58. El calor familiar
—Sí. A las recreativas —anuncia Logan, montado en su bicicleta—. Volveré para la cena, Seb.
—Ve con cuidado. El suelo sigue mojado y puedes resbalar —le dice, sin desatender el jardín que andaba revisando—. Y llévate el casco, pog favog.
—Sí, vale... ahí lo llevo.
—Póntelo, que yo te vea.
Con una mueca de hastío, el chico obedece. Sin nada más que añadir, pedalea y se dirige hacia el exterior de la extensa parcela de su mansión. Su padre lo ve marchar con expresión taciturna, pues sigue sin acostumbrarse a ver a Logan tan falto de esa chispa natural que heredó de su madre.
Pronto cumplirá los dieciséis años y lleva casi uno alejado de aquellos a los que él consideraba hermanos. Pero, por más tiempo que pase, no deja de hacérsele insoportable: ya es sábado y aún no logra quitarse de la cabeza la conversación del lunes, cuando se cruzó con Keith y con el señor Hopper.
«Nada de esto tiene sentido», se dice para sí, mientras pedalea por las calles de Schuld City, «He perdido la cuenta de las veces que he intentado acercarme. Pero, al final...».
Como ya es costumbre últimamente, Logan se desvía de su camino a las recreativas y termina pedaleando hasta el puente que conecta su ciudad con la isla de Kerzefield.
«Cuando los tengo delante, siempre me acobardo y no digo todo lo que querría. Porque me siento egoísta... porque pienso que solo quiero volver a tener amigos para poder compartir mis tonterías con alguien. Para no sentirme tan solo».
La suave brisa marina acaricia el rostro de Logan mientras circula por el extenso puente, todavía con la misma expresión de vacío que arrastra desde casa.
«Me siento tan distinto a como era antes...».
Sin apenas darse cuenta del cansancio en sus piernas, termina por alcanzar su destino: el hogar de los Krausser. Detiene su bicicleta frente a la casa y queda apoyado de una pierna en el suelo, pensativo.
«Y ahí voy otra vez...».
Sus manos se aferran al manillar con fuerza, tiene los dedos llenos de esas heridas que el estrés le causa. Todavía está recuperando un poco la respiración después del largo trayecto, pero en el fondo sabe que si no se mueve del sitio es por otra razón.
—Pero ¿qué es lo que me pasa...? —musita con impotencia.
Observa que las luces de los pisos inferiores se encuentran encendidas, por la zona de la cocina y el salón. Pero, al mirar hacia arriba, ve que las ventanas correspondientes a las habitaciones de Dustin y Heather no tienen luz.
«Estarán descansando... o reunidos con sus padres para hacer la cena, o viendo la tele... no voy a interrumpir nada de eso».
Cambia la pierna de apoyo y coloca el pie derecho en el pedal de nuevo, con un ligero temblor indeciso.
«Hoy tampoco va a ser...».
...
Con la capucha echada por la cabeza y con el casco colgado de la parte trasera, Logan vuelve a la carretera con su bicicleta sin ninguna prisa.
«Puto Snake Man... ¿Por qué tuve que cruzarme contigo en la Academia?» maldice para sus adentros, sin prestar demasiada atención a las calles por las que va. «No quería escuchar esas cosas otra vez... no quería volver a sentirme como un amigo de mierda...».
Su nefasto sentido para la orientación hace que Logan pierda el norte sin siquiera darse cuenta de ello. Solo una calle equivocada, y su rumbo ahora está puesto hacia las afueras, hacia la costa.
«Yo también lo he pasado mal, joder. A mí también me han dejado tirado, ¿y qué? No veo a nadie viniendo a preguntarme nada».
Su frustración le hace pedalear más fuerte, más lejos. Escalar subidas supone más esfuerzo y su cuerpo lo agradece, porque necesita descargar esa irritación por algún lado.
«No sois los únicos que querríais tiraros por un...-».
Sin llegar a terminar ese pensamiento, Logan se ve obligado a frenar de golpe: a solo un metro, tiene frente a él un enorme acantilado por el que ha estado a punto de tirarse de cabeza.
Al detener de forma tan brusca la bicicleta, ha dado un traspié de lado y se ha quedado con el cuerpo tenso, la respiración yendo a mil.
—Pero qué... ¿dónde coño estoy?
A medida que van calmándose sus latidos, mira alrededor. Algo en su memoria se remueve en cuanto comienza a darse cuenta de que él ya ha estado antes en aquel lugar tan pacífico.
«El acantilado donde Dust me enseñó su moto por primera vez. Donde me regaló el casco».
Sus ojos se entrecierran, al asaltarle ese sentimiento de nostalgia sin avisar. Su anterior impotencia se incentiva al recordar lo especial que se sintió aquel día, cuando su mejor amigo le reveló un secreto que significaba tanto para él.
—Puta... orientación de mierda —masculla, y patea una piedra del suelo—. ¿Por qué he tenido que acabar aquí si yo no...-?
Al alzar la vista por donde pateó la piedra, ve que allí hay alguien más, sentado casi al borde del acantilado. Frunce el ceño con extrañeza y decide acercarse, una vez deja allí tirada su bicicleta y el casco que Dustin le regaló.
—¿Heather...? —En cuanto él dice su nombre, ella gira sobre sí misma y le mira, sorprendida. Con la bufanda y el gorro, Logan casi no pudo reconocerla hasta que se acercó a su lado—. ¿Qué estás haciendo tú aquí?
—¿Que qué hago? ¡Lo mismo podría decir yo! ¿Me has estado siguiendo? —se escuda enseguida—. Qué susto me has dado...
—¿Seguirte? ¡No! Me he perdido. —Heather frunce el ceño ante eso—. Y para susto el que me he pegado yo, que casi me mato —murmura, y sacude la cara—. No, pero en serio, ¿qué haces aquí tan sola? Con el frío que hace...
—Eso no es asunto tuyo. —Se levanta del suelo y se aleja un poco de él—. Además, ya me iba.
La chica se agacha para recoger una pequeña mochila rosa que dejó tirada por tierra. Logan la observa en silencio, pensativo, hasta que algo le viene a la mente.
—No me digas que aquí es donde vienes todas las tardes...
—¿Perdón? —La chica se detiene, ya con la mochila al hombro.
—Por las tardes, siempre que he preguntado por ti, nunca estabas. Ni siquiera en casa.
—Te agradecería que dejases de perseguirme —le dice, con la mirada hacia el suelo. Logan no distingue si está disgustada o apenada—. Ya te dije que estoy muy ocupada...
—¿Ocupada en qué? ¿Qué tiene de especial este sitio para que vengas hasta aquí, con lo friolera que tú eres? ¡Te vas a congelar!
Heather regresa los ojos a él, y esta vez sí que está claramente enfadada.
—Pero ¿y a ti qué te importa lo que yo haga?
—Si no me importara, no preguntaría.
—¿Y de qué te sirve preguntar y saber las cosas, si luego no haces nada?
Logan encaja esa pregunta como si de una patada en el estómago se tratase. Se queda en silencio y sus ojos bajan, pues vuelve a sentir esa vergüenza tan pesada sobre sus hombros.
—Bien, pues si tanto te interesa —continúa ella, con cierto sarcasmo en la palabra "tanto"—, vengo hasta aquí para pensar. Porque aquí nadie me molesta cuando intento entender cosas.
—¿Entender... qué?
La chica entonces le huye la mirada. Se gira de medio lado y se coge un brazo con la otra mano, arrebujada en su grueso abrigo. Logan se fija en que, a pesar de llevar un montón de prendas para el frío, hoy no lleva guantes.
—Todo. Porque no soporto más el frío.
—¿El frío...? —Se rasca la mejilla, dudoso—. Bueno, yo podría... traerte todas las mantas que quieras.
Heather niega, sin acceder a contagiarse de ese tono que intenta sonar más animado.
—Tú no lo entiendes, Logan. —Escucharla decir su nombre después de tanto tiempo logra paralizarle de un modo demasiado extraño—. Lo que no soporto es ver a mi familia tan fragmentada sin poder hacer nada.
—¿Fragmentada...?
—Ahora que... mis padres parecen haberse rendido con Dustin y su brillante futuro académico, yo... siento que todas las expectativas están puestas en mí. Y no sé qué diablos hacer, ni qué decir. Yo no soy tan inteligente... yo no soy él.
—Pues claro que no eres él, Heather —asegura de pronto él, casi molesto—. ¿Por qué dices esas cosas? Tus padres no piensan eso, estoy seguro.
—Puede que se esfuercen en fingir que no es así, que todo va a ir bien, pero... yo sé que papá y mamá han perdido la esperanza, les oigo hablar cuando creen que no estoy despierta. Y todos sabemos que lo que nos espera no es una vida normal... ni tampoco feliz. Porque siempre estaremos rotos.
—¿Y qué, si vuestra vida no es normal? Podéis tener una vida bien rara y aún así, ser felices —insiste, sin conseguir que ella levante la mirada—. Solo hay que adaptarse y...-
—¿Crees que no intento decirme eso cada día? —rebate entonces, mirándole. Logan enmudece de nuevo ante el tono tan herido de la chica—. Tienes... ¿tienes idea de lo doloroso que es asumir que debes vivir estando roto, aunque no quieras?
Logan permanece en silencio unos segundos, sin dejar de mirarla.
—No estoy seguro de saberlo porque no estoy tan roto, pero sí sé lo doloroso que es echaros de menos.
Esa última frase consigue tocar la fibra sensible de Heather. Sus labios tiemblan y su mirada está cristalina.
—Yo también te echo de menos —le dice entonces—, pero a nadie le importa porque tú nunca me has querido como yo lo hice.
Nada más termina la frase, Heather se agobia por haber dicho de más y se queda tan paralizada como Logan.
—Heather, tú...
—¡Apártate!
Sin dar opción a réplica, la chica echa a caminar con prisa y se abre paso dándole un torpe empujón a Logan. Él enseguida va tras ella, pero recuerda que dejó allí su bici tirada y decide recogerla para montarse en ella y continuar siguiendo a Heather.
—¡Ey, espera! No corras tanto, que la bajada es muy traicionera —le dice, pero ella no quiere escucharle—. ¡El suelo está lleno de barro, te puedes resbalar si vas tan deprisa!
—¡Que me dejes en paz! ¡No quiero decir más tonterías...!
—Vamos, Heather, eso no eran tonterías...
—¡Sí lo son! —le grita, sin dejar de caminar con prisas, intentando pequeñas carreras que se ven frustradas por la inestabilidad del terreno—. ¡Por favor, mírate, esto es absurdo! ¿Pretendes venir ahora y fingir que te importo? ¡Nadie necesita esto...!
Sorteando con habilidad los obstáculos del camino con su bicicleta, Logan no cesa en su empeño de pedalear lo más cerca posible de la chica, atento por si las caídas.
—¡Yo sí que lo necesito! Por eso voy todos los días a vuestra casa, porque necesito volver a teneros conmigo —confiesa, aunque tampoco así consigue que ella se detenga—. Pero nunca me atrevo a dar un paso más, ¿sabes por qué? Porque me siento como un maldito idiota. Porque cada día que pasa es más difícil y yo...
Heather llega de un pequeño salto hasta un terreno algo más firme, después de atravesar la zona más empinada. Cruza por los matorrales y sigue caminando recto, hasta dar con unas vías de tren que usó como referencia al llegar para no perderse.
Logan baja con su bicicleta de un impulso y las ruedas se quedan encajadas en el espeso barro. Pero él ya no hace nada por sacarla de allí, mentalmente abatido por su discurso.
—...Yo no podía hablaros porque creí que no merecía vuestro perdón.
El tono tan descorazonado que Logan imprime en esas últimas palabras logra al fin detener los inseguros pasos de la chica. Se gira un poco sobre sí misma para comprobar que el chico se ha quedado atrás, anclado en el fango a pesar de que podría salir de él si se lo propusiera: verlo así hace que le duela el pecho y, por un momento, se ve incapaz de seguir alejándose.
—Logan...
Es justo cuando gira del todo que una señal sonora en la lejanía atenaza sus nervios de golpe, haciéndola tropezar: su tobillo se ha quedado encasquillado entre las vías del tren.
Su grito al caer alerta enseguida a Logan.
—¡Heather! —Saca la bicicleta del fango con una fuerte sacudida y acude a ella, dejándola tirada sobre la vía y arrodillándose a su lado con rapidez—. Tranquila, no te muevas, voy a...-
—¡Sácalo de ahí, por favor, sácalo ya! —le grita ella, ansiosa. Forcejea sin cuidado con la pierna atrapada y gime de dolor—. ¡Que viene...!
—¡Estate quieta! ¡Si tiras de esa manera te vas a hacer más daño!
A la alarma que anunciaba la próxima llegada del tren se suma el ruido del propio vehículo, aproximándose.
—¡Por favor, Logan, ayúdame! —le implora, agarrándose a él. Sus manos sin guantes le están tocando y sus ojos parpadean con el fulgor anaranjado de su Stigma, activado por los nervios—. ¡No quiero morir...!
—¡No digas tonterías, nadie va a morir! —le insiste, mientras trata de liberar el pie atascado por la tabla de madera. Ella no deja de moverse y lo hace más complicado—. ¡Tienes que confiar en mí, tranquilízate!
—¡Logan...!
El tren estará sobre ellos antes de que quieran darse cuenta. La adrenalina se apodera entonces de Logan y deja de utilizar sus manos para ayudar a su amiga: concentra toda su energía en un único punto y utiliza su poder telequinético para levantar el tablón de la vía tan bruscamente que lo parte, logrando así que Heather pueda sacar su pie de allí.
Pero, en lugar de apartarse una vez es liberada, Logan ve a Heather hacer algo que lo deja en shock: utiliza el poder que ha copiado de él para devolver la tabla de madera partida a su sitio.
—¡¡Heather!!
Con el gigante de metal abalanzándose sobre ellos a toda velocidad, Logan agarra a la chica del brazo. La aparta de un tirón contra sí y ambos ruedan abrazados por el suelo enfangado.
El tren cruza frente a ellos sin descarrilar lo más mínimo y ensordece el pacífico ambiente mientras dura su paso por allí. Una vez pasan los últimos vagones, el sonido se va volviendo cada vez más lejano.
Con la respiración todavía acelerada, Heather permanece aferrada a Logan. Tiene la cabeza contra su pecho y Logan no puede evitar soltar una pequeña risa, tan conmocionado como ella.
—Ey, Heather... ¿estás bien?
La chica entonces se separa un poco y le mira, con los ojos muy abiertos. Logan advierte un poco de sangre que sale de su nariz y frunce el ceño.
—S-sí... Creo que...
—¿Acabas de... poner en peligro tu vida por salvar al maldito tren? —pregunta de pronto él, aún sonriente.
—Yo...
Separándose un poco más, la chica relaja al fin los dedos y deja de aferrarse con tanta fuerza a la sudadera de Logan. Se mira las manos, confusa por lo que acaba de suceder.
—Creo que... copié tu poder —murmura, atónita—. No sabía que pudiese copiar también... lo tuyo.
Logan distiende una sonrisa calmada. Toma entre sus manos las de ella y las envuelve con firmeza.
—Lo que has hecho ha sido increíble, Heather —afirma—, has arriesgado tu vida por gente a la que ni siquiera conocías. Y eso que el tren ni habría notado la ausencia de ese tablón...
—¡Bueno, no lo sabemos...! Podría haberse desviado y...
Logan simplemente se ríe. Ella le mira con extrañeza.
—¿De qué te ríes...? ¡Pudo haber pasado!
—Es que... está claro —le dice, atenuando la risa—. Eso es lo que te hace especial: siempre estás preocupándote más de los demás que de ti misma.
—¿Eh...?
Él asiente.
—El tren podría haberte aplastado por quedarte ahí más tiempo, arreglando la tablita con tu poder... Pero te dio igual, ni siquiera lo pensaste, ¿verdad? Tu instinto te dijo eso y lo hiciste.
La chica baja un poco la mirada, con algo de vergüenza. Siente calor por sus mejillas al escuchar un cumplido tan sincero por parte de Logan.
—...No lo sé —titubea ella.
—¿Sabes? Yo no conozco a nadie tan generoso como vosotros los Krausser —continúa, con los ojos puestos en las vías del tren ahora—. Eso de permitir que tu amigo vaya con la persona que te gusta antes que tú, solo porque crees que eso la hará más feliz... Me parece algo increíble.
Heather aún está en shock por haber copiado los poderes de Logan. Tiene que pararse a analizar unos segundos esas palabras, hasta que entiende de qué le está hablando.
—¿...Tú sabías lo que le dije a Felicity?
—Sé que la animaste a lanzarse, sí —confiesa, y vuelve los ojos a ella—. Feli me... contó que hasta te enfadaste un poco con ella por no atreverse antes.
Ruborizada, Heather no puede mantener mucho tiempo sus ojos en los de Logan. Recordar a Felicity, además, trae recuerdos de tristeza que ambos pretendían seguir guardando en un cajón con llave.
—...Lo siento —musita ella.
—¿Qué es lo que sientes?
—Que ella ya no esté —responde, cabizbaja—. Yo la animé a salir contigo porque... sabía lo mucho que tú la querías. Pero, ahora...
—No tienes que disculparte por nada, Heather —la corta, serio—. El único que ha estado equivocado en todo he sido yo. Eligiendoel camino incorrecto y enfrentándome a los únicos amigos de verdad que hetenido.
La chica enmudece de nuevo. Logan aprovecha ese silencio para incorporarse un poco y, una vez sentado, observa a su alrededor y ve algo que lo deja descolocado: su bicicleta ha salido bastante mal parada, después de que el tren la arroyase.
—¿Logan? ¿Qué...? —Sentada en el suelo, ve como él se acerca a comprobar lo que quedó de su bicicleta y se frota el pelo con una risa nerviosa al ver el estropicio—. ¡Tu bici...!
—Buf, menos mal... ¡Ha sobrevivido!
—¿Sobrevivido? ¡Pero si está destrozada!
—No, mujer. Hablo del casco —aclara, y lo recoge del suelo, al otro lado de las vías. Camina de vuelta hasta ella y le enseña su casco azul, intacto—. Pero me temo que vamos a tener que volver a casa andando... ¿cómo llevas ese pie?
—Genial, ni siquiera due- —Un grito de dolor al apoyar dicho pie en tierra interrumpe su diagnóstico—. ¡Sí que duele, sí que duele...!
—Tranquila, no lo muevas. Haremos una cosa —Heather le mira con ojos llorosos, por el dolor—. Te llevaré en brazos, ¿vale?
—¿Cómo? ¿En brazos? ¡No, ni hablar! —Niega con la cabeza—. Esperaremos a que se me pase, ¡seguro que se pasa enseguida!
—Heather, se está haciendo de noche. Te vas a congelar... No seas boba, vamos.
—¡No soy boba! Es que... es que peso mucho —murmura, con boca pequeña.
—Ah, ¿subestimas mi fuerza? —bromea, arrodillándose frente a ella—. Bueno, ¿por qué no me pones a prueba, entonces?
—¿A prueba...?
—Si veo que me falta el aire o que me lesionas los brazos pararé, te lo prometo. Pero déjame intentarlo, vamos.
Ella se queda unos segundos con los ojos puestos en su tobillo lastimado, con las manos sobre él.
—...Está bien.
Justo en el momento en que Heather accede a la petición, sus hombros son envueltos por una calidez familiar: Logan le ha echado por encima su chaqueta y se dedica a envolverla en ella, para que entre en calor.
Ella solo puede sonreír como respuesta.
—Te encargo entonces la custodia de mi tesoro —le dice, dejando el casco en sus manos—. De acuerdo... ¡Allé voy!
Heather suelta un chillidito en cuanto Logan la aúpa en brazos. Apenas sufre un pequeño vaivén, provocado por la inestabilidad de la tierra mojada que pisan, pero enseguida la sujeta con firmeza.
—Vale... ¿vas bien, Heat Her?
—S-sí...
—Perfecto, pues... Nos vamos a casa.
...
Durante el trayecto se ha mantenido un silencio muy pacífico entre ambos.
El ambiente entre los dos se ha suavizado y convertido en algo mucho más cercano, parece que la normalidad que ya no creían que regresaría ha vuelto para quedarse, sin necesidad de decirlo con más palabras de las que ya se han dicho.
Logan camina sin ninguna prisa, rumbo a la casa de los Krausser. Mantiene la firmeza en sus brazos para sujetar a Heather, que se ha mantenido arrebujada en su pecho como un gatito al que llevan a su nuevo hogar, con el casco entre sus brazos.
«Lo que sentí al lanzarme a por Heather, cuando la vi en peligro... ¿sería eso lo mismo que sintió mamá al salvarme?».
Entorna los ojos mientras camina, demasiado distraído en sus pensamientos como para darse cuenta de lo cansado que está. Ya queda poco para dejar la zona más montañosa atrás.
«Me he sentido... tan vivo al arriesgar mi vida por ella...».
—Logan...
—¿Sí...? —Ve que ella posa su mano desnuda sobre su mejilla, la de la cicatriz. La ve sonreír y no puede evitar sonreír de vuelta—. Heather...
Sin llegar a decir nada más, la chica le demuestra con un beso en los labios que ha dejado atrás el miedo a sí misma y a los demás, arroyado por ese tren que casi se los lleva por delante.
—...Gracias —musita ella, con la felicidad desbordándole por el rabillo del ojo.
—No, gracias a ti. Me has sacado del barro...
Con un leve asentimiento de cabeza, Heather se arrebuja de nuevo en el pecho de Logan, acurrucando la cabeza bajo su barbilla.
Ella descubre que, en esos brazos, el miedo se vuelve algo inexistente.
Él se da cuenta de lo mucho que necesitaba ese calor tan familiar que Heather desprende: porque resulta que la chica que siempre tiene frío no ha dejado de ser una vela en la oscuridad, desde que solo eran unos niños.
https://youtu.be/ao3uptot2uM
Kodaline - "Autopilot"
(Canción de Heather)
Estoy tratando de conectar contigo
Para ver el mundo como tú
Intentando entender lo que tienes en la cabeza
Escucho lo que dijiste
Porque quería decir
Cuando te veo de esta manera
Nunca dejes que te rompa el corazón
Volveré al inicio
y te veré desmoronarte
Se siente como un espacio vacío
No te gusta ese sabor
Solo necesito un lugar donde esconderme
Un lugar para hacerte bien
Si esto no es lo que quieres
Regresa a tu propia guarida
Y encontrarás la pieza que te falta
O tan solo un gran alivio
Tal vez perdiste el control
Caíste en un agujero
La forma en que era antes
Eso es todo lo que buscas
Solo necesitas dar un paso atrás
Este piloto automático dando fuerte
Sientes que nunca ganarás
Oye, tal vez pueda ayudarte
No caigas en tus propias dudas
Te escucho gritar
Un amante es todo lo que necesitas
Alguien que puedas entender
Cada día
Que lo signifique todo
Necesitas
a alguien
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