01
1: Burbujas.
—¿Por qué golpeaste a tu compañero? —cuestionó la señora Lee mientras sostenía un cinturón en sus manos.
El menor tenía los pelos de punta y se encontraba sentado en una de las sillas de la sala, contra su voluntad.
Frente a él estaba su madre, con una mirada penetrante que intentaba ignorar en vano. El solo hecho de pensar en el cinturón de cuero chocando contra su piel, le producía escalofríos.
—Ma-mami —trató de suplicar— pero no me vayas a pegar.
La mujer suspiró y decidió bajar el cinturón de cuero, permitiendo que Minho tomara un respiro y le contara lo que había sucedido.
—Es que él se lo merecía —sintió que su madre apretaba el cinturón nuevamente, así que se apresuró en hablar— ¡él estaba molestando a Hyunjin! ya sabes que es muy débil y sonso.
—¡Oye! No le digas así a tus amigo —regañó y por un momento, el pelinegro se volvía a asustar— Prosigue.
—Si yo no hacía nada el golpeado iba a ser Hyunjin.
—Ya te he dicho que debes hacer en esas situaciones, lo que pasó con tu hermano es el mejor ejemplo, por estar defendiendo a otro niño casi lo expulsan. Papá no debió meterles tantas ideas heroicas en esas cabezas —dijo mirando con leve resentimiento al cuadro en la pared, y luego a su hijo Chan. .
El peligris se retiró sigilosamente a su cuarto, luego de notar la mirada sobre de él.
—Que no se vuelva a repetir, ¿entendido? ve a tu cuarto.
—Pero Mamá ho-
—Tú en tu habitación o el cinturón en tu trasero —advirtió y Minho eligió la primera opción sin pensarlo dos veces.
No había mujer más versátil que ella, era la más cariñosa, pero cuando se enojaba, se convertía en el terror de los hermanos Lee.
Su hermano, Bangchan, era unos 3 años mayor que él, en el penúltimo año le había sucedido lo mismo que a Minho, se había agarrado a golpes con uno de los bullis del colegio y el resultado fue una matrícula condicional provocada por el poder de los padres del "agredido" que estaban pidiendo la expulsión del mejor estudiante de la escuela. El director no podía darse el lujo de perder ese diamante, pues tenía la firmeza de que Bangchan sería el mejor en el exámen de último año y eso aumentaría las estadísticas de su institución.
Le dio una matrícula condicional, pero no contaron con la terquedad de la señora Lee, ella terminó retirando a Bangchan de la institución.
Al final, tal como había previsto el director, Chan obtuvo un resultado tan bueno en el exámen de último año, que se le abrieron las puertas a estudiar medicina, con todo pago. A decir verdad, lo admiraba, pero Minho era una situación muy aparte.
Subió las escaleras y quiso entrar al cuarto de Chan, desobedeciendo las órdenes de su madre para, al menos, menos tener con quién hablar, pero fue atrapado en el intento.
—¡Lee Minho! —gritó su madre.
El pelinegro no tuvo de otra que entrar a su cuarto con rapidez, tras cerrar la puerta escuchó los pasos de su mamá acercarse fuera de la habitación.
—Te dije que hagas la actividad de matemáticas, ya estás grande deja de portarte como un niño —dijo y sr alejó.
—Tú lo tienes consentido, mamá —dijo Chan mientras se reía levemente.
Minho pegado a la puerta también dejó salir una risita y entonces se sentó en su escritorio, sacó su cuaderno de matemáticas y tomó su lápiz, se encontraba dispuesto a resolver los veinte ejercicios que le habían dejado ese mismo día, pero no recordaba la más mínima explicación.
No tenía su celular para buscar algún tutorial en youtube, no había tomado apuntes por estar jugando con Hyunjin un videojuego, sí, en mitad de clase y tampoco tenía una calculadora, ni siquiera la necesitaba, pero las ganas de poner una excusa eran más fuertes.
Tras un fuerte suspiro soltó el lápiz y se recostó en el espaldar de la silla, se quedó mirando a través de la ventana el atardecer, el cielo tomaba un color rosado, casi rojo, algo inexplicable, sonrío dejándose llevar por la tranquilidad.
Decidió abrir la ventaba para sentir un poco de aire y cuando lo hizo, notó algo diferente…
¿En qué momento habían remodelado la casa de al lado?
Notó que estaba de color azúl, pero ayer no era así.
De repente, unas esferas cristalinas y débiles entraron por su ventana, caían a su escritorio y explotaban por el contacto.
—Burbujas… —murmuró.
Se acercó más la ventana queriendo descubrir a la persona que causaba aquellas pompas de aire rodeadas por una fina capa de jabón, alzó la vista hacia la azotea de al lado y todo lo que divisó fueron las manos de un desconocido.
Curioso, salió de su habitación y se dirigió al fondo de la segunda planta, donde se encontraba la escalera y al subir logró verlo, era un chico delgado y de cabello castaño, tenía los codos sobre el muro y soplaba el jabón a través de sus manos, provocando así las burbujas que caían al suelo o, también, a la habitación de Minho, donde finalmente explotaban.
—Hola —habló Minho queriendo llamar la atención del chico de la casa de al lado.
El castaño estaba tan sumido en hacer las burbujas, que no se había dado cuenta de que la mirada de alguien más estaba sobre él, y el saludo del pelinegro tampoco había penetrado en la burbuja que lo encerraba.
—¡Minho! —fue más fuerte la voz de la señora Lee que venía desde el primer piso, fue capaz de interrumpir los planes de su hijo.
Bajó las escaleras lo más rápido que pudo y al parecer su mamá ya estaba buscándolo porque se la encontró de frente en el último escalón.
—Hola mami —sonrió nervioso.
—Así te quería encontrar. ¿Qué hacías en la terraza?
—Solo fui por un poco de aire fresco.
Aunque la señora Lee no creyó sus palabras y luego de mirarlo con desconfianza, lo dejó pasar.
—Vamos abajo, la cena ya está lista.
La mujer se dirigió a la primera planta de la casa y Minho la siguió, Bangchan se encontraba poniendo unos platos, así que fue a la cocina por los vasos y el jugo.
—Trae también para papá, avisó que viene en camino —dijo Chan.
—¡Claro!
Puso un cuarto vaso entre los que ya llevaba y con la otra mano tomó el jugo de mora, al llegar a la mesa ubicó los vasos y solo virtió la sustancia morada en tres de ellos, nuevamente guardó el jugo en la nevera así cuando su padre llegara seguiría frío. La señora Lee sirvió los alimentos y puso una tapita en la comida de su esposo, para que no se fuera a contaminar ni que las moscas se acercaran.
Los tres se sentaron para empezar a comer.
—Mami, ¿ya viste que al lado hay vecinos?
Chan y su madre lo miraron extrañado.
—¿Es así? —preguntó Chan.
—Sí, hace poco miré a un chico ahí, desde la terraza, además la casa fue pintada de azúl, antes era café.
—Soy tan despistada que ni siquiera me di cuenta cuando le hicieron los arreglos.
—Somos —rio Minho— yo me di cuenta porque me castigaste.
La conversación fue detenida cuando escucharon a alguien tocar la puerta, Minho se levantó y se dirigió a ella, cuando la abrió miró el rostro de su padre, que cargaba en sus manos unas bolsas de regalo.
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