, esquivando la mirada fuerte de la alfa. Tragó con fuerza, e instintivamente cubrió su vientre aún plano.
A penas estaba de dos meses y medio, o eso creía porque no había ido al médico.
ㅡPregunté si te gusta la pizza, omega ㅡrepitió la mayor con voz suave, se percató de la mira de la omega. Buscó sus hermosos ojos, pero no los encontró. Acomodo su cabello, esperando la respuesta de la pequeña omega.
Jennie era toda tímida.
Muy distinta a la chica que conoció en el Burdel. Se preguntó cuál sería la verdadera Jennie.
ㅡEh sí, es mi comida preferida Rosé ㅡmurmuró, y fijo ahora sí sus bonitos ojos. Rosé sonrió.
ㅡOh. Que bien, entonces voy a pedir que nos traigan. Así no tenemos que salir. ¿Sí? ㅡJennie asintió, también sintiendo algo en su estómago por la cálida sonrisa de la alfa. Una que llegaba hasta sus ojos.
Por ahora, todo estaba bien.
···
La noche había caído pronto y Jennie no sabía que hacer, si irse, quedarse, preguntar o solo dejar pasar. Quizás podía acomodarse en el sofá, de color vino, que había en el living, allí donde estuvo sentada parte de la tarde mientras la alfa trabajaba desde su oficina, la que estaba a unos cuantos metros de ahí.
La televisión era enorme, y trato de conocerse en lo que daba en ella y no en sus pensamientos que la acechaban.
Rosé le ofreció bañarse, si quería y tenía ganas, a lo cual la omega acepto de buen gusto porque se sentía sucia, desagradable.
La alfa le preparó el baño. Jennie se avergonzó cuando vio la bañera llena de agua, y que desprendía un olor a lavanda exquisito. También tenía burbujitas y la omega rio bajito por eso, sorprendida.
Se encontró sola, en ese enorme cuarto de baño. Una pila de toallas reposaba a un costado. Respiró tranquila.
Se sentía bien que alguien, por primera vez, se ocupara de ella. Era una omega, y su instinto le ganaba porque quería que la alfa se preocupara por ella. Conscientemente sabía que no debía, que tenía que ser fuerte e independiente porque esto era solo temporal. Rosé no era su alfa, y no debía acostumbrarse a sus cuidados, pero se sentía tan bien.
La alfa le sirvió en su propia mesa, lavó y limpió todo ella misma. Le ofreció comodidad, comida y calor durante el día entero.
Se desvisto. Miró su reflejo en el espejo, y sintió un poco de asco por sí misma. Tenía varios moretones en su clavícula y el pecho. Algunos más en los muslos, pensar en el beta que le había hecho eso la noche anterior le hacía querer vomitar de nuevo.
El agua se sintió genial alrededor de su cuerpo, caliente y humeante. Se hundió en ella y se dejó llevar por los buenos recuerdos, aquellos de una vida pasado con una familia que la quería y respetaba.
Una salada lágrima se perdió en el agua.
Limpió sus partes, acarició su vientre con delicadeza y dedicación, la piel tersa y resbaladiza por el jabón. Sonrió. Podía sentir la conexión con el pequeño o pequeña dentro suyo. Su cachorro. Lo sentía. Sentía el amor correr por sus venas, y también un poco de miedo. No podía mentir.
Cuando salió, vestida con la ropa con la que había estado durante el día, ya estaba oscuro. Sintió nervios.
Rosé apareció desde el living, pudo sentir su aroma fuerte y seguro, inspiró hasta llenar sus pulmones de ella.
ㅡ¿Jennie? ㅡLa nombrada le prestó atención. ㅡTe he preparado algo, ven omega ㅡsonrió la mayor, y la llamó con la mano.
Se acercó lentamente hasta la omega, y la vio un poco tensa.
ㅡ¿Qué cosa? ㅡPreguntó con evidente nerviosismo.
ㅡVen conmigo, por favor ㅡsusurró la alfa, conectado sus manos a la omega, y tirando a penas de ella para que la siguiera. No va a decir que le gustó el contacto, pero así fue. ㅡSígueme.
A ambas. La piel de la otra se sentía cálida bajo su tacto, suave. Necesitada de contacto.
Jennie la siguió, sonriendo a penas por la actitud de la mayor.
La guio hasta la entrada de una habitación y la chica borró su sonrisa y tensó sus músculos, pero no dijo nada.
Se quedaron en la puerta, de color gris oscuro, y la alfa la abrió.
ㅡHe preparado esta habitación para ti, omega ㅡcontó, un poco avergonzada la alfa. Se había tomado el atrevimiento de armarla cuando la omega se estaba bañando. ㅡEs la de huéspedes, nadie la usa. Está todo limpio, y cálida. Es toda tuya, Jennie.
Jennie entró tras la mayor. Admiró la gran cama, con un acolchado bordo intenso. Dos muebles, uno a cada lado con un velador. Frente un gran armario y una televisión empotrada en la pared. También y librero y un escritorio.
ㅡEs hermoso Rosé ㅡsusurró sorprendida. Era muy lindo, y muy acogedor.
ㅡTambién... también he preparado esto ㅡindicó la mayor, hacia la ropa que estaba tendida en la cama. Rosé la tomó. Era una remera mangas largas y un jogging. ㅡLamento si no es de tu talla.
Ambas rieron. La alfa extendió la remera y era gigante. Bueno, para la omega, que era más bien menuda y pequeña, de no muy alta estatura. Se la tendió, y la tomó. La tela era suave, y por inercia la llevó a su nariz para olfatear el aroma fuerte a alfa.
ㅡTiene tu aroma ㅡdeclaró. Rosé sonrió, colorada.
ㅡSí, es que la uso a veces. Para dormir, ya sabes. Es grande y cómoda ㅡestaba nerviosa y eso le dio un poco de gracia a la omega, se veía linda y tierna. Le asustó su propio pensamiento. ㅡPensé que a ti te agradaría, así que tómalo por favor.
ㅡGracias, Rosé ㅡsusurró la pequeña omega. ㅡNo sé cómo te puedo pagar por todo esto ㅡa medida que hablaba, su voz se hacía más chiquita y sus ojos más brillosos. Su cabello ondulado caía por debajo de los hombros, un poco a cada lado.
ㅡHey, nada que agradecer ㅡse acercó cuando vio una pequeña lágrima resbalar por la mejilla ajena. ㅡNo, no, shh. No llores, bonita omega ㅡsusurró la alfa, ni bien llegó a la menor.
Jennie se dejó abrazar por la alfa. Sus brazos eran fuertes y cálidos, la alfa tuvo que agacharse un poco porque era más alta, pero pudo acomodar su cabeza en el hombro de la pequeña omega. Rosé se sintió tan bien, tan cómoda y a su alfa le gustó la sensación de tenerla en sus brazos.
Acarició su espalda, de arriba a abajo. Confortar a la omega era lo mejor. Su olor se había vuelto más dulce y había dejado de llorar. Sonrió.
Parecía una bebé.
Rosé salió de la habitación minutos después, dándole espacio a la chica para que se cambiara mientras iba a conseguir algo para cenar, así podían descansar pronto.
Ella se quedaría también allí, ocuparía su habitación principal. Le indicó a la omega que ella dormiría allí, y que cualquier cosa que necesitara solamente se acercara a ella. No iba a volver a su casa por el momento, así que agradeció tener ese departamento suyo.
No quería pensar en nada, así que se dedicó a comprar una rica cena para la menor. Después, más tarde, se ocuparía de estas sensaciones nuevas que estaban surgiendo en fondo de su pecho.
···
Los siguientes dos días pasaron como en un abrir y cerrar de ojos.
En el ambiente se respiraba una extraña sensación de comodidad. Eso desconcertaba tanto a la alfa como a la omega.
En ese par de días, Rosé fue a trabajar menos de lo debido, pero nadie le decía nada pues era la hija del dueño. Jennie se quedó sólo por la mañana, y la mayor le dijo que se moviera a sus anchas.
Rosé sonreía, cuando veía lo nerviosa o avergonzada que sentía a la omega cuando le aceptaba más comida, o cuando le dijo que todo lo que había en la heladera era para que lo disfrute y que no hacía falta que le pidiera permiso para nada.
Jennie igual le avisaba cuando iba al baño. Cuando iba a beber agua. Cuando iba a mirar la tele... no se acostumbraba a no hacerlo. Le daba vergüenza.
Pero, la mayor de todas vino cuando al siguiente día de llegar al departamento de Rosé, esta apareció cerca del mediodía con un par de bolsas en cada mano y una sonrisa gigante en el rostro.
La alfa le había comprado ropa, y Jennie no quería más que llorar porque había dejado todas sus pertenencias en su anterior hogar.
Últimamente estaba muy sensible por todo, y esto a la alfa la desconcertaba porque veía que a la chica le entraban ganas de llorar con cada cosa que hacía.
Se encontró con varias remeras, camisetas, pantalones, buzos y ropa interior. Jennie se sorprendió y volvió a llorar cuando vio todo. Rosé la abrazo de nuevo, como la primera noche, que dicho sea de paso no se había vuelto a repetir. Pero, en ese momento sí.
La consoló, la omega de Jennie se sentía tan bien por ello.
Rosé supo que, a Jennie, además de la pizza, le gustaba mucho las verduras, era amante de los libros y la música. Cuando era más joven tocaba el piano, y hasta había ido a clases de canto. Supo que extrañaba a su mamá y hermana, pero no sabía que había pasado con ellas porque no se animó a preguntar. En ese instante, los ojos de la pequeña omega eran un mar de lágrimas.
Podía sentir la tristeza de la castaña.
También se dio cuenta que le gustaba andar en pantuflas y que se veía muy bien cuando salía del baño, con su cabello largo y ondulado goteando. Que su sonrisa era gigante y verdadera cuando miraba caricaturas y los Simpson era de sus preferidos.
A Rosé le encanta aprender cosas de la omega y a la menor le gusta ser escuchada.
Era tarde, el cuarto día estando allí Rosé se estaba bañando, y Jennie tenía en sus manos un bol lleno de palomitas de maíz, mientras miraba Harry Potter y el prisionero de Azkaban. La mejor película de la saga, según su propia opinión.
Era amante de la cocina, y se le daba bien. Así que ese día se había animado y esperado a la alfa con un almuerzo. Sentía su cara arder, cuando sintió el ascensor privado llegar y la puerta abrirse. Se mordió el labio inferior cuando la mayor elogió el sabroso aroma, mientras se sacaba el saco y los zapatos.
Jennie supo que a la alfa le gustaba estar con ropa de entre casa, y que los trajes le agobiaban un poco.
Se sorprendió cuando la puerta de entrada sonó con un par de golpes. Se suponía que nadie no autorizado podía pasar la seguridad y entrar en ese ascensor.
Apoyó su snack en la mesa, y escucho a lo lejos que el sonido del agua caer en forma de lluvia, además de música. Si, la alfa se bañaba con el reproductor encendido.
Se acercó a la puerta, y por la mirilla vio a una chica parada detrás. Una chica muy bonita estaba allí, con su cabello largo y negro. Los ojos delineados y la boca roja. .
Sintió el aroma dulce. Era una omega.
Abrió la puerta y la evidente sorpresa se vio reflejada en el rostro de la chica. Frunció el ceño, y la miró. Se cruzó de brazos, evidentemente molesta.
ㅡ¿Quién eres tú? ㅡPreguntó, altanera. Jennie se sorprendió.
ㅡJe-Jennie ㅡcontestó, cohibida. ㅡ¿Te puedo ayu-
ㅡ¿Dónde está Rosé? ㅡLucía fastidiada. La omega no entendía nada.
ㅡSe-se está bañando. ¿Le digo que la busca...
ㅡDile que la busca Seungwan, su omega.
Un balde de agua helada cayó sobre su cuerpo en ese instante. Asintió y arrimó la puerta.
Se dio vuelta para ir a buscar a la alfa, con un extraño nudo en la garganta. No sabía por qué se sentía así, Rosé nunca le dijo que tenía un omega, aunque tampoco le dijo que no tenía uno. De todos modos, no debía sentirse así.
Dio un par de paso, y Rosé salió del baño con una remera puesta y un pans gris.
ㅡ¿Te parece si pedimos para cenar? ㅡPreguntó distraída. ㅡNo es necesario que cocines- ㅡse cortó al ver la expresión en el rostro de la chica, y el olor a miedo y decepción que la mareo. Intentó acercarse, pero Jennie dio un paso atrás, eso le alarmó. ㅡ¿Jennie, que sucede?
ㅡTu... Ehm tu... Seungwan ㅡmurmuró, Rosé apretó la mandíbula. ㅡTu omega te está esperando en la puerta, Rosé ㅡesforzó una sonrisa, que no llegaba hasta los ojos.
Rosé intentó detenerla, cuando paso rápidamente a su lado, pero no pudo. La omega fue rápida, y enseguida escucho la puerta del baño cerrarse.
Rosé quería matar a alguien.
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