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17- ∆ Menteurs ∆

-17-

∆ Menteurs ∆

—JENNARY—
—ROUX—

Hace unos treinta minutos, Jean y yo habíamos llegado a la casa. Ambos teníamos programado esté viaje desde hace semanas así que ahora estaba alistando mis maletas de viaje.

—Oye, Jenn.—Jeanpaul llama mi atención.—De casualidad, ¿Karter ya sabe de nuestro viaje?

Me doy un fuerte manotazo en la frente.—Mierda, no le he dicho nada.

Jean se queda pensativo.—Por cierto, no he visto a Haricot.

Yo ruedo los ojos.—¿Podrías dejar de llamar a mi hijo "Frijolito"? Pensé que en todo este tiempo te olvidarias de ese apodo.

Jean ríe abiertamente.—¿Cómo es posible que le deje de decir así? O sea, él es Haricot ese fue su primer nombre, puesto por je.

Vuelvo a rodar los ojos.—Baja y come algo, después vuelve por mis maletas, ¿Te parece? 

Él levanta sus manos.—Está bien, señora Roux.

Jeanpaul se fue. Creo que después de tanto tiempo, la comida sigue siendo su debilidad más grande.

Seguí acomodando mi ropa de viaje en mis maletas, esperando acabar lo más rápido posible. También, esperaba que Karter apareciera, nesecitaba decirle esta gran noticia.

Me partía el corazón dejarlo aquí en la ciudad. Pero, el trabajo que Jean y yo íbamos a hacer es uno que va a tomar todo nuestro tiempo. Y si voy a viajar con mi hijo es porque voy a pasar todo el tiempo con él.

Quizás cuando vuelva, puedo convencer a Xavier que viajemos a Inglaterra junto con Karter. Talvez ambos puedan nutrir su relación padre e hijo si vuelven al lugar donde fueron más felices.

—Toc, toc.—Escucho a alguien decir, detrás de mí, por la puerta. Me giró y veo a Frederick, esbozando una sonrisa juguetona.—Hola, rubia.

Yo río.—Hola, Fred.

Él camina lentamente hacia mí.—Veo que ya estás lista para tu viaje.

Le sonrío, mostrándole mis maletas.—Sí, estoy en proceso de acabar.

Se acerca aún más, tengo que subir la mirada para poder seguir viéndolo a los ojos. Su mirada azul cielo, me mantiene hipnotizada, transmitiendo calidez.

Fred acaricia un mecho de mi cabello.—Cuídate mucho, rubia.

Su voz suena tan profunda y sensual. Está tan cerca de mí, que sus susurros se escuchan con claridad.

Yo trago grueso.—Eso trataré de hacer...

Sin anticipación, sus cálidos labios pálido se apoderaron de los míos. Su lengua fue el intruso que invadió mi boca de manera escurridiza para luchar con la mía.

Sus manos se posicionaron a los lados de mis cara, mientras las mías se paseaban por todo lo ancho y largo de su espalda. Poniéndolo aún más pegado a mí.

El peligro de ser descubiertos hacia que nuestra pequeña travesura se volviera aún más exitante. La adrenalina que corría por mis venas ante la amenaza me hacía sentir como una adolescente de hormonas revoltosas que se estaba besando con el hermano de su novio.

Lo último de mi pensamiento es real. Solo que es mi esposo, y no mi novio.

Mis ganas de sentir sus manos recoger mi cuerpo, o el deseo que sus labios pasarán por cada fino centímetros de mi piel, me estaba volviendo loca.

Pero debía controlarme.

Yo no podía harcele esto a Frederick, ni le podía hacer esto a Xavier. Mucho menos a Karter.

Me separé de Frederick con rudesa. Limpié mis labios, viendo hacia otro lugar.

Oí un largo suspiro por parte de él, seguido de una risa llena de dolor.—Veo que algunas cosas jamás cambiarán, ¿No, Jenn?

Yo hago mi cabello hacia atrás. Aún no lo puedo ver a los ojos. Aclaro mi garganta y me dispongo a hablar.—Fred... esto es...

—Un error.—Se escucha la frialdad en su voz.—Lo sé, quizás desde hace unos 18 años.

Fred fue y es mi amigo desde mucho tiempo, pero para desgracia de los dos. Sus sentimientos por mí, no fueron capaces de disolverse en el tiempo.

Lo miro, y él me mira a mí. Con esa mirada rota, triste y vacía.—Ya no lo soporto, Jennary. 18 malditos años, y no puedo decirte cuánto te amo.

Trato de "consolarlo".—Fred...

—¡Aún tenemos tiempo, Jenn!—Me interrumpe. Toma mis manos, las besa y las pone en su rostro.—Deja a Xavier, sé feliz conmigo.

Bajo las manos de su rostro, las pongo en mi nuca.—Fred, sabes que yo amo demasiado a Xavier...

Él pasa sus manos por el cabello, sus ojos me analizan por completo.—Entonces, si amas tanto a Xavier... ¿Que mierda sientes por mí, Jennary?

No lo sé, Fred...

No lo sé.

—¿Ya están lista tus maletas, Jenn?—Pregunta Jeanpaul, entrando a la habitación. Él nos mira con confusión, pero en el fondo sabe perfectamente lo que pasó.

—Sí, ya está lista una de ellas.—Actuó normal.—Solo me queda la de mano.

—Bien, me voy.—Fred me abraza, dandome un pequeño beso en cuello.—Espero que ambos tenga un lindo viaje.

Le da un apretón de manos a Jean, y sale de la habitación, no sin antes darme un vistazo rápido. Lleno de esperanza.

Yo me siento pesada en la cama. Mirando a la nada.

Suspiró y Jean nota mi asfixia, se sienta junto a mí.—No te decides por un Brownbear, ¿Eh, Jenn?—Jean ríe para tratar de distraerme.—Esos dos hombres te van a volver loca.

Lo miro con decisión.—Ya me decidí por un solo Brownbear.—Me levanté y tome una blusa para meterla a la maleta.—Karter Brownbear, mi hijo y el único hombre que me importa, por qué es el único hombre por el que daría mi vida.

Jeanpaul se ríe por lo bajo.—Siempre eligieras al pardo, Jennary. Él siempre será tu debilidad.

—Pero nunca por encima de mi hijo.—Le aclaro y remarcó.

———KARTER———
———BROWNBEAR———

El claxon del auto se pudia escuchar por toda la calle desolada.—¡Apúrate, Ángela!—Y volvió a sonar el claxon.

—Zara.—La intenté parar con el molesto sonido, pero fue inútil.—¡Zara! El auto no hará que Ángela se apure.

Al terminar mi frase, nuestra amiga ya estaba saliendo de la casa, con una pequeña maletita de ruedas. Yo me pase para el asiento de atrás por el espacio que hay entre el asiento del copiloto y el piloto, para que ella se pudiera sentar adelante. Me pasa su maletita y yo la pongo a un lado con la mochila de Zara.

Hay dos tipos de personas; Angela y su pequeño equipaje. Luego está Zara con su mochila vieja que la usa en cada salida de casa.

Antes de que Zara llamará a Ángela, se nos ocurrió la grandiosa idea de que podíamos hacer una pijamada en mi casa solo nosotros 3. Yo no le mire nada de malo y accedí.

—¡Ya estoy!—Dice, sentandose en el asiento. Nos saluda con un beso en la mejilla.

—Ya era hora.—Masculla Zara, poniendo en marcha el auto.—¿Que tanto tardabas?

—Estaba haciendo mi maleta por qué, personas que no mencionaré, me avisaron del plan a última hora.—Remarca, poniéndose su cinturon de seguridad.

Yo me tapo la cara con amabas manos. —A mi no me mires, no estoy.

Ángela ríe, acaricia mi cabello como si fuera un cachorrito.—No te preocupes, no estoy enojada contigo. ¡Estoy enojada con ella!

Zara sonríe con orgullo, saluda como si fuera una princesa.—Gracias, muchas gracias, doy clases de odio general sábados y domingos.

—¿Cuál es el plan de hoy?—Pregunta Ángela, emocionada.

Zara y yo alzamos los hombros.—Emborracharnos.

Nos reímos de la sincronización en la que respondimos y juntamos su dedo índice con el mío, como el saludo de E.T.

Ángela gruñe.—Ustedes solo piensan en alcohol.

Zara me apunta con su dedo pulgar.—Karter también piensa en sexo.

—¡Hey!—Me quejé, pegándole suavemente con mi puño.

Ellas se ríen abiertamente, mientras yo me hago el ofendido. Avanzamos calles y calles y calles. Se podría decir que mi casa estaba algo alejada del centro de la cuidad así que nos tomo alguno minutos llegar hasta mi hogar.

Íbamos hablando estupideces, como siempre. Hacíamos algunos chistes que probablemente solo los tres podríamos entender. Hacerlas y verlas reí es lo más hermoso que he podido ver.

Nos estacionamos en la parte trasera de la casa. Un reluciente camaro amarillo estaba ahí, junto al convertible de mi madre.

Zara suelta un silvido, viendo por completo el vehículo.—Pero que hermosura.

Ángela trata de levantarse de su asiento.—¿De quién es ese auto?

Yo analizo la extravagante carrocería.—Es de mi... Tío Jeanpaul.

Admiramos unos cuantos minutos el auto y nos bajamos del auto, sacamos sus las maletas y entramos a la casa. De las grandes escaleras bajaba un hombre de cabello castaño claro, vestido de un saco y pantalón blanco. Bajando una maleta plateada. Él se volteó hacia nosotros y sonrío.

¡Haricot!—Saluda muy feliz, extendiendo sus brazos para envolverme en ellos, planta un doble beso en mis mejillas.

¡Oncle Jeanpaul!—Correspondó a su saludo.

Nos separamos, mientras su mano alborotaba mi cabello. Su reluciente sonrisa y sus ojos azules llenos de vida no han cambiado para nada.

Mon Dieu! ¡Que alto que estás!—Dice, viéndome de pies a cabeza.—Recuerdamente no volverte a llamar Haricot.

Ni aunque se lo recuerde mil veces me va a llamar de otra manera.

—Claro, lo haré.

Paso el brazo por mis hombros y se dirigió a Ángela y Zara.—Bonsoir, señoritas, creo que no nos han presentado.

Ellas ríen por lo bajo, yo me pongo entre ellos.—Tío Jeanpaul, ellas son Ángela Denver y Zara Richardson. Ambas son mis mejores amigas.

Él las saluda con un beso en la mano.—Jeanpaul Blanc, un gusto en conocerte a las amiga de mi estimado Haricot.

Ángela lo mira sorprendida.—¿Jeanpaul Blanc? ¿El de la casa de modas?

Él sonríe impecable.—Así es, en carne y hueso, señorita Denver.

Escuchamos pasos silenciosos, mire a las escaleras para toparme con unos elegantes tacones negros de planta roja. Era mi madre, vestida de un elegante traje negro. En su mano lleva su equipaje de mano.

Belle, ¿Ya estás lista?—Pregunta mi tío Jeanpaul, apartándose de mí.

Ella asiente con seguridad.—Bun sûr, Ya estoy lista.

—¿A dónde van?—Interrogué, cruzando mis brazos sobre el pecho.

A

mbos se miran, para luego mirarme a mí. Jeanpaul toma las maletas, junto con la que mi madre lleva en las manos y sale con ellas.

Ella apreta los labios. Mira a las chicas.—¿Me prestan a Karter un segundo?

Ellas asiente. Mamá me toma del brazo y me dirige a la salida. Caminamos hasta a las afueras de la casa, donde el tío Jeanpaul está guardado el equipaje.

Nounours...—Me dice, mientras acaricia mi mejilla en un tacto dulce y acogedor.—Es importante lo que te voy a decir. Y tú, como mi mejor amigo y mi leal cómplice, necesito que me apoyes.

Mamá me mira con tanta sinceridad, tanta dulzura y esperanza. Su mirada es capaz de llenarme de tanto amor. De tanta paz. Que es imposible no sentir como la calma atraviesa mi alma, dandome un respiro.

Yo sigo en silencio, ella continúa.—Jean y yo iremos a Francia, a hacer un negocio importante para ambos. Me necesita a mí para sus estrategias de Marketing y también para hacer su imagen oficial. ¡Mis dos cosas favoritas!

Yo le sonrió.—Estoy muy feliz por tí, mamá.Pero... —Bajo la mirada como un cachorrito.— ¿Por qué no puedo ir contigo?

Ella me mira con tristeza.—Créeme, es mucho trabajo y te podrías aburrí. No disfrutarías el viaje para nada.—Ahors ríe levemente para equilibrar sus emociones.—Además, ¿Cómo vas a dejar sólo a tu padre?

Yo la miro, incrédulo e irónico.—¿A Xavier le da miedo estar solo?

Ella me da un golpecito.—No seas grosero con tu padre.

—Trataré.—Bromeé.

Y ella sonrió, beso un frente, acariciando mis mejillas. Me da un fuerte abrazo y la veo subirse al auto, listo para irse al aeropuerto.

Siento como mi corazón se aprieta, la grave sensación y el miedo de no volver a ver a mi madre me hace sentir mal. Muy mal. Pero confío en que ella regresará y me va a volver a abrazar como hoy.

Entre a la casa. Ángela y Zara están en el mismo lugar donde las dejé, viendo sus celulares con total naturalidad.

Me pongo en medio de las dos y paso mis brazos por sus hombros.—¿Listas para llegar al coma etílico?

—¡Jalo!—Me responde Zara, muy emocionada.

—Solo ustedes, yo no tengo tanto afán por emborracharme y terminar anal.—Confiesa Ángela.

La miro. Nuestro rostros quedas ridículamente cercas.—Relax, An. Vamos a estar muy tranquilos.

...

¿Resumen de la noche?

Sensillo.

¿Recuerdan el "vamos a estar tranquilos"?

Pues fue una mentira. Estamos vueltos todo, menos tranquilos.

Empezamos muy relax con algunos shots de Vodka. Hasta que por circunstancias de la grandiosa vida, yo encontré el escondite "Secreto" que  la abuela tenía para esconder su preciado tequila.

Nos fuimos a la sala de juegos, y aquí nos estamos refugiando gracias a sus paredes recubiertas de una especie de pared de espuma para que no se "saliera" el sonido del cuarto.

Nos habíamos puesto a ver Shrek 4 y cada vez que saliera un ogro, íbamos a darnos un shot. Ya piden imaginarse como salió eso.

Ahora yo estaba sentado en el sofá, mientras me acababa la botella de tequila y  cantamos las canciones de Hombres G.

¡Sufre mamón! ¡Devuélveme a mi chica!—Canta Zara, usando mi mando de nintendo switch como micrófono y apuntado a Ángela.

Es gracioso, y algo... Indirecto. Por qué ya saben, a Marcus le gusta Angela y pues a Zara le gusta Marcus y... Ya entendieron por qué se hace gracioso.

O te retorceras entre polvos pica-pica.—Sigue cantando Ángela, con el otro mando de mi nintendo.

Yo le doy un largo trago a la botella, mientras las miro reír en conjunto, mientras dan vueltas y vueltas.

Amo a estas chicas. No sabría que hacer sin ellas. Sin duda son lo mejor que me ha llegado a la vida.

—Ven, Karter, únete.—Ofrece Ángela, tambaleándose un poco por todos el alcohol que consumió, extendió su mano hacia mí.

Yo río por lo bajo.—¿No que no querías emborracharte, Angelita?

Ella rueda los ojos.—Cierra la boca y ven con nosotras.

Baile con ellas. O eso estaba tratando de hacer, ambas no estaban exactamente en sus cinco sentidos como para que bailarán exactamente bien. Y cuando digo "ambas" me refiero de lleno a Zara. En realidad ella no estaba precisamente bien.

En una de las tantas vueltas que estaba viendo, pudimos ver cómo cayó sentada en el sofá. Se quedó unos segundos ahí, con los ojos cerrados.

—Zarita.—Dije con suavidad.—¿Te sientes bien?

—Nopi.—contestó con una risita.—Quiero dormir, llévame a dormir.

Miro a Angela, y ella aprueba los deseos de la alcoholizada mente de Zara. Yo tomó a Zara en mis brazos, levantándola del sofá y cargándola como un bebé. Salgo del salón de juegos con ella en brazos, subí las escaleras y caminé hasta el cuarto de huéspedes dónde ambas se iban a quedar está noche.

La dejé sobre la cama, asegurándome de dejarla boca abajo, por su vomitaba y la arrope con las sábanas de la cama. Me arrodillo y le doy un beso en la cabeza de buenas noches.

—Karter.—Me llama, entre dormida.

—¿Que pasa, Zarita?—Le preguntó con suavidad.

Se levanta y se estira hacía mí, envolviéndome en un fraternal abrazo. Yo correspondo y frotó suavemente mis manos en su espalda.

—Gracias.—Susurra en mi cuello.—Muchas gracias por estar conmigo siempre. Algún día te lo pagaré.

Yo la apretó un poco más.—No hay de qué, Zarita. No hay de qué.

Ella se vuelve a acostar, siempre boca abajo, la volví a arropar y le volví a dar un beso en la cabeza.

Salgo silenciosamente de la habitación, ahora me voy a devolver hasta el salón de juegos donde supongo que está Ángela. Y en efecto, ahí está, acomodando y limpiando todo el desastre que habíamos hecho los tres en nuestra noche de amigos.

—Supongo que nos fue bien.—Habla ella, acomodando el sillón.

—Sí, creo que sí.—Acepto.—Zara se divirtió más que nosotros, de eso estoy seguro.

Ángela ríe.—Sí, ella está pasando por un mal momento, es bueno que se distraiga un rato.

Ya todo estaba completamente ordenado. La miré y ella me miró.

Rasque mi nuca.—¿Quieres que también te lleve como un bebé?

Ella volvió a reír divertida.—Solo si tú quieres cargador.

Me acerque, pase mi brazo detrás de sus rodillas y la otra detrás de su espalda. La levanté, su rostro sonriente nuevamente quedando a escasos centímetros de mi cara.

Sus rodados labios llaman tanto mi atención. Tanto como en esa fiesta de Halloween de el año pasado, dónde la besé y vaya que se sintió bien.

Mierda, Karter, ¿En qué mierda piensas?

Otra vez, camine con Ángela en brazos hasta llegar a la puerta de habitación de huéspedes. La bajo ahí, ya que sería complicado entrar con ella y no hacer ruido. Y no quiero perturbar el suelo de Zara. Solo le daría las buenas noches y caminaría a mi cuarto. Total, quedaba muy cerca de la recamara de huéspedes.

—Bien, buenas noches.—Me acerco a ella.

Pero mal.

Sin darme cuenta, ambos quedamos muy pero muy cerca. Podía sentir su respirar, además de ver a detalle su bonito rostro. Nos miramos por unos largos minutos. Yo miré sus labios, carnosos y brillantes. Ella también vio los míos, con una desbordante mirada de deseo.

Por alguna razón empezamos a caminar hacia atrás. Pensé que sin ningún rumbo, hasta que me di cuenta que detrás de ella estaba la puerta de mi cuarto. Aún viéndome, y de espaldas, ella abre la puerta y entramos.

Automáticamente, yo cerré la puerta con mi pie. A pesar de casi estar en completa oscuridad, podía ver con exactitud a Angela.

La claridad de sus ojos marrones con esos leves tonos verdes, se clavan en mí. Puedo sentir la tensión, el deseo de besar mis labios. Ella sabe que no la besaré, ella sabe que no puedo hacerlo. Pero por la forma en la que muerde los suyos, sé que lo hará. Se arriesgará y me besara primero.

Ella moja sus labios, se acerca y abre la boca para atrapar los míos. Yo correspondo, moviendo mi boca al ritmo de la suya. Ella toma mi cuello y me presiona contra ella. En un par de movimientos, al igual que unos cuantos pasos y caemos es la cama.

Nuestros cuerpos se mueven por si solos en movimientos poco castos. Es más, se sienten tan pero tan sexuales que puedo sentir el calor y la energía emanar de mi entrepierna.

Angela gime en nuestro beso al sentir mi erección en su intimidad.

Paro, tratando de recapacitar lo que se supone que haremos.

—¿Q-que pasá?—Me pregunta, agitada.

—No podemos hacerlo.—Le digo, serio.

—Yo quiero hacerlo.—Vuelve a besarme, esta vez un poco más corto.—Te doy el consentimiento de hacerlo.

—Pero somos amigos.—Le digo, tratando de hacerla caer en razón.

—¿Y qué?—Pregunta retadora.—No me importa si tú amor por mí dura esta noche Kater. En serio quiero esto. ¿Me amas solo está noche?

Hay algo en mí, algo que ni con pera o manzanas puedo lograr describir. Solo se que es nuevo y probablemente muy retorcido.

Le sonrío como previa respuesta.—Ésta noche, y todas las que te plascan, Preciosa.

Mentiroso, mentiroso. Maldito Karter Brownbear, eres un asqueroso y repugnante Mitomano.

Ella me vuelve a besar y yo no protestó. Ahora que ella a perdido la cordura, me ha arrastrado con ella.

¿En qué mierdas estoy pensando?

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Espera... ¿Khe? 0_o
O sea, que carajo con esas metidas de pata? Primero Jennary con Frederick y ahora Karter con Ángela.
Dios mío, ¡Enloquecí!

No olviden tomar awita, no dejar de sonreír y pensar bien en sus decisiones!

—K.

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