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[2. The Heartache of your Life]

HOOOOOLA FRANCY ES EVE AKKVKSOVISOF Estaba chismeando ahre no, déjame. Te amooooo Francy :* Att: Queen Of Madness.

Dejo la nota porque la acabo de ver xD Ay, nena <3 Eres la mejor :D

¡Disfruten del capítulo!

— ¡Deja eso, Jonathan!

— ¡Ni hablar! ¡A esto le falta azúcar, Colby!

— ¡No es a tu gusto, es al del cliente! ¡Lo vas a echar a perder!

— ¿¡Qué mierda está pasando aquí!?

Ambos nos estremecimos ante el grito de la fémina, quedándonos quietos y cerrando la boca al instante.

La pelinegra de contextura delgada nos observaba con el ceño fruncido, pasando sus iris verdes del bicolor extenuado a mi expresión simpática y divertida tan familiar para ella. 

Estuvimos en silencio por lo que pareció una eternidad.

— ¡Hey, Nicole! — La saludé con mi mano de forma casual, llevándome un golpe en las costillas por parte de mi amigo. — ¿Qué?

— Compórtate, Dean. — Me regañó por lo bajo.

La chica de blusa rojiza alzó sus brazos con exasperación, sin dejar de pasar su mirada entre nosotros.

— ¿Y? ¿No van a decirme lo que pasó? ¿O van a seguir cuchicheando entre ustedes?

— Yo no...

Antes de que el bicolor de coleta pudiera seguir hablando, pisé fuertemente la punta de su zapato brillante con mis gastadas zapatillas de caña, causando que soltara una maldición y se cubriera la boca ante la palabrota.

Seguí sonriendo a pesar de que su mirada enviara veneno hacia mí, dedicándole mi mirada más divertida a nuestra jefa.

— Un cliente pidió un café, pero Colby quería llevárselo así. Todo desabrido y con la crema mal hecha. — Comencé a decir, llevándome toda la atención de la chica y que mi amigo volteara con brusquedad.

— ¡Tú la preparaste mal! ¡Deja de echarme la culpa, Jonathan! — Comenzó a gritar totalmente alterado, a lo que seguía frunciendo mis labios sin prestarle atención.

Lo único que hice fue voltear hacia él, para así alzar mis dedos y golpearle la frente con dos de ellos.

— ¡Basta, Dean!

— Tú empezaste, Sethie...

— Basta los dos. — Irrumpió Nicole, haciéndonos callar y que el bicolor soltara un suspiro rendido. — Déjenme probar ese café.

Seth frunció ligeramente el ceño con perplejidad, mientras daba vuelta sobre mis zapatillas y agarraba delicadamente la tazita ya servida sobre la encimera.

— Aquí tienes, nena. — Sonreí hacia ella, a lo que solo rodó los ojos antes de tomar la taza.

La pelinegra acercó el café a sus labios, bebiendo un sorbo y pareciendo saborearlo cuando volvió a levantar la mirada.

— Jonathan tiene razón. — Frunció una mueca en tanto le entregaba el café a Colby. — A esto le falta azúcar, Colby.

— Tiene que ser una broma, Nicole...

— No, no es broma. Apresúrate antes de que recibamos un reclamo, vamos.

Nuestra jefa palmeó el hombro del bicolor antes de que este pusiera los ojos en blanco y prosiguiera a repetir la preparación del café alejándose en dirección a la barra. Mi jefa volteó hacia mí, viéndome con ligero regaño en sus ojos perfectamente delineados de negro.

— Deja de sacarlo de quicio.

— Solo me gusta molestarlo un poquito. — Sonreí hacia ella con un encogimiento de hombros.

Miré el reloj en la pared, sintiendo que mi sonrisa crecía aún más al momento en que la manecilla por fin tocó el doce.

— Y ya terminó mi turno. — Canturreé con alegría.

Besé brevemente la mejilla de la ojiverde, al mismo tiempo en que me quitaba el delantal y saltaba fácilmente por sobre la barra.

— ¿Irás a buscar a Joe? — Exclamó Nicole, apoyándose sobre la barra mientras rebuscaba algo en la vitrina de pasteles.

— Se quedaría hasta tarde en la universidad. — Expliqué en tanto me ponía mi chaqueta de cuero. — Así que todavía tengo tiempo.

— Sé delicado con él esta noche. Lo necesito completo aquí mañana.

Rodé los ojos ante el comentario de mi jefa, la cual aguantó una risa mientras saboreaba un trozo del pastel de crema que había sacado de la vitrina.

Sus insinuaciones en cuanto a nuestra relación también eran tan familiares para mí como molestar al malhumorado de Seth.

— ¡Nos vemos mañana, Colby! — Me despedí desde la puerta con un grito.

— ¡Vete al diablo, Jonathan!

Sonreí de lado ante su despedida, guiñando un ojo a Nicole antes de salir de la cafetería.

El frío viento de tormenta impactó contra mis mejillas cálidas, recurriendo a levantar la capucha de mi chaqueta y meter mis dedos en los bolsillos.

El clima en Atlanta durante el invierno era un verdadero dolor de culo.

Sonreí hacia la castaña que terminaba de servir una orden a unas chicas al rincón de la terraza exterior, a lo que ella puso los ojos en blanco como respuesta.

Me dirigí hacia el auto estacionado a una de las orillas de la pandereta, procurando tener cuidado al meterme en él y poner la llave en el contacto.

Al momento en que el vehículo se encendió, sonreí de lado por la posible mueca que debía de tener Roman al tener que esperarme fuera de la universidad en un día de tormenta.

Él perdió la apuesta después de todo.

Me uní rápidamente al tráfico, golpeando mis manos sobre el volante al ritmo de la canción que sonaba en el estéreo del auto. Cantando cualquier cosa menos la letra de la canción.

No tardé en llegar al gran establecimiento que varias veces había visitado, buscando a mi mejor amigo con la mirada en tanto daba la vuelta al volante y disminuía la velocidad.

Pero mi desafinado canto se vio interrumpido cuando el vehículo se estremeció, haciéndome abrir los ojos con sorpresa.

Había golpeado otro auto estacionado a un lado de la universidad, dañando la pintura azul eléctrico y probablemente abollando la parte delantera del auto de Roman.

— Oh, mierda. — Maldije entre dientes, dando marcha atrás de inmediato y disponiéndome a salir a revisar lo más rápido posible.

Rodeé el vehículo negro, sintiendo que un nudo se formaba en mi garganta cuando encontré una gran marca en la parte delantera de este.

— Roman va a matarme...

— ¿¡Qué diablos le has hecho a mi auto!?

No tuve el tiempo de voltear antes de que un puño impactara contra mi nariz, causando que mi cuerpo se estrellara de inmediato en el asfalto mojado que habían dejado las pequeñas gotas de la tormenta inminente.

Levanté la mirada con una mueca de dolor en mi rostro, encontrando a un tipo de cabello castaño totalmente enfurecido bajo una capucha oscura.

— ¡Wow! — Logré ponerme en pie nuevamente apoyándome en el capó del automóvil de mi amigo. — Tranquilízate, viejo. Fue un accidente...

— ¡Voy a romperte la cara y veremos si es accidente!

Esta vez no le dejé golpearme, dando vuelta sobre mí y sosteniendo su brazo contra su propia espalda, doblándolo de paso y que soltara un pequeño alarido de dolor entre dientes.

— No te atrevas a tocarme un pelo de nuevo, cabrón. — Lo amenacé con una sonrisa emanando de mi agitada respiración.

Creí que había terminado, pero estampó su cabeza contra mi frente, enviando otra oleada de dolor a causa del golpe en la nariz.

Me dispuse a ir por el tipo una vez más, pero unos fuertes brazos agarraron mi cuerpo y me impidieron avanzar.

— ¡Hey, hey, hey! — Exclamó para irrumpir en el asunto, pero seguía lanzando golpes al aire que ni siquiera podrían tocarlo. — ¡Ya fue suficiente, Dean! ¡Basta ya!

Me resigné a bajar lentamente mis brazos, sin apartar mi mirada del ojiazul enfurecido frente a mí a pesar de que Roman ya me había soltado.

— Allen, no tenemos por qué hacer esto. — Comenzó a decir mi mejor amigo, en un intento por calmar las aguas. — Me disculpo por él ¿Sí? Mañana hablaremos sobre esto.

El castaño respiró con fuerza en completo silencio, dedicándole una gélida mirada al pelinegro antes de disponerse a caminar a su auto.

— Cuida a tu perrita, Joe. — Gruñó antes de abrir la puerta del vehículo.

No pude evitar dar unos pasos adelante, pero fui rápidamente detenido por el moreno y echado atrás gracias a la mano sobre mi hombro.

Solo pude quedarme parado en aquel sitio, viendo cómo ese hijo de puta se alejaba de la universidad y desaparecía de mi campo visual, salvo por la matrícula que había quedado grabada en mi mente.

— ¿Fenomenal? — Dejé salir una risa sarcástica. — Fenomenal mi trasero. — Gruñí entre dientes con ironía, para luego voltear en dirección al pelinegro. — Hey.

Roman dejó que su semblante se volviera serio, haciéndome fruncir los labios en reacción.

— Vienes a buscarme a la universidad, te espero en la escalera bajo la maldita tormenta... ¿¡Y te encuentro peleando con uno de mis compañeros!? — Gritó algo fuera de sí, a lo que me vi obligado a callar sin despegar mis labios fruncidos.

— Um... — Me mordí la mejilla bajo su acusadora mirada, probablemente esperando mi excusa. — Lo tenía controlado.

Mi amigo cerró los ojos, echando atrás su cabeza de forma cansada antes de volver en sí.

Buscó algo en la mochila que cargaba al hombro, para a continuación alzarme un pañuelo de papel.

— Te está sangrando la nariz. — Aclaró como si fuera lo más obvio bajo mi mirada sarcástica.

— ¿En serio? Creí que era salsa de tomate. — Me burlé con ironía, poniendo de mala gana el trozo de papel contra mi nariz enrojecida.

— No me vengas con esa actitud, Dean. Yo soy el que debería estar molesto.

Sabía que se refería a su auto, por lo que di vuelta sobre mis zapatillas para no llevarme más regaños.

Escuché a Roman soltar un suspiro, pero no quise voltear mientras estrujaba mi nariz sangrante contra el pañuelo con una mueca de desagrado.

— Como sea. Estoy cansado y hambriento, así que vamos a casa. — Dijo detrás de mí, haciéndome voltear con una sonrisa de lado.

— Eso es muy sensato, señor Anoa'i.

Él solo negó ante mi burla, comenzando a caminar en dirección a su auto. Pero yo ya me encontraba en la puerta del piloto.

— ¿Qué haces, Dean? Dame las llaves.

— Aún no terminamos la apuesta, Roman. — Corregí de inmediato, a lo que su mirada se volvió incrédula hacia mí.—Todavía no termina la semana.

El moreno no pareció tener nada más que decir, por lo que únicamente volvió a negar y entró al asiento del copiloto después de lanzar su mochila en la parte de atrás.

Sonreí satisfecho, dando un último apretón a las paredes de mi nariz y lanzando el pañuelo manchado de rojo por sobre mi hombro.

La lluvia ya había comenzado a caer sobre la ciudad, por lo que saqué la cabeza por la ventana y alcé la vista hacia el cielo, también saqué la lengua para sentir el agua caer.

— ¡Entra ya al auto!

Fui jalado por la chaqueta, obligado a poner mi culo sobre el asiento de cuerina antes de que mi exasperado compañero de departamento me partiera la cara a golpes.

Ya había tenido suficiente con el señor fenomenal.

— No puedo creer que le hayas hecho eso al auto de AJ. ¿En qué estabas pensando?—exclamó molesto el samoano frente al volante, sin dejar de mirar al frente mientras conducía. 

— Me distraje con una canción. — Expliqué de inmediato, jugando con mis dedos en torno al volante forrado de una suave tela. — Momento ¿Cómo lo llamaste?

— ¿Qué? — Se hizo el desentendido, a lo que me vi obligado a repetir lo que había dicho por mucho que quisiera gritarle.

— ¿Le llamaste "AJ"? ¿Qué mierda quiere decir eso?

— Todos le decimos así, muy pocas veces lo llamamos Allen. — Explicó con un encogimiento de hombros. — Allen Jones, es más cómodo así.

— ¿Y qué? ¿También les dice que es "Fenomenal"?

No dejaba de mofarme, solo que una punzada de desagrado me recorría el estómago por alguna razón.

— Déjalo ya, Dean ¿Quieres?

— No sé de qué me hablas.

— ¡De eso! — Exclamó más fuerte, pero no alejé mi mirada del frente. — ¡Te comportas como un tarado a veces!

— ¡Ese hijo de puta me golpeó en la cara! ¡No puedes esperar que esté contento!

Me atreví a gritarle, dejando un silencio sepulcral entre nosotros además de la música a un suave volumen a lo largo del vehículo.

Roman dejó salir una respiración, quitándose el cabello del rostro antes de volver a hablar.

— De acuerdo. No lo pensé bien ¿Si? Lo lamento. — Dijo con más tranquilidad, escuchándole en completo silencio mientras me detenía en un semáforo en rojo. — Ni siquiera te pregunté cómo estabas... ¿Estás bien?

— Me duele toda la cara. — Murmuré con una mueca extraña, consiguiendo una risa por parte del moreno junto a mí. — Lamento lo de tu auto, Rome. Y dile a ese infeliz del señor Fenomenal que me envíe la factura, la pagaré yo.

— Al menos respetas los acuerdos.

Dejé salir una carcajada, dejando atrás la tensión que nos había acompañado a lo largo de muchas calles siendo atacadas por la tormenta.

— ¿Por qué no vamos por unas cervezas? — Volteé mi mirada hacia la suya, aprovechando que las luces no cambiaban todavía. — Tal vez eso te anime después de todo esto.

No pude evitar sonreír, estirando mi puño frente a él y que este no tardara en impactar contra los nudillos del moreno.

No era muy aficionado a los bares, ya que siempre me recordaban a aquellas noches en las que pasaba buscando a mi padre entre los ebrios y a veces tenía que llevarlo a rastras a casa para no matar a mamá de un infarto.

A pesar de ello, Roman siempre le hacía para que nuestras visitas al bar de la ciudad fueran divertidas y con poco sentido de dolor.

Roman siempre hacía que aquel niño en mi interior dejase de llorar, permitiéndome divertirme sin culpa ni remordimiento alguno.

Golpeaba mi cabeza contra la barra una y otra vez, apretando la mandíbula por la sensación tortuosa al interior de esta.

— ¿Qué tienes, Jonathan? — Habló la fémina de cabello castaño amarrado en un desordenado moño.

Levanté mi frente de la madera, mirándola de mala gana en tanto ella alzaba una ceja.

— Siento que va a explotarme la cabeza. — Gruñí casi entre dientes, golpeándome la sien un par de veces con una de mis manos.

— ¿Otra vez anduviste de copas por ahí? — Se burló Jessica, a lo que solo asentí. — ¿Por qué Joe se ve como una fresca lechuga y tú como la mierda?

Su diversión frente al asunto solo me hizo resoplar, quitándome el cabello del rostro en tanto le daba una mirada de soslayo a mi mejor amigo.

El pelinegro se encontraba charlando con unas mujeres de edad avanzada, sin borrar aquella sonrisa amable por la que siempre se caracterizaba entre los clientes. En especial entre las féminas que visitaban el lugar.

— Roman no bebe mucho cuando salimos juntos. — Volví a hablar, dejando salir una respiración y resignándome a vivir con la resaca el resto del día. — Sabe que yo no tengo límites y me pongo "estúpido" con la cerveza, como él dice.

— Bueno, creo que Joe está bastante equivocado. — Alcé una ceja, a lo que la mesera sonrió de lado. — Con o sin cerveza, eres un estúpido.

Soltó una última risita antes de alejarse y tomar la orden de un par de chicos que acababan de entrar.

¿Qué diablos le pasaba a esa mujer? ¿Por qué me odia tanto?

— ¡Dean!

Levanté mi cabeza de la encimera, encontrándome con mi amigo bicolor caminando hacia mí.

— Hay un cliente en la mesa cinco. — dijo apuntando con su pulgar por sobre su hombro.

— ¿Y qué? 

Me encogí de hombros, logrando que frunciera el ceño con molestia. 

— Solo estoy jugando, Sethie. — Palmeé su hombro un par de veces antes de saltar sobre la encimera y aterrizar perfectamente frente a él. — Deja de enojarte tanto, te vas a arrugar.

El bicolor solo negó en desaprobación, disponiéndose a seguir con su trabajo mientras me dirigía a la mesa que había señalado.

Grande fue mi sorpresa de encontrarme con la mirada de aquel tipo que se llamaba a sí mismo "Fenomenal".

— ¿Qué mierda? — Frunció el ceño al verme, a lo que me crucé de brazos en espera de sus gritos. — ¿Trabajas aquí también?

— No, estoy paseando por el lugar con un maldito delantal y una libreta de pacotilla. — No dejé el sarcasmo atrás, recibiendo un rodar de ojos por su parte. — Seré breve. Solo trabajo aquí, así que pide algo antes de que pierda mi paciencia.

— Qué lindo carácter.

Ignoré su último comentario, comenzando a garabatear algo en la libreta en espera de su pedido.

— Quiero un café mocca y un muffin de chispas. — Dijo rápidamente.

Sin palabra alguna, volteé sobre mis zapatillas y me alejé por el pasillo hacia el mesón principal.

No tardé en encontrarme a Seth sirviendo unas tasas, por lo que aprovecharía para hacer las cosas más rápidamente.

— Seth ¿Podrías preparar esto para la mesa cinco? — Dije de forma casual, sacando la hoja con un solo movimiento para luego deslizarla sobre la madera.

El bicolor tomó el papel amarillo, frunciendo una mueca extraña ante los garabatos en la plana.

— Aquí solo hay un dibujo feo de un tipo y una pistola apuntándole con algunas balas al aire.

Solté una risa ante eso, recibiendo una mirada de Seth que parecía no entender nada.

— Aw, soy de lo mejor. — Sonreí a la nada. — Como sea. Necesito un café mocca y un muffin de chispas.

— Tengo un mocca listo... — Murmuró el bicolor, poniendo una taza perfectamente servida sobre la bandeja frente a sí. — Um... Creo que se nos acabaron los de chispas, solo quedan los de mora azul.

— Nah. — Me encogí de un hombro, estirándome lo suficiente como para alcanzar una de las magdalenas que restaban. — Se parecen, me sirve.

Seth abrió la boca para decir algo, pero no le dejé hablar antes de que tomara la bandeja y me encaminara en dirección a mi "amistoso" cliente.

Ignorando el hecho de que se encontraba concentrado en su teléfono, dejé el café sobre la mesa junto con el muffin de mora azul.

Permanecí en silencio, en espera de que se quejara de algo o simplemente callara y me dejase en paz.

El castaño me dio una mirada de pocos amigos, para a continuación agarrar el pastelillo y darle una mordida.

Procuraba concentrarme en alguna melodía extraña en mi cabeza, con tal de no perder los estribos con el tipo "Fenomenal".

Pero volví de aquel trance cuando el castaño empezó a toser con fuerza, viendo cómo se atragantaba y se llevaba las manos a la garganta.

— ¡Oh, mierda! — Exclamé inconscientemente, dudando en sí acercarme o no. — Um...Viejo ¿Estás bien?

— C-Claro que no... — Pude escucharle a pesar de su voz perdiéndose. — ¿D-De qué era el muffin?

— De mora azul.

Mi respuesta le hizo abrir los ojos con alarma, al mismo tiempo en que parecía empezar a palidecer.

Oh, santo Dios.

— Soy alérgico...

No pudo decir más antes de caer desmayado fuera de su silla, chocando contra el suelo y de paso haciendo tropezar al mesero bicolor que traía una orden de limonada sobre su bandeja junto con un pastelillo.

Cerré los ojos con fuerza ante el sonido de quiebre del vaso y plato, al igual que el impacto de la bandeja cuando mi amigo cayó rendido sobre el cuerpo de mi inconsciente cliente.

El pastel de crema batida había caído sobre un hombre de cabeza rapada usando una camisa que apenas cubría sus tatuajes a unos pasos de la mesa cinco, al igual que la limonada manchando su ropa.

Creo que...esto fue un verdadero desastre.

— ¿Qué fue exactamente lo que pasó? — Insistió Nicole, luego de ser interrogada por los médicos que vinieron a tratar a Allen.

Fue una gran suerte también que el hombre al que le había caído el pastel y la limonada fuera doctor, por lo que el chico probablemente sobreviviría.

— Le di un muffin de mora azul porque los de chispas se habían acabado.

Asumía mi error con algo de culpabilidad y timidez, a lo que mi jefa solo dejó caer su cabeza hacia adelante sin dejar de apoyarse en la encimera.

— ¿Vas a despedirme?

— Nop. — Levantó la vista, dejando que las ondas en su cabello volvieran a juguetear sobre su blusa azul. — Le das alegría a este sitio, no me perdonaría despedirte.

Me atreví a mostrar una sonrisa casi diminuta, aliviado de cierta manera.

—  Pero vamos a ver lo que hace este chico Allen.

Lo sé...Soy un asco :c

Pero no puedo actualizar mucho gracias a Retaliation, así que tendrán que perdonarme <3

Anyway, aquí está el capítulo :)

Dean, no puedes ser más tontito, casi matas al pobre chico.

Ya veremos qué le espera a este taradito.

Un beso enorme, y nos vemos en la...Bueno, trataré de actualizar.

Se despide, Rock.

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