No te fies
Un día comprando, conocí a un chico de nuestra edad, se llamaba John. Empezamos a hablar y poco a poco y con el tiempo, nos hicimos amigos.
Volviendo a casa un día, en el bosque, me encontré con John y me pidió que le enseñara algún conjuro. No quería hacerlo, pero cedí a su insistencia y le enseñé una cosa muy básica.
En el momento que le enseñé, me di cuenta que había cometido un grave error. Le supliqué que me guardara el secreto, que nadie podía de lo que sabíamos hacer.
Al volver a casa, encontré a mi hermana que estaba enfadada conmigo por haberla dejado sola porque tenía ganas de estar conmigo.
Le expliqué lo que había pasado con el pequeño conjuro y todavía se enfadó más. Me dijo que desconfiaba de John, que no podíamos confiar en nadie en temas de magia.
Entendía que me había equivocado, no lo tendría que haber hecho, la abuela nos lo había dejado siempre muy claro. ¡Era por nuestra seguridad!
Aun así, continué encontrándome con John, y como era de esperar, la relación con mi hermana no mejoraba, continuaba enfadada conmigo.
Después de muchos intentos parecía que mi hermana me había perdonado y volvíamos a estar más ratos juntos.
Intenté explicarle que John era buena persona, que ya hacía tiempo que lo conocíamos y que no había dicho nada a nadie, ni había vuelto a hablar. Parece que quedó un poco convencida y, poco a poco, empezamos a pasar ratos los tres, paseando, charlando, cogiendo flores, mirando las nubes....
Pasado un tiempo, mientras las dos buscábamos plantas por algunos remedios, una apariencia extraña, como una sombra negra, apareció de la nada, cuchicheando palabras sin sentido. Las dos nos quedamos quietas, intentando averiguar que decía aquella cosa, creo que no se podría denominar de otro modo. No teníamos ni idea que estaba diciendo, así que volvimos a casa, asustadas. Durante el camino sentimos un ruido a los arbustos, pero no le dimos demasiada importancia porque podría ser algún animalito del bosque.
Cuando llegamos a casa, la abuela estaba removiendo un caldero lleno de agua mientras nosotras, todavía un poco asustadas, íbamos ayudándola a preparar las hierbas para el agua.
La abuela lo notó, pero no nos preguntó nada porque ya lo debía de ver en alguna predicción. Lo único que nos pidió fue si alguien nos había visto. Nosotros dijimos que no y fuimos a dormir sin pensar más.
¡Hola peña!
Este es el capítulo donde la amistad fluye pero de forma repentina.
¿Qué creéis que se esconde detrás de ese arbusto?
¡Adiós peña!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro