[7. Don't look away from the arms of Love]
Rebusqué en el salón una vez que el examen había terminado, esperanzado de encontrar a aquel castaño que siempre entregaba las hojas de cálculo completamente vacías y tenía que quedarse después de clases a terminar de mala gana.
Este era nuestro último examen de aritmética antes de que la graduación se llevase a cabo en un mes, por lo que el cansancio amenazaba con cerrar mis párpados y caer dormido en cualquier momento.
Mis labios se tensaron al no encontrar a Dean por ningún sitio, colocándome la mochila al hombro mientras el resto de mis compañeros empezaba a abandonar el aula.
Dejé salir un inaudible suspiro, para a continuación salir apresurado en busca de mi mejor amigo.
Recorría los pasillos casi como un maniático, tratando de no pisar a nadie y al empujar a alguna persona murmuraba un nervioso 'lo siento'.
Mi respiración era agitada, moviendo mi cabeza a ambos sentidos en busca del ojiazul. Pero no había rastro de él por ningún sitio.
—¡Hey, Joe!—Saludaron a mis espaldas, por lo que volteé de inmediato alarmado.—Wow...¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
—No. Claro que no lo estoy, Colby.—Hablé con algo de molestia por la situación.—¿Has visto a Jonathan? Dime que sí...
Mi tono fue de ruego al soltar lo último, a lo que el muchacho de zapatillas converse me miró alzando las cejas.
—Claro que lo vi.—Dijo con cierta perplejidad.—Aunque iba hecho una furia hacia el baño de chicos...
No le escuché más, tan solo lanzándole mi mochila contra el pecho y echando a correr en aquella dirección que el bicolor me había indicado.
¡Por favor que no se haya metido en más problemas! ¡Por favor!
Mis esperanzas se fueron al suelo cuando escuché unos gemidos de dolor que provenían del baño, haciéndome cerrar los ojos con fuerza y apretar la mandíbula antes de retomar mis pasos hacia la fuente de aquel sonido.
Empujé la puerta, encontrándome con una escena bastante familiar.
Dos chicos, los cuales recordaba que se llamaban Phil y Kevin, se encontraban gimiendo adoloridos en el cerámico, justo a los pies del castaño con el cabello revuelto.
—¡Por un demonio, Dean!—Exclamé anonadado.—¿¡Qué hiciste!?
El ojiazul no respondió, tan solo gruñendo entre dientes antes de comenzar a caminar lentamente a quién sabe dónde en la habitación y yo me deslizaba sobre mis rodillas hasta los chicos atacados por sus posibles golpes.
—Dios...—Agarré el brazo tatuado del tal Phil, ayudándole a levantarse mientras oprimía sus dedos sobre su labio perforado.—¿Te encuentras bien?
Pero el chico se quitó mis manos de encima con brusquedad, dirigiéndome una venenosa mirada.
—¡Claro que no, imbécil! ¡Y tu amigo tampoco lo va a estar!
Su grito me hizo interponerme de inmediato en su amenazante caminar hacia Dean, el cual se había sentado contra la puerta de uno de los cubículos.
—¡Quítate del medio, Anoa'i! ¡Voy a partirle la cara a este hijo de puta!—Siguió gritando Phil, pero mi amigo no parecía prestarle mucha atención.
Pero en mis intentos por calmarlo, otra persona intervino y agarró los brazos del tatuado, caminando hacia atrás mientras este se revolvía con furia.
—¡Ya vámonos, Phil! ¡Fue suficiente!—Exclamó el gordito que antes se encontraba en el suelo, arreglándoselas para que su amigo atravesara la puerta a medio abrir.
Kevin me observó con sus horrorizados ojos morados, pasando su mirada por la de Dean antes de volver a mí con un suave negar de cabeza.
—Tu amigo está loco...¡Loco!
Su voz casi fue un chillido en lo último, para a continuación desaparecer de mi campo visual y dejar un silencio sepulcral en el cuarto.
Respiré con suavidad, para luego dar vuelta sobre mis talones y encontrarme con mi mejor amigo. Todavía estaba encogido en sí mismo, apoyando su espalda contra la puerta del cubículo mientras abrazaba sus rodillas flectadas.
A pesar de que mi mente gritaba por regañarle que lo que había hecho era horrible, mi pecho dolía al verlo con sus ojos oscurecidos y aparentemente agotado.
Dean no estaba loco...
Me acerqué a él con pasos casi silenciosos, colocándome de cuclillas aunque no levantara la mirada y no parecía haber indicio de que lo fuera a hacer.
—Sabes qué día es hoy ¿No es así?—Murmuró casi inaudible después de varios segundos de total silencio.
Fruncí un poco mis labios, dejando que mi cuerpo se relajara frente a su débil posición en ese instante antes de volver a hablar.
—Hoy...Ella se fue...—Un suspiro tembloroso escapó de su boca.—Hace tres años...Mi mami murió por culpa de ese hijo de puta.
No lo medité ni un segundo antes de quitar los brazos de sus rodillas, estirándolos lo suficiente para poder abrazarlo con fuerza.
Su pecho temblaba, sintiendo como sus dedos se extendían tímidamente sobre mi espalda cubierta por la camiseta.
El llanto no tardó en venir, procurando apegar su delgado cuerpo al mío mientras sus sollozos eran amortiguados contra mi hombro.
No sabía el por qué golpeó a esos chicos, ni tampoco quería preguntárselo. Solo quería que su dolor se aliviara de alguna manera.
Sabía lo difícil que era para él, por eso procuraba mantener un ojo en él desde que su mamá falleció esa noche de verano.
—¿Por qué?—Susurró en un sollozo, sintiendo que sus dedos apretaban mi camiseta.—No importa cuánto tiempo pase, sigo preguntándome lo mismo... ¿¡Por qué él nos hizo esto!?
Abrí la boca para decir algo, pero la verdad es que no había nada en mi mente.
El papá de Dean asesinó a su madre después de una más de sus muchas peleas cuando él tenía quince, y luego trató de ocultárselo al intentar llevárselo de la ciudad.
No era una historia linda de recordar para ninguno, por lo que solo podía escucharlo sollozar o decir algunas maldiciones en contra de su padre. El asqueroso hombre que se robó la vida de la mamá de Jonathan y con ello un trozo de su corazón.
Recordaba trozos de ese catastrófico día, pero prefería guardarlos en silencio en mi memoria.
—Deberíamos salir de aquí.—Comenté después de un rato de silencio entre ambos, en el cuál continuábamos abrazados.
No era extraño que actuáramos de esa manera...Aunque, por la seguridad de ambos, preferíamos hacerlo al encontrarnos solos.
Mi corazón no pudo evitar dar un salto cuando los brazos del castaño se apegaron firmemente a mi cuerpo, pareciendo no querer dejarme ir cuando traté de terminar con nuestro contacto.
Diablos...Esto era doloroso. No debería ponerme así de nervioso ahora.
—Dean, tenemos que irnos antes de que esos dos le digan al director.—Agregué, tratando de no ser brusco y quitarme sus brazos con demasiada fuerza.
—Eso da igual.
Fue él quien se apartó de nuestro abrazo, dejando que mis brazos permanecieran todavía inmóviles mientras los suyos se habían dejado caer.
Le miré perplejo, pero no había signos de que fuera a repetirlo.
—¿De qué hablas?
—Que le digan al director, que le digan a los consejeros, a la misma policía si así lo quieren.—Dijo el ojiazul más para sí acompañado por un negar de cabeza.—Ya no importa.
—La graduación es en un mes, Dean. Claro que importa...
—No voy a ir a la graduación.
Otra vez ese silencio, en el que solo podía cuestionar el peso de sus palabras.
—Dean no tomes decisiones apresuradas...
—¡No son apresuradas, Roman!—Exclamó alterado, haciéndome bajar los brazos en cuanto sus brillantes ojos claros se encontraron con los míos.—No voy a ir a ver cómo los padres de todos están orgullosos de sus hijos porque mi familia ya no está.
Antes de que pudiera decir algo, mi mejor amigo ya se había levantado tambaleando un poco sobre sus zapatillas.
—No tiene caso.—Agregó de mala gana.
—Claro que lo tiene.—Insistí, pero solo me llevé su ceño fruncido mientras me ponía de pie.—Me tienes a mí, y mis padres también van a estar...
Dean rodó los ojos, exasperado de los mismos regaños de siempre por mi parte.
—Esto es importante, Jonathan.
—¡Ya lo sé!—Volvió a gritar, pero se interrumpió cuando vio mi expresión inalterada frente a él.—Ya sé que es importante...Solo...—Suspiró, para así pasar sus dedos sobre su labio herido por los posibles golpes de hace poco.—A veces pienso que si no estuviera, nadie se daría cuenta.
No pude decir nada antes de que el castaño abandonara el cuarto, quejándose entre dientes del dolor en su cuerpo mientras me quedaba inmóvil en mi lugar.
¿Nadie se daría cuenta?
La situación no era exactamente una para reír, pero de todas formas la sonrisa en mis labios se dibujó lentamente antes de negar con la cabeza hacia el sitio por el que se había ido.
Parece que sí estaba algo loco después de todo.
—Dean.—Insistí, pero hubo completo silencio una vez más.—Dean, te estoy hablando.
Pero por casi sexta vez, volvió a ignorarme guardando algunas prendas en su mochila y gruñendo entre dientes cuando estas no entraban correctamente.
Suspiré algo harto.
Odiaba esta maldita pelea, pero mi orgullo todavía latía como para dejar pasar todo de forma tan simple.
Apreté la mandíbula, acercándome a él a pesar de que siguiera dándome la espalda.
—Dean ¿A dónde piensas ir?—Dije una vez más, tratando de sonar lo más serio posible.
—¿A ti qué te importa?
Perfecto.
—No te pongas infantil ¿Quieres?—Contraataqué con algo de molestia en mi tono.
—No estás en muy buena posición como para decir eso, Roman.
Fruncí mis labios al captar que se refería a mi pelea con Allen, guardándome los miles de gritos y maldiciones que quemaban en mi cabeza.
Pero antes de que pudiéramos seguir hablando, Dean ya había agarrado su mochila y pasando a mi lado rápidamente en dirección a la sala.
—Oye.—Comencé a seguirlo por el departamento.—Jonathan, no hemos terminado de hablar.
—No estábamos hablando. Tú solo estabas molestando.—Atacó con seriedad en su tono, acercándose a la barra para agarrar su teléfono.
—¡Joder, Jonathan! ¡Ya basta de esto!
—¡Y tú basta de decirme Jonathan!
—¡Es tu nombre!
—¡No!—Me miró con veneno en sus iris azuladas.—¡Mi nombre es Dean!—Gritó con furia, casi golpeando la barra con su puño cerrado.—¡Ese es el nombre de ese hijo de puta que mató a mi mamá! ¡Yo no soy un jodido asesino!
—¡Es tu padre!
—¡Mentira!
Ambos nos quedamos en silencio cuando Dean logró tirar al piso la botella de cerveza que estaba sobre la alacena, causando que se destrozara en mil pedazos con un sonido estremecedor.
Había estado bebiendo antes de que llegara y comenzáramos a discutir.
Porque últimamente discutíamos mucho.
La mayoría de las veces por su inmadurez, al igual que por Allen y Saraya.
Ambos respiramos agitados, sin dejar de mirarnos a los ojos en ningún momento.
¿Por qué todo estaba siendo tan complicado? ¿Desde cuando peleábamos por estas cosas?
Era estúpido.
—Voy a ir a casa de Seth.
Rompió el silencio, sin dejar de observarme mientras hacía un lado los vidrios de aquella botella hecha pedazos.
—¿Puedo irme ya? ¿O vas a recordarme más cosas dolorosas?
Soporté las ganas de golpearle la cara y decirle que se quedara, por más contradictorio que fuera. Por lo que solo mordí mis labios antes de dejar caer la mirada a sus pies.
—¿Vas a dejarme solo?—Me atreví a murmurar, perplejo de que la tristeza derramara ligeramente en mis palabras por alguna razón.
—Solo pasaré la noche ahí.—Respondió simplemente, dándome la espalda y caminando hacia la puerta del apartamento.—Necesito pensar. Y si te soy honesto, contigo siendo feliz por todas partes no puedo.
No pude evitar fruncir el ceño, sintiendo que la ira regresaba.
¿¡Qué mierda quiere decir con eso!? ¿Yo feliz?
¡Pues discúlpame, señor novio del fenomenal!
Demonios...No sé de dónde salió eso.
—Además...—Le dio la vuelta al pomo de la puerta, en lo que lo observaba parado en medio de la sala con mis ojos fruncidos.—¿Por qué no llamas a Saraya para que te haga compañía?
¿Era en serio?
No pude decir nada en mi defensa antes de que abriera violentamente la puerta, escuchándole gruñir palabrotas incomprensibles incluso cuando aquella agradable voz femenina lo saludó desde el pasillo.
Sabía que estaba molesto porque no le conté de lo mío con Saraya...Pero...De alguna manera esto se tornaba más doloroso para ambos.
¡Tampoco me contó de Allen! ¿¡Cómo espera que no esté enojado!?
Pasé una mano por mi rostro, para a continuación enredar mis dedos entre las hebras de mi cabello mientras unos tacones se acercaban con suavidad hacia la habitación.
Dean había dejado la puerta abierta en su ataque de ira, por lo que fue fácil ver el rostro de la pelinegra cuando esta se asomó por la entrada del apartamento.
—¿Joe? ¿Está todo bien?
No respondí, acercándome a pisotones a la puerta mientras apretaba mi mandíbula.
Procuré no dejarme llevar por la ira recorriéndome de pies a cabeza, agarrando cuidadosamente el brazo de Saraya y guiándola dentro de la habitación antes de cerrar bruscamente la puerta.
Me pasé las manos exasperadamente por el rostro, dejando que mi respiración se regularizara poco a poco.
—Dios...
Escuché murmurar a la fémina, para a continuación voltear un poco por sobre mi hombro.
Se acercó rápidamente hacia la barra, viendo de cerca la botella rota en mil pedazos a lo largo del suelo.
—¿Qué fue exactamente lo que pasó? Vi a Dean molesto en el pasillo...¿Discutieron?
Abrí la boca, pero nada salía. Por lo que cerré los ojos, notablemente exasperado de la situación.
—No sé qué es lo que ocurre...
Sus tacones sonaron suavemente a lo largo del lugar, y no tardé en sentir su suave toque sobre mi brazo desnudo.
Me atreví a volver a abrir débilmente los ojos, encontrando los suyos junto a una sonrisa acogedora.
—Necesitas calmarte, cariño.—Dijo con amabilidad, encaminándome hasta el sofá e indicándome que me sentara.—Quédate aquí. Yo me encargaré del desastre ¿Sí?
Solo le regalé una agradecida sonrisa, dejándola encaminarse nuevamente a la zona de desastre.
—¿Quieres una cerveza?
Solo asentí sin despegar mis ojos del montón de papeles y libros frente a mí, revisando una y otra vez que los resultados de mi trabajo estén ordenados correctamente y que ningún detalle se me hubiese escapado.
Pude por fin darlo por terminado escribiendo mi nombre en una de las esquinas de la tarea y guardándola cuidadosamente en mi mochila.
—¡Por fin!—Exclamé realmente agotado, dejando salir una respiración al dejar caer mi espalda contra el respaldo de la silla.
Pasé la tarde entera tratando de distraer mi cabeza del caos ocurrido, concentrándome en acabar la tarea de aritmética en lugar de pensar en Dean.
Además, Allen me estuvo jodiendo la mayoría del tiempo con sus malditas indirectas y comentarios ese día de clases.
Besó a Dean...¿¡Acaso quiere que lo felicite!?
—¿Todo bien, cariño?
La fémina dejó una botella de cerveza sobre la mesa, para a continuación pasar sus brazos por delante de mi cuello y dejar descansar suavemente sus manos sobre mi pecho en movimiento por la suave respiración.
—Sí...—Murmuré en un suspiro, dejando que mi cabeza descansara suavemente cerca de su mejilla.—Solo estoy cansado.
—Aw.—Se acercó delicadamente hasta dejar un beso en mi mejilla, la cual se rellenó al alzar las esquinas de mi boca.—Yo tengo la solución para eso...
—¿En serio?
Alcé mis cejas con diversión, a lo que ella soltó un "ajá" antes de quitar sus manos de mi pecho.
La pelinegra sonreía con coquetería mientras se sentaba en mi regazo. Sus brazos rodearon mi nuca, sintiendo que jugueteaba con mi cabello, para terminar por liberarlo de aquella coleta que me hice para estudiar.
Una sensación eléctrica me recorrió cuando sus labios pasaron suavemente por mi cuello, haciéndose paso rápidamente hasta mi boca. Correspondí amablemente a su gesto, pero el que su lengua intentara ávidamente chocar con la mía me hizo estremecer.
No podía detenerme. Saraya era una mujer hermosa, y tenerla así solo para mí mandaba a volar cualquier pensamiento que me gritara parar.
Pero supe que ya era suficiente cuando mi mano se aventuró tímidamente por su espalda baja, hasta finalmente llegar a su redondo trasero cubierto por esos pantalones de ejercicio.
No debía...Pero sabía que algo dentro de mí gritaba por detenerse. Me pregunto por qué.
Con cuidado de no ser brusco, dejé una última caricia en sus rosados labios antes de separarme delicadamente de ella.
La pelinegra me miró desentendida, sin apartar sus brazos de la parte trasera de mi camiseta, la cual probablemente se disponía a quitarme.
—No creo que debamos.—Dije viéndola a los ojos, lo cual le hizo parpadear un par de veces.
—¿No?—Su mirada cayó de pronto, mordiendo sus labios con cierto nerviosismo.—Yo no...
—No es por ti, Sara.—La calmé de inmediato, levantando su rostro suavemente con mis dedos en su mentón.—Tengo que trabajar mañana, y es muy tarde ¿No crees?
La fémina miró rápidamente por sobre su hombro, dejando salir una maldición entre dientes al notar que tenía razón.
—¡Y tengo que trabajar mañana también!—Exclamó alarmada, pero no tardó en reír junto a mí en cuanto nuestros ojos se encontraron.—¿Lo dejamos para la próxima?—Sugirió con coquetería, mordiendo su labio.
Una sonrisa se dibujó en mis labios, y mi respuesta a su pregunta fue besarle con suavidad mientras sostenía su cintura entre mis manos.
—Será un placer.
Saraya rió una última vez, guiñando antes de levantarse de mi regazo.
Ambos decidimos que era mejor ir a dormir, por lo que la guié a mi cuarto para que así tomara una ducha tranquila.
Vi cómo enrollaba su cabello en un extraño moño, dándome la espalda mientras dejaba mi mochila en un rincón y me empezaba a quitar los zapatos.
El tarareo de Saraya se detuvo cuando su celular vibró sobre la mesilla cerca de mí, a lo que no dudé en agarrar el aparato por ella y disponerme a dárselo.
No pude evitar ver el nombre "Claudio" aparecer en el remitente del mensaje.
—¿Quién es Claudio?—Pregunté de inmediato, todavía alzándole su teléfono.
Saraya sonrió de lado, pareciendo divertida de mi expresión mientras agarraba el aparato de entre mis dedos.
—Él es el padre de la bella niñita que tengo que cuidar mañana.—Explicó.—Está casado con una amiga mía. De hecho, fui su dama de honor.
Sentí un nudo en mi garganta por alguna razón, teniendo que aclararla incómodamente contra mi puño cerrado.
Escuchar la palabra "casado" me hizo calmar un poco.
—Nattie y Claudio son mis mejores amigos, deberíamos ir a cenar con ellos algún día.—Sugirió la pelinegra, sonriendo fanfarrona luego de terminar de dar una respuesta al mensaje.
—S-Sí, sería buena idea.
Mi voz salió más tensa de lo que quería, pero extrañamente eso hizo reír a la fémina frente a mí.
No estaba celoso, yo solo...
—Joe.
Sus manos tocaron las mías, haciéndome encontrar sus ojos brillantes en los míos.
—He estado perdidamente enamorada de ti desde que estábamos en la secundaria. Y ahora que te tengo...—Pasó su mano suavemente por mi mejilla, causando que su toque me hiciera sonreír tímidamente.—Ni pienses que te dejaré ir.
Me sentía como un imbécil.
Pensando en las cosas que ella esperaba de mí, dispuesta a darlo todo por nosotros...
Mientras que en mi cabeza Allen y Dean no dejaban de aparecer.
Estuve con Dean por mucho tiempo, pero desde hace un tiempo todo se volvió extraño.
Con Allen, con Saraya, pero en especial entre nosotros.
—¿Joe?
Encontré mi mirada en la de la fémina, sintiendo que sus agarres sobre mi cuerpo se aflojaban tímidamente al notar que estaba despierto.
—¿Te sientes bien?—Agregó con preocupación, manteniendo su cálida mano en mi pecho desnudo.
Solté una pequeña pero temblorosa respiración, sintiendo que las palabras eran sumamente difíciles de sacar últimamente.
—No lo sé, Saraya...—Susurré casi inaudible, volviendo a encontrar sus brillantes ojos a pesar de la oscuridad del cuarto.—Tal vez...tengo miedo del amor después de todo...
La fémina parpadeó, para a continuación sonreír y acariciar mi mentón suavemente con su pulgar.
—No huyas de los brazos del amor, Joe. No importa cuánto huyas, terminarás cayendo en ello y luego no sabrás como lo hiciste.
Solo sonreí hacia ella, acercando mis labios a su frente y depositando un suave beso en esta antes de que el silencio volviera a prevalecer entre nosotros.
No huiría más de los brazos del amor...
El problema era, que tal vez estos no me llevarían exactamente con Saraya.
Hey! *Le lanzan una patata* Okay, por fin pude publicar :c Lo siento :c
Este es un pequeño capítulo *cof, cof, relleno, cof, cof* antes de lo que sigue. Así que por eso no pasan muchas cosillas interesantes, pero lo que sigue.....AY DIOS MÍO :D
Anyway, espero que les haya gustado de todas formas :)
Nos vemos en el próximo.
Se despide, Rock.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro