[Final.I can't be happy]
-8 Años después-
—Es un placer darles la bienvenida a todos a nuestra exposición de arte de este año.
Las palabras de Shane McMahon fueron aplaudidas, a lo que él esperó para continuar hablando.
—En esta ocasión hemos escogido las mejores obras para ser admiradas, tales como retratos o esculturas. Pero tenemos una sala en especial dedicada a un solo y único artistas.—sus ojos se desviaron del público, mientras una sonrisa se dibujaba lentamente en su boca.— Dean, ¿te gustaría decir algunas palabras?
No pude evitar sonreír de lado, dejando el lugar en la pared en el que me apoyaba y pasando entre las personas que me aplaudieron animadamente.
Mi corazón latía con fuerza con cada paso, pero conseguí tomar el micrófono que Shane me ofrecía. Le agradecí con un pequeño movimiento de cabeza y me quedé de pie al frente de los invitados a la exposición. Me relamí los labios, disponiéndome a hablar una vez que los aplausos se terminaron poco a poco.
—Uhm...Hola a todos, bienvenidos.—comencé, aclarándome la garganta brevemente.—Nunca he sido bueno hablando en público, por lo que este discurso probablemente sea una basura.
La audiencia y Shane rieron, eso consiguió que mis hombros se relajaran un poco bajo la tela de mi camisa y chaqueta de esmoquin.
Solo tenía que mantenerme confiado y ser yo mismo, como Shane siempre dice.
—Hace 8 años comencé a dedicarme a esto. Pensé que sería la mejor manera de sanar mi corazón y al mismo tiempo convertirme en lo que quería ser, expresar lo que realmente sentía mediante el arte.—tomé una respiración.— Al mismo tiempo, quería enorgullecer a alguien muy especial que espero me esté viendo en estos momentos.
Cerré brevemente los ojos, para luego retomar mis palabras con una sonrisa en la boca.
—El otro día, tras una exposición en Nueva York me preguntaron sobre aquella pintura en la que...retraté a cierta persona de cabello largo y ojos de un frío gris.—hice una pausa.—Comenzaron a preguntarse sin parar quién era mi inspiración.—la gente me miraba realmente interesada, sintiendo que mi corazón latía con fuerza por lo que iba a decir.— Y siempre les doy la misma respuesta. Mi inspiración es esa persona que me mira desde un lugar mejor...y aquel amor que sigue en mi corazón como un recuerdo al que jamás puedo borrar, incluso con litros de pintura. Mi amor brutal, como siempre lo llamo.
Escuché un "Aw" por parte de la audiencia, al mismo tiempo en que me decía a mí mismo que debía seguir hablando.
—Estas pinturas estarán a la venta para el mejor postor, por lo que les agradezco por el simple hecho de estar aquí apoyándome a mí y a todos mis compañeros artistas presentes en esta exposición. Y los que no lo están, tienen que seguir luchando y nunca rendirse por lo que quieren.—más aplausos, por lo que me da tiempo de tomar otra bocanada de aire.— Por último, quiero anunciar que lo recaudado de mis pinturas será completamente donado a las causas de abuso intrafamiliar e infantil, por lo que ese dinero pasará a ser de gente que realmente lo necesita. Disfruten de la exposición.
Di por finalizado mi discurso, entregándole el micrófono al organizador de la exposición que todavía aplaudía mis palabras como los demás. Él me sonrió, palmeando mi hombro y susurrándome un "bien hecho" antes de que me disponga a alejarme de la multitud.
—Dean Ambrose, damas y caballeros. Disfruten de nuestra exposición y gracias por venir.
Ese era mi nombre artístico, Dean Ambrose. Uno de los pintores más famosos de todo el estado, según Shane.
Luego de que me quedara en Los Ángeles, las oportunidades comenzaron a llover, y poco a poco seguí lo que mi corazón realmente quería. Me convertí en algo digno de mí mismo y conseguí algo parecido a la felicidad.
Parecido, ya que no estaba realmente completa.
Caminé por el gran salón en el cual la gente admiraba las pinturas, más de algunas me saludaron y no temí en devolverles una sonrisa o un saludo personal.
Desde que me fui de Atlanta, las cosas habían cambiado de la noche a la mañana. Extrañaba mucho mi vida, incluso hubieron días en que pensé en retractarme de todo. Pero las llamadas a gritos de Nicole diciéndome que no me recibiría si no era como el mejor artista del mundo me dejaban callado.
No supe mucho más de Allen, salvo de que parecía visitar la cafetería más seguido gracias al chico que tomó mi lugar como mesero, un tal Christopher según Nicole. Me alegré muchísimo de que estaba abriéndole su corazón alguien más.
Llamé a Seth un par de veces también, pero seguía molesto de que no le dijera que me iba. Sin embargo, cuando hablamos solo chilla de lo orgulloso que está cada vez que pasa por las calles de la ciudad y ve mi foto en los periódicos, hablando sobre mis recientes obras y el éxito que parezco tener en el lugar en que pasé varios años de mi vida.
Era bastante raro el decirme a mí mismo que era un artista "reconocido", y aunque Shane me dijera que era cierto y debía acostumbrarme al concepto, seguía siendo algo que realmente no me consideraba.
Solo era un tipo con un pincel, una mente no tan trastornada, el recuerdo de la sonrisa de su madre y un corazón roto que intenta seguir latiendo.
Porque, aunque haya cicatrizado, no se ha olvidado de su dueño. En especial por el hecho de que cada mañana despierto con su sonrisa en mi memoria y termino haciendo más de algún boceto o retrato de su rostro, guardándolo en secreto en mi estudio antes de irme a dormir.
Y aunque todavía no me sienta cómodo con mi verdadero nombre, he aprendido a valorarlo y tenerle cariño a pesar de mi seudónimo.
—¡Dean! ¡Dean!—aquel tono de voz entretenido y animado me sacó de trance mientras bebía una copa de champán. Mis ojos no tardaron en encontrarse con ese chico de cabellos alborotados y ropa estilo animal print.— ¡Gran discurso, hermano! ¡Te felicito!
Con una sonrisa choqué su puño alzado y lo abracé brevemente:—Gracias, Eric. Aunque sigo pensando que soy el peor hablando en público.
—¡Tonterías!—chilló, para luego estirarse hacia uno de los meseros de por ahí y alcanzar un panecillo con queso crema.— Eres uno de los mejores artistas, la gente te ama.
Solo miré a mi alrededor mientras el devoraba su aperitivo, todavía me era difícil aimilar que esa fuera mi vida.
—A todo esto...—retomó, con la boca llena y sin parecer importarle.— ¿Qué fue eso de las ganancias? No escuché nada por parte de Shane.
—Fue una decisión que tomé por mí mismo, ya lo discutí con él minutos antes de que abriera la exposición.—expliqué bebiendo otro sorbo de mi copa.
—P-Pero es tu dinero...
—Me basta con lo que tengo.—me encogí de hombros mientras una sonrisa crecía lentamente en mi boca.— Y prefiero que lo que se gane de mis pinturas pase a gente que realmente lo necesita.
Eric hizo una pausa, enarcando una ceja y luego la otra con perplejidad.
—Realmente no te entiendo. La exposición pasada no estuviste presente porque fuiste a una de esas corporaciones que ayudan al abuso infantil...¿Qué tienes con eso, viejo?
Por mucho que se me hiciera un nudo en el estómago, le sonreí mientras alzaba mi copa.
—Secretos de artistas son secretos de artistas, amigo mío.
Pareció bastar para que se quedara callado, terminándose su aperitivo y yo bebiéndome lo último que quedaba en mi copa. Cuando me la terminé, mi mirada cayó en el cuadro más grande colgado en una de las paredes de concreto.
—Hey, supongo que ese es tuyo.—dije apuntando hacia la pintura que parecía de piel de leopardo.
—Así es.—sonrió orgulloso.— La llamo "Wild".—movió sus manos dramáticamente, como si de un título espectacular se tratara.— Shane me dijo que intentara cosas nuevas, pero no pude salir de los clásicos.
—Es tan...—apreté mis labios, tratando de pensar en algo que no llegase a sonar mal.— Tú.
—Si dices que es tan original y espectacular que deja a tus líneas de color como una basura...pues lo es, sin ofender.—solo me encogí de hombros, siguiéndole el juego.— Apuesto que nadie puede igualar a esta belleza.
Preferí ahorrarme el decirle que si se pone de pie junto a ella su traje se mimetizaría con los pigmentos. Solo apreté mis labios con tal de contener la risa, justo antes de que escuchara a Eric ser llamado por el organizador del evento.
El hombre canoso caminó junto a Benjamin, otro de los artistas que era parte de la exposición, y James.
James era...algo así como un fan y aprendiz.
—Enzo.—lo vuelvió a llamar Shane, y tan solo en ese momento pude notar que parecía un poco molesto.— Enzo, ven aquí ahora.
El de cabello alborotado caminó hasta él con perplejidad, pero siguió con esa expresión radiante y bromista que siempre llevaba en el rostro.
—Dígame, jefe.
—¿Podrías explicarme...?—lo agarró por los hombros, haciéndole girar. Tras saludar rápidamente a Ben y a James hice lo mismo y seguí la dirección en que apuntaba McMahon.— ¿Qué demonios es eso?
Me di cuenta de que se refería a un retrato de un rapero o algo por el estilo.
—¿Qué demonios es eso?—preguntó sarcástico Enzo, tratando de imitar su tono de voz antes de mirarlo con orgullo en su mueca.— Viejo, no me digas que no conoces a Snoop Dogg.
Intenté no carcajearme, pero ya me era imposible y terminé apretando mi estómago mientras reía con fuerza.
—Me dijiste que pintarías algo digno esta vez.—lo regañó Shane, a lo que Enzo abrió mucho los ojos.
—¡Pero, viejo, Snoop es un Dios! ¡Es digno de ser retratado!
McMahon se golpeó la cara con su mano mientras Benjamin me golpeó en las costillas en señal de que dejara de reírme. Con esfuerzo, poco a poco lo conseguí.
Vi que James se acercaba un poco a mirar la pintura, cargando lo que parecía ser un cuaderno de bocetos entre sus brazos y lo apretaba contra su pecho.
—D-Disculpe, señor McMahon...—murmuró por sobre su hombro.
—¿Ahora qué, James?—gruñó de vuelta, probablemente tratando de no perder la paciencia frente a su original estudiante.
—A mí la obra del señor Enzo me parece muy artística, señor.
—¡Yuhuu!—el mencionado levantó los brazos en el aire y comenzó a correr por la sala.
Varias de las personas que recorrían el lugar se le quedaron viendo, e incluso para nosotros era un gran espectáculo. No para Shane, él seguía queriendo estrangularlo en cuanto dejase su extraña celebración con baile incluido.
—Bueno, bueno, ya.—se acercó hasta él ya cabreado, jalándole de la chaqueta para que se detuviera.— Te ganaste una buena por esta, Enzo.
—Pero James dijo que le parecía una obra de arte.—casi chilló, extendiendo sus manos con exasperación.
—Sí, pero James no sabe nada de arte.—a continuación miró a su estudiante.— Tienes que aprender de Dean y Benjamin, no de este.
—¡Oiga, esta es una falta de respeto! ¡Una injusticia!—exclamó Enzo, pero Shane comenzó a jalarlo detrás de él sin mirar atrás.— ¡Chicos, chicos díganle que me suelte! ¡Por favor!
—Lo siento, Eric.—me encogí de hombros con una sonrisa.—Dile a tu Dios Snoop Dogg que te salve.
—¡Camina ya, Enzo!—gruñó Shane nuevamente.— ¡James! ¡James, mueve el culo ahora mismo!
—S-Sí, señor McMahon.
James se apresuró a seguir a su maestro, dándonos tan solo una mirada y tratando de no tropezar con las esculturas en el camino.
Con un grito, el pintor terminó por desaparecer de nuestra vista y nos dio la instancia de poder carcajearnos en paz. Ben terminó igual que yo, con dolor de estómago y llevándonos más de alguna mirada de la gente en la galería.
—Nos va a lanzar un bote de pintura a ambos...—murmuró el chico de lentes, quitándose algunas lagrimillas a causa de la risa.
—Si lo hace, arruino ese tapete de animal que tiene por chaqueta.
—Debe tener cientos de ellos.—hizo una pausa, para así tomar un respiro.—Gran discurso por cierto.
—Agh, no fue para tanto.
—A muchos les encantó, Dean. Todos quedamos curiosos respecto a tu "amor brutal".
No sé por qué, pero solté una risita mientras metía ambas manos en los bolsillos de mi pantalón.
—¿Qué pasó con él?—miré al pequeñito, el cual se relamió brevemente los labios antes de volver a hablar.— D-Digo, con tu amor brutal...¿Acaso no...?
—No.—dije rápidamente, negando suavemente hacia el suelo. A continuación, solté una pequeña bocanada de aire.— No volví a verlo. La última vez que lo vi fue hace 8 años, en su universidad.
—¿Su universidad?
Me animé a contarle un poco, ya que era un tema no tan doloroso tras el pasar del tiempo:—Entrenaba duro para ser jugador de fútbol americano, era mi mejor amigo también. Pero...
Hice una pausa, sintiendo que el dolor me daba un piquete. Pero este fue fácil de soportar con una tomada de aire y el tragar el posible nudo en mi garganta.
—Pero las cosas se volvieron confusas y...terminamos con todo.—me encogí de hombros ante la mirada expectante del artista.— Tomamos caminos diferentes.
—¿Qué...? ¿Acaso es chiste?—preguntó realmente incrédulo.
—Nope.—apreté los labios por un segundo.— Hicimos lo mejor para ambos.
La boca de Benjamin se abrió y se cerró, como si tratara de procesar todo sin conseguirlo.
—¡Momento!—exclamó de repente, consiguiendo mi atención una vez más.— T-Tú...¿Tú no eres de aquí, Jon?
Mi mirada viajó a otro sitio que no fuera la suya, al mismo tiempo en que tragaba con suavidad.
—Tú eres de Atlanta, ¿no es así?
Terminé por suspirar, y mirándolo de mala gana, asentí.
—Créeme que no me esperaba volver, menos después de tanto.
—P-Pero ¿qué crees que pasó con tu amor brutal?—enarqué una ceja.— Dime su nombre al menos ¿quieres?
Me tomé un par de segundos, pero conseguí decir su nombre por primera vez en mucho tiempo:—Joe.
—Bien, con Joe.—se corrigió Ben.—¿Qué crees que pasó con Joe?
Mentiría si dijera que no lo había pensado por lo menos un millón de veces mientras pintaba su rostro en los lienzos.
—No lo sé...—caminé un par de pasos con las manos en el interior de mi pantalón y la mirada en el suelo.— Tal vez ahora es un jugador famoso y tiene una glamorosa vida con su antigua novia...Tal vez tiene familia o...¡Qué se yo! ¿A qué va todo esto, Benjamin?
El castaño me miró, para lentamente sonreír.
—Tengo entradas para el juego de las ligas junior mañana...
—No.
—Pero...—intentó hacerme cambiar de parecer, incluso cuando ya había empezado a caminar por la galería con tal de ignorarlo.—Dean, solo quiero que me acompañes y...
—Me prometí a mí mismo que solo saldría del hotel para dos cosas.—giré brevemente sobre mí, para simplemente enseñar mis dos dedos alzados.—Una; para venir a esta exposición.—bajé el dedo índice, dejando arriba el corazón y que Ben me mirara con una ceja alzada de forma irritada.— Y dos; para hacer una visita a alguien. Es todo.
—Pues puedes ir a hacer esa visita...—sonrió.—Y luego ir al partido conmigo, será divertido.
—Dije que no, Ben.
—Estás en tu casa, Jonathan. Deberías pensártelo mejor...
—Benjamin, te dije que no.
—Disculpa.—Benjamin había abierto la boca dispuesto a decirme otra cosa, pero un pelirrubio de piel tostada y traje elegante le había tocado suavemente el hombro e interrumpido nuestra discusión.— Eres Benjamin Satterley ¿verdad?
—S-Sí.—se aclaró la garganta, volteando hacia él.—Soy yo.
—Uhm...—se relamió los labios algo nervioso, dejando cuidadosamente sobre su pecho una cámara profesional.—es un placer conocerte. Nick Nemeth.—estrechó su mano con la de Ben, sin dejar de sonreír nervioso.— Soy fotógrafo, me encargaron reportar sobre la exposición pero...me distraje con algo más.—se encogió de hombros, a lo que mi compañero soltó una pequeña risa.—Yo...compré un par de tus pinturas pero también quería hablar contigo. El señor McMahon me dijo que seguías por aquí así que pensé que sería posible...
—Oh...C-Claro, no hay problema.—le sonrió, dispuesto a acompañarlo a algún sitio. Pero antes de irse giró hacia mí.— Te veo a las cinco mañana afuera de esta galería.
—P-Pero, Benjamin, te dije que...
Para mi desgracia, parecía haberse llevado la victoria al dejarme con las palabras en la boca. Maldición.
Mis pies tocaron la acera a las afueras de esa familiar cafetería, sintiendo que la sonrisa se dibujaba por sí sola en mi boca con tan solo ver el cartel de abierto en la puerta.
Se sentía extraño, pero al mismo tiempo mis piernas temblaban por seguir su camino.
Terminé por ceder a ellas, asegurándome las gafas de sol y entrando a aquel lugar tan cálido que recordaba como si hubiese estado tan solo el día anterior. Como siempre, olía a café por todo el lugar y el ambiente era realmente acogedor.
Caminé por el lugar, dándome el lujo de ver los pocos cambios. Tan solo la posición de las mesas y algunos arreglos florales por la temporada, pero en especial me quedé viendo un cuadro que me hizo sonreír ampliamente.
Se trataba de una pieza de periódico, en la cual estaba mi fotografía junto a una de mis pinturas. Recordaba que esa fue mi primera exposición y el primer paso que me hizo tan reconocido en el mundo artístico. Con una pintura de tonos grises a la que titulé "Brutal Love", por el simple hecho de que los trazos de esa coloración...eran como sus ojos.
De colores fríos que lograban absorberte con solo mirarte, que te hacían sentir el corazón cálido a pesar de la oscura tonalidad. Algo que realmente me irritaba pero terminaba bosquejando de todas formas.
El periódico estaba enmarcado en una de las paredes de la cafetería, para que todo el mundo lo viera.
—Esta chica es siempre tan extraña...—susurré para mí, para a continuación continuar caminando hacia la mesa que encontré primero.
No había mucha gente en la cafetería, lo cual agradecí mentalmente mientras abría el menú. No es que como que no me lo supiera de memoria, pero funcionaba para ocultarme al escuchar ese familiar sonido extraño de sus tacones al caminar.
—Bienvenido, ¿ha decidido que ordenar?—dijo con su familiar tono de voz servicial.
Podía imaginarla acomodándose la liga que ocupaba en su cabello al trabajar o quitándose un mechón de cabello azulino del hombro, pero prefería no arriesgarme a que me descubriera.
—Pues, preciosa, se me vendría bien un café Irlandés y una sonrisa por tu parte.—murmuré lo más sensual que pude.
Me sentí orgulloso ante su silencio.
—¿Disculpe?
—Un café Irlandés y...¿tal vez un beso tuyo estaría mejor?
—No puede...—gruñó para sí, a lo que tenía que aguantarme la risa lo mejor que podía.— Señor, no podemos servirle ese tipo de café, está en contra de nuestra rúbrica de bebidas sin alcohol y eso lleva whisky. Usted es el prime...
Se interrumpió a si misma, mi sonrisa siguió aumentando pero me mantuve en silencio.
—Momento...solo hay un estúpido que ha pedido un café Irlandés aquí alguna vez...
Finalmente cedí, bajando lentamente el menú y dejándome ver frente a la ojiverde. A continuación, me quité las gafas oscuras y encontré su mirada atónita en la mía.
—Hey, Nicole.—la saludé con una sonrisa de lado. Pude ver que sus ojos se cristalizaban y una respiración se le escapaba antes de cubrirse la boca con sus manos.— Es un gusto saber que mantienes este lugar de pie.
—Cállate ya y abrázame.
Con suerte me pude levantar antes de que se lanzara hacia mí y enredara sus brazos a mi alrededor. Rodeé su cintura mientras la sentía sollozar ligeramente contra mi hombro.
—También me alegro de verte.—murmuré bajito, abrazándola en silencio y sin dejar de sonreír.
Se sentía bien estar en casa después de todo.
—No puedo creer...—balbuceó luego de un rato, soltándome un poco y separándose lo suficiente como para vernos a los ojos. La pelinegra se quitó algunas lágrimas con el dorso de su mano.—No puedo creer que estés aquí.—le sonreí de lado, ayudándola a quitarse un poco de su llanto.— S-Supimos de tu exposición, pero creímos que te irías sin saludar.
—¿Supimos?
Pero la respuesta llegó en forma de un par de brazos rodeándome la cintura y casi levantándome del suelo, estos me apretaron sin que pudiera entender. O incluso respirar.
—¡Jonathan! ¡Me alegro tanto de verte!—chilló el gordito, abrazándome como si de un peluche se tratara.
—Y-Yo también, Kevin. Pero...¿podrías bajarme?
—Cariño.—susurró la jefa hacia Kevin, ahuecando un extremo de la boca.—Cariño, hay clientes aún y le estás quitando el aire a Dean.
—Mierda.—dijo entre dientes Steen, para finalmente dejarme en el suelo otra vez.—Lo siento, la emoción me ganó.
Removí un poco mis hombros antes de girar hacia él y dejar que me abrazara normalmente.
—Qué bueno verte por aquí, hermano.—dije con una sonrisa, haciendo crecer la suya.— ¿Todavía trabajas como pastelero?
—Y asistente de mi reina.—abrazó a Nicole por los hombros, sosteniendo la mano que ella le alzó con una sonrisita encantadora.— Voy a ir a donde vaya Cole, Jonathan. Esa es la verdad.
Ella estaba siendo feliz, y eso hacía que mi pecho se sintiera cálido.
—Entonces ¿quieres que les traiga algo?—agregó Kevin luego de un rato, mirándome expectante.— Acabo de sacar unas galletas de banana y frambuesa del horno.
—Uhm...creo que me quedo con las de frambuesa si no te molesta.—dije arrugando la nariz, Nicole soltó una risa ante la confusión en el rostro del gordito.
—Es alérgico.—le aclaró y Kevin frunció una mueca aterrorizada tanto hacia ella como hacia mí.
—Joder, no quiero matarte. Las de frambuesa será en ese caso.—asentí.— Las traeré enseguida.
—Gracias, Kevin.
—Espera, Kevin.—lo detuvo Nicole, tirando un poco de su brazo antes de que caminara en dirección a la cocina.— Todavía hay clientes y te ves ocupado, si quieres yo puedo...
Se vio interrumpida cuando él se acercó y golpeó sus labios contra los de ella sin comentario alguno. Rodé la vista hacia otro sitio, intentando no carcajearme de la expresión en el rostro de mi ex jefa.
—Ya te he dicho que siempre estoy disponible para ti, Cole.—le sonrió, acariciando brevemente su mejilla.— No me tardaré nada.
—D-De acuerdo.
Con una sonrisa, siguió su camino en dirección a la cocina. No sin antes pasar a un lado de un chico de cabello rubio que hablaba encantado por teléfono mientras se apoyaba de la barra. Kevin lo golpeó en la cabeza con un trapero y le dijo que dejara de coquetear y volviera al trabajo.
Sonreí un poco antes de decir:—¿Ese es Christopher?
—Ajá.—afirmó Nicole, apoyándose de mi hombro y mirando entretenida al chico que intentaba mantener todo organizado en su bandeja.—Es de mucha ayuda aquí, aunque se la pase coqueteando con el fenomenal cada que viene aquí.
Hice una pausa, relamiéndome los labios en tanto veía a Christopher retomar su trabajo.
—AJ...¿viene muy a menudo?
—Más de lo que creí. Viene cada vez que puede por sus giras del equipo, además que siempre pide lo mismo y se queda por horas.—rodó brevemente los ojos la fémina.— Cada vez que te ve en el periódico está muy emocionado y chilla para que vaya a ver tus fotos.
Mis cejas se alzaron y por un momento sentí que mi garganta se enredaba.
—¿Lo hace?
Nicole asintió, y por alguna razón mi cabeza dio algunas vueltas a causa de lo que había pensado hace tiempo.
Sentía que había destrozado el corazón de Allen, al igual que Roman lo había hecho conmigo. Había hecho lo mismo que él, y a lo largo de esos años seguía sintiendo una apuñalada de culpa en el pecho con solo pensar en eso.
—Dean, él está bien.—habló de pronto la jefa del lugar. Llamó mi atención al instante, encontrando su mirada en mí y sintiéndome pequeño de pronto ante sus ojos perfectamente delineados.— Conozco esa mirada tuya, sé que te sientes culpable por lo que pasó con Allen.
Dejé que mi mirada cayera, al igual que esa culpa de la que ella hablaba.
—En estos ocho años...no he dejado de pensar en ello. De cómo me comporté, de cómo lo usé...
—Tienes que dejar de hacerlo, Dean.—Nicole me sonrió en cuanto volví a levantar tímidamente la vista.— Han pasado años, bastantes años si puedo decirlo. Las heridas sanan, y estoy segura que él no está para nada molesto. Cuando hablamos, Allen siempre se emociona de saber de ti, de saber que lanzaste una obra nueva o recibiste un premio.—hizo una pausa en la que solo me miraba con dulzura.— Él es feliz sabiendo que tú lo eres, Dean. Está orgulloso de ti al igual que todos nosotros.
—Y a veces pienso que no soy digno de ello.—me golpeó bajo la mesa, a lo que solo contuve una risa cuando falló y se golpeó la punta del tacón.— A propósito, llevas mucho tiempo diciéndome Dean.
La miré con burla, pero ella solo negó con la cabeza mientras se notaba a bruces que intentaba contener una sonrisa.
—Supongo que de ver ese nombre en los diarios me he acostumbrado. Además, ¿no siempre quisiste que te llamara así?
—Recuerdo que te lo dije desde que nos conocimos.—mis labios se fruncieron en una nostálgica sonrisa.— Pero cuando Ro...Joe te dijo mi nombre, me llamaste por él todo el tiempo que estuve aquí.
—Es un nombre bonito.
Ese nombre me persiguió como una maldición, como el recuerdo de ese hombre que hasta el día de hoy llevaba sangre en sus manos y la imagen de mis lágrimas en su memoria, si es que le llegaba a importar. Sin embargo, mi mamá me dio ese nombre.
—Sí...—sonreí lentamente de lado.—Es un nombre bonito.
Caminaba por las calles pavimentadas, concentrado en la última melodía que escuché antes de salir de la cafetería tras despedirme de Nicole y Kevin. Ambos me hicieron prometer que volvería aunque sea por una taza de café, y para tomarme con ellos una foto que pondrían en la pared del lugar.
Mis manos acercaron con más fuerza el abrigo que traía puesto, en busca de refugiarme más del viento helado de aquella tarde de invierno en la ciudad.
—Maldito seas, Benjamin...—gruñí para mí sin dejar de caminar.
En el camino, no pude evitar quedarme viendo cierto reportaje que había en una de las televisiones de un escaparate de la tienda de electrónica cercana. Se trataba de una noticia de hace aproximádamente un año, y la recordaba a la perfección.
Un incendio en la galería de Nueva York tras nuestra exposición, varias pinturas resultaron dañadas y fue una gran pérdida para Shane. Sin embargo, para mí fue un pequeño golpe ya que esa fue la única vez en que saqué uno de los retratos de Roman de mi estudio y lo dejé en la exposición, pero este había terminado hecho cenizas junto al resto.
Preferí seguir mi camino, ya que el frío no era para nada mi cosa favorita en el mundo.
Rápidamente visualicé a mi compañero de trabajo en cuanto levanté la mirada hacia la galería en la que se llevó a cabo la exposición de mis obras la noche anterior. Fruncí mis labios y apresuré mi paso. El castaño parecía distraído, sonriente mientras hablaba por teléfono con alguien.
Tan en las nubes estaba que tuve que patearle ligeramente en la pantorrilla para que notara mi presencia. Él solo se quejó, y tras darme una pequeña mirada irritada se dispuso a terminar la llamada.
—¿Qué tal? Me haces venir aquí con este frío que me congela el culo y tú de enamorado por el teléfono.—dije con cierta molestia mientras él guardaba el teléfono en el bolsillo de su pantalón.
—Cierra la boca, Jon.
—¿Estás seguro de que no prefieres...? No sé.—comencé a dar marcha atrás lentamente.— Ir a por ese rubio con cabeza de pasta y dejarme ir a ver una película porno al hotel, digo, suena mejor para ti...
—No.—y con esa simple respuesta, me agarró del abrigo y jaló de este para que dejara de retroceder.— No pienso perder estos boletos, pagué por ellos y prometí que estaría ahí.
—¿Ah, sí? ¿Y a quién, pequeño enano con complejo de pasivo?
—A un amigo, y si vuelves a decirme así juro que te lanzo un lienzo a la cabeza.—gruñó con más seriedad que de costumbre. Opté por simplemente hacerle caso y alzar mis manos con inocencia. Ben se ajustó sus gafas sobre el puente de la nariz, para a continuación retomar el habla.— Si tienes tanto frío, toma.
Rápidamente me alzó una bufanda que había sacado del maletín que llevaba siempre con él, solo pude recibirlo con mi ceño fruncido de forma perpleja.
—Ahora, andando. Se nos hará tarde y no quiero llegar al segundo tiempo.
Benjamin me jaló de la manga del abrigo, mientras que intentaba ponerme aquella bufanda como podía alrededor del cuello y no resbalar con el húmedo suelo de camino al juego.
Y lo que mi compañero olvidó mencionar, fue que ese importante juego de ligas menores se llevaría a cabo en un lugar que conocía a la perfección. La universidad en que Roman estudió alguna vez.
Tragué con fuerza en cuanto capté a dónde nos llevaban nuestros pasos, pero me ahorré explicarle todo a Ben y lo seguí en silencio hacia el establecimiento.
—Wow...—murmuró de pronto el pintor, observando la vitrina que en la actualidad albergaba más premios.— Parece que el equipo de esta ciudad tiene mucho éxito.
—Rusev era un buen entrenador.—dije al aire, con mis brazos cruzados viendo cómo varias personas se paseaban por los pasillos o se encaminaban al lugar del partido.— Siempre les gruñía a todos, en especial a Rami y a TJ, eran los más problemáticos. Luego estaba la cabecera del equipo, AJ siempre los salvaba cuando estaban incluso a punto de perder. Y el capitán...—solté una bocanada de aire.— Joe era asombroso, tenía mucho talento.
—¿Joe?
Bastó para que su perplejo tono llegara a mis oídos para darme cuenta que había hablado de más. Cerré los ojos, rindiéndome a aceptar las consecuencias de tener una boca tan suelta.
—¿Tu...amor brutal?—casi susurró el pequeñito.
—Ajá. Pero no quería hablar de eso, trata de olvidar que dije algo.
—¿Él está en esta foto?
Miré suavemente por sobre mi hombro, encontrándolo agachado frente a la vitrina en que apuntaba con su dedo. Resignado, giré sobre mis talones y me acerqué hasta él para ver la dichosa foto a la que se refería.
Mi corazón dio un pequeño vuelco al encontrarme con la misma fotografía que pinté hace ocho años, aquella que me llevó a lo que era ahora.
—Sé que pintaste esto.—agregó mi compañero de trabajo.— Y lo siento si soy muy curioso, pero te he visto desanimado desde que llegamos a Atlanta. Como tu compañero y tu amigo estoy preocupado.
Solté un suspiro, sin alejar mis ojos del cristal en que llegaba a reflejarme de forma cansada y con agonía. Sabía que sus intenciones eran las mejores, pero realmente volver era como si el antiguo yo regresara.
Y no sabía si eso me gustaba precisamente.
—Es ese.—dije con seriedad luego de un largo silencio. Ben miró apresurado hacia la vitrina una vez más, concentrándose en la dirección en la que apuntaba mi dedo.— El de cabello largo oscuro y camiseta del número cuatro.
Otro silencio, en el que Benjamin se quedó mirando el resto de las fotos mientras yo solo miraba al suelo en espera de que terminara.
—Creí que estabas apresurado a ir al juego...—susurré, pero pareció escucharme de todos modos al hacer un ademán con su mano.
—Falta un rato todavía, así que estamos bi...¿Jon?
—¿Hm? ¿Qué pasa ahora?—casi gruñí, rascando mi nuca que picaba un poco por la bufanda y la pequeña cola de caballo con la que anudaba mi cabello.
Tal vez debería seguir el consejo que me dio Nicole y cortarlo en cuanto nos fuéramos de Atlanta.
—Creo que Joe no está en esta foto.
Enarqué una ceja en su dirección, pero él seguía observando la vitrina con seria concentración.
—Debes estar mal de los ojos, más de lo que ya estás quiero decir.—me levanté suavemente de mi posición en cuclillas, caminando hacia el castaño de gafas.— Joe siempre ha aparecido en todas las fotgrafías...
Mis palabras se perdieron en el aire, y casi sentí mis cejas alzarse con sorpresa.
—¿Lo ves? En esta no está.
Allen seguía ahí con una sonrisa, al igual que el entrenador y otros chicos que todavía recordaba. Pero mi ex mejor amigo no estaba en ninguna parte.
Pude ver que la foto había sido tomada hace tan solo un año atrás, pero las ideas en mi cabeza corrían como un huracán al que me era imposible controlar.
—Tal vez...se rindió o algo.—solté con un encoger de hombros, alejándome de la vitrina y disponiéndome a caminar por el pasillo.— Ya vámonos, o nos perderemos el juego.
Dije aquello, pero lo cierto es que la simple idea de pensar que Joe se rindiera con su sueño...hacía que mi pecho doliera y mi garganta se hiciera un nudo.
Lo vi luchar por mucho tiempo y ¿se había rendido?
¿Por qué?
Juro que si lo viera de nuevo, le daría una buena patada en toda la cara. Pero no, eso no pasaría.
Intenté disfrazar mi preocupación con la indiferencia, escuchando a Benjamin apresurándose para seguirme el paso en dirección a la puerta que nos llevaría a la tribuna del lugar.
Una vez que nos encontramos ahí vimos ya varias personas sentadas a lo largo, esperando por el inicio del partido. Algunos en familia y otros adolescentes aparentemente fanáticos.
—Bien, adelántate.—miré a Ben con una ceja alzada.— Tengo hambre, iré por algo de comer. ¿Quieres unos nachos o algo?
—No, tú solo ve. Estaré bien.
El castaño asintió, para luego alejarse a un paso veloz que ni tuve el tiempo de calcular. Solté una última respiración y, ocultando mi nariz del frío dentro de la bufanda, me encaminé a pasos rítmicos escaleras abajo por la tribuna en busca de nuestros asientos.
—¡Vamos, Syd! ¡Esa es mi pequeña!
Mis pasos se interrumpieron ante esos gritos, casi paralizándome pero consiguiendo voltear en la dirección en que los había escuchado. Me quedé de pie, sin poder hacer más que ver a ese castaño de gorra azul mirando sonriente hacia el campo.
Entonces, como si mis pensamientos lo hubiesen llamado, su cabeza giró hacia mí. Sus curvaturas bajaron lentamente y pude verlo parpadear incrédulo.
Me las arreglé para sonreírle de lado y acercarme lo más rápido que pude. Él ya se había puesto de pie cuando rodeé su cuerpo con mis brazos.
—Pensé que no te gustaba el fútbol.—murmuré por sobre su hombro, dejando que mi aliento se tornara blanco por el frío.
—Pensé que estabas en California.—su voz estaba en un hilo, y sus brazos me apretaban con fuerza a pesar de ello.
Me separé de él luego de un par minutos, encontrándolo con una sonrisa. Recordaba esa sonrisa de mis días en la cafetería y los pocos que pasamos en la secundaria.
—Es un placer verte de nuevo, Sethie.—pero en vez de ponerse a llorar cómo esperaba al ver sus ojos brillando, me golpeó en el pecho con algo.—Oye.
—No vuelvas a irte sin avisarme.—gruñó, para luego sentarse en su lugar casi con un bufido.
Parpadeé un par de veces, pero pude ver que con lo que me había golpeado era la llave que le entregué antes de marcharme al aeropuerto.
—Yo no la he tocado, porque realmente me da miedo. Pero Randy pasó tiempo arreglándola un poco.—se encogió de hombros.—Está estacionada afuera, podrás encontrarla fácilmente.
Sonreí de lado con lentitud aunque él estuviera molesto, me eché la llave al bolsillo y tomé asiento junto a él que, casualmente, eran los dos asientos que nos correspondían.
—Creí haber dicho que lo sentía un millón de veces...
—Y te golpearé un millón de veces.—y así mismo, Seth me golpeó en el brazo.— Estoy feliz de verte, pero al mismo tiempo quiero estrangularte. ¡Te fuiste por ocho años!
—Ya lo sé, lo lamento.—solté un suspiro.— Pero sabes por qué lo hice.
El castaño hizo una pausa, rodando un poco los ojos pero viéndose resignado al decir:—Sí, ya lo sé. De todos modos, debiste contarme.
—Lo siento.
—A la próxima que quieras huir como dama con el corazón roto, avísale a tu mejor amigo ¿de acuerdo?
—Hecho.—dije con una sonrisa.— ¿Cómo están las cosas con el doctor Orton, Lopez?
—Pues...—apretó los labios por un par de segundos.— Él...ya no es doctor. Bueno, sí, sigue siéndolo, pero ya no está en el hospital. Y...—alzó su mano frente a mí, teniendo que tomarme un tiempo para entenderlo.—Ya no es Lopez.
Mis cejas se levantaron frente a la imagen de una alianza de matrimonio de plata en torno a su dedo anular izquierdo, mientras que una amplia sonrisa permanecía en sus labios. No pude hacer más que pestañear un par de veces para volver en mí antes de que comenzara a preocuparse.
—G-Genial. Eso en serio es genial, Sethie. ¿Por qué no me lo habías dicho?
—Quería hacerlo en persona, no por teléfono.—dejó ambas manos reposar entrelazadas entre sus piernas.— De verdad que te extrañábamos mucho, en la cafetería parecía que una parte se había marchado.
Sonreí de lado, aunque una parte de mí también se sentía así.
—Anímate, Orton. Estoy seguro que Christopher ha sabido hacer un buen trabajo, tan bueno como el mío.—le golpeé en el brazo con mi codo mientras él rodaba los ojos. Era extraño llamarlo por ese apellido.— Colby Orton, suena bastante bien.
El ex bicolor solo soltó una risa, pero pude ver un pequeño rubor en sus mejillas y sabía que no era a causa del frío que azotaba incluso en el estadio.
Él también era feliz.
—¿Y qué haces aquí?—retomó el habla el ojicastaño.—Digo, sé que estás aquí por una exposición pero, ¿por qué has venido al juego?
—Bueno...—volví a rascar mi nuca.—Un compañero de trabajo me obligó a venir, tenía dos boletos así que no tuve más opción.—me encogí de hombros.—Supongo que congelarte el culo un Viernes por la tarde es mucho mejor que quedarte a descansar en un hotel.
—Sigues igual de aguafiestas y flojo.
Solo rodé los ojos ante la burla de Seth, mirando hacia el campo de fútbol americano. No parecía haber cambiado mucho, más que el césped y un poco de pintura nueva, lo recordaba tan y como si fuera ayer.
—¿Y qué hay de ti?—me atreví a preguntarle a mi amigo. Giré hacia él, alzaba una ceja mientras descansaba sus manos entre sus piernas separadas.—Nunca te gustó el fútbol, siempre que veníamos era solo por ver a Roman jugar y...Estabas gritando el nombre de alguien. Syd, creo.
El chico de coleta abrió la boca para responder, pero fuimos interrumpidos por una fina voz:—Papi, necesito mi mochila. Uno de mis pompones se despren...dió...
Volteé a ver a aquella pequeña fémina, de cabello largo castaño y piel canela como la de Colby. Llevaba un traje de porrista blanco y dorado, y a juzgar por su rostro podía tener 14 o 15 años tal vez. Sus ojos castaños me observaban completamente atónitos por una razón, e incluso pude ver que su cuerpo se había tensado como su rostro.
—Dean, te presento a mi hija, Sydney.—habló el castaño, irrumpiendo en el breve silencio por parte de la chica.—Cariño, te presento a...
—No puede ser...—murmuró, entonces una sonrisa se desplegó rápidamente en sus labios y sus ojos parecieron brillar.—¿E-Esto es en serio? Tú...Tú eres Dean Ambrose.
Mis cejas se alzaron, la fémina siguió sonriendo y Seth sonreía de lado cuando volteé hacia él perplejo y con cierta sorpresa.
—¿Ella me conoce?
—Es tu admiradora, Dean.—explicó con una pequeña risa.
—¡La mayor y fan número uno, si puedo decir!—exclamó ella, con una orgullosa sonrisa y dejando que sus manos se apoyaran en jarra en su cintura.—He seguido su carrera desde que era pequeña y...y yo...—parpadeó varias veces, nuevamente con esa emocionada sonrisa.—Por Dios, no puedo creer que esté justo frente a mí ahora...Estoy soñando, ¿verdad? Papi, dime que le echaste algo para dormir al desayuno de hoy.
—Nada de nada, princesa.—negó divertido su padre.—Este es Dean Ambrose, es mi mejor amigo desde que teníamos tu edad.
—¿¡Es chiste!?—chilló, mirándonos a ambos con total incredulidad. A continuación arrugó el entrecejo hacia Seth.—¿Por qué no me dijiste nada?
—Nunca preguntaste.
Me había quedado anexo a su discusión, tratando de asimilar todo. Sin embargo, no tardé en sonreír y mirar a la pequeña llamada Sydney.
—Hey, Sydney.—la saludé, llamando su atención casi como el sonido de un rayo. Ella me miró y comenzó a sonreír nuevamente.—Gracias por el apoyo que me has dado.
—D-De nada, señor Ambrose.—soltó una nerviosa risita.—A-Adoro sus obras, me encantan. Realmente me han inspirado siempre, además que puede notarse su alma en ellas.
—Eso intento, preciosa.
Compartí una sonrisa con ella hasta el momento en que volvió a dirigirse a su padre.
—Papi, mi mochila. Ahora.
—A la orden, cariño.—soltó con un suspiro, agachándose un poco para sacar una mochila morada de debajo del asiento. Yo solo me dediqué a mirar sin saber qué ocurría exactamente. Orton la abrió y sacó lo que parecía ser un cuaderno bastante grande, alzándoselo a su hija y que esta le sonriera emocionada.
Ella tomó asiento junto a mí, manteniendo ese block entre sus manos como un preciado tesoro.
Syd dejó un cuaderno lleno de recortes sobre su regazo, gracias a ello pude ver varias fotografías de pinturas hechas por mí que rodeaban las iniciales DA hechas de color rojo en medio de la tapa.
—Wow.—susurré para mí, pero ella pareció escucharme.
—He guardado cada una de sus noticias y fotos de sus cuadros aquí.—abrió el cuaderno, pasando algunas páginas mientras mi atención estaba en ello.—Su primera exposición, sus premios y las fotos que le tomaron para la entrevista del mes pasado.
Miraba realmente maravillado todo, parecía un trabajo delicado y bastante adorable. Bajo cada foto había información escrita con distintos colores y una letra cursiva que supuse era de ella, además del ver lo contenta que parecía de mostrármelo me ponía feliz. No pensé que alguien me apoyara de tal manera, y no podía negar que se sentía endemoniadamente bien.
—Oh, y aquí.—Sydney pasó delicadamente la página. Mi corazón saltó con fuerza ante la imagen frente a mis ojos, pero intenté no demostrarlo.—Este es mi cuadro favorito suyo. "Goodbye" me pareció algo tan...inspirador y, al mismo tiempo me sentí triste por alguna razón.
Aquel retrato de Roman que se había quemado en el incendio en Nueva York estaba en frente de mí, sentía que mi pecho explotaría. Sin embargo, miré a la chica con curiosidad.
—Los ojos de ese hombre, se ven tan profundos y...solitarios al mismo tiempo.—negó con suavidad hacia el libro antes de mirarme.—Lamento lo del incendio, señor Ambrose.
—Un desafortunado accidente para todos.—apreté mis labios brevemente antes de soltar una pequeña carcajada.—Admito que también era uno de mis favoritos.
Pude ver que Seth trataba de no carcajearse, a lo que solo lo miré molesto y procuré concentrarme en su hija.
Sydney sonrió de lado antes de volver a retomar la palabra con su voz algo temblorosa.
—N-No quiero incomodarle ni nada...Pero, ¿cree que podría firmarme mi libro, señor Ambrose?
Fruncí el ceño incrédulo, al mismo tiempo en que una sonrisa se formaba en mi boca:—Por supuesto que sí, no hay ningún problema.
Ella se veía contenta, mientras que volteaba hacia su padre y estiraba mi mano hacia él.
—Dame un marcador ahora, ex barbie mal teñida.
Syd soltó una carcajada, lo cual a Colby no le pareció nada de divertido tras buscar rápidamente en la mochila de ella.
—Vaya que eres infeliz.—gruñó, dejando con fuerza el marcador en mi mano y dedicándome una venenosa mirada.—No le hagas caso a nada de lo que diga este idiota, cariño. El olor de la pintura debe haberlo puesto más loco de lo que era.
—Tu papá solía tener el cabello castaño y un mechón rubio que parecía pintado con mostaza echada a perder...
—¡Oye! ¡No le digas esas cosas a mi hija!
—Lo siento, papá.—me salvó la pequeña Orton, abrazando su cuaderno y mirando a su enfurecido padre.—Pero yo ya sabía eso.
—¿Que tú qué?—parpadeó alarmado Seth, para luego fruncir el entrecejo.—¿C-Cómo?
—Papá Randy me mostró una foto del día de su boda.—se encogió de hombros divertida.—No te veías tan mal...
No podía contener mis carcajadas, recibiendo un golpe por parte de Seth mientras apretaba su mandíbula.
Decidí no molestarlo más, destapando el marcador y acercándome a la castaña. Ella apartó un mechón de cabello de su rostro, dejándolo detrás de su oreja antes de alzarme delicadamente su libro de recortes.
Con cuidado lo abrí, encontrando rápidamente la primera página en blanco.
Comencé a escribir rápidamente una breve dedicatoria, la dediqué y finalmente firme con un rápido movimiento. Sydney sonreía cada vez más grande.
—Aquí tienes, nena.—le entregué el cuaderno.
Ella lo abrió emocionada en tanto me dedicaba a tapar el marcador, sin embargo, no tardé en escuchar uno de sus murmuros al leer.
—Atentamente...tu tío Dean...—se quedó estática, hasta finalmente soltar un respiro incrédulo y sonreír de lado.—¿Es...en serio, señor Ambrose?
—Agradezco todo tu apoyo y dedicación, Syd.—le di un pequeño apretón a una de sus delicadas manos.—Pero desde ahora no quiero ser el señor Ambrose ¿sí? Solo trátame como tu amigo.
Sydney sonreía emocionada, hasta que cierto silbato llamó su atención y giró su cabeza hacia el campo de fútbol. Una mujer la llamaba con señas, las cuales le hicieron reaccionar al instante.
—Dios, ya casi es hora.—le dio su cuaderno a Seth, el cual lo guardó cuidadosamente al interior de la mochila una vez más.—Gracias por todo, seño...tío Dean.
Sonreí ante aquello, dejando una pequeña palmadita en su cabello lacio y regalándole una cálida mirada:—Cuando quieras, nena. Tal vez cuando haya otra exposición, tú y tus padres pueden ser mis invitados de honor.
Eso dibujó una sonrisa en su rostro que tal vez no iba a desaparecer en mucho.
—¿En serio?—asentí, a lo que la fémina miró esperanzada al ex bicolor.—¿Podemos ir, papi?
—Por mí no hay problema, pero hay que hablarlo con tu papá Randy también.
Ella asintió entusiasta, para a continuación mirarme con una sonrisa.
—Gracias de nuevo, tío Dean.—asentí sonriente.—Y muchas gracias, papi.
—Siempre, princesa. Mucha suerte.
—¡Daré lo mejor de mí!
Y finalmente se marchó con una sonrisa en los labios, dejándonos a ambos en silencio en la tribuna que se llenaba más y más de gente.
Escuché a Colby suspirar suavemente antes de hablar:—Me casé con Randy dos años después de que te fueras, quise decírtelo pero no encontré el momento. Al año siguiente decidimos adoptar un hijo, y me impresioné mucho cuando vi a una nena de 7 años viendo en la televisión a aquel artista de aspecto desaliñado y que parecía un vagabundo.
Solté una carcajada, sin apartar mi mirada del frente mientras Seth hablaba. En ese instante, vi a Sydney volver con el resto del equipo de porristas, pero en especial la vi acercarse al doctor Orton. El tatuado parecía estar revisando a uno de los jugadores, lo cual me dio curiosidad.
—Randy dejó la clínica y decidió trabajar como el enfermero del equipo de la escuela de Syd. Para estar más cerca de ella y al mismo tiempo tener más tiempo libre para nosotros.—una sonrisa se formó en su rostro.—Él...simplemente me hace feliz. Ellos dos me hacen sumamente feliz.
El hombre de cabeza rapada escuchaba lo que su hija le decía, hasta que su mirada viajó a la tribuna y nos encontró a ambos. Con una sonrisa de lado nos saludó, a lo que respondí con un mover de cabeza y Seth agitó su mano contento.
Me alegraba saber que todos habían logrado ser felices, ya que esa era una de las cosas que más me preocuparon una vez que dejé todo atrás.
—Oh, parece que ya va a empezar.—comentó de pronto Seth, sacándome de mi trance y haciéndome mover mi vista por el campo.
Fue en ese momento que hasta el más mínimo lugar de mi cuerpo se paralizó por completo. Mi boca con suerte se movió y mis ojos se quedaron inmóviles de aquel hombre con sudadera azul y negro, dándole instrucciones al círculo de estudiantes de secundaria que le rodeaban y escuchaban atentamente todo.
—¿Qué...está haciendo ahí?—Colby guardó silencio, pero podía notar que apretaba los labios mientras me miraba.—Seth, ¿por qué Roman está vestido así y...hablándole a esos chicos?
—Ese es su trabajo ahora, Dean.—explicó con calma, la cual no podía comprender al sentir mi corazón latiendo con fuerza.—Es el entrenador del equipo.
¿Él...no se había rendido?
—Creí...creí que él sería jugador profesional.—murmuré, con suerte logrando que mi voz se escuchara.
—Lo fue por un par de años, pero por un problema no pudo continuar. No quiso abandonarlo, así que decidió ayudar a los chicos de la secundaria a la asiste Syd.—mi vista siguió en él, siguiendo sus movimientos. El mover de sus labios, el que le sonriera a su equipo antes de colocar su puño en medio para que el resto de los chicos hiciera lo mismo y luego gritaran al unísono.
—¿Q-Qué...hay de Saraya?
¿Por qué pregunté aquello? Porque soy un imbécil.
A pesar de ello, Seth sonrió levemente de lado.
—Saraya rompió con él, volvió a Inglaterra el mismo día en que tú tomaste ese vuelo a Los Ángeles.—no pude evitar mirarlo completamente estupefacto.—Desde entonces ha vivido solo, nos visita de vez en cuando pero ha armado una vida nueva por sí mismo.
Parpadeé, tratando de procesar todo de alguna manera. Sin embargo, me era inútil y solo terminaba tragando sin parar el nudo que tenía en la garganta.
—¿Por qué dejó al equipo? Vi las fotos en el aparador de trofeos y noté que ya no estaba ahí.
—Hubo una gira del equipo por Nueva York hace un año...
Mi corazón dio un vuelco y casi sentí que el alma se me iba a los pies, sin embargo, logré que mi mirada alarmada se reflejara en las iris castañas de Colby.
—Hubo...una exhibición tuya, ¿no es así?
Por favor, no...
El ambiente se había tornado tenso en un segundo, al igual que los músculos de mi paralizado cuerpo.
—Pero supe que el lugar se incendió horas después de que abandonaras el edificio, y varias de las pinturas allí terminaron afectadas, incluyendo las tuyas.—él soltó un suspiro.—Supe que Roman estuvo ahí, pero luego de que te hubieses ido.
Mis ojos se abrieron y mi espalda se estremeció con una sensación de frío. No lo sabía, ni si quiera podía imaginarme el hecho de que estuviera ahí.
Pero, si él estaba ahí entonces...
—Vio tu pintura en la galería, aquella en que lo retrataste. Me contó que ha sido la cosa más hermosa que ha visto, y al mismo tiempo sintió que se le volvía a romper el corazón. Pero entonces, el fuego empezó...
Tragué con fuerza y apreté mis puños sobre mi regazo.
Por favor, no...
—Seth.—lo interrumpí, impaciente y rogando que mis pensamientos fueran los equivocados.—Por favor, dime cómo se lesionó.
El ex bicolor se relamió los labios, manteniendo su vista en el suelo un rato. Cuando sus ojos se encontraron nuevamente con los míos, fue como si me golpearan directamente en ese angustiado corazón latiendo en mi pecho.
—Él ayudó a que las personas salieran de la galería y...quiso salvar tu pintura, Dean.
No podía seguir escuchándolo, mi pecho dolía y a cada segundo me faltaba el aire. Era como si...como si...
Como si hubiese vuelto a ser ese muchacho que cayó por su amor brutal.
Mis ojos se desviaron brevemente de los suyos, angustiados y llenos de alarma cuando se encontraron con aquella mirada gris sorprendida.
Sus labios se mantuvieron quietos y casi vi que su cuerpo se paralizaba a la distancia, a pesar de ello, no quitó sus ojos de los míos.
Aquel hombre de cabello largo y piel tostada me observó de la misma forma que hizo todos estos años, consiguiendo la misma reacción en mi pecho como todos esos años.
Mi corazón seguía perteneciendo a él, lo sabía.
—Dean...
—No puedo quedarme aquí.
Y sin nada más que decir, actué como el cobarde que ocultaba ser.
Desvié bruscamente mi mirada de la del samoano y me levanté rápidamente de mi lugar en la tribuna, más que dispuesto a abandonar ese sitio lo más rápido posible.
—Dean...Espera un poco, Dean.—intentó llamarme Colby, pero seguí avanzando por las escaleras por muy temblorosos que estuvieran mis pies.—¡Dean!
Necesitaba salir de ahí o terminaría desmoronándome.
Me apresuré a subir el tramo de escaleras, logrando llegar a la puerta justo al momento en que Ben llegaba con unos canastillos de comida y un par de sodas. Me observó perplejo con tan solo ver mi posible mueca.
—Hey, ¿a dónde vas? ¿Estás bien, amigo?
¿A dónde iba? Lo más lejos posible.
¿Estaba bien? Supongo que no, estaba hecho trizas. Molesto, desesperado y con ganas de golpear algo.
¿Qué pensaba? Que nunca debí acceder a volver.
—No debí venir aquí.—escupí casi entre dientes, negando con la cabeza mientras mi respiración se ponía cada vez más agitada.—Lo siento, Ben.
Y tras eso, solo seguí mi camino casi corriendo por el pasillo con tal de alejarme. Alejarme de los recuerdos de ese herido corazón y el recuerdo de su mirada que, por desgracia, no abandonaba mi mente por más que quisiera.
Rogué que Benjamin no me siguiera mientras recorría sin pausa los corredores, sin detenerme a ver detalle y con suerte observando el suelo por el que caminaba, ya que mi vista ya era borrosa.
Joder, ¿cuándo había comenzado a llorar?
No lloraba desde el momento en que tomé ese avión ocho años atrás, y ¿lloro ahora? Tenía que ser una especie de broma.
Pero lo sabía, sabía la razón exacta.
Por mucho que luché por esconder las heridas de mi corazón, esas seguían ahí. Nicole siempre me dijo que no estaba mal llorar, sin embargo me prometí que no lo haría más. No lloraría más por Roman.
Vaya idiota soy.
Mis pasos borrosos me llevaron a un salón, empujé la puerta a medio abrir y tras asegurarme rápidamente de que no había nadie ahí, la cerré con seguro detrás de mí.
Mi espalda se apoyó contra la madera, sintiendo el frío contacto en tanto me dejaba deslizar hasta el piso. Como varias veces en el pasado, abracé mis rodillas y dejé que mi cabeza reposara contra estas mientras las lágrimas caían silenciosas por mi rostro.
—Joder...Deja ya de llorar.—gruñí para mí, aguantando un sollozo al morder mi labio inferior.—Deja...de llorar...
¿Por qué hizo eso? Ayudó a las personas a salir, podría haberse quedado con ello.
¿Por qué mierda volvió por mi pintura? Por mi culpa...había sufrido.
Había sido lastimado por mi culpa. Por mi culpa, su carrera y su sueño sufrieron las consecuencias.
Sentía que le había arrebatado su sueño sin siquiera saberlo, fui feliz mientras que él fue destrozado.
—Soy un verdadero imbécil.—mi voz seguía siendo un hilo, lo cual me enfureció por alguna razón. Con fuerza pateé el tacho de la basura que estaba cerca, este resonó por el solitario lugar antes de que volviera a hundirme en el sonido de mis molestos sollozos.—¡Deja ya de llorar!
Por mucho que gritara, ya no podía evitarlo.
Había cerrado mi corazón, esperando que este sanara con el tiempo. Expresaba mi dolor mediante un pincel, esperando que eso bastara para sentirme mejor.
Pero lo que en realidad hice durante ese tiempo fue lo mismo que en el pasado, me mentí a mí mismo.
Era feliz, pero no completamente. No podía ser feliz...sin él.
Por mucho que doliera, era la verdad.
Seguí inmerso en pensamientos, en recuerdos y lágrimas por un rato, perdido en ello que ni me di cuenta del pasar del tiempo y me quedé así durante todo el tiempo del partido.
Tan solo volví a moverme cuando el sol comenzaba a tornarse de un tono naranja, anunciando el posible anochecer y haciéndome saber que ya habían pasado probablemente horas desde que me encontraba ahí.
El llanto ya había cesado, sentía que mi pecho dolía menos también así que me atreví a ponerme de pie. Sacudí un poco mis pantalones y desbloqueé la puerta. Tenía que volver al hotel y tal vez explicarle a Benjamin mis razones para huir. Me había portado como un mal amigo, y esperaba que no estuviera molesto.
Salí del salón, encontrándome en los corredores completamente vacíos y en silencio. No necesitaba consultar la hora para saber que era tarde y el juego ya había acabado hace tiempo.
Entonces, cuando me dispuse a dar media vuelta y salir definitivamente del edificio, una parte de mí se estremeció y me hizo girar sobre mis talones, caminando en dirección contraria a la que estaba la salida.
No caminaba hacia la tribuna, tampoco hacia el lugar de los trofeos. Me dirigía a aquel lugar en que pasé un par de semanas haciendo mi primer obra de arte luego de tanto tiempo.
Me preguntaba si seguía ahí, aunque Colby me había aclarado varias veces que sí. Pero quería comprobarlo con mis propios ojos.
Conseguí llegar a aquel pasillo que había recorrido innumerables veces. Solo, junto a Roman, junto a Allen, con unos tarros de pintura y finalmente hecho un desastre.
Con las manos al interior de los bolsillos de mi chaqueta me acerqué al conocido muro, sintiendo que una sonrisa crecía en mis labios al encontrarme con los trazos de colores pintados en la pared. Estaban algo gastados por el tiempo, pero se sentían bien al tacto de mis dedos.
Esto era parte de ese pasado que el viejo yo quiso dejar atrás, el cual podía aceptar con una sonrisa y continuar. Sin importar el dolor y los recuerdos.
El arte pasó a ser algo terrible para mí tras la muerte de mamá, lo cual me era algo indispensable en la actualidad.
—Rome tenía razón...—susurré para mí en tanto mis dedos tocaban delicadamente el rostro del moreno retratado junto a sus compañeros de equipo.—Las cosas pueden cambiar.
La curvatura en mis labios sigue alzada, incluso cuando escucho esos pasos acercarse más y más a mi ubicación. Pero no me moví, solo mantuve mis dedos sobre los colores vivos plasmados en el muro.
—Creo que escuché mal.—dijo con diversión, a lo que solo cerré mis ojos con suavidad.—¿Acaso tú, Jonathan David Good, admitiste que tenía razón en algo?
Solté una pequeña risa entre dientes, abriendo lentamente mis ojos y alejando mis dedos del mural. Acto seguido, me atreví a encontrar su mirada con la mía.
—Las personas también cambian, ¿no es así, Joseph?
Una sonrisa se dibujó en sus labios, mientras que miles de pensamientos comenzaban a invadirme. Pero en ese instante solo podía dejarme llevar por lo que mi corazón decía.
Metí mis manos al interior de mis bolsillos, encogiéndome ligeramente de hombros antes de romper ese silencio en el que nos habíamos sumergido por un largo rato.
—¿Por qué lo hiciste?—sus ojos se mantuvieron en los míos y sus labios en una fina línea.—Lo de la pintura.—dejé de sonreír, mirándolo con seriedad en mi semblante.—¿Por qué hiciste algo como eso, Joe?
—Era importante para ti.
—¿Solo por eso?—el pelinegro se encogió de hombros, logrando que algo dentro de mí comenzara a fastidiarse.—¿Acaso te volviste loco?
—Dean...
—Ni que Dean ni que nada, Joe.—lo interrumpí, la exasperación comenzaba a hacerse presente en mi voz y mi rostro. Solté una bocanada de aire antes de seguir hablando.—Yo...arruiné tu carrera.
—Dean, eso no es verdad.
—¡Claro que lo es! Es mi culpa que...te retiraras y...¡Joder! ¿¡Por qué demonios te arriesgaste por mí!?
Entonces el samoano negó con la cabeza, mientras que sus pasos avanzaban en mi dirección. No fui capaz de mover un músculo incluso al momento en que estábamos frente a frente, a tan solo una poca distancia de separación.
—De lo único que eres culpable, Jonathan Good, es de haberme roto el corazón cuando te fuiste.
Sentí como si me golpearan en el pecho, pero solo era su mirada conectada a la mía y provocando que mis piernas quisieran flaquear. Su efecto en mí seguía siendo igual, por desgracia para mí.
Otra vez ese silencio tan familiar, siendo mi acelerado corazón el único sonido que resonaba en mis oídos. Podía ver el pecho de Roman subir y bajar por sus constantes respiraciones, sus labios en esa fina línea y sus tensos brazos inmóviles a cada lado de su cuerpo.
Finalmente me atreví a abrir la boca:—¿Estás enojado?
—Por supuesto que lo estoy.—dijo sin dudar, cruzándose de brazos pero siendo traicionado por la sonrisa que poco a poco se formaba en sus labios.—¿Tú?
—¿Es en serio?—rodé un poco los ojos con una risa entre dientes.—Estoy tan furioso como el primer día.
Ambos guardamos silencio, solo mirándonos hasta que el otro dijera algo.
—¿Crees que soy un imbécil?—preguntó Anoa'i. No pude evitar sonreír de lado.
—Lo pensaba desde antes de enamorarme de ti.—solté una risa.—¿Y tú? ¿Crees que lo soy?
—Desde que nos conocimos, siempre lo pensé. Serás el mejor artista del país ahora, pero sigues siendo el mismo imbécil, flojo y vago que conozco.
—Auch.
La sonrisa de Roman crecía, agitando algo en mi corazón.
Nada parecía haber cambiado, a pesar de mi corazón herido y nuestro pasado como una sombra tras nosotros, era como si por un momento todo fuera igual.
Era como si fuésemos solo nosotros luego de tanto tiempo.
El moreno me observó un largo rato, relamiéndose los labios y parpadeando nervioso antes de decir:—¿Me amas?
Mi corazón de plástico, lleno de heridas y siendo ocultado para no volver a ser lastimado, seguía perteneciendo a él.
—Como el primer día, mi amor brutal.
Basto que respondiera para que ambos termináramos con la pequeña distancia que había entre nosotros, caminando hacia el otro y terminando con mis labios chocando en los de él. Sus brazos acogían mi cintura mientras que mis manos habían logrado acunar su rostro antes de atacar su boca.
No necesitaba escuchar su respuesta, el sentir el latido de su corazón chocar con el mío me bastaba para que esa parte que tanto tiempo ignoré volviera a mí. Volvía a sentirme completamente feliz.
El samoano se tomaba el tiempo de acariciar mis labios, sus dedos tocaban suavemente mi cintura cubierta por los jeans y casi podía sentir que más de algún jadeo se le había escapado cuando acaricié su labio tentativamente con mi lengua.
—Hey...—con suavidad me alejó, sin dejar de abrazar mis caderas y yo de tocar su rostro. Su barba enviaba una sensación extraña por la yema de mis dedos, mientras que mis ojos se quedaban en los de él.—¿Estás seguro de todo esto?
Sonreí lentamente de lado:—Tenía miedo, Roman. Miedo de todo y traté de mentirme a mí mismo.
Sus labios seguían apretados, incluso cuando acerqué mi pulgar a su labio inferior y toqué este con suavidad. Sus oscuros ojos grises bajo el cielo tornándose naranja lograban que mis piernas temblaran y comenzara a perder la cordura.
Sin embargo, quería decir algo más antes de que pasara lo que fuera a pasar.
—Pero ya no más, ahora soy sincero conmigo mismo y...la verdad es que te amo, Roman.
Cuando pasaba el pincel sobre los lienzos, siempre tenía esa sensación de satisfacción y sentía un cosquilleo a lo largo de mi cuerpo. Shane decía que era la seguridad de que estabas haciendo algo que te hacía feliz, algo en lo que estabas depositando tu corazón.
Me sentía de la misma forma mientras sostenía la mano de Roman, guiándome hacia el departamento que solíamos compartir años atrás.
No pude evitar sentirme nervioso cuando salimos de la universidad, agarrando su mano por primera vez en mucho tiempo y sintiendo la calidez de sus dedos cada vez que apretaba sus agarres y me sonreía.
Dios, esa sonrisa. Deseaba retratarla, aunque dudaba lograr reflejar lo mismo que me producía la real.
No me impresionó mucho el hecho de que Tom siguiera de portero, y en cuanto nos vio entrar juntos al edificio comenzó a atragantarse con las patatas fritas que estaba comiendo. Suerte que una de nuestros vecinos estaba ahí y lo ayudó.
El departamento no había cambiado demasiado, salvo por la decoración más elegante y que mi chiquero ya no estaba. Sin embargo, no pude prestarle demasiada atención por el hecho de que los labios del samoano atacaban los míos en cuanto cerré la puerta y comenzaba a guiarme lentamente en dirección a su dormitorio.
Recuerdos de esa vez hace ocho años aparecieron en mi mente, pero fui capaz de disiparlos y abrazar el cuello de Roman en cuanto empujé la puerta y nos encontramos al interior de la habitación sin separarnos el uno del otro. Mi cuerpo se sentía caliente, al punto que me había olvidado del frío por el cual no quería abandonar el hotel para empezar.
Roman se hizo camino hasta quitarme el abrigo y dejarlo caer, mientras que yo bajaba el cierre de su sudadera deportiva y dejaba a la vista tan solo pecho desnudo a la merced de mis dedos. Sentí cómo se estremeció cuando mis manos tocaron la tostada piel con delicadeza, pero eso solo consiguió que la sangre comenzara a concentrarse en un solo lugar en mi cuerpo.
Su lengua recorría mi cavidad bucal cuando sus manos llegaron hasta la bufanda que llevaba, soltando mis labios con lentitud antes de mirarme con la respiración agitada. Sus ojos pasaron por la bufanda y luego cayeron en los míos.
—Creí que no te gustaban las bufandas.
—M-Me la prestó un amigo, sabes que odio el frío y...—mi voz se perdió en un gemido cuando él me rodeó con uno de sus brazos, empujándome hasta que su pelvis chocó con la mía y me estremeciera por completo.
—Nunca vuelvas a usar prendas de otros, Jonathan.—murmuró con su voz rasposa, logrando que una sensación de frío me recorriera la espalda.—No vuelvas a hacerlo.
Por alguna razón, el ver cómo sus ojos se oscurecían y el que su voz sonara tan provocativa me hizo sonreír con diversión. Con cuidado me quité la bufanda de Benjamin, dejándola sobre una de las repisas cercanas y volviendo a colocarme frente a Roman. Lo miré a los ojos con las esquinas de mi boca aún alzadas, al mismo tiempo en que le recorría el pecho suavemente con mis manos.
—Soy tuyo, Rome.—mis manos llegaron hasta su cuello, por el cual me moví con cuidado hasta la liga con la que mantenía su cabello todavía largo en una coleta. Con delicadeza quité la liga, dejando que los mechones azabache cayeran sobre su tostada piel.—De eso no tienes que preocuparte, te lo prometo.
Sus labios atacaron los míos con fuerza, brevemente antes de que él se separara de mí para decir:—Todo mío, recuérdalo.
A continuación, ambos volvimos a callar por la presión en los labios del otro. Roman me ayudó a despojarme de mi camiseta, mientras que decidí dar vuelta sobre mis talones y comenzar a guiarlo en dirección a la cama. Fue fácil que se sentara sobre el colchón, dejándome plena vista de su pecho subiendo y bajando al ritmo de sus respiraciones y su cabello cayendo suavemente por su rostro. Sus tatuajes seguían siendo los mismos, sin embargo...
Fruncí el ceño, deteniendo mis movimientos de un segundo a otro. Incluso cuando ya me había sentado sobre su regazo con cada pierna a los lados de su cadera, dejé que mi entrepierna chocara con la suya, pero mi atención no estaba en esa excitación que ya me recorría desde hace tiempo.
Mis ojos escaneaban su hombro derecho, donde la tinta formaba varios trazos en los que podías perderte por horas. Pero lo que me hizo perder la calma fue que habían algunas cicatrices.
Abrí la boca para decir algo, pero Anoa'i ya se cubría con una de sus manos, manteniendo la otra en mi espalda baja como apoyo. Fruncí mi entrecejo en su dirección.
—Ro...
—Dean, no.—me interrumpió al instante, negando con la cabeza.—No pienso hablar sobre esto.
—Seth me lo contó...—agregué, reacio a quedarme tranquilo como él esperaba.—...Te lo repito, ¿por qué hiciste eso?
El samoano guardó silencio, siendo su mirada la única respuesta que podía conseguir.
Apreté los labios antes de bajar la mirada nuevamente al lugar en el que estaban las heridas de quemadura. Con cuidado agarré la mano con la que Roman intentaba esconderlas, apartándola suavemente y dándole un pequeño apretón en cuanto estuvieron nuevamente a la vista. Lenta y cautelosamente acerqué mi mano hacia los lugares afectados, teniendo extremo cuidado cuando la yema de mis dedos tuvo contacto con la piel que ya no estaba teñida de tinta. Mis ojos viajaron a los de él en cuanto lo sentí soltar un suave suspiro.
—Ya no...duelen, ¿verdad?
—Ya ha pasado un año de eso, Dean. Ya no duelen.—su mano fue hasta la mía, tomándola aunque esta siguiera tocando sus heridas.—Por favor, no me mires de esa forma.
—Pero yo...
—Dean.—mis ojos se encontraron directamente en los de él, fríos pero al mismo tiempo haciendo que algo en mí se sintiera cálido. Sus labios se fruncieron en una sonrisa antes de que acercara su mano a mi mejilla y la acariciara con suavidad.—Te amo.
Mi corazón dio un vuelco y casi quise echarme a llorar, pero al contrario de otras veces, esta vez era a causa de la inmensa felicidad que me llenaba el ser.
—Te amo y no quiero perderte nunca más. Fui el culpable de todo, al no cuidar tu corazón como me lo prometí, pero...—negó antes de volver a mirarme.—Pero quiero pedirte una segunda oportunidad, quiero hacer las cosas bien esta vez.
La sola idea me hacía querer saltar de alegría, abrazarlo y besarlo sin parar. El viejo yo lloraba de alegría e incluso creía que pronto lloraría frente a él.
—Quiero que tengamos una vida juntos, como antes.—Roman suspiró con suavidad, dejando que mis manos acunaran su rostro.—Quiero darte la vida que mereces, Dean, y si no te molesta tenerme a tu lado...
No quise responderle más que con un beso que lo calló, no tardé en sentir sus labios moviéndose con avidez y sus manos extendiéndose a lo largo de mi espalda brindándome calidez.
No podía ser feliz sin él, esa era la respuesta que siempre busqué en cada lienzo, pensamiento o palabra del pasado.
Me ha salvado de todo, incluso de mí mismo.
Desde que quiero recordar, él ha sido mi razón para continuar de pie en el mundo que creí perdido para mí alguna vez.
Desde entonces, he estado atrapado en este Amor Brutal.
¿Suena demasiado loco sentir cosas por tu mejor amigo?
Pues él era lo que mi mente trastornada necesitaba.
Él, mi Amor Brutal.
¡Y eso ha sido todo por Brutal Lo...! MOMENTO.
TENGO UNA IDEA 7u7
¿Qué les parece un capítulo extra de lo que ocurrió después? Luego de eso haré los agradecimientos que se merecen y diré unas cuantas cosas.
Espero que les haya gustado y perdonen la tardanza. Se les quiere <3
Se despide, Rock.
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