[11.Here comes trouble]
Mis piernas dolían, y sentía que en cualquier momento me quedaría sin aire. El frío tampoco ayudaba mucho, aunque fuera solamente el principio del invierno.
Mis manos lograron abrir la puerta de la casa, empujándola lo más rápido posible y sin dejar de caminar apresurado por los pasillos.
—¿Joe?—Preguntó mi madre desde la cocina, pero no me detuve de camino al mesón que buscaba.—¿Eres tú, cielo?
Llegué hasta el teléfono, agarrándolo con tal brusquedad que incluso casi se me resbala de las manos.
—Mierda—Murmuré entre dientes, sabiendo que si me escuchaban me regañarían.
—¿Joe?—Volvió a alzar la voz la fémina.—¿Qué ocurre?
—Nada, mamá. Estoy ocupado—Exclamé fuerte, esperanzado de que no volviera a interrumpir.
Sentía mi corazón latiendo cada vez más desenfrenado, probablemente por haber corrido a casa y esquivar cualquier charco que la tormenta del día anterior había dejado. El sudor frío me recorría la frente y la piel de mis manos, volviéndola casi perlada. Pero no me importó en lo absoluto, estaba concentrado en marcar aquellos números lo más rápido que mi cuerpo me lo permitiera.
Pulsé el último dígito que tenía en la cabeza, sintiendo que perdía el aire incluso al llevarme el aparato a la oreja y que mi alma se encontrase pendiendo de un hilo.
Un pitido.
Dos pitidos.
Tres pitidos.
Cuatro.
Cinco...
Seis...
<<El número no se encuentra disponible, por favor deja un mensaje de voz después del tono>>
Mi mano quitó temblorosa el teléfono de mi oído, sintiendo que se me secaba la boca y todo mi ser seguía desmoronándose con temor.
—Joe, ¿qué está ocurriendo?—Murmuró la mujer de cabello largo, probablemente mirándome con preocupación. Permanecí en silencio, simplemente escuchando cómo mi corazón poco a poco comenzaba a calmarse pero al mismo tiempo dejaba un extraño frío en mi pecho.—¿Joe?
Dejé que mis barreras cayeran estrepitosamente, a lo que las lágrimas no tardaron en salir por mucho que luchara.
—Cariño...—Mi mamá no tardó en acercarse y abrazarme con suavidad, dejándome sollozar contra la tela de su camiseta.—¿Qué tienes? ¿Qué ocurrió? ¿Te peleaste con Jonathan?
Negué como pude, sollozando sin parar mientras el nudo en mi garganta me impedía decir algo.
Estaba asustado, aterrado...por primera vez en mucho tiempo.
—J-Jon...—Balbuceé, tragando rápidamente.—No ha ido a la escuela esta semana y...cuando fui a su casa todo estaba desierto. Nadie respondía.
Los brazos de mi madre poco a poco me soltaron, sintiendo que una de sus manos tocaba cálidamente mi brazo mientras con la otra limpiaba las intensas lágrimas que me recorrían la cara sin parar.
—Estoy muy asustado, mamá—Dije entre dientes, sorbeteando pero viéndome interrumpido por más llanto.—¿Y si le pasó algo a Jon? ¿Y si se fue de la ciudad? No quiero ni pensar en que me dejaría solo...¡No puedo pensar eso! ¿¡Y si está perdido en alguna parte!? ¡Su padre está loco! ¡Estoy aterrado!
—Estoy segura de que él no haría eso, mi amor—Intentó calmarme a pesar de mi desesperación.—Imposible que se hubiese ido sin decirte algo ¿no crees? Ustedes son casi como hermanos.
Asentí, tratando de quitarme las lágrimas con el puño de mi sudadera.
—Ve a lavarte la cara rápido, cariño—Me indicó, encontrando mis ojos vidriosos en los suyos sumamente determinados.—Iremos a buscar a tu amigo.
—¡Jon!
Mi voz resonó en la habitación, al mismo tiempo que mi agitada respiración. Miré a mi alrededor desesperadamente, ignorando como podía el dolor de cabeza que ya me estaba matando.
Estaba en mi dormitorio. Pero, ¿cómo llegué hasta ahí?
Lo último que recordaba era que me tiré en el sofá con un vaso de licor, y luego bebí otro, después otro...Todo era borroso desde el cuarto vaso más o menos.
Pero ¿qué más podía hacer? Me sentía mal por alguna razón. Luego de abandonar la casa de Seth y ver que Dean iba a una "cita" con Allen, comencé a sentirme extraño.
Como basura, como una gran basura.
Gruñí entre dientes, viendo la hora marcada en mi teléfono por mucho que me doliera la cabeza a causa de la misma luz. Tragué suavemente al ver un montón de llamadas perdidas de Saraya y una que otra de Rusev.
Iban a matarme por no llegar a la práctica de esa mañana.
Como pude me levanté de entre las colchas, casi arrastrando los pies hacia la puerta del dormitorio. Lo mejor era que tomara una ducha lo antes posible para despejar mi mente, pero no pude evitar interrumpirme al escuchar el sonido de la televisión en la sala.
Me encaminé fuera de mi cuarto hasta el pequeño salón del apartamento, viendo a lo lejos que mi mejor amigo desayunaba un cuenco de cereal sentado en la pequeña mesa de la cocina.
—H-Hey, Dean—Murmuré con tono rasposo. Tenía la garganta realmente seca junto a esa resaca que no pensé sería tan fuerte.
Pero el castaño siguió comiendo de su cuenco, sin siquiera prestarme atención incluso cuando tenía mis ojos sobre él.
¿Acaso estaba enfadado?
—Um...¿cómo te fue en tu cita con Allen? ¿La pasaron bien?—Intenté nuevamente, resultando en un silencio total una vez más.—Dean, estoy hablándote.
Y en vez de lograr algo, el ojiazul masticó con fuerza la reciente cucharada de cereal que se había llevado a la boca, para a continuación levantarse rápidamente de la mesa con el cuenco en mano. En silencio lo dejó en el lavaplatos, y de la misma manera caminó por mi lado sin siquiera mirarme al dirigirse al sofá en el que tenía su chaqueta de cuero.
Tan solo en ese momento noté que andaba más arreglado de lo normal. Aunque nunca se arreglara en realidad.
—¿Dean?—Balbuceé, volteando sobre mis talones luego de que pasara junto a mí sin siquiera darme una mirada.—¡Hey, Dean!
Lo único que recibí como respuesta, fue el sonido de la puerta al cerrarse fuertemente delante de mí y dejarme en un silencio sepulcral en el departamento.
¿Qué demonios le pasaba ahora? ¿Acaso peleó con Allen o algo?
Esto no se quedaría así.
—Espera, ¡Dean!
Sin titubeo alguno, corrí lo más rápido que mis todavía flojas piernas me permitieron. Bajé las escaleras y casi tropecé en el vestíbulo, pero conseguí llegar a la entrada del edificio.
Muy tarde, porque lo único que escuché fue el rugido de aquella motocicleta que creí todavía escondida.
¿Saraya se la había entregado? ¿Cuándo?
—¡Jonathan! ¡Espera un segundo!
De todas formas se alejó sobre la moto, con su casco ya puesto y tan solo dejando una pequeña cantidad de humo del motor antes de perderse por las calles solitarias de Atlanta.
Me maldije internamente, llevándome ambas manos a la cabeza y echando atrás los pocos mechones de cabello que se habían entrometido en mi vista.
Pero finalmente decidí volver al departamento con la mente hecha un desastre y el pecho doliendo por alguna razón. Además del obvio dolor de cabeza por la resaca.
Una vez en el departamento, me dejé caer como peso muerto en el sofá, tratando de recordar algo. Algo que me sirviera para saber la razón de que Dean estuviese molesto.
Pero mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el celular sonó dentro del bolsillo trasero de mi pantalón.
Mi ceño se frunció al instante en que leí el nombre de aquel castaño que solía ser mi amigo y ahora no era más que un constante dolor de culo.
—¿Qué quieres, Allen? Mira, si quieres molestarme a mí, adelante. Pero no hagas cosas que lastimen a Dean o juro que te daré la paliza de tu vida en cuanto te vea.
—Guarda tus puños, que no soy AJ—Habló una voz distinta a la que esperaba, permitiéndome dejar de apretar la mandíbula con enfado y también relajar mi ceño fruncido.
—Oh, diablos...L-Lo siento, TJ—Me disculpé nervioso, dándome una fuerte bofetada mental.—¿Q-Qué haces con el celular de Allen?
—Pues Rusev lo mandó a llamarte para saber por qué demonios faltaste a la práctica—Pareció tomar una respiración, soltándola en un suave suspiro.—Pero tan solo dijo algo como "llama a Anoai por mí" y me lanzó su teléfono...Y aquí me tienes.
No me sorprende que evitara hablar conmigo; Desde su inicio de "relación" con Dean, nuestra amistad pareció llegar a su fin. Prefería que fuera así en realidad, ya que, por alguna razón, cada vez que lo veía estos días quería golpearle la cara sin parar.
—Joe, ¿por qué no viniste a la práctica?—Habló nuevamente TJ, llamando mi atención.—No me digas que faltarás el resto de la temporada, porque te juro que voy a darme un tiro y Rami vendrá conmigo a la tumba.
—Cálmate, Perkins—Solté una pequeña risa, rodando un poco los ojos. El dramatismo no le quedaba.—Pasaron...algunas cosas ayer y mi cabeza es un desastre...
—Claro, te entiendo, viejo—Sonreí de lado.—Solo trata de que no vuelva a repetirse. Rusev no te sacó solo porque eres el capitán y haces un buen trabajo, pero dijo que si cometías otra falta tendría que poner a alguien más en el frente.
—No pasará—Negué con la cabeza, a pesar de que no pudiera verme.—Lo prometo, ni una otra falta.
—Se lo informaré a Rusev, quédate tranquilo.
—¡Perkins! ¿¡Dónde está mi teléfono!?—Aquella voz envió un piquete de molestia por mi cuerpo, el cual intenté ignorar tan solo apretando el puño que tenía libre sobre la cuerina del sofá.
—AJ viene—Balbuceó rápidamente mi compañero de equipo.—Debo colgar. Nos vemos en la próxima práctica.
—Recuerda cuidar que Rami no se golpee la nariz jugando ¿sí?
—Anotado, Anoa'i. Adiós.
Finalicé la llamada, soltando una respiración profunda y dejando que mi cabeza golpeara suavemente el respaldo de cuero detrás de mí.
Mi mente parecía estar en otro sitio, además de que varias partes estaban en blanco respecto a lo ocurrido el día de ayer y el por qué mi cabeza dolía como si mil piedras me hubiesen caído encima.
¿Estaría relacionado a que Dean me hiciera la ley del hielo?
Anoche...Anoche...
—Vamos, Joe...—Murmuré para mí, rodeando mi cabeza con mis manos y cerrando suavemente los ojos en forma de concentración.—Anoche...recuerdo que Saraya dijo que fuéramos a un sitio pero...fui a ver a Seth. Dean estaba ahí...
Él se veía elegante, nunca lo había visto de esa manera. Era como si algo en mi pecho se hubiese alborotado de solo verle cruzar la habitación aunque él quisiera evitarme.
Se veía guapo, debía admitirlo aunque fuera para mí mismo.
Luego volví a casa, con el pecho doliéndome y sintiendo que mi cuerpo funcionaba por sí solo, frío y autoritario.
Bebí mucho, incluso más de lo que suelo hacer y me quedé en el sofá esperando por algo. O más bien alguien. Luego...
—Yo...—Mi mano libre se hizo camino lenta y temblorosa hasta mi mentón, deteniéndose tímidamente en mis propios labios.—...besé a Dean.
El corazón casi se me sale del pecho cuando el celular en mi mano volvió a sonar, teniendo que tomar varias respiraciones gracias al susto que me dio. Intenté regular mi respiración antes de contestar.
—¿Ahora qué, TJ?
—Es un gusto saludarte también, Roman.
Mierda, otra vez me equivoqué.
—Disculpa, Seth—Acaricié mi sien, algo exasperado.—Mierda, en serio no sé qué me pasa hoy. De verdad lo siento.
—Espero que lo sepas pronto y muevas tu culo aquí si es que puedes—Fruncí el ceño, perplejo de pronto.—Nicole está peleando con el pastelero, creo que perdió completamente la cabeza y necesito que vengas aquí antes de que esto termine siendo una masacre.
Oh, no.
—Yo...
Mi voz se vio interrumpida por el sonido de algo al quebrarse al otro lado de la línea, haciéndome alzar las cejas y escuchando un suave suspiro por parte del bicolor luego de un par de segundos.
—Dime por favor que puedes venir...—Hizo una pausa, en lo que me colocaba de pie en silencio. Fruncí una pequeña mueca de dolor por el latente malestar en mi cabeza, pero me las arreglé para seguir caminando en dirección al cuarto de baño.—Le dije a Dean si podía llamarte pero solo me ignoró y siguió atendiendo a un cliente...¿Debería preocuparme por ustedes dos?
—Voy a darme una ducha solamente. Estaré ahí en diez minutos, te lo juro.
—Gracias, Roman. Por favor, apresúrate.
Asentí, para acto seguido terminar con la llamada y lanzar el teléfono sobre las desordenadas colchas de la cama.
Tenía que mantener mi mente focalizada, a pesar de todas aquellas distracciones que intentaban hacerme desear perder la cabeza por completo.
Rápidamente llegué a la cafetería, asustándome un poco el hecho de que ni un cliente se encontrara por el lugar y los trabajadores de encontraban dispersos, paralizados en sus posiciones y en completo silencio. Probablemente escuchando los mismo gritos que yo en cuanto traspasé la puerta de cristal.
—Dios, Joe—Exclamó Jessica, haciéndose paso entre las mesas y acercándose alarmada hasta mí.—Gracias al cielo estás aquí.
No tardé en fruncir el ceño perplejo antes de preguntar: —¿Qué es lo que pasó?
—No lo sé exactamente...—Se relamió los labios, notoriamente nerviosa.—Estábamos haciendo las órdenes como todos los días y luego escuché los gritos de Nicole y el tipo que hace los pasteles.
—Parece que quiere renunciar y Nicole se niega a dejarlo—Agregó el bicolor, caminando hasta nosotros y colocándose a un lado de la castaña.—Han estado peleando por casi media hora, y todos los clientes prefirieron retirarse.
—¿Desde cuándo Nicole tiene problemas con su personal?—Ambos se encogieron de hombros.
En ese momento me percaté de que no vi a Dean por ningún sitio cuando entré a la cafetería.
—¿Dónde está Dean?—Balbuceé, girando mi cabeza en busca de él.
Me ignoraba, nuestra relación era una completa basura, parecía que cada día se alejaba más de mí...pero no podía evitar sentirme de esa extraña manera desde que lo conozco.
—¡Suéltame ya!—Escuché gruñir a un hombre, haciendo voltear a todos en dirección a la fuente del alboroto.
Aquel hombre regordete era empujado, sus brazos estaban siendo apretados detrás de su espalda y el que ejercía la fuerza para sacarlo a tropezones del lugar era aquel castaño que había estado buscando.
—¡Te he dicho que me sueltes, joder!—Insistió, pero solo consiguió volcar una de las sillas de madera en su camino.
—¡Y yo te dije que te calles, maldito puerco!—Gritó Dean, agarrándolo sin delicadeza alguna y luchando porque se moviera.—¡Si vuelves a ponerle un dedo encima a mi jefa, te juro que te encontraré para hacerte pedazos! ¿¡Oíste!?
Dean siguió empujándolo con fuerza, llegando finalmente hasta la puerta de cristal. Pero cuando el ojiazul se dispuso a abrirla para que el hombre pasara, este echó su codo hacia atrás e hizo que mi amigo soltara un alarido por el golpe directo en su abdomen.
—¡Dean!—Casi chillé, echando a correr hasta él.
Había caído sobre sus rodillas, abrazando su estómago mientras apretaba su mandíbula y sus ojos gracias al posible dolor.
Puse mis manos en su espalda, tratando de cerciorarme de que siguiera consciente.
—Dean, ¿me oyes?—Como pudo, asintió con la cabeza. No dudé en levantar la vista, sintiendo que la ira me quemaba de los pies a la cabeza de tan solo ver a aquel hombre gordo de pie en la puerta a medio abrir.—Vete de aquí antes de que te destroce yo también...
El tipo de semblante poco amable abrió la boca, dispuesto a gritarme un montón de cosas a juzgar por su tomada de aire previa. Pero de repente un plato había chocado contra la pared a tan solo centímetros de su cabeza, haciéndonos a todos estremecer junto al sonido de quiebre que hicieron los trozos al caer al piso.
El rostro del tipo palideció al mirar al frente, y sin siquiera voltear, escuché aquellos familiares taconazos a mis espaldas.
—¡Te dije que te largaras, hijo de puta!—Chilló la pelinegra, casi rasgando su garganta. Otro plato voló por los aires, solo que este chocó contra el suelo e hizo al empleado saltar como una gallina asustada.—¡Fuera de mi café! ¡Ahora!
No pude evitar sonreír, volteando hacia el ex pastelero mientras todavía mantenía a Dean cerca de mí.
Se veía completamente aterrado, negando con la cabeza frenéticamente antes de empezar a gritar:—¡Estás loca! ¡Todos están locos! ¡Te arrepentirás de esto, perra loca!
Finalmente salió corriendo del café cuando Nicole amenazó con aventarle otro plato, dejando un silencio sepulcral en la cafetería en cuanto la campanita de la entrada dejó de sonar. Entonces el silencio fue reemplazado por aplausos por parte de los empleados, mientras que nuestra jefa seguía respirando agitada y con sus mejillas ruborizadas a causa de la reciente ira.
La fémina dejó salir una respiración, todavía siendo aplaudida cuando dejó sobre la barra el plato que se había salvado y caminó hasta nosotros. Sus manos tocaron los hombros de Dean en cuando se colocó en cuclillas.
—Jonathan, cuánto lo siento, en serio. ¿Te encuentras bien?—Dijo preocupada. De cerca, notaba que parecía completamente nerviosa y tensa.
—E-Estoy bien, Nicole...—Balbuceó el castaño, levantando un poco la cabeza aunque su estómago todavía doliera.—Ese puerco se lo merecía...A ti nadie te toca.
La pelinegra sonrió de lado, para acto seguido dejar un suave beso en la mejilla del ojiazul.
—Gracias, Jonathan—Él logró fruncir una pequeña sonrisa, justo antes de que la fémina volviera sus ojos hacia mí.—¿Qué haces aquí, Joe?
—Me quedé dormido, Seth me llamó, y creo que necesitaremos más platos...—Me encogí brevemente de hombros.—Larga historia.
Nicole solo me miró con una cansada sonrisa, antes de voltear hacia su personal en espera de algo.
—Por favor, discúlpenme todos—Dijo, poniéndose de pie algo tímida.—Esto no se volverá a repetir...Les ruego que vuelvan a trabajar.
Todas las personas se pusieron a trabajar en completo silencio, salvo por Seth y Jessica que seguían prácticamente paralizados en sus lugares.
Nicole pasó sus manos de forma exasperada a lo largo de su cara, pareciendo tomar una larga bocanada de aire antes de volver a hablar.
—Yo limpiaré este desastre, y...
—No te preocupes—Intervino Seth, colocando su mano en el hombro de ella y brindándole una sonrisa.—Yo me encargo, jefa.
Ella solo abrió la boca, pero nada salió antes de que el bicolor se dirigiera por la escoba y la pala para recoger lo que quedaba de platos.
—Yo escribiré un cartel de "Se solicita pastelero que no sea un cerdo asqueroso"—Sonrió Jessica.—Con permiso.
Y la castaña también se alejó bajo la incrédula mirada de la fémina de ceja perforada. Esta miró a su alrededor, para finalmente dejar sus ojos caer en mí.
—¿Qué fue lo que pasó, bonita?
Ella suspiró pesadamente, acercándose con un ligero negar de cabeza.
—Me negué a darle un aumento—Alzó sus manos exasperada en el aire, doblando sus dedos de la misma tensa manera.—No puedo darme ese lujo en estos momentos. Traté de explicárselo pero me amenazó con irse a menos que hiciera algo por él.
—¿Y eso era...?
—Quería un revolcón conmigo.
—Cerdo—Gruñó el castaño entre mis brazos, la tos no tardó en atacarlo y preocuparnos a ambos.
—O-Oh, Jonathan...
—Tranquila—La miré de forma reconfortante.—Yo me encargo, tú ve a calmarte un poco.
Nicole solo asintió tras unos segundos de silencio, dando media vuelta y encaminándose hacia la cocina y desapareciendo detrás de las puertas dobles.
Me concentré en Dean una vez más, el cual se trataba de levantar del suelo de alguna manera.
—Hey, hey...—Coloqué mis manos alrededor de su espalda, manteniéndolo cerca de mí en caso de que sus piernas fallaran.—Tranquilo, tienes que tomártelo con calma. Fue un golpe duro.
—Estoy bien, Roman—Soltó con sequedad. Pero en cuanto trató de apoyarse de una de las mesas cercanas, soltó un gruñido entre dientes y fui lo suficientemente rápido de sostenerlo.—Mierda...
—Deja de negarte a mi ayuda, ¿quieres?—A pesar de su molestia, pasé su brazo detrás de mis hombros y me dispuse a llevarlo hasta una de las sillas.—Es evidente que no estás bien.
—Puedo valerme solo.
—Ajá.
Conseguí llevarlo hasta la barra, atrayendo rápidamente con mi pie una de las sillas vacías que se encontraba más cerca y dejando que se dejara caer lentamente ahí. Dean dejó salir un pequeño alarido, con sus manos todavía en su abdomen y cerrando de vez en cuando los ojos para soportar el dolor.
—¿Por qué hiciste eso, Dean? Ese tipo podría haberte tumbado en un segundo.
—Tocó a Nicole...—Murmuró entre dientes, todavía respirando agitado en busca de recuperar un poco del aire que perdió con el golpe.—Debería agradecer que no lo maté a golpes ahí mismo, Roman...
Tomé un poco de aire por la nariz, colocándome de cuclillas y apoyando mis brazos confiadamente en sus rodillas para luego mirarlo.
—Te entiendo, Dean—Dije, esperanzado de que dejara de evitar mi mirada.—Pero también fue peligroso. Recuerda que acabas de tener un accidente.
—No me...—Apretó los dientes un poco, para finalmente gruñir antes de seguir hablando.—...trates como a un niño.
—Te trato como se me de en gana porque me preocupo por ti.
Sus ojos finalmente encontraron los míos, y aunque estuviesen llenos de molestia mientras sus labios se fruncían, sentía que la calidez volvía a revolotear por mi pecho con tan solo poder mirarlo una vez más.
—No digas esas cosas ahora—Murmuró, con su voz casi perdiéndose en el poco sonido a nuestro alrededor.—Por favor...no ahora.
—Lo diré—Decidido, permanecí con mis ojos en su rostro cuando este giró. Sin timidez alguna, agarré su mentón y volteé este para que su campo visual se conectara con el mío de nuevo.—Siempre te lo he dicho porque es la verdad, Dean. Y es por eso que también sé que necesitamos hablar.
—No hay nada de que hablar, Roman. Olvídalo.
—Jonathan...
—¿No tienes que llamar a Saraya por faltar a su cita de ayer?
Rodé un poco los ojos, manteniendo mis dedos sobre sus rodillas cubiertas por el pantalón de tela oscuro.
—¿Por qué siempre que intento que seas sincero conmigo metes a Saraya en la conversación? ¿Por qué?—Pregunté exasperado, pero mi ceño no tardó en fruncirse lentamente al captar el significado de sus palabras.—Momento...¿cómo sabes lo de nuestra cita?
El ojiazul sonrió irónico de lado, levantándose de la silla con una de sus manos apoyando todo su peso sobre la barra y la otra todavía firmemente en su afectado abdomen.
—De la misma forma que sé que te vas del departamento.
Sentí que el corazón se me subía a la garganta y una sensación fría me recorría la espalda, permitiéndome únicamente negar y abrir la boca varias veces, sin encontrar palabras para variar.
—Ahórratelo—Con el mismo tonito irónico, soltó una pequeña risa entre dientes. A continuación dejó un par de palmadas sobre mi espalda.—Gracias por confiar en mí...hermano.
Diablos.
—Estaré ayudando a Nicole con la repostería.
—Dean...
Pero él simplemente me dio la espalda y abrió con fuerza la puerta de la cocina, cerrando esta con fuerza y dejándome con mis labios paralizados y el corazón siendo apretujado.
Él se había enterado de aquello que le prometí a Saraya hacía unas semanas. Tenía planeado decírselo pero...siempre que pensaba en hacerlo, algo hacía mi pecho doler y me animaba diciendo que lo haría al día siguiente.
Dean creía que estaba buscando ser feliz con Saraya, y eso es lo que estaba intentando desde que ella y yo comenzamos a salir. Entonces, ¿por qué siento como si mi corazón estuviera cada vez más roto?
—¡Joe!
El chillido de la castaña, junto al chistoso sonido de sus tacones al andar rápidamente hasta mí llamó mi atención. Procuré tragar con fuerza antes de girar hacia ella.
—¿Qué ocurre, Jessica?
—Oh...¿es un mal momento?—Solo fruncí mis labios.—¿Está bien Jonathan?
—Sí...—Procuré no titubear, simplemente relajando como pude mis hombros.—Está ayudando a Nicole ahora, así que no te preocupes.
—Qué alivio—Sonrió brevemente, dando una mirada por sobre su hombro antes de volver a concentrarse en mí.—Um...ya coloqué el cartel en la ventana. Solo hay que esperar que pique el pez, y espero que sea lo antes posible.
—Sí, no podemos darnos el lujo de perder un empleado—Jessica asintió. Mi atención fue captada por lo que traía entre sus brazos.—¿Qué tienes ahí?
—Ah, claro—Me extendió la prenda.—Aquí tienes tu delantal, por si quieres echarnos una mano aprovechando que estás aquí. Aunque...—Hizo una pausa, apretando los labios hacia un lado.—Te entendería completamente si quieres irte luego de cómo están las cosas con Jonathan...
Negué con la cabeza, quitándome la chaqueta y dándosela a la fémina para así comenzar a colocarme mi delantal.
—Por supuesto que los ayudo, estaré listo en un minuto.
—Gracias, Joe...S-Si necesitas hablar—Sonrió tras poner una mano amistosamente en mi hombro, siendo un gesto bastante reconfortante en la tensa situación que se desarrollaba en mi cabeza.—Sabes que aquí estoy.
Asentí, dejando que ella volviera a su trabajo en completo silencio.
No podía dejarme manejar por el error que estaba cometiendo...Por más que mi mente gritara que todo estaba mal y solo quería tumbarme sin hablar con nadie.
Eso no es algo que yo haría de todas formas.
La tarde pasó lentamente, por lo menos para mí mientras me dedicaba a recibir bien a los clientes e intentar no tensarme cada vez que veía a Dean asomar la cabeza por el lugar.
Recordaba la suavidad de sus labios, y el cómo él de alguna manera me había seguido la corriente a pesar del embriagador efecto del licor que había consumido.
Se sintió tan bien...¿por qué se sintió tan bien?
Todo estaba mal, malditamente mal. Era un desastre. Pero...por alguna razón mi cabeza era la única que gritaba aquello mientras que mi corazón se mantenía como un verdadero huracán de latidos de tan solo ver los ojos azul bebé de mi mejor amigo...
¿Podía si quiera seguir diciéndole así? Joder, todo era muy confuso.
—Rome—Seth apareció a mi lado, con una bandeja perfectamente acomodada siendo sostenida en una de sus manos y la otra apoyada en mi hombro.—¿Estás bien? Pareces distraído.
—Solo...me duele la cabeza, Seth. Nada de que alarmarse—Intenté mostrarme natural, frunciendo una breve sonrisa en busca de convencer su acusadora mirada.
—No me sorprende.
Alcé una ceja, perplejo de su respuesta.
—Dean me dijo que te encontró completamente ebrio en el sofá anoche—Dio un pequeño silbido, frunciendo sus labios a un lado antes de volver a hablar.—Fue un milagro que te moviera al dormitorio.
Demonios...¡Demonios!
—Um...¿te dijo algo más?—Murmuré, procurando no mostrarme nervioso por más que lo estuviera.
—No, nada más. Pero desde entonces no ha querido hablar de ti...—Entrecerró un poco sus ojos.—Y eso no es propio de él.
—Últimamente...—Apreté los labios, encogiéndome de hombros.—Más o menos desde que se enamoró de Allen, es propio de él querer tenerme lo más lejos posible.
—En serio basta con esto, Joe.
Lo miré, confundido.
—Basta de entrometer a otros en este asunto, en serio.
—Pero es la verdad—Negué con la cabeza.—Desde que Allen se empeñó en estar con él, ya nada es lo mismo.
— No es culpa de Allen...
—¿Qué?—Solté una pequeña risa con sarcasmo.—¿Ahora me dirás que es de Saraya?
—Tampoco lo es de esa muerta viviente a la que tienes por novia.
Rodé ligeramente los ojos ante lo último, pero volví a retomar mi atención en el bicolor tras apoyar mis brazos sobre la barra y manteniendo mi mirada en él.
—Ustedes son los culpables de todo lo que está pasando, Joe—Fruncí mi ceño, abriendo la boca pero cerrándola en cuanto él me miró en claro gesto de que no había acabado.—Siempre que pelean, es porque insisten en entrometer a ese par en sus asuntos. Siempre los usan como una excusa a sus malditos problemas.
—Dean se queja de Saraya, y yo me quejo de Allen. Es lo que siempre pasa—Exclamé exasperado.
—¡Dejen de engañarse a sí mismos, por favor!—Gruñó entre dientes, haciéndome callar de inmediato.—Su problema es que no son honestos consigo mismos, y ya estoy cansado de que sean tan estúpidos.
Mis hombros cayeron, sintiéndome rendido de pronto en frente de sus molestos iris oscuros regañándome.
—Dean no es feliz con ese enano, y se nota. Mientras que tú—Pinchó mi pecho con su dedo, mirándome con lo que parecía enojo y decepción.—Tú intentas engañarte intentando ser feliz con esa mujer cuando te ves realmente miserable.
—Colby, eso no...
—Acéptalo, Joe—Me interrumpió, negando con la misma expresión en su rostro.—El único que te hace feliz se está alejando poco a poco, y tú como idiota lo estás dejando...
—Me mudaré con Saraya.
Bastó que soltara esas palabras con brusquedad para que su boca se paralizara y su cejo dejara de fruncirse un poco.
Me relamí los labios antes de decir: —¿Acaso haría algo así si no la amara?
El bicolor me miró en silencio, para finalmente apretar un poco su mandíbula.
—No—Hizo una pausa.—Pero lo harías para engañar a todo el mundo, incluso a ti—Frunció el ceño una vez más, negando con ironía en su mirada.—Temes aceptar el hecho de que amas a Dean y temes ser feliz con él, Joe.
Aquello me golpeó justo en el pecho, paralizándome y causando que todo dentro de mi cabeza...más bien absolutamente cualquiera de mis pensamientos se derrumbara como una pared.
¿Yo...amaba a Dean?
—Colby, eso no es...
—No quiero escucharte mentir más, ¿sabes?—Se alejó un par de pasos de mí, incluso bajo mi mirada tornándose perdida.—Solo espero que sepas que tarde o temprano perderás a Dean, y eso va a ser únicamente tu culpa.
—¿Vas a culparme de todo acaso?
—No. Pero como amigo creo que tienes mayor parte de la culpa.
—Pero, ¿por qué? ¡Joder, dame una explicación que valga!
—Porque él lo intenta—Exclamó, dejándome en silencio una vez más.—Jonathan se dio la oportunidad de intentar ser feliz, tratando de abrirse a otra persona que no era la que él probablemente amaba desde hacía mucho tiempo. Y aunque no le crea ni la mitad, sé que lo está intentando para que no lo lastimen más. Pero tú le rompiste el corazón, y parece que quisieras seguir rompiéndoselo...
—No es posible que eso sea cierto, Colby. No entiendes absolutamente nada.
—Bien—Asintió, apretando sus labios con la misma expresión de desprecio en su cara.—Pues vuelve a hablarme cuando pueda entenderlo.
Seth se alejó, quedándome en la barra con mi mandíbula apretada y el calor recorriéndome los músculos con intensa ira. Pero no furia en contra de él, mayormente contra mí mismo.
Porque temía que él pudiera tener razón.
Golpeé fuertemente mi puño contra la madera de la barra, para a continuación llevar mis manos a mi rostro y refugiar este por algunos minutos mientras me calmaba.
Bastó que levantara un poco la vista de mis puños apretados sobre la barra vacía, arrepintiéndome de inmediato de hacerlo y sintiendo que un maldito nudo en la garganta me impedía respirar.
Dean había salido de su escondite en la cocina, pero solo para atender a aquel cliente que no era nadie más que Allen.
—Así que por eso lo elegante, eh—Murmuré entre dientes. Nada podía estar peor.
El solo verle sonreír de esa forma mientras le hablaba al castaño y que este lo mirara de aquella manera mientras apoyaba sus codos sobre la mesa; solo me hacía querer mandar todo al diablo y gritar.
—¿Dijiste algo, Joe?
La voz de Nicole me interrumpió, captando mi atención y haciéndome poco a poco volver a relajar el ceño. La fémina guardaba unas bandejas de pastelillos y galletas recién preparados, pero sin quitarme su perpleja mirada de encima.
Diablos, tenía que controlarme de alguna manera.
—N-No—Negué rápidamente.—Hablaba conmigo mismo, es todo.
—De...acuerdo—Murmuró, incrédula en tanto tomaba una galleta de la charola y se recargaba de la barra mientras le daba un mordisco.—En ese caso, sin ofender, te recomiendo que me ayudes con las mesas, cariño. Ya tengo suficiente con tener que encargarme de los dulces, y...—Hizo una pausa, en la que frunció una mueca que se vio bastante divertida cuando agarró una servilleta de por ahí y escupió lo que tenía en la boca.— creo que no están tan buenas como creí.
Solté una risa, dejando una palmadita en su hombro cubierto de harina, de paso sacudiéndolo. Agarré mi bandeja y me dispuse a volver a mi trabajo. Ella probablemente volvería a la cocina para intentar manejar la situación.
Tenía que concentrarme en cualquier cosa que no fuera la mesa a mis espaldas en donde se encontraba mi "mejor amigo" y su noviecito fenomenal.
¿Si quiera puedo seguir diciéndole así? Luego de que prácticamente...¿lo besé?
Mi mente comenzaba a divagar otra vez.
La campanilla del lugar resonó, anunciando la llegada de otro cliente y que me pusiera a trabajar de una jodida vez.
Tomé una bocanada de aire, para a continuación agarrar firmemente la bandeja bajo mi brazo y la libreta que utilizaba para las órdenes en mi mano libre. Agradecí que aquel hombre de apariencia regordeta, o al menos lo que podía ver a sus espaldas, eligió una mesa al lado opuesto de la que el par de castaños se la pasaba conversando.
—Sea bienvenido, ¿ha decidido que...?
—Un gran trozo de pastel de chocolate y un batido de vainilla. No tengo mucho tiempo—Me interrumpió con brusquedad, a lo que simplemente me quedé quieto escuchándole.—Y si eres tan amable, ¿podrías llamar a tu jefe o lo que sea?
Solía ser muy amable con los clientes, pero el que tuviera un mal día y esto fuera mezclado por la risueña despedida que se entregaba la parejita a mis espaldas me estaba sacando de casillas.
—Perdone, señor. Pero aquí creemos en el "por favor" y el "gracias"—Solté, con mis brazos cruzados y viendo cómo sus dedos en torno al menú se tensaban.—Así que si no se comporta como debería, le pediré cordialmente que se retire antes de que termine haciendo una locura y nos vaya mal a los dos.
—¿¡Quién demonios te crees que...!?
El hombre de cabello castaño corto giró hacia mí, pero lo reconocí en el instante en el que vi su rostro.
—¿Kevin?—Pregunté, parpadeando de forma insegura.—¿Kevin Steen?
No me esperé que me mirara confundido, para a continuación dejar todo de lado y levantarse rápidamente de su asiento. Sus brazos me rodearon en un abrazo que me dejó prácticamente paralizado y perplejo.
—¡Joe! ¡Amigo! ¡No creí que fueras tú!—Exclamó, dejando varias palmadas en mi espalda antes de separarse del abrazo de oso que me daba.— ¡Wow! No has cambiado casi nada. Salvo por...lo alto, y los tatuajes.
—Um...gracias, supongo. Tú...sigues prácticamente igual.
Trataba de hacerme a la idea de que aquel que tenía al frente era aquel muchacho gordito que se la pasó molestándome a mí y a Dean a lo largo de la secundaria, siendo nuestro constante dolor de culo y la causa de que el castaño también se metiera en tantos problemas con la escuela.
Aunque recordaba a un Kevin más amargado y violento, no a aquel tipo que me sonreía y trataba con tanta simpatía.
—¿Por qué me miras como si vieras un fantasma?—Preguntó el gordito, luego de aquel silencio que mantuve por algunos segundos.
—Oh, lo siento. Es solo que no me esperaba verte aquí...—Me encogí ligeramente de hombros.—No me esperaba volverte a ver nunca más, en realidad.
Steen soltó una carcajada, palmeando mi hombro en ello.
—Eres divertido, Anoa'i. No te recordaba así.
Claro que no, la mayor parte de tu tiempo te la pasabas molestando y golpeando a Dean junto con Phil.
—¿Y bien? ¿Qué ha sido de tu vida?—Agregó, silbando al ver el lugar.—No pensé que trabajaras en un lugar tan bonito.
—Nada especial, Kevin. Tengo una vida tranquila, un departamento cerca de aquí y...probablemente me mude pronto.
Por alguna razón, lo último me dejó un mal sabor de boca.
—¿Te mudarás?—Asentí.—¿Tú solo?
—No, no...yo...—Me vi obligado a relamerme los labios antes de continuar.—Me mudaré con mi novia. Pero...
—¿¡Qué mierda hace este gordo aquí!?
Aquel grito nos desconcertó a ambos, girando hacia el ojiazul que miraba la escena con su mandíbula apretada y sus ojos pareciendo oscurecerse con veneno.
—Dean, cálmate. Él solo...—Traté de explicar, recibiendo tan solo la mirada sin pizca de simpatía por parte de mi amigo.
—¿Dean?—Kevin frunció el ceño, pasando su mirada entre el castaño y mi rostro, hasta finalmente quedarse en el rostro de Dean y elevar sus cejas con verdadera sorpresa al reconocerlo.—¡Jonathan! ¡De verdad eres tú, hermano!
—¿¡A quién le vienes a decir así!?
Pero el gordo ya se había adelantado y abrazado con fuerza al ojiazul, el cual con rabia intentaba quitarse sus brazos de encima.
—¡Suéltame, gilipollas! ¡Yo no soy tu hermano! ¡Roman!—Gritaba, pero no hacía más que llamar la atención del resto de los clientes.—¡Quítame a esta bola de grasa de encima!
Por mucho que gritara, me quedé de brazos cruzados frente a ellos, disfrutando de la escena con gran diversión.
—¡Te dije que te quites!—Exclamó una última vez, logrando quitarse bruscamente los brazos de Steen de encima y mirándolo con molestia.—¿Qué demonios haces aquí?
—Es una cafetería, es un país libre...—Se encogió de hombros.
El hecho de ver a Dean a punto de perder su poca paciencia se me hacía bastante entretenido, no pudiendo evitar sonreír aunque a él le molestara.
—Me refiero a qué haces aquí en Atlanta, imbécil—Lo corrigió, pareciendo esforzarse bastante por no perder la cabeza.—Hasta donde supe, te llevaron a la correccional o algo así.
—Así fue—Kevin apretó los labios, antes de soltar un suspiro.—Gracias a eso soy lo que soy ahora. Un repostero en busca de una oportunidad aquí en Atlanta.
—Espera...—Interrumpí la escena. Dean solo seguía apretando la mandíbula con refunfuñeos entre dientes y Kevin me brindó su total atención.—¿Dijiste que eras repostero?
—Yep...
—¡No me robes mis expresiones!—Se quejó Dean entre dientes, pero el gordito lo ignoró y volvió a buscar algo a su mesa.
Mis cejas se alzaron ante el cartel que Jessica había escrito con su puño y letra y colocado en la ventana en cuanto aquel tipo fue despedido a malas de la cafetería.
<<Se requiere repostero que no sea un puerco. Urgente; hablar con cualquiera del personal>>
—Entonces...—Continuó Steen, jugueteando con el papel en sus manos tras enseñármelo.—¿Podría hablar con tu jefe?
—Jefa, pedazo de cerdo—Habló el ojiazul, dejando su lugar y acercándose a Kevin para quitarle el cartel de las manos con brusquedad. Le dio una mirada rápida, para luego volver a estampar la hoja contra el pecho de él.— Ahí dice "que no sea un puerco".
—Dean—Lo regañé por lo bajo.
—Te recomiendo mirarte en un espejo primero, porque estás más que reprobado para el puesto. Ahora lárgate de aquí.
Rodé los ojos, y tras soltar entre dientes un sonido de exasperación, agarré el brazo de mi mejor amigo y jalé de este para que me siguiera.
—Danos un segundo, Kevin—Él asintió, dándome luz verde a caminar lejos de su mesa con el castaño a rastras.
Me impresionaba notablemente el cambio de actitud de nuestro antiguo compañero de escuela, de lo contrario, si siguiera como en ese entonces, varios dientes ya habrían volado y el lugar se habría llenado de gritos por una pelea entre estos dos.
Tiré del brazo de Dean hasta una zona alejada, recibiendo un jalón por su parte y que así soltara mi agarre automáticamente. Sus ojos azules me miraban con rabia, mientras solo podía tomar la paciencia suficiente para tratar bien con él.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué lo estás tratando así, Dean?
—¿Qué?—Soltó un sarcástico bufido.—¿Acaso te olvidaste de quién es, Roman? Ese cerdo de ahí hizo mi vida un infierno junto con Phil, y eso que ya creía estar en el puto infierno.
—En primera, deja de llamarlo así, ¿quieres?—Revoleó ligeramente los ojos, con resignación en su semblante.—Segundo, sabes que la gente puede cambiar. Y creo que Kevin lo hizo de alguna manera.
—Yo no lo creo.
—No importa lo que tú creas ahora, Jonathan—Volví a alzar mi tono, sintiendo que la ira poco a poco ya me recorría. Tenía que mantenerme a la raya y no perder contra él.—Nicole necesita un empleado cuanto antes, y por fortuna él es repostero.
—¿Qué esperas que haga?—Alzó sus manos, con aquella mirada harta que lo caracterizaba en momentos así.—No voy a aguantarlo aquí todos los días.
—¿Sabes qué espero?—Piqué su pecho con mi dedo, manteniendo mi determinada mirada directamente en la suya por muy mortífera que fuera.—Espero que seas tan maduro como dices ser y afrontes que él cambió, por lo menos eso está demostrando. Deja de pensar en ti al menos una vez y concéntrate en un bien común, ayudar a Nicole.
—Por supuesto que me preocupo por Nicole, Roman. Pero no hay forma de que me fíe de él, ni tú tampoco deberías.
Se quitó lentamente mi dedo del pecho, mirándome con sus labios juntos y sus oscuros ojos tratando de helarme la sangre.
—Y para que lo sepas—Sonrió de lado.—Tengo más que claro que la gente cambia. Tú y yo lo demostramos muy bien.
Esta vez simplemente tragué con fuerza, y tras un fruncir de labios y mover mi boca hacia un lado, lo dejé de pie solo en aquel lugar.
Que pensara lo que quisiera, ya tenía suficientes problemas en mi plato.
Volví a la mesa en la que Kevin ahora se encontraba de pie hablando animádamente con Jessica.
—Veo que ya se conocen—Dije, haciendo voltear a la castaña.
—Oh, sí—Sonrió ella.—Kevin me habló un poco de su trabajo y creo que Nicole estaría muy contenta de tenerlo aquí. Iré a llamarla ahora mis...
—No te preocupes, preciosa—La interrumpió con gentileza el castaño, poniendo una mano en su hombro y regalándole una breve sonrisa.—No lo hagas. Me retiro.
—¿Qué...?
—Pero, Kevin, ¿por qué?—Él se encogió ligeramente de hombros, alejando su mano de la castaña y metiendo las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta tipo esmoquin.
—Vi la cara de Jonathan cuando llegué y...sé que me odia, Joe—Tomó una bocanada de aire antes de seguir.—No lo culpo, créeme. Fui un niño inmaduro, y cuando supe lo de su madre fue muy tarde. Me sentí muy mal.
—Kevin, por favor. Dean tiene muchas cosas en la cabeza, pero te aseguro que puedes hablar con él.
—Está bien, amigo—Me sonrió de lado, comenzando a caminar por el pequeño tramo hacia la puerta.—No te preocupes. Solo espero que un día pueda perdonarme.
La sinceridad se reflejaba en los ojos de Kevin, algo que nunca creí ver en él.
Volvió a apretar los labios, y tras un movimiento de cabeza, se dispuso a abandonar la cafetería. Pero entonces el fuerte abrir de las puertas de la cocina resonó en el lugar, llamando la atención de todos.
—¡Mierda...!—Exclamó la pelinegra de cabello desordenado, saliendo casi a tropezones del lugar del que emanaba un extraño aroma y denso humo gris.—¡Nadie entre a la cocina!—Tosió un par de veces, apoyándose de la barra bajo la mirada de todos.—¡A-Alguien traiga el extintor, ahora!
—¡Tranquila, yo me encargo!—Gritó Seth, ya corriendo lejos de la mesa que atendía.
Le hizo una seña a aquel hombre de cabeza rapada que ya llevaba varias veces visitando la cafetería, este le sonrió y asintió, para que el bicolor finalmente corriera por el extintor a un lado de la puerta de utensilios de limpieza.
Seth volvió a pasar a nuestro lado, esta vez cargando el extintor bajo su brazo.
—¡Hola, Colby!—Lo saludó Kevin al verlo caminar.—Te acuerdas de mí, ¿verdad?
—Muérete, Kevin.
Creo que eso significaba que sí.
Rápidamente se metió entre el extraño humo y el sonido del extintor al ser usado resonó por sobre la alarma recientemente activada.
Hoy todo era un desastre, un soberano desastre.
Me encaminé rápidamente hasta mi jefa, la cual tosía contra sus mangas algo ennegrecidas por alguna razón y trataba de quitarse las manchas de lo que parecía ser mezcla para pastel.
—¿Estás bien?
—Claro...—Murmuró, sacudiéndose exasperada la ropa antes de dejar caer las manos de la misma irritada manera.—Solo soy un desastre en la cocina y terminaré quemando mi propia cafetería. Pero todo bien, Joe.
Sabía que estaba estresada, por lo que no me tomé muy a pecho su reacción.
—¿Disculpa...?—Escuché balbucear bajito a Kevin, que se había acercado cauteloso hacia nosotros.
—¿Qué?—Soltó molesta la fémina de ceja perforada, con las manos en su frente mientras se paseaba nerviosa sobre su lugar.—En serio, si tiene alguna queja no es un buen momento. Puede volver mañana y hablar-
—Estoy aquí por el trabajo.
Mis cejas se alzaron, mientras que Nicole abandonó su estado de desesperación interna y volteó sorprendida hacia el hombre castaño.
—¿T-Tú...?—Balbuceó, negando con suavidad junto a su ceño fruncido con incredulidad.—¿Tú eres repostero?
—Y uno de los mejores, según mi diploma—Sonrió lentamente de lado.—Así que—Dio un paso cerca de pelinegra, mirándola con lo que parecía diversión.—¿Qué dices, preciosa? ¿Estoy contratado?
Nicole seguí paralizada, mirándolo sin decir una palabra y de vez en cuando frunciendo el entrecejo.
—Nicole, es una gran oportunidad—Comentó Jessica.
—Hazle caso a ella—Kevin se encogió de hombros, viéndose bastante victorioso de un segundo a otro.—Puede que no tengas esta oportunidad en mucho tiempo.
Ahí estaba el Kevin que recordaba.
—Nicole...
—Espera, Jessica—La interrumpió alzando su mano, por fin mostrando signo de que seguía en sus casillas. A continuación se cruzó de brazos, mirando al gordito frente a ella con una ceja alzada.—¿Y tú quién te crees? Ni te conozco, así que no te atrevas a llamarme preciosa de nuevo o saco a patadas de aquí de inmediato.
Por alguna razón, Steen siguió sonriendo.
—En realidad...—Me atreví a intervenir.—Yo lo conozco.
Los ojos de ambas féminas cayeron sobre mí, en lo que Kevin continuaba sonriente con los brazos cruzados de manera superior sobre su pecho.
—Fuimos compañeros en la secundaria.
—Exactamente—Sonrió Kevin.
—Me imaginé que ya se conocían—Murmuró Nicole, con sus brazos cruzados bajo sus pechos y todavía observando al gordito.—Aunque veo que Joe es el único que te recuerda con simpatía porque...—Rodó un poco los ojos.—Uno de mis empleados te dijo que te murieras y el otro...
Miré por sobre mi hombro al igual que ella, encontrando la misma escena del castaño detrás de la barra. Este tenía la cabeza metida dentro de la pequeña hielera en la que guardábamos la crema y otros productos para las órdenes.
Creo que esta vez se tomó muy literal eso de que dejase su cabeza helarse.
—Mi otro empleado no parece muy contento, tanto que quiere congelarse el cerebro—Suspiró, para acto seguido regresar a mirar a Steen.—Supongo que no te quieren aquí, pero yo necesito un repostero...
—¿Entonces...?
La pelinegra apretó los labios, pareciendo pensar el asunto a juzgar por la mueca en su rostro. De pronto, una desafiante sonrisa creció en sus brillantes labios.
—Voy a ponerte a prueba, cariño—Pinchó su pecho con su dedo, haciéndolo dejar de cruzar sus brazos y mirarla.—Entonces veremos si te quedas.
Kevin soltó una risa, para luego mirarla con una sonrisa exactamente igual a la suya.
—Suena a un trato, nena—Estiró su mano hacia la fémina, la cual la miró antes de volver a sus ojos victoriosos.—Tú dime el postre que más te guste, te aseguro que no volverás a probar nada más delicioso en tu vida.
Sentía que estaba sobrando junto con Jessica, por lo que ambos decidimos dar marcha atrás e ir a otro sitio luego de que ambos estrechasen sus manos y se quedasen perdidos en la mirada del otro.
—¿Estás seguro de que está bien que él se quede?—Susurró bajito la castaña. Solo sonreí de lado.
—Creo que ellos se llevaron bastante bien ya, ¿no crees?
Jessica me miró con una ceja alzada, para luego rodar los ojos con risa y negar con la cabeza.
—Debería ir a ayudar a Colby—Me miró por un momento, para luego girar a ver a Dean, que seguía con su cabeza dentro del frigorífico y parecía que ahora se estaba dando pequeños golpes de vez en cuando.—¿Crees que puedas sacar a Jon? No se ve muy bien ahí dentro...
Coloqué mi mano amistosamente en su hombro antes de decir:—Yo me encargo.
Ella asintió antes de caminar a pasos firmes hacia la cocina por la cual salía el poco humo restante. Dejé caer mis brazos y, tras tomar un necesario respiro, me encaminé hacia el lugar en que se encontraba mi mejor amigo refugiado.
Efectivamente, se daba pequeños golpes contra las paredes del pequeño artefacto mientras sus brazos colgaban sin fuerza alguna a cada lado de su cuerpo.
—Tienes que salir de ahí—Comenté con naturalidad, apoyándome del mueble de junto con los brazos cruzados.
—Evapórate, Roman. Estoy mejor aquí dentro.
—No, claro que no lo estás. Cuando digo que se te enfríe la mente un poco no me refiero a esto, Dean.
—No quiero verle la cara a ese imbécil—Agregó, levantando la mano lo suficiente como para dar un par de golpecitos a mi pecho.—Es por eso que estoy mejor aquí. Sino, terminaré golpeándolo, lo sabes.
—Los clientes podrían pedir una malteada con crema doble, y necesitaremos lo que hay dentro de la hielera—Preferí cambiar el tema de Kevin, mirándole por el rabillo de mis ojos.—¿No crees que se les hará raro ver a un tipo con la cabeza dentro?
Su mano se alejó de mi pecho, metiéndola al interior del pequeño refrigerador y haciendo un extraño sonido al rebuscar algo. Un par de segundos después, me tendió un par de bolsas de fruta congelada.
—¿De frambuesa o de papaya?—Dijo, con aquel tono burlón natural en él que siempre se me hacía reconfortante de alguna manera.
Suspiré, quitándole el par de bolsas heladas de la mano y dejándolas en el mesón en que anteriormente me apoyaba. Con cuidado jalé de su brazo, para que así finalmente sacara la cabeza de ahí.
Dean dejó caer los hombros con resignación, mirándome con la misma reflejada en sus iris azules mientras su cabello se había alborotado un poco al frente.
A pesar de nuestros recientes problemas, logré sonreír de lado y mover su mano hasta las hebras desordenadas, siendo cuidadoso al peinarlas con mis dedos mientras él cerraba los ojos con fuerza.
—Kevin cometió un error, eso no te lo voy a discutir—Miré al castaño a los ojos, tratando de mantener a línea la repentina sensación nerviosa a lo largo de mi cuerpo.—Pero...tal vez merezca una oportunidad después de todo este tiempo, ¿no crees?
Se quedó mirándome, como si buscarla algo en mi rostro. Sentía que mi corazón se alborotaba, y quise darme una bofetada cuando mis ojos fueron a parar a sus labios.
Joder. Esto no podía ser normal, no lo era.
—Lo pensaré.
—¿Qué tal tu búsqueda de hoy?—Me dejé caer contra la silla giratoria frente a mi escritorio, cerrando mi libro con la tarea ya lista y enfocándome en la llamada.—¿Algún resultado?
La fémina al otro lado de la línea suspiró antes de volver a hablar:—Nada por ahora. Parece que no tengo mucha suerte—Fruncí mis labios aunque no pudiera verme.—Pero Nattie me pidió cuidar a su hija de nuevo todo este mes, por lo que aún tengo tiempo de encontrar algo más estable.
—Estoy seguro de que encontrarás trabajo pronto, Sara—Sonreí de lado.—Solo es cosa de tiempo.
—Sí...Gracias por apoyarme siempre, Joe—Podía imaginarla sonreír, a lo que simplemente asentí con suavidad.—Um...hay algo de lo que quería hablarte...
—Claro—Apoyé mi espalda de lleno contra el respaldo, mirando hacia el techo con el celular firme en mi oreja.—Dispara.
—El departamento está listo.
Sus palabras hicieron que algo en mí se tensara, volviendo a sentarme con normalidad y frunciendo levemente el ceño. Me había quedado callado en espera de que siguiera.
—Me avisaron esta mañana y...—Pareció tomar aire.—Pensé que podríamos mudarnos este fin de semana, si es que te parece bien.
Algo estaba mal en mí, lo sabía.
Yo le ofrecí a Saraya una vida juntos, en la que ambos fuéramos felices. Ella parecía serlo...pero ¿por qué yo me siento de esa forma tan extraña?
—Y Joe...—Continuó hablando, sacándome de mi trance.—Yo...le dije a Dean sobre el departamento. Lo siento, creí que ya le habías dicho. No quería armar ningún conflicto entre ustedes.
Los problemas ya habían venido.
—Tranquila, Saraya—Logré sonreír.—Yo me encargaré de Dean estos días y...—Me relamí los labios, como si eso bastara para que tuviera fuerzas.—Empezaré a empacar todo desde mañana.
Escuché como una sonrisa se apoderaba de sus labios, para que luego empezara a expresar lo feliz que estaba y los muchos planes que tenía para ambos desde el momento en que ambos nos encontrásemos armando nuestra nueva vida.
En esos momentos, sentía que mi pecho dolía y quería colgar esa llamada.
Pasé varias horas intentando conciliar el sueño, volteando de un lado a otro e incluso cayendo en el viejo y ambiguo truco de contar ovejas. Pero nada daba resultado.
Me senté contra el respaldo de la cama, masajeando mis sienes mientras la oscuridad del cuarto me rodeaba tranquilamente.
El silencio se vio roto al momento en que varios gritos de dolor resonaron por el departamento y estos alarmaron inmediatamente algo dentro de mí.
—Dean...—Murmuré, pero rápidamente volví en mí.—¡Dean!
Apresurado me quité las colchas de encima, corriendo incluso descalzo fuera de mi habitación y entre la oscuridad dirigiéndome hacia el cuarto de mi mejor amigo.
Abrí la puerta de la cual provenían aquellos estridentes gritos, encontrándole en su cama hecho una bola y apegando su rostro contra las colchas. Gritaba y jadeaba, mientras que su espalda temblaba incesantemente por ello.
—Dean, por Dios...—Corrí hasta él, sintiendo que mi pulso se aceleraba con miedo.
El castaño seguía gritando entre sollozos, apegando su rostro acongojado contra el colchón y su tembloroso cuerpo se encogía cada vez más contra sí.
—Dean—Me subí a la cama, acercándome a él.—Dean, ¿me escuchas? Dean.
Entonces lo noté; Estaba teniendo una pesadilla.
—Dean, estás soñando solamente—Coloqué mis manos en su espalda, sudando por debajo de la delgada tela de su camiseta de pijama.—Dean, despierta, por favor...
—¡Suéltame! ¡No!—Gritó, quitándose fuertemente mis agarres de encima y dejando ver sus ojos todavía cerrados pero con lágrimas tratando de escapar de estos.— ¡Aléjate de mí! ¡No te acerques, por favor!
Mi corazón se destrozaba de verlo así, en especial por el hecho de que aquellos sueños por los que pasó tanto tiempo atrás ahora volvían a presentarse.
Su dolor siempre era peor en mí.
—¡Dean!—Lo sacudí como pude, mientras él seguía sollozando.—¡Despierta! ¡Despierta, Dean!
Conseguí que sus ojos se abrieran de golpe, buscando alarmado en la habitación hasta encontrarse con mi angustiada mirada.
—¿Roman...?
Sonreí nerviosamente, sintiéndome aliviado de alguna manera.
—Soy yo...Soy yo, Dean. Solo tenías una pesadilla.
El ojiazul soltó varias respiraciones, pero pude ver cómo sus ojos volvían a cristalizarse y sus labios temblaban.
—Lo vi...—Sollozó, sentía cómo su cuerpo temblaba bajo mis manos.—Vi...la sangre en sus manos y cómo me tocaba con ellas...—El llanto le llenó las mejillas, causando que su voz se rompiera.—¡Con la sangre de mamá en sus manos...!
Tragué con fuerza y, sin esperar otro segundo, lo rodeé con mis brazos y apegué contra mí. Sentí cómo sus temblorosas manos se aventuraban por mi espalda desnuda y sus dedos se incrustaban ligeramente en mi piel. Pero no me importó realmente.
—Fue solo un sueño, Dean...—Susurré, acariciando la parte trasera de su cabeza. Su rostro se apegaba a la hendidura de mi cuello, sintiendo que este se mojaba a causa de su llanto tembloroso.—Yo estoy aquí. No voy a dejar que nada te pase.
Pasé todo el día escribiendo esto...Necesito dormir.
Como sea, espero que les haya gustado. Es de larga duración, para encomendar lo que siempre me tardo :(
Se les ama infinitamente, recuérdenlo.
Se despide, Rock.
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