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[9.Something for my trouble mind]

—Agh...—Murmuré entre dientes, a lo que la enfermera solo me miró por el rabillo de los ojos— Lo siento. Duele un poco. 

—No es de extrañarse.—Habló la fémina de cabello rubio y pómulos rosáceos— En serio tuviste suerte, cariño...

Hizo una pausa, sonriendo amablemente hacia mí en lo que terminaba de desenvolver y asegurar la venda que rodeaba mi cabeza. 

—No todos se vuelcan en una moto y viven para reírse de esto, créeme. 

Tan solo pude fruncir una pequeña sonrisa, dándole luz verde a que continuara con su trabajo.

No podía hacer mucho, ya que solo había despertado hace un par de horas para que me curaran las heridas. Una contusión junto con algunos rasmillones en las manos y cara como mucho. 

Pero seguía respirando, eso es lo que importaba. 

También me sentía más aliviado de tener al chico fenomenal a un lado de la camilla. Pero me recorría la culpa al ver que su brazo izquierdo enyesado reposara sobre su pecho subiendo y bajando por sus suaves respiraciones al dormir. 

Diablos, sí que fui un tarado. 

—Listo.—Irrumpió mis pensamientos la enfermera, escuchando que cortaba la venda y daba por concluido su trabajo— Como nuevo, cariño. 

—Gracias, preciosa.—Le sonreí de vuelta, a lo que ella solo rió y dejó los implementos a un lado. Aproveché de mirar por sobre mi hombro una vez más, cerciorándome de que Allen seguía profundamente dormido con una expresión angelical en su rostro.— ¿Cómo está él?

La fémina movió curiosa su mirada hacia donde estaba la mía, susurrando un Oh cuando sus ojos se encontraron con la camilla de junto. 

—Él está bien, no te preocupes.—Comenzó a decir, con una tranquilizadora sonrisa en sus labios brillantes.— Tendrá que mantener el yeso durante un par de meses, pero no es nada serio además de una quebradura. 

La cual yo causé. 

No podía evitar sentirme como un idiota, en especial porque era completamente mi culpa. 

Por andar de mirón, Allen terminaba más afectado que yo. 

—¡Espere un segundo!—Chillaron desde el pasillo, llamando mi atención y la de la enfermera al instante.— ¡Oye, maldito! ¡Te dije que te esperes!

Mis cejas dejaron de alzarse en cuanto el agitado samoano apareció en la sala, mirándome con preocupación y alarma todavía en sus iris grisáceas. 

Nuestros ojos seguían en los del otro, incapaz de saber qué debería demostrar exactamente. 

—Lo siento mucho, Catherine—Murmuró la otra enfermera, que parecía haber seguido a Roman y seguía frunciendo el ceño de forma exasperada hacia este.—Le dije que no tenía permitido venir aquí todavía, pero no escuchó a nadie. 

—No te preocupes, Jordan—Habló la rubia que antes vendaba mi cabeza, regalándole una sonrisa a la castaña y luego mirando al samoano de pie cerca de la puerta.—Ya he terminado con él, así que está bien. 

La fastidiada fémina solo torció sus labios, dándole una última mirada a mi mejor amigo antes de voltear sobre sus zapatos y permitirle quedarse ahí. 

—Recuerda, nada de esfuerzos grandes por al menos un par de semanas. Y ni pienses en trabajar ¿okay?—Asentí en silencio, manteniendo mis labios fruncidos en lo que ella terminaba de guardar los implementos en una cajita. No tardó en agarrar el objeto bajo su brazo, volteando suavemente hacia mí y sonriéndome con dulzura.—Cuídate mucho, caramelito. 

—Gracias.

Le sonreí una última vez, antes de que se encaminara hacia la misma puerta por la que Roman había entrado. 

Vi cómo este murmuraba un gracias a la enfermera, recibiendo un asentimiento y dejándonos completamente solos en la habitación de hospital. 

Pero él no tardó en voltear hacia mí con el ceño fruncido, completamente disgustado. 

—Se puede saber ¿qué demonios ocurre contigo?—Dijo, notoriamente enojado mientras caminaba a pisotones hacia mí. 

Mierda. Aquí vamos...

—Me duele la cabeza, Roman—Gruñí por lo bajo, removiéndome algo incómodo sobre la camilla.

—Oh ¿en serio?

No pude evitar mirarle por el rabillo de los ojos, probablemente ya sacando a flote mi expresión irritada ante su sarcasmo. 

—Te dije que esto de la moto era mala idea, Dean—Siguió regañándome, lo cual me hacía doler la cabeza más y más de alguna manera.—¿Cuándo vas a madurar?

—Lo que pasó fue un accidente, Roman. No es como que lo hubiese planeado ¿sabes?

—Ese es mi punto—Exclamó con fuerza, a lo que solo podía mirarlo con mis dedos sobre las vendas que cubrían mi frente.— Últimamente no piensas en absolutamente nada—Fruncí el ceño ante su exasperado tono, viendo cómo su mandíbula continuaba apretada.—De un momento te quito los ojos de encima y ¡Boom! Tienes un accidente en una moto de la cual tampoco me contaste ¿cuál es tu maldita excusa ante eso, Dean? Pudiste haberte matado. 

—Podría, pero no lo hizo. 

Volteé mi mirada de inmediato, encontrándome rápidamente al castaño recostado en la camilla que era asesinado por la mirada del molesto moreno que hacía todo por regañarme. 

—A ti nadie te preguntó, Allen—Gruñó Roman, lo cual hace al señor fenomenal revolear un poco los ojos antes de encontrarse conmigo. 

—¿Estás bien, niño bonito?

No puedo evitar sonreír de lado, sintiéndome como un completo imbécil. Yo debería ser el que pregunte eso. 

—Te rompiste el brazo, no estás en posición de hacer semejante pregunta—Habló el samoano, interrumpiendo la sonrisa que se había dibujado en los labios de Jones y que este volviera a fruncir el entrecejo. 

—Discúlpame, Joe. Pero creo que Jonathan está lo bastante grande como para sermones, en especial por parte de ti—Le dijo, notando cómo sus miradas parecían arder en ira aunque Roman siguiera de pie y Allen en la camilla con su brazo inmóvil.—Además, si alguien tiene que preocuparse de él y está en todo su derecho, ese soy yo. 

No podía evitar sentirme victorioso por el simple hecho de ver el rostro irritado de mi mejor amigo, pero al mismo tiempo temía que este se aprovechara del estado de Allen y terminara golpeándolo hasta tumbarlo de la camilla de hospital. 

Pero todos mis pensamientos se fueron al diablo cuando Roman caminó hasta él, y agarrando fuertemente la cortinilla del espacio que nos separaba, la cerró con brusquedad. 

Já ¿y a mí me dice inmaduro?

—¿En serio, Roman?—Murmuré, sin poder evitar el arquear una ceja en lo que cruzaba los brazos sobre mi pecho y escuchaba las exclamaciones del señor fenomenal detrás de la cortinilla cerrada. 

—¿Qué?—Exclamó, alzando un poco sus brazos antes de dejarlos caer contra sus muslos cubiertos por los jeans.—Nadie lo invitó a esta conversación. 

Me resigné a solo rodar los ojos, comenzando a mirar cualquier lado que no fuera su grisácea mirada, tratando de atraerme de vuelta a ese sinfín de emociones que últimamente me causaba. 

—Dean—Murmuró, pareciendo algo derrotado luego de un largo silencio entre ambos.—Dean. 

Esta vez consiguió que lo mirara, alzando mis cejas en espera de lo que fuera a decir aunque realmente ya me diera igual. 

Estaba un poco harto de que manejara mi vida, aunque esta siempre sería un gran y completo desastre a cada paso que doy. 

—Sabes que me preocupo por ti...Y por eso mismo estoy asustado de que hagas todo esto por lo que pasó con tu mam-

—No, Roman—Le interrumpí con brusquedad, sabiendo que el dolor en mi pecho comenzaría a latir tarde o temprano.—Esto no tiene nada que ver. 

Hice una pausa, en la que él solo me miró con sus labios en una fina línea y sus ojos brillantes en los míos. 

Pero cuando había vuelto a abrir la boca dispuesto a hablar, unos tacones resonaron cada vez más cerca. 

Aquella pelinegra no tardó en mostrarse en la habitación, con su cuerpo cubierto con un apretado vestido negro y su chaqueta de cuero de siempre, mientras que su rostro mostraba preocupación en cuanto se encontró conmigo. 

—Mierda, hasta que los encontré—Habló como pudo, notándose su agitada respiración incluso cuando abandonó el umbral de la puerta y caminó hasta mí. 

Sus brazos me rodearon con fuerza, a lo que me vi obligado a pasar tímidamente los míos detrás de su espalda en lo que sentía nuestros pechos chocar. 

—Estaba tan preocupada en cuanto Joe me llamó—Dijo Saraya cerca de mi oído, sintiendo que sus dedos dejaban suaves caricias sobre mi espalda cubierta por la delgada tela de mi camiseta. 

—Sí...—Mantuve mis ojos en el samoano mientras hablaba, notoriamente incómodo por la presencia de la negriazul—Gracias, Joe. 

Ironicé lo último con una fingida risa, tan solo viendo al tatuado fruncir su boca y mostrándose más incómodo todavía, como si eso llegara a ser posible. 

Agradecí internamente que la novia o lo que sea de Roman me soltara luego de algunos segundos, logrando como pude el responder a su sonrisa luego de que me preguntara casi por décima vez si estaba bien. 

No quiero provocar malentendidos, ella me agrada. Pero...no sé como explicarlo. 

—Me alegra tanto que estés bien, Jon.

Claro que sí. 

—Gracias, Saraya. 

—Cuando Joe me llamó pensé que veríamos lo peor.

Ya quisieras. 

—Dicen que tuve suerte. 

Los labios de la fémina se curvaron en una sonrisa, para a continuación dejar una última palmadita sobre el dorso de mi mano y levantarse. 

—¿Quieres que te llevemos a casa?—El brazo de Roman rodeó su cintura, en lo que solo podía ver una irritante sonrisa por su parte.—No puedes manejar en ese estado. 

Aléjate de él. 

—Estaré bien—Respondí, con una pequeña sonrisa elevando apenas mi mejilla junto a un suave asentimiento.—Ustedes...vayan a divertirse o lo que sea. Estaré bien. 

—P-Pero Dean...

—Dije que estaré bien, Rome—Lo interrumpí otra vez, haciendo un gesto de adiós con mi mano.—Tomaré un taxi y...te veré en casa. 

Roman se quedó viéndome por un instante, como si mis palabras hubiesen sido difíciles de entender. 

—Bien...—Lo vi suspirar, en lo que la pelinegra agarraba su mano.—Te veré en el departamento y...recuerda volver temprano. 

—Lo haré. 

Ambos solo pudimos asentir, a pesar de que en mi pecho sintiera algo extraño. 

Vacío y poco realista, algo sumamente frío. 

Suerte que supe ocultarlo y sonreírle por última vez a la fémina que movía su mano en gesto de despedida. 

—¡No olvides llamar si necesitas cualquier cosa, cabeza hueca!—Chilló, antes de salir de la mano con mi mejor amigo. 

—Claro. 

El silencio volvió a propagarse por la habitación, mientras solo podía bajar lentamente mi mano alzada y relamerme los labios al dejar que mi mirada vagara. 

El sonido de la cortinilla al abrirse me hizo levantar la cabeza nuevamente, encontrando al castaño de mirada cristalina con una mueca de disgusto. 

Esta no tardó en desvanecerse cuando nuestras miradas se encontraron, y que él casi corriera hasta mí para envolverme con su brazo sano y una sonrisa en su boca. 

Dejé que mi rostro se recostara en la hendidura de su cuello, agradeciendo enormemente que mi torpeza no provocara algo peor, e intentando disfrutar de la calidez de su cuerpo contra el mío. 

La campanilla de la puerta de cristal al abrirse me hizo sonreír ampliamente, al igual que el aroma a café que llegó a mi nariz en cuanto mis pies tocaron aquel suelo de madera. 

—Hola a todo el mun-

Pero mi caminar se vio interrumpido cuando una fuerte mano me detuvo y me hizo voltear rotundamente sobre mi zapatilla. 

—Fuera. 

—Pero Nicole...

—Fuera. 

—¿Te crecieron las tetas? 

—¡Fuera te dije!

La fémina terminó por empujarme al otro lado de la puerta, consiguiendo que casi me cayera al suelo pero que tan solo resultara siendo un tropezón en cuanto sus manos se alejaron de mi espalda. 

Volteé hacia ella, todavía apoyada en el umbral de la puerta de mi lugar de trabajo con una mueca de regaño en su rostro. 

—Vamos, Nicole. Me aburro como puta en el departamento—Intenté rogarle, ladeando un poco mi cabeza e intentando imitar de alguna manera la ridícula mueca que Roman solía hacer cuando quería algo. 

—Ni soñarlo, Jonathan—Dijo, decidida a su respuesta y tirando mi esfuerzo a la basura.—Joe ya me explicó lo que pasó, y tu licencia médica dice que tienes que pasar casi dos semanas sin hacer ningún esfuerzo. Ni mucho menos trabajar. 

—Jefesita, me estoy aburriendo solo en casa—Murmuré todavía intentando el puchero de mi mejor amigo.

—Jonathan tan solo han pasado dos días desde el accidente y...espera ¿dijiste solo en casa?—Asentí, a lo que ella enarcó un poco su ceja perforada.—P-Pero ¿y qué pasa con Joe? ¿No debería estar contigo?

—Hoy tenía práctica en la universidad. 

—¿Y...?—Alargó, mirándome perpleja en lo que solo fruncía un poco mi labio ante sus brazos cruzados sobre sus pechos.—¿por qué no te llevó con él?

Preferí esconder el hecho de que me negué a ir detrás de un encogimiento de hombros, pareciendo que fue lo suficiente como para que Nicole bufara y echara su cabeza atrás con cierta exasperación. 

No quería contarle que en verdad fingí estar dormido cuando Roman me preguntó si quería acompañarlo. Ya que, probablemente, Saraya estaría ahí apoyándolo en las gradas. 

Ya me dolía suficientemente la cabeza. 

—Como sea—Murmuró resignada, para luego darle una mirada a su reloj de muñeca.—Todavía no es muy tarde, así que deberías volver a casa. 

—Nicole...

—Jonathan, en serio ya tengo muchos problemas aquí—Dejó una última palmadita en mi hombro, para a continuación disponerse a volver a su lugar de trabajo.—Disfruta de tu descanso y...por favor no hagas muchas locuras. 

Solo logré sonreírle de soslayo, despidiéndome resignado antes de que las puertas de cristal volvieran a cerrarse frente a mi rostro. 

—Diablos...—Murmuré, con un suspiro de por medio al mismo tiempo en que rascaba nerviosamente mi hombro.—Supongo que no salió como quería. 

Mi boca dejó de moverse con palabras para mí mismo en cuanto la puerta de la cafetería volvió a abrirse, esta vez dejando ver a aquella castaña de labial rosaceo. Pareció aliviarse de tan solo verme, dibujando una pequeña sonrisa de lado en mis labios. 

—Hey, Jessica—La saludé con mi mano, viendo que ella soltaba el aire con alivio y una curvatura se extendía por su boca.

—Hola, Jonathan—Hizo una pausa, relamiéndose los labios frente a mi mirada.—Supe lo del accidente apenas regresé ¿estás bien? 

—No es algo de lo que me sienta realmente orgulloso—Dije, pasando casualmente mis dedos sobre el vendaje que me dediqué a cambiar aquella mañana.—¿Cómo estuvo tu viaje?

—Me sirvió bastante. Relajarme y...pensar un poco en las cosas.

Asentí con un fruncir de labios, sintiéndome algo nervioso de repente. 

—También me dijeron que estás saliendo con alguien. 

Mentiría si no dijera que mi corazón dio un salto con ello, provocando que mis labios se curvaran de inmediato. 

Aunque realmente no sabía si por efecto propio o lo hice como gesto natural frente a la fémina. 

—Los rumores vuelan rápido ¿ah?

Jessica sonrió lentamente de lado, encontrando en sus ojos un poco de brillo del cual jamás me había percatado hasta ese momento, en que estábamos hablando del hombre que supuestamente tenía mi corazón. Allen.

Como si mi pensamiento lo llamara, mi celular resonó dentro del bolsillo de mi pantalón. Saqué el objeto, y aún con la pantalla trizada luego del incidente en la moto, fui capaz de ver de quién provenía esa llamada. 

—Hablando del diablo—Bromeé hacia la pantalla del teléfono.—¿Me disculpas un momento, Jessica?

—Por supuesto. 

Le regalé un último guiñar de ojo, escuchándola reír antes de voltear sobre mis zapatillas y finalmente contestar la llamada. 

—¿Señor fenomenal?

—Hey, niño bonito ¿cómo te sientes?—DIjo con aquella entretención de siempre en su tono. 

—Esa es mi línea, Allen—Solté un suspiro con suavidad, en busca de no volver a sentir la culpabilidad golpeándome dolorosamente en el pecho.—¿Cómo sigue tu brazo? ¿Está todo bien?

—Estoy bien, Jonathan. 

Sonreí ante su risa, sintiendo que mis mejillas adquirían cierta calidez y agradeciendo que él no fuera testigo de ello. 

—Estoy en la universidad—Le escuché soltar una profunda respiración.—Rusev insistió en que venga a los entrenamientos a pesar de estar expulsado de la temporada. 

—¿Y qué hay de tu...? ¡Ni pienses en jugar, Allen Jones!

Una carcajada resonó por su lado de la llamada a pesar de mi alarmado grito, a lo que solo fruncía mi ceño hacia el suelo en tanto esperaba su respuesta. 

—Tranquilo. Me tienen advertido permanecer en la banca y nada más, así que no haré nada más que observar y trotar si se me da el esfuerzo hasta que me quiten el yeso. 

—Eso espero, Allen. No quiero saber que te has lastimado más, aunque lo de tu brazo haya sido mi culpa. 

—Jonathan...

—Sabes que lo fue. No trates de decir lo contrario al respecto, Jones. 

Hubo una pausa entre ambos, por lo que mi única manera de saber que seguía sin colgar era el escuchar su suave respiración todavía en la línea. 

—Mira, no quiero hablar de esto por teléfono.

—Yo tampoco...

—Así que ¿estás de humor para venir?

Mis ojos se abrieron, por lo que tuve que parpadear un par de veces para asimilar lo que decía. 

—Um...¿ahora?—Escuché un ajá que no hizo más que helarme la sangre. 

No sonaba tan mala idea. Solo que no podía contarle a Allen sobre que el motivo por el cual quería alejarme un tiempo de las visitas a la universidad se debía a su propio compañero de clases. 

—Vamos. Tengo una sorpresa para ti aquí, niño bonito—Insistió, haciéndome tan solo tragar lo más discretamente posible.—Por favor. 

Estaba siendo un estúpido. 

—De acuerdo—Sonreí como pude, probablemente dibujando la misma mueca en sus labios al otro lado de la línea.—Estaré ahí en un rato. 

—Fenomenal—Hizo una pausa, en la que un suspiro bastante emocionado llegó a mi oído.—Hasta entonces, Jonathan. 

—Hasta entonces, Allen. 

No podía engañar a nadie, de verdad tenía una sonrisa de tonto en la cara cada que hablaba con Allen. Lástima que algo en mi pecho doliera siempre que lo hacía o pensara simplemente en él. 

Volteé sobre mis pies en cuanto fue terminada la llamada, encontrando a Jessica con sus brazos cruzados sobre su vientre y una sonrisa en el rostro mientras se apoyaba en marco de la puerta. 

—Así que...—Me miró con diversión.—Allen, ah.

Solo pude rascar mi hombro, tratando de ocultar mi nerviosismo detrás de aquella sonrisa. La cual, muy dentro de mí, era como una máscara completamente hipócrita a la cual me estaba haciendo completamente dependiente. 

—Larga historia. 

Mis ojos pasaron de los de la fémina hasta los del bicolor que venía saliendo de la cafetería, abotonando su abrigo hasta encontrarse con mi mirada casual.

—¿¡Dean!?—Comenzó a chillar.—¿¡Qué demonios haces aquí!? ¡Deberías estar en reposo!—Frunció sus labios con regaño, viendo cómo se disponía a buscar algo en uno de sus bolsillos.—Voy a llamar a Roman. 

—Nope, tú no llamarás a nadie—Sin preguntar, jalé de su brazo para que caminara por el pequeño tramo de escaleras, apenas logrando no tropezar y estrellarse contra el pavimento.—Tú serás buen amigo y me llevarás a la universidad de Roman. 

—¿Y por qué? Debería estar llevándote a casa. 

—Porque me quitaron mi moto, no tengo idea de dónde la escondieron y...—Lo miré con determinación.—porque Roman me dijo mil veces que madurara. Estoy siendo responsable en pedirle a mi amigo que me lleve a un lugar en vez de irme a vagar como un tonto por ahí...¿No te parece?

Seth abrió la boca, incapaz de balbucear algo coherente por más que lo pensara. No tardó en agarrar de mala gana las llaves de su bolsillo y encaminarse hacia su auto estacionado a unos metros de ahí. 

Punto para mí supongo. 

—Hablamos luego de esto ¿sí, Jessica?

Ella asintió, pero no pude evitar quedarme en mi sitio cuando la vi casi saltar los escalones, y a pesar de sus tacones, lograr envolver sus brazos detrás de mi espalda en un abrazo. 

Admito que me vi perplejo, pero no tardé en dejar que mis brazos se enredaran alrededor de su cintura cubierta por el delantal de la cefetería, sintiendo que sus largos dedos enviaban una sensación de calidez al extenderse sobre mi espalda. 

Hace un tiempo me habría muerto de solo sentirla cerca de mí, pero ahora...no sabía qué sentir exactamente. 

—Lo siento mucho, Jonathan. 

Aquel susurro que escapó de sus labios permaneció haciendo eco en mi cabeza, siendo el sonido del claxon del auto de Seth el único capaz de sacarme de aquel contacto visual silencioso que tenía con ella. 

Jessica curvó sus labios una última vez, para luego dar media vuelta y regresar al interior de la cafetería. 

—¿¡Quieres que te lleve o no, culón!?

Parpadeé un par de veces, y tras recuperar la consciencia, me apresuré hacia la camioneta. 

—¿Por qué saliste antes?—Pregunté, luego de dejar de jugar con las transmiciones de radio y que Seth me regañara casi por milésima vez.—Si mal no recuerdo, hoy tenías turno hasta tarde. 

—O tal vez te golpeaste demasiado fuerte en esa cabeza tuya y terminaste aún más jodido de lo que ya estabas. 

Le di una mirada sarcástica por el rabillo de mis ojos, jugueteando con la tela del vendaje y comenzando a sacar mi lengua de forma burlona. A pesar de ello, el bicolor siguió con sus ojos en el camino y sus tensos dedos envolviendo el volante.

Este hombre escondía algo. 

—S-Solo...—Se aclaró la garganta, viéndose algo incómodo por alguna razón.—digamos que tengo asuntos médicos que arreglar. 

Mi sonrisa burlona no tardó en mostrarse, pareciendo estar a punto de soltar una broma respecto a mi plan que parecía haber resultado. 

—No digas nada, Jonathan. O juro que abriré la puerta y rodarás por la carretera. 

—Como digas, Sethie—Le guiñé, resignándome a mirar por la ventana sin dejar de sonreír divertido.—Solo le deseo buena suerte al doctor Orton con ese carácter tuyo. 

No tardé en escuchar el desbloqueo de las puertas, junto con que Colby me comenzara a golpear el brazo. 

—¡Okay, lo siento! ¡Sethie, lo lamento! ¡Deja ya de golpearme!—Comencé a chillar entre carcajadas, mientras que el bicolor no podía hacer más que gritarme insultos con su cara tan roja como una cereza. 

No pasó mucho antes de que Colby se estacionara cerca de la entrada de la universidad. No parecía haber muchos estudiantes, tan solo un chico de yeso apoyado en el capo de su auto con lo que parecía ser una paleta en la boca. 

Sonreí de lado en cuanto me encontré con su mirada, quitándome suavemente el cinturón de seguridad sin apartar mis ojos de él. 

—Bien, te dejo con tu príncipe azul o lo que sea—Gruñó Seth, alejando sus manos del volante y mirándome por el rabillo de sus ojos. 

—Gracias por traerme, Sethie—Le sonreí, moviendo mi mano hasta la perilla de la puerta.—Te debo un trago, y tal vez podríamos salir en mi moto. 

—Ni en sueños, Good. 

Ambos soltamos una pequeña risa, por lo que me dispuse a salir del vehículo y no terminar helando el interior de este con la ligera ventisca que corría en esos momentos. 

—Dean.

Volteé en cuanto mi amigo me llamó, alzando mis cejas expectante ante su relamer de labios. 

—¿Estás bien con esto? 

—No me duele la cabeza ni nada, solo me mareo de vez en cuando. Pero ni pienses en llamar a mami Roman ¿sí?

—No es eso a lo que me refiero, Dean—Dijo, con algo de brusquedad en aquel extraño ambiente en el que nos encontrábamos de pronto.—¿Estás seguro...de que realmente lo quieres a él?

—¿Qué mierda?—Volví a sonreír, mordiendo mi labio luego de darle una pequeña mirada al castaño esperando en su auto.—¿Ahora estás enamorado de mí o algo así, Sethie?

—Sabes muy bien que no me refiero a eso, Jonathan—Guardé silencio al instante, sabiendo que la cosa de pronto se había puesto tensa.—¿Qué hay de Roman?

En ese preciso instante, sentí como si mi realidad se desmoronara por completo. 

Pero solo pude murmurar un adiós, Seth y finalmente salir de su auto.

Me quedé parado en medio del cemento, viendo cómo mi amigo se marchaba hasta finalmente desaparecer de mi campo visual. 

¿Qué quería decir con eso? Por supuesto que quería a Allen. 

Y Roman...Él tenía a Saraya, de eso no debería estarse preocupando, ni mucho menos debería ser asunto mío. Punto. 

Y si mi cabeza decía eso...¿Por qué mi pecho insistía en doler de esa molesta manera?

—Hey—El toque de la mano de Allen sobre mi hombro consiguió sacarme de trance, volteando hacia él con suavidad.—¿Estás bien?

MI mirada probablemente seguía perdida, por lo que me empeñé en volver en mis sentidos e intentar ahogar lo que acababa de ocurrir ahí. 

—Sí...—Me atreví a forzar una sonrisa, agarrando su mano y dibujando la misma expresión alegre y calmada que siempre encontraba en su rostro.—Está todo perfecto. 

Jones siguió con sus ojos en los míos por un rato, para luego soltar suavemente mi mano, para poder quitarse la paleta de la boca y acercarse delicadamente hacia mí. Sus labios supieron a cereza cuando tuvieron aquel breve contacto con los míos, a lo que simplemente curvé mis labios de forma discreta. 

—¿Y bien?—Murmuré una vez que su boca se alejó de la mía.—¿A qué se debe que me invitaras aquí de la nada?

Pero Allen solo sonrió de lado, volviendo a echarse el caramelo a la boca y, tarareando entre dientes una canción que no conocía, comenzó a buscar algo en el bolsillo de su chaqueta de jugador con el número uno. 

Me quedé viéndolo perplejo, hasta que finalmente gruñó algo entre dientes y consiguió sacar una hoja de papel doblada a la mitad. 

Su pómulo se alzó junto a su sonrisa, para a continuación alzarme aquel objeto y que lo tomará dudoso. Desdoblé el papel, encontrando muchas líneas impresas en tinta negra y cosas que ni me di el trabajo de leer. 

—Um...¿y esto que diablos es?

—¿Lo leíste al menos?

—Recuerda, no puedo hacer nada de esfuerzos. 

—Ajá, Jonathan. Eres realmente divertido—Dijo con sarcasmo, mostrándole con burla mi lengua tras apartar mi mirada del documento.—Bueno, te lo explicaré—Puso su brazo detrás de mi espalda, comenzando a encaminarnos a ambos en dirección a la entrada de la universidad.—¿Recuerdas que te dije que sería buena idea que pintaras el muro ese cerca del campo de fútbol?

—Así es—Rodé un poco mis ojos de derecha a izquierda, realmente tratando de entender.—Lo cual es una idea completamente absurda ya que soy un desastre en todo. 

—Pues yo no lo creo así. 

El castaño se detuvo frente a mí, curvando sus labios de una forma dulce y cálida que logró hacer temblar hasta el mínimo rincón de mi cuerpo. 

—Estoy seguro que puedes hacer un gran trabajo con ese mural—Puso su mano sobre mi mejilla, dejando una suave caricia sobre esta en lo que mis ojos solo podían permanecer en sus iris azulinas.—Lo que tienes ahí es el permiso del director. 

No pude atinar a más que mirar nuevamente el papel entre mis manos, logrando notar una firma en el final del escrito y un timbrado que hacía oficial aquel documento. 

—Hablé con él, y le pareció una idea genial que alguien se encargara de darle más vida a esa pared—Continuó hablando el deportista, haciéndome levantar la mirada todavía algo perdido en la situación.—De hecho...

Se adelantó con rapidez, a lo que me vi obligado a seguirle el paso y ayudarle a abrir la puerta que sabía nos llevaría a uno de los muchos pasillos que conectarían al campo. La luz me cegó paulatinamente, pero tras un par de parpadeos, logré reponerme y caminar detrás de Allen. 

El chico con el número uno bordado en la espalda de su chaqueta me sonrió de lado, haciendo un gesto con su cabeza de que me acercara. 

—Tus materiales ya están listos. 

Mis ojos viajaron a sus pies, agachándome lentamente hasta apoyar mis rodillas en el suelo y tener un vistazo más cercano de las muchas latas de pintura, rodillos y otros materiales. 

¿En serio querían que hiciera algo así?

De niño me gustaba dibujar mucho, en especial dibujaba a aquella mujer que me fue arrebatada en mi inocente infancia. Dejé de hacerlo luego de graduarme, cuando mi vida perdió el rumbo por un tiempo y solo podía ahogarme en mi propia miseria. 

Había sobrevivido a eso gracias a una sola persona. 

—¿Y qué dices?—Habló el señor fenomenal, mientras pasaba mis dedos torpemente sobre la desgastada pared. 

Opté por alzar mis labios en una sonrisa hacia él, volviendo a levantarme para así dejarme llevar por el impulso y abrazarlo con fuerza.

—Ya prometiste un mural nuevo ¿no?

Le sentí reír en la hendidura de su cuello, sonriendo ante la sensación de su nariz haciendo cosquillas sobre mi piel y la sensación cálida de sus manos al aceptar mi abrazo. 

—¡Jones! ¡Deja de distraerte y ven a prestar atención de una vez!

Escuché una pequeña carcajada por su parte, separándose delicadamente de nuestro contacto y volteando un poco hacia el hombre robusto con la gorra del equipo. 

—Ya voy, Rusev. Solo dame un segundo. 

El entrenador pareció murmurar cosas entre dientes, las cuales estaban en otro idioma y no pude entender de ninguna manera. 

Solo fruncí mis labios con una mueca que hizo reír a Allen, justo antes de que este se acercara nuevamente a mí y dejara un suave beso en mi mejilla. 

—Tengo que irme—Dejé un último apretón en su mano junto con mi asentimiento antes de que se separara por completo de mis brazos.—Diviértete pintando, niño bonito. 

—Presta atención a la práctica, fenomenal. 

Allen se apresuró a volver al campo, escuchando los insistentes gritos de Rusev para que fuera a la banca y dejase de hincharle las pelotas de una vez por todas. 

Asomé ligeramente mi vista hacia la zona de entrenamiento de los luchadores, olvidándome por un segundo del tema de la posible presencia de la novia de mi mejor amigo. 

Pero cualquier nudo que tuviera en la garganta con respecto a ello, desapareció en cuanto vi al samoano pasándose el balón con uno de sus compañeros. 

El capitán parecía concentrado, frunciendo sus labios y soltando una respiración cada vez que agarraba y volvía a tomar la pelota en forma de rombo. 

Me quedé ahí, siguiendo el rumbo de la pelota con mi mirada. Entonces el moreno de coleta giró causalmente sobre sus zapatillas, encontrándose conmigo de pie en la entrada. 

Un escalofrío me recorrió al pensar que se molestaría, ya que últimamente lo hacía muy a menudo. Y, si era sincero, estaba más que cansado de pelear con él por tonterías como mi madurez, el estado de mi cabeza o hasta Allen y Saraya.

Todo aquello se esfumó de mi mente al momento en que sus cejas de alzaron, al igual que sus labios tras lanzar la pelota a su compañero de equipo. 

Su mano se alzó tímidamente en un saludo, correspondiéndole de la misma manera mientras fruncía un poco mis labios. 

Mis labios se abrieron cuando, en medio de nuestra extraña conexión de miradas, vi el balón ir a parar a la cara de Roman, tumbando a este de inmediato contra el césped. 

—¡Anoa'i! ¡Mantente concentrado en lo que estás haciendo!—Regañó con fuerza el entrenador, marcando notablemente sus R.—¡Sebei! ¡Controla esa fuerza o te dejo a la banca el próximo partido!

Vi como el muchacho pelirrojo que antes hacía los pases con el capitán levantaba las manos con exasperación, mirando al individuo en el suelo y negando con sarcasmo. 

Creo que mejor debería dejarlo en paz. 

Decidí volver a lo que me trajeron, caminando hasta aquel muro gastado y mirándolo atentamente. 

Lo primero sería limpiarlo y tapar las superficies rugosas, por lo que agarré rápidamente aquella escobilla para quitar el polvo y la base junto a una brocha.

Esto me llevaría tiempo. 

—¿Y si dibujo un flamenco? Nah, eso no tiene nada que ver con el equipo—Seguí hablando para mí, frunciendo mis labios de un lado al otro mientras arrugaba mi ceño.—¿Y si dibujo al doctor Orton desnudo? No, Sethie me mataría...

Terminé por soltar un gruñido sumamente exasperado, echando mi cabeza hacia adelante mientras mantenía mis piernas cruzadas como indio. 

Llevaba minutos mirando aquella pared lista para ser pintada con el nuevo mural, solo que ahora no tenía idea de qué diablos dibujar exactamente ahí.

—¿Un águila azul? ¡No sé dibujar animales, joder!

Águilas azules, qué gran nombre para este equipo de tarados, ah. Justo un animal, los cuales nunca me han salido bien lo absoluto.

Ya se me estaba hinchando la cabeza, y hasta podía sentir la venda más apretada.

—¡Mierda! 

—¿Vas a pintar un mural?

Aquella suave vocesita me sacó de mi calvario, volteando inmediatamente por sobre mi hombro para encontrarme con la mirada una de una pequeña niña de cabello castaño oscuro. 

—Um...sí.

—¿Qué pintarás?

—Ese es mi problema—Murmuré notoriamente cansado.—Estoy aquí sentado aquí desde hace casi una hora pensando qué hacer...soy un fracaso. 

—No creo que seas un fracaso—Me animó la pequeña, a lo que solo podía mirar sus bonitos ojos castaños en los míos.—Solo necesitas un poco de inspiración. 

Sonreí de lado ante sus pómulos rellenos cuando frunció aquella mueca de optimismo, poniéndome erguido nuevamente para así tener una mejor vista de su rostro. 

—¿Cómo te llamas?—Le pregunté con curiosidad, a lo que ella ladeo un poco su cabecita, balanceando uno de los mechones de pelo que caía sobre su vestido azul. 

—Emily. 

Estiré un poco mi mano, a lo que la fémina hizo lo mismo hasta que la tomé con delicadeza. 

—Es un gusto conocerte, Emily. Soy Dean. 

—Es un gusto también—Volvió a sonreír, pero repentinamente se quedó perdida en sus pensamientos.—Espera, tengo una idea para tu mural. 

—¿En serio?—Ella asintió ante mi ceja alzada. 

—Sipi. Espera aquí ¿de acuerdo? Ya regreso. 

Tan solo asentí, quedándome en silencio salvo por los gritos de los jugadores y el entrenador en el campo. 

Aproveché de relajar un poco mi cabeza, girando en dirección al área de entrenamiento y dedicándome a mirar el juego que se llevaba a cabo. Sonreí al momento en que el balón justo atravesó la zona de punto, el cual había sido anotado por el capitán del equipo. 

Roman celebró junto a aquel pelirrojo con el que practicaba anteriormente mientras Rusev gritaba cosas que ni lograba entender. Probablemente ubicaciones que debían tomar en el campo. 

Mi corazón dio un pequeño salto cuando los ojos del samoano lograron encontrar los míos a pesar de la distancia, teniendo que recurrir a tomar aire de forma discreta. 

Sentí mi rostro acalorarse cuando el jugador con la camiseta del número cuatro me sonrió de lado, volviendo a lo suyo antes de que el molesto Búlgaro lo regañara de nuevo o le cayera el balón en la cara. 

¿Qué hay de Roman?

Mi cabeza no estaba funcionando del todo bien hoy, y prefería echarle la culpa a Seth de eso en lugar de dedicarme a martirizarme por ello. O también creer que era a causa del golpe que me di en el accidente.

—Dean.

Volví a mirar por sobre mi hombro, encontrando nuevamente a aquella sonriente fémina. Esta mostró sus dientecitos, para a continuación alzar hacia mí el cuadro que la otra vez vi en la vitrina de trofeos. 

—¿Por qué no los pintas a ellos?—Dijo con timidez, en lo que tomaba suavemente el cuadro entre mis manos y permanecía con mis ojos en la fotografía.—Vi esa foto cuando mi mami me trajo, y me parece que es perfecta...¿Dean?

Mi mirada permanecía en aquel cuadro, pasando mis ojos por esos rostros serios retratados en él. Pero en especial, por esa mirada azulada del jugador número uno junto al capitán actual del equipo. 

¿Qué hay de Roman?

—Es una idea excelente, Emily—Murmuré, antes de girar hacia la castaña con una sonrisa de lado en mis labios.—Gracias. 


Pasé con cuidado el pincel sobre el borde azul, mordiendo mi labio suavemente y manteniendo mis ojos concentrados en lo que hacía. No podía cometer ni un error, menos a estas alturas. 

El sonido del silbato desde el campo casi me hizo saltar, quitando el pincel justo a tiempo y tan solo dando un pequeño estruendo sobre mis piernas dobladas. 

—Mierda...—Murmuré por lo bajo, alarmándome al instante y comenzando a mirar el mural en busca de que la hubiese cagado. 

Detrás de mí escuchaba al entrenador dar por terminada la práctica, por lo que solo solté un profundo suspiro de alivio y dejé a un lado el pincel una vez que me cercioré de que todo estaba en completo orden. 

 —Maldito seas, Rusev...

—Esto es espectacular. 

Mi mirada se alzó al instante en que la voz de mi mejor amigo resonó cerca, sintiendo que mi pecho se presionaba un poco de inmediato. Se acercó hasta mí sin dejar de mirar la pintura, pareciendo realmente sorprendido. 

—No te veía dibujar hace años, Dean—Agregó, a lo que solo me encogí suavemente de hombros con un fruncir de labios. El samoano giró su cabeza, encontrando mi mirada en la suya.—Tienes mucho talento, recuerda que siempre te lo he dicho. 

Solo rodé un poco los ojos, sin poder contener una sonrisa en lo que su mano se alzaba frente a mí. 

—Solo exageras, Roman. 

Agarré su mano, logrado volver a estar de pie sin apartar mis ojos de los suyos por alguna razón. 

—No exagero—Resopló un poco, mirando brevemente la pintura a medio hacer y luego a mí.—Esto es estupendo, no se me habría pasado por la mente que nos pintaras aquí. 

—Yo no me llevo el crédito por la idea—Dije mientras me limpiaba un poco las manos con un trapo que habían dejado junto a los materiales.—Fue esa niñita que andaba por aquí hace rato, a ella se le ocurrió. 

—¿Emily?

—¿La conoces?—Él asintió ante mi ceja alzada. 

—Es la hija de Rusev. 

¿¡Qué!? ¿¡Ese caramelito hija del mastodonte que los entrena!?

Roman pareció divertido de mis ojos completamente abiertos y mi paralizada postura, soltando una risa en lo que varios de sus compañeros de equipo pasaban cuchicheando a mis espaldas.

Varios murmuraban cosas respecto a mi obra, por lo que una extraña sensación me recorrió ante sus positivos comentarios. O al menos los que logré escuchar. 

—¿Estás seguro de que estás bien, Dean?—Irrumpió mi trance el moreno, a lo que solo levanté la cabeza tras tirar el pedazo de tela al suelo.—Digo, no debes hacer actividades de mucho esfuerzo y esas cosas...

—Increíblemente, me siento mejor pintando garabatos aquí que estando en casa aburrido de aquí para allá—Le aseguré tras tocar la venda en mi cabeza despreocupadamente.—En serio, Rome. No tienes nada de qué preocuparte. 

—Lo tengo—Me interrumpió con suavidad, a lo que fruncí un poco mi ceño de todas maneras.—Tú siempre me preocupas, Dean...

Mis labios se abrieron un poco, sintiendo que el aire se desvanecía de mi pecho con solo tener mis ojos reflejados en los suyos. 

¿Por qué sentía esto cada vez que hablábamos? ¿Cuándo me empecé a sentir de esa forma? ¡Está completamente mal!

—Wow—Irrumpió esa familiar voz, la cual pareció hacer que la mandíbula de mi mejor amigo se apretara y sintiera mi interior temblar discretamente.—¿No es mi niño bonito Fenomenal?

Solo pude forzarme a sonreír, viendo como el moreno respiraba profundamente al momento en que Allen apareció y pasó su brazo sano por mis hombros. 

Hubo un silencio algo tenso, pero al castaño poco parecía importarle mientras me sonreía de lado y Roman se había hecho a un lado de la situación. 

—Te veré luego, Dean—Murmuró con su voz casi siendo un grave augurio. 

—Yep, te veo después. 

Solo lo escuché irse a pisotones del lugar, dejándome a solas con el chico de yeso. 

—Te dije que tenías talento, Jonathan—Volvió a hablar Jones, captando mi atención y volteando hacia él.—Esto que hiciste es estupendo, en serio. 

—¿De verdad lo crees?—Murmuré, algo inseguro de ello a pesar de todo el esfuerzo que intenté poner en ese mural. 

Pero, sentía que hace mucho no me esforzaba tanto en algo, salvo por la cafetería. Y, tal como disfrutaba estar en ese lugar, también lo había hecho al pasar los colores sobre la pared que ahora era mi lienzo. 

—Sin duda alguna—Aseguró el ojiazul, todavía abrazándome y mostrándome una sonrisa que hizo saltar mi corazón.—Pero, puedo preguntar ¿por qué me pintaste con el yeso?

—Quise hacer algo más actualizado de esa foto—Dije, con un fruncir de hombros en ello.—Además, te tenía cerca como modelo. 

El señor fenomenal aguantó una risa, simplemente rodando un poco los ojos y negando en desaprobación. 

—Estoy seguro que al señor Levesque le encantará—Miró la pintura por última vez, en lo que mis labios dibujaban lentamente una sonrisa y nos quedábamos en silencio.—¿Jonathan?

—¿Sí?

—¿Te gustaría salir conmigo en una cita?

No pude evitar girar de inmediato hacia él, encontrando sus ojos brillantes reflejando los míos y haciendo que mi estómago revoloteara de una manera extraña.

—No hemos tenido otra cita después de todo...—Suspiró con suavidad, manteniendo su mirada en la mía.—Hice una reservación en un restaurante que me gusta mucho...¿vendrías conmigo, niño bonito?

¿Qué hay de Roman? Decía Seth. 

¿Qué hay de Roman? Me repetía mi ilusa cabeza. 

¿Qué hay de Roman? Mi herido corazón se negaba a dar una respuesta a semejante estupidez. 

—Por supuesto que voy contigo, señor fenomenal.

¿Qué demonios me pasaba? Ni idea. 

Pero probablemente necesitaría algo para esa mente tan trastornada mía. 

¡Lo sé! Ha pasado una eternidad desde que actualicé :( Pero aquí tengo el capítulo y me ahorraré grandes explicaciones. 

Solo les diré que lo escribí un poco desde mi teléfono, otro poco desde las computadoras de la universidad, y por último lo finalicé aquí en casa...Así que se entenderá que en serio no tenía tiempo para nada. 

Como última cosa, quiero que sepan que aunque me tarde bastante, esta novela no se eliminará ni se pausará. Seguirá en pie a pesar de todo :D

Espero les haya gustado el capítulo, ya que les advierto desde ya que en el próximo comenzara el drama Ambreigns, mucho peor del que ya hay 7u7 Así que preparen esos corazones, joder. 

Un beso enorme. 

Se despide, Rock. 

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