Capítulo III: Mi Compañera
El resplandeciente cuerpo etéreo de una mujer de ojos completamente negros levitaba en el espacio. A Lili se le hizo familiar aquel rostro de facciones elegantes, pero, ¿de dónde iba ella a conocer a una bruja?
―Es un placer para mí darte la bienvenida a Salem, querida Lili ―habló con voz profunda la mujer flotante―. Eres nuestra invitada de honor y espero sea placentera tu estadía. Yo, Brina, fui quien te trajo aquí.
Lili estaba un poco intimidada, no sabía cómo, pero podía notar que Brina era muy poderosa. Se sintió rara al atraparse asimilando toda esa locura.
«Mis abuelas estarían encantadas de escuchar esta historia» pensó melancólica.
Por primera vez desde que había llegado a ese mundo, sintió que la realidad le golpeaba los sentidos, estaba sola en un sitio desconocido y peligroso. Tenía que hallar la manera de volver.
A su lado, la chica de cabellos rubios se acercó, le puso la mano en el hombro y le sonrió, parecía querer darle apoyo. La morena de hebras encaracoladas tomó valor para enfrentarse a su captora gracias al toque amable.
―Soy solo una rehén ―dijo al fin.
―Es cierto que no pedimos tu consentimiento ―admitió Brina enrollándose un mechón castaño―, pero sabíamos que no nos creerías. Estamos desesperadas. Los humanos ignorantes condenan indiscriminadamente a todo el que sepa usar magia. Si continúan los rastros de las brujas, nos van a exterminar.
―Entiendo, pero quiero saber una cosa: ¿Existe alguna posibilidad de volver a mi mundo? ―insistió la ojiverde.
―Sí ―afirmó la proyección de Brina―, pero lamento decirte que se requirió una magia muy poderosa para invocarte y solo un sacrificio de igual magnitud puede desencadenar tu retorno. Cumple tu propósito y encontrarás tu camino.
La ilusión desapreció tras decir esas palabras y Lili cayó de rodillas en el piso y comenzó a llorar.
―Aprenderás hechicería para que cuando llegue el momento, sepas que hacer ―dijo la bruja colorada.
―Maestras, por favor, no sean tan duras con ella ―pidió Aby.
―Cada segundo que perdemos el Asesino Implacable se acerca más ―argumentó la anciana pausadamente― no podemos esperar.
―Denme una semana para enseñarle como funciona nuestro mundo, es mucho que asimilar.
―Tienes un día ―dictó la bruja tatuada, y se marchó.
Lili estaba muy molesta, esos desconocidos la habían secuestrado y ahora querían involucrarla en su lucha. No podía permitir que unas extrañas la vieran llorando. Huyó a toda prisa pasando frente a Aby. Cuando estuvo lo suficientemente lejos se sentó en un tronco caído y comenzó a llorar con más fuerza.
Quería esconderse en su cama, abrazar a sus padres, desahogarse con sus abuelas y oírlas discutir una vez más. Se odiaba por irse de su propia fiesta de cumpleaños, era fin de semana, ni siquiera tenía que ir a la escuela.
―Hola, ¿me puedo sentar contigo? ―dijo una voz cantarina interrumpiendo sus pensamientos.
Lili asintió con la cabeza, y la pálida muchacha de flores en el cabello, se sentó de espaldas a ella.
―Cuando me siento triste no me gusta que otros me vean, pero a la vez no quiero estar sola ―dijo la joven bruja―. Así que pensé que si te hacía compañía te sentirías mejor, y si me pongo de espaldas no te veré llorar.
Lili agradecía la compañía de la muchacha, supuso que tendría su misma edad. Se limpió la nariz con la blusa y susurró:
―Lo siento Aby... gracias por intentar animarme.
―Cuando te alejan de tu casa y de tu familia te sientes temerosa y frustrada ―dijo la muchacha―. Es como si te arrancaran un brazo, tienes la sensación de que aún está contigo, aunque sabes que no lo tendrás de vuelta.
Lili sintió que la chica hablaba de ella misma.
―Pero... no es tu caso, tú volverás, eso es seguro ―balbuceó Aby nerviosa.
― ¿Cómo supiste donde estaba? ―preguntó Lili cambiando de tema.
―El bosque me lo mostró ―dijo Aby entusiasmada―. Soy una bruja de las hadas, y velo por la vida natural y la armonía.
―Creía que las brujas y las hadas no tenían nada que ver.
―Alguna vez fuimos hasta enemigas ―reconoció la de ojos marrones― pero desde que los humanos le declararon la guerra a toda la magia, el mundo mágico se unió. Además, tenemos más cosas en común de las que nos dividen, somos como dos mariposas de diferentes colores.
Ambas se quedaron en silencio. Lili sintió el aroma a vida que desprendía el hada. Se acomodó los espejuelos redondos para visualizar mejor el dorso delicado de Aby. Lo que había creído que eran adornos del vestido, realmente eran alas que salían de su piel. A cada momento que pasaba con la chica quedaba más fascinada.
― ¿Quieres comer algo? ―preguntó Aby.
La rellenita morena aceptó la invitación con gusto y siguió a su compañera hasta una mata cercana a un lago, que estaba llenita de albaricoques de vivos colores. Sin previo aviso, Aby desplegó sus hermosas extensiones transparentes y voló hasta la copa para alcanzar los más jugosos.
Ambas comieron con apetito las dulces frutas a la sombra del albaricoquero, estaban medio dormidas cuando sintieron los berridos de un animal que pedía ayuda. La primera en incorporarse fue la rubia de largos cabellos, que salió disparada hacia el sonido.
Un cervatillo, pataleaba para no hundirse en el extremo este del lago, su madre se veía desesperada en la orilla.
La maga se lanzó al agua para tratar de salvar al pequeño, pero sus movimientos nerviosos provocaron que ella también entrara al lago. Lili había corrido hasta el barullo y cuando vio que Aby no sabía nadar, le tiró un tronco y se zambulló para intentar salvarlos a ambos.
Para la suerte de todos, Lili era una excelente nadadora, al fin y al cabo había crecido en una isla. Con algo de esfuerzo logró sacarlos.
Después de recuperarse del susto, el hada sacó su sapito y le pidió que las llevara a casa. Allí se dieron un baño de agua tibia y se pusieron ropa seca. Pasaron el resto de la tarde conociéndose mejor. Ambas se acostaron en la misma cama, y se pusieron a contar historias. Cuando llegó la noche, otra vez Lili fue atacada por la nostalgia.
―No te preocupes, no te dejaré sola ―trató de calmarla Aby―. Yo seré tu compañera, palabra de bruja.
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