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v e i n t i c i n c o

—¡Evans, fue lo primero que te dije! —se burló Paul al verla salir de la casa con el cabello alborotado.

—No sé por qué sigo saliendo contigo —masculló la chica.

—Porque te gusta, por eso.

Louisa rodó los ojos y subió al auto de Paul. El corazón le latía rápidamente, hace mucho no se sentía tan nerviosa, ni siquiera cuando conoció a la familia de Jasper. Esa vez no había tenido tiempo de pensarlo, en cambio con Paul había tenido una noche entera y la mitad del día para destruir su clóset en busca de algún atuendo adecuado, además de darle vueltas y vueltas. ¿Les caería bien?, ¿qué pasaría si no?, ¿qué tal que la odiaban?

—Te van a adorar —dijo Paul—. Pero no con esa cara larga, sonríe.

Louisa sonrió levemente ante el comentario de Paul pero no podía dejar de estar nerviosa. Estaría en una casa repleta de hombres lobo, ¿es que no podía salir con un chico normal?

Se había vestido con unos pantalones de mezclilla y un suéter gris, poniéndose un bonito abrigo negro encima —que sólo utilizaba en ocasiones especiales— y, finalmente, sus botines negros. Sabía que lucía bien, arreglada pero no parecía que hubiera durado horas probándose ropa.

—Evans, tus pensamientos me incomodan —acabó por decir Paul, haciéndola fruncir el ceño.

—No me digas que tú también lees los pensamientos.

—Sólo entre los miembros de la manada. Pero no es difícil leerte, seguramente estás dándole mil y una vueltas mientras los nervios te carcomen.

—¿Puedes culparme? —preguntó Louisa, mordiéndose el labio.

Paul rió.

—Claro que lo hago, Evans, de hecho, tú tienes la culpa de todo.

La chica rodó los ojos.

Habían llegado a una casa en medio del bosque, tenía las paredes manchadas de lodo, al igual que los escalones. Además de muchas macetas en la parte de afuera, todas con flores diferentes. Era de dos pisos, repleta de ventanas. Quizá no era la casa más bonita, pero desde fuera podía verse lo acogedora que era.

Louisa salió del carro temblando, haciendo reír a Paul.

—Dios mío, Evans, debes relajarte.

—Cállate —masculló la chica.

Se encaminaron a la puerta pero Paul la detuvo antes de entrar.

—Una advertencia, no mires a Emily por mucho tiempo, probablemente Sam te mate si lo haces.

—Qué consolador.

Tragó saliva y Paul abrió la puerta. Tenía la razón, la casa era acogedora.

La cocina era pequeña, había una mujer preparando algo de comer aunque Louisa no alcanzó a distinguir qué era. Había una mesa al centro con cuatro sillas donde estaban sentados tres chicos.

—Así que tú eres la razón por la que Paul comenzó a vestirse —dijo uno de los chicos mirándola divertido.

Louisa sonrió a medias mientras que Paul soltó una carcajada.

—También es la razón por la cual me desvisto —dijo el chico con una sonrisa haciendo que Louisa le diera un golpe.

Ni siquiera prestó atención al dolor que sintió en la mano, su rostro estaba tan ruborizado que incluso le quemaba. Rogó que todo eso acabara, que la tierra escuchara sus deseos y se la tragara de una buena vez.

—Evans, te presento a Embry —dijo señalando al chico que había hablado.

Embry tenía el cabello oscuro y la piel bronceada, además de una bonita sonrisa.

—Mucho gusto —dijo Louisa intentando sonreír.

—No tengas miedo, Louisa, no mordemos —dijo el chico cediéndole su silla.

—A menos que quieras —se burló Paul contra su oído, haciéndola sonrojarse.

Louisa iba a negarse, era aún más aterrador sentarse entre ellos, pero Paul casi la empujó para que tomara asiento.

—Bien, él es Jared —un chico delgado, igual con el cabello oscuro—. Sam —parecía ser el mayor de todos— y Emily —dijo señalando a la mujer que cocinaba.

Louisa entendió el comentario de Paul en cuanto Emily la miró, tenía una enorme cicatriz surcándole el rostro, pero a pesar de eso era bastante guapa. En cuanto vio a Louisa le sonrió y la chica hizo lo mismo, quizá no fuera tan malo después de todo.

—¿Es la otra chica vampiro? —preguntó Emily, Louisa se tensó.

—Quizá en el pasado —respondió Embry—. Ahora pertenece a la manda.

Louisa sonrió y Emily no tardó en aparecer con una enorme bandeja de cupcakes. Estaban deliciosos.

—Louisa, dato curioso —dijo Jared—. Podemos leernos las mentes entre nosotros, ojalá pudieras escuchar lo que Paul...

—Chst —lo cortó Paul, quien permanecía de pie recargado en la silla de Louisa.

La chica sonrió.

—Quiero saber —dijo haciendo reír a todos menos a Paul, quien se notaba incómodo.

—Bueno, la otra vez, mientras caminábamos por el bosque...

—¿Quieres callarte, Jared?

—Louisa tiene derecho a saberlo —respondió el lobo con una sonrisa de oreja a oreja.

Paul bufó, antes de empujarlo de la silla y que Jared cayera al suelo. Embry rió a carcajadas y Louisa no pudo evitar reír también, le gustaba la forma de ser de los lobos, tan... relajada, se divertían con cualquier cosa y no tenían esa forma de ser tan refinada que caracterizaba a los Cullen.

Pasó unas cuantas horas con ellos, Sam y Emily se fueron al cabo de un rato pero Jared y Embry parecían tremendamente interesados en Louisa, bueno, en su relación con Paul.

—¿Ya se besaron? —preguntó Embry—. Espero que sí, no toleraré más pensamientos trágicos como los de Jacob.

Louisa se movió incómoda en la silla y Embry sonrió victorioso.

—¡Entonces sí! Ya era hora, comenzaba a preocuparme.

—¿A qué te referías con los pensamientos trágicos de Jacob? —se atrevió a preguntar Louisa.

Embry se encogió de hombros.

—Está enamorado de la chica Swan, pero parece ser que ella no tiene ojos para nadie que no sea un chupasangre —explicó Jared.

Louisa asintió, sabía que Bella no dejaría ir nunca a Edward, por más años que pasaran, por más chicos que aparecieran en su vida, jamás lo dejaría atrás.

—¿Y qué le viste a Paul, Louisa? —preguntó Jared para después soltar una carcajada—. Ni sé por qué pregunto, es feo con ganas y sus sentimientos no son tan nobles, eso sólo nos deja una opción.

—El cuerpo —completó Embry, quien rió.

Louisa rodó los ojos y Paul sonrió divertido.

—Vamos, Evans —dijo el chico poniéndose de pie.

—¿Se van tan pronto? ¡Apenas estábamos calentando! —se quejó Embry.

Louisa les sonrió a los dos chicos, quienes no dejaban de mirarla con una enorme sonrisa.

—Nos vemos, la pasé muy bien —dijo Louisa despidiéndose con la mano.

—Esperamos verte pronto, Louisa.

La chica los miró una última vez más antes de salir de la casa, Paul caminaba radiante a su lado.

—¿Ves que no era tan difícil?

Louisa sonrió.

—Tampoco fue fácil, hubo un momento donde creí que iba a prenderme en fuego de tan ruborizada que estaba.

Paul soltó una carcajada mientras le abría la puerta del auto. Antes de que Louisa subiera le acarició el rostro.

—Gracias, Evans.

Louisa sonrió al sentir los labios de Paul sobre los suyos, a diferencia del día anterior, ese beso era suave, tranquilo, sin un deseo desenfrenado.

—¡¿Para eso nos dejaron!? —escuchó gritar a Embry desde la casa.

Al instante se alejó de Paul, con el rostro tan rojo como un tomate y una enorme sonrisa en los labios.

Quizá Paul no fuera una mala idea.




¡Muchísimas gracias por sus votos y comentarios! De verdad me hacen muy feliz, disfruto mucho de leerlos JAJA. Espero les guste el capítulo<33, ya es de los últimos de luna nueva.

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