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9. Las hermanas Cloverfield

En cuanto llegaron a su casa, Sam guardó la motocicleta de su hermano en su garaje, dejando para el día siguiente la recogida de "Daxx".

Tenía la decisión tomada, a pesar de que su hermano menor siguiese insistiendo.

—¿Por qué sería tan horrible que papá supiese que hemos vuelto a vernos, Sam?

— Tal vez no sea horrible. Pero seguro que cambiaría algo —le respondió el hermano mayor—. Y no quisiera que nada alterase lo que tenemos ahora. Al menos, de momento. ¿Puedes entenderlo, verdad, Daxx?

Dustin notó la tomada voz de Sam con cierto tinte melancólico, que nada tenía que ver con el tono arisco e impertinente que mantuvo toda la noche, delante de Caesar y las chicas.

Recordó las palabras de Caesar sobre Sam, y no pudo hacer otra cosa que no fuese aceptar lo que le pidió:

"Él te necesita, mucho más que tú a él. Por favor, ten paciencia con tu hermano mayor".



Ha pasado una semana y vuelve a ser viernes por la tarde.

En el instituto de Kerzefield se han terminado ya las clases y algunos de sus alumnos se dirigen con ansias hacia la salida, deseosos de que comience nuevamente el fin de semana.

No es el caso de Grace Cloverfield, quien ahora mismo se encuentra sentada en el banco situado fuera del despacho de la directora: de mirada gacha y expresión taciturna, tiene sus ojos verdes fijados en la piruleta con forma de corazón que sostiene entre sus dedos. Tiene sobre su regazo una pequeña bolsa de plástico transparente con más golosinas en su interior, pero ella solo tiene ojos para su corazón con sabor a fresa.

Durante su tranquila espera, los alumnos de diversos cursos desfilan frente a ella, sin que ninguno de ellos capte la atención de la chica.

Únicamente consigue sacarla de su ensimismamiento un pequeño grupo de niños, de unos cuatro o cinco años, que caminan juntos riendo y hablando con sus agudas vocecillas. Cuando Grace alza la vista ve, entre esos chiquillos, una niña con trenzas que le devuelve una sonrisa cómplice, que la chica sabe entender en cuanto se fija en lo que le está mostrando en su manita: una piruleta como la suya. Grace no puede evitar sonreírle y levantar levemente la suya, como un mensaje mudo que dice "Somos iguales".

Una vez los pequeños han pasado de largo, la chica regresa a su posición de cabeza agachada y gesto melancólico, al sentirse tan ajena a esa niña que ella una vez fue y que solo recuerda a trozos.

De nuevo, sus grisáceos pensamientos son interrumpidos por unas voces, esta vez, conocidas:

—¡Ey, Gracie! —la llama Logan, acompañado por Heather. Ambos se detienen frente a ella—. No habrás visto por casualidad a tu hermana Felicity, ¿verdad?

—¿Felicity...? No —responde al momento, retirándose un mechón tras la oreja—. Ella no acostumbra a contarme sus planes ni sus horarios, ya lo sabes.

Logan se mira con Heather, torciendo el morro y soltando un leve suspiro.

—Pues menos mal que vivís juntas, porque si no... —responde él, para luego dirigirse a Heather—: En fin, vamos a buscarla por el patio, que es el único lugar donde no hemos mirado. Agh... si al menos respondiese a los mensajes. ¿Qué será tan importante como para no contestar?

El chico echa a andar, pero enseguida se para en seco y se gira, al darse cuenta de que le falta su acompañante.

—¿Heather? ¿Qué...? —Sus dudas se aclaran en cuanto la ve allí, con los ojos clavados en esa bolsa llena de golosinas que lleva Grace. Logan se ríe—. Ay... tú y las chuches, Heat Her. Menos mal que no está Feli, ¡te iba a decir cuatro cosas sobre lo horrible que es el azúcar!

—Eso, eso, ve tú a por ella. ¡Yo me quedo aquí con Grace!—le apura Heather, con picardía—. Y ni se te ocurra contarle esto, ¿eh?

—Claro, claro. ¡Soy una tumba!

Mientras Logan camina rumbo al patio en el que a veces pasan los recreos, Grace extiende la bolsa de chucherías hacia su amiga, sin mediar palabra. La chica acepta el ofrecimiento y dedica a ir comiéndose las que más llaman su atención.

Reina cierto ambiente de tensión entre ambas, y ninguna de ellas inicia conversación durante un buen rato, en el que simplemente Heather come y Grace contempla su piruleta, aún sin abrir. Por enfrente de las chicas sigue pasando algún que otro alumno, pero ninguno hace aflorar ningún tema. Heather, arrepintiéndose por momentos haberse quedado, carraspea y decide romper el hielo con la primera pregunta que le viene a la cabeza:

—Oye, Grace... ¿cómo es que sigues aquí?

—¿Aquí?

—Sí, quiero decir... es viernes, y es hora de irse a casa. ¿Hoy no tienes para ver ninguna serie de dibujos, de esas que te gustan?

—He quedado para hablar con la directora —le dice, tras una mueca—. Tengo que... explicarle que voy a cambiar de terapeuta. Mamá siempre insiste en que debo tener a los profesores informados.

Heather se limita a abrir de más los ojos y a poner los labios en "o", a modo de respuesta. Ella no entiende demasiado sobre temas psicológicos, ni tampoco ha querido ahondar en lo que está pasando Grace desde hace unos siete años, en parte por inercia de Felicity.

Pero la ve con una expresión tan gris y le incordia tanto la posibilidad de volver a quedarse en silencio que continúa hablando, sin pensar demasiado:

—Y... ¿por qué necesitas psicólogos? 

Lo dice mirando las telas negras que cubren las muñecas de Grace: recuerda que Felicity les contó que una vez llegó a autolesionarse y su madre tuvo una fuerte discusión con ella al enterarse. Desde ese día la obligó a tapárselas para que nadie viese aquella atrocidad tan vergonzosa. Aquello fue la gota que colmó el vaso e hizo que la pobre mujer decidiese ponerla en manos de profesionales.

—¿Realmente estás... tan triste, Grace?

La pelirroja huye la mirada de su ex-mejor amiga, al escuchar esa forma tan banal de tratar su dolor: le es inevitable pensar enseguida en que su modo de tratarla (o de no tratarla) se le está contagiando de su hermana Felicity.

Decide responder con algo lo suficientemente simple como para no enredar de más a la pobre Heather que, al fin y al cabo, no cree que tenga ninguna culpa del desastre de relación que ella tiene con Felicity.

—Son muchas cosas juntas, Heather. Los psicólogos... ayudan a desenredarlas.

—Oh... creo que lo entiendo...

Antes de que un nuevo momento de silencio incómodo tenga lugar, un grupo de alumnos de la clase de Grace y Dustin les pasa por delante a ambas chicas: uno de ellos choca de forma intencionada y sin delicadeza contra Heather, que seguía de pie frente a Grace. Tanto él como sus amigos y amigas se echan a reír, mientras ella se frota el brazo que le empujó, no tanto por el daño sino por el sobresalto que le produce siempre cualquier contacto físico repentino, por su Stigma.

—¡Pero quítate de en medio, mona orejona! —le espeta con sorna el que la sacudió, un tipo de pelo claro y dientes prominentes—. ¿Con esas orejas, y no me oíste llegar? ¡Vaya tela, chaval!

—O sea, como te pasas, ¿no? —apuntilla una de las chicas, de melena dorada y porte elegante. A pesar de lo que dice, también se está aguantando la risilla tras sus dedos.

—Como se nota que es una Krausser, ¿eh, Mike? —se ríe entonces Keith, el líder de la pandilla: un tipo tan alto como Dustin, pero con una complexión mucho más robusta—. Si es que la naturaleza se ha cebado con ellos... Qué lastimilla.

—Idiotas —murmura Heather, sentándose al lado de Grace y conteniendo su enorme frustración. No es la primera situación de este tipo que le toca vivir por ser quien es.

El grupo de Keith no deja las risas y los comentarios de burla entre ellos, según se van alejando. Pero para Grace no pasa desapercibido el gesto que Keith le dedica de forma fugaz, antes de seguir encabezando a su grupo con sus aires de superioridad: le ha guiñado un ojo y le ha sonreído.

Su corazón se ha alterado por ese insignificante detalle y, a pesar de que no llega a decir nada, a Heather solo le basta mirarla para entender qué está pasando:

—¡¿Te gusta?! —cuestiona con incredulidad, una vez aquellos ya no pueden oírlas.

—¿Eh, qué? ¡No! ¿Cómo me va a gustar? —balbucea de pronto ella, llevándose un mechón suelto tras la oreja, nerviosa—. ¡Qué cosas tienes, Heather!

—Vamos, si se te ve a kilómetros. Me conozco esa cara de sobra, Grace —le asegura con una sonrisilla y un leve toque en su pierna—. ¿Alguien más lo sabe?

La pelirroja agacha la mirada y suspira, aceptando que ha sido demasiado evidente.

—No —responde con seguridad en un primer momento, aunque le viene algo a la cabeza a los pocos segundos—: Bueno... hay alguien que sí.

—¿Quién? —pregunta, acercándose a ella y abriendo tanto los ojos que parece querer captar más información con ello.

—Dustin.

—¿Mi hermano? —cuestiona, con un gallo en la voz—. ¿Justamente él...?

—En realidad sólo le dije que "me gustaba un chico", no quién —aclara, de nuevo retirándose un mechón sin necesidad de hacerlo, sólo por incomodidad ante la situación—. Además, éramos unos críos, seguro que ni se acordará, ya...

Heather hace una mueca ante esa afirmación, dudando bastante tal posibilidad: sabe de sobra lo enamorado que su hermano está de esta chica.

—Bueno, y... ¿en qué tipo de circunstancia le dirías tú algo así a Dustin? —se le ocurre preguntar a Grace, para salir al paso—. Quiero decir, es un tema bastante personal. Realmente no logro visualizarte contándole algo así a un chico. Aunque sea él, que es... ya sabes, como de tu familia. ¡Se lo contaste antes a él que a mí, que era tu best friend! —se lamenta, haciendo un puchero.

Grace esboza una sonrisa indulgente, con un leve gesto apenado por la frente.

—La verdad es que no lo recuerdo muy bien, Heather... Creo que fue durante una de sus clases particulares. Qué tendríamos... ¿nueve años, diez?

—¡Ah, sí! Cuando él te ayudaba a hacer los deberes que se te acumulaban, por estar enferma en casa!

—Sí... ahora me estoy acordando. Fue un día en que él me vio más descentrada de lo normal y me preguntó qué me pasaba. Lo recuerdo porque... me eché a llorar —le cuenta, mirando al frente con una expresión tan descolocada como la que se le ha puesto a Heather—. Recuerdo... haberle dicho sin pensarlo demasiado que "era por un chico que no me hacía caso" —añade, con una sonrisa afligida, según ella misma destapa sus propios recuerdos. Esos a los que tanto reparo le produce asomarse—. Qué estúpida era... ¿por qué lloraría por algo así? Solo éramos unos críos...

Todavía procesando esa información que desconocía, Heather se toma unos segundos antes de volver a hacerle una pregunta a la pelirroja:

—Entonces, ¿te sigue gustando Keith Connor? Y ¿desde cuándo?

La chica baja de nuevo los ojos ante esa pregunta tan directa, de nuevo manteniéndolos posados sobre su chuchería favorita, el corazón.

—Él... empezó a gustarme cuando se acercó a la pandilla —le dice entonces Grace—. Tú eras muy peque aún, no sé si te acordarás de aquello. Pero, un día, sin más, dejó de estar siempre con sus amigos del fútbol y empezó a venir con Dustin y conmigo a jugar —le dice, con un tono algo más endulzado y menos triste—. Esa época... la tengo un poco borrosa, pero aún recuerdo lo gracioso que él me parecía entonces...

—Y dejó de parecerte gracioso cuando empezó a meterse con mi hermano en el instituto, ¿no? —le pregunta con desidia.

—Influyó bastante, sí. Y supongo que verle con "Doña Perfección" no ayudó, tampoco.

—Oh, "Doña Perfección"... ¿Te refieres a la rubia que va con él? ¿Cómo se llama... Victoria Fisher? —adivina Heather con una risilla.

—La misma —corrobora, monótona—. De pequeñas íbamos juntas a clases de ballet, y... digamos que ella lo hacía todo mil veces mejor que yo. Y le encantaba recordármelo  —le cuenta, soltando un leve suspiro—. Me tuve que dejar las clases porque no la soportaba. 

—Bueno... he oído por ahí que ya no están juntos, desde hace un tiempo —le desvela, con las cejas alzadas y expresión pilla.

Grace gira sus ojos verdes a ella, con una mezcla de extrañeza e ilusión.

—Creí que era un bulo... yo les sigo viendo ir juntos y con los mismos amigos...

—Es lo que he escuchado, no sé cuánto habrá de cierto —reconoce, encogiéndose de hombros—. Pero, en fin, que a esa chica no tienes nada que envidiarle, Grace. Podrías, no sé, probar suerte con él ahora que está libre. Aunque a mí me sigue pareciendo bastante idiota para ti...

—¿Qué? Qué va, no... yo nunca me atrevería a hacer eso, Heather —titubea con nervio—. Si ni siquiera...-

Una musiquita electrónica la interrumpe entonces: proviene del teléfono de Heather, y su dueña lo atiende casi al momento de oírlo sonar.

—Oh, un mensaje de Felicity —anuncia Heather, leyéndolo ya—. Ah, dice que ya ha terminado de hablar con nuestra tutora. ¡Claro, hoy le tocaba pasarle el informe, que ella es la delegada! Hm... dice que me espera con Logan a la salida.

Mira entonces hacia Grace y vuelve a haber un leve silencio incómodo, en el que Heather se corta de invitarla a venir con ellos, al conocer bien la aspereza de Felicity hacia su hermana mayor.

—Ve, no los hagas esperar —le dice la pelirroja, casi adivinando lo que le pasa por la mente.

Heather sonríe.

—Bueno... Ya me cuentas si decides algo sobre eso, ¿vale? —le pide ella a modo de despedida cordial, levantándose del banco y meneando la mano antes de marcharse por el pasillo—. ¡Nos vemos!

Grace asiente y la observa caminar durante unos segundos. Luego regresa a su expresión apenada, la que tuvo desde que vio a la niña y que se acentuó al escarbar en sus recuerdos. Baja los ojos hacia su golosina, que continúa cerrada por el plástico con tal de protegerse del exterior, sin dejar que nadie sepa a qué sabe realmente.

«No... no podría», piensa entonces la chica, «Yo... sólo soy una cobarde».



—Pues ya lo dominas que da gusto verte, hermanito.

Han pasado tres semanas desde que Dustin conoció a los amigos de su hermano mayor. Hoy, en el desguace abandonado de las afueras de Kerzefield, Sam y Dustin pasan la tarde practicando con las motos, aunque por el momento el mayor sólo le deja hacer saltos rectos y sencillos con alguna que otra plancha metálica, a modo de rampa.

Han sido tres semanas en las que el chico ha ido cambiando, de manera progresiva y por voluntad propia. Porque se propuso firmemente "no pensar tanto".

El chico mantuvo fielmente su promesa, evitó contar nada sobre esta "doble vida" con su hermano a su padre Arnold, al que, día tras día, le intrigaba más el misterioso cambio de ánimo y actitud de su hijo.

Está imitando a Sam... Y ha descubierto que es feliz haciéndolo.

—E-es bastante fácil, en realidad —le responde el más joven, montado sobre su moto y quitándose el casco, ahora que está parado—. Es casi como ir en bici, ¿no?

—¿"Como ir en bici"? —No puede evitar soltar una pequeña risa—. Ah, me encanta con qué sencillez lo ves todo, flacucho...

Dustin entonces se queda enrarecido al oírle decir eso, sin cuadrarle que esté hablando sobre él: le halaga demasiado saber que ahora da una imagen más despreocupada.

—¿T-tú crees?

—Ya te digo. Últimamente te veo algo más desenvuelto. Al menos, más que cuando volvimos a vernos, que parecía que algo te había sentado como el culo y fueses a echar la pota de un momento a otro. Sabes a qué me refiero, lo sé —le dice, señalándole con el índice y yendo a buscar su "gasolina": el botellín de cerveza que dejó sobre el capó de un coche desguazado—. Además, es que te noto más... ¿cómo decirlo...?

Dustin se acerca entonces a él con la moto y se queda allí junto a la suya, sin bajarse de ella. Sonriente y sin esperar a que Sam consiga encontrarle un buen remate a su frase, él le pregunta:

—¿Has traído mis bocatas?

—¿Tus bocatas de lomo? Claro, joder. ¿Cómo iba a olvidarme de tu maldita voracidad? —se ríe él, recogiendo de un tirón su maltrecha mochila del suelo y sacando de ella un par de bocadillos, envueltos en papel de aluminio. Se los lanza a su hermano pequeño y este los caza al vuelo, uno con cada mano—. En serio, ¡sigo sin acostumbrarme a esta mierda! —Vuelve a descojonarse, recuperando su botellín.

—Yo hay días en que t-tampoco me acostumbro, eh —le confiesa, abriendo ya uno de ellos, sentado sobre su moto roja—. D-depende del día... o de la compañía.

—¡Pero es que mírate, coño! Tan flacucho y metiéndote dos putos bocatas de lomo entre pecho y espalda. Así, en plan merienda casual. ¡Que alguien me lo explique, hostias!

Cuando Dustin ha masticado y tragado el primer bocado, le responde con simpleza:

—Creo que es por mi Stigma. B-bueno, al menos, eso es lo que dice mamá.

El mayor de los Krausser asiente levemente ante ese dato, que no le viene de nuevo en realidad. Disimula con un trago a su cerveza que su expresión se ha torcido un poco al mentar a su madre.

—Ya veo, ya.

El más joven se dedica en ese silencio a su ansiada merienda. Apenas le quedan un par de bocados para terminar, cuando vuelve a hablar a su hermano mayor. Su voz sigue sonando tan animada como ha estado siendo desde hace semanas, desde que se reencontró con él.

—Oye, Sam...

—No, Daxx. No te voy a dejar beber. No insistas, coño —le interrumpe.

—¡Q-que no es eso! —se ríe, acostumbrado ya a la broma recurrente de Sam—. Es sobre... todo esto. Es genial.

—¿Todo esto es "genial"? ¿El qué, esta mierda de sitio? —trata de adivinar, con una inequívoca cara de repulsión—. ¡Pero si da más asco que su puta madre!

—¡N-no, hombre! Hablo de... esto. De estar juntos otra vez.

—Ah... eso.

—S-sé que te pedí muchas explicaciones, y que me molestó no poder contárselo a papá, pero... creo que ya no me importa tanto —reconoce, y Sam sonríe de medio lado ante esa afirmación.

—Vaya. Y yo que me alegro —responde con simpleza el mayor, tras beber de su botellín—. Pero a este paso, no creo que papá tarde demasiado en darse cuenta de "todo esto" tan genial, Daxx.

—¿P-por qué lo dices? —cuestiona, yendo ya a por el segundo bocadillo.

—En fin, sólo mírate. Eres casi otra persona —le dice, aunque tiene una expresión entretenida en la cara—. Seguro que nota tu cambio de humor enseguida. Menudo es, el "ex-policía"...

El chico se detiene unos segundos antes de responder a esa suposición. Cuando lo hace, emplea esa resolución tan animosa de la que Sam le está hablando:

—Bueno, ya llegará. De momento, todo va bien, ¿no?

—Sí... eso es verdad —asiente con resignación—. Tú disfruta de tu bocata mientras puedas, Rapid Boy... No dejes que venga otro y se lo coma.

El chico le ofrece una sonrisa a su hermano mayor como respuesta, haciéndole caso también en esto y atendiendo al presente tanto como es capaz. Disfrutando de su merienda y de la compañía de su añorado Sam.



—Fíjate, Logan. Hasta Caesar dice que parece como si lo hubiese estado haciendo toda la vida —le cuenta a su colega, reunidos en las taquillas—. Dice que mi técnica es increíble. Y Sam insiste en que tiene su truco, que no es tan fácil, pero...

—Ese Caesar es el novio de la "diosa pelirroja", ¿no? —interrumpe sonriente, casi como queriendo colar otro tema—. La que se parece a Grace.

Dustin frunce el ceño en sonrisa, reaccionando con un tic nervioso que le lleva a ajustarse unas gafas que ya no lleva, desde que usa la moto y encuentra más cómodo usar lentillas.

—¡N-no dije que se parecieran...! Te conté que es como una versión adulta suya... Por alguna razón me recordó a ella, p-pero no era solo por el físico...

—Lo mismo es. —Se encoge de hombros, apoyando la espalda en su taquilla cerrada—. La cuestión es que te van pelirrojas. Como Grace.

—Sí... como Grace —admite él, aceptando la insistencia de su amigo y cayendo en la cuenta de algo gracias a él y a su comentario—. Y hablando de ella, hace ya cinco días que no la veo por clase... y se acerca la época de exámenes finales. T-tal vez debería...-

—¿Volver a darle clases particulares? —aventura Heather, asomando desde atrás a su hermano mayor, sobresaltándole.

—¡Heather! —exclama mientras Logan ríe, probablemente él la vio llegar y no quiso alertarle, para poder presenciar el susto—. ¿C-como sabes tú eso? ¡Ni Logan se acordaba...!

Ella se ríe, contagiada por Logan. Hoy viene acompañada de su mejor y única amiga, Felicity Cloverfield: la sobresaliente hermana menor de Grace.

Alta, con gafas, de cabello moreno y largo perfectamente peinado... No se parecen en nada, ni física ni mentalmente. Más bien son como la noche y el día. Lo único que parece compartir con ella es la mirada verdosa.

—Deberías saber ya que Logan es un bocazas de cuidado —apunta Felicity, con retintín—. ¡Cuidado con las cosas que dices cerca de él, que al día siguiente lo sabe medio pueblo!

—¡Dar información no es ser bocazas, señorita delegada! —se defiende Logan—. Además, aquello no era ningún secreto de estado, ¿a que no, Dust? Yo esos sí que sé guardarlos...

Dustin disimula un gesto de incomodidad mientras cierra su taquilla y se vuelve a ellos.

—No, no lo era. Pero no es algo que me guste recordar.

—Pero es lo que ibas a decir, ¿no? —inquiere Heather—. Si Grace sigue fallando a tantas asignaturas, no pasará de curso ni en broma. Tú podrías ayudarla, ¡eres el único con el que ella se lleva bien en esa clase...!

—Y probablemente seas del 1% que presta atención a lo que dice el profesor —recalca Logan—. "Heat Her" tiene razón.

Mientras Heather golpea con flojera el hombro de Logan por insinuar que es una friolera, Dustin no tarda ni un minuto en descartar sus dudas, retomando su verdadera intención.

—Felicity, mañana es el primer sábado de abril —anuncia, alejado ya de esa expresión seria que le trajo el recuerdo de "profesor particular" de Grace—. ¿Sabes lo que eso significa, no?

A Felicity le viene a la cara una sonrisa de rubor, inusual en alguien tan segura como ella; aún no se acostumbra a la nueva actitud más arrojada y sin trabas de Dustin.

—¡Que ha llegado el momento de nuestra "Fiesta de Bienvenida"! —responde, tras caer en la cuenta, sin creer que haya sido él quien se haya acordado y no ella, la organizadora de eventos oficial del grupo.

—¿"Fiesta de Bienvenida"? Ah... te refieres a -esa- fiesta. —Se organiza mentalmente Logan—. Ésa en la que hay que tirarse al lago, haga el tiempo que haga, ¿no? ¡Incluso si diluvia!

—Es una tradición de mi abuela, Logan. ¡No es una simple fiesta! —corrige Felicity, retirándose un mechón del hombro—. Pasar la noche juntos en aquella casita que ella tanto cuidaba, hacer el mismo gesto cada año, pase lo que pase...

—Sí, es casi como una filosofía —continúa Heather, contagiada del tono nostálgico de su amiga—. Es dar la bienvenida a lo bueno que está por llegar, incluso si todavía no se ve. Abril es el mes más extraño en lo referente al temporal, tal vez por eso su abuela lo escogió; nunca sabes qué día hará.

—No dije que no me gustase el plan —rebate Logan, encogido de hombros—. ¡Sabéis que a mí me encanta no saber lo que pasará!

Felicity enarca una ceja, desviando la mirada hacia el silencioso Dustin, sin darse cuenta. Nota entonces que ella le mira y lo toma como una señal de que le toca hablar a él. Pregunta lo primero que le viene a la boca, aquello que ya llevaba rato por su mente:

—¿Y qué hay de Grace? ¿Este año sí que vendrá, no?

Felicity disimula bastante mal la mueca de desagrado que le provoca oír a Dustin preguntar por su hermana mayor; el hecho de que la llame "Grace" y no "Hannah Grace" como suele hacer ya le da pistas de su nueva actitud informal. 

—No lo creo. Sigue pasando de todo, como siempre —responde, de forma seca—. Pero ¿qué más da? Ya lleva años sin venir. Uno más no se notará, ¿no? —continúa hacia los demás, tratando de limar su propio tono arisco de antes.

Heather se limita a apenar el gesto, al oírla decir eso y recordar su charla con Grace, hace dos semanas. Logan, en cambio, se fija en cómo su amigo Dustin pasa del gesto de extrañeza al de determinación, rápidamente.

—Entonces iremos a convencerla —sentencia el rubio, ante la sorpresa de las chicas y la sonrisa satisfecha de Logan, al oírle decir aquello—. Esta vez será diferente, para todos.

—Pero... lleva días sin salir de casa... —repite Felicity—. ¿Qué es eso de estar buena para irse por ahí, pero estar mala para venir a clase? ¡A mamá no le hará gracia...!

—Precisamente por eso nos necesita —añade él—. Debemos animarla a recuperar las ganas de moverse. Para eso estamos los amigos... y los hermanos —incide, mirando a Felicity.

La morena vuelve a retirarse el mechón del hombro y se ajusta las gafas, nerviosa al sentir que no le cuadran los planes, como si todo estuviese fuera de su lugar.

En especial, esa sonrisa confiada en Dustin, la única persona que lograba sacar los colores de la sofisticada y templada Felicity.

—Está bien, está bien. Se acabó, ¡vale ya de hacerme sentir mala hermana...! —se escuda ella, aumentando su ansiedad cuando ve que Heather y Logan también la miran, como a la última por aceptar el plan—. Iremos a verla. ¡Pero no os aseguro que nos abra la puerta, eh...!

—¡Esa es nuestra delegada! —celebra Logan, abrazándola por un lado y dejando el otro libre, para que Heather haga lo mismo—. ¡Ahora sí que hablas como una hermana de verdad!

—¡Estaos quietos, maldita sea! ¡Odio los manoseos...! —Se revuelve ella, cómicamente apresada entre los brazos de Logan y de Heather, quienes ríen.

—Venga, chicos, que tenemos una misión —les recuerda animadamente Dustin, en parte para liberar a Felicity —. Hay que reclutar a Grace para mañana.

—¡Míralo! ¡Ya habla como un líder...! —aventura Logan hacia Heather, viendo cómo el rubio emprende el camino y Felicity le sigue rápidamente, al zafarse de ellos—. ¡Qué orgulloso estoy de vosotros dos, tíos! ¡De verdad os lo digo! ¡Qué alegrías me estáis dando...!

—¿Estás... llorando, Logan?

—¡Qué voy a estar llorando! ¡Te lo crees todo, Heat Her...! —Se ríe, siguiendo a aquellos dos.

—Sí... me lo... creo todo...

◇◇◇

En el mismo barrio en el que Dustin, Logan y Heather crecieron, viven las hermanas Cloverfield.

Su madre Rachel es una mujer joven, fuerte y trabajadora, de origen irlandés, dedicada en cuerpo y alma a su negocio: un bar-restaurante que los chicos utilizan desde siempre como punto de encuentro habitual, llamado "Clover's". Allí solían pasar las tardes, entre risas y deliciosas hamburguesas o refrescantes batidos de cacao, vainilla o fresa.

Al menos, así fue hasta que Sam se marchó de casa, coincidiendo con el bajón anímico, por distintos motivos, de dos de los integrantes de la pandilla; Dustin y Grace. Hacía unos años que el grupo ya no estaba tan unido como antes debido a esto, pero eso es algo que algunos de ellos ya notaban que iba a cambiar, más pronto que tarde...

—Mi madre estará todavía en el Clover's —informa Felicity, abriendo la puerta principal y dando paso a sus amigos hacia el interior. Es Heather quien corretea escaleras arriba, sabiéndose ya el camino.

—¿Qué hacen todas las persianas bajadas? ¡Si solo es mediodía, hace sol! —observa Logan, extrañado.

— Eso es cosa de ella —responde la morena, mirando a Dustin. No lo dice, pero le hace entender, por el tono intransigente, que habla de su hermana Grace.

—Cuando se pone así, le molesta todo. Incluso el sol —continúa—. No es muy divertido tenerla cerca, pero...

—Espera, entonces, —La detiene Logan, teatrizando ligeramente—. Todo esto de que no salga de casa durante días... ¿es porque tiene menstruaciones problemáticas?

—¡Pero qué dices! ¡No! Ella... —sacude la cabeza, enrarecida—. Ese es su carácter, ¡no tiene nada que ver con eso...! ¡Siempre ha sido así de rara! —añade, casi ofendida de que Logan lo atribuya a algo así.

—¡Solo bromeaba...! —Se ríe él, ahora semi-girado a su amigo—. ¡Qué rápido entra al trapo, eh!

De gesto serio, Dustin se queda con los ojos puestos en el final de la escalera.

—No es que entre al trapo... simplemente digo lo que hay, ¡cuanto antes! Me molesta que me malinterpreten.

Sin responder a la broma de uno ni a las contestaciones de la otra, Dustin decide entonces subir las escaleras en busca de Grace, en silencio. Felicity se lleva los dedos a los labios, de pronto apurada.

—Él... ¿crees que... se habrá enfadado por lo que he dicho? —pregunta, una vez ve que el rubio llega al piso de arriba y ya no puede oírles. 

Logan frunce el ceño y la mira, al escucharle cierto tono culpable en la voz. Ve como la chica entrelaza y estruja sus manos, algo que siempre hace cuando está nerviosa.

—¿Por qué iba a enfadarse? —Se encoge de hombros, empezando a subir los escalones—. Solo has llamado "rara" a su chica favorita, que está en tratamiento psicológico...

"Su chica favorita... claro", se repite ella mentalmente, con fingida y dolida sorpresa. "Cómo no voy a caerle mal a Dustin, si no dejo de...".

—¡Vamos, señorita delegada! ¡No se quede usted atrás! —la alerta de pronto Logan, desde arriba. Felicity accede enseguida, sacudiéndose de sus pensamientos al ver allá a su amigo con esa habitual sonrisa de "No te quiero ver serio/a".

Frente a la puerta cerrada que da a la habitación de Grace, Heather recibe a su hermano cuando éste llega, y poco después a sus dos amigos.

—He llamado, pero no me contesta —les informa ella—. Tal vez esté durmiendo, o con la música puesta.

Felicity se cruza de brazos.

—Un poco pronto para estar durmiendo ya, ¿no crees?

—¿Es que no has oído hablar nunca de la siesta, o qué? —rebate Logan, igualándole el tono irónico. Felicity resopla, descruzándose y golpeando con los nudillos la puerta, tras retirarse rápidamente el mechón del hombro.

—¡Grace! ¡Tienes visita! —anuncia, con voz severa—. ¡Abre, sé que estás despierta!

Silencio.

—No te preocupes, te esperamos aquí fuera —continúa entonces Dustin, en tono más sereno, tratando de frenar el nerviosismo de Felicity.

Al dejar todos de hablar, oyen cómo al otro lado de la habitación hay movimiento y cacharreos varios. Posiblemente fuese ella intentando adecentar el lugar antes de abrirles.

—Jo, vaya —suspira Heather— ¡Entonces sí que estaba ahí y pasó de mí...!

—Eso es porque tú no impones tanto como La Delegada —bromea Logan, a pesar de intuir el verdadero motivo, mirando a su amigo.

Pasan dos minutos y, justo cuando a Felicity se le agota la poca paciencia que aún conservaba y se dispone a llamarla de nuevo, su hermana mayor abre la puerta.

—Chicos... ¿qué hacéis todos aquí?

A Dustin se le dibuja una sonrisa en la cara al ver aparecer al fin a su chica favorita, pasando por alto el descuidado aspecto que ella apenas consiguió disimular en los dos minutos que tuvo de margen.

—Se han empeñado en convencerte de que vengas a la casa del lago mañana —le informa su hermana menor, la cual le saca diez centímetros de estatura y la hace parecer la mayor.

—Sobre todo Dustin. Fue idea suya, ¿a que sí? —añade Logan, dándole un leve toque a su amigo—. Es quien más pesado se puso con que vinieras.

Grace mira hacia Dustin con una mezcla de extrañeza y gratitud.

—¿Es eso cierto...? —Se recoge de brazos, como si tuviese frío, tras retirarse un mechón rebelde tras la oreja que siempre le cubre media cara—. Yo... no sé. Me encuentro... un poco mal, todavía. No creo que mañana esté mejor, así que...

—Tal vez te vaya bien salir, Grace —le interrumpe con suavidad el rubio, previendo que la chica entraría en bucle; La entendía perfectamente—. Allí estaremos tranquilos, no nos molestará nadie. Y, si después te siguieras encontrando mal, yo mismo te traería de vuelta a casa. No hay problema con eso.

Grace se queda sin excusas, no sabe qué responderle. Esta nueva seguridad en Dustin también le viene de sorpresa a ella; ni siquiera lo oye trabarse y, al igual que su hermana, se da cuenta de su cambio al oírle dirigirse a ella como todo el mundo, llamándola "Grace". 

Mira a los demás buscando explicación o algún comentario añadido a su petición, pero solo encuentra gestos afirmativos de parte de Logan y de Heather, y la postura incómoda y aburrida de su hermana Felicity.

—¿Qué dices, entonces? ¿Te vendrás?

La chica termina encogiéndose de hombros y sonriendo.

—¡Supongo que... no puedo decir que no...! —le responde, impostando el tono animado.

—¿¡En serio!? ¡Tan fácil...! —Salta de pronto Felicity, mientras Heather y Logan se lo ríen—. ¡Grace! ¡Llevas cinco días sin ir a clase! ¿Y ahora ya estás buena para salir? ¡Qué dirá mamá...!

—E... ella...

Dustin ve cómo Grace se atasca interiormente. Lo relaciona rápidamente a su situación, y visualiza a la chica como a sí mismo en su anterior versión, la que necesita que alguien la ayude a liberarse de ese odioso peso que le cargaba con la opinión ajena.

—A ella le gustará saber que se animó a salir —le completa él—. Es un comienzo, ¿no?

—Sí... uno detrás de otro —replica Felicity, negante, sabiendo ya que no ganaría este debate.

—Gracias —dice finalmente la pelirroja, dirigida a Dustin—. Prometo que esta vez me... esforzaré más.

El chico sonríe, satisfecho. Heather abraza fugazmente a Grace, emocionada por haber conseguido ficharla por fin, contándole lo bien que lo pasarían todos juntos, "como en los viejos tiempos". Logan intenta hacerle alguna broma a Felicity con tal de que anime la expresión, ya que hace demasiado evidente la poca gracia que le provoca tener que lidiar con las "inconsistencias" de su hermana.

«No sé qué le habrá animado tanto, pero... me gusta. Me hacía falta... que me hablase así de nuevo», le cruza por la mente a Grace, todavía pensando en las palabras de Dustin. Sonríe, arropada por esa ilusión que ha provocado la respuesta positiva en sus amigos. Ver de nuevo a Dustin con esa sonrisa tan genuina hace que a ella le venga, de nuevo, cierto recuerdo agridulce al presente, de la infancia que compartió con él.

«¿Dónde había estado guardando... esa sonrisa...? La echaba tanto de menos...».


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