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[6.Even if you try]

Gruñí entre dientes, apegando con fuerza mi cabeza a la almohada mullida a pesar de saber que no volvería a retomar el sueño sin importar qué. 

Pero el trinar de las aves y los rayos solares colándose por las cortinas no me resultaron agradables por una simple razón. 

Una pequeña y poco importante razón. 

—¡¡Maldita resaca!!

Golpeé mi pie contra el colchón, cerrando con fuerza los párpados en un intento por levantar la cabeza de entre las sábanas. 

Bastó que mis párpados recibieran un inocente choque de sol para que lanzara un grito y volviera a tirarme de lleno en mi cama cubriéndome la cara con ambas manos. 

¡Odiaba estar así!

Pero cuando estuve bebiendo una cerveza tras otra en el bar...En lo que menos pensé fue en eso. 

No tardé en escuchar unos pasos apresurados acercarse a la puerta, y aunque estos me resultaban dolorosos de percibir, supuse que serían los de Roman. 

—¿¡Qué tienes!? ¿¡Estás bien, Dean!?

Habló alarmado, pero al verme alborotar exasperado mi cabello, sus hombros se relajaron al igual que su rostro. 

—¿Otra vez fuiste a beber? ¿A qué hora llegaste?

—Deja de tratarme como a tu puta.—Me quejé casi entre dientes, tratando de acariciar mis sienes por el dolor que me provocaba incluso hablar.—Sé un buen amigo y tráeme un maldito café...

Podía apostar a que había puesto los ojos en blanco, para a continuación dar media vuelta y retirarse de mi dormitorio. 

Decidí contra atacar lo más rápido posible los efectos de mi noche de bar, encaminándome como pude al cuarto de baño y entrando a la ducha lo más rápido que pude. 

El agua fría siempre era un gran remedio para mi resaca...Y también para que mi jodida cabeza dejara de funcionar con tonterías. 

Las imágenes de la tarde anterior inundaron mi mente, sintiendo un extraño nudo en la garganta antes de dejar que el agua recorriera por sí sola mi cuerpo. 

Número uno; ¿Le gustaba al señor fenomenal? ¡Qué puta broma!

Número dos; ¿Saraya y Roman? Gracias por comentármelo eh, amigo. 

Aunque, yo no le dije nada del beso con Allen después de todo...

Número tres...¿Por qué me sentía así?

¡Ugh! ¡Todo es un jodido desastre!

¡Quiero patear a Allen en la cabeza! ¡Quiero darme un tiro!

¡Quiero a Saraya lejos de Roman!


No sé por qué he pensado eso. 


Me di una mirada en el espejo, respirando en busca de mantener en mí ese semblante burlón y ganador propio de Dean. 

Pero no importa cuánto lo intentara; Caía en la misma mierda una y otra vez. 

Terminé de cepillar mis dientes, escupiendo en el lavabo y saliendo de una vez del cuarto para ir por un poco de ropa al armario. 

No servía para esto, simplemente me encontraba atrapado en mis pensamientos. 

Y no me gustaba. No me gustaba nada. 

—¡Dean! ¡Ya está listo tu café! ¡Y Nicole llamó para apresurarte!—Escuché gritar al samoano desde la cocina, a lo que solo respiré profundo sin quitar la mirada de mis propios ojos en el reflejo frente a mí. 

Nada había cambiado. 

Solo un chico se te declaró, tu mejor amigo encontró a alguien más, y tu mente es una mierda. 

¡Perfecto!

Abandoné el dormitorio con la cabeza baja, tratando de reducir un poco el dolor que me apresaba antes de ir a trabajar. 

Si Nicole descubría que fui a beber casi toda la noche, me regañaría toda la tarde y probablemente me pondría en el turno más largo con tal de que aprendiera una lección. 

—Te tardaste.—Comentó el pelinegro, pero seguí avanzando hacia la barra en completo silencio.—¿El agua estaba demasiado fría?

—Cierra la boca.

Pareció divertirle mi actitud, soltando una risita antes de dejar suavemente mi taza con café frente a mis ojos perdidos en la madera. 

—La resaca sí que es un dolor de culo ¿No?

Roman tomó asiento al otro lado de la encimera, dándole un sorbo a su jugo de naranja con una sonrisa prevaleciendo en su rostro. 

Una punzada de culpa me recorrió el estómago cuando vi la cicatriz en la esquina de su labio y su ojo derecho color morado. 

—¿D-Duele mucho?—Levanté de forma nerviosa mi dedo, apuntando a mi propio ojo.—L-Los golpes. 

¿¡Por qué mierda me he puesto nervioso!? ¡Yo no soy así, maldita sea!

—¿Los de Allen?—Se carcajeó de forma sarcástica, casi rodando los ojos antes de volver al tema.—Más le va a doler cuando lo dejen en la banca el resto del año. 

Solo pude asentir, aunque no me resultara divertido el asunto. 

—Aunque siendo sincero, ya no duelen tanto.—Agregó Roman, probablemente sonriendo después de que bebiera un largo sorbo de mi cargado café. 

—Supongo que no.—Murmuré por lo bajo.—Más cuando tienes a alguien que alivie ese dolor...

Eso abandonó mi boca sin más, pero no pude retractarme antes de que volteara hacia mí con sus cejas fruncidas y rostro perplejo. 

—¿Qué?

La ira vibraba en mi interior, causando que las palabras quisieran escapar por mis labios de la forma más brusca posible. 

—Gracias por hablarme de lo tuyo con Saraya, Rome.—Casi gruñí, dejando el café casi lleno en la barra y bajando del taburete con tal de evitar su mirada.—Fue lindo verlo por mí mismo. 

El moreno suspiró cansado a mis espaldas, a lo que continué poniéndome mi abrigo con bruscos pero torpes movimientos. 

¿¡Por qué mi corazón latía tan fuerte!? ¿¡Me estoy portando como un celoso!?

¡Soy un imbécil!

—Dean.—Habló nuevamente el samoano, pero seguí con lo mío mientras apretaba los labios.—Dean, juro que iba a hacerlo. 

—¿En serio?—Dije sarcástico, alzando una ceja cuando miré por sobre mi hombro.—¿También lo de su beso?

Roman abrió la boca, pero rápidamente tensó la mandíbula y dejó caer su ceño en mi dirección. 

—¿Qué hay de ti?—Esta vez alcé mi ceja con furia, sintiendo que mis nudillos podrían estar volviéndose de color blanco a causa de la fuerza con la que tensaba mis puños.—No me dijiste que Allen te besó ¿A eso llamas confianza?

¡A la mierda!

—No pienso discutir ese asunto contigo ahora.—Murmuré entre dientes, agarrando mi mochila y dirigiéndome hacia la puerta a zancadas. 

—¿Cuándo?

—Cuando se me de la gana.

—¡Mierda, Dean!

¡Já! ¡Punto!

—¿¡Y a dónde demonios vas!?—Exclamó molesto. Era extraño que se molestara.—¡Hoy tenemos turno los dos! ¿¡Cómo demonios vas a llegar!?

—¡¡Déjame en paz, Joe!!

Su rostro pareció ser golpeado al momento en que su nombre salió de mi boca con ira, mirándome angustiado mientras mi pecho subía y bajaba por las respiraciones aceleradas provocadas por la tensión del momento. 

—Llamaré a Colby.—Susurré entre aquel extraño silencio en la sala del apartamento, procurando alejar mis ojos de los suyos lo más posible.—Tal vez puedas llamar a Saraya para que te acompañe. 

¿Eso de dónde salió?

No me di la gana de cambiar lo que dije, saliendo del apartamento que compartíamos. Tras cerrar la puerta con un estridente sonido, me dirigí a las escaleras y comencé a bajar rápidamente los cinco pisos que restaban hasta la recepción. 

Mi mandíbula dolía de tanto apretarla, pero me digné a soltarla solo cuando tenía que sacar el teléfono de mi abrigo y llamar al bicolor. 

—¿Dean?—Murmuró apenas, a causa del bostezo con el que soltó mi nombre.—¿Qué ocurre? ¿Por qué Roman y tú no han llegado aún?

—¿Puedes venir por mí?

Hubo un silencio, siendo mi respiración únicamente lo que se escuchaba en medio de la línea. 

—Estaré ahí en unos minutos.

Asentí, a pesar de que no pudiera verme, y finalicé la llamada. 

Me dejé caer sobre uno de los últimos escalones de mármol, sintiendo que mis hombros caían al mismo tiempo que el aire en mi pecho. 

Cerré los ojos, simplemente diciéndome a mí mismo que todo se estaba derrumbando.

Pero no sabía qué era ese extraño sentimiento en mi pecho. 

—¿Qué pasa, Jonathan?—Dijo con dulzura la pelirroja, dejando de pasar la esponja enjabonada por uno de los platos sucios.—Casi ni has tocado tu comida ¿Te sientes bien?

Solo negué con la cabeza, dejando de jugar con uno de los trozitos de carne y poniendo de lado el tenedor con una pequeña mueca. 

—Mamá ¿Por qué me llamo Jonathan?

La fémina ladeó la cabeza ante mi pregunta, volteando por sobre su hombro con perplejidad. 

—Él también se llama Jonathan.—Gruñí cruzando los brazos sobre la mesa una vez que deslicé el plato hacia adelante.—¿Por qué me tengo que llamar como él? No me gusta.

Fruncía el ceño a la nada, sintiéndome frustrado de aquel pensamiento que varias veces no me había atrevido a expresar. 

En especial al ver como ese asqueroso tipo golpeaba a mi madre o me jalaba del cabello cuando lo llamaban de la escuela por mi comportamiento. 

Yo no era como él. Y nunca lo sería. 

—Cariño, te preocupas demasiado...

Escuché cómo el agua se detenía, sintiendo las manos de mi mamá acariciar mi espalda al sentarse junto a mí en la mesa. 

—¿En serio no te gusta?—Negué nuevamente, a lo que ella frunció los labios de una forma bastante divertida a pesar del momento.—Hm... ¿Y qué tal si te llamo 'Jon'?

Rodé un poco mis ojos, encontrándolos desganados en los animados de mi mamá. 

—Es casi lo mismo, mami.—Suspiré algo exasperado, dejando caer de lleno mi espalda contra el respaldo de la silla.—Jonathan, Jon ¿Cuál es la diferencia?

Hubo una pausa, en la que solo mantuve mi deprimida mirada en la mesa mientras respiraba con tristeza. 

—¿Qué tal 'Dean'?

Alcé la vista, frunciendo ligeramente el ceño ante ese nombre. 

—¿Dean?

La pelirroja asintió emocionada, sonriendo como evidencia de ello. 

—Se me ocurrió de repente.—Continuó con un encogimiento de hombros frente a mi mirada.—¿Te gusta?

Dejé que mi mirada volviera a pasear por mi regazo, pero pronto sonreí al encontrar sus ojos en los míos. 

—Me gusta Dean. 

—¿Se pelearon? Han estado sin hablarse toda la mañana...

—No sé, no quiso decirme nada cuando lo traje...

—Puedo oírlos a ambos ¿Saben?

Mi voz alarmó ligeramente al bicolor y a la castaña que susurraban a una orilla del mesón, en lo que continuaba preparando una orden de café latte y una donut de azúcar. 

La cafetería estaba un poco más concurrida que de costumbre, por lo que preferí quedarme a preparar las órdenes de mis compañeros en vez de pasearme por ahí con una fingida sonrisa. 

En especial cuando cierto samoano te pasa lanzando miradas desde cualquier mesa en la que tenía que atender. 

Este día era oficialmente un fiasco. 

Dejé suavemente la taza junto al pastelillo en la charola, alzándola hacia Seth con un pequeño fruncir de labios. 

Él solo me dio una angustiada mirada antes de verse obligado a seguir con su trabajo. 

Me dispuse a seguir con el mío, pero un suave toque en mi espalda me hizo volver sobre mis botas. 

—Esta vez estoy hablando en serio cuando te digo que estoy preocupada.—Comenzó a decir Jessica, casi en un susurro que muchos no podrían escuchar a causa del bullicio a nuestro alrededor.—Por los dos. 

Le di una pequeña mirada por el rabillo de los ojos, para luego continuar sirviendo la crema espumosa sobre el líquido marrón claro. 

—Desde que estoy aquí Joe y tú nunca se han peleado.—Agregó la ojiverde, a pesar de que continuara con la boca cerrada e ignorándola como podía.—Solo quiero ayudar. Confía en mí. 

Me atreví a levantar la cabeza, encontrando la preocupada mirada de la fémina y disponiéndome a abrir la boca. 

—Jonathan.

Volteé rápidamente ante la voz de la ojiverde con perforaciones en su ceja, la cual se acercó con su bandeja vacía y una expresión algo cansada en su rostro. 

—Alguien te busca en la mesa nueve.—Dejó el objeto de mental sobre la encimera bajo la mirada de ambos.—Yo me encargaré de la orden de Jessica y de las demás. 

Me relamí los labios, pero finalmente decidí asentir en silencio y saltar sobre la barra. 

Tenía que superarlo. Solo son peleas de amigos, nada del otro mundo. 

Aunque intentara mentirme a mí mismo, siempre supe que no servía para eso. Pasé casi toda mi infancia tratando de hacer oídos sordos a lo que ocurría a mi alrededor, ya no podía hacerlo más. 

—¡Me lleva la...! 

Me vi interrumpido al recordar que habían clientes cerca, volviendo mi exasperada mirada hacia el cliente de la mesa que me solicitó. 

—¿Qué mierda quieres, Allen?

—Es un placer verte también, niño bonito.

Me contuve a rodar los ojos, tomando la libreta de mi delantal y evitando su mirada lo más posible. 

—¿Has tenido un mal día?

— Sí, y con esto está completito.—Sonreí sarcástico, a lo que él asintió jugueteando con sus labios.—Como sea ¿Qué vas a ordenar? 

—Si pido algo...—Sus ojos se encontraron con los míos, provocando que la tensión en mi cuerpo fuera mayor.—¿Me escucharás?

Puse los ojos en blanco, mordiendo mis mejillas con tal de aguantar la extraña sensación que me provocaba su mirada cristalina.

—¿Tengo que hacerlo?—Allen asintió, por lo que resignado dejé salir una profunda respiración por la nariz.—Está bien, fenomenal. Voy a escuchar lo que quieras decir. 

Una sonrisa se dibujó en los labios del castaño, procurando mantener su mirada directamente en la mía.

—Excelente. 

Dejé mi bandeja recientemente vacía, dándole una mirada al compañero de universidad de Roman a unos metros del mesón. 

Ya había dejado su orden de café expresso y muffin de chispas de chocolate, procurando no equivocarme esta vez. 

Apoyé mi espalda sobre la superficie de ladrillos, soltando un suspiro al notar que poco a poco podíamos calmar el ritmo en la cafetería. 

Ya casi terminaba la agitada hora del break. 

—Ha sido un día agotador.—Comentó el bicolor de coleta, imitándome  tras dejar su bandeja junto a la mía y guardar una gran cantidad de propina en su bolsillo. 

Alcé mis cejas al ver un par de billetes, a lo que él abrió y cerró la boca hasta tener un pequeño rubor en sus mejillas.

—Ese tipo, Orton, estuvo aquí.—Balbuceó a duras penas, teniendo que aclarar su garganta antes de continuar.—Como Roman salió a almorzar, tuve que atenderlo yo. 

Sonreí de lado, ahogándome mis burlas al notarlo tan tímido. 

Pero su mirada se encontró con la del castaño que mordía gustoso su magdalena, jugando con su teléfono y gruñendo de vez en cuando con algún juego en el mismo. 

—¿Ese es...?

—Yep.—Le interrumpí antes de que armara revuelo.—Tranquilo, no me equivoqué de muffin esta vez.

—No es a eso lo que me refiero ¿Cómo no lo has golpeado?—Preguntó Seth, alarmado por mi probable cambio de actitud. 

Solo me encogí de hombros, dejando el tema estar antes de volver a enojarme. 

Fue entonces que el gruñido de una motocicleta a las afueras de la cafetería llamó la atención de ambos, acercándonos de inmediato hacia la ventana para ver qué ocurría. 

No fue sorpresa para mí ver a la chica de piel pálida y cabello negro estacionar ágilmente a orillas del aparcadero, ni menos que Roman fuera el hombre que la abrazaba de la cintura al llegar. 

Evité gruñir a mí mismo, quedándome plantado en mi sitio viendo a Saraya quitarse el casco y dejar libre su lacio cabello oscuro contrastando con su piel. 

Mierda. La tipa era hermosa. 

Roman le alzó el casco que anteriormente llevaba, comenzando a compartir una animada charla acompañada de juguetonas sonrisas. 

Mi estómago dolió, por lo que decidí dar media vuelta y alejarme de ahí a pisotones. 

—¿Quién es ella?—Preguntó Seth detrás de mí, probablemente confundido como la primera vez que la vi. 

—Saraya. La nueva novia de Roman.

Eso raspó mi lengua, pero procuré no demostrarlo. 

—¿Novia? ¿Desde cuando Roman tiene novias?

No respondí, dándole la espalda mientras avanzaba hacia Allen con mi bandeja bajo el brazo. 

¿Y yo qué iba a saber? Él no confió en mí, e irónicamente yo tampoco en él. 

—¿Quieres algo más?—Pregunté al castaño, retirando su plato ya vacío al igual que la taza. 

—No. Todo estuvo bien.—Hizo una pausa, en lo que yo colocaba las cosas para que no se cayeran.—Gracias, por no equivocarte con el muffin. 

—No cometo el error dos veces.

Me dispuse a dejarlo nuevamente, pero su mano encontró mi brazo, haciéndome volver.

—¿Vas a escuchar lo que tengo que decir, Jonathan?

Tragué con fuerza, dando una mirada casual a mis espaldas. 

El pelinegro se encontraba hablando con Seth en el mesón, probablemente sobre la chica que acababa de dejarlo frente a la cafetería. 

—Eso acordamos.

Dejé la bandeja sobre la mesa nuevamente, tomando asiento frente al castaño que parecía algo tenso desde entonces. 

—Que sea rápido. Nicole es una chica genial, pero se toma muy en serio el traba...

—¿Saldrías conmigo?

Mi boca se paralizó ante su pregunta, la cual me tomó bastante desprevenido para el momento. 

—Espera, creo que no te oí bien.—Allen rió ante mi mueca perpleja.—No estoy jugando, imbécil ¿Qué dijiste?

—Te lo diré cuantas veces quieras, niño bonito.—Alzó sus manos con una sonrisa antes de volver a hablar.—¿Quieres salir conmigo? Como en una cita, digo. 

¿Era en serio?

—Uhm...—Intentaba decir algo, pero me había quedado totalmente en blanco.—Allen, yo...

¿Quería hacerlo? ¿Quería dejar atrás la forma en que conocí a Allen e iniciar de nuevo?

Bastó que mi corazón latiera con fuerza, sabiendo que el samoano en el mesón nos había encontrado con la mirada para que asintiera lentamente. 

—Hay un centro de juegos muy divertido cerca de aquí. 

Sonreí, al igual que él. 

Pero aunque lo intentara...Ese vacío que esperaba llenar con el rostro del castaño, no se llenaba como quería. 

Ay...Lo que hacen los celos ¿No, Dean?

Como sea, es tarde y debería estar durmiendo :) Pero me tienen aquí con un capítulo nuevo <3

¿Qué esperan de Roman? ¿Qué haga algo? ¿Que golpee a Allen? ¿Que Randy le de por el culo a Colby? :D

¡Aprecien la nueva portada de Brutal Love! De manos de GTRotten :) Eve, tu esposa es talentosa <3 Eres una chica afortunada ;)

Este capítulo esta dedicado a esa misma mujer, @eve-lution 

Cariño, recuerda que soy tu Painkiller y tu eres mi Billion Dolar Bitch <3 Siempre voy a estar para ti <3 Nunca lo olvides. #EvockForever<3

¡Espero les haya gustado el capítulo!

Se despide, Rock.

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