Perdiendo el rumbo
Lloró hasta sentirse cansado. Hasta que los ojos hinchados se hicieron pesado y el ardor en su nariz una completa molestia. Su cuerpo era una completa molestia. El roce de la ropa, el calor en el rostro congestionado, el ruido externo que por más tenue que fuera taladraba sus tímpanos, la cabeza le iba a explotar y lo peor de todo, el maldito dolor en el vientre.
No podía ser. Todavía no quería convencerse.
Culpaba a las hormonas por magnificar la tristeza y la rabia que incineraba su interior.
Realmente sentía un un vacío desolador en pecho y las hormonas no eran específicamente las culpables de que las expectativas rotas tuvieran que provocar tanto dolor.
Si Yoongi hiciera un mapa, un electrocardiograma de su vida o alguna radiografía de sus emociones mostraría un conjunto de alegrías, placeres y dolores. Tenía identificado cada uno de los hitos y promesas, recordaba plenamente la magnitud de su sentir. Un camino que pensaba expedito, se transformó en uno sinuoso desde el fuerte golpe de la adolescencia y los caprichos de su naturaleza.
Aunque si algo era una constante en ese ir y venir de penas y alegrías que definía como su vida, era Jimin, aquel chico precioso de ojos sonrientes y mejillas abultadas. Un omega dulce al que Yoongi amaba con cada célula de su cuerpo, con cada pensamiento. Amor que se formó poco a poco, que crecía con los años y se arraigaba en su ser. Una parte de su alma, imposible de extirpar aunque lo intentara.
Recordaba con tanta claridad cuando sus padres a lo ochos años le presentaron a un pequeño mocoso de seis con mejillas gorditas y cabello tan oscuro como el suyo. Le faltaba un diente y era un jodido dolor de cabeza siguiéndolo como polluelo a su madre gallina. Manitos sucias con barro o entintadas de colores trataba de abrazarlo y Yoongi huía, entonces al crío se le llenaban los ojitos de lágrimas, un sollozo y se volvía blando igual que un bizcocho.
Ese niño sonreía —y lo sigue haciendo— tan bonito que llegó un punto en que dejó de resistirse a los abrazos que manchaban su ropa, aunque aquello significara un regaño de sus padres. Jiminnie lo rodeaba con bracitos delgados y apegaba la mejilla a la suya diciéndole que era su hyung favorito.
Jimin también robaba galletas y las traía escondidas en sus bolsillos para compartirlas con él. Desde siempre tan adorable.
Un día ese pequeño dolorcito de cabeza que lo seguía por todas partes rompió su juguete favorito. Iba a enojarse, porque ese peluche de oso negro fue un regalo por las buenas calificaciones que bastante trabajo arduo le costó, pero Jiminnie lloraba desoladamente mientras le pedía disculpas y rogaba con su vocecita aguda que no dejara de quererlo. ¿Cómo podría? Extendió los brazos y lo envolvió apretado con ellos.
Placer de un abrazo cálido. Ese día fue consciente de qué tanto le gustaban los abrazos de quien se convirtió en su mejor amigo. Le gustaban en proporción a lo grande que es el universo.
Jimin era a quien quería como un compañero permanente en su vida. Por eso a los diez años dijo con determinación: "Jiminnie será mi esposo", en ese momento además de promesa, lo visualizaba como una certeza, independiente qué fueran, porque dentro de toda su inocencia no le tomaba el peso a ser un fuerte alfa, un beta o un suave omega. Nada de eso le importa a la hora de asegurarle a su amigo y futuro esposo que estarían juntos para siempre.
Le escribió en un papel decorado con colores cálidos "Yo, Min Yoongi, le prometo a Park Jimin que siempre estaré junto a él". Su amigo le escribió uno de vuelta con un corazón amarillo —"no tengo lápiz rojo :(" escrito en un rinconcito de la hoja— que citaba un: "Park Jimin promete estar siempre con Min Yoongi". Todavía guardaba ese contrato infantil en una carpeta. Era un preciado tesoro, igual que aquellas fotos que evidenciaban los cambios con el paso de las primaveras y otoños.
Suponía que gran parte del dolor ocurrió al ilusionarse y no exactamente en la promesa de la compañía eterna, sino al creer que la naturaleza misma era una aliada.
—Ya verás cuando crezcas, serás el alfa de Jimin.
Y su pubertad se basó en esa frase que se convirtió en una especie de certeza como su promesa a Jimin y una condena.
Siempre fue un chiquillo de carácter firme, templado, pero mordaz y agudo.
—Serás un buen alfa.
Y se esmeraba para llegar a ser uno ejemplar. Quería ser más fuerte y si algo causaba regocijo era cuando defendía a Jimin, su futuro omega, el mismo que limpiaba con cariño sus heridas y ponía banditas con ositos en algún corte.
—No necesitas hacer esto —decía con pucheros.
—Tengo que protegerte.
—¿Y quién te protege a ti, hyung? —reclamaba con su voz suavecita—. ¿Por qué no me enseñas a pelear y así defenderme?
¡Pero si su deber era protegerlo! Hizo un mohín en reprobación y negó.
—¡También quiero proteger a mi hyung!
No podía con eso. Cedió como siempre, era blando frente a esos pucheros persuasivos.
Abrazó fuerte a su pequeño dongsaeng y le enseñó todo lo que sabía, aunque lloriqueaba y se quejaba porque pelear siempre dolía. Jimin aprendió a dar unos ganchos increíbles.
Jimin era increíble. Alucinaba cuando iba a verlo a sus presentaciones de danza y pensaba cómo era posible que existiera alguien tan hermoso y grácil.
Y con el tiempo Jimin seguía haciéndose más hermoso, más fuerte, creciendo y creciendo tanto que Yoongi no dejaba de esforzarse para sentirse digno de él.
De esa persona hermosa, amable y comprensiva.
Al que observaba cuando era un mocoso de cara manchada y cambiando los diente, al preadolescente delgado, cuyos músculos se tonificaron con la danza y los rasgos de a poco dejaban de ser tan redondos y suaves. Aunque sus mejillas se conservaban gorditas y el rostro aniñado seguramente lo acompañaría toda la vida.
Se acordaba con cariño cuando Jimin decía: —ya estoy grande hyung, tengo trece, nos llevamos por un año.
—Y cuando cumpla quince dejarás de estar tan cerca.
El chico de mejillas llenas había hecho el puchero y ceño fruncido más adorable del mundo, pero nada lo había preparado para lo que hizo después, cuando agarró su rostro con las tiernas manos y unos labios tersos presionaron los suyos, tres segundos. Los tres mejores segundos que pudieron existir.
Ambos se miraron rojos como un par de tomatitos.
—¿Por qué...
—Mi primer beso tenía que ser contigo —explicó jugando con el dobladillo de su ropa— y el tuyo conmigo.
Yoongi parpadeaba confundido y con el vientre lleno de mariposas.
—Eres mayor, seguramente pronto te presentarás y habrán muchas personas que te buscarán, serán interesantes y bonitas y no quiero que me olvides...
A veces su compañero de vida podía ser tan inseguro. Empujó su boca sobre la otra. Roce superficial. Nuevamente tres segundos de felicidad.
—Jimin-ah, prometimos que estaríamos juntos.
—Sí —apretó las manos de Yoongi con las suyas—, es solo que hoy no sé qué pasa conmigo.
Yoongi pensaba que nunca estaba demás recordar las promesas.
También ocurrió lo que tanto la familia Park como la Min venían vaticinando, Jimin se presentó como omega a los catorce. Le alegró saberlo, porque nunca lo quiso comentar en voz alta por temor de que se hiciera realidad: ¿y si se presentaba como alfa o beta? ¿Y él? Si no se presentaba como alfa, ¿Jimin lo aceptaría de todos modos?
No quería seguir llenándose de incertidumbres que le hicieran decaer. Prefería la ansiedad concentrada en su estómago que gritaba querer ver a su omega.
Días después fue a visitarlo a su casa por la tarde. Jimin llevaba un lindo pijama amarillo y pantuflas de perritos. Sacó a escondidas uno de los paquetes de galletas de la cocina —las costumbres no se perdían— y se sentaron en la cama.
Su Jimin estaba tan grande y sus mejillas seguían siendo preciosas y suaves.
—¿Y cómo fue?
—Doloroso —hizo un puchero—. No me gusta.
—Ahora eres el omega más hermoso del universo —besó su frente con cariño—. Pronto seré el alfa que estará con el omega más precioso del universo.
Jimin lo ciñó en un abrazo apretado, de esos que le daba cuando no quería soltarlo nunca y Yoongi reclamaba de vuelta su espacio personal, aunque de fondo era una queja vacía porque adoraba estar apegado a su mejor amigo.
—Y si...—Jimin se detuvo con el temor en los labios que temblaron.
—¿Y si no llego a ser alfa? —Yoongi forzó su voz a no quebrarse—. ¿Qué lazo podría darte?
Su garganta se cerraba ante la idea angustiante, pero Jimin sabía arrullar su corazón, estrujándolo más fuerte y Yoongi se apoyó contra su hombro, acariciando el cuello con la punta de la nariz.
—Tenemos un lazo que es más fuerte, años de cuidados y cariños, hyung, nada nos puede quitar eso —repartió besos cortitos en su cabeza—. ¿Quieres saber cuál es mi aroma?
—No me arruines la sorpresa, quiero sentirlo por mí mismo.
Los meses pasaban, a Yoongi lo consumía la ansiedad. Compañeros de clases y amigos ya comenzaban a presentarse como alfas u omegas, ¿por qué estaba tardando tanto? Quizás el destino lo preparaba para ser un beta...
No. Iba a ser un alfa.
Un alfa.
A su cumpleaños número dieciséis, se presentó finalmente...
Como un omega.
Se acababa de presentar como un maldito omega y ante los ojos de su familia y amigos quienes lo miraban sorprendidos. "No lo esperábamos" dijo más de alguno. No quiso levantar la vista, ni siquiera a Jimin. A grandes zancadas corrió a encerrarse a su pieza. Su aroma dulce inundaba seguramente toda la casa.
Tan desagradable. Su aroma. Su cuerpo. Omega. Todo.
Menos Jimin.
La angustia oprimía su garganta y sus dedos se hundía con fuerzas en un cojín que terminó arrojando lejos. Ignoró los llamados a la puerta mientras abrazaba sus rodillas.
¿Por qué tenía que doler tanto? Y no lo pensaba por la tensión en el vientre que le hacía encogerse.
¿Qué podía ofrecerle a Jimin ahora?
Su mente estaba tan bloqueada con la frustración que ni siquiera la frase: "Tenemos un lazo que es más fuerte" conseguía aliviarlo mínimamente. Sollozó maldiciendo a la naturaleza, a su propio cuerpo y a todo lo que conllevaba un sí mismo por crecer con las expectativas que alguna vez no estuvieron.
Cuando se declaró el futuro esposo de Jimin, estos obstáculos no existían. Solo estaba el profundo cariño y si algo ha aprendido con el tiempo era que no siempre bastaba para salvar algo. Habían un montón de variables a favor y en contra.
Su contra más grande: era un maldito omega, que amaba a otro omega con cada célula.
No quería ofrecerle un camino difícil y lleno de detractores a su lado. No quería que juzgaran a esa maravillosa estrella que merecía deslumbrar.
Mordía su labio una y otra vez mientras temblaba con pequeños espasmos que sacudían sus hombros. ¿Cuándo fue la última vez que lloró con tanta presión dentro de su pecho? Quizás a los doce, cuando Jimin y su familia sopesaban la posibilidad de irse a vivir al otro lado del océano.
Secó las mejillas mojadas con el dorso de la mano, pero las lágrimas caían una tras otra.
Quería parar, anular el día del peor cumpleaños de su vida. Volver a los diez años cuando podía soñar un futuro con su esposo en una casa bonita y jardín amplio para los perritos.
Usó el último pañuelo desechable para limpiar su nariz. Miró la pared de su habitación y vio la foto de un par de niños que mojaban sus pies a la orilla de la playa. Volteó a la otra dirección y estaba sobre la silla una sudadera que Jimin olvidó días atrás.
Él está en todas partes. Está entrelazado a su ser.
La acercó a su rostro y al fin lo percibía...
No le sorprendió, el chico es azúcar pura. Por fin sentía el aroma de Jimin. Consistente y muy dulce.
El día que sintió un dolor desgarrador desde sus entrañas, tuvo un atisbo, apenas una partícula de dicha al confirmar que Jimin olía a caramelo.
Estuvo evitando a Jimin, al menos hasta que pudiera verlo sin que los ojos se llenaran de malditas lágrimas, pero cuando aceptó que lo visitara tras unas semanas del desastre, sus ojos se habrán mantenido secos, pero el corazón se estrujó de todos modos.
El omega de mejillas abultadas estiró los brazos para rodear su cintura, recargó su cabeza en su hombro y respiró profundo. Al soltar el aire hormigueó sobre su piel sensible.
—Hueles delicioso, hyung —se apartó un poquito con una sonrisa.
Yoongi no sonría y el menor sujetó su rostro con ambas manos. Volvió a unir sus labios en un roce suave.
—Siempre vamos a estar juntos.
"No me digas eso, no prometamos lo que no podemos cumplir", quería decirle, pero la voz se atascaba y realmente necesita esconderse contra su cuello, envolviéndose con el aroma del azúcar derretida.
La relación con Jimin continuaba su curso, mantenían sus costumbres de visitarse por las tardes, de quedarse algún viernes o sábados a mirar maratones de películas, dormir juntos y abrazados. Cuando era un pequeño dolorcito de cabeza, trepaba a su cama porque estaba asustado, desde ahí se convirtió en algo común.
Sus cuerpos siempre se amoldaban tan bien en los abrazos. Igual sus labios cuando compartían esos roces superficiales a escondidas.
Quizás el cuerpo compacto de Jimin se adaptaría muy bien a los abrazos de un cálido alfa que pueda cuidarlo.
Empezaba a odiar una parte de sí mismo, esa que reclamaba, que le hacía notar a los alfas que merodeaban a Jimin, que le exigía saltar sobre varios cuellos ajenos. Leía las intenciones.
Yoongi evitaba a los alfas. Se llevaba bien con muy pocos de ellos. Le molestaba sus olores fuertes. El de otros omegas también, le resultaban empalagosos. Parecía que algo en él parecía solo aceptar la esencia a caramelo de Jimin.
Soltó un gruñido resignado cuando veía a ese alfa arrogante sentado al lado de su mejor amigo conversando animadamente. Jungkook. El chico dorado del instituto, atleta de buenas calificaciones. Atractivo. Fuerte.
Perfecto para alguien tan perfecto como Jimin.
Un buen alfa para el omega más hermoso del universo.
—¿Qué le puedo ofrecer a Jimin? —soltó sin darse cuenta, hundiendo los palillos en la comida que no se dignaba a llevar a su boca—. Nada.
Había perdido el apetito.
—No digas eso, estás pensando como alfa —comentó Namjoon con su semblante siempre tranquilo y mirada profunda, de esas que a Yoongi lo hacía sentir como libro leído y repasado.
—Me hicieron pensar que sería un alfa por años.
Nam es otro de sus mejores amigos. Otro omega que no pensó que sería omega. "Mis padres son betas, pensé que sería uno también y aquí estoy devorando supresores cada tres meses ".
Ese omega supo de su amor por Jimin antes de contarle. También de lo fuerte que se conservaba aún cuando su naturaleza se hizo presente con sus estragos. "Es amor después de todo, ¿por qué habría de ser malo?". Si no fuera por esa grata sensación de ser comprendido, le habría replicado con un "dícelo al resto del mundo que querría condenarme por estar con un omega".
Y ese día Namjoon le contó que estaba enamorado de un beta que brillaba tanto o más que el sol. "Mis padres no me juzgan, pero a los de él no le gusta que estemos juntos".
A Hoseok no le importaba. Quería preguntarle cómo manejaba los celos cuando otros alfas como Seokjin se acercaban a su novio.
—No entiendo cómo puedes decir que no tienes nada que ofrecerle —ahora su ceño se fruncía un poco.
—Ni lazo, ni hijos, ¿qué estabilidad puedo ofrecerle cuando tendremos que estar batallando contra el mundo que no validará nada de lo que sentimos? No quiero someter a Jimin a escrutinio público y cuestionamientos constantes.
—¿Y el amor? ¿Eso es nada acaso? ¿Un camino juntos? —continuó insistiendo en su punto aunque la expresión y aroma de Yoongi mezclara el enojo y la angustia—. Si Jiminnie está dispuesto incluso a enfrentar adversidades contigo, ¿por qué se lo niegas? ¿Acaso él no puede elegir que quiere para los dos?
—Jiminnie está feliz ahora junto a un buen alfa como Jungkook.
—Estás imposible hoy, hyung —suspiró derrotado cuando el olor a tristeza llenaba sus sentidos.
Yoongi musitó un "lo siento" apenas audible. Estaba irritable, se sentía más pesimista que nunca, pero el aroma a chocolates y avellanas pese a que era muy dulce y a veces lo saturaba, en ese momento era confortable y cálido para su herido corazón.
—No tienes que competir con ningún alfa, ya tienes todo el amor de Jimin y eso puede ser más fuerte que cualquier lazo.
Sonrió un poquito y retomó la comida que se había enfriado. Todos le decían que era un omega difícil, arisco y su franqueza lo hacía tosco. Que debería ser más suave y servicial si algún día quería encontrar un alfa, porque así solo conseguiría asustarlos. Ojalá. Si algo no estaba en los planes de su vida era encontrar un alfa.
Aunque su esencia era la de una persona de carácter firme y mordaz, no habría casta que pudiera quitarle eso.
Su mejor amigo era amabilidad pura. Él era lo que esperaban de un omega. Incluso cuando apareció en la puerta de su casa a mitad de la semana por la tarde y el cabello tinturado de rosado, corroboró que Jimin podía lucir aún más dulce.
—Lindo —dijo deslizando algunos de sus dedos entre las hebras y su pecho se agitó cuando notó esas gorditas mejillas ganar un color rojizo.
Llevó del té que le gustaba a Jimin y pastelillos que compró pensando que hoy o mañana lo visitaría. Se alegraba que fuera hoy, así los disfrutaría hechos el mismo día. Seokjin era un alfa con habilidades culinarias envidiables por cualquier chef profesional.
—Sigues siendo un mocoso descuidado —limpió con su índice rastros de crema de las comisuras.
—Tengo un hyung con cara de gatito enojado que me cuida.
Yoongi enrojeció, siempre lo hacía cuando Jimin usaba esas comparaciones. Negó y para distraerse del remezón interno de ternura tomó las tazas y el plato vacío de la cama, dejándolo a un lado.
—Sabes, así te ves como un delicioso algodón de azúcar —confesó con una semi sonrisa.
—Deberías comerme entonces, hyung —su voz sonó tan suavecita y tersa.
Una provocación.
—Debería —provocación de vuelta.
El aroma a caramelo se intensificaba un poco más y los dos se miraban en silencio. Los ojos de Jimin parecían medias lunas.
—¿Por qué no lo estás haciendo?
Yoongi se atoró con su saliva y su dongsaeng llenó la habitación de caramelo y risas. ¿Entonces solo estaba jugando? ¿O en verdad esperaba algo?
—Qué descortés, Yoongi hyung, haces esperar a tu invitado.
Dejó de perder tiempo, con las manos aferrándose a los costados de su cuello lo atrajo hasta su boca. Apretó los labios gruesos con los suyos, mordió y chupó. Se alejó solo para cerciorarse que no estaba haciendo las cosas mal, que Jimin también quería.
Se encontró con la hermosura misma: el cabello rosado desarreglado, mejillas coloradas y labios hinchados, rojizos, mojados que se acercaban a buscar un nuevo beso. Su lengua exploraba y acariciaba, degustando el sabor dulce.
Los besos nunca habían sido así. Se limitaba a pequeños roces. Ahora se fundía en una caricia húmeda y el contacto resbaladizo provocaba escalofríos.
Se besaron tantas veces hasta que los labios ardían. Los últimos ya eran lánguidos, desordenados, torpes y carecían de ritmo, pero no dejaban de ser satisfactorios para ambos que sonreían sobre la boca del otro.
—¿Por qué no lo intentamos antes? —Jimin reía ligero y tiraba del labio inferior de Yoongi con los dientes.
—No lo sé —trazaba besos desde la mandíbula de vuelta a su boca gordita.
Lo que no sabía y le causaba angustia era cuestionarse cuánto duraría esto. Cuántas veces podrían besarse así. Cuándo llegaría un alfa que probara esos labios como lo hizo él.
—Yoongi hyung, ¿qué pasó? —preguntó preocupado.
Maldición. El olor de la tristeza era tan fácil de hacer emerger, no alcanzó a controlarlo. Movió la cabeza en una negativa y apretó un poco más el cuerpo de Jimin con sus brazos. La cabecita rosada estaba apoyada sobre su pecho.
—¿Por qué no sales con ese chico alfa? —tampoco logró contenerse de preguntar.
—No me olvido de mis promesas —susurró con tanto cariño que para Yoongi fue como si le clavaran una espina—, creo que tenemos que volver a leer y renovar nuestro contrato.
Sentía que arruinó el momento con su estúpida pregunta. Ahora también percibía la tristeza de Jimin. No quería sentir que sus inseguridades podrían romper a quien más amaba.
Pero alejarse parecía no ser una posibilidad. No cuando el omega algodón de azúcar lo buscaba y negarse a un beso a escondidas era peor que un pecado.
Luego de algodón de azúcar pasó a lucir como un caramelo de naranja y lo convenció de tinturar su cabello negro a color menta. "Muy guapo, Yoongi hyung".
Le sentaba el color, sus amigos se lo han dicho, sus compañeros de la cafetería donde trabajaba algunas tardes también. Recordaba a un chiquillo torpe y nuevo que tropezó con una mesa cuando vio el cambio exclamando "¡hyung, estás muy atractivo así!" a oídos de todos los clientes, haciéndolo sonrojar al instante.
Jimin explotó en risas cuando se lo contó.
Estaba tan sensible que hasta la risa de Jimin causaba presión dentro de su pecho. Sabía por qué. Maldijo, la peor parte de ser lo que era. Síntomas que aparecían lentamente. Al día siguiente fue despertar con calor bajo el vientre. Faltaban poco días y necesitaba ir a la farmacia más cercana antes de visitar a su dongsaeng para su clásica tarde de películas.
Estaban a mitad de una comedia romántica que apenas le prestaban atención, porque Jimin buscaba besos intensos con más insistencia. Yoongi correspondía con una falsa queja sobre lo cariñoso que estaba. "Huele tan dulce, muy, muy dulce".
—Estoy cerca de mi celo, hyung ayúdame —se subió sobre sus piernas balanceando las caderas.
Él también está cerca de su maldito celo. ¿Se habían coordinado?
Lo sentía rígido como una tabla contra su vientre. La temperatura de su cuerpo aumentaba. Una cosa eran besos y otra era el paso que le estaba proponiendo. No había vuelta atrás si llegaban a ese punto. No puede.
—Busca un alfa —gruñó con el autocontrol que tenía, forzándose a no moverse, pero la fricción enviaba un delicioso cosquilleo.
—No quiero a un alfa, te quiero a ti —rogaba acariciando su cuello con la punta de la nariz—. Necesito a mi hyung.
También necesitaba tanto a Jimin. Tanto que dolía.
Estar con Jimin dolía.
Yoongi con las manos en los costados de sus caderas guió el movimiento. Simulaba embestidas y la ropa comenzaba a molestar que a tirones las despojaban para descubrir la piel.
Pensar en no estar con él dolía el doble.
Todo era una exploración. Las manos y bocas buscaban cada sitio que tocar. Jimin soltó una risita melodiosa al darse cuenta de lo sensible que eran los pezones de Yoongi. "Punto débil", había susurrado al delinearlos con la lengua y tirar suavecito con una mordida.
Temblaba bajo el efecto de las caricias de su menor. Retomó el control y agendó en su mente que Jimin se derretía con los besos en el cuello y si mordisqueaba el lóbulo susurrando frases sucias en su oído.
Se tocaron entre las piernas, empujaba apretando las erecciones con una de sus manos. Sentía la humedad del lubricante escurrir por sus muslos.
—Tu cama, Jimin-ah.
—Estamos desnudos y tocándonos ¿y te preocupan mis sábanas? —dijo semi riendo y se apegó a su boca, besándolo profundo, robándole el aire.
Aunque Jimin no siempre necesitaba besos para dejarlo sin aliento.
—Tienes ésto, úsalo conmigo —dijo envolviendo su pene con los dedos.
Jimin se tendió de espalda en la cama separando sus piernas para él. Miraba la pequeña entrada mojada y resistirse dejaba de ser opción. Lo hizo, se hundió dentro de ese cuerpo caliente y se sentía tan apretado e íntimo. Una conexión con el omega que siempre soñó como compañero.
—Yoongi hyung —pronunciaba su nombre con dulzura, arqueando la espalda, coordinando los empujes.
No deberían estar haciéndolo. No era un alfa para cumplir esa función con el lindo omega caramelo de naranja, cuyas manos siempre le parecieron pequeñas, gorditas y adorables, las mismas que apretaban sus nalgas y una de ella se paseaba con descaro entremedio. Tres de sus dedos acababan de entrar, los siente estirando su interior, masajeando con entusiasmo y arrancándole gemidos roncos cada vez que comprimía con las yemas sobre los nervios sensibles.
¿Se habría equivocado al pensar que la naturaleza no era una aliada? Porque estar juntos se sentía muy bien, como si todo encajara donde corresponde. Los dedos en su culo, él hundido profundo en Jimin. Tan cálido y condenadamente agradable. Olvidaba que había quienes decían que era incorrecto.
Tanto que esa y otras veces, así como las formas de unir sus cuerpos no era ajeno, no lo percibía aberrante, sino todo lo contrario, oleadas de placer, calor en el pecho y el vientre que cosquilleaba. La tranquilidad llegaba a Yoongi en y después del orgasmo.
Luego la calma plácida se esfumaba cuando chocaba con la realidad cotidiana, se enfrentaba a todos los fantasmas que aplastaban de a una sus expectativas. Recobraba la efímera felicidad al regresar a los brazos de Jimin, el omega lo follaba apegando el pecho contra su espalda, se liberaba en el orgasmo, volvía a casa y su madre comentaba algo respecto a que esperaba ser abuela de varios cachorritos algún día.
A Yoongi le entraban ganas de llorar, pero estaba tan agotado que no le quedaban fuerzas para drenar la tristeza.
Su vida seguía un ciclo de orgasmos y angustia.
El día a día, enfrentarse a las clases, a la gente, a sus expectativas rotas eran las espinas que no lograba quitarse. Mirar a Jimin sonriendo con sus ojitos que se achicaban y las mejillas abultadas dolía, ya que era Jungkook quien lo hacía sentir alegre. Y estaba bien, merecía momentos felices.
Lo que no estaba bien era seguir pensando en ese futuro que le prometió a los diez.
Quizás su mejor amigo no había notado que estaba cerca, pero pretendía alejarse, le molestaba escuchar conversaciones ajenas, sin embargo, pudo procesar un poco de lo que hablaban.
—...A futuro me gustaría estar con una pareja estable.
—¿Y familia? A mí me gustaría tener a una niña y un niño —comentaba el alfa que se apoyaba en el hombro del omega de cabellos naranjas.
—También quiero una familia algún día.
—Déjame cortejarte, Jimin hyung.
No quiso escuchar más.
El tierno omega debería decirle que sí. Quizá si no estuviera tan cómodo con ese alfa, habría intervenido, le habría dicho "él no, Jiminnie, eres el omega más hermoso del universo, nunca pienses que eres menos que eso". Le susurró con cariño algo similar un día después de follar y su dongsaeng sollozó escondiéndose en su cuello.
Finalmente, decidió dar un paso al costado cuando veía la foto que Jimin acababa de subir sonriendo junto a Jungkook y dos tazas de café con dibujo de animalitos sobre la espuma. Bloqueó la pantalla del celular.
Por el bien de ambos, optó por dejar aquello que no los estaba llevando a ningún lado. Cuando se acercó su celo no buscó a Jimin, tampoco al siguiente y el subsiguiente. Y más que no buscarlo, le dolía rechazarlo con excusas. Apartar el rostro cuando veía que esos labios mullidos estaban tan cerca de los suyos.
Tenía que hacer algo, tenía que tapar los sentimientos que jamás podría borrar.
Alimentaba su decisión mirando a distancia la relación de Jimin con el alfa dorado del instituto.
Tal vez necesitaba nuevos amigos.
Aceptó la compañía de una chica que iba junto a él a clases de piano y le dio el sí a la invitación al cine del chico beta que trabajaba junto a él en la cafetería. Perseverante y con mirada de cachorro apenado insistía en buscarlo, un día había sido un poco cruel al decirle "¿Acaso tengo que inventar una forma creativa para decirte que no?".
El tierno chiquillo de sonrisa rectangular lo invitó a comer ramen otro día. Tampoco dijo que no. Le agradó saber que tocaba saxofón.
—Podríamos improvisar juntos algún día —sugirió Taehyung animado y la mejilla con comida.
Limpió con su servilleta la piel sucia. Era la costumbre, siempre lo hacía con Jimin.
Yoongi comenzaba a aceptar una a una las invitaciones. A veces sentía la nostalgia al acordarse que así eran sus panoramas con el omega más hermoso del universo, pero al mismo tiempo se decía: "él sale regularmente con Jungkook", miraba las fotos, un poco de sufrimiento gratuito no lo iba a destruir más de lo que ya estaba desde su cumpleaños dieciséis.
Solo tenía que esperar a que se cumpliera su predicción.
Y así como no le sorprendió cuando Jimin se presentó como omega, ni su aroma a caramelo, tampoco lo hizo que le contara que estaba saliendo con Jungkook.
—Lo siento, hyung —dijo apenas con un hilo de voz.
Pasó saliva por su garganta apretada, no tanto como su corazón al ver esa mirada abatida y vidriosa. Quería tanto extender los brazos y empujarlo sobre su pecho.
—¿Por qué lo sientes? Has conseguido a un buen alfa, Jiminnie.
***
Gracias por darle una oportunidad a este Omegaverse poco convencional u.u Aún falta la otra parte. (Me sentía tan insegura al momento de subirlo, no sé que estoy haciendo o bueno, sí, mientras lo escribía pensaba: qué clase de aberración al género es esta -tanto esta como otro proyecto que se gesta en borradores- ).
Ni idea si es del agrado de alguien o no, pero bueno, me gusta lo atípico y traigo un poco de eso para otras almas curiosas. Si alguien lo disfrutó como yo escribiendo >u< qué alegría.
Les mando amor uwu 💕
Pistario te adoro a montones 💛, la portada está muy hermosa.
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