Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Chapter fourteen.

Nota: Hola, lectorxs, espero estén bien. Empiezo mi nota de autora por aquí, porque normalmente al final suele ser ignorada. Esto más bien es para agradecerles que estén leyendo y votando, agradecerles su paciencia esperando cada tardía actualización. Sin embargo, también les pido que comenten, me encantaría leerlas, lo que piensan de esta historia que ha sido una odisea para mí retomar, escribirla y que ahora lo hago con tanto amor y gusto, en serio, estaría encantada de leer sus comentarios, sería de mucha inspiración y ayuda. Por otra parte, les deseo un exitoso 2025, lleno de objetivos y sueños por concretar, mucha confianza y amor propio. ¡Un abrazo!

Ahora, sin más, a leer el capítulo. 

(***)

Tres toques en la puerta ocasionaron que Catherine desprendiera el abrazo y diera un paso hacia atrás, Angelina entró sin ser invitada, tratándose del despacho de su amiga no consideraba tanta formalidad. No advirtió el abrazo, pero si la cercanía de ambas mujeres, entrecerró los ojos y miró a Cate, quien le devolvía un vistazo apenado. Evangeline se cruzó de brazos y por eternos segundos bajó la mirada.

―Hola ―rompió el silencio la pelinegra―. ¿Interrumpo algo?

―En lo absoluto, Angelina ―respondió Cate yendo hacia y ella y besándole la frente―. Te extrañaba.

Angelina quiso reír, ¿desde cuándo tanto cariño? Se mofó y terminó de entrar al espacio.

―Yo debo ir a continuar, con permiso. ―Evangeline apuró el paso y sin esperar respuesta alguna desapareció de ahí.

― ¡Explícame lo que estaban haciendo, Catherine White! ―exclamó Angelina tumbándose en la silla del escritorio de Cate. La rubia giró el cuerpo y se encaminó en esa dirección, a cada paso emitido la mirada se fulminaba todavía más.

―Fuera de mi escritorio ―espetó, sin embargo, Angelina ni se inmutó. Cate respiró hondo y recostó en el instrumento de madera, quedando así cerca de la pelinegra―. Gané el juicio ―dijo.

―Bien, rubita, bien. ¿Y por qué no estás feliz?

Cate revoleó los ojos y por segunda vez en el día desahogó todo. La pelinegra determinó que su compañera había estado llorando, dedujo que las emociones eran serias.

―En fin, Angelina, espero superar esto rápido, me ahoga pensarlo.

―Podemos hacer terapia encasa, ¿quieres? ―invitó la mujer, enderezando su postura en la silla de Cate.

―Ojalá. Tengo otro caso pesado, aunque no tanto como este.

―Bueno... ―Angelina dudó si soltar cierta pregunta, decidió no pensarlo demasiado y habló―: ¿Qué pasa con la arquitecta?

El cuestionamiento de la abogada desconcertó a Cate por breves segundos. Si bien Angelina no era tonta, tampoco esperaba que preguntara sobre ese tema con tanta naturalidad. Enarcó una ceja y carraspeó, los nervios eran casi palpables en su ser. Bajó del escritorio y comenzó a caminar en círculos, Angelina, que la conocía casi a la perfección disfrutaba lo que observaba. Sabía que la rubia necesitaba un empujón para actuar con esa mujer, o para al menos soltar la sopa sobre sus verdaderos sentimientos hacia ella, pero era tan orgullosa que jamás lo admitiría.

―Nada que no sepas ―respondió con desdén. La Cate amable había desaparecido.

― ¿Se besaron antes de que yo entrara e interrumpiera? ―Aumentaba la tensión en sus preguntas, ya que aseguraba que pronto obtendría la verdad.

― ¡No! ―exclamó con rapidez―. Solo nos abrazamos.

― ¿Tú y ella? ―continuó sorprendida―. ¿Acaso las enemigas se abrazan?

― ¿Somos enemigas? ―inquirió Cate deteniendo su andar y recostando la espalda en la pared del fondo, al lado de su biblioteca.

― ¿Lo son? ―Contraatacó Angelina.

―Disfrutas mi sufrimiento, ¿no?

Angelina se carcajeó y dijo: ―Ah, ¿estás sufriendo?

La rubia se cruzó de brazos y respiró pesadamente.

―Qué martirio hablar contigo.

―Tú sola sufres, Cate. Confiesa de una vez que te gusta la señorita Evangeline.

―No lo haré.

―Pero mira que te encanta, eh.

― ¡Ya! ―gritó y a tres zancadas llegó hasta donde estaba la pelinegra y de un brazo la haló y la apartó de su silla, se sentó ella y la fulminó con la mirada―. Suficiente por hoy, qué irritante eres.

―Te vas ahogar, Catherine, si no hablas, un día de estos te voy a encontrar tendida en el suelo y cuando le pregunten al forense la causa de muerte, dirá que por ahogamiento de emociones.

Cate quiso reír, pero apretó sus labios y apartó la vista de su compañera que se aproximaba a la salida.

―No quiero verte si es posible dentro de un año, ¡adiós! ―espetó y entre risas Angelina regresó a su oficina.

(***)

Evangeline conducía a su casa después de un pesado día laboral, amaba su trabajo, pero el cansancio era insoportable en su mayoría. Escuchaba la radio con el fin de despejar el torbellino que era su cerebro. Cantaba con emociones contenidas, la sensibilidad especialmente hoy se hallaba bien elevada y antes de dejar salir una lágrima, la castaña inhaló y exhaló al segundo. Poco tiempo le tomó entender porqué se sentía así, hasta que una molesta pero fugaz puntada se instaló en su vientre. Iba en su tercer día de menstruación.

Is this the place that i've been dreaming of? ―cantaba con suavidad, palpando la letra con su lengua, dejando correr las partes que no sabía a la perfección―. And if you have a minute, why don't we go talk about it somewhere only we know?

Par de minutos más tarde, estacionó el auto y con rapidez se adentró en la casa, subió a su recamara y casi como un rayo se despojó de su vestimenta y corrió a la ducha, era estimulante, relajante, había calma allí. Dejó el agua correr y de repente sintió cada musculo destensársele, su mente aún continuaba con la canción que cantó en el coche, tarareando algunas líneas. Sin embargo, le jugó una pasada no tan mala al traerle el recuerdo abrazando a cierta abogada peleonera. Sonrió negando con la cabeza, cerró los ojos y se abrazó. Automáticamente empezó a chorrear sangre, no solo su estómago había reaccionado ante tal memoria.

Esa noche Eva durmió a plenitud, confiando en sí misma y en que todo marchaba bien en su vida, rebobinando el abrazo con la abogada. No era un secreto para ambas que se gustaban, en cada pelea lo demostraban y ese inesperado acto de confianza lo confirmó.

A la mañana siguiente no todo eran buenas noticias, y es que era cuestión de tiempo para que la bomba estallara. Evangeline siguió con naturalidad su rutina diaria, luego del desayuno encendió su mini cooper y partió a Torres y Asociados, no presentía nada, no vislumbraba que su vida estaba dando un giro de 180 grados. Cuando parqueó el coche advirtió el de su jefe y ese acto le hizo fruncir el ceño, normalmente era ella quien llegaba primero e iba a la misma hora de siempre. Al llegar a su sitio de trabajo, específicamente su oficina, la secretaria del señor Torres le indicó que debía pasar a su despacho, él la estaba esperando.

―Buenos días, Evangeline ―habló Alfonso una vez la observó dentro, y sin dejar que contestara la invitó a sentarse señalándole las sillas frente al escritorio. Lucía fresco, como siempre, sin embargo; Eva logró contemplar cierto rastro de preocupación en esas facciones, era extraño de explicar e incluso de analizar y aún así no visualizó ningún escenario negativo.

― ¿Pasa algo, señor Torres? ―Se atrevió a preguntar, cruzó las piernas intentando mantener una calma que no sentía.

El viejo la miró fijamente a los ojos y suspiró, lo que estaba a punto de decir lograba lastimarlo en cierto punto.

―Pasa todo, señora ―espetó, abriendo una carpeta. La arquitecta se tensó, comenzó a sudar, el estómago se le contrajo e irremediablemente pensó lo peor―. Quiero ser directo, así que espero no tener interrupciones de su parte y me deje hablar, ¿estamos? ―Evangeline asintió casi en automático y para ese momento nada faltaba para desmayarse del susto que cargaba encima―. Recuerdo haberle dicho, más bien aconsejado, que renunciara a su empleo con la ejecutiva Alexa Santana, ―Eva al escuchar el nombre de su jefa perdió compostura y de entre sus labios dejó escapar un suspiro―, no lo hizo y anoche a mi correo interno llegó esta información que me tomé la molestia de imprimir. ―El hombre con ojos llenos de decepción hacia quien creía la persona más correcta de su constructora, le extendió la carpeta abierta con el fin de que ella misma observara su terrible falta.

Por su parte, Evangeline no tenía palabras, se sentía indefendible y la peor de las delincuentes.

Vamos, no es que la mujer haya cometido el peor de los pecados, pero es alguien muy correcto con sus acciones, no siente necesidad por mentir o falsear por nada, aún así había incumplido un contrato, ocultado información para trabajar en el sitio de sus sueños y aunque siempre lo ha sabido, el pasado acaba de alcanzarla, a sus mentiras se les desvanecieron las patas.

La mujer leyó el correo, detalló los documentos e incluso la perra de Santana tuvo la desgracia de escanear el contrato firmado por ella con cada una de las cláusulas, ¡es que es muy perra!

―Señor Torres, yo... ― ¿Qué iba a decir? Podría explicarlo todo, pero el gesto endurecido de su jefe le indicaba que no era buena idea, no por ahora. Sentía vergüenza de sí misma, de su mal actuar, quería desaparecer del universo si era posible.

―No quiero escuchar explicaciones, yo pensé que usted estaba siendo sincera. No sé cómo va a solucionar lo de su otro trabajo, pero le deseo toda la suerte del mundo, la va a necesitar.

La garganta de Evangeline se cerró a cada palabra pronunciada por su jefe, el hueco en su estómago se expandió tanto, que de pronto lo sentía en su corazón, como el peso de algún animal gigante sobre él, aprisionándolo. Era consciente de que estaba perdiendo el trabajo de sus sueños, así el hombre frente a ella no haya pronunciado las palabras exactas.

«En cuanto a los planos que hace tiempo le entregué, puedes dejármelos con mi secretaria lo más rápido posible, pase por recursos humanos para gestionar lo de su despido y a su vez su liquidación, me hubiera encantado que durara años este equipo, pero no puedo trabajar con personas que ocultan información tan grave como la que usted me ocultó. Faltó a mi confianza, a la de sus compañeros y a la de mi empresa.»

¿Y ya? ¿Eso era todo? ¿Así terminaba el sueño de su vida?

Negó con la cabeza, mientras dejaba salir las lágrimas.

―Por favor, deme una oportunidad ―pidió con dificultad, el llanto incrementaba tanto como su dolor emocional e incluso corporal. Mal momento para tener la menstruación, si no la tuviera también hubiera llorado, pero sabía que no a tal intensidad―. Le prometo que voy a solucionar todo esto, pero no me deje ir.

El señor Torres la observaba en silencio y apenado. No iba a ceder, ya estaba hecho.

―Lo siento, Evangeline. Es mejor que no insistas, desde que llegué mandé a gestionar todo para...

― ¡No! ―gritó, dejando escapar un fuerte sollozo. Se levantó de la silla y se cruzó de brazos, para luego colocarlos a cada lado―. Ayúdeme con esto, llevo tanto avance con los planos... ―hipó del llanto, no dimensionaba el daño que se hacía―, juro por Dios que renuncio y termino mi relación allá, pero no me saque... ¡Es mi sueño hecho realidad estar aquí!

Entonces Eva se tumbó en la silla donde anteriormente estaba y se dejó llevar por las lágrimas, no le importaba que él la estaría mirando, no, ella se entregó a ese sufrimiento, Evangeline era de esas quienes ponían de prioridad desahogarse, de expresar sus sentimientos más fuertes. Alfonso hizo una llamada a cafetería y con ello ordenó una botella de agua mineral, si bien no iba a reversar sus decisiones, tampoco le dejaría deshidratarse. Una camarera le llevó el pedido y aunque no notó la tensión del lugar, si vio a la arquitecta deshacerse en lágrimas, frunció el ceño y salió tan pronto como entró.

Al transcurrir un rato prudencial, la castaña bebió el agua. Ninguno dijo algo más, de hecho, Eva tomó la botella hasta la mitad y se acercó a la puerta, no quería estar allí, rogando un trabajo que le dolía perder, era su vida y le molestaba que solo ella lo comprendiera, que él no se haya condolido, que no haya cedido a sus peticiones. Suspiró, todavía con aquella sensación ahora inexplicable en el cuerpo, recorriéndole la sangre.

―Los planos puede traerlos hasta la próxima semana, es necesario para mí tenerlos lo más rápido que se pueda. ―Evangeline torció la boca en un mal gesto, no diría nada más―. Y suerte, señorita Brown.

La castaña asintió, abrió la puerta y salió dejando un rastro de lamentos silenciosos en el camino hasta el parqueadero. Lloraba desconsoladamente, sollozaba y en un inútil intento de acallarlos en público cubrió su boca con las manos.

Y todavía le faltaba enfrentar a Alexa Perra Santana.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro