PRIMAVERA III
¡Olita de mar!
Oigan que la ultima actualización de esta historia fue en febrero del 2021 según Wattpad, diomio. Hey! pero no me morí! (aunque si quería) :v y aquí estoy de regreso.
Por donde comienzo? creo que por decirles el mas sincero "Gracias por tanto" no se como explicarlo, creo que si se trata de mis emociones no soy muy hábil con las palabras, solo gracias, me pondré al tanto de los comentarios de las demás historias en unos días.
Para continuar, me gustaría mencionar que los sucesos de este capitulo ocurren a la par de los sucesos del capitulo II, a partir del momento en que los niños se separan cada quien con su maestro. Si , yo se que debe ser complicado darle continuidad a los acontecimientos con tanto margen de tiempo entre capítulos :c pidoperdon.
Que mas? Este es el ultimo capitulo de los tres que conforman primavera, continuaré con el capitulo del eclipse y después veremos un time skip importante para los chicos, ya saben, soy fanxmil de esas situaciones.
Espero que lo disfruten, nos leemos en otro momento y tengan muy felices fiestas!!!!
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VOLUNTAD DE FUEGO
Un vientecillo cálido meció su cabello y se paseó entre sus dedos, haciendo remolinos en el aire y chispas frente a sus ojos; bajó por sus piernas hasta llegar a sus pies dónde se perdió en la tierra acompañado de un suspiro. Golpeó dos veces el suelo con las plantas de los pies a forma de berrinche, presionó los ojos y los labios, soltando el aire de su respiración agitada por la nariz, y suspiró agotado, con las palmas juntas frente a su pecho, concentrando su mana.
Lo sintió recorrer la tierra y meterse en su cuerpo, como si su respiración lo extrajera del sol y del ambiente entero. Soltó el aire de nuevo, luego aspiró. En su frente se formó una estela delgadita de sudor y sus garras se aferraron con más fuerza a la tierra, su cuerpo entero se sintió pesado y presionó los dientes al percatarse del calorcito en sus manos que poco a poco se incrementaba, volviéndose doloroso.
—¡Hazlo ahora!
Asintió ligeramente, y arrugó la nariz. Le dolió el cuerpo al abrir los labios y por instantes un puñado de estrellitas chocaron con sus pestañas.
—"Mahari yuware gaaie sabanare, amare dirahi jumagi ganashara"— recitó Naruto. Separó lentamente sus manos y metros adelante un pequeño hueco de luz abrió el espacio y craquelo la tierra.
—¡No te detengas! — gritó Jiraiya nuevamente.
Asintió abriendo los ojos para ver como el hueco de luz tomaba forma de huevito y se volvía cada vez más pequeño. Naruto se quejó, le dolió la boca de tanto presionar los dientes y llamó más mana a sus manos, haciendo que las marcas debajo de sus ojos brillaran.
—"Mahari yuware gaaie sabanare, amare dirahi jumagi ganashara, m-ahari yuware gaaie... saba...nare, ama... "—. Dolió el cuerpo y los párpados. Sintió la piel debajo de sus ojos quemar y la punta de sus dedos desgarrarse como raíces sangrantes y brillantes que avanzaban hasta sus palmas. — ama- re dirah... ¡Ah! Noo... — se quejó agitado, cayendo de rodillas al suelo. Vio con el rostro rojo y la nariz picando, como el pequeño aro de luz desaparecía frente a sus ojos.
Jiraiya vio cómo se sentaba en el suelo y se perdía por instantes observando el espacio donde antes nacía el portal. Negó con cierta resignación y un poco de pena al notarlo bajar las orejas. Se levantó y sacudió las hojas secas que quedaron en su ropa, suspiró y caminó en dirección al chiquillo dispuesto a animarlo.
—Naruto — lo llamó, y el pequeño zorro atendió volteando a verlo y moviendo su cola. —déjame ver — pidió señalando sus manos. El cachorro elevó ambas palmas y Jiraiya pasó sus dedos por toda la extensión de sus manitas aligerando el dolor. —Sanará enseguida.
Él hizo un puchero — Duele... — se quejó infantil observando sus palmas.
El Sanin se sentó a su lado, de su bolsillo sacó un par de ciruelas y extendió una hacia el cachorro.
—Anda come, te endulzará el día
La transparencia de Naruto le parecía curiosa y era pues que el cachorro no se molestaba en ocultar sus emociones. Jiraiya era capaz de leerlo completamente por la forma en la que su mana se manifestaba y sus orejas y cola se movían cada vez que su estado de ánimo se modificaba. Si estaba contento el vaivén era ligerito y natural, si por el contrario se tensaba, sus orejas se volvían rígidas y atentas; lo mismo ocurría al verlo decaído, su cola se detenía y bajaba las orejas casi al ras de su cabello; en ese estado Naruto era capaz de deprimir a los seres vivos con poca energía que lo rodeaban, tal como había ocurrido con la planta en la entrada de su casa.
—Está rico — comentó el pequeño zorro. Su cola se movió grácil con el viento y Jiraiya sonrió.
—Ese árbol da las mejores ciruelas de esta región, son muy dulces la mayor parte del tiempo — comentó señalando el gran tronco que se erguía al lado de la casa. — Tu padre solía llevar a casa cuando eras pequeño, ahora ya no se ha parado tanto por aquí — se quejó tallándose el cabello.
—Ha estado atareado con los preparativos para el eclipse — comentó más bajito.
—Minato es así — dijo más para sí mismo que para el chiquillo. — podrías llevar algunas ciruelas a casa, a tu madre le gustan mucho — comentó sonriendo.
—¡Sí, gracias! ¡A mamá le encantará!
—Comparte algunas con Sasuke — dijo con la intención de ver como su mana se convertía en una llamarada de sol al nombrar al otro cachorro.
El pequeño zorro sonrió y su cola se movió emocionada. Jiraiya notó como se volvía brillante por instantes, más fuerte que hace un momento; había decisión en su mirada y algún cariño que no entendía, en el que consideró impropio indagar. Naruto era tan transparente como un cristal, una de aquellas almas destinadas a brillar.
—A Sasuke no le gustan los dulces — comentó mientras jugaba con las yerbitas largas del suelo.
Si, había algo distinto cuando él hablaba de Sasuke; la forma en la que su voz se volvía un suspiro largo y armonioso al pronunciar su nombre, comenzando suavemente en la S y terminando con más fuerza en la E, como si cada letra hiciera eco en sus oídos y repitiera un mantra relajante o una oda divina y armoniosa. Era bello y triste, ver como su alma brillante e incandescente se rodeaba de un halo agridulce que lejos de volverse tragedia se convertía en arte.
—Ya, ya, el cachorro humano es delicado — se burló el Sanin.
—Jeje, Sasuke es especial — sonrió afirmando seguramente. Se puso de pie estirando sus manos por lo alto de su cabeza. — por eso se merece algo igual de especial —. Bajó los brazos observando detenidamente sus palmas y la punta de sus dedos, ya no dolía; aun así, en las yemas de sus dedos se formaban pequeños remolinos rojizos, parecidos a raíces de sangre que poco a poco se desvanecían.
Jiraiya sacó su pipa y la encendió, pensando en las posibilidades —¡Je! "Algo especial" — repitió para sí mismo notando la curiosidad en los ojos de Naruto. — Debemos seguir, necesitas reunir más energía, la cantidad de mana que un portal necesita para abrirse es mucho mayor a la que tu cuerpo produce — dijo soltando el humo. — además si tomamos en cuenta que la despilfarras a diestra y siniestra es lógico que te sientas tan cansado — dedujo.
—¿Despilfarrar? — cuestionó el pequeño zorro.
—Esas marcas que le diste al cachorro humano —dijo señalando debajo de los ojos del chiquillo. — se llevan la mitad de tu mana.
—Sasuke las necesitaba.
El hombre suspiró soltando el humo, Sasuke siempre aparecía primero en el discurso. —Si, sí, pero además la pronunciación del conjuro es incorrecta, necesitas darle la entonación adecuada — lo reprendió ligeramente mientras observaba el lugar donde antes había estado el pequeño portal. — considero que lo ideal es que intentes abrir el portal desde tu forma de bestia; al ser el estado más puro del mana se te facilitara saltar de espacio en espacio; además como bestia serás más rápido para moverte del otro lado — concluyó dando una calada larga y después soltando el humo mientras sonreía orgulloso. Pero Naruto no sonrió. Fijó la vista en el espacio donde el huevito había desaparecido, sus orejas se bajaron al ras de su cabeza y su cola se arrastró en el suelo; Jiraiya supo que había algo mal. — ¿Qué sucede? — preguntó curioso.
—Yo... no sé convertirme en bestia — expresó el pequeño zorro más bajito.
El Sanin aspiró largo y profundo el tubito dorado en sus labios. Miró al chiquillo, al aura calientita que se manifestaba a su alrededor y un poco más curioso se atrevió a leer un poquito de su alma, encontrándose con el más azul de los cielos y el más cálido de los soles. Dejó salir el humo y aspiró de nuevo, un tanto perdido en sus pensamientos, un poco aturdido por el calor de su mana. Naruto era un chiquillo curioso y Jiraiya pensaba que el alcance de su corazón era algo que solo se ilustraba en los relatos más antiguos; que las almas sin tono eran cuentos que su madre recitaba cuando era niño, sabía que eran leyendas, no creyó que existieran, hasta que los conoció a ellos.
Lo supo desde el instante en que los vio, que el pequeño zorro y el cachorro humano eran almas viejas, que se buscaron y encontraron aquí y en todos lados. Jiraiya al verlos no supo donde comenzaba el emocional violeta y terminaba el vivaz naranja. No había principio ni fin, solo el destello de una llama eterna iluminando el camino de otra existencia efímera.
Se talló el cabello y miró al chiquillo que esperaba un tanto inconforme su respuesta.
—¡Ahg! Niño, debiste comenzar por ahí —expresó en una queja.
Naruto infló las mejillas y golpeó el suelo a modo de berrinche. —Papá dice que soy muy joven para convertirme — expresó entre la molestia y la pena de verse expuesto.
El hombre sonrió. Si, Naruto era muy pequeño para convertirse en bestia, de hecho, ni siquiera debería de conservar ese aspecto por tanto tiempo; pero era un niño fuerte y desde el punto de vista del Sanin, un despilfarrador de mana al que no le importaba (o más bien, no sabía) controlar el flujo de energía que su cuerpo emitía. Estaba seguro de que sus padres habían notado como los remolinos brillantes iban en todas direcciones a cada paso que el pequeño zorro daba, en especial se dirigían hacia Sasuke de una forma tan natural que parecía que ahí pertenecían. Tendría que hablar largo y tendido con Minato y Kushina sobre eso. Por supuesto, después de ayudar al cachorro con su tarea, en el fondo era un romántico al que le gustaba tener fe.
—Joven o no, la única forma en la que podrás abrir el portal es transformándote. — sentenció más serio.
Naruto se talló el cabello. — Bien, bien ¿Cómo hago eso? —preguntó decidido.
—Dolerá — aclaró el hombre enseguida. — Antes de que puedas hacerlo sin problema sentirás que tu piel se rompe y tu cuerpo entero se funde. Algo similar a lo que experimentaste en tus manos hace un momento. — agregó notando como la mirada decidida del chiquillo se volvía en cierto temor natural del que no lo culpaba y aguardó en silencio esperando la respuesta.
El pequeño zorro del sol dio un paso hacia atrás debatiéndose entre el miedo y la decisión. Elevó sus manos a la altura de su pecho escuchando su latido atentamente, su corazón clamó por Sasuke.
—¡Lo haré! — afirmó seguro y su aura se volvió incandescente, tan brillante que Jiraiya pudo ver como los como los golpeteos de luz salían disparados del pecho del pequeño zorro.
Golpeteos de luz, si, así debía sentirse el corazón de Naruto.
Orgulloso y complacido Jiraiya asintió. Esperaba esa respuesta, no podía ser de otra manera, no si se trataba del cachorro humano.
—Bien chiquillo, ¡comencemos!
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Se sostuvo con la rodilla y su mano derecha apoyadas en el suelo, agitado, tembloroso y adolorido. Jadeante, sintió que con cada inhalación su pecho explotaría, los labios le supieron a sangre y le ardía el cuerpo desde la punta de los dedos hasta sus orejas de bestia. Inhaló de nuevo, olfateando el aroma a tabaco que mezclaba con el vientito cálido del medio día. El sol quemaba en lo alto y Jiraiya estaba sentado frente a él, esperando paciente y con un hilito de lástima tiñendo sus ojos.
Naruto se tambaleó al ponerse de pie y se limpió la frente sudorosa mientras jadeaba de dolor. Su cuerpo ardía como si estuviera hecho de fuego. Se sacudió las rodillas y adquirió la misma posición que el viejo le había enseñado, recto y con los pies firmes en el suelo. Inhaló profundamente, quejándose bajito por la incomodidad. La hierba en sus dedos se sacudió con el suspirar largo que el cachorro dejó salir, uno lleno de energía.
—Aquí voy...— dijo para sí mismo, observando atentamente al viejo Sanin que lo veía expectante.
—Naruto — dijo Jiraiya soltando el humo. —Toma un descanso chiquillo, no tienes que lograrlo hoy, ya has aprendido la posición, el resto solo es práctica. — concluyó, golpeando dos veces con el índice el tubito dorado de sus manos. El cachorro, negó de inmediato.
—No puedo volver con las manos vacías — se excusó. —Sasuke merece algo especial — aclaró sonriendo. El viento a su alrededor meció la hierba en forma de círculo acariciando sus dedos y un chispazo de mana emergió de su pecho calentándolo. Así sucedía cada vez que mencionaba a Sasuke.
Y el viejo Sanin soltó una risilla. Usualmente no era tan complicado que un cachorro cambiara a su forma de bestia, era algo natural, que se daba poco a poco conforme este crecía y que rápidamente se controlaba; pero Naruto era distinto, con él, cada aspecto de su magia parecía ser un misterio.
Ese niño era luz, y el corazón de Naruto debía escucharse como golpeteos de sol.
— Haz lo que quieras, solo no te hagas mucho daño, tu madre no me lo perdonaría —. Se recostó sobre la hierba, viendo como el cachorro volvía a la posición inicial, y esperó que el intento de esta vez fuera un poco menos doloroso.
El pequeño zorro del sol asintió. Decidido suspiró y cerró los ojos, concentrando su mana en el pecho. Contó hasta tres en su cabeza y los dedos de sus pies cosquillearon hasta que la sensación alcanzó su estómago. Pensó en Sasuke, y el cosquilleo se volvió zumbido.
Un halo de luz rodeó su cuerpo naciendo de la tierra, y el viento y el sol se enredaron en su cabello, bajando por su frente hacia sus labios.
«Sasuke» pensó justo antes de que sus manos comenzaran a arder y su cabello se volviera sol.
Jiraiya lo vio aguantarse las lágrimas presionando sus ojos. Los pies del chiquillo se aferraron fuertemente a la tierra y lo escuchó quejarse. Lo entendía, la primera vez era la más difícil; aún si el dolor era temporal, había que pagar de alguna forma el poder obtenido.
Envuelto en una llama incandescente, Naruto sintió que su piel se evaporaba. Le temblaron las piernas y la mandíbula; un escalofrío doloroso se extendió por su cuerpo. Inhaló dolido, percibiendo como el fuego se expandía volviéndolo bestia. Vio sus garras rasgar la piel de sus dedos y el crujir de sus huesos lo asustó. Quiso llorar de dolor, quiso parar, pero no lo hizo.
Los latidos de su corazón se dispararon y pensó que en cualquier momento se detendría, le dio asco el olor de su carne evaporándose. Poco a poco la piel se volvió pelo y las garras largas se clavaron en la tierra, acompañadas de un gruñido.
Agitado y asustado se encogió sobre sus rodillas, con el pecho comprimido y la respiración cada vez más y más agitada. Su cola se erigió envuelta en fuego. Dolió, ardió, chilló con los dientes apretados, sintiéndose enfermo, pensó en él, en el calor suavecito de dormir a su lado, pensó en él hasta sentirse flotando en medio del sol de medianoche.
Antes de que su conciencia desapareciera, su último pensamiento fue Sasuke.
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EL PASEO DEL SOL
Un escalofrío aterrador resbaló por su columna al verlo arder. Preocupado soltó rápidamente la pipa y se puso de pie buscando una abertura para sacarlo. La tierra alrededor de la bola de fuego ardió en un chispazo y tembló en sus raíces hasta que la incomodidad se perdió en el viento.
Había visto a otros transformarse, al propio Minato, pero la transformación del genio no sé comparaba con el pequeño zorro; debía ser tal vez, que Namikaze era mayor la primera vez que pasó a su lado bestia, o que Naruto era un chiquillo despilfarrador de mana, al que su voluntad era mayor que su conciencia.
No era una suposición, Jiraiya lo sabía. Lo notó en el chispazo cálido que accionó la transformación, y le provocaba cierta incomodidad que el detonante tuviera nombre, Sasuke.
El solecillo ardió por varios minutos en los que el Sanin no pudo hacer nada más que observar expectante y nervioso. Un crujido en la tierra estremeció sus pies y la bola de luz se abrió lentamente, tan omnipotente como encantadora, dentro de ella, una criatura luminiscente levitaba enrollada en su propio cuerpo, quizá adolorido tal vez inconsciente. Se mecía en su propio espacio, fuera de sí mismo.
—Naruto... — lo llamó el Sanin, preocupado. Se acercó hasta él y quiso tocarlo, dejando que su mana atravesara la barrera que rodeaba al pequeño zorro; al sentirlo cerca la criatura abrió los ojos. El sabio y Naruto cruzaron miradas, consternado, dio un paso hacia atrás, lo observó perplejo dándose cuenta de que sus cristalinos ojos ahora reflejaban el fulgor del oro. — Chiquillo.... — susurró esta vez más preocupado.
El zorro de luz estiró sus patas y su cola se elevó, levitando con gracia. Bostezo y se sacudió las orejas como si acabara de despertar de un largo sueño. Curioso, observó al hombre que permanecía inmóvil y al reconocerlo se lanzó juguetón a sus brazos. El Sanin suavemente lo acunó y acaricio su cabeza, recibiendo a su alumno en forma de bestia.
Una parte de él se sentía satisfecha y sumamente orgullosa de verlo lograrlo; y la otra se encontraba más preocupada que contento
Dejó en el suelo al chiquillo y se sentó frente a él. La pequeña criatura dio un saltito al tocar el suelo y jugueteó con la hierba, olfateando la tierra. El Sanin se talló la cabeza, entre confundido y preocupado, soltó un suspiro al ver como el zorro se sentaba frente a él, sin abandonar ese aura glorioso que lo rodeaba. Nervioso, se aclaró la garganta y lo llamó, esta vez con mas firmeza.
—Naruto — dijo serio. El chiquillo atendió mirándolo atento, comprendiendo que se dirigía a él. Había conocimiento de identidad, pero no hubo respuesta y eso lo preocupó aún más. Si bien existían un par de excepciones, la mayoría de los eternos que pasaban a su estado animal eran capaces de comunicarse, lo hacían con su mente, pero con Naruto fue imposible. Pareciera que algo protegía sus pensamientos y no, no, no, no, eso no debería estar sucediendo. Lo llamó de nuevo y esta vez Naruto lo ignoró totalmente; el pequeño zorro caminó en la dirección donde antes, siendo un niño, había intentado abrir el portal. —¿Qué estás haciendo niño? — cuestionó levantándose y siguiendo sus pasos.
El pequeño zorro del sol observó el espacio donde abriría el portal; inquieto, Jiraiya se paró a su lado, la criatura lo observó hacia arriba y volvió la vista nuevamente hacia el frente. El Sanin sintió que el suelo a sus pies se movía, preparó sus manos para actuar en caso de ser necesario, pero el eco que retumbó en sus oídos lo desconcentró. El conjuro, se meció en su mente, ligerito y misterioso. Lo percibió como un canto de miles de voces, una oda que estremeció su alma y lo hizo temblar. "Mahari yuware gaaie sabanare, amare dirahi jumagi ganashara, mahari yuware gaaie sabanare, amare dirahi jumagi ganashara" rezó seguro el dios del sol.
Frente a ellos, el portal se abrió. Jiraiya apenas tuvo tiempo para mostrarse encantado, porque corrió tras Naruto que, sin pensarlo, saltó al interior del circulito brillante.
—¡Niño! — gritó tras atravesar el portal. Frente a él, atento al espacio que se alzaba ante sus ojos, estaba Naruto, con la vista fija en la vegetación, la destrucción y el recuerdo de una civilización perdida.
≪ ❈ ≫
Jiraiya había estado ahí innumerables veces, lo había hecho incluso cuando los humanos pisaban su tierra; los había visto hacer y destruirse. En esta ocasión parecía que el hedor putrefacto se había desvanecido considerablemente, y la lluvia traía más vida que muerte. Suspiró, ¡Ah! Que miserables llegaron a ser esas criaturas, que sintiéndose inmortales habían acabado con ellos y con todo.
Aliviado de encontrar al chiquillo se limpió la frente y suspiró, cansado y confundido ; mientras que el pequeño zorro se paseaba juguetón entre las ramitas secas de los árboles caídos.
—Naruto, no te alejes mucho — le indicó al verlo caminar en dirección de un montón de rocas. El niño acató la orden pero no respondió, preocupado, el Sanin lo llamó de nuevo. — ¡Naruto! — y él fijó sus ojos de sol sobre las pupilas cansadas de Jiraiya. El viejo se acercó, acarició su cabeza y el pequeño zorro meció su cola contento. — Al menos hay conciencia de quién eres... — le dijo bajito. Al volver debía hablar seriamente con Minato y Kushina. — ¡Vamos chiquillo! — le dijo sonriendo, animándose a emprender camino.
Se metió entre un montón de matorrales sobre un camino empedrado marcado por un riachuelo finito que apenas se veía entre las rocas blancas. El sonido de la naturaleza acompañó su andar. La criatura iba a su lado caminando juguetón, meciendo su cola al compás de los pasitos cortos y rápidos que daba para ir a la par. Suspiró e inhaló. El aire de ese mundo había cambiado.
La última vez que estuvo ahí, la atmósfera aún tenía aquel airecito putrefacto y desagradable. Se dio cuenta que olía a tierra mojada, había llovido hacía poco y la sensación de abandono y muerte cada vez era menor. La vida volvía a la tierra.
El pequeño zorro se detuvo a olfatear un letrero cubierto de maleza, arrugó la nariz y se escondió detrás del Sanin que lo observó curioso. Sonrió encantado de verlo tan animado. Y a la vez se expresó preocupado, no sabía cuánto tiempo resistiría Naruto en ese estado, y lo más probable era que de cerrarse el portal tendrían que permanecer ahí hasta la próxima estación. Debían darse prisa, aún si no sabían que estaban buscando.
Atravesaron el riachuelo escondido entre las piedritas, la energía de Naruto se expandía sobre sus pisadas dejando una estela brillante de huellas que parecían indicar el camino de regreso. Jiraiya lo vio caminar seguro, y pensó que él era el único que no sabía hacía dónde se dirigian pues, por lo seguro de sus pisadas, el pequeño zorro tenía claro hacia dónde ir.
«¿Qué pasaba con él? ¿Cuánto poder tenía ese niño? » se preguntaba el viejo.
Metros adelante un claro verde con un montón de maleza y madera los recibió, Naruto saltó de gusto.
—¿Es aquí? — cuestionó el Sanin hacia el chiquito que saltaba en círculos alrededor de sus pies. — Tomaré eso como un sí — Se animó a agregar ,y Naruto se detuvo para asentir.
El hombre tomó al pequeño zorro en sus brazos para ayudarlo a cruzar el riachuelo que frente a ellos se volvía corriente. Al atravesarlo Naruto saltó hacia el suelo, impaciente y Jiraiya supo que el chiquillo siempre supo hacia dónde iban.
Las pisadas brillantes del dios del sol guiaron el andar del viejo Sanin. Naruto iba adelante y su cuerpo entero se cubría por la vegetación, solo su cola sobresalía entre la hierba larga y las florecillas de colores que acompañaban el paisaje. Olía a tierra mojada, a flores y plantas, olía a vida.
Metros delante, los restos de una construcción se presentaron ante ambas criaturas. Las enredaderas y la vegetación se habían apoderado del suelo y las paredes rotas, a los lados del camino, se podían observar los restos de maquinaria abandonada, cubierta de musgo y plantas, oxidada por el paso de los años y la lluvia ácida que cada tanto empapaba esa tierra olvidada. Dos columnas rojas se alzaron en la entrada de lo que pareció ser un templo en sus mejores años. Jiraiya negó, atravesando el lugar, caminando del lado derecho, pero Naruto entró campante y contento por el centro, presentándose como el rey del sol.
El Sanin río entretenido al observar al cachorro, aún si la conciencia de Naruto no estaba ahí, su voluntad permanecía.
El cachorro caminó entre los adoquines grisáceos jaspeados de moho, las pisadas a su paso se volvieron más brillantes, por donde él andaba la tierra florecía. Olfateó el sendero y se maravilló del silencio de la naturaleza, no había aves ni animales, sólo el profundo eco de la muerte alejándose al paso del sol. Chilló para llamar al sabio y él atendió enseguida, tan curioso como el propio chiquillo.
—¿Es por ahí? — cuestionó al ver la puerta del templo destruida, el pequeño zorro asintió animado — ¡Bien, vamos a ello! — expresó Jiraiya.
Se movieron entre la maleza y los charcos de lodo. Las patas y el hocico de Naruto se embarraron de la tierra espesa y se quejó en un chillido bajito.
El Sanin, fue tras él, preocupado y maravillado por la fuerza de su mana. Debían apurarse, después de todo Naruto era un despilfarrador de energía, lo que sea que fuera esa transformación debía estarle costando una cantidad impresionante, de la que el viejo no tenía idea de dónde provenía.
El techo del templo estaba casi por completo en el suelo, dejando un espacio en el centro por dónde la luz del sol se colaba hacia el altar cubierto de musgo, maleza y florecillas blancas. La madera a sus pies crujía a cada paso, parecía que en cualquier momento se quebraría. Jiraiya notó que al frente, una pileta de madera chorreaba hasta formar un pequeño arroyo que atravesaba el suelo. Y junto a esta, un altar resquebrajado se mostraba como el recordatorio de todo lo que fue.
Naruto meció su cola y chilló contento, saltando entre los charcos, con las patas llenas de lodo. Rápidamente corrió hacia el frente de la habitación metiéndose entre los restos de ramas y hierba.
—¡Niño, no te alejes! — gritó el Sanin, corriendo detrás del pequeño zorro.
Con su olfato siguió un rastro de algún tiempo desconocido. La nariz le cosquilleo al sentirse cerca mientras caminaba sorteando la madera y los charquitos. El pequeño zorro del sol seguía una corazonada, algo que desde el momento en que cruzó el portal le susurró que lo esperaba, y Naruto quería ver aquello, porque puede que fuera lo suficientemente especial para ser de Sasuke.
Atravesó el portal llegando a una sala chiquita, que tenía los cristales del techo rotos y un jardín de enredaderas cubriendo las paredes y parte del suelo. Al fondo había una silla a la que le faltaba una pata, junto a esta un montón de baúles de madera y varias pinturas, que con los días y el agua se habían deshecho. La pequeña sala estaba llena de objetos, y en las paredes ( o parte de lo que era visible) se podían observar líneas y garabatos de pintura dorada que seguramente brillaron más en algún momento.
Naruto se paró al centro del cuartito, debajo de una estrella, al lado la luna pintada en el suelo. Con sus uñas llenas de lodo talló el dibujo dando un saltito emocionado al sentir que estaba cerca. Jiraiya lo vio moverse entre los objetos, con su cola meciéndose alegre a cada paso. Escuchó un chillido del pequeño zorro y fue en su ayuda. Naruto saltaba y giraba alrededor de una caja de madera cubierta de tela roja.
—¿Eso es lo que buscas, chiquillo? — interrogó el viejo Sanin. El pequeño zorro gruñó en respuesta.
Jiraiya tomó la cajita sonriendo, no necesito conjuros o magia, solo un poco de fuerza para deshacerse del candado oxidado; no había nada de especial proveniente de la caja, su energía era totalmente humana.
La madera desgastada crujió en sus manos, provocando que Naruto diera un saltito y sus orejas se pararan graciosamente alerta. Jiraiya hurgo en la cajita, encontrándose con un par de ramitas secas y polvillo grisáceo y morado que seguramente en algún momento fueron florecillas.
Al fondo, amarillento y lleno de polvo estaba lo que se convertiría en el obsequio de Sasuke. El viejo sanin sonrió mientras negaba, irónico, sorprendido, asustado y encantado con la astucia del pequeño zorro; «Naruto conocía bien el corazón de Sasuke» pensó bajando la cajita al suelo donde el chiquillo esperaba impaciente.
—¡Oh! Qué elección tan interesante — comentó sonriendo Naruto asintió. —¡Muy bien chiquillo! Es un gran regalo — añadió mostrándose emocionado, maravillado por la reacción del zorrito que lanzó al viento un resplandor chiquitito que se volvió estrellas. —Anda, volvamos a casa — lo invitó levantando la caja del suelo.
Naruto saltó a su alrededor y al detenerse Jiraiya notó el cansancio. jadeó y soltó un suspiro, luego paró las orejas y elevó el rostro firme a los ojos del Sanin, "el derrochador de energía" estaba llegando a su límite.
Lo entendía, una estela de energía pesada se erguía sobre ese mundo, era complicado moverse. Ser un viajero de dimensiones era una tarea que no todos los eternos hacían, se requería preparación, fuerza, agilidad y reunir una cantidad importante de mana, por esa razón Jiraiya viajaba poco. El Sanin reunía energía durante un periodo de tiempo, para realizar un un viaje en cada estación, cuando el tiempo y los astros indicaran el momento.
—Chiquillo ¿Te encuentras bien? — cuestionó preocupado, poniéndose de cuclillas para estar a su altura.
Naruto cansado, asintió.
—No eres un buen mentiroso, eso está bien — sonrió. — ¿Puedes caminar? — preguntó de nuevo y el pequeño Dios del sol chillo en respuesta.
¡Ah! Era tan terco como su madre.
—Vale, no dudes en pedir ayuda, el portal no está lejos, pero debemos apresurarnos —. Se puso de pie con el pequeño cofre en sus manos y dio el primer paso.
El pequeño zorro del sol caminó a su lado, moviendo la cola, aguantando el paso. Jiraiya lo observó de reojo, notando como el fulgor de su resplandor se apagaba lentamente, volviendo amarillo el pelo de la criatura. Lo vio moverse con dificultad, las pisadas doradas que momentos antes se quedaban impregnadas en la tierra, ahora se difuminaban rápidamente, como si el velo que cubría ese mundo engullera la energía brillante del dios del sol.
—Naruto, ven aquí — le dijo suavecito, tomándose la libertad de cargarlo.
Las huellas brillantes que momentos antes el pequeño zorro había dejado sobre las piedrecillas del riachuelo desaparecieron, apenas dejando una estela de lucecita que indicaba el camino de regreso. Era una mala señal.
Jiraiya avivó el paso, en la mano derecha llevaba el cofre, en la izquierda cargaba al pequeño zorro. cruzó el riachuelo sintiendo que sus pies se enredaban en el lodo y la corriente formaba pequeños remolinos que dificultaban su paso.
—¿¡Qué demonios!? — expresó extrañado, levantando los pies torpemente evitando hundirse en el fango; un remolino de agua fría entorpeció cada paso. Jiraiya tuvo la sensación de que el pequeño riachuelo se expandía a la orillas y la corriente de agua se volvía violenta y fría.
Con fuerza logró cruzar , una vez tocando la orilla, bajó el cofre y a Naruto; el chiquillo se sacudió, estiró las patas y la cola, luego bostezó buscando acomodarse sobre el suelo.
—¡Hey! Naruto, no es momento de dormir — le dijo mostrándose preocupado, recibió como respuesta un gruñido chiquitito que pronto se perdió entre el retumbar del cielo.
Observó desconcertado como los rayos de luz cálida se escondían tras un racimo de nubes grises. El viejo Sanin era un hombre de sabio, natural, hecho de tierra, agua y magia; vió a las aves reunirse en parvadas que volaron en busca de refugio entre las ensortijadas ramas de los árboles que se mecían al compás de del vientecillo helado que ya se colaba entre sus tobillos ¡Ah! ese mundo de fantasmas despertaba a ratos, mostrándose lúgubre y triste.
Tomó el cofre y al niño, dirigiéndose hacia el portal. El viento y la lluvia siguieron sus pasos. Rápidamente un vendaval se extendió sobre sus cabezas, la lluvia mojó sus rostros, su piel y pies, se sintió como si atravesara la dermis y se metiera profundo agrietando la energía a su paso. «Que sensación tan desagradable» pensó el viejo Sanin apresurando el paso. Ese mundo los quería para él.
≪ ❈ ≫
Entre el espeso bosque se asomaba el reflejo de un espejo. Al prestar atención notó que el huevito por el que habían entrado a ese mundo, se quebraba en pedacitos, y las gotas de lluvia se filtraban traviesas al interior del portal.
El viejo suspiró, bajo el frío de la lluvia trató de limpiarse el rostro de las gotas que escurrían desde su cabello a la frente, después a los ojos.
—Naruto, debemos irnos —le dijo acariciando su cabeza, temeroso de dejarlo solo sobre el suelo.
El chiquillo asintió adormecido, se tambaleó al pisar la tierra, la energía que desprendía en ese momento no era ni la mitad de la que tenía al momento en que creó el portal, al Sanin le preocupaba, pues su propio mana no sería capaz de llevarlos de regreso.
Naruto sacudió las gotas de lluvia que empapaban sus ojos, en esta ocasión el movimiento no provocó que lucecitas brillantes se desprendieran del cuerpo del pequeño Dios del sol.
Movió sus garras sobre el fango llenándose de lodo. El mundo entero daba vueltas a su alrededor, se sintió mareado y descompuesto, con deseos de acostarse a dormir ahí mismo, que importaba la lluvia, el lodo y el frío, quería descansar y sentirse a salvo. Se quejó bajito, tratando de mantener la vista fija sobre el portal que parecía moverse en círculos; se talló el rostro una y otra vez buscando que su vista encontrara la apertura.
El dolor que su cuerpo experimentó en la transformación volvía provocando que sus huesos ardieran y su pecho se apretara. Jadeó, con el hocico húmedo de lluvia y saliva que goteaba hasta el suelo, sintiéndose pesado y enfermo. Su instinto lo hizo dar un paso al frente, enfocando la apertura, necesitaba un poco, solo un poquito de esfuerzo para invocar de nuevo el conjunto para llegar a casa.
De pie y firme sobre la tierra pensó en el lugar al que quería volver; en su mente vio la casa del viejo «Mahari yuware gaaie sabanare» cantó bajito, tomando aire, apretando los dientes. Vio el extenso bosque dibujando una estela de encanto, el río reflejando la luz del sol al atardecer, vio su casa, pensó en su madre. «Amare dirahi jumagi ganashara», continúo recitando, cada vez más cansado. Sus ojos se cerraron perdiendo de vista el portal, se sintió tan aturdido y mareado,
Pensó en papá, en sus manos firmes sosteniendo su cabeza, con la frente en alto, sonriendo valiente ante las adversidades, con esa perspicacia característica de los suyos «Mahari yuware gaaie sabanare»
La apertura del huevito se extendió hasta el suelo rompiendo el espacio a su alrededor, la tierra tembló. Jiraiya se acercó a paso lento y con dificultad; la energía que expulsaba el portal movía en todas direcciones las gotas de lluvia, creando un vendaval de viento, lodo y agua.
—¡Niño! ¡Tenemos que cruzar! — advirtió. Sintió temor de la fuerza natural que hacía temblar la tierra y que tronara el cielo. Jiraiya sabía que la naturaleza imponía más respeto que la magia.
Pero la apertura no estaba lista, agotado Naruto cayó al suelo, intentando mantener la vista sobre su objetivo, quería dormir. El peso y el cansancio lo hicieron ceder, cerró los ojos con la imagen de las sábanas blancas y suaves de su cama, la lucecita de la mañana que atravesaba la ventana iluminando la habitación.
Suspiró ignorante de la lluvia, el frío y el viento, encontrándose con un aroma fresco y suavecito que lo hizo sonreír. Estaba ahí, a su lado.
«Sasuke»
Pronunció su nombre y lo escuchó reír.
La risa de Sasuke se expandió por sus oídos en un susurro chiquitito y pacifico. Su alma buscó tocar su piel, lo rastreó olisqueando y estando a punto de tocarlo, Sasuke, su Sasuke se negó jugando.
«Sasuke» lo llamó ansioso.
Sasuke movió sus labios, invitándolo a continuar, él confundido, no hizo más que observar. Sus dedos se movieron con gracia indicando el ritmo; hacia arriba y hacia abajo, una pausa en el medio y luego hacia arriba de nuevo. 1, 2, 3, así continuamente, 1,2,3, sin perder la pista, 1,2,3 siguiendo el compás de sus latidos.
Naruto entendió.
«Mahari yuware gaaie sabanare, amare dirahi jumagi ganashara, mahari yuware gaaie sabanare, amare dirahi jumagi ganashara»
«Sasuke»
El canto se expandió a través del viento. Naruto sintió que el dolor se desvanecía en cada palabra. Un resplandor como una llama de sol iluminó el cielo.
Valiente, Jiraiya tomó al chiquillo del suelo, apresurandose a cruzar el portal, el suelo a sus pies se desintegró casi al instante. Estando del otro lado sintió que sus sentidos se agudizaban y la fuerza de aquel mundo, enfriaba el aire. La sensación fue tan abrumadora que aún con Naruto en brazos se alejó del portal.
—"Amare dirahi jumihari" — pronunció la última estrofa del conjuro en desorden y el portal se cerró.
Habían vuelto.
≪ ❈ ≫
LA REINA, EL ZORRO Y EL NIÑO
La humedad de la tinta se deslizó suavemente por sus mejillas y sus párpados; mientras Naruto tarareaba una cancioncita que no conocía una gota cayó sobre sus labios, los presionó escuchando la risa de Naruto armonizar la mañana.
—Ahora tus palabras también estarán llenas de magia — le dijo jugando, dando los últimos toques a las marcas de Sasuke sobre sus pestañas.
—Mamá dice que las palabras están llenas de poder — respondió abriendo los ojos. Con las mangas de la ropa se talló los labios llenando de carmín la tela blanca. —¿Mejor? — le preguntó dudoso.
—Un poco rojos — respondió Naruto pasando su pulgar por los labios de Sasuke con familiaridad. Sonrió buscando la misma respuesta por parte de Sasuke, pero los ojos del chiquillo no se despegaron de su mirada y más que una sonrisa, la expresión de su rostro fue una mueca de cortesía que no le gustó. —¿Qué...? — preguntó confundido.
Sasuke lo observó atento, desde las orejas hasta la punta de los pies, una y otra vez sus ojos pasaron por su rostro, como si buscara algo escondido entre la sonrisa de Naruto.
El pequeño zorro había vuelto enmedio de la noche lleno de lodo, herido y cansado, Sasuke había sentido un profundo desasosiego emanar de la esencia de Naruto, algo que no supo explicar pero que se metió en su pecho haciéndole pensar que se quebraba de adentro hacia afuera. Pero esa mañana su hermano resplandecía como el sol de la mañana, Naruto afirmaba no poder volverse bestia ¡Pero él lo había visto! Insistió para sí mismo mientras el pequeño zorro intentaba descifrar cómo aligerar el ambiente.
—Nada... quizás fue un sueño
—¡Sasuke no puedo convertirme! — Insistió sabiendo a qué se refería. Sasuke rodó los ojos —¡De verdad! — continuó — Ayer lo intenté, el viejo y dolió, mucho, mucho, luego... ¿ah? — se detuvo.
¿Luego que? No lo recordaba.
Se detuvo a pensar en el orden de los acontecimientos, recordaba a Jiraiya, la sensación de sus dedos encendidos y su cuerpo cansado, el sabor de las ciruelas dulces, un choque electrizante de energía expandiéndose por su cuerpo y la melodía de una canción que sintió borrosa, después nada.
—¿Naruto?
—¿Eh? Creo que soñé contigo — comentó titubeante, asustado. «¿Qué había hecho todo ese tiempo?» se preguntó confundido.
—¿Soñar? ¿Dormiste?
—¡Si! ... No, no sé, no lo recuerdo.
Sasuke afiló la mirada —¿Qué dijo el Sanin? — preguntó intrigado.
—Que para conseguir lo que busco tengo que convertirme en bestia.
—¡Lo ves! Te lo dije, volviste siendo un zorro — afirmó seguro.
—¡Que no Sasuke! No pude hacerlo, me dolió, me asusté y luego no recuerdo nada más.
—¡Que si, yo te vi! — Insistió golpeó con fuerza el piso, con sus pies, frustrado y molesto.
—¡Que no! — afirmó Naruto con la misma convicción, entre molesto y asustado.
Sasuke mantuvo la mirada fija sobre los ojos de Naruto, no vio mentiras ahí.
Su hermano insistió en su inocencia y Sasuke ya, cansado, no dijo más, si algo sabían bien sobre Naruto, es que la terquedad formaba parte de su esencia, en eso se parecía tanto a su madre, que aunque era encantadora le costaba aceptar que no siempre tenía la razón. Su padre tenía tanta paciencia en esas situaciones. Sasuke sabía que en eso se parecía a él.
Minato guardaba silencio, asentía, observaba ,analizaba con una expresión neutra mientras Kushina revolvía su terquedad en el caos, muchas veces tenía razón ¡claro que sí! La mujer era brillante, pero un poquitito desordenada ; su padre era quien encontraba la forma de llevar orden, "no se puede ir en contra de un zorro terco" lo escuchó decir una vez, y con eso guardó silencio.
El suave aroma de los panqueques de mamá se asomó por la puerta invitándolos a bajar. Naruto lo tomó de la mano, parecía que desde hacía momentos atrás deseaba hacerlo, como si sus dedos vibraran al momento de acercarse, Sasuke aceptó el toque.
—¡Vamos! — sonrió bonito — podemos hablar de eso en el río — lo invitó.
—Vale — respondió Sasuke sonriendo.
Esa mañana los dedos de Naruto se sentían suaves. Sasuke recordó la tristeza y el cansancio de la noche anterior, ese día ya no estaba, solo era la suavidad del toque y su sonrisa que opacaba los pensamientos confusos. No importaba que tan lejos estuviera, que tan doloroso fuera, él iba a estar, siempre, siempre, a su lado.
≪ ❈ ≫
El rostro de Kushina no disimuló la sorpresa cuando Sasuke dijo que Naruto se había vuelto bestia, el pequeño zorro lo negó de nuevo. Por el contrario Minato puso esa expresión de curiosidad y preocupación, no insistió mucho, no con ellos, pero si hablaría con Jiraiya.
Terminado el desayuno los cachorros se dirigieron al río.
En primavera el agua fresca de la orilla se calentaba con el calor del sol y resplandecía mostrándose pura y cristalina. A ambos les gustaba columpiarse en una vieja soga que colgaba de un arce, el juego era muy simple, se lanzaban desde la orilla con sus deditos aferrados a la soga, columpiándose de atrás hacia adelante hasta que el cansancio los vencia y se arrojaban al agua.
Naruto celebró que la orilla del río no estuviera ocupada por otros chicos de la aldea que también disfrutaban de ir a jugar ahí.
—¡Qué suerte, no hay nadie! — expresó el pequeño zorro del sol dando un saltito.
—Es temprano, los chicos mayores juegan más tarde — comentó Sasuke dejando el pequeño librito que llevaba consigo sobre una roca plana que estaba debajo de las sombra del árbol.
—Aun si llegan, nosotros lo hicimos primero — celebró el pequeño zorro. Subió a la roca plana mientras Sasuke se quitaba los zapatos y colgaba sus pies en el borde de la roca, Naruto también se sentó a su lado imitando la acción de su hermano.
—La ultima vez tuvimos que irnos, no les importó que llegáramos primero — respingó el chiquillo buscando que sus pies alcanzaran a rozar el agua fresca del río.
—¡Mh! ni me lo recuerdes, los Inuzuka y los Hyuga se creen tanto — se quejó el pequeño zorro con una expresión de aburrimiento.
Sasuke se echó a reír. Su risa se sintió como el susurro de un canto que buscaba llegar a su memoria.
Su voz , la recordó de golpe, su voz lo había guiado, su voz y su nombre. Tenía tanto sentido y a la vez era confuso, borroso e insuficiente. Recordó aquello que dijo su padre en una de las lecciones de la mañana "Hay tanto poder en el nombre" pero sucedía algo extraño con Sasuke, algo que provocaba que sus dedos y rodillas hormigueaban y su garganta se cerrara.
No era miedo, el miedo era diferente, el miedo lo volvía valiente y temerario, no, su voz y su nombre se sentían tan grandes, electrizantes, poderosos. Naruto sentía que si Sasuke se reía el impacto lo llevaba al suelo y él se derretía.
—¡Si! ¡Los Uzumaki somos mejores! — afirmó el cachorro humano con orgullo — ¿Naruto? — lo llamó extrañado al no obtener respuesta.
—¿¡Eh!? S-si, lo somos — respondió faltó del mismo ánimo con el que Sasuke se había expresado.
—¿Qué sucede? — preguntó sin dar mucha oportunidad a qué el pequeño zorro se desafanara de la respuesta. Sasuke se acercó tanto que su naríz rozó la punta de la nariz de Naruto. — Anda, puedes decirme — le dijo firme, buscando de alguna manera acorralarlo.
Naruto alejó su rostro ligeramente, sintió que su cabeza iba a estallar de la presión que experimentaba. Desde que volvió de con el Sanin había algo en Sasuke que le provocaba un hormiguero extraño eh el vientre, y escucharlo hablar traía a su cabeza un flashazo de algo que no terminaba de descifrar, como si su voz se volviera agua, lo ahogaba, lo contenía, le gustaba tanto que le daba pavor.
Desde que podía recordar Sasuke estuvo a su lado, mostrándose orgulloso de esa aura electrificante y ligera. Naruto pensaba que su presencia se sentía como esas tardes de tormenta en la que el viento mece a voluntad las gotas de lluvia y pareciera que se llevara consigo el poder de los rayos, electrificando el ambiente. Sasuke era una tormenta que recién comenzaba a llover dentro de su pecho, y le gustaba, le gustaba mucho la sensación y a la vez se asustaba de sentir aquello.
Ese miedo no lo volvía valiente, se sentía pequeño.
—Sa- Sasuke — pronunció sin poder decir nada más.
Su hermano se alejó de repente.
—¿Escuchaste eso? — preguntó ladeando el rostro, buscando un sonido ligerito que lo llamaba.
—¿Qu..- que? No escuché nada.
—¡Si! Presta atención, ¡está por allá! — señaló un grupo de arbustos alejados de la orilla del río.
Naruto se apresuró a observar el lugar que Sasuke había señalado. Movió graciosamente sus orejas de atrás hacia adelante, buscando el sonido al que se refería el otro cachorro. Lejano, suave, ligero y apenas perceptible, como si fluyera en el ambiente, escuchó el tintineo de una campana, una campana que llamaba con cariño, que decía el nombre de Sasuke.
Se sacudió simulando limpiar sus oídos «Estaba enloqueciendo» pensó, porque ya escuchaba su nombre en todas partes. Suspiró y prestó atención, notando que el tintineo decía el nombre de su hermano.
—Te está llamando — le dijo extrañado.
Sasuke asintió, se puso de pie y fue en dirección de los arbustos, el pequeño zorro del sol no perdió tiempo y fue tras él.
La campanita se detuvo abruptamente al notar a los cachorros cerca. El cachorro humano sacó de su bolsillo un terrón de azúcar que había tomado en el desayuno, con cautela movió las hojitas verdes del arbusto, buscando en su interior a quien lo llamaba.
—¡Hola! — saludó bajito, sonriendo.
—Es una guía — comentó Naruto, observando entre las hojas a la pequeña hada que buscaba mantenerse oculta — ¿Qué hace aquí? Estamos lejos de su casa — afirmó extrañado.
—Yo la conozco — respondió Sasuke dejando el terrón de azúcar entre los arbustos, en la tierra. — Te gustará, es dulce — se dirigió a ella; Naruto respingó bajito.
—¿Cómo conociste a una guía? — preguntó intrigado.
El primer encuentro de Sasuke con las guías no había sido especialmente agradable, no para el cachorro humano que había caído en el sopor del canto de las hadas. Su hermano, de alguna u otra manera terminaba atrayendo a criaturas mágicas.
—Recibí su ayuda mientras buscaba tu obsequio para el festival — respondió Sasuke con simpleza, viendo como el hada se acercaba con cautela al terrón de azúcar.
—¿¡Con el viejo raro!? — expresó escandaloso el pequeño zorro.
—Jeje, es un poco... mmm ¿Peculiar? — preguntó buscando la palabra correcta para definir la sensación que Orochimaru le había transmitido después de esa tarde en su compañía.
La primera impresión del sanin de las serpientes le provocó alguna suerte de fascinación indescriptible que era difícil de definir. Conocía a muchos individuos con habilidades impresionantes, fuerza, inteligencia, encanto, destreza, sabiduría, coraje, obediencia; cada una de las personas con las que convivía era una mezcla de todas ellas; su padre, su madre, Naruto, todos poseían aquel encantó magnífico que los volvía enormes ante sus ojos, y luego... estaba el.
Sasuke prefería no entrar en detalles sobre su rendimiento frente al resto del clan de los zorros del sol, porque tenía perfectamente claro desde siempre que no era uno de ellos, no se sangre, pero sí de corazón. Su familia se mostró abierta a hablar con la verdad y esa era una muestra de amor que Sasuke atesoraba.
Pero el sanin había visto algo en el que tomaba otra vertiente sobre sus habilidades. Orochimaru se mostró intrigado por su existencia, y Sasuke tenía curiosidad por saber que era aquello que el sanin vio en él.
—¿Qué es peculiar?
—Peculiar es... como, ummm diferente.
— No te escuchas muy convencido — añadió Naruto burlón — yo creo que es raro — insistió. El cachorro humano no respondió.
—¡Oh! ¡Tomó el terrón! — celebró con la vista fija en el arbusto.
Naruto se acercó con curiosidad. Entre las hojitas la guía disfrutaba encantada, sentada sobre el terrón de azúcar, tomaba un par de gránulos y los comía, meciendo sus pies hacia atrás y hacia adelante.
—¡Wooo! ¡Es muy bonita! — comentó el pequeño zorro asomándose entre las hojas, detrás de él Sasuke sonrió y confirmó.
—Es su alteza, Sakura — la presentó.
La guía dejó de lado el turrón de azúcar y animada por la presentación del cachorro humano se dirigió hacia el. A Sakura le pasaba lo mismo que a Naruto, cuando Sasuke decía su nombre, la reina hada sentía que en voz del chiquito, su nombre se escuchaba como una canción bonita, y ella lo sabía, estaba consciente del poder del nombre.
Ella sentía que las palabras y la voz de Sasuke eran lo más fuerte en él.
Contenta, revoloteó sobre la cabeza del chiquito humano y se posó encantadoramente en el remolino que se dibujaba en el cabello de Sasuke, él se rio.
—¡Hey! Te gusta ese lugar — afirmó tratando de alcanzarla con sus dedos, Sakura asintió. — ya, oye, no te muevas tanto — pidió.
Naruto observó intrigando la convivencia de su hermano con la pequeña guía. Sasuke no se llevaba muy bien con muchas de las criaturas que lo rodeaban, la gente vieja del pueblo, los chicos de otros clanes, incluso con las lucecitas que daban calor a la casa; aún podía ver las cicatrices en sus dedos producto de las quemaduras. Pero las guías se habían mostrado interesadas en él desde el principio, y la reina se veía encantada con la presencia de su hermano.
Le dio gusto verlo sonreír, ver qué otros lo aceptaban, le dio gusto verlo feliz, y su risita atrajo la atención de Sasuke.
—Sakura — la llamó con cariño — él es Naruto el hijo del sol, es mi hermano y mi mejor amigo — lo presentó.
—Alteza — respondió Naruto inclinándose hacía adelante, haciendo una reverencia.
Sakura se puso de pie sobre la cabeza de Sasuke, tomó la falda de su vestido y respondió inclinando sus rodillas imitando la referencia del pequeño zorro del sol.
Ambos cachorros asintieron, y ella curiosa, revoloteó sobre la cabeza de Naruto, observando, analizando. Se metió entre su cabello dorado y tomó uno, provocando que el chiquito se quejara ; la guía lo enredó en su mano y fue hacia su rostro.
—¿Q- que...? — cuestionó Naruto confundido, mientras Sakura pasaba sus deditos fríos sobre las marcas de sus mejillas, como si leyera su magia.
—No lo sé, creo que le gustan — dijo Sasuke atento a los movimientos de la guia — hizo lo mismo conmigo — comentó señalando sus propias marcas.
Sakura soltó una risita pícara, se acercó al oído del pequeño zorro y susurró algo bajito para que Sasuke no escuchara. El tintineo coqueto y misterioso provocó que el corazón de Naruto se acelerara. Avergonzado dio un paso hacia atrás y manoteo para alejarla.
—¡Oye!¡ Eso no es cierto! ¡Él- él tiene su propia esencia! — afirmó señalando escandalosamente a Sasuke.
Sakura volvió a reír.
—¿Qué dijo?
—¡Dijo que hueles a mi! — afirmó cubriéndose los oídos para no escuchar la risa burlona de la guía.
Sin entender bien a qué se referían, Sasuke olfateo las mangas de su ropa y su chaleco azul, no percibió algún aroma diferente a la lavanda del jabón que usaba mamá.
—No, nada — comentó más para sí mismo que para ellos. Sakura se rió aún más fuerte. — ¿Qué?
—¡Ah! — suspiró el zorro del sol.
Era algo simple de comprender (si eras un eterno, por supuesto); entre familiares, los cachorros poseen un aroma que provenía de la combinación del aroma de mamá y papá, con el tiempo al llegar a la madurez sexual comenzaban a desarrollar su propio aroma; pero el aroma entre parejas era especial. Cada individuo poseía un olor propio hasta el momento en que encontraban a su pareja y formaban un vínculo; cuando eso ocurría compartían su aroma.
Naruto lo sabía porque podía percibir el olor suavecito a flores de su madre escondido detrás del aroma de su padre y viceversa, él olía a fuerte, a flores, ella a madera. Por eso le resultaba tan bochornoso que Sakura afirmara que Sasuke compartía su mismo aroma.
—Oye, tienes las orejas rojas — comentó el cachorro humano.
—También calientes, no me gusta esa hada — se quejó bajito con sus orejas de bestia agachadas.
—Creo que le gusta jugar.
—Creo que le gusta reírse de mí, espera ¿Desde cuando entiendes lo que dice? — cuestionó sorprendido.
—¡Ah! pues... Yo tampoco estoy muy seguro en que momento pasó — respondió, se sentó sobre el pasto cerca del arbusto y Naruto lo imitó.
—¿Como?
—Si, yo, recuerdo que estaba sobre un árbol, estaba cansado, y aun faltaba mucho para llegar a la cima, ella me decía cosas, revoloteaba a mi alrededor y de un momento a otro, comencé a entender, pero, solo la entiendo a ella — aclaró. Porque si, recordaba que el resto de las hadas se reunieron a su alrededor pero solamente distinguió campanitas, Sakura era la única guia con la que podía comunicarse.
—¿Un árbol? ¿Qué sucedió con el Sanin? — insistió nuevamente, pensando que desde el momento en que el camino de Sasuke se cruzó con el de Orochimaru, algo había cambiado alrededor de su hermano.
Sasuke suspiró, cortó una ramita de pasto del suelo y se la arrojó a Naruto en la cabeza, jugando, enternecido por la preocupación y a la vez, buscando no dar muchas explicaciones;, después de todo él también tenía dudas. Naruto había evitado toda la mañana hablar sobre lo ocurrido con su maestro. Pensó que quizás habría cosas que ya no se compartirían, que Naruto no confiaba en él lo suficiente, que quizás él también debía conservar algunas situaciones para sí mismo, por ejemplo, casi morir en el intento de encontrar algo que fuera lo suficientemente digno del dios del sol. Sintió que su estómago se encogía y su nariz picaba, no le gustó pensar en eso.
—¿Sasuke, te encuentras bien? — preguntó suavecito. Con cariño, acercó su manos a los deditos de Sasuke que descansaban sobre sus rodillas y las acarició para mostrarle que estaba ahí.
—S-si... solo, creo que me duele el estómago — expresó cohibido.
Naruto siguió con la caricia y lo invitó a ir a casa, seguramente su madre tendría algún ungüento con aroma extraño o alguna cosita rica para hacerle pasar el mal rato, pero antes de que el cachorro humano se pusiera de píe, Sakura se escondió entre su ropa y Naruto mostró sus colmillos en dirección al río.
Un gruñido escapó naturalmente de su garganta y su lenguaje corporal simuló estar parado en cuatro patas, ansioso, molesto, olfateó señalando a Sasuke que permaneciera detrás.
—¿Qué es?... — preguntó su hermano en un susurro.
—Huele a azufre — atinó a responder sin apartar la vista del agua cristalina.
Sasuke dirigió la vista hacia el rio y entre el reflejo del agua y la sombra de los arboles distinguió un par de pequeños ojos amarillos que se movían y desaparecían al cruzar con la sombra; recordó de inmediato que al Sanin le pasaba lo mismo cuando caminaba debajo de la resolana.
—Es la serpiente blanca — afirmó el chiquillo apresurándose sin temor hacia la orilla.
—¡Sasuke!
Naruto fue tras él y se detuvo en el instante en que los ojitos amarillos se materializaron en una serpiente blanca, tal y como Sasuke había dicho. El siseo mostrando su lengua delgada cerca del rostro del cachorro humano, Naruto sintió que su cuerpo se congelaba, pero Sasuke no se inmutó, eso lo asustó más. El cachorro humano parecía mantener una conversación fluida, lo vio señalar su chaleco, el lugar donde Sakura se había escondido y una nueva pregunta golpeó su rostro ¿Desde cuando Sasuke entendía a las serpientes? No lo supo, no lo entendió.
Parecía que el mundo a su alrededor se volvía borroso y de repente había tanto que no conocía de Sasuke. ¿Por qué no lo sabía? ¿Por qué Sasuke no se lo decía? ¿Por qué ahora lo observaba con esa mirada ,como si se disculpara?
Suspiró. Un puñado de gotitas de mana escaparon por sus pies marchitando el pasto y las florecillas que lo rodeaban, Naruto no notó eso, pero Sasuke si.
—Naruto, Orochimaru quiere verme, debo... terminar con lo que comencé — se excusó sin dar muchos detalles.
—S-si... ve — tropezó al hablar.
Sasuke asintió, tomó sus botines, se sentó en el suelo y terminó de atar las agujetas, al finalizar se puso de pie y le dijo que volvería más tarde, que lo vería en casa, que todo estaba bien. Pero el intenso retumbar en su pecho le decían al pequeño zorro que no iba a estar bien. Permaneció en silencio viendo como la serpiente blanca se metía nuevamente al agua y desaparecía, así como su aroma, así como las pisadas de Sasuke. Se quedó con la sensación de que una parte de su pecho se sentía vacía.
Un soplido molesto escapó de sus labios y las plantitas a su alrededor volvieron a ser víctimas de su frustración, marchitándose esta vez hasta la raíz. Se sintió tan extraño, Sasuke solo se había ido, había llegado la hora de visitar a su maestro.
≪ ❈ ≫
UN REGALO PARA EL FUTURO
En el bosque se escondía una cascada y detrás de ella, vivía un hombre.
Cualquiera pensaría que era un lugar muy ruidoso para vivir, pero no, ahí dentro, el constante golpeteo de la caída del agua se quedaba mudo.
La casa de Orochimaru se extendía dentro de toda la montaña, la cascada era la entrada. Sasuke siguió a la serpiente blanca hasta el borde la caída de agua; el animalito miró una sola vez hacia atrás para asegurarse que el cachorro humano lo seguía y al llegar, saltó hacia el chorro de agua, perdiéndose en la caída.
Sasuke dio un paso hacia atrás, el frío del agua lo asustó y consideró volver, no se sentía bien, estaba seguro de que Naruto se sentía igual. Si volvía a casa podrían hablar, podrían dejar claro eso que se veía tan difuso desde la noche anterior, podría dejar de sentirse culpable por la mirada que Naruto puso antes de irse. Dio otro paso hacia atrás, entonces lo escuchó reír.
—Si te quedas ahí vas a resfriarte, chiquillo — dijo Orochimaru dejando ver cierta ironía en sus palabras.
El cachorro humano permaneció inmóvil, escuchando como el Sanin reía. Un vientito frío se coló por sus tobillos, sintió el agua fría bañar sus pestañas y se cubrió el rostro, la caída de la cascada se abrió de par en par, invitándolo a entrar.
Dentro estaba él con la serpiente blanca enredada en su cuello, cayendo suavemente por su brazo derecho.
—¿Qué? ¿Pensabas que se había perdido? — se burló al ver el rostro de sorpresa del chiquito. — Ella forma parte de mi, podría decir que es una extensión de mi alma — añadió dando un paso al frente, Sasuke dio otro paso hacia atrás.
—Tu alma... — repitió conmocionado el chiquillo.
—Si, y tal parece que tu la entiendes. — Orochimaru no era un ser a quien le gustaran las bromas, pero si disfrutaba de la ironía, y se divertía haciendo desatinar al cachorro; pero no, no mentía, para él, Sasuke era tan interesante, porque sin saberlo, el chiquillo había sido capaz de comprender su lenguaje, de ver su alma cuando esta se desprendía de su cuerpo y se paseaba por el mundo. Un humano común y corriente jamás sería capaz siquiera de estar en su presencia, y eso era algo que el propio Sasuke desconocía.
—Ella... la serpiente, ella me llamó — afirmó seguro.
La mirada de Orochimaru se encendió.
—Lo sé, quería probar algo, anda, no temas, acércate — lo invitó. — La guía también puede venir, no le haré daño.
Sakura jaló un poquito el chaleco del cachorro desde donde permanecía escondida, negó, negó rotundamente, con la esperanza de que Sasuke no aceptara cruzar más allá de la marca de agua que se apreciaba sobre las piedras húmedas, pero el cachorro continuó avanzando.
—Tranquila, estaremos bien — le dijo bajito, sonriendo seguro. Ella volvió a esconderse entre su ropa.
La risa de Orochimaru opacó el sonido del agua cuando la cascada volvió a cerrarse. Cual anfitrión, le ofreció seguirlo. A Sasuke le pareció tan extraño que la oscuridad dentro de la cueva no se percibiera del todo. Estaba oscuro ¡Estaba seguro! pero no lo sintió de esa manera.
—Es aquí — indicó el hombre cruzando una puerta de madera vieja, ya gastada por la humedad.
El recinto del dios de las serpientes albergaba una biblioteca que se extendía a lo largo de toda la pared y terminaba con libros apilados en el suelo, sobre las mesas y los muebles. Al fondo colgado sobre la pared había un espejo redondo, fotos viejas, trozos de madera, racimos de flores secas, y plantas verdes que se asomaban graciosamente desde la pared, como si buscaran engullir a los objetos.
En el centro de la pieza había un sillón largo y rojo, cubierto de cojines, a los pies de este una alfombra de colores tierra se asomaba entre los libros y las páginas de libros sueltas.
Sasuke chocó contra un candelabro que estaba en el suelo, se disculpó torpemente buscando moverse sin tropezar con algún otro objeto, pero resultaba imposible, a donde quiera que se dirigiera, había una estatua, un espejo, una pila de libros, piedras, cristales, un reloj sin pila y mil cosas más.
—¡Ah! ¡Aquí está! — celebró Orochimaru tomando entre sus manos una pequeña piedrita verde que le mostró al cachorro.
—¡Eso es!
—El corazón del bosque, si. Es tu regalo para Naruto, aunque está incompleto — expresó burlón.
—¿Cómo es que lo tienes tú? — cuestionó el cachorro humano acercándose.
El Sanin se acomodó sobre el sillón rojo y jugueteó con la piedrita verde en sus dedos.
—Ella la trajo, no podíamos comenzar con la preparación sin el objeto estrella — le dijo y sin ningún cuidado arrojó la piedra a las manos del cachorro.
—¡Oye!
—Jajajaja, se donde está todo dentro de este lugar, quizás no lo creas pero hay orden en este caos.
—No, no lo creo.
—¡Ah! chiquillo... de todas formas no es eso por lo que te invité a venir.
Sasuke prestó atención.
—¿Entonces que fue? — preguntó intrigado.
Orochimaru sonrió, encantado guardaría ese momento por el resto de su existencia. La sorna se volvió una expresión presumida que hizo temblar al chiquillo. Pareció que el tiempo se detuvo en un parpadeo de esos ojos amarillos que buscaban encontrarse a cualquier forma con sus deseos.
Dio un paso hacia atrás y el cabello de Orochimaru se pintó de estrellas. Una vía láctea brillante se expandía desde su frente hasta la coleta que caía sobre sus hombros.
—Sasuke... — siseo orgulloso.
—¿S-si?
—¿Te gustaría aprender a usar a Kusanagi?
CONTINUARÁ...
Como notita de autor, me gustaría agregar que el conjuro que pronuncia Naruto es el mismo que Sasuke usa en "Naruto Uzumaki y el misterio del señor de las moscas" X) Lo chistoso es que este capitulo está comenzado muuuuucho antes que la segunda parte de los detectives, jajaja así que este sería el capitulo donde lo presentaría por primera vez, pero me deprimí :V jaja.
(Es el coro de la canción de Superfly - Kakusei, de midiosito PROMARE)
Os dejo una pequeña imagen que sirve como recopilación del capitulo, nos leemos pronto (o no) X) es difícil saberlo.
Y ya me voy que so las 1:15 am y mañana trabajo slfjdlkgjdsls
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