Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

29- ∆ La Fin ∆

-29-

∆ La Fin ∆

«... I'll let Him take accountability
For everything that's wrong with me
Can't hold myself responsible
So I blame the metaphysical ...»
«... Same hands that made the moon and the stars
Got carpal tunnel and forgot some parts
I don't know what I believe
But it's easier to think
He made a mistake with me.»

«Le dejaré tomar responsabilidad
Por todo lo que está mal conmigo.
No puedo mantenerme responsable
Así que culpo a la metafísica»
«Las mismas manos que hicieron la luna y las estrellas.
Tengo túnel carpiano y olvidé algunas partes.
No se que creo
Pero es más fácil pensar
Él cometió un error conmigo »

—XAVIER—
—BROWNBEAR—

Todos somos un iceberg.

Oscuros, misteriosos, peligrosos...

Quiero pensar que quizás no literalmente.

Nuestra superficie es inofensiva, pero nuestra profundidad es un riesgo para cualquiera que se le ocurra pasar la primera barrera. O la segunda... O la tercera. Un paso en falso, y ya estarás hasta el cuello de una oscuridad que no es tuya.

Lo sé por qué fui ese terco.

Caminé de la mano en la oscuridad de mi esposa. Y sumada con la mía, me siento a prueba de balas.

Jenn y yo hemos llevado una historia muy complicada. Hemos caído, nos hemos levantado, hemos vuelto a caer, pero todo esto lo hemos hecho tomados de las manos. Estamos juntos bajo la tormenta desde que nosotros la causamos.

Yo nunca dejaría que ella se enfrente a algo sola. Con todo lo que ha pasado, nunca la dejaría sola. Pero jamás pensé que ella estuviera pensando en dejarme a mí.

Y eso me dolía.

Jennary no me debe absolutamente nada, puede irse de mi vida cuando se le dé la gana, y eso me está rompiendo; no sé cómo hacer para ella se quede.

La quiero conmigo, y toda la vida voy a querer eso. Pero si ella no quiere, tendré que aceptarlo.

Me pasé por los pasillos de la casa mirando mi teléfono, esperando que ella tuviera tiempo para responder mis buenas tarde. Aquí es de madrugada pero supongo que allá ya es por la tarde. No iba a armarle un escándalo sin saber realmente si lo que Karter dijo era real, o ella estaba bromeando cuando lo dijo. O estaba ebria. Enojada. Malhumorada.

¿Realmente iba a abandonarme?

Sacudí mis pensamientos, mientras me dirigía a mi "guarida secreta" a tratar de pensar en alguna otra cosa que no fuera mi matrimonio y la horrible figura paternal que soy para mi hijo.

Entre a la bodega "abandonada" que usaba como estudio de arte. La tenue luz que provenía de las lámparas decoradas con botellas de vino era lo único que iluminaban los últimos cuadros que hice recientemente y los cuadros que había hecho hace meses, incluso años.

Karter, o cualquier persona, podría asumir que el lugar donde paso mayor tiempo es mi oficina pero, en realidad, paso mucho más tiempo en esta vieja bodega que en cualquier otro lugar. Pero en realidad no tenía mucho que hacer aquí, más que extrañar a Jennary.

Busque entre mis cosas una de las libretas de dibujo que tenía comenzada. Estaba prácticando dibujar flores, ya que Kamala me pidió un cuadro de flores azules,  pensé que un cuadro de lirios de agua se vería lindo en su cuarto.

Después de haber estado cuidando de ambos en hospital olvide lo fácil que es hablar con los niños. Los niños son como las flores, necesitan cuidados para crecer bonitos. Pero los adultos se empeñan en tratarlos como cactus. Y hay una diferencia abismal entre una flor y un cactus.

Hasta yo cometí ese error con mi retoño.

Quiero cuidarlo, cuidarlo y ponerlo en su propio terrario como alguna vez quise hacerlo cuando los mocosos de la cuadra lo molestaban.

Pero ya no encuentro la manera.

Él ya me odia.

Me puse triste y dibuje líneas. Busque cervezas de jengibre en mi mini nevera. Pero no encontré ninguna. Así que me levanté y fui a la cocina.

Las luces se miraban encendidas cuando baje las escaleras. Una vez en la planta baja me contre con las luces de la cocina encendidas, me pareció raro que nadie estuviera ahí. O eso creía hasta que escuché ruidos extraños.

Frederick estaba ahí. Tirado en el suelo en posición fetal, perdido en sus pensamientos, sus manos temblaban y sudaba demasiado. Al lado estaban sus medicamentos de la ansiedad.

Mis alarmas se encendieron y me tire al piso con él. Lo jale a mí, haciendo que su espalda pegará con mi pecho y lo abracé.

—Estoy contigo, Fred —Le hablé lentamente para que pudiera entenderme. —. Estás bien, hermano, estás bien.

Balbuceaba algunas cosas que no podía entender por qué su respiración iba muy rápido. Podía sentir los temblores de su cuerpo contra mi pecho.

—Xav- Xavi...er —Escuche decir entre sollozos y bocanadas de aire.

—Estás bien. Cuenta hasta tres. Respira.

Balanceé nuestros cuerpos como un bebé para que empezará a tranquilizarse. Apoyó su frente en mi brazo, también lo tomaba con fuerza, mientras contaba hasta tres inhalando y exhalando.

Pegué mi mejilla a la parte alta de su espada. Tratando de escuchar si su respiración se estaba regulando o empeorando. Me sentí aliviando cuando fue lo segundo.

Volvió a la normalidad después de unos minutos. Seguí acariciando sus brazos hasta que pudiera sentirlo del todo tranquilo. Sin decir ninguna palabra, se quitó de dónde estaba sentado y gateo hasta la otra punta de la cocina. Pegó su espalada a la mini puerta de la alacena, son los ojos cerrados tratando de relajarse.

El cuello le sudaba, sus mejillas estaban húmedas de las lágrimas y el pelo le pegaba a la frente de lo sudado que estaba. Yo estiré mis piernas, mis pies pegaron levemente con los suyos pero ni le imnutaron.

Para ambos resultaba incómodo ésto.

Somos dos adultos. Tenemos hijos.

Además, no era habitual que hicieramos algo así.

Vernos llorar. Abrazarnos.

Siempre estaba para ayudarlo cuando sus crisis nerviosas aparecían. Hacía lo mismo que acabamos de hacer hace unos minutos, y cuando se mejoraba simplemente se iba.

Quizás no teníamos la suficiente confianza como para vernos vulnerables mutuamente. Pero seguimos siendo hermanos.

—Gracias. —Lo escuché hablar.

—De nada. —Le conteste, sin moverme.

Abrió la mini reserva de vinos que estaba convenientemente a un lado de él. Me pasó uno para mí. Supe que solo era para mí ya que él era lo suficientemente correcto para no tomar medicamentos y alcohol.

Destape la botella con el saca corchos de mi navaja suiza y le di un trago.

—Kamala quiere un cuatro de flores azules para su cuarto. —Le platique para distraerlo.

—Quiero darle toda la custodia de Kamala a Julia.

El frío y el miedo en sus ojos me preocuparon, realmente lo hicieron.

—¿Por qué?

Rió amargamente. —¿Estás consciente de cómo veo? Soy un asco.

No sabía cómo reaccionar a eso. —Eres un buen padre.

—No puedo cuidar de ella, cuidándome a mí.

Comprendía el punto, pero no sabía que decirle. Simplemente me quedé callado, bebiendo mi vino y verlo quemar su cabeza con esos nefastos pensamientos.

Frederick era así. Pensaba mucho las cosas y cuando notaba que alguien se preocupaba por él, fingía estar bien. No le gustaba preocupar a los demás.

Mamá lo cuidaba demasiado.

Quizás...

Lo amaba demasiado.

Más que Emily. Más que a mí.

O eso nos hicieron creer.

Deje la botella a la mitad. No quería quemarme el estómago antes de dormir. O quedarme dormido y no poder hablar con Jenn.

Volví a ver a Frederick, su mirada perdida en la nada, quizás llegaba a dar miedo ya que parecía un zombie. Yo me preocupaba por él. Lo quería, aunque no lo pareciera.

La verdad es que quiero a mi familia, aunque nunca lo parece.

El azul de sus ojos llega a verme.

—Xavier... ¿Puedo contarte algo personal?

Me alcé de hombros. —¿Te sientes cómodo haciéndolo?

Él negó con la cabeza. —Necesito decírtelo, aunque sé que vas a odiarme.

—Dilo ahora entonces.

—Besé a Jennary.

Pum, pum...

... todo cobró sentido.

Apreté la mandíbula, la ira corriendo por mis venas, impidiéndome pensar como una persona, si no como un animal.

—Yo la amo... Y, ella podría... Amarme a mí.

Me levanté, muy enojado. Tal vez creyó que iba a golpearlo, aunque ganas no me faltaban. Le tiré la botella a un lado de él. El miedo se reflejo en sus ojos, lo aterrado que estaba se veía en su respiración. Y muy probablemente, mis putas ganas de matarlo se veían en la mía.

—Muérete, Frederick. Y pudrete en el infierno.

____________________________
— KARTER —
— BROWNBEAR —


El verano había acabado.

Y con él, probablemente, mi vida.

Llevábamos una semana de luto.

Hoy era mi primer día de escuela después de las vacaciones de verano. Y sin duda alguna, estaba siendo un completo desastre.

Mi uniforme era un desastre, mi cabello desordenado involuntariamente, las ojeras debajo de mis ojos dándome el más puro aire demacrado. Todo en mí estaba haciendo un completo desastre. Sin embargo, las arrugas en mi corbata no eran mi único problema.

Hubiera sido lindo que eso fuera mi único problema.

Estaba entrando en crisis. No sabía si por la depresión o los narcóticos... ¿Drogas?

Las manos no dejaban de sudar y sentía a mi cuerpo colapsar. Sino si cada uno de mis nervios fuera apagándose poco a poco.

Podría caer desmayado aquí mismo. Me sentía tan mal que hasta morir sonaba como una opción.

Probablemente iba a caer desmayado en medio de alguna clase. Probablemente por sueño gracias a mi insomnio, tal vez los bajones de dopamina, o por qué es la hora de que la tierra de separé y Hades me arrastre al inframundo.

A esta pequeña cajita de la tristeza, la llamaba "Habitación de pánico". Por qué realmente era eso. Se sentía como un ataque pánico, pero quizás no tan severo. Me sentía encerrado. Encerrado y apretado en una pequeña caja, tan pequeña que ni siquiera era capaz de dejarme respirar.

Es un simple...

No estoy bien.

— ¿Estás bien? —Me pregunta Zara.

La veo, y su preocupación es evidente. Sus ojos esperando una respuesta positiva, pero ella en el fondo sabía que aunque le dijera un simple "Sí", iba a ser mentira.

Odiaba que me conociera tan bien. No podía fingir que como me sentí cuando los ojos de Zara me escaneaban buscando algún problema en mí.

— Estoy genial.

Ella frunce el ceño.

— ¿Entonces por qué no estás escribiendo nada?

Mire el lápiz sobre nuestra mesa. Trate de tomarlo con la mano y escribir. Pero los químicos habían alterado mis nervios, no podía ni siquiera tomarlo entre mis manos. Era completamente complicado. El lápiz me delataba. No podía tomarlo sin temblar al hacerlo. Ni siquiera podía sostenerlo sin parecer un terremoto humano.

Mis manos, mi piel, todo en mí empezaba a transpirar, o realmente, llevaban haciéndolo un buen rato.

¿Cómo le explicó a mi mejor amiga que estoy muy intoxicado? ¿Cómo le explicó que combine narcóticos y licor, sin parecer que quiero matarme?

— Zara...

— ¿Sí?

Respiré, aunque no podía del todo. Con Ángela y Marcus al frente y Chase al lado. Debía hablar bajo para no alarmarlos a ellos también.

Todo esto iba a ser un maldito desastre si ellos me escucharan hablar sobre lo que diré.

—Estoy Dro-ga-do. —Dije, lentamente. Preparándonos para su reacción.

Torció la boca desaprobando lo que acabo de decirle, vi en sus ojos la decepción. Y fue esa misma decepción la encargada de ahuecarme el corazón, agrietando todo a su paso, haciéndome sentir vacío por dentro. Tomo mi cuaderno y empezó a escribir por mí. Mientras tanto salí para ir al baño.

Y allí me quedé, hasta que todas las clases habían acabado.

Me quedé en el silencio ensordecedor de un cubículo solitario. Lo único que escuchaba era la bomba de tiempo en medio de mi pecho. Los medicamentos, más las bebidas alcohólicas y energéticas habían alterado el ritmo natural de mis latidos. Podía escucharlo golpear mi pecho con fuerza, como si quisiera salir corriendo por ahí a buscar algún doctor, o alguien que realmente pueda ayudarle.

Mi piel se hacía liquidación entre la tela de mi uniforme escolar. Sentí unas asquerosas ganas de vomitar todo lo que traída dentro, que en resumidas cuentas eran un vaso de leche y dos galletas de chocolate desde ayer, o desde hace un par de días.

La verdad, no estoy tan seguro de vomitar algo si no he comido absolutamente nada en lo que lleva de la semana.

La imagen del cuerpo de mi tío Frederick colgando en su oficina no deja de retumbar en mi cabeza, y lo peor es que solo en un invento de mi imaginación. No dejó de evitar pensar en lo que yo hubiera hecho para salvarlo, para ayudarlo en lo que sea que lo estuviera afectando.

Salí del baño, ya cuando no quedaba ninguna alma en los pasillos de la escuela. El tiempo y el espacio no circulaban en mi cuarto de pánico. Cuando salí hasta el estacionamiento de la academia me la pensé dos veces en conducir en mi estado, lo más responsable que podía hacer era no hacerlo, así que no lo hice. Tome un taxi hasta llegar a casa.

O lo que quedaba de ella.

Cuando entre, no había nada más que silencio. Silencio crudo y absoluto. Cualquiera podía pensar que no había nadie, pero todos estaban en sus habitaciones llevando el duelo como podía.

Sonaría cobarde de mi parte, pero necesito a mi mamá. Necesito que ella me abrace, besé me cabeza y me diga que vamos a estar bien.

Pero sin ella aquí, me siento totalmente desprotegido.

Subí las largas escaleras, casado, aturdido, muerto. La casa que amaba tanto se había vuelto la maldita jaula en la que se encierran conmigo mis propias pesadillas. No solo mis pesadillas, si no también mis ganas de desaparecer por completo.

Mi camino se desvió inconscientemente donde mi padre. Exactamente, a su oficina. Estaba ahí sentado, viendo su trago de tequila. Llegó un momento en donde se percató de mi presencia pero solo encontré disgusto en su mirada.

—No tengo ganas de verte, Karter. ¿Qué se te ofrece para que te largues?

Raspé la madera del suelo con la punta de mi desgastado Conver azul. Aún no me había recuperado de mi crisis, así que mi pie temblaba un poco.

—Yo... Yo no quiero estar solo.

Se tomó su trago de golpe, se levantó del escritorio y desanudo su corbata.

—Estoy tan harto de ti... —Comenzó— Era mejor que tú nunca hubieras existido, ojalá nunca hubieras sido mi hijo, porque no mereces ser un Brownbear...

No sabía cómo reaccionar a eso. Sabía que era un error venir a refugiarme con él. Y aun así lo hice. Estaba a punto de irme hasta que sentí sus nudillos impactando en la mejilla, hubiera caído al suelo de no ser porque me tomo de la camiseta. La parte posterior de la cabeza me chocó contra la pared.

— ¡Jodete! —Otro golpe— ¡Púdrete en el infierno y deja de joderme! —Otro más— ¡Te odio con todas mis fuerzas Xavier Brownbear!

Xavier Brownbear.

En el momento en el que escucha que su nombre sale de sus labios me mira con los ojos bien abiertos. Me mira. Sus ojos ya no transmiten frialdad u odio, solo puedo ver el miedo.

No sé en qué momento empecé a llorar. Sentí el calor de mis lágrimas quemar la piel fría de mis mejillas. Sentía que no podía parara, solo lloraba y lloraba sin detenerme. Puso sus pulgares debajo de mis ojos y limpió las lágrimas que había.

— Perdón, perdón, perdón... —Trato de consolarme pegándome a su pecho.

Casi tendidos en el suelo nos parecíamos a la pintura de Iván, el terrible; y su hijo. Más que cualquier otro retrato padre-hijo que se han hecho a lo largo de la historia.

No lo entendía, y probablemente, él nunca me iba a entender a mí. Probablemente me aborrecía, aunque yo no lo hacía. Quizás él nunca me amo y siempre me detesto.

Yo no podía dejar de llorar, era un río al que le habían quitado su represa. La sangre de mi nariz no dejaba de brotar, me escurría hasta el mentón, pero también habían llegado hasta la camisa blanca de mi padre en sus intentos de remendar su ataque. Mis manos y las suyas estaban llenas de sangre, Mi sangre.

Tres aplausos sarcásticos se escucharon en el aire, entre mis quejidos y los jadeos del hombre que me sostenía. Franklin nos miró con repulsión. Su camisa blanca estaba cubierta, supongo, que de vino tinto. Por alguna razón su cabeza me daba la ilusión de estar lastimada.

— Los eslabones débiles de la familia. —Se le escucho hablar al tan repugnante ser— Que patéticos que se ven ambos.

— Franklin, no estamos para tus mierdas, vete de aquí. —Le dijo Xavier, poniéndonos a ambos de pie.

— ¿Qué pasa Xavier? ¿Vas a llorar al igual que el maricon de tu hijo?

— Dices una puta palabras más y te reviento la jodida boca Franklin.

— Wow, al fin te pusiste los pantalones y hablas como todo un hombre adulto. Lástima, no sirve de nada por qué hiciste a Karter tan débil como tú. Los dos me dan tanta lástima.

Xavier no se aguantó más y me soltó, para darle un puñetazo; Franklin se lo devolvió y Xavier contraataco. No sé en qué momento se me ocurrió huir de ahí.

Franklin, de mis tíos en menos favorito, se sostuvo la mandíbula, tenía el labio ensangrentado y una cara de infierno. Me limpie las lágrimas con seriedad, para que él se diera cuenta que no le tenía el mínimo de miedo.

— Tú no eres más que una vergüenza para ésta familia. — Me señalo— Me avergüenza ser tu familiar, me avergüenza que lleves la misma sangre que corre por mis venas. Hubiera preferido que fueras tú el que murió ese día. Al igual que tu padre, Eres un fracaso, Karter. Ninguno de ustedes merece ser un Brownbear. Eres muy débil para ser un Brownbear. Nosotros no lloramos como maricas. No eres ni parecido a nosotros. Eres igual de escoria que tu padre.

Mi padre le tiro el vaso de cristal cerca de él.

Con miedo, corrí hasta mi habitación y tomé una mochila para poner algunas cosas importantes como ropa y dinero. En cuestión de segundos la oficina de mi padre estaba llena de gente discutiendo. Los deje pasar por alto y me salí de la casa tan rápido como entre.

El primer lugar donde podía quedarme a dormir esa noche era en la academia. No tendría problema en quedarme ahí, además de que nadie iba a notarme. Volví a tomar un taxi para ir hasta allá.

Ya en el taxi, me sentí un poco más tranquilo, O no del todo. Las manos aun me temblaban. No me percate que la nariz me seguía sangrando hasta que 4 grandes gotas mancharon el beige de mi pantalón escolar. De la pequeña bolsa de mi mochila saque un pañuelo de tela y me limpie. El conductor me miro como si estuviese loco. Quizás lucia como un loco. Pero él no me podía juzgar por eso.

Me baje del auto y pague por los servicios. Me sentía invisible al caminar y que nadie le importara mi presencia. Eso era lo que quería, Que a nadie le importara que yo estuviera muriendo. No necesitaba su lastima, o su ayuda. Quería estar en el olvido unos minutos. Quería ser casi imperceptible, como para deambular como un fantasma por los pasillos de las habitaciones. Antes de llegar a la que me correspondía, pude notar que Ángela, Chase, Marcus y Zara estaban en la puerta. Quizás llevaban tiempo ahí, pero no estaba seguro.

— Hola, Karter. —Ángela es la primera en acercárseme para razonar conmigo.

— ¿Qué hacen aquí? —Los interrogó tajante a la espera de que los 4 se fueran.

Marcus se acerca lentamente, yo retrocedo con un poco de desconfianza.

— Zara nos dijo lo que te sucedió. —Habla el chico— Venimos a ayudarte.

— No necesito su ayuda, —Gruño— Solo estoy cansado.

— Karter, podemos apoyarte en lo que sea. Por favor, déjanos hacerlo. —Zara me ofrece su mano, pero yo solo vuelvo a retroceder.

Que ellos estuvieran aquí hacia las cosas peor. Me sentía acorralado, y a mí no me gusta sentirme acorralado. Su intervención era como grilletes en mis tobillos y muñecas.

Chase se me acerca.

Mi respiración se acelera porque él es el puto caballo de Troya. Él tenía el arma secreta para ponerme en la horca y arrojarme con la soga al cuello. Chase era la maldita María Antonieta y en un segundo sus órdenes harían que cortaran la cabeza.

No sabía, si él sabia, que yo sabía que tenía el poder absoluto de mi destrucción.

Zara no iba a amenazarme con lo de Ángela, ella era muy leal como para escoger un bando. Por otro lado, a Chase se le olvidaría por completo el hecho de que remotamente nos considerábamos amigos.

El rubio me ofreció su mano, pero sus ojos lo hacían ver como si fuera un pacto con Le diable.

— Karter, se humilde una vez en tu vida. —Chase me ofrece su mano.

Y yo la golpeo.

Me mira indignad, mientras yo le sostengo la mirada lo mejor que puedo.

— Eres la maldita mierda más desagradecida que conozco.

Esas simples palabras provenientes de Chase hicieron que todo se fuera por un tubo. Lo me pude contener y me abalance sobre él para golpearlo. Sentí los huesos de su rostro bajo mis nudillos, lastimándome un poco. Pero ni siquiera el dolor me hacía detener del ataque. Su puño llego hasta mi mejilla y quizás en otras partes de mi boca.

Me reincorpore para contraatacar, pero Ángela se puso enfrente de Chase impidiendo que le volviera a partir la cara. Marcus me tomo de los brazos poniéndolos detrás de mi espalda, impidiéndome la movilidad. Rápidamente la boca se me lleno de sangre.

Forcejeo con el agarre de Marcus.

— Déjame, Marcus, no te preocupes por mí.

La irónica risa del rubio se escucha por todo el lugar, todos lo volteamos a ver.

— Eres un hijo de puta tan descarado. —Salta Chase detrás de Ángela. —Te follaste a su crush. La chica de tu mejor amigo, ¿Y le pides que no se preocupe por ti?

Las manos de Marcus dejaron de sostenerme, ya no tenía ira, ahora me invadía el miedo. Marcus se puso frete a mí, me miro con confusión y, quizás, decepción. Miro a Ángela y se nota enfadada con Chase.

En ese momento todo a mí alrededor toma todo el sentido. Los pómulos heridos de Chase, el sabor sangriento en mi boca, mis puños amoratados.

El doctor Jenkyll había desaparecido, en su lugar, solo quedaba Mr. Hyde. Me había convertido en un monstruo, pero no uno como el de Mary Shelley, uno digno de Lovecraft, salido de las pesadillas de Stephen King.

— ¿Eso es cierto, Karter? —Me pregunto lentamente tratando de procesar todo.

— Marcus, puedo explicártelo. — Ahora yo intento razonar con él.

A diferencia que con Chase, no quiero golpear a Marcus.

— Vamos Karter, cuéntanos desde cuando Ángela y tu están follando. —La lengua viperina de Chase solo llena un charco de veneno.

— Chase, ¿Puedes cerrar la boca? No es hora para que hablemos de eso. —Ángela interviene.

— Ángela tiene razón. —Zara se pone entre nosotros.

— Se me olvido que antes de todos nosotros, siempre va a estar Karter.

No sé en qué momento los cuatro empezaron a discutir, así que aproveche a huir. Di media vuelta y busque la salida, use las escaleras contra incendios para escapar aún más rápido. Era tan tarde que ya era toque de queda, tuve que saltarme algunas mallas para poder salir de la academia. Rasgue una de las mangas en mi camiseta blanca —O media blanca sin contar las manchas de sangre en ella— Además de haber destrozado parte de mis zapatos.

A pesar de que correr con Converse no es para nada cómodo, agradezco no estar corriendo con zapatillas, si no iría más lento de lo que ya voy.

Lo sé, soy un loco corriendo con un uniforme escolar salido de alguna masacre. Soy un puto desastre corriendo por su vida.

Ya había salido de los alrededores de la Westbrook, ahora necesitare otro taxi para llegar a algún hotel más o menos accesible.

Camine por la orilla de la carretera, y no pasaba ningún maldito auto de servicio. Ajuste más fuerte las correas de mi mochila para sentirme un poco acompañado. El teléfono me rentaba de llamadas y mensajes, así que tome la responsable decisión de pagarlo.

Un auto paso un poco lento, y antes de que me sintiera víctima de secuestro o violación, bajo la ventanilla. Mire a una rubia de ojos grises dentro del coche.

— ¿Karter?

— ¿Apple?

Bajo la velocidad del auto. Yo pare de caminar cuando ella lo hizo.

— ¿Vas a alguna parte? —Sus ojos plata me vieron de pies a cabeza— No iras muy lejos con Converse.

Abrí la puerta del auto, puse la mochila sobre mi regazo y me subí al auto.

— Ni me lo digas. —Suspire cansado.

Arranco el auto, del arrancón casi morimos en el intento. Mechones de cabello salieron hacia su cara, mientras yo sentí mi cara pegada al parabrisas.

— Lo siento, —Se disculpó— tengo licencia pero nunca la uso.

— Mantennos vivos y completos.

— Y, bien, ¿Dónde vas?

Pensé en que decirle. Era la novia de mi tía y habíamos hablado un par de veces a fondo, quizás comenzar con un "Estoy huyendo de casa" la pueda asustar.

— ¿Podemos pasar por un 7eleven? —Le pregunte, evadiendo a toda costa una respuesta seria.

Ella no dijo nada. Compramos unas sodas y dos Hot dogs, yo compre unas monsters y unos cigarrillos. Volvimos al auto y comimos ahí.

— Entonces, —Habla, curiosa— ¿Vas a alguna parte?

Suspire, arriesgándome a contestarle.

— Llévame a un hotel.

— ¿Estas huyendo de alguien? —Note el tono serio y preocupado en su voz— ¿Por eso estas tan golpeado?

Junte mis dedos en mi regazo.

— No quiero hablar de eso.

— Okey, está bien.

Mire a mí alrededor. No lo había notado, pero habían maletas en los asientos traseros.

— ¿Vas a alguna parte? —Use sus palabras contra ella— ¿Estas huyendo de alguien? No llegaras muy lejos con pijama. —Pensé mejor mi pregunta— ¿Estas huyendo de Emily?

Ella se tensó, apretó el volante y mejoro su postura.

— No quiero hablar de eso. —Se giró a verme, muy seria tanto que me dio miedo— Y no vas a hablar sobre eso con nadie. Emily es una gran persona, con un corazón gigantesco. La amo, pero no podemos estar jutas.

La mire con comprensión.

— ¡Es el siglo XXI! No las quemaran vivas, ni irán a la cárcel por estar juntas. La gente es una jodida mierda.

Ella sonrió un poco.

— No es por eso... —La mire interrogante— Si es por eso, pero no como tú crees.

Se quedó callada todo el camino hacia el hotel. Se estaciono en la entrada y yo me baje, me puse al lado de su ventana para decirle adiós.

—No digas nada. —Me "advirtió"— Y yo tampoco lo haré.

—No lo haré.

—Suerte, oso.

—Suerte, Manzanita.

Un reflejo de tristeza le pasa por el rostro, los ojos se le cristalizan y sonríe triste.

Encendió el motor con la intención de macharse. Me dio un último vistazo.

—Oye, Oso. —Me llamo por última vez, con la voz débil y lágrimas en los ojos— No seas tan cobarde como yo y, al menos, despídete.

Y esas fueron sus últimas antes de irse.


FIN.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro