4. SMOKE
CLASIFICACIÓN: Smut
PEDIDO DE:
PAREJA(S):
→ Rindou x Izana
ACLARACIONES:
→ Conductas posesivas.
→ Manipulación.
→ Relación tóxica.
→ Si esto estuviera en Ao3 sería inevitablemente marcado como "Paloma muerta: no comer"
→ Leve refería a un trastorno alimenticio.
→ Conductas inapropiadas y lenguaje inapropiado
→ Evidentemente muchos temas sensibles.
NOTA:
No saben lo satisfactorio que fue terminar al fin un capítulo más de este libro y lo oscuro que fue que fuera justo este capítulo.
Como ya lo mencioné arriba, en este capítulo se hace mención de muchas conductas y temas sensibles, precaución con eso queridxs. Espero sus críticas en los comentarios.
Espero lo disfruten 🤍
— ¿El jueves?
— Si, después de clases en la casa de Shion, ¿te parece?
— En realidad creo que me quedare en casa
— ¡Vamos, Rin, salgamos un rato! Últimamente has estado estresado por los exámenes, esto te ayudará.
— Pero...
— Por favor, será divertido —rogó su novio.
Rindou lo medito por unos cuantos minutos; en realidad no tenía ganas de una fiesta y aún tenía un par de proyectos que requerían de su atención, pero el puchero formándose en los labios de Sanzu y sus súplicas constantes lo estaban haciendo cambiar de opinión.
— Está bien —aceptó con un suspiro— pero tengo que entregar unas cosas antes, entonces deberás recogerme en mi casa para llevarme un poco después de la hora.
— ¡Claro, lo que tú quieras! —besó su mejilla y Rindou sonrió.
— ¿Sabes si Ran también irá? Tal vez podría irme con él y verte allá.
— No le he preguntado aún pero Izana ira, entonces de seguro él también; sabes que tu hermano muere por ese hombre.
— Si...
— Igual no sé si sea buena idea que vaya, Kakucho también irá y verlos a los dos juntos puede afectarle un poco... tal vez debas hablar con él sobre eso.
— Claro... si, si, yo... hablaré con él luego.
— Bien —la campana sonó indicando el fin del receso y Sanzu volvió a besar su mejilla por última vez— te veo después de clases.
— Nos vemos...
No sabe como comenzó.
Tal vez fueron las miradas discretas o las insinuaciones leídas entre líneas o esa vez que puso su mano sobre su muslo por debajo de la mesa. Tal vez nació con la curiosidad de Izana sobre el comportamiento de Rindou, preguntándole siempre de manera burlona porque siempre seguía a su hermano como un cachorro perdido y era tan fiel a su novio como un perro leal.
Tal vez fue su determinación infantil de demostrarle que no necesitaba estar detrás de nadie, tal vez fue todo resultado de una manipulación insana del mayor en la que finalmente cayó.
Porque al final de cuentas siempre fue eso:
Un amor —comportamiento— tóxico, manipulador, agobiante y posesivo en el que Rindou se ahogaba pero también se negaba a salir.
Porque Izana tenia razón.
Estaba perdido como un cachorro y era fiel como un perro. Aceptaba lo que él hombre le daba y agradecía las sobras de atención que le arrojaba.
Y siempre terminaba ahí.
En sus brazos, en su cama, en su red y en su trampa.
Terminaba engañando a su novio, traicionando a su hermano, defraudando a su amigo.
— Creo que no quiero esto —dijo una vez, con las sabanas de la cama cubriendo su piel sonrojada y el hombre fumando en la ventana— no se siente bien.
— ¿No? —pregunto el albino, viéndolo por un minuto antes de acercarse— ¿y que haras, entonces?
— ¿Qué?
— ¿Qué harás cuando esto termine? —pregunto como si su duda fuera genuina— perderás a tu novio y tu hermano seguro te odiara; no tendrás a nadie y... siendo sincero, Rindou, tu no eres nadie, entonces... ¿qué harás?
— Y-yo... yo no...
Izana sonrio, tomando una calada de su cigarro viendo al menor tropezar con sus palabras y luego expulsando el humo en la cara del contrario.
— Tranquilo, no fuerces tu tonta cabecita con algo tan vago. Esto no se terminara Rin, ¿sabes por que?
Rindou negó, mareado por humo del cigarro y el tono dulce de Izana.
— Porque soy piadoso. Soy tan piadoso que no te haría algo así —respondió— se que soy tu dueño y que sin mi no eres nadie, sin mi perderías a todos y te quedarías solo como el pobre cachorro desamparado que eres; por eso no puedo terminar con lo nuestro y por eso tu no puedes terminar con esto, ¿entendiste?
Tomó la barbilla del menor con un dedo y lo obligo a mirarlo. A mirar a su verdugo a los ojos mientras firmaba su condena por el resto de sus días.
— ¿Puede esa cabecita tonta tuya entender esto Rin?
— Si...
— Perfecto —besó suavemente sus labios y luego se separo, regresando el cigarro a su boca— ahora, ¿por qué en lugar de decir tonteras no usas esa boquita para enseñarme que tan buen cachorro eres?
Se sentó en la orilla de la cama y Rindou no tardo en arrodillarse en el suelo, justo frente a su entrepierna.
Sabía que debía empezar lento y esperar a que Izana marcara el ritmo que quería; así que primero beso la cabeza y comenzó a repartir pequeñas lamidas que hicieron al mayor halagarlo; después rodeó el miembro con sus labios y comenzó a bajar lentamente, subiendo de nuevo cuando a penas iba a la mitad. Izana gimió antes de tomar una nueva calada del cigarro y llevar su mano libre al cabello rubio.
Rindou siguió con su trabajo, primero lento y luego dejó que el mayor le jodiera la garganta hasta que sintió náuseas y dolor por toda la tráquea, lo dejó aumentar el ritmo y tirarle el cabello hasta que sus ojos lagrimearan.
Tosió y se ahogó con su propia respiración cuando Izana al fin lo soltó y le dejó tomar aire, y antes de que pudiera recuperarse por completo, sintió un tirón en su muñeca que significaba una orden silenciosa para que se reincorporara.
Rindou obedeció, porque era lo único que sabía hacer: seguir órdenes y obedecer.
Se subió a su regazo e Izana inmediatamente se dejó caer sobre la cama, una mano aún en el cigarro y otra sobre los huesos de su cadera.
Tal vez Rindou había descuidado un poco su alimentación desde que el albino soltó el comentario sobre que tenía que ser tan delgado como su hermano; tal vez tenía anotado en un post it en el baño el peso exacto de Ran y también tenía una báscula frente al espejo que usaba para pesarse cada mañana.
Tal vez Izana tenía más poder sobre el del que quería aceptar.
— Vamos, no pierdas el tiempo —le dijo, con los ojos cerrados y el tabaco entre los dientes.
Rindou obedeció (otra vez) y llevó el miembro a su entrada; bajo por la extensión cuidadosamente por la falta de preparación y gimió cuando los dedos en su cadera presionaron lo suficientemente fuerte para que doliera.
Izana también gimió, dejó salir el humo por la boca y tiró más de Rindou hacia abajo para que terminara de entrar.
— Buen chico —volvió a apretar sobre su cadera y Rindou pudo jurar que su hueso se rompería—, eres un buen cachorro para mi.
— Izana... —gimió, cuando el mayor intento moverse pero la falta de lubricante solo causó un dolor áspero dentro de él.
— Oh, vamos, no me digas que necesitas acostumbrarte —se burló, abriendo los ojos y mirándolo altanero desde abajo— seguro Sanzu te tiene muy mimado; seguro que con él nada duele.
Rindou trago saliva; sabía que era inútil pedirle que no mencionara el nombre de su novio mientras le era infiel, porque también sabía que esa era la intención exacta de Izana.
Recordarle sus pecados, quemarlo en el ácido de la culpa, obligarlo a ser más vulnerable, a darle más control, a volverse más dependiente.
A quemarlo lento hasta que no quedaran más que cenizas entre sus manos.
— Pero mírate, siendo un buen cachorro para mi al punto de recibirme sin antes prepararte —recorrió su costado lentamente, dejando por fin de presionar su cadera adolorida, llevando ahora la palma a su muslo delgado— Traicionando a Kakucho y a tu hermano por mi, siéndole infiel a tu novio solo por mi. Eres mío Rindou, yo soy tu verdadero dueño, ¿entiendes?
Rindou no contestó, con la respiración agitada por el aire espeso y las sensaciones en su pecho; sin embargo, su mente se despejó y todo fue opacado por un dolor punzante cundo algo quemo en su muslo izquierdo.
Izana terminó de apagar su cigarro contra su piel y se reincorporó en la cama, mirándolo desafiante a centímetros de su cara.
— ¿Entiendes? —repitió.
Rindou asintió rápidamente, — si...
— Eres tan bueno —comenzó a moverse, enterrándose más en su interior y regresando la mano a su cintura para tener un mejor control— tan obediente, mereces un premio.
Rindou gimió roto cuando el ritmo aumentó, dejó caer su cabeza en el hombro ajeno y se mordió el labio cuando los dedos se clavaron con fuerza en la curva de su cintura.
— Mereces que te cuente un secreto.
Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos cuando el miembro tocó un punto importante dentro de él; la mezcla de placer y dolor comenzó a nublarle la mente y el sabor metálico de la sangre en su boca empezó a marearlo.
— En realidad... — dijo Izana, suspirando caliente sobre su oído— en realidad si me gusta tu hermano, más que tú de hecho; la diferencia es que a él lo hago esperar porque las cosas buenas siempre tardan en llegar, en cambio a ti... mierda, a ti me gusta romperte y desarmarte las veces que quiera y saber que me dejarás seguir haciéndolo.
Rindou gimió. Estaba tan cerca y le dolía todo.
La cintura, la garganta, el muslo quemado, la cadera y el labio. El placer a penas se lograba distinguir a través de todo el dolor, pero se lo merecía.
Se merecía todo lo que Izana decía que se merecía y se merecía todo lo que Izana le daba.
Sin importar cuánto doliera.
Al final de cuentas, él era su dueño.
— Vamos Rindou, se un buen chico para tu dueño y rómpete.
Las estocadas se volvieron más duras y desordenadas, el sabor metálico de la sangre se mezcló con el salado de sus lágrimas y la presión en su cintura lo quemo como el mismo cigarro.
Entonces Rindou volvió a obedecer y llegó a la cima; gimió con la garganta adolorida y sintió que perdía la conciencia por unos segundos.
Izana siguió usando su cuerpo hasta que llegó a su propio climax, le mordió el hombro con fuerza y esta seguro de que estuvo a segundos de romperle una costilla.
Pero no lo hizo afortunadamente, salió de él cuando terminó de correrse y espero un par de minutos para regular su respiración; después, lo dejó tirado en la cama mientras iba a buscar otro cigarrillo a su escritorio.
Rindou se preguntó dónde lo apagaría esta vez.
— ¿Lo ves? —preguntó Izana rompiendo el silencio, fumando de nuevo en la ventana— Esto es lo que eres, esto es por lo que vives y por lo que morirás. No intentes cambiarlo, Rindou, no hay otra vida para ti.
El humo llenó sus pulmones de nuevo, Rindou cerró los ojos y sintió los moretones palpitar sobre su piel sensible.
Si, Izana tenía razón.
Estaba perdido como un cachorro y era fiel como un perro... y le pertenecía. Izana era su jodido dueño.
— Por cierto, ¿acaso subiste de peso?
Y si, eso lo llevaría a la maldita tumba.
Gracias a mi editora por su trabajo
Siguiente pareja:
NO TENGO IDEA
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