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27- ∆ Avant de vivre ∆

-27-

∆ Avant de vivre ∆


—KARTER—
—BROWNBEAR—

Las hojas secas en la copa de los árboles empezaban a caer una a una por todos los lugares. Haciendo que cada uno de ellos se viera rojizos y casi antiguo.

El tren hacía que todas esas bonitas hojitas rojas volarán cada vez que pasaba por ellas. A mi me encantaba verlas volar, ya que eran muy parecidas a la mariposas que llegaban al jardín de la abuela.

Tenía las rodillas apoyadas en el asiento del tren para estar más cómodo y poder ver mejor las hojas. Papá estaba en el asiento frente a mí, divididos por una mesa. Ambos esperábamos a mamá, que traería nuestro almuerzo.

—Campeón, —Escuchó la voz de papá llámandome. Me gire a él, viendo a mamá a su lado.—Mamá ya trajo tu omelette.

Yo le sonríe, me senté en la silla y mire a ambos. Mamá acomodaba su cabello rubio trás las orejas para que no interviniera mientras comía su pollo a la crema, mientas que papá hizo un movimiento rápido para alborotar mi cabello. Él tenía su mano libre en el muslo de ella, aprentandolo levemente.

A mamá le ponía nerviosa abordar el tren o los aviones, así que papá siempre sostenía su mano, su brazo o su muslo cada que usaban estos tranportes.

Mamá puso el platillo frente a mí, y papá me pasó los cubiertos. Él se inclinó y ató una servilleta a mi cuello para no manchar mi camiseta blanca. Me dió un golpecito la mejilla con su dedo pulgar y volvió a su asiento. Mamá le pasó los cubiertos y una servilleta.

Me concentre en mi omelette, pero mis padres siempre robaban mi atención. Mamá estaba sentada de lado, mientras le enseñaba las frases que había marcado en el nuevo libro que leía, las notas que escribió en su libreta de apuntes sobre algo de la historia. Papá la escuchaba atentamente, mientras comía su ensalada con pollo.

Los deje a un lado. Volví a ver mi ventana, viendo las hojas volar. Una pregunta llegó a mi cabeza. Tragué lo que tenía en mi boca y los miré a ambos.

—¿Que pasaría si el tren choca?—Dije con inocencia.

Mamá vio a papá, papá la vio a ella.

Algo aterrada me pregunta.—¿Por qué lo preguntas, Nounours?

Alcé mis hombros.—Quiero saber.

Ella mira a papá. Él entiende su mirada y me mira. Sus ojos verdes reflejan suavidad y calma.

—No nos pasará nada. Estamos en la zona media del tren y no vamos a alta velocidad. Estaremos bien.

Dudé.—¿Y su quedamos atrapados?

—Tendras que pedir ayuda.

—¿Si yo estoy atrapado?

Él se alzó de hombros.—Tendras que salir y pedir ayuda.

Mamá tocó mi mano.—Si estás en peligro, lo sabrás.

Mamá siempre a Sido una persona que cree en cosas como el destino. Mamá siempre ha Sido una persona que cree que todos podemos sentir premoniciones de que algo pasará y que ese algo sería malo.

Mamá y Xavier siempre supieron que los niños como yo, teníamos esas premoniciones. Ellos sabían que los niños como yo, oliamos las catástrofes.

Yo nunca lo creí, hasta ahora...

—<<¡Karter!>>—Escuchó su voz.

Cristales.

Blanco.

Olor a llantas quemadas.

El asfalto de la calle, está lleno de los cristales que se le han caído al parabrisas de la camióneta, dejandolo hecho añicos. La bolsa de aire, no me permite tanta visiblemente, así que solo puedo ver parte de la calle.

Mi brazo derecho está lleno de sangre, producto de heridas pequeñas hechas por los cristales. Mi otro brazo, el izquierdo, ha caído en el asiento vacío donde antes estaba ella.

Yo no he podido salir del auto.

El cinturón se quedó atorado en el seguro y no he podido desabrocharlo. Además, de que siento tan adoloridos mis brazos y manos que ni siquiera he intentado sacarlo de ahí. Escuchó a le gente hablar alrededor del accidente.

Pero lo último que llegue a escuchar fueron las fuertes sirenas de una ambulancia y una patrulla de policía, antes de que todo se volviera negro en mi campo visual.

En ese momento, fue como si todo pasará en cámara lenta. Ahí supe que la vida, en un parpadeó, acaba más rápido de lo que empieza.

Lo sé, tú te estarás preguntando que fue lo que pasó, y esto fue lo que pasó...

[HORAS ANTES...]

La luz del sol atravesaban las cortinas convenientemente blancas, haciendo de esa misma luz una tortura para mis pobres retinas. Puede percibir el sonido de la regadera y quizás de algunos pasos.

Recuperé las pocas fuerzas que le quedaban a mi pobre cuerpo. Yo no sabía si era la factura del tequila, de las pastillas o del trío. Me senté en la orilla de la cama y estiré mi espalda, escuchándola crugir. Cuando logré abrir mis ojos por completo, divisé a Nataly cepillando su cabello humedecido. Ella me vio por el espejo en el que se estaba arreglando.

—Buenos días, Brownbear.—Me saludo, viéndome por el espejo.

Le sonreí forzadamente.—Buenos días.

En ese momento, Ashley salió del baño, ya vestida, con el cabello mojado, igual a qué Nataly. Ella me sonríe, a modo de saludo.

—¿Ya se van?—Escuché hablar a mi voz.

Uys, eso se pudo escuchar feo.

Sí, ya se nos está agotando el tiempo de llegada a nuestras casa.—Me informa Ashley, aún con esa sonrisa amable del principio.

Yo me enderezó, ajustando mi postura.—¿Quieren que las vaya a dejar? También puedo pagarles el Uber o...

—No, no, calma.—Me detienen al unisonó.

—Estamos bien, venimos en mi auto.—Me informa Nat, mostrándome las llaves del vehículo.

—Okey, ¿Seguras que estarán bien?—Finalicé mi interrogatorio con eso.

Ella se miran entre sí. Ambas me dan una sonrisa de boca cerrada levemente significativa, para acabar haciendo un signo de okey con las manos. Se acercaron a mí y me dieron un beso en la mejilla cada una.

—Nos vemos por ahí.—Se despide Ashley por las dos.

Caminaron de la mano, hasta llegar a la puerta y salir por ella. Debatí en mi cabeza si seguir durmiendo o no, pero hubo algo que me llamo la atención y me distrajo de mi debate personal. Unas voces se escucharon abajo, diría que son, al menos, unas cuatro voces. Curioso me levanté solo para escuchar de quienes eran.

—Sí, él está arriba, pero creo que está algo cansado.—Escuché con la oreja pegada a la puerta. Reconocí la voz de Nataly.

—Es verdad, no lo molesten, tuvo una noche muy larga.—Continuó, lo que supuse, era la voz de Ashley.

—¿Está dormido?—Percibí la voz de Ángela.

—No se preocupen, chicas. No molestaremos a Karter.—Se adelanta a hablar Zara.

No escuché más allá de eso. Me alcé de hombros y dí la vuelta. Por estar de chismoso se me había quitado el sueño, así que pensé en irme a bañar. Me metí al baño y me quite los boxers. Dejé que el agua de la regadera me consumiera por completo. Pensé bien las cosas, y la verdad creo que trataral a Ángela no es una solución viable. Ella es mi amiga y aunque ella me hirió, no tengo por qué jugar su juego.

No soy ese tipo de persona. 

Respiré paz mientras el agua me recibía. Después de unos minutos, salí con una de las toalla blancas que estaban ahí. Como el cuarto de invitados, y los invitados somos nosotros casi la mayor parte del tiempo, en el closet había ropa de Ángela, Marcus, Zara y por último mía. No era nada del otro mundo, ropa interior, dos camisetas y dos shorts. Me puse la ropa y salí de la habitación, con mis gafas de sol.

La luz estaba torturando mis pobre ojos, me pareció justo y necesario usar los lentes para no quedar permanentemente ciego.

Una vez abajo, camine hasta la cocina. De sorpresa no había nada de suciedad, todo estaba completamente limpio. Lo más seguro es que el personal de limpieza que Chase contrata para cada fiesta haya llegado temprano.

En la cocina me encontré con Marcus bromeando sobre algo que le paso anoche. Mientras que Chase tenía una cara de muy pocos amigos, Zara estaba concentrada en la anécdota de Marcus y Ángela solo existía. Ella, estaba viendo a la nada, ni siquiera había tocado su desayuno, sus ojos están rojos y cristalinos, ella era como un fantasma en medio de la mesa.

Marcus nota mi presencia.

—¡Hablando del rey de Roma!—Exclama Marcus.—Al fin apareces bella durmiente.

—¿Bella durmiente?—Zara le sigue, me mira y actúa asombrada.—¿Que carajos le pasó tú cuello, Brownbear?

Me acerco a un cuchara, levantó levemente mis gafas para ver mi reflejo sobre el metal, una mordida no tan profunda está marcada en mi clavícula izquierda.

Alzo los hombros, tratando de restarle importancia.

—Ataque vampiro. Ya sabes, el alcohol es la mayor causa de agresividad en el ser humano.—Digo burlón.

Cabe aclarar que nunca he creído sobre eso de que "el alcohol te hace violento". Si eres violento, eres violento sin ningúna otra sustancia o efecto.

Les sonreí, tratando de actuar normal, por qué sé que talvez vieron salir a Nat y Ash. Ya se los he dicho, me incomoda que otras personas estén enterados de mi vida sexual.

—Y bien, ¿Por qué fue tan larga tu noche?—Pregunta Chase, dándome a entender lo interesado que estaba en sacarme información. —¿Seguro que fue un ataque vampiro? A mí no me parece...—Chase no parece querer olvidar el tema tanto como yo.

—¡Dios! ¡Que hambre!—Interrumpo, haciendo una indirecta de "cállate" con el tono de mi voz.—¿Que tenemos para desayunar?

—¡Excusas bañadas de tu zorrismo!—Exclama Chase.

Dios, como ama joderme la paciencia.

—¡Son una delicia con el sazón de tu envidia!—Contra atacó.

Él me mira enojado, y yo me acomodó plasidamente en mi silla, en medio de Marcus y Zara. Era terreno peligroso estar en medio de Chase y Ángela.

—Hay tostadas con jalea de guayaba, jugo de arándanos o, si quieres, leche.—Ángela habla, concentrada en su desayuno. Su voz es nasal, algo apagada.

¿El alcohol le hizo daño? ¿Se resfrío?

—Bien, el jugo de arándanos se escucha delicioso.—Digo, haciendo paz en nuestra guerra.

No me apetecía comer.

Lo cual era muy extraño por qué yo siempre quiero comer.

Pero había algo en mi estómago que no me hizo desear lo que había en la mesa. Si bebí un trago de jugo de arándanos fue demasiado. Chase me miraba con cara asesina, y ya deducía el porqué.

Trate de ignorarlo. Claro, no es normal desayunar y  que alguien te vea con cara de quererte apuñalarte unas 18 veces y luego comerse tus riñones.

Esperé que los chicos comieran para poder irnos, los cuatro caminamos hasta la camioneta. La hermosa Ranger Rover en color negro, mi crush de toda la vida.

—¡Yo quiero ir adelante!—Zara "Avisa" con autoridad.

—¡Hey, yo quería ir adelante!—Se queja Marcus.

—¡Tarde!—Zara le saca la lengua.

Ellos siempre pelean por ir adelante. La única que no pelea por muchas cosas es Ángela, ella siempre se queda callada en un debate que tenga que ver entre Marcus y Zara. Hasta ahora noto que su actitud siempre es callada y distante.

Yo cierro la puerta, impidiendo que Zara entre. Ella me mira con furia y algo confundida.

—Ángela va delante.—Declaré, casi en automático.

Sus ojos claros caen sobre mí con algo de asombro, una pequeña, timida y muy herida sonrisa se forma en sus labios. No me supe explicar el porqué, o el porqué me sentí mal de ver sus labios sonreír de esa manera tan triste.

Eso labios que besaron apasionadamente mi piel, y gimieron mi nombre toda una noche hasta el amanecer.

Maldito hijo de puta.

Zara me sigue viendo con reproche.—Pero—

Levanto el mando de la camioneta.—Mi auto, mis reglas.

Marcus entra en sí, y asiente ante mi decisión.—Las princesas deben ir adelanten.

Ángela hace una risita.—Eres un tonto.

—Un tonto por tí, bomboncito.—Coquetea Marcus con ella.

Ella le da un golpecito a Marcus, y yo abro la puerta para que ella se suba. Zara entristesce su mirada. Sé lo mucho que le gusta Marcus, y se lo mucho que le debe de doler que a él le guste Ángela. Yo le doy un medio abrazo para que no se ponga tan mal. Ella trata de sonreírme y se mete en la parte trasera.

Al parecer no soy tan bueno para ser un amargado sin sentimientos como yo lo esperaba.

Me doy la vuelta y chocó con Chase.

—¿Tu auto, tus reglas? No sería, ¿Tu juguete, tus reglas?
Lo encaró.

—Deja de joder, Chase. Déjame respirar un puto segundo.

—Como quieras.—Masculla con amargura.—Pero todos nos dimos cuenta de lo que hicieron tú y esas dos chicas.

—No tengo algo a que guardarle ni un poco de luto.—Le escupí verbalmente.

Él suspiró de una manera audible. Su cara estaba roja de ira, sus nudillos estaban blancos de la fuerza que hacía en ellos.

Chase chasqueo la lengua.

—Eres un maldito miserable.—Me acusó.

—Soy cosas peores.

Caminé hasta la puerta del conductor. Abrí el auto y arranque. La primera parada a la que me tocaría ir es a un 24 horas para comprar algunas bebidas energéticas para los cuatro pesajeros de la camioneta. Me compré un hidratante de limón y una Aspirina, para seguir manejando sin ninguna complicación.

Ahora la segunda parada era a la casa de Marcus. En el trayecto él hablaba y hablaba con Zara, en algunos momentos se llegaron a pelear levemente, pero nada del mundo otro mundo. Solo eran ellos comportándose como niños. Zara haciendo o diciendo tonterías par hacerlo reír. Mientras que él, se limitaba a reír, pero nunca a captar lo que mi mejor amiga le decía.

Ella no iba a decírselo directamente. Ella espera, por desgracia, que él se diera cuenta de lo que siente. Pero es mentira, Marcus es alguien que vive en su propia burbuja. Si él fuera un poco más atento, quizás se daría cuenta e hiciera algo al respecto. Pero como nunca lo nota, no hace nada. Solo el estar enamorado de Ángela le consume toda la atención, haciendo de que ella, Ángela, sea el centro de su existir.

Por otro lado, Zara aún tiene pequeñas esperanzas de que él la logré notar. Por qué ella lo ama tanto, que es incapaz de quitárselo de la cabeza. Zara es una de las pocas personas que conozco en amar tanto a alguien, que se quedarían con la versión que tienen de ellos en la cabeza. Sé que ella no quiere pensar que si Ángela aceptará a Marcus, ella anhela que eso no suceda. Sabe que no pasará por qué...

Ángela me ama a mí...

Bueno, Ángela me amaba a mí.

Me siento tan idota. Me encariñe con la idea de que ella y yo podríamos tener una relación bonita, eso hasta que ella jodió mis planes con una patada en el culo.

We could have had it all, dijo la Adele.

Pero supongo que ella no lo quiso así. Y ahora ya es muy tarde, ella dejó ver sus garras y me lastimó hasta lo más profundo del alma. Aunque yo la aprecie mucho, me dolería aún más seguir en el círculo de su juego.

Ya habíamos llegado a la casa de Marcus. Él me dió un pequeño golpe en hombro mientras salía. Zara molesto un poco con algo de que no consiguió chicas anoche por su yeso. Y obviamente, él se defendió con algo que no me llegó a interesar lo suficiente.

—Oh, vamos, no podría quitarle el puesto de follón compulsivo a Karter.—Se burla mi amigo, bajando de la camioneta.

—¡Escuché eso!—Me giré y le dije, apuntandolo.

Me acomodé en el asiento, miré a Ángela. Ella estaba desconectada viendo a la nada. Derrepente, siento mi mirada sobre ella. Nos miramos. Sus ojos estaba rojos y cristalinos, aún no sabía el porqué, pero muy en el fondo estaba preocupado.

Ella seguía siendo mi amiga,

...creo.

Ladeó mi cabeza para verla mejor. Mis manos inquietas quieren tocar una de sus piernas, pero me controló. Necesito darle espacio, por qué aún no sé lo que le pasa. Ella aprieta los labios, dos grandes lágrimas caen por sus pálidas mejillas.

Yo me asusto y trató de tocar su brazo pero el sonido de la puerta cerrarse me hizo apartar mi brazo. Zara se tiró al asiento tracero, con una sonrisa de boba en la cara.

—Ahora a dejar a An.—Ordenó la castaña muy sonriente.

No quise ser imprudente y pregúntale a ambas que es lo que había pasado. Solo me límite a mi mismo a ver al frente y seguro conduciendo. Viendo a Zara por el retrovisor percibí su alegría, pero cuando me veía a mí su luz se apagaba y se volvía sombría.

Llegamos a la casa de Ángela. Ella sonrió sin ganas mientras nos miraba con esos ojos irritados. Se bajó del auto y camino hasta la casa.

—Mejor voy con ella.—Me informa Zara.

Toma la manilla del auto, pero antes de que logre su acción, presionó el encierre del auto, impidiendo que ella salga del vehículo.

Ella me miró confundida.

Gire mi cuerpo en su dirección.—¿Que le sucedió a Ángela anoche?—La interrogue con firmeza.

Ella abrió los ojos de sorpresa. Suspiro pesado y también dirigió su cuerpo hacia mí.

—No lo sé.—Dejó caer sus hombros en señal de rendimiento.—Simplemente hoy se pudo a llorar en la mañana, después de que salieran Nat y Ash.

Apreté los labios.—¿Crees que le hicieron algo anoche?

—Ojalá no... —Me respondió, asustada y muy preocupada.

Apreté mis manos en el volante.—Ve con ella y no la dejes sola. No la presiones, también necesita espacio. ¿Okey?

—Sí, okey. Papá luchón.—Antes de abrir el seguro de la puerta me miró.—¿Tú estás bien?

Baje mi mirada.—Sí, estoy bien.

Ella se nota no muy convencida, pero decide no preguntar más e ir por su amiga. Le quite el seguro a la puerta, ella abrió y se bajó del auto. Cuando la ví entrar y perderse al interior de la casa, volví a encender el auto.

El sonido de un llamada abarcó todos los espacios vacíos de la camioneta. El nombre de «Ricitos de oro <3» se refleja en la pantalla de la camioneta. Deslice con mi dedo sobre el botón verde para contestarle.

—Hola, pulga.—Saludé amablemente.

—¡Deja de llamarme pulga!—Se queja.

Al decir eso me la imagino frunciendo sus cejitas castañas, inflando las mejillas como un sapo, como siempre lo así cuando está enojada.

—Está bien, está bien, ¿Que paso?

—¿Puedes venir a traerme a mis clases de música? Quiero ir contigo.

—Mandame la ubicación y llegó enseguida.

—Está bien.

Ella colgó, segundos después, en la pantalla de ilustró la ubicación de mi pequeña luz. Maneje contento hasta el lugar donde ella se encontraba. Sabía que cuando yo pudiera verla, me iba a sentir en paz. La manera tan simple con la que ve la vida, me hace sentir muy bien. Amo oírla hablar de sus problemas infantiles.

Ni comparados a los míos.

Tome parqueo en frente de su escuela de música. Para mí sorpresa, ella ya estaba esperándome en la puerta. La abrió, salió corriendo, abrió la puerta del auto y se estampó contra el asiento del copiloto.

—Hola, señorita pulga.—La saludo, para molestarla.

Cómo me lo imaginaba. Sus cejitas bonitas se juntaron, sus ojos azules sobresaltaron enojados. Apretó los labios, dándoles el leve toque de hacer un puchero. No pude evitar sonreír al verla hacer eso.

—¡Te dije que no me llamaras así!—Me reclamó.

—Ups, perdón.—Me hago el inocente.—Lo olvidé.

—Vámonos.—Exijé.

Encendí el auto. La mire de reojo. Sus piecitos colgaban del asiento, no tanto, lo suficiente como para que pudiera balanciarlos. Usaba un lindo vestido verde aqua, unas medias blancas y un lazo en el cabello del mismo color que el vestido. Su pequeñas manitos, descansaban en su regazo.

—¿Quieres pasar por un helado?—Le preguntó, doblando por la calle.

—Sí, por favor.

Recordé las calles para llegar a nuestra poderosa heladería favorita. Pude ver la alegría en su rostro, al saber que ella también recordaba las calles de nuestro destino.

—Pero... Karter.—Me llama, en un tono muy bajito a lo usual.

—¿Que pasa?—La miro, preocupado por su tono.

—Tengo un poco de Gripe.—Confieza, apenada.

Sonrío de lado.—Nadie se dará cuenta. Es un secreto tuyo y mío.

La veo sonreír con malicia y aceptación. Voltea a ver los ediciones a través de la ventana.

—¿Cómo fue tu día?—Le pregunté.—¿Tan especial que los demás?

—Ahora que estoy contigo y vamos para nuestra heladería, lo está siendo.

Ella me mira, y por segundo, yo también lo hago. El azul de sus ojos es tan sincero y reconfrotante, que siento el necesitar de uno de sus abrazos para poder mantenerme la cordura.

—¿Y el tuyo? ¿Cómo fue tu noche? ¿Conseguiste novia?

La miró como si estuviera loca.—¿Estás loca? ¿Para que quieres que yo consiga novia?

Ella alza los hombros.—Para que no estés solo, ni triste, ni mal humorado.

—Pff, el amor es ridículo, Kamala. Es una perdida del tiempo.

—La abuela dijo que el amor es importante para nuestras vidas. Libera cosas en tu cabeza y ese tipo de cursilerías que ella siempre dice sobre el amor.—Al recordar lo último, la niña hace una ricita.

—Nah, el amor no es algo para una persona como yo, ricitos de oro. Quizás no lo merezco. O siemplemente no existe nadie para amar o que me ame a mí.

—Yo te amo.—Habla, sincera. Mi corazón se derrite al escucharla decir eso.—Busca a alguien que te ame tanto como yo. O alguien a qué ames, tanto como me amas a mí.

Hay luz roja en un semáforo. Aprovechó para mirarla. Noto que no tiene puesto el cinturón de seguridad. Me acercó, cauteloso hacia ella, tomo la pestaña del cinturón, lo jalo y lo abrochó en otro extremo.

—Si me llegó a enamorar de alguien, será por qué tengo la certeza de que me amará como lo haces tú. Y por qué la amaré, como te amo a ti. Que será tan hermosa, dulce, amable, bondadosa, hasta tan enana como tú.—Bromeó a lo último.

—¡Hey!—Gruñé.—Si le dices pulga, ella se enojará contigo.

—Le diré otro apodo entonces.—Me reí.

Pff, esas cosas no pasan.

La luz del semáforo aprendió en verde. Le dí marcha al auto. Sin embargo, al hacer ésto un gran golpe se dió en el lado derecho de la camioneta.

Todo había pasado tan rápido. En cuestión de segundos la camioneta se dió vuelta y las bolsas de aire se accionaron. Mi primer instinto es tratar de proteger a Kamala del golpe de las bolsas de aire y los cristales que salían volando del parabrisas.

Mi vista se oscureció casi por completo.

—¡Karter!—Escuchó su voz llena de miedo, casi como un sollozo.—¡Osito Karter!

—A-Aquí estoy, Kam.—La trato de tranquilizar, casi no la miro por las bolsas de aire.

—¡Karter!—La oigo llorar mi nombre. Sosteniendo con fuerza mi brazo lastimado.

Yo también estoy asustado, y el brazo que está apretando me duele mucho. Pero tengo que consetrarme en manterla en calma.

—Kamala, calma, estoy contigo, estoy bien.—Le digo.—¿Tú estás bien?

—S-Sí, sí estoy bien.—Habla, bajo pero alarmada.

Con mi mano libre, busco el seguro de mi cinturon y trato de desabrocharlo, pero me es imposible. El seguro no responde. Miro a mis lados, logró tener visibilidad del lado de Kamala. La puerta se nota visiblemente destrozada, pero la venta está libre.

«¿Y su quedamos atrapados?»

«Tendras que pedir ayuda.»

—K-Kamala, tiene que salir.—Le digo, débilmente.

—¿Qué?

Presionó el botón para liberar su cinturón. Éste si se desabrocha y ella cae levemente en lo que se supone es el techo del auto.

—Ve y puede ayuda.—Le ordenó.—¡Rápido!

Ella me obedece y con cuidado sale del desastre por la ventana. Tengo miedo de que algo pueda explotar y lastmarla.

—¡Ayuda! ¡Mi hermano está atrapado en el auto!

La escuchó. Veo a mi alrededor y siento mis parados pesados.

Cristales.

Blanco.

Olor a llantas quemadas.

El asfalto de la calle, está lleno de los cristales que se le han caído al parabrisas de la camióneta, dejandolo hecho añicos. La bolsa de aire, no me permite tanta visiblemente, así que solo puedo ver parte de la calle.

Mi brazo derecho está lleno de sangre, producto de heridas pequeñas hechas por los cristales. Mi otro brazo, el izquierdo, ha caído en el asiento vacío donde antes estaba ella.

Lo último que llegue a escuchar fueron las fuertes sirenas de una ambulancia y una patrulla de policía, antes de que todo se volviera negro en mi campo visual.

En ese momento, tirado en el caos, tendido en una pequeña película en cámara lenta. Supe que mis golpes emocionales, se sentían como este mismo maldito choque.

«────── « ⋅⌁𓃯⌁⋅ » ──────»

Señoras y señores, llegamos al génesis de todo esto.

No tengo nada que decir sobre este capítulo, nada más que ya saben lo que pasará en los próximos capitulos.

P.d: Kamala y Karter son primos pero ella lo trata como su hermano y es un obvio que Karter también la trata como su hermana.

—K.

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