extra 2
Nathaniel
—Por favor, no me dejes solo con él. Jack no llegará hasta la noche—Dijo Billy muy bajito al auricular.—Cameron, por favor.
—Es solo un niño.
—Un niño que tiene casi mi estatura y me odia, te lo juro, tienes que verlo en sus ojos. Ese niño es malo.
—No existen los niños malos.—Le dijo la voz paciente de Cameron.
—Te juro que este lo es. En serio, sus ojos son oscuros, hay algo malo en ese niño, por favor, por favor...Por la hermandad de las pasivas.
—No existe tal cosa Bill.—La voz risueña al otro lado de la línea le aseguraba que Cameron se estaba divirtiendo a su costa. — Y si tanto te molesta cuidarlo ¿por qué no se lo dices a su padre? Dile que le ponga una niñera. Eres su novio, no su esclavo.
—Somos una pareja, se supone que nos ayudamos, el niño es importante para él, no puedo decirle que no quiero cuidar de su hijo. Jack ya tiene bastante haciéndose cargo de la economía, trabaja todo el día para mantenernos, yo me haga cargo de la casa, él provee y paga mi matricula escolar, se supone que yo cuide al niño, es lo único que me ha pedido. No me gusta quedarme solo con él, Cameron por favor...
—Tengo hambre.—Billy se contuvo de soltar una maldición al oír esa vocecita infantil. Billy se giró, en ese momento estaba parado sobre un banquito para llegar a la teléfono de la cocina.
—Tengo que cortar...—Le dijo a la línea sin apartar sus ojos del niño como si estuviera frente a un animal muy peligroso.
Lo cierto era que a Billy no le molestaba cuidarlo. Billy había hecho de niñera en su adolescencia, los niños le gustaban. No, el asunto con Nathan era completamente diferente. El niño le daba miedo, y sus ojitos acusadores y oscuros no ayudaban.
No podía correr a decirle a Jack que creía que su hijo le parecía un pequeño psicópata de esos que salen en las películas y que temía que un día tomara un cuchillo y se lo clavara en el pecho. Lo cierto era que Billy se había encargado de guardar todos los utensilios de cocina celosamente en la parte más alta de la alacena. Lo que era un problema considerando que necesitaba de un banquillo para llegar a todos lados, pero por la paz mental que aquello le daba valía la pena el esfuerzo.
Billy se bajó de su banquillo y el niño dio un paso hacia atrás manteniendo la distancia. Ninguno de los dos parecía demasiado predispuesto al acercamiento.
—¿Qué quieres comer, cariño?
—Nathaniel.—Lo corrigió el niño y luego se encogió de hombros.
Otra cosa que le perturbaba del niño era eso de que no hablaba, apenas si decía dos o tres palabras para comunicarse y en su mayoría eran monosílabos. Era demasiado callado, solitario, desconfiado y frío para un niño de su edad.
¿No se suponía que a esa edad los niños charlaban de todo y hacían amigos?
El chico no actuaba como un niño de su edad, no jugaba, no miraba dibujos en la televisión, nunca, literal, nunca, una vez había intentado acercarse a él alquilando un dvd de películas para niños, al final fue él quien acabó viendo hotel Transilvania en la sala mientras el niño se largaba a su cuarto.
Sí, que dios lo condenara que lo había intentado.
Lo único que parecía divertirlo era destruir sus trabajos de la universidad. Juraba que el niño lo hacía a propósito. Una sola vez lo había acusado con su padre, y las cosas habían ido a peor, el chico se la había tomado más contra él, sus ojos desafiándolo a que volviera a delatarlo. Billy había optado por rehacerlas sin decirle nada a Jack, el mayor estaba demasiado ocupado todo el día intentando que el dinero alcance.
Había hecho buenas inversiones, montando un pequeño servicio de construcciones, le estaba yendo bien, vamos, pero eso lo mantenía todo el día con la cabeza apuesta en el trabajo. A veces sospechaba que usaba el trabajo para evadirse de la casa. De hecho entre el trabajo y el niño no recordaba cuando había sido lo ultima vez que habían tenido un momento juntos. Habían dejado de intentar hacer el amor en algún momento.
Su rutina se había visto resentida desde que tenían al niño en casa, claro, las circunstancias que los llevaron a tenerlo con ellos, también contribuía al distanciamiento entre la pareja. Billy sabía que debía compartir a Jack con su hijo. Pero no era estúpido para no notar que Nathan hacía todo lo que estaba a su alcance para mantenerlos separados, hasta se sentaba entre ellos o rompía algo para llamar la atención cuando ellos intentaban abrazarse. A veces Bill se hartaba y quería gritar, que mientras Nathan era todo complaciente intentando lucir bueno frente a su padre, a él lo trataba como si fuera mierda.
El inglés a veces dormía en el cuarto de Nathan, que por las noches eran los gritos de Nathan los que los levantaban al menos 3 veces por semana, era el único que podía tranquilizarlo cuando tenía un "episodio". El niño lloraba y se abrazaba a su padre y Billy no podía hacer más que quedarse de pie en la puerta viendo la escena hasta que la medicina que le había dado su psiquiatra para dormir hacía efecto.
A Billy se le partía el corazón de verlo, porque cuando el niño volvía a dormirse, era Jack el que se rompía y toda la entereza que fingía frente a su hijo se caía a pedazos, la culpa arremolinaba en su mirada y Billy no sabía qué demonios hacer, una vez había intentado acercarse a él pero Jack lo había rechazado apretando más el cuerpo de su hijo dormido en sus brazos.
Billy no volvió a intentarlo.
Se había preguntado más de una vez si Jack no se arrepentía de estar con él, a veces lo sospechaba, pero nunca se atrevió a decirlo en voz alta. Le aterraba demasiado conocer la respuesta como para preguntar.
No iba a negar que todo el asunto se le estaba haciendo cuesta arriba, por mucho que intentara no tenía idea de como hacer para que las cosas funcionaran y el rechazo del niño hacia él no ayudaba a que las cosas fueran mejor entre ellos.
Necesitaba acercarse al niño, temía que si no lo hacía sería Nathan el que ganara esa batalla, en 7 años de relación Billy no se había sentido tan aterrado de perder a Jack, incluso cuando se había ido, el mantenía la certeza de que el mayor lo quería.
La cosa era diferente desde que en niño llegó a sus vidas.
Billy fue hasta la heladera y sacó un pote de mantequilla de maní y otro de jalea de fresa, había descubierto que al niño le gustaba. No se lo había dicho con palabras pero había visto como sus ojos se suavizaban cuando los veía. Con cuidado dejó los potes sobre la mesa de la cocina y fue hasta la tostadora bajo la atenta mirada de Nathan que lo observaba con sus ojitos oscuros entrecerrados.
Su mirada viajo por un segundo de Billy a la puerta como si estuviera midiendo algo, el ruido de los panes saltando hicieron que volviera al pelirrojo.
El chico se había sentado en la mesa de la cocina a esperar educadamente como siempre hacía, pero estaba casi tan tenso como el propio Billy. Había una guerra fría entre ellos, Pero estaba decidido a no darle el gusto de rendirse, un niño de 7 años no iba a poder con él.
¿Él era un adulto no?
—¿Hiciste tu tarea?—Preguntó nervioso Billy comenzando a untar los panes. De acuerdo, él tenía 25 años, pero el niño lo miraba con esa mirada de superioridad que lo hacía sentir terriblemente estúpido.
—Sí.—Dijo Nathan.
—¿No quieres que te la revise?
Nathan alzó una de sus cejas.
—¿Para que?
—Para ver que la hayas hecho bien.—Ofreció Billy dejando el plato en el centro de la mesa, lo empujó ligeramente y se alejó apoyándose en la mesada a su espalda. Nathan esperó a que el pelirrojo se apartara por completo y por fin se adelantó a buscar el plato con sus cuidadosos ojos puestos en el pelirrojo.
—Está correcta.—Le dijo agarrando el plato, se sentó con su espalda recta en su sitio en la mesa. Billy no entendía por que no se lo llevaba a la cama como cualquier niño. Claramente estaba incomodo en su presencia, pero era demasiado educado, vamos, era un pequeño robot.
En eso le recordaba un poco a Jack, aunque sabía que el inglés mayor no era tan insensible como parecía y sospechaba que el pequeño no era muy diferente. Había domesticado a su padre, era cuestión de tiempo conseguirlo con el hijo ¿no?
Lo vio comer en silencio.
Billy cambió su peso de una pierna a la otra y siguió la mirada de Nathan que se había desviado por un momento a la alacena sobre el pelirrojo, al frasco de ositos de gominolas. Eran la debilidad del chico, lo había visto pedírselas muy educadamente en el supermercado a su padre. Deshonestamente Billy las había comprado y puesto a la vista con la esperanza de que el chico se acercara a él para pedírselas, pero no había tenido éxito hasta el momento.
—¿Quieres? —Le preguntó. El niño se encogió de hombros llevándose su sándwich a la boca. —Si me traes tu tarea puedo darte algunos.
—Mi padre no quiere que coma dulces antes de la cena.
Auch, era gracioso que el chico fuera el que lo recordara, ¿no debía ser al revés?
Billy desvió la vista sintiéndose ligeramente avergonzado e intimidado por un niño de 7 años, maldición. Otra vez los ojos del niño fueron al frasco con un destello de deseo en ellos. Okey, ese era un punto a su favor. Billy se montó sobre la mesada para llegar hasta la alacena -sí, convivir con un medio gigante siendo un gnomo tenía sus desventajas.- tomó el frasco y lo bajó destapándolo en dirección al muchachito.
Lo sacudió ligeramente incitándolo.
—No tenemos que decírselo a tu padre. Puede ser nuestro secreto. —Ofreció.
Nathan se tensó.
Dejó el plato con el sándwich a medias, se levantó y desapareció por la puerta de la cocina.
¿Qué demonios?
Siempre se había sentido orgulloso de su habilidad de leer a las personas ¿Cómo era que un pequeño niño oscuro pudiera desconcertarlo de esa forma?
Por un momento creyó que había conseguido algo, un avance, aunque mínimo, Billy comenzaba a desesperarse. Vamos, había dirigido una oración completa en su dirección. Eso era mucho más de lo que había conseguido en el último mes.
Billy suspiró pensativo, llevándose unos cuantos ositos a la boca hasta que la vocecita infantil de Nathan volvió a sobresaltarlo.
¿Cómo era que ese chico podía moverse por la casa sin que nadie lo oyera? Billy por poco no deja caer el frasco en el suelo.
—Dijiste que eran para mi, yanqui, mentiste.—Billy pestañó.
Sus ojos se concentraron en el niño que había vuelto hasta la cocina. Traía su cuaderno con él y se lo tiró sobre la mesada con su ceño fruncido. Billy tendió el frasco en su dirección y el niño corto la distancia que los separaba por primera vez desde que llegó de Liverpool. Sus pequeñas manos se hundieron en el frasco cargándose de gomitas y luego se marchó.
Un pequeño avance, se aplaudió a si mismo.
Y vaya si lo había sido, el niño había malinterpretado el asunto con la tarea.
Desde ese día iba todas las tardes a dejarle las tareas a cambio de gomitas y se sentaba a comer su sándwich de mantequilla con Billy. El pelirrojo lo esperaba siempre con uno, lo había notado sacándole los bordes y poniéndole las gomitas dentro por lo que a la siguiente vez lo que encontró en la mesa fue un sándwich de mantequilla de maní, Jalea y gominolas sin bordes. Nathan se sentaba a saborear su pequeño manjar y observaba a Billy haciéndole la tarea como si lo creyera estúpido.
En su cabeza, al yanqui tonto le gustaba tanto hacer su tarea que le pagaba con gomitas por ello.
Billy no había puesto pegas en eso. Vamos, que si Jack se enteraba probablemente lo reprocharía como a un crío, pero desde que le hacía la tarea al niño lo había visto menos a la defensiva a su alrededor, de hecho últimamente se sentaba más cerca de él, como un cachorrito, asustado se había ido acercando poco a poco.
Billy fingía que no lo notaba, un día pasó de sentarse frente a él a sentarse del mismo lado, luego una silla más cerca, dos sillas más cerca... en ese momento Nathan se había sentado a su lado y con sus dos manos aun en su sándwich se inclinó en su dirección.
—No me gusta ese color.—Billy alzó la vista sorprendido, Nathan prácticamente se había metido en su espacio personal por su propia cuenta. Billy tuvo que aguantarse por no soltar un gritito de emoción. Todo era cuestión de tener paciencia con esos necios ingleses, e insistir una y otra vez, darles el "empujoncito" y esperar a que se acercaran por su cuenta.
—Lo estás haciendo mal.—Le reprochó Nathan que parecía muy ofendido por que el tonto yanqui le hubiera arruinado su tarea.
—Lo siento, cariño.—Le dijo Billy, Nathan ya no lo corregía cuando lo llamaba cariño, solo rodaba los ojos y lo miraba como si fuera tonto.
Era un mini-Jack cuando fruncía el ceño, Se veía adorable. Lo único que lo diferenciaba de su padre eran sus ojos, los de Jack como dos monedas de chocolate, los de Nate de un gris muy oscuro, que los hacían parecer completa y verdaderamente negros. Era lo que le daba el toque espeluznante, aunque si era sincero consigo mismo el niño ya no lo asustaba.
Bajó su vista al cuaderno donde un círculo con una línea al lado se encontraba debajo de la consigna:
"pinto con mi color favorito y escribo su nombre"
Billy había rellenado el circulo con crayón verde.
—Todo en tu cuarto es verde. Creí que te gustaba.
Nathan se encogió de hombros, le gustaba el verde pero no era su color favorito.
—Sus ojos son azules.
—¿Sus ojos?—Billy pestañó.
¿Estaban teniendo una charla?
Y lo que era más asombroso: Nathan la había iniciado.
El chico agarró el crayón de dicho color y comenzó a llenar el circulo por si mismo celoso de que el pelirrojo no volviera arruinarlo. Billy lo dejó hacer pero no estaba dispuesto a perder esa oportunidad.
—¿quien tiene los ojos azules?
—Perfec Blue. Mi amigo.—Le explicó el niño concentrándose en no pasarse de la raya, Billy notó que era muy meticuloso cuando dibujaba o pintaba sus cuadernos, se tomaba toda la paciencia del mundo, donde otros niños se salían de los bordes y rayaban todo, Nathan de verdad pintaba con cuidado hasta que conseguía el resultado que quería, era bastante aplicado para su edad. Billy debía admitirlo.
—¿No crees que perfect Blue es un nombre un poco largo?
Nathan volvió a encogerse de hombros.
—oh, ¿Entonces como es él?—Volvió a preguntar Billy interesándose, lo cierto era que creía que perfect Blue era algún tipo de amigo imaginario.
—Te dije que tiene los ojos azules.—Le dijo terminando su tarea. Dejó el crayón y volvió a su sándwich. ¿Realmente el novio de su padre era tan tonto?
Billy notó que el chico volvía a distanciarse pero no estaba dispuesto a dejarlo correr, como que se llamaba Billy Brennan que si el niño había iniciado una conversación él se la seguiría.
—¿Cómo los míos?—Nathan alzó la vista al pelirrojo y analizó los ojos del mayor.
—Tus ojos no son azules. No son tan lindos.
Okey, un niño de 7 años acababa de golpear su autoestima.
—¿Crees que mis ojos son feos?
—A papá le gustan. — Se encogió de hombros. Tomó su cuaderno y dejó la cocina.
Okey eso había sido algo. ¿no?
Billy había comenzado a preguntar por Perfec Blue, una nueva actividad añadida a su rutina de tareas y sándwiches de mantequilla y gomitas. Nathan se mostraba más receptivo cuando hablaban de Blue, así había empezado a llamarlo luego de llegar a la conclusión de que efectivamente perfect Blue era demasiado largo.
Billy había estado convencido de que era un amigo imaginario, hasta que una tarde fue a buscarlo al colegio y lo encontró sentado en la entrada junto a un niñito que parecía mucho más pequeño que él.
El pequeño parecía estar llorando y Billy se acercó preocupado, que había recibido varias llamadas de la maestra y notas en el cuaderno de conductas porque el niño peleaba con otros niños. Lo habían hablado con el psiquiatra que trataba a Nathan, pero seguían ocurriendo accidentes.
De hecho habían expulsado al niño del primer colegio al que lo habían inscripto, Corliss era el segundo colegio y el que fuera una institución semiprivada tenia mucho que ver con que no hubiera tenido más problemas con los directivos. Que podía tener sus días malos como todos los niños, pero nunca había esperado que abusara de un niño más pequeño que él.
—¿Qué está pasando aquí?—Preguntó en tono de reproche y vio como dos pequeñas cabecitas se alzaban.
Un par de ojos azules lo golpearon como si fueran faros, diablos, Billy nunca había visto un niño con ojos tan azules en su vida. Eran como dos zafiros, rodeado de espesas y largas pestañas negras, demasiado grandes y llamativos para su pequeño rostro de mejillas redondas. Resultaba casi absurdamente tosco de una manera ridículamente encantadora.
Billy no tardó en comprender que estaba frente a Perfect Blue.
El niño tenía las mejillas rojas y los ojos humedecidos mientras se los frotaba en un mal intento por no llorar. Nathan lo tenía abrazado protectoramente, entre los balbuceos del niño entendió algo de que su papá era militar y se había marchado esa mañana. Nathan se había resistido a dejarlo solo a riesgo de montar un berrinche, por lo que tuvo que esperar a que la madre de Joe, así era como se llamaba Blue, llegara para pedirle permiso de que el niño fuera a pasar el rato con ellos.
Y esa...esa fue solo una de muchas tardes en las que tuvo a los niños correteando en su casa.
segundo extra, admito que me encanta escribir de Nathan pequeño es muy jgfgfdfsds
ustedes que piensan?
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