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Extra


Narra Mykell

Hace cuatro años, mi vida dio un giro tan radical que aún a veces me cuesta creerlo. Cuando me casé con Esther, supe que había encontrado algo más grande que el amor; había encontrado a mi compañera de vida, la madre de nuestros hijos. Hoy, con nuestra pequeña Elyse de cuatro años correteando por la casa, el amor que compartimos se siente más profundo que nunca. A veces, me detengo solo para admirar cómo, poco a poco, hemos construido un hogar lleno de risas, complicidad y felicidad.

Esther está más hermosa que nunca. Aunque está embarazada de gemelos, se le ve radiante, como siempre. Nuestra hija Elyse juega alrededor de nosotros mientras Esther y yo nos preparamos para lo que será una tarde de celebración con la familia. Me encanta ver cómo Elyse y Esther interactúan; hay una conexión tan especial entre ellas. A veces, cuando las veo juntas, no puedo evitar recordar el primer día que vi a Esther sosteniendo a nuestra hija recién nacida. Y hoy, cuatro años después, se preparan juntas para un nuevo capítulo, con gemelos en camino.

Esther está en la sala, organizando todo mientras mi niña juega con sus juguetes, llena de energía y curiosidad. Me acerco a ella, le acaricio el cabello, y sonrío.

—¿Te sientes bien, amor? —le pregunto, observando su creciente barriga.

—Sí, solo un poco cansada—, me responde con una sonrisa, aunque sé que está disfrutando de cada momento. —Es una locura pensar que Elyse está a punto de convertirse en hermana mayor de dos bebés. La familia está creciendo.

—Sí, y no me importa lo que venga, siempre que estemos juntos. Yo me encargaré de todo lo demás—, le respondo, besándola en la frente.

Elyse, al escuchar la conversación, corre hacia nosotros con una sonrisa en su rostro, sus pequeños deditos mostrando una muñeca que ha estado acariciando.

—¡Mami, papi! ¿Cuándo vamos a salir? ¿Cuándo vamos a ver a los primos? —pregunta con la energía que solo un niño pequeño puede tener. Esther y yo reímos.

—Vamos pronto, princesa. Solo tenemos que vestirnos y hacer los últimos preparativos—, le dice Esther con suavidad. Elyse asiente rápidamente, como si entendiera perfectamente que había que apresurarse.

Nos dirigimos a nuestra habitación para cambiarnos. Aunque la casa está tranquila, en mi interior, siento una emoción creciente. Esta unión familiar, que comenzó con Esther y conmigo, ahora se ve reflejada en la hermosa familia que estamos formando. Me siento agradecido de tener a esta mujer tan increíble a mi lado, y de estar criando a nuestra pequeña, quien ya es tan dulce y llena de vida. Estoy emocionado por los gemelos que vienen en camino, por todo lo que les ofreceremos, por la familia que estamos formando.

Después de unos minutos, estamos listos. Esther se pone un hermoso vestido que resalta su embarazo, y yo me visto con un traje elegante, pero cómodo, listo para el cumpleaños de los gemelos de Azul, mis sobrinos. Cuando nos miramos en el espejo, veo cómo la belleza de mi esposa ilumina la habitación, y Elyse, feliz con su vestido de princesa, corre hacia mí para darme un abrazo.

—Papi, mío —, dice con una gran sonrisa, es muy dulce, pero posesiva con nosotros y sus abuelos.

—¡Por supuesto que sí, princesa! Estás más hermosa que nunca—, le digo, abrazándola con fuerza.

Esther, viéndonos a los dos, sonríe, llena de amor. —Estamos listos, ¿verdad? —pregunta, tomando mi mano.

—Sí—, respondo, —y este será un día muy especial.

Al llegar a la fiesta, la casa de Azul está llena de risas y de alegría. Sus gemelos, Chase y Shane, celebran su cumpleaños con una gran sonrisa en sus rostros. La música suena, los niños corren por el jardín, y las luces brillan en la tarde de verano. La familia de Esther, mis padres, los hermanos de Esther, todos están reunidos. El amor y la calidez en el aire son palpables.

Cuando entramos, varios de los presentes se acercan a saludarnos, y Esther, como siempre, los recibe con su sonrisa cálida. Yo, por mi parte, me acerco a los gemelos, quienes se lanzan hacia mí con entusiasmo, abrazándome.

—¡Tío Myke! — gritan al unísono. Mi corazón se llena de una felicidad indescriptible. Estos pequeños siempre me hacen sentir tan especial. Los abrazos con fuerza, me siento tan afortunado de ser parte de sus vidas.

—¡Feliz cumpleaños, chicos! — les digo mientras los levanto en el aire uno por uno. Elyse se une a nosotros, y juntos celebramos con una gran fotografía familiar. No hay nada más hermoso que ver a mis sobrinos y a mi hija juntos, creando recuerdos que sé que siempre serán una fuente de alegría en nuestras vidas.

Tras las felicitaciones, comenzamos a entregar los regalos. Esther me toma de la mano mientras nos acercamos a la mesa donde están los obsequios.

—¿Cuál les gustará más? — me pregunta entre risas. Yo solo la miro con amor.

—Lo que más les guste será lo que mejor les haga felices—, le respondo.

Esther, siempre tan atenta, entrega los regalos a los gemelos. La emoción en sus ojos cuando abren los paquetes es contagiosa. Elyse, mientras tanto, corre a jugar con ellos, y el sonido de sus risas inunda la casa. La fiesta está llena de vida, de calor familiar, de momentos que se quedarán grabados en nuestros corazones para siempre.

Al entrar a la casa, la calidez del lugar me envolvió, y el bullicio de la fiesta me hizo sonreír. Me sentía feliz de estar rodeado de tanta gente querida, pero había algo que captó mi atención de inmediato: Chiara. La vi a lo lejos, conversando con algunos familiares, pero en cuanto nuestras miradas se cruzaron.

Me acerqué a ella, al llegar a su lado, me detuve por un segundo, simplemente mirándola. No había cambiado en lo más mínimo. Su sonrisa, su mirada cálida y su energía única seguían siendo las mismas. Como un destello de luz en medio de todo.

—Hola, Chiara. ¿Cómo has estado? —le pregunté, mi voz llena de afecto.

Ella giró lentamente y, al escuchar mi voz, sus ojos brillaron. No pude evitar notar cómo su rostro se iluminó de inmediato.

—¡Hola! —exclamó emocionada, su voz se llenó de entusiasmo mientras se acercaba hacia mí. Sin pensarlo dos veces, me dio un abrazo. Era un abrazo cálido, genuino.

—Estoy bien —dijo, alejándose un poco para mirarme de nuevo. Su mirada era suave pero llena de vida. Esa chispa que tenía Chiara nunca se ha extinguido.

—¿Cuándo llegaste? —preguntó, observándome con esa curiosidad tan característica en ella.

Sonreí, recordando lo que me había llevado a este momento. Lo que había pasado, lo que había cambiado.

—Llegamos ayer. Tenía que estar en el cumpleaños de mis sobrinos. Me perdí un año entero de su vida, el nacimiento... pero quiero estar siempre presente en sus vidas. Además, en honor a mi, llevan mi nombre. —Le dije con una sonrisa nostálgica, dejando que mis palabras revelaran la emoción que sentía al ser parte de esos momentos importantes de la vida de mis sobrinos.

Chiara me miró con una expresión de comprensión, como si entendiera perfectamente lo que significaba para mí estar allí, celebrando con mi familia después de todo lo que había pasado. No hacía falta decir más; ella sabía.

—Vaya... me imagino lo importante que debe ser para ti. —Chiara me miró con ternura, sus ojos brillando con empatía. Sabía que en ese momento, más allá de las palabras, lo que sentíamos era un entendimiento profundo y sincero.

Le di un leve asentimiento, agradecido por su apoyo, y con una sonrisa aún más grande, le pregunté:

—¿Y tú? ¿Cómo va todo por allá? ¿Te has estado cuidando?

Chiara soltó una risa suave, y luego, con una mirada más tranquila, respondió:

—Todo va bien. Sabes, a veces es difícil, pero sigo adelante. La vida tiene sus altibajos, pero siempre trato de enfocarme en lo que realmente importa. En mi familia —Su voz tenía una calma serena, como si ya estuviera acostumbrada a lidiar con los altibajos de la vida, aunque también había una fortaleza en su tono que me impresionó.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la compañía del otro. La fiesta continuaba a nuestro alrededor, pero por un segundo, todo se detuvo. Era como si el universo nos hubiera dado ese respiro para simplemente estar presentes, uno para el otro.

Finalmente, rompí el silencio, mis palabras llenas de una verdad que no había expresado con tanta claridad en mucho tiempo:

Chiara, me alegra mucho verte. Realmente, no importa cuánto tiempo pase, siempre será un placer cuando coincidimos.

Ella me miró, su sonrisa ampliándose aún más.

—Lo mismo digo, Myke. Aunque el tiempo pase, siempre serás una de esas personas especiales en mi vida.

Nos abrazamos una vez más, y en ese instante, sentí que la amistad, la familia, y todo lo que habíamos vivido, seguía allí, intacto.

Mientras me movía por la fiesta, saludando a los familiares y amigos, mi mirada se detuvo en Mar, que estaba cerca de una mesa conversando animadamente con algunas personas. No podía evitar sonreír al verla, recordando lo que había pasado en todos estos años y cómo nuestra relación se fortaleció más.

Mar, con su elegancia natural, había cambiado de muchas maneras, pero su esencia seguía siendo la misma. Sus ojos brillaban con una luz especial, como si guardara un secreto, una chispa de misterio que nunca lograba descifrar por completo. Era difícil de explicar, pero a veces sentía que había algo en su interior que prefería mantener oculto, algo que no era evidente a simple vista. Quizás, simplemente, Mar era alguien que no necesitaba compartir todos los detalles de su vida con los demás para que ellos comprendieran cuán extraordinaria era.

Me acerqué con cautela, no queriendo interrumpir su conversación, pero al verla de cerca, algo me decía que quería hablar conmigo. No era una señal directa, pero esa intuición que siempre había tenido me dijo que este momento tenía su propio peso.

—¿Mar? —dije con suavidad, llamando su atención.

Ella me miró y su rostro se iluminó con una de esas sonrisas que nunca podían ocultar la calidez que emanaba de su ser.

—¡Myke! —respondió, abrazándome con esa espontaneidad que siempre me había caracterizado en ella.

Nos separó un par de pasos, pero la conexión siguió intacta. Los ojos de Mar brillaban con una mezcla de emoción y algo que no lograba identificar, algo que me dejaba en suspenso, como si estuviera esperando que yo le preguntara algo, algo que ni ella misma sabía si quería decir.

—¿Cómo estás? —le pregunté, curioso por su respuesta, sabiendo que había mucho más detrás de su simple gesto.

Ella me miró por un largo momento antes de contestar, como si estuviera evaluando qué compartir. Sabía que no necesitaba presionarla para que me contara, Mar siempre había sido alguien con quien se podía conversar de manera abierta, pero su misterio siempre había dejado ese espacio vacío, esa sensación de que no todo estaba a la vista.

—Estoy... bien, Myke —dijo, pero su tono no era completamente seguro, como si estuviera guardando algo en su interior. Su sonrisa era genuina, pero había algo entre líneas, un mensaje no dicho, que flotaba entre nosotros.

La verdad es que Mar siempre tenía esa capacidad de mantener a todos intrigados, no por querer ocultar algo en particular, sino porque su vida era simplemente tan compleja y fascinante que nunca podía ser completamente descifrada por quienes la rodeaban. Sabía que todo en ella estaba en constante movimiento, pero su discreción la hacía aún más fascinante.

Yo, por supuesto, ya conocía muchas de las cosas que Mar había estado atravesando. El tiempo había dejado huella en cada uno de nosotros, pero también había acercado más a las personas que realmente importaban. Sin embargo, era evidente que había algo en el aire, algo que me decía que esta vez, Mar tenía un deseo inexplicable de mantener un pequeño enigma para sí misma.

—¿Todo en orden? —insistí con una sonrisa tranquila, tratando de descifrarla mientras sentía una curiosidad que no podía evitar.

Mar vaciló por un segundo, observándome fijamente. Su mirada no decía mucho, pero en sus ojos había un destello que no pude interpretar del todo. No había duda de que algo había cambiado en ella, pero estaba claro que no estaba lista para compartirlo todo.

—Todo en su lugar... solo que algunas cosas se sienten diferentes, ya sabes. Hay momentos en los que el destino se va forjando de formas inesperadas —respondió, sus palabras cargadas de un misterio que me dejó pensando. No quería presionarla más, pero las palabras que había dicho se quedaron en el aire como una incógnita sin resolver.

Nos quedamos en silencio por un momento, pero la conexión entre nosotros seguía allí, fuerte como siempre. No necesitaba saber todos los detalles para entender que Mar estaba pasando por algo importante. En su propia manera, ella siempre encontraba la forma de mantener la magia en las conversaciones, incluso sin revelar lo que realmente estaba viviendo.

—Si alguna vez necesitas hablar... ya sabes que siempre puedes contar conmigo —le dije, mi voz profunda y sincera, porque, aunque ella no me lo pidiera, yo estaba dispuesto a estar ahí para ella.

Mar asintió, su mirada suave pero intensa.

—Gracias, Myke. Siempre es bueno saber que los hermanos no se olvidan, ¿verdad? —respondió, con un susurro en sus palabras que sentí como un pequeño recordatorio de que a veces, las historias que no se cuentan son las más poderosas.

Nos despedimos con un abrazo breve, pero significativo. Como siempre, Mar dejó esa sensación de querer saber más, de querer entender lo que realmente pasaba detrás de su mirada. Pero sabía que no podía presionar. Ella era Mar, y su manera de ser siempre me había cautivado, porque sabía que ella revelaría lo que necesitaba, cuando estuviera lista.

Me alejé de ella, pero las palabras que me había dicho seguían resonando en mi mente. "El destino se va forjando de formas inesperadas" ... ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué secreto guardaba detrás de esas palabras? Sabía que, en algún momento, Mar me lo contaría. Pero por ahora, el misterio seguía siendo suyo, y a mí solo me quedaba esperar.

La tarde avanza, y mi corazón sigue latiendo con fuerza. En este momento, mientras abrazo a mis sobrinos, miro a mi hija y a mi esposa, me doy cuenta de lo mucho que mi vida ha cambiado para mejor. Ser parte de esta familia, ser el esposo de Esther, el padre de Elyse, y pronto el de dos gemelos, es todo lo que siempre soñé. Esta unión que hemos creado es más fuerte de lo que jamás imaginé, y sé que siempre, pase lo que pase, estaremos aquí, juntos, apoyándonos unos a otros.

—Te amo, Myke. Gracias por ser el mejor padre y esposo que podría haber pedido.

Yo la abrazo y respondo: —Te amo más, Esther. Juntos somos imparables.

La familia que hemos creado, llena de amor y de esperanza, es lo que más valoro en este mundo. Y mientras nos preparamos para el próximo capítulo con los gemelos en camino, sé que nuestra historia, nuestra unión, continuará creciendo y fortaleciéndose, porque al final, todo lo que necesitamos está en cada uno de nosotros: el amor.

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