Todos los días al momento de abrir los ojos lo recordaba. No importaba el momento o la situación, la hora o el lugar, siempre, cada mañana la sensación que le acompañaba desde que tenía uso de razón aparecía sin demora.

Las ojeras bajo sus ojos, las vendas en su cuerpo, su piel reseca y su poco interés en arreglar su cabello exteriorizaban su sentir.

Porque todos los días, sin excepciones, el sentimiento de indignidad lo acompañaba.

Era como una maldición...

La falta de emociones y relaciones personales, su incapacidad por demostrar... todo eso, solo hacía que su noción de sí mismo fuera confirmada.

Porque en un mundo lleno de emociones y demostraciones, se sentía indigno de ser humano, de vivir y de ser alguien.

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Debo ser sincero... no tengo idea si está bien lo que escribí jaja. Averigüé un poco y por lo que vi, creo que sí.

En fin, algo corto porque ando corto de tiempo.

Nos vemos mañana. Saludos☆