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Capítulo 6


Narra Santiago

El ruido del tráfico nocturno de Atlanta se colaba por las ventanas del departamento, mientras acomodaba las pocas pertenencias que había logrado reunir desde mi llegada. Había sido un día largo, marcado por el cansancio y el esfuerzo de adaptarme a una vida que no sentía completamente mía. Una de mis nuevas vecinas, una mujer con un aire elegante y enérgico había pasado por mi lado mientras subía las cajas, pero solo intercambiamos un educado "Hola" antes de que ella desapareciera detrás de la puerta contigua.

No lo había pensado mucho en ese momento, pero algo en ella me había resultado extrañamente familiar. La sensación era tan fugaz que la descarté como una ilusión producto de mi mente cansada.

Esa noche, el silencio se instaló en el pequeño departamento. Me recosté en el colchón improvisado en el suelo, mirando el techo mientras mi mente, siempre inquieta, empezaba a divagar.

El sueño no tardó en envolverme, pero no fue un descanso tranquilo.

Primero vinieron las sombras, nebulosas y cambiantes, acompañadas por voces susurrantes que no lograba descifrar. Luego, la imagen se aclaró. Pude visualizarme a mí mismo parado frente a un espejo grande, con un marco dorado desgastado. La habitación alrededor era lujosa, pero desordenada, como si alguien hubiera salido apresuradamente.

En el reflejo, apareció una mujer. Tenía cabello castaño, largo y rizo, cayendo como una cascada hasta su espalda. Su mirada era intensa, cargada de una mezcla de añoranza y determinación. Me giré para verla, pero no había nadie detrás de mí.

Volví a mirar el espejo, y ahí estaba otra vez, mirándome fijamente. Pero algo en sus ojos me hizo sentir un nudo en el estómago. Aunque está vez, no era un solo reflejo eran dos idénticos, pero a la vez podía notar sus diferencias, como sus ojos y color de pelo, donde una era castaña, la otra era rubia y donde se apreciaban unos ojos azules, la rubia lo tenía verdes con motas amarillas. Había una conexión que no entendía, pero era innegable.

—¿Quiénes son? —murmuró en el sueño, sintiendo el peso de las palabras como si fueran reales.

Las mujeres en el espejo no respondieron, pero su expresión cambió; un destello de sorpresa cruzó su rostro antes de que el reflejo comenzara a desvanecerse.

Desperté bruscamente, el pecho subiendo y bajando con rapidez. La habitación estaba en penumbras, y el sonido de mi respiración agitada rompía el silencio. Me levanté, encendiendo la luz tenue de la lámpara en el rincón.

Caminé hasta el pequeño baño del departamento y encendí el grifo del lavabo, dejando que el agua fría me ayudara a calmarme. Cuando levanté la vista hacia el espejo por un instante, creí ver los ojos de aquellas mujeres observándome nuevamente. Me frotó el rostro con fuerza y volví a mirar. Esta vez, solo me encontré con mi propio reflejo, agotado y desorientado.

Algo en mi pecho me decía que este no era un simple sueño. Había algo más, una verdad enterrada bajo capas de olvido, y esa mujer, quienquiera que fuese, parecía ser la llave para desentrañarlo.

A la mañana siguiente, cuando salí para explorar la ciudad, mi vecina también estaba saliendo de su departamento. Por un instante, sentí la urgencia de detenerla y hablarle, pero algo me contuvo.

Ella me miró con curiosidad, esbozó una leve sonrisa y luego se alejó, dejando tras de mí una nube de perfume suave que despertó una sensación extraña y diferente dentro de mí.

Narra Esther

La vida tiene un ritmo extraño cuando estás sola. Las horas se dilatan o pasan en un abrir y cerrar de ojos, dependiendo de si estás ocupada o atrapada en tus pensamientos. Hoy, mientras acomodo los bocetos en mi pequeño estudio, trato de concentrarme en los detalles de la nueva colección. Pero mi mente sigue volviendo a la conversación con Bryson.

"Estamos aquí para ti".

Esa frase me caló más de lo que esperaba. Siempre he sabido que mis hermanos me cuidan, a veces hasta el exceso, pero algo en su tono me recordó cuánto los extraño. Sé que están cerca, pero ahora, en mi propio espacio, la distancia se siente más grande de lo que realmente es.

Un sonido suave interrumpe mis pensamientos: alguien está tocando la pared contigua. Es el vecino nuevo. Desde que se mudó hace unos días, he escuchado sus pasos, el abrir y cerrar de puertas, pero no me he detenido a hablar ni siquiera a presentarme ante él. Ya que solo me he atrevido a observar lo suficiente para notar su aire reservado. A veces me pregunto qué lo trajo aquí. Atlanta es una ciudad de historias, y la suya, sea cual sea, debe ser interesante.

Decido concentrarme. Tomo un lápiz y me pongo a dibujar, dejando que las líneas fluyan sobre el papel. A medida que los diseños toman forma, mi respiración se calma, y las preocupaciones del día parecen disiparse.

Pero la paz no dura mucho. Mi teléfono vibra con un mensaje de Azul:

"¿Vienes a cenar mañana? Shane hará su famoso asado."

Sonrío, agradecida por la invitación. Tener amigos como ellos hace que las noches solitarias sean más llevaderas. Sin embargo, en algún momento deberé hacer algo con mi vida sentimental.

Narra Santiago

El apartamento está en calma, pero mi mente no lo está. A pesar de haber llegado a Atlanta hace unos días, siento que estoy en un limbo. El viaje fue solo el comienzo; ahora necesito respuestas.

Por la tarde, mientras desempacaba, encontré una pequeña libreta que Noah me dio antes de partir. "Escribe lo que recuerdes, por insignificante que parezca", me dijo. Hasta ahora, las páginas están casi vacías, pero esta noche, algo en mí me impulsa a abrirla y garabatear lo poco que tengo.

Unos ojos. Un espejo. Una mujer desconocida, o dos, cuya imagen no logro sacar de mi cabeza.

Apenas termino de escribir cuando un sonido del otro lado de la pared me saca de mi ensimismamiento. Es mi vecina. Puedo oírla caminando, moviendo cosas, incluso tarareando una melodía suave. Es extraño cómo esos sonidos cotidianos me reconfortan. Por alguna razón, no puedo evitar imaginar cómo será su vida, cómo es ella.

Mis pensamientos se interrumpen cuando la sensación familiar regresa. Esa presión en el pecho, como un eco de algo perdido. Cierro los ojos y me dejo llevar por el momento.

Ahí está otra vez: el reflejo en el espejo, la mujer con cabello Castaño. Pero ahora la imagen es más clara, más definida. Ella no solo está ahí; parece decir algo. Su boca se mueve, pero no logro escuchar sus palabras. Mágicamente, queda la misma silueta, sin embargo, su cabello ahora es rubio.

Cuando abro los ojos, el silencio de la habitación me golpea. Respiro profundamente, tratando de calmar mi corazón acelerado. Sé que no puedo ignorar estas imágenes. Cada vez que aparecen, siento que estoy más cerca de algo importante.

Decido salir. Necesito despejar mi mente. Atlanta está viva incluso de noche, y caminar por sus calles me da una sensación de propósito, aunque no sé exactamente qué estoy buscando.

De regreso al edificio, mientras subo las escaleras, oigo un tintineo detrás de mí. Al girar, veo a mi vecina. Lleva una bolsa de papel en una mano y una carpeta en la otra. Nuestros ojos se cruzan por primera vez, y algo en su mirada me deja sin palabras.

Siento como que sus ojos castaños claros me estuvieran hipnotizando.

—Hola, —dice con una sonrisa amistosa, rompiendo el silencio. —Tú debes ser mi nuevo vecino.

Asiento, aún impactado. ¿Qué está pasando? ¿Por qué ella me intriga tanto?

—Santiago, —respondo, tratando de mantener la compostura mientras le ofrezco mi mano.

—Esther, —dice ella, estrechándola brevemente.

Su toque es cálido, y por un instante, me siento conectado a algo que no puedo explicar.

—Bueno, bienvenido al edificio, Santiago. Si necesitas algo, no dudes en llamar. Estoy justo al lado.

Asiento de nuevo, viendo cómo se aleja hacia su puerta. Algo dentro de mí me impulsa a saber más de ella.

Al entrar a mi apartamento, cierro la puerta y me dejo caer en el sillón, con el corazón latiendo con fuerza. Por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy en el lugar correcto, aunque las respuestas aún sean un misterio.

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