t r e i n t a y s i e t e
—De pequeños, nos preguntaron qué queríamos ser cuando creciéramos —habló Jessica frente al auditorio—, nuestras respuestas eran astronauta, presidente o, en mi caso, princesa —Louisa rió levemente al igual que el resto de los asistentes—. Cuando cumplimos diez, volvieron a preguntarnos. Nosotros respondimos vaqueros, roqueros o, en mi caso, ganadora de una medalla de oro. Pero ahora somos adultos, quieren una respuesta seria, ¿qué tal esto? ¿Quién demonios sabe?
El auditorio rompió en risas y aplausos y Jessica sonrió.
—No es el momento de tomar decisiones difíciles, es el momento de cometer errores, de tomar el tren equivocado y perdernos, de enamorarnos, mucho. De estudiar filosofía porque jamás nos ganaremos la vida con eso. De cambiar de opinión una y otra vez porque nada es permanente. Así que cometan cuantos más errores puedan. Así, algún día, cuando les pregunten qué quieren ser, no tendremos que adivinar: sabremos.
Louisa aplaudió con ganas sin poder borrar la sonrisa que se había formado en su rostro, Angela la abrazó y ambas se quedaron mirando a su amiga, quien se notaba bastante orgullosa.
Había llegado el día, el día en el cual dejaba atrás la escuela y tendría qué decidir qué haría con su vida y no tenía ni la más remota idea. Sabía que quería estudiar, quizá ciencias o negocios, incluso medicina; pero esa no era la decisión que no paraba de hacerle ruido, era quién escogería para toda la vida.
Sabía que tenía dieciocho años, las personas de su edad rara vez se topan con el amor de su vida a la primera, pero ella sí lo había hecho. Y quisiera o no, llegaría el momento donde tendría que elegir un camino y no habría vuelta atrás. Eso la aterraba pero a la vez la emocionaba.
La llamaron al frente para recoger su diploma, pasó con el horrible traje amarillo que los habían forzado a utilizar y no pudo evitar sonreír de oreja a oreja al ver a Marianne y a Alex entre la multitud, quienes estaban de pie y aplaudían con ganas.
—¡Eso, corazón! —escuchó gritar a su tía y soltó una carcajada.
Antes de bajar del podio sus ojos se encontraron con los de Jasper, quien la miraba diferente, como si no la conociera pero a la vez la amara. Louisa ni siquiera entendía qué significaba esa mirada, sacudió la cabeza, necesitaba dejar de pensar.
• • •
Alice había organizado una fiesta en su casa y Louisa había estado tentada a no ir pero Jessica y Angela no pararon de insistir hasta que consiguieron llevarla a rastras.
Se había puesto un suéter largo color blanco y unos jeans ajustados, la verdad es que la fiesta la tenía sin cuidado, sólo había ido para que sus amigas estuvieran contentas.
—Felicidades, Louisa —escuchó decir a Bella a sus espaldas.
La castaña sonrió y abrazó a Bella.
—Lo siento muchísimo —acabó por decir Bella—. Por todo, no debí haberte dicho nada, es sólo que estaba furiosa con todo el mundo.
Louisa asintió.
—Lo sé, estamos bien, Bella.
La castaña sonrió y al instante se unieron Angela y Jessica al abrazo.
—Me alegro tanto de que se hayan reconciliado —dijo Jessica sin soltarlas.
Todas sonrieron.
—¿Qué pensaron de mi discurso? —preguntó Jessica y Louisa rió levemente, llevaba todo el día con eso—. ¿Demasiado trivial? ¿Demasiado autoayuda? Díganme que no lo odiaron.
—Fue bastante acertado —respondió Bella.
Jessica sonrió.
—Nací para ser líder, ¿no?
Louisa soltó una carcajada y abrazó a su amiga por los hombros.
—Me encanta esa canción, ¡vamos! —dijo Angela, jalando a Jessica y a Louisa.
Las tres cantaron y gritaron la canción sin dejar de abrazarse, Louisa incluso comenzaba a pasarla bien. Ni siquiera se arrepentía de haber asistido a la fiesta.
—¿Louisa Evans bailando?
La chica rodó los ojos.
—Comienzas a parecerte a Paul, Embry.
El lobo soltó una carcajada y la abrazó.
—Eres, oficialmente, una adulta —Louisa sonrió—. Felicidades, Louisa.
El chico le dio una vuelta mientras bailaban y Louisa no pudo evitar reír, Embry era terrible para bailar.
—Dios mío, Embry, ¡tienes dos pies izquierdos!
El moreno la fulminó con la mirada.
—Bien, si eres tan experta, ¿por qué no me enseñas?
Louisa soltó una carcajada.
—¿Me has visto moverme? ¡No puedo caminar sin tropezarme!
—Eso es cierto —corroboró Angela, haciendo reír a Embry.
Antes de que pudiera decir algo más, apareció Jacob y los llevó a ambos a una habitación tranquila. Jared estaba ahí, al igual que Edward, Bella, Alice, Jasper y Carlisle.
Louisa frunció el ceño, no tenía idea de qué estaba ocurriendo.
—Estarán aquí en cuatro días —dijo Carlisle y Louisa lo miró confundida.
—Podría convertirse en una masacre —masculló Edward.
—¿El líder?
—No reconocí a ninguno —dijo Alice—. A uno quizá, local, Riley Biers.
Louisa sabía quién era, un chico que había desaparecido unos meses atrás, sus padres no habían parado de poner anuncios en el periódico para anunciar su desaparición.
—Él no es el líder —respondió Edward.
—El líder está oculto, quiere evitar que Alice lo vea.
—El ejército está en camino y no somos suficientes —habló Jasper y Louisa se tensó, su voz siempre sería perfecta.
—¿Ejército de qué? —preguntó Jacob.
—Recién nacidos. De los nuestros —explicó Carlisle.
Louisa apretó los dientes, Edward tenía razón, eso sería una masacre.
—¿Qué buscan?
Sintió a Embry apretándole el hombro en señal de apoyo y la chica sonrió levemente. Al igual que Paul, Embry también estaba hirviendo.
—Estaban pasándose el aroma de Bella —respondió Alice—. Una blusa roja.
—¿Bella? ¿Qué significa esto? —interrogó Jacob.
—Significa un combate feroz, con muchas vidas perdidas —fue Carlisle quien contestó.
Jacob miró a los dos chicos que lo acompañaban, quienes asintieron.
—Bien. Cuenten con nosotros.
Louisa ahogó un grito, no, por supuesto que no podían contar con ellos, eso significaba que Paul estaría en peligro y no sólo Paul, también Embry, Jared, Seth, Sam... Todos.
—Los matarían. Olvídalo —negó Bella.
—No estaba pidiendo permiso.
—¿Edward?
—Significa más protección para ti.
Todos intercambiaron miradas incómodas, hasta que Carlisle rompió el silencio.
—¿Crees que Sam accedería a un acuerdo?
—Siempre y cuando podamos matar vampiros.
—¿Jasper?
—Seríamos más y los recién nacidos no sabrán de su existencia.
Carlisle se puso de pie.
—Necesitamos coordinarlos.
—Los lastimarán, Carlisle —protestó Bella.
—Necesitaremos entrenarnos. Jasper tiene el conocimiento necesario para combatirlos. Son bienvenidos.
—Bien. Dime el lugar y la hora —respondió Jacob acercándose al vampiro.
—No sabes en lo que te estás metiendo —advirtió Bella.
—Bella, esto es lo que hacemos. Deberías estar feliz, estamos colaborando. Eras tú quien quería que nos lleváramos bien, ¿recuerdas?
Louisa se quedó tan quieta como pudo, esperando que así nadie notara su presencia y finalmente pudiera huir sin mirar atrás. No, no permitiría que Paul se pusiera en peligro, ni tampoco ningún miembro de la manada.
—Louisa puede ayudarnos —habló Jasper haciendo que todos se giraran a verla—. Puede lastimarnos con sólo tocarnos, quizá... Quizá podríamos entrenarla para que utilice su habilidad desde lejos, sin que tenga que intervenir directamente.
Embry al instante se colocó frente a ella, seguido de Jared.
—Louisa no es parte del trato —dijo el lobo, escondiéndola detrás de él.
—Ella podría darnos tiempo —murmuró Edward—, si lograra dejarlos fuera de combate tan sólo unos segundos...
—Olvídalo —interrumpió Jared.
Louisa respiró con fuerza, antes de abrirse paso entre los lobos.
—Bien. Lo haré.
Embry la miró con reproche y Jared estaba furioso, comenzó a respirar con fuerza y al instante salió de la habitación dando un portazo.
—Louisa, no tienes que hacerlo —susurró Embry.
—Sé que no, pero los ayudaré.
El chico suspiró pero no insistió más. Estaba hecho. Sería parte de un combate entre lobos y vampiros.
Todos salieron de la habitación en cuanto las cosas se decidieron pero Louisa se mantuvo justo donde estaba, sin dejar de observar a Jasper, quien evitaba su mirada.
—¿Quién está usando a quién ahora? —preguntó la chica decepcionada, dejando que se percibiera el dolor en su voz.
Y dicho esto salió de la casa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro