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Capítulo 2: El ejemplo perfecto.

Pero… el ejemplo perfecto ¿de qué?

—¡Bienvenido! —dijo el peligris desde su asiento.

Cuando el señor Lee se incorporó en la casa abrazó a su esposa y una vez hubo saludado a sus hijos con una sonrisa, se dirigió a la cocina, donde lavó sus manos para sentarse en el comedor junto a su familia.

—Que bueno que llegaste rápido, papá. Minho era el único que ya estaba comiendo. —burló.

Minho a su vez, miraba con mala cara a su hermano por esas palabras.

Chan sacó el jugo de la nevera y seguidamente le sirvió en el vaso que seguía vacío a su padre, que lucía exhausto tras una larga jorbada laboral. .

—¿A sí? —habló por fin el hombre, entre risas, le entregó a Chan una de las bolsas, la otra a Minho y la última a la señora Lee, luego se quedó atento a sus reacciones— no es nada del otro mundo, ojalá les guste.

La mujer abrió la bolsa y sacó una cajita, pequeña pero lujosa, la destapó con sumo cuidado, ya que a simple vista parecía frágil, temía romperla. Al abrirla lo vio, un collar muy hermoso, inspirado en las pequeñas flores de cerezo, ahora entendía la fragilidad que le trasmitían tanto la caja, como el collar.
Le agradeció a su marido con una mirada llena de amor y ternura, luego masajearon entre sí sus manos.

—Wow —dijo Chan, con sorpresa al ver su regalo.

Se trataba de un reloj digital tipo pulsera, era último modelo, a lo lejos pasaba desapercibido, pero Chan sabía lo que costaba y además, lo útil que era, pues si quería podría agregarle funciones con su teléfono, le gustó tanto que no pudo evitar ponérselo de inmediato, haciendo sentir  orgulloso a su padre, por haber escogido ese obsequio.

Minho despegó la vista y la dirigió a su regalo,j si era algo menos interesante que el reloj de Chan formaría la tercera guerra mundial. Y, efectivamente, cuando vio un balón, explotó.

—¡Papá! ¿Le das un reloj último modelo y a mí, un balón? Es injusto —chilló indignado.

—Vamos Minho, sigue mirando —incitó  con una sonrisa que le ocultaba los ojos.

Ohh… así que ¿habían planeado jugarle una broma?
Por supuesto que sí, no había duda.

El menor de la familia obedeció con sospecha, la mirada de todos se mantenía sobre él y el dichoso regalo.

—¡Oh! ¡por dios! —tiró la bolsa sobre la mesa y la emoción lo obligó a levantarse de la silla, tapando su boca von las manos, no lo podía creer.

—¿Sorprendido? —dijo su padre con una risita.

—No es otra broma, ¿verdad? —chilló recordando como el año pasado su padre y Chan se confabularon para hacerle una travesura, fingieron regalarle lo que más deseaba, al final todo había sido una simple caja vacía, junto a Minho llorando desconsolado por dos noches seguidas.

Pero esta vez no sería igual, tomó nuevamente la bolsa y abrió la caja. Lo pudo comprobar, esta vez era real, su deseo había sido cumplido, estaba estupefacto y no sabía qué expresión poner en su rostro, porque este desobedecía, sentía que iba a llorar.

—Esta vez es en serio, grandulón —Chan se levantó y lo abrazó, se sentía culpable por esas lagrimillas— ya no llores.

Chan limpió las lágrimas de su hermano, quería reír pero sabía que Minho lo golpearía, así que lo mejor era no dañar el momento.

—Es una manera de pedir perdón por la broma pesada que te hicimos —habló el señor Lee, tratando de ignorar el sollozo del pelinegro, pues de cierto modo, también lo hacía sentir culpable.

—Gracias —dijo, por fin— debió costar demasiado…

—Nada que un estudiante becado no pueda cubrir —sonrió el peligris orgulloso— claro, la otra mitad, de nuestro señor padre.

—¿Sacaste del dinero de tu beca? —cuestionó el menor, preocupado, cuando Chan asintió miró su regalo, no quería que sus caprichos se convirtieran en una carga para los demás, habían cosas más importantes que un Xbox— No puedo aceptarlo.

Puso la bolsa en la mesa, al mismo tiempo que los demás se miraban confundidos entre sí.

—Minho, no es que haya gastado la mitad de mi beca en eso, no te preocupes —Chan trató de explicarle la situación, le causaba gracia ver a su hermanito siendo un poco maduro— te aseguro que no gasté ni lo que está destinado para el presupuesto del mes,

—Además —interrumpió el señor Lee— ¿Qué hay de mi? Yo puse la mitad.

—Pero es tu dinero Chan. —Dijo ignorando a su padre.

Ante la fatal muestra de desinterés de su hijo, el señor Lee se acurrucó el pecho de su esposa, fingiendo dolor.

—Ya te dije, solo por esta vez gasté en ti, no hay problema , no me va a hacer falta. ¿Entendido?

Tomó la caja y se la dio a Minho en las manos, demostrándole que ya era para él, aunque trató de rechazarlo, al final terminó accediendo.

—Ya dejen el dramita y vamos a comer, estoy hambriento —dijo el mayor mientras daba fin a el abrazo con su esposa para acomodarse en la silla.

Minho se sentó y observó enternecido a su hermano y a sus padres, agradecía estar con vida, agradecía que las personas más importantes para él, también lo estuvieran, y lo mejor de todo era que se querían entre ellos, en esos momentos es cuando  se daba cuenta lo afortunado que era.

Luego de que el ruido en la casa vecina lo sacara de sus pensamientos, se dio cuenta que cuanta que pronto sería tarde, así que lavó la ropa que tenía en remojo y finalmente la colgó en los cables. Debía continuar con las habitaciones y el resto de la casa. A las siete solían llegar sus padres, así que debía prepararse.

La familia de Minho podría ser el ejemplo perfecto de aquello que Jisung había anhelado por un largo tiempo. Ahora había perdido la esperanza, creía saber cuál era su lugar en el mundo, se resignó a que estar en una familia feliz y llena de amor  no era la experiencia que tendría en esta sociedad.

Observó las manecillas del reloj en la pared, eran cerca de las siete de la noche, estaba empezando a sentirse asustado.

Apagó la estufa y tomó un trapito para agarrar la olla caliente de fideos. Mientras se movía en dirección a la mesa con la comida rebosante de vapor, la cerradura de la puerta principal traqueo, Jisung no pudo evitar pegar un brinco por el susto.

—¡Agh! —gimió cuando parte del caldo de fideos cayó sobre su brazo, tuvo que contener las ganas de llorar y soportó el dolor, para evitar tirar al suelo la olla.

Tras unos segundos, dejó la comida en la mesa.

Ya habían llegado, entraron en la habitación y el castaño se retiró agachando la cabeza para dejar libre el camino hacia la mesa. La señora y el señor Han, ojalá no fueran sus padres.

—¿Qué es esto? —señaló el agya en el suelo con asco.

Jisung levantó la cabeza con un gesto de confusión; el hombre, dándose cuenta de ello, volteó los ojos molesto y señaló el suelo.
Jisung recordó que fue en ese lugar donde solo unos segundos antes  había derramado un poco de caldo hirviendo, el mismo que cayó sobre su brazo, y seguidamente al suelo.

—Lo limpiaré de inmediato.

—Muévete, si mancha el suelo tendrás que limpiarlo hasta que no quede rastro —dijo la mujer.

El castaño salió corriendo de la habitación y fue al cuarto de limpieza, allí ubicó el trapero y lo agarró, volvió al comedor y relajó su respiración antes de entrar, al hacerlo, limpió el pequeño charco de agua salada mientras sentía que la mirada del mayor se mantenía fija sobre él, con el objetivo de encontrar algún error en sus acciones, algo que pudiera corregir.

Y, para desgracia de Jisung, así fue…

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