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16- ∆ Toujours ∆

-16-

∆ Erreus ∆

—KARTER—
—BROWNBEAR—

Siento que necesito un spa.

Quizás una larga tarde de relajación, un masaje con aceites, piedras calientes o manos suaves.

Y ese es el plan que mi hermosa mejor amiga Zara, supuestamente, tenía para mí. Aunque, según su idea era algo, o muy, distinta a la mía.

Resumen, Zara me llamo a las 4 de la madrugada, cuando yo estaba apunto de dormir, diciendome lo estresada que estaba y que nesecitaba verme para poder hablar de los desastres que la atormentaban y todo lo que la estaba molestando.

Evidentemente, acepte.

Después de todo es mi Zarita, sus problemas se convierten en los míos cuando ya no haya soluciones a sus problemas. Ella se hace la fuerte, la dominadora, pero por dentro es una niña que necesitan que la apoyen y la protejan en lo que se.

Y ahí entro yo, su mejor amigo que la escucha y la escucha a pesar de que sea un tema que ella varias veces ya me ha dicho.

Claro, también tiene a Ángela. Pero cuando ella y yo estamos juntos somos otro nivel de confianza y seguridad.

Salí de la ducha, secando mi cabello con una toalla más pequeña y otra más grande atada a mi cintura. Me vestí rápidamente mientra me veía en el espejo, llegando a la conclusión de que quería otro tatuaje. Quizás un poco más significativo, pero aún no lo sé.

Me puse mi camiseta roja con rayas negras horizontales, que era una talla más grande que las que usaba regularmente. Lo combiné con unos shorts negros, si ningún estampado y por último me puse mis Vans negros junto con unos calcetines largos blancos, para dejar descansar un poco a mis Converse.

Hice el intento de peinarme, me puse los anillos que usaba a diario, una fina cadena para hacer juego y un reloj. Tome mi billetera, mi celular y salí de la habitación. Baje los escalones con un ritmo acelerado, me dirigía a la cocina para comer algo antes de irme. No quería preparar nada, así que buscaré algo para recalentar y poder almorzar ligero.

Para mí suerte no tuve que buscar tanto, al parecer lo que habían preparado para hoy era una deliciosa lasaña. Sin complicaciones, ni titubeos, me servi una gran porción de tan delicioso manjar. Me senté a comer en la isla de la cocina y devoré, llenando mis mejillas de todo.

Yendo a por la mitad de mi plato, sentí una presencia acercarse a mi. Puede sentir al instante un jalón de oreja.

—¡Auch! ¡Auch!—Me quejé. Tratando de soltarme del agarre. Miré con detenimiento a quien me estaba agrediendo y me di cuenta de que era Emily.—¿¡Que te pasa, Emily!?

—¿¡Qué que me pasa!?—Pregunta enojada, un infierno de rabia se mira en el reflejo de sus pupilas. Me suelta, saca su teléfono y reproduce un vídeo.—¡Ésto me pasa!

Mi ojos se abren exageradamente, el rostro me empieza a hervir de la vergüenza que el vídeo está generando en mí.

No es nada más y nada menos que la cinta de seguridad de la oficina en la cafetería, cinta que me tiene a mí follandome a Helena.

El entrego el teléfono, casi tirandolo. Me tapo la cara, por qué no soy capaz de ver a Emily.—Puedo explicarlo.

—Oh, que bueno que puedas explicarlo, Karter.  Por qué quiero una buena explicación.—Dice irritada.

Pero estoy vacío, no tengo ni una sola miserable palabra para explicarle a Emily el vídeo que ella misma me acaba de mostrar. Solo sé que quiero que la tierra me trague y me escupa lo más lejos de esta mundo.

Abrí la boca para después cerrarla. La verdad no tenía nada coherente en mente.

Emily tomo el puente de su nariz, respirando profundo, para volverme a hablar.—Karter, no tengo nada en contra de que te cojas a quien te quieras coger, ¿Ok?

Me empecé a sentir aún más incómodo y ella también.—Ok...

—Si quieres hacerlo, está bien. Y si lo vuelves a hacer, solo avísame primero. Pero prefiero que mejor no lo hagas.

Subí mis manos en son de paz.—Sí, Emi. No se volverá a repetir.

Ella entrecierra sus ojos.—Bien, me voy. Si sales, cierra con llave.

Emily camina a la salida de la cocinay yo la sigo.—¿No hay nadie en casa?—Pregunte desconcertado.

—A parte de tí y de mí, no.—Ella toma su bolso.—Mi madre y padre salieron, Fred también, al igual que Xavier y Jen salió.

—¿Mamá salió?—Pregunte, aún más desconcertado.—¿Dijo con quién?

—Sí, al parecer Jeanpaul está en la ciudad. Ambos salieron a dar un paseo.—Me responde Emily, acomodando las últimas cosas en su bolso.

El tío Jeanpaul es el viejo mejor amigo de mamá, estudiaron juntos en su juventud. Apesar de la distancia, ella y él siguen siendo bastante cercanos. No me sorprendería que no se apareciera en toda la tarde por pasar tiempo con él.

—Me voy, no vemos más tarde.—Informa la castaña, tomando las llaves de su auto.

—¿Me das un aventón?—Le pido, tomando mis llaves de la casa.

Ella se gira a verme extrañada.—¿A dónde vas?

—Al centro comercial, Zara y yo nos encontraremos ahí para después ir a quien sabe que lugar en su auto.—Explico, acomodando las llaves en mi bolsillo.

Emily acepta.—Vámonos.

Salimos de la casa hasta llegar al auto de Emi. El trayecto fue liguero, al escuchar la playlist de música en español de Emily, cualquier viaje se vuelve corto. Las calles pasaban y pasaban, acercándonos más a mí parada. Nos estacionamos en frente del gran edificio. Chocamos puños a manera de despedida y me baje del auto.

Ahora lo que me quedaba era llamar a Zara para ver dónde está. Una corta llamada de unos escasos 20 segundos para decirme que estaba en una tienda especializada en el cuidado de la piel buscando mascarillas y ese tipo de cosas.

Empuje la puerta de cristal del local, al entrar la mire ahí, parada esperándome. Sus shorts eran súper cortos, dejan al descubierto la cremosa piel de sus piernas, sin embargo, su camiseta blanca era extremadamente larga. Su largo cabello castaño estaba atado en una cola alta.

Yo la miro extrañado, y ella me mira de igual forma.—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

Alzo los hombros.—Nada, solo que acomo me llamaste ayer, pensé que te ibas a ver cómo Britney pelona.

Ella ríe, mueve su cabello como una diva.—Estar mal, no significa que me vea mal.

Yo también río, le doy un abrazo y ella responde.—Bien, ¿Qué hacemos aquí?

Ella levanta una canastita, con mascarillas coreanas y otro productos para la piel.—Comprando cosas para nuestra tarde de terapia.

Metí la manos en tu bolsillo.—Exelente, ¿Qué más te falta?

Zara mira la canastita, viendo que es lo que lleva.—Solo veré unas vitaminas y compraré otras bandas para el cabello, después de eso, nos vamos.

—¿Te parece si voy a comprar helado?—Dije, apuntando a la salida.

—Claro, comida china también.—Me hace ojitos como el gato con botas.—Porfis.

Me volví a reír.—Bien, comida china también.

Me dí la vuelta y me dirigí a los apartados de comida. Pedí una orden de arroz para Zara y unos rollitos primavera para mí. Igual, siempre íbamos a compartir de la comida del otro, así que no me preocupaba antojarme de algo.

Camine nuevamente a la tienda, Zara ya estaba afuera de ella, con una bolsa en cada mano. Ella me hace una señal de que la siga y lo hago.

Nos subimos al auto, ella en el asiento del piloto y yo en el del copiloto. Ajustamos nuestros cinturones y le pusimos marcha su auto.

—¿Puede poner música de tu celular? Mi Playlist está un poco pesimista hoy.

—Claro, dame un segundo.—Yo acepto, saco mi celular y busco algo en Spotify. 

Configuré el Bluetooth del auto y busque en mi lista de música una canción algo divertida, ví el título y enseguida sonríe. Sabía que le iba a gusta y quizás podía conseguir que sonriera un poco.

I'll never find another girl like you, for happy endings it takes two,
We're fire and ice, the dream won't come true.—Empece a cantar, usando mi teléfono a modo de micrófono.—Zara, Zara, storms are brewin' in your eyes,
Zara, Zara, no time is a good time for goodbyes.

Ella miro al frente algo confundida pero con una sonrisa en su rostro

—Kater, ¿Hoy no tomaste tus pastillas?—Bromea ella, riendo levemente.

—¿Pastillas? Perdón, soy un loco saludable.

Ella vuelve a reír y yo la acompañó para reír a dúo. Ella tararea la canción, ya que la inculta no se la sabe. Yo si la cante a todo pulmón por todas las calles por las que pasábamos. Estaba por sonar el poderosisimo ABBA cuando mi teléfono empezó a sonar.

De mal modo, desactivé el Bluetooth y conteste la llamada.—Aló.

Se escucha una pequeña risita burlona al otro lado de la línea.—«¿Sigues enojadito, Brownbear?»

Es Helena.

Yo aclaro mi garganta para sonar más amable.—Hola.

«Hola.»—Respondé ella, nuevamente.—«Tengo un pequeño detalle para ti.»

Yo me desconcierto.—¿Detalle? ¿Para mí?

«Sí, así es. Te deje algunos de mis "caramelitos" en tu mochila.»—Hace un largo suspiro, con un aire coqueto.—«Es una lástima que no podamos probarlos juntos.»

Yo reí con un toque de cinismo.—Oh, Helenita, creo que te gusto tener adentro algo más que tus "caramelitos".

«Wow, Brownbear ¿Que comes que adivinas? Aunque tengo la leve sospecha de que puede ser.»—Habla con tanta relajación, pero la puedo sentir hambrienta, detrás de esta línea.

Yo solté una gran carcajada.—No te tomes todo el mérito, preciosa.

Lo sé, soy uno de esos básicos que usa un solo apodo con chicas aleatorias.

—Bien, nos vemos otro día, Adiós.

Cuelgó. La música vuelve a sonar.

—Carajo.—Canturrea Zara, con algo de sorpresa.

Arrugue las cejas.—¿Carajo qué?

—Nada. Solo que cada día vas más puta.—Ella no aguanta más la risa y empieza a parecer foca epiléptica.

Yo ruedo los ojos.—Concéntrate en el camino o vas a chocarnos.

Ella trata de recuperar aire para contestarme.—Dos putas menos para el mundo, creo que estará bien.

Admito que su comentario me hizo reír, pero contuve la risa para no perder la postura de mi carácter. En pocos minutos llegamos al vecindario de Zara. Su casa era grande, sus paredes eran de un color menta que me daba con un toque muy hogareño.

Nos bajamos del auto con las compras, caminamos a la casa y entramos en ella. La madre de Zara, la señora Richardson aparentemente cocinando algo.

—¡Hola, chicos!—Nos saludó alegremente la señora.

—¡Hola, señora R!—Respondí a su saludo con una sonrisa.

Ella deja las palomitas que estaba cocinando.—Tanto tiempo sin verte, Karter. Es un milagro que estés aquí.

Zara jala mi brazo.—Mamá, podrías parar de interrogar a Karter, tenemos prisa.

La señora Richardson nos mira con picardía.—No hagan mucho ruido, tu padre está descansando.

Yo río con nerviosismo y mucha vergüenza, Zara rueda los ojos y me jala a la escaleras que suben a las habitaciones. Entramos a la suya sin hacer mucho ruido.

Tomó asiento en su cama, mientras la miro pasearse hacia el closet, se quita la camiseta, se pone una sin mangas y se quita el sujetador.

Zara y yo nos tenemos demasiada confianza. De mi parte, soy bastante respetuoso y trato de ser lo más centrado posible.

Pequeña anécdota, la primera vez que ví a Zara ella me gustó mucho, demasiados para ser exactos, sin embargo ella me rechazó. Pero ahora no importa, ya la superé y también soy su mejor amigo.

Sin embargo, la gente no deja de pensar que nosotros habíamos tenido algún encuentro sexual o que los tenemos de vez en cuando.

Que tengamos confianza, no significa que hayamos tenido sexo.

Esperando que se acomode y se deje de ver en el espejo, saque uno de mis cigarros y el encendedor. Hace tiempo que no fumo uno.

—¡Hey!—Ella llama mi atención.—Ni se te ocurra, Karter.

Levanto mis brazos en son de paz.—Bien, bien, no lo haré.

—¡Maldita sea!—Vociferá, tirándose a la cama.—¡Hace mucho calor!

—Estamos en verano, Zarita.—Le recuerdo, acariciando su cabello.

—Tienes razón.—Se levanta, su cabello se alborota al hacerlo, se gira y me mira a los ojos.—¿Que carajos hacemos aquí? ¡Deberíamos de estar en una piscina, tragando margaritas y comiendo mariscos!

Yo río.—Pues dijiste que querías hablar conmigo de tus cosas, por eso estoy aquí con tanta urgencia, ¿Lo recuerdas?

Hizo un pequeño puchero.—Oh, eso.

Tomó su mano.—Sí, eso.

Ella suspira, se levanta de la cama y toma la bolsa de las mascarillas y las bandas para el cabello, vuelve a su lugar en la cama, sentandose sobre sus piernas y escogiendo las cosas en la bolsa.

—¿Aguacate, fresa, alien, osito o miel?—Me pregunta, leyendo las etiquetas de las mascarillas.

Me acerco más, arrastrándome por la cama, me acosté de lado, sosteniendo mi cabeza con mi mano.—Alien.

Pone en mi vista todo el color de bandas que tiene.—Escogé una.

Yo tomó una celeste que tiene cuernitos, ella la pasa por mi cabeza hasta mi cuello para volverla a subir y apartar todo el cabello que caía en mi frente. Zara abrió la mascarilla y la puso en mi cara, eliminando los pequeños pliegues que puede haber tenido. Ella hizo lo mismo, tomo una banda, aparto el cabello de su rostro y se puso una mascarilla de fresa. Pone el temporizador y esperamos.

Ella se acuesta boca arriba, y yo la imitó, haciendo lo mismo.

Relamo mis labios antes de hablar.—Entonces... ¿Que te preocupa tanto?

Ella suelta una risita de amargura.—Lo mismo de siempre. Él no me nota, él no mira como lo amo.—La falsa sonría que quedó en su rostro, se desvaneció.—Papá está estable, pero sigue preocupándome. Y creo que mamá se está tirando al vecino.

Lo último me tomo por sorpresa.—Wow, de verdad que nesecitabas este día de relajación.

Su claros ojos caen sobre mí, esperando una respuesta.—¿Tienes algún consejo que me quieras dar?

Yo desvío mi vista, mirando al techo.—Marcus está ciego. Además... Tú sabes que a él le gusta mucho Ángela.

—Lo sé, Lo sé, ¡Lo sé!—Ella cruza los brazos.—No es posible que muchos chicos estén detrás de mí y el ni siquiera se da cuenta de que me trae loca. ¡La vida es demasiado injusta!

Volví a acariciar su cabello.—Algún día, Zara, algún día caerá.

Ella sonríe juguetona.—¿Y tú, Brownbear? ¿A quien le gusta tener adentro algo más que caramelos?

—Ok, olvida eso, Zara.—Le advierto, divertido y algo avergonzado.

Ella se levanta para verme mejor.—Oh vamos, nunca hemos tenido secretos, Karter.

Pongo mis manos detrás de la cabeza, pensando en como le responderé.—Ya sabes que yo solo busco diversión, nada serio. Además, sabes que no encontraré jamás una chica para mí.

—Oh, lo olvidé. Estoy hablando con Karter Brownbear, Fuckboy, filántropo, bibliofilo, la imagen del capitalismo y psicólogo de medio tiempo.—Dice con cierto tono de sarcasmo.

Suspiré.—Claro, sigue burlándote.

Ella se queda callada y me analiza.—En parte tienes razón. Las chicas te usan como una catapulta de popularidad. 

Su comentario me desorienta.—¿Por qué dices eso?

Ella alza los hombros.—Chica con la que te acuestas, chica que ya tiene una absurda posición social en la Westbrook Academy.

Ahora yo soy el que se levanta.—Explícate bien, Zara.

Rueda los ojos.—Vamos, se acuestan con el impresionante mejor estudiante del condado, deportista estrella en cualquier deporte, carita bonita, cuerpo de infierno. Tu eres el número 1, cuando te acuestas con ellas se vuelve un número 3 ¿Quieres que siga?

Sigo igual de perdido, y algo molestó.

Arrugó las ceja.—¿Ellas se acuestan conmigo por popularidad?

—Técnicamente, no. Ellas se acuestan contigo por qué te desean, la popularidad llega sola.

Auch.

Aunque suene exagerado, me moleste.

¿De verdad eso era para las chicas? ¿Un objeto? ¿"Una catapulta de popularidad"?

Sabía que las chicas que siempre escogía para jugar eran chicas a las que sole les gustará la diversión. De cierta manera, me importana mucho que no salieran lastimadas.

Pero yo no les importaba de verda. Me sentí muy herido por qué me sentía mal al "usarlas", pero me di cuenta que yo era el usado.

Luego está el otro lado de la balanza. Las chicas que de enamoraban de mí por mi "perfección". Esas pequeñas almas no saben, ni sabrán a lo que podían meterse. Ellas querían ser mis novias oficiales, pero la verdad no quiero se el causante directo de una ruptura de corazón.

Aparté esas ideas de mi cabeza, me volví a recostar y mirar el techo.

—Me tiré a Helena.—Deje salir, sin más. De todos modos no teníamos secretos entre nosotros.

Zara me miró incrédula y algo irritada.—Se te va a caer el pito.

Zarita tan pintoresca como siempre. Reí mientras negaba con la cabeza ante su comentario tan crudo.

La alarma de que nos quitamos las mascarillas empezó a sonar. Retiramos el producto de nuestros rostros.

—¿Vamos a tu casa?—Pregunta mi mejor amiga con inocencia.—Quiero tomar alcohol y hablar en otro idioma.

Eso me hizo reír.—Bien, vamos.

Ella busco su teléfono.—Solo déjame llamar a Angela. Dos en una sola función no es diversión.

—Como tu quieras.—Dije levantándome de la cama y buscando la salida para irme a fumar mi cigarrillo.

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Nota de autora:

PTMMMM Zara mi religión 🛐 amo esta chica. Claro que también amo a mi bebé Karter. Saben, #AloFleur Me quedo con los dos.

Nos vemos en un próximo capítulo!

No olviden de beber awita y nunca dejen de sonreír!

K.

ฅ^•ﻌ•^ฅ

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