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Louisa se encontraba sentada junto a Bella en el jardín del instituto, le gustaba sentir el sol calentándole el cuerpo; los días soleados en Forks eran poco comunes, así que había que aprovecharlos al máximo.

Llevaba sólo una camiseta delgada color blanca y unos pantalones de mezclilla, no se había molestado en llevarse chamarra, aunque seguramente por la tarde la necesitaría.

Bella miraba hacia todos lados, buscando a Edward, Louisa sabía que no estaba ahí. Los Cullen no aparecían nunca en un día soleado.

—No vino —le dijo Jessica a Bella, mientras tomaba el sol con una blusa de tirantes rosa—. Los Cullen desaparecen si es un día lindo.

—¿Faltan porque sí? —preguntó Bella frunciendo el ceño.

—No, sus padres los llevan a acampar. Lo intenté con mis padres, ni cerca.

Las chicas se quedaron calladas y de pronto apareció Angela con una sonrisa en el rostro.

—Voy a ir al baile con Eric. Yo lo invité, asumí el control.

Louisa sonrió.

—Te lo dije —dijo Bella sonriente.

Todas la felicitaron y abrazaron, quizá a Louisa no le importaban esas cosas, pero le gustaba que sus amigas fueran felices.

—Deberíamos ir de compras a Port Angeles —sugirió Jessica.

A Louisa no le gustaban ese tipo de compras pero siempre disfrutaba de ir a Port Angeles, le gustaba caminar y ver las tiendas; además de que siempre visitaba las librerías, adoraba el olor a libros y la luz tenue iluminando los diferentes volúmenes.

—¿Les molesta si vamos Bella y yo? —preguntó Louisa mirando a Angela.

—Necesitamos su opinión —respondió la chica sonriente.

• • •

Se encontraban en una pequeña tienda de vestidos en Port Angeles, las paredes eran de madera y había una enorme vitrina que permitía ver hacia adentro de la tienda; Louisa no paró de pensar en lo inadecuado que era eso.

Bella y Louisa se encontraban sentadas frente a las otras dos chicas, que tenían una pila de vestidos colgados detrás de ellas y seguían trayendo más y más.

Louisa agradeció tener a Bella a su lado, era bueno que a ella tampoco le gustara probarse ropa.

No tardaron en aparecer Jessica y Angela, a Louisa le resultó gracioso el contraste que había entre ellas; Angela era muy delgada y sin muchas curvas, mientras que Jessica se había puesto un vestido con escote para resaltar el busto.

Angela llevaba un vestido lila, con tirantes cruzados y sin muchos adornos; el de Jessica era de un rosa brillante, además de unos guantes blancos hasta arriba del codo.

—Me gusta este, hace resaltar mis atributos —dijo Jessica sonriente sin parar de mirarse al espejo.

Pasaron unos chicos por afuera de la tienda, sin dejar de mirarlas, incluso tocaron el vidrio y les dijeron que estaban 'buenas'. Louisa sabía que ese vidrio era una mala idea.

Angela se volteó avergonzada, Jessica igual se volteó pero parecía que había tomado el comentario de los chicos como un halago.

Los hombres también se habían detenido a mirar a Bella y a Louisa, quienes simplemente los ignoraron.

—Eso es repugnante —masculló Bella y Louisa no pudo estar más de acuerdo.

Se mantuvieron calladas hasta que Jessica rompió el silencio.

—¿Qué opinan? —Angela y Jessica les modelaron y las otras dos sonrieron ligeramente.

—Me gusta —dijo Bella con voz inexpresiva.

—Definitivamente es su color —añadió Louisa, aunque en realidad había dejado de fijarse en los vestidos a partir del segundo que les habían enseñado.

—Dijeron lo mismo de los últimos cinco vestidos —se quejó Jessica.

—Te ves bien en todos —respondió Bella.

—No están para nada interesadas en esto, ¿no? —preguntó Angela.

—En realidad, sólo quería pasar por la librería —admitió Bella.

—Yo sólo venía a pasear —complementó Louisa—. ¿Nos vemos luego?

Louisa se puso de pie seguida de Bella.

—¿Seguras?

—Sí, nos vemos en un rato —afirmó Louisa.

Bella y Louisa caminaron hacia la librería, que estaba a unas cuadras de ahí. Ambas caminaban en silencio, mientras observaban a su alrededor y el aire frío les golpeaba el rostro.

Cuando llegaron a la librería ya estaba oscuro y la única iluminación de la calle provenía de los postes de luz. La librería era una especie de cabaña de madera con luces tenues y de color anaranjado.

En cuanto entraron sonó una campanilla en la puerta, y un hombre moreno de cabello oscuro las saludó desde el mostrador. Ambas le dedicaron una sonrisa y se dedicaron a buscar algún libro interesante.

Louisa no sabía qué libro quería, se dedicaba a observar los diferentes títulos, hasta que uno le llamó la atención: La leyenda de los Quileutes. Recordó lo que había dicho Jacob y decidió que quería saber más del tema.

Se acercó a pagar y el hombre le sonrió ligeramente. Bella ya había pagado y sólo estaba esperándola junto a la puerta.

—Buenas noches —les dijo el hombre antes de salir.

—Gracias —dijeron ambas al unísono.

Caminaron por las desiertas calles de Port Angeles, en busca del restaurante donde habían quedado de ver a Angela y Jessica. Las calles estaban tranquilas pero era una calma inquietante, sólo había silencio absoluto, ni siquiera se escuchaba el ruido del viento.

Iban pasando por un callejón cuando vieron a varios hombres frente a ellas, Louisa rezó porque no las vieran pero era demasiado tarde, ya caminaban hacia ellas.

Ambas dieron la vuelta, tratando de caminar lo más rápido posible. Louisa sólo quería llegar a algún lugar donde hubiera gente, o a algún local abierto para poder refugiarse.

Dieron vuelta en un callejón, que las llevó a una especie de amplio estacionamiento. Louisa sentía el corazón latiéndole con fuerza: ahí sólo había más hombres mirándolas, apenas si había luz.

—¡Ahí están! Las vimos comprando vestidos —dijo uno de ellos acercándose.

Louisa pensó en gritar, ¿pero quién la escucharía?

Los hombres comenzaron a rodearlas y ellas siguieron caminando, aunque éstos les estorbaban el paso. Louisa mantenía la cabeza gacha, le aterraba mirarlos.

—¿A dónde van? Tomen un trago con nosotros.

Louisa sentía cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de ella, deseaba correr y alejarse de ellos; pero eran demasiados, alguno lograría alcanzarla.

Comenzaron a acercarse y a tomarlas del brazo, parecían estarse divirtiendo, mirándolas como si no fueran más que dos juguetes. Louisa estaba aterrada, no veía forma de salir de ahí.

—No me toques —le dijo Bella a uno, antes de golpearlo en la entrepierna.

Louisa se mantenía inmóvil, evitando las miradas y tratando de hacerse pequeña para que nadie la tocara, aunque no le estaba resultando muy útil.

De pronto apareció un auto dirigiéndose a ellos a toda velocidad, frenando de golpe antes de arrollarlos. Edward salió hecho una furia, incluso parecía otra persona, como si fuera una especie de animal. Sus ojos destellaban odio, además de que sus labios temblaban.

—Suban al auto —les indicó.

No tuvo que repetirlo dos veces, Louisa subió deprisa al asiento trasero y se colocó el cinturón.

Vio cómo Edward se enfrentaba a los hombres, pero no dijo nada, ni siquiera se movió. Louisa no pudo ver su expresión pero logró intimidar a los hombres frente a él.

Subió al auto rabioso y aceleró contra ellos. Louisa lo miró asustada, nunca había visto a Edward así.

—Ya viene Jasper por ti —le avisó a Louisa.

Edward avanzó por las calles a una velocidad impresionante, Louisa tuvo que sostenerse el asiento delantero; los autos le pitaban pero no pareció importarle.

—Debería ir y arrancarles la cabeza —masculló Edward.

—No —dijo Bella preocupada.

—No sabes las cosas repulsivas que estaban pensando —Louisa frunció el ceño, ¿pensando?

—¿Tú sí? —preguntó Bella.

—Es fácil de adivinar. —Bella negó ligeramente con la cabeza— ¿Podemos cambiar de tema? Distráeme para que no regrese.

—Deberías abrocharte el cinturón —sugirió Bella haciendo reír a Edward.

—Quizá deberías abrochar el tuyo —respondió Edward burlón.

Edward manejó por unas cuadras más hasta llegar al restaurante donde habían quedando con Angela y Jessica, quienes ya iban de salida.

—¿Dónde estaban? No paramos de mandarles mensajes.

—Las esperamos, pero moríamos de hambre —dijo Jessica.

Louisa y Bella estaban sin palabras, mirándose entre ellas, hasta que apareció Edward junto a Bella. Angela y Jessica lo miraron como si acabaran de ver un fantasma.

—Lamento que no pudieron cenar con ustedes. Nos encontramos y nos pusimos a conversar.

Las dos chicas tenían una sonrisa de tontas, en especial Jessica, quizá era la primera vez que Edward les dirigía la palabra.

—No, nosotras entendemos. Eso pasa, ¿no? —dijo Jessica fingiendo una voz chillona—. Nosotras nos estábamos yendo. ¿Quieren...?

—Creo que debería asegurarme de que Bella cene algo —dijo Edward y miró a Bella—. Si quieres —ésta asintió—. Luego te llevo a casa.

—Qué amable —dijo Angela.

—Sí, muy amable —complementó Jessica.

—Sí, debería comer algo —Bella las miró—. Nos vemos mañana.

Edward y ella entraron al restaurante y las demás intercambiaron miradas, Angela y Jessica no paraban de sonreír; Louisa quería hacerlo, de no ser porque aún seguía con el corazón en la garganta.

—¿Vienes, Louisa? —preguntó Angela.

—Yo la llevaré a casa —dijo Jasper apareciendo del lado izquierdo de la calle.

Jessica frunció el ceño y Angela sonrió.

—Creo que las veré mañana —dijo Louisa sin dejar de mirar a Jasper.

Las chicas le sonrieron y se alejaron caminando intercambiando murmullos entre ella.

Louisa iba a saludar a Jasper pero éste se acercó a ella sin darle oportunidad de hablar, simplemente la abrazó y Louisa sintió las lágrimas bajarle por las mejillas.

—No sabes lo preocupado que estaba —dijo Jasper acariciándole el cabello.

—Si Edward no hubiera estado ahí... —comenzó Louisa pero la voz se le cortó. No quería pensar en lo que habría ocurrido si Edward no estuviera ahí.

—No pienses en eso, Louisa, por favor.

Jasper se alejó un poco de Louisa y la miró directamente a los ojos, limpiándole las lágrimas con los pulgares. La chica sonrió ligeramente.

—Vamos. Te llevaré a casa.

Jasper besó su frente con ternura y la tomó de la mano para llevarla al auto.

• • •

Louisa miraba por la ventana del auto en silencio, no tenía ganas de hablar y parecía que Jasper lo sabía porque no intentó hacerla hablar sobre lo ocurrido.

—¿Cómo supo Edward dónde estábamos? —preguntó Louisa al cabo de un rato.

Jasper se encogió de hombros.

—Tiene algo con Bella... supongo ya lo sabías.

Louisa asintió.

—Le gusta... ¿nos estaba siguiendo?

Jasper rió ligeramente.

—Desconozco qué hace Edward por las noches, Louisa, pero lo más probable es que sí las estuviera siguiendo.

Normalmente Louisa lo habría juzgado, creyendo que era una especie de acosador, y quizá sí lo era pero gracias a eso había salvado su vida, no podía permitirse criticarlo.

Tardaron unos diez minutos más en llegar a casa de Marianne, quien todavía no llegaba, la casa estaba oscura y sin vida.

—¿Quieres pasar? —preguntó Louisa nerviosa, temiendo una respuesta negativa.

—¿Tu tía no se molestará?

—Quiero creer que no lo hará.

Jasper rió y asintió; Louisa sintió cómo regresaba el aire a sus pulmones.

El rubio bajó del auto para abrirle la puerta y la acompañó a su casa. Louisa lo dejó pasar a la cocina, una estancia pequeña, sólo contaba con los muebles básicos para preparar y limpiar, y una pequeña mesa con dos sillas.

—¿Quieres cenar algo? —preguntó Louisa abriendo el refrigerador.

—No te preocupes, cené antes de pasar por ti.

La chica sonrió ligeramente y decidió prepararse unas quesadillas, la cocina no era su fuerte. Al verla, Jasper sonrió.

—¿Sólo comerás eso?

Louisa asintió.

—Desde lo que pasó no he tenido mucha hambre —admitió, pero no se sintió triste al mencionarlo, no había sentido nada para su sorpresa.

—Si necesitas hablarlo siempre voy a escucharte —dijo Jasper tomando asiento.

Louisa le sonrió.

—Lo sé.

La chica suspiró, sabía que era momento de decirle por qué había intentado alejarse de él, después de todo lo que había hecho por ella, Jasper merecía una explicación.

Se sentó frente a él y miró al suelo nerviosa, no sabía cómo iniciar.

—No tienes que ponerte nerviosa, Louisa, sé de lo que quieres hablar.

Louisa intentó sonreír pero le salió una mueca extraña, ¿cómo Jasper podía saberlo todo? Siempre sabía qué sentía y de alguna manera conseguía hacerla sentir mejor.

—Es sólo que... —Louisa hizo una pausa—. Dios mío, nunca he tenido este tipo de conversaciones —dijo agarrándose el cabello haciendo reír a Jasper—. Bien, aquí voy.

Respiró hondo.

—Yo pensé que... bueno, que te gustaba y luego vi a Alice y recordé que es tu novia, y bueno me sentí estúpida, ¿sabes? Y no quería verte ni hablarte porque eso sólo me recordaría lo estúpida que soy y me enamoraría más de ti, lo cual es ya bastante malo —dijo Louisa a una velocidad que no era propia de ella.

—¿Estás enamorada de mí? —preguntó Jasper serio.

—No —negó Louisa al instante, «¿qué hiciste, Louisa?»—. No, no, no.

Jasper rió y acercó la silla a ella.

—Bien, Louisa, después de escucharte hablar más rápido que nunca —Louisa sonrió ligeramente—. Sólo quiero aclarar algunas cosas: Alice no es mi novia, nunca ha sido mi novia.

Louisa se sintió aliviada, pero le duró unos segundos porque recordó todo lo que había hecho para alejarse de Jasper y se sintió ridícula, ¡había actuado como una niña inmadura!

—Segundo: sí me gustas, Louisa Evans, mucho.

Louisa no pudo evitar sonreír de oreja a oreja y Jasper la imitó.

—Tercero: aunque tú no estés enamorada de mí, como dices, yo sí lo estoy de ti.

Louisa abrió la boca para decir algo pero no tenía palabras. Jasper. Hale. Estaba. Enamorado. De. Ella. ¿Acaso había forma de poder procesar eso?

—Bueno, en ese caso... yo también estoy enamorada de ti —dijo Louisa sin poder reprimir una sonrisa.

Jasper sonrió y después miró preocupado hacia la estufa.

—Creo que tu cena acaba de arruinarse —se burló el rubio.

Louisa miró sus quesadillas, Jasper estaba en lo correcto, ahora no eran más que una especie de revoltijo negro.

—Juro que odio la cocina —masculló Louisa mientras tiraba lo que antes habían sido unas quesadillas.

—Déjame te ayudo —le dijo el rubio poniéndose de pie.

Louisa lo observó cocinar, sabía se trataba de algo sencillo y cotidiano pero verlo a él haciéndolo... era maravilloso. Sonrió mientras lo miraba, Jasper sólo se demoró unos dos minutos en volverle a preparar dos quesadillas y, aún así, Louisa sentía que el tiempo se detenía mientras lo observaba.

Jasper no tardó en volver a sentarse frente a ella, poniéndole el plato enfrente.

—¿Qué te parecieron? —preguntó el rubio después de que Louisa dio el primer bocado.

—Buenísimas —dijo sonriente.

Jasper la observaba comer y Louisa intentaba mantener la cabeza gacha para que él no la viera.

—¡Deja de verme comer, Jasper Hale!

Jasper sonrió.

—Me gusta verte.

Louisa sintió sus mejillas encenderse, intentó ocultarlo mirando hacia otro lado pero era imposible: parecía un tomate.

La pasaron riendo y conversando, Louisa estaba impresionada de lo fácil que era hablar con Jasper, era como si se conocieran desde mucho tiempo atrás.

En cuanto dieron las diez, Louisa tuvo que decirle a Jasper que ya era hora, no quería que Marianne la encontrara con un chico en casa mientras ella no estaba; estaba segura de que se pondría furiosa.

Acompañó a Jasper a la puerta y deseó poder pausar el tiempo, quedarse en ese momento para siempre, junto a Jasper, sin que Marianne tuviera que aparecer.

—Gracias, Jasper —le dijo Louisa sonriente.

—No tienes que agradecer, Louisa —dijo el rubio dándole un dulce beso en la mejilla.

Jasper sonrió antes de irse y Louisa no había podido evitar hacerlo también. Le gustaba Jasper Hale, le gustaba mucho.

En cuanto llegó a su habitación se tumbó en la cama con una sonrisa tonta en el rostro, incluso se olvidó del libro que había comprado y de cambiarse la ropa. Sólo podía pensar en Jasper.

Y así terminó por quedarse dormida, pensando en él, en Jasper.


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